viernes, 27 de agosto de 2021

Yo … argentino!




Yo … argentino![i]

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 800)

 

“No podemos echarle la culpa a ningún imperio ni a una invasión marciana;

 la derrota más amarga la construimos nosotros, ladrillo a ladrillo”.

   Jorge Fernández Díaz

 

Todas las estudios sociopolíticos y encuestas que se están haciendo ante las próximas elecciones dan cuenta de dos elementos preocupantes para el futuro de la República: el desgano cívico y el terror al contagio de los mayores, y la alienación de la juventud frente a los políticos tradicionales; se suman a una realidad que palpamos, con una injustificable ajenidad, desde hace muchas décadas. La pandemia, el miedo inducido y la “cuareterna” impuesta por el Gobierno a los ciudadanos de a pie han tenido, claramente, una enorme influencia en ese estado de ánimo generalizado, pero es hora de que nos pongamos, como sociedad, a trabajar para escapar de este remolino que nos arrastra, ya no al fondo del mar continental, sino al mismo talud oceánico, del que nadie ha regresado nunca.

 

Quienes, integrando las clases medias y altas, nacimos cuando comenzó esa decadencia que tanto llama la atención del mundo somos, obviamente, los responsables absolutos de este estado de cosas que, de tan insoportable, empuja a nuestros hijos y nietos a la emigración, cuando tienen esa posibilidad, o a la marginación y la droga, si carecen de ella. Esa innegable culpa surge de la abdicación casi unánime del rol que nos correspondía en razón de nuestra mejor posición económica y cultural, y de las consecuentes obligaciones de dirigir a la sociedad; en lugar de asumirlas, abandonamos la política a manos de los peores exponentes del más abyecto populismo de todos los colores, y así sacrificamos el futuro.

 

De las generaciones que nos antecedieron recibimos principios morales férreos (honor, coraje, mérito, trabajo, respeto de la palabra), que hemos sido incapaces de transmitir a las que nos suceden, y hemos permitido que el éxito dejara de medirse en logros académicos y profesionales para hacerlo sólo en dinero, sin importar de dónde éste provenga. Y así nos va. Nuestros empresarios comenzaron, hace años, a actuar traficando favores con los funcionarios del Estado omnipresente, al cual reclamaron una protección aduanera que obligó a nuestros compatriotas a comprar caro y malo, porque dejaron de tener relevancia el precio y la calidad ante la falta de competencia; y en ese precio, siempre se incluye el costo de la corrupción, indispensable para triunfar en estas pampas.

 

Como erradamente creímos que no nos afectaba en forma directa, toleramos que los políticos privatizaran mal y re-estatizaran peor las empresas públicas, y las convirtieran en feudos carísimos e ineficientes, colonizados por el gobierno de turno, usados para robar y rentar militantes. Y cuando el saqueo alcanzó alturas nunca vistas, miramos para otro lado y fuimos cómplices, a conciencia, de quienes nos desvalijaron y volvimos a votarlos. Ni siquiera ejercimos el rechazo y la repulsa social contra los responsables de tantos delitos, que se pasean tranquilamente entre nosotros y son recibidos con alegría en todos los eventos.

 

Cuando la educación pública comenzó a deteriorarse, quedó en manos de sindicatos politizados y se comenzó a adoctrinar a los estudiantes, nos limitamos a enviar a nuestros hijos a colegios y universidades privadas. Cuando vimos que empezaban a derrumbarse los edificios y toda la infraestructura hospitalaria común, recurrimos a los sistemas de medicina prepaga. Dejamos pasar, sin que nos conmoviera demasiado, el asesinato de un fiscal, y la liberación masiva de corruptos y criminales que volvieron a delinquir inmediatamente y, cuando la inseguridad llegó a nuestras puertas, nos mudamos a barrios cerrados, donde ejércitos privados nos custodian. Cuando faltaron las vacunas por la ideologización y corrupción del proceso de adquisición, viajamos a Miami para inmunizarnos. Y qué decir de nuestra pasividad cuando el Gobierno nos encerró y quebró nuestras empresas, mientras hacía fiestas clandestinas a contramano de sus propios decretos; o frente a la muerte de 111.000 familiares y amigos, a los que no pudimos siquiera despedir y, cuando los recordamos con piedras, éstas fueron desaparecidas por el Gobierno para ocultar su oprobio.

 

En las relaciones internacionales donde, amén de aislarnos prohibiendo los vuelos y hasta dejando varados a connacionales en el mundo, permitimos sin poner el grito en el cielo que se nos aliara con los peores regímenes del planeta –Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China y Nicaragua- en materia de libertades y derechos humanos, y sin que se elevara una voz de protesta ante la destrucción del único cuerpo verdaderamente profesional del Estado, la Cancillería, que fue totalmente copada por militantes kirchneristas y puesta al servicio de una ideología que nos es extraña.

 

Toleramos como borregos la confiscatoria presión impositiva y la aplicación de leyes laborales que conspiran eficientemente contra la creación de empleo y la concreción de inversiones productivas, y observamos, pretendidamente con asombro, la huida de nuestras mayores empresas tecnológicas ante la inviabilidad de trabajar en el país, espantadas por gremios de obreros pobres con cabecillas multimillonarios.

 

Por todo ello, y en tren de redimirnos, es imperioso que dejemos atrás nuestro pavor y nuestra indiferencia, que hagamos docencia entre nuestros amigos y que vayamos a votar y fiscalizar para evitar que, además de la catástrofe descripta, asesinen a la República robando nuestros votos; la creciente masa de dependientes de la magnanimidad del Estado será arreada y nosotros, los exprimidos para permitir esas nefastas políticas debemos contrarrestar con nuestra presencia esas manipulaciones bastardas.

 

Bs.As., 28 Ago 21

[i] Cuando Pedro Orgambide escribió, en 1968, el ensayo cuyo título utilizo para esta nota, no podía imaginar lo bien que describiría nuestra prescindencia cobarde e hipócrita.


viernes, 20 de agosto de 2021

¿Qué ve la jefa?

 


¿Qué ve la jefa?

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 799)

 

“El régimen pedía una austeridad a las bases que no mostraban sus dirigentes”.

 Hugo Gambini – Ariel Kocik

 

Si algo resulta innegable en Argentina, es la importancia de Cristina Fernández como animal político, capaz de cualquier artilugio para obtener sus fines que, por el momento, se reducen a conseguir la absolución judicial para sus muchos pecados y sostener su proyecto dinástico más allá de 2023. Dueña indiscutible de un amplio sector del voto de las clases cada vez más sumergidas, es consciente de que el triunfo o la derrota en las elecciones de noviembre –más allá de los cánticos que acompañarán los resultados- se definirá sólo por la consecución de los legisladores que le permitan acceder a los dos tercios del Senado y al quórum propio en Diputados.

 

Conoce el fuerte impacto que han tenido en la opinión pública la difusión de los videos y fotos de las reuniones sociales que celebró el Presidente Caracol, a contramano de las restricciones que impuso al país entero, y la desvirtuación política de la impresionante “marcha de las piedras”. Pese a que no se trata de lo peor que ha hecho, han trascendido enormemente a través de las redes sociales; un estudio de D’Alessio/Irol-Berenstein, da cuenta de que el 100% de los encuestados conoce los hechos, y muchos han decidido no votar al Frente de Todos. Es razonable que así  sea porque, si bien nos ha golpeado a todos, lo hizo más con quienes conforman el núcleo duro de sus seguidores: los más desprotegidos, los trabajadores informales y los pequeños empresarios, los chicos más pobres que, por quedarse sin escuelas, pasaron hambre y se refugian en la droga, única garante de un ascenso social y económico que el poder les imposibilita.

 

Hoy se quiere inventar un contrafuego con el tan preanunciado embarazo de Fabiola Yáñez, reeditando la epopeya del vestidito negro que tapó el desastre del primer mandato de Cristina Fernández y le permitió alcanzar el 54% de los votos en 2011, aupada en la solidaridad social con su viudez pero esta vez, la degradación de Olivos no permitirá que funcione.

 

Por lo demás, ya resulta claro que la disputa por la fenomenal caja que representan los planes sociales ha llegado a la calle, de la mano de organizaciones de izquierda que esta misma semana lograron una imponente movilización que paralizó a la capital y a muchos puntos del interior. Como eso se enmarca en las peleas que mantienen La Cámpora con los intendentes del Conurbano y la dirigencia sindical con las distintas manifestaciones del piqueterismo, resulta muy difícil predecir cómo se comportarán todos los contendientes de aquí a las elecciones, algo preocupante a la luz de lo sucedido en Chile, Colombia y otros países.

 

Ve claramente el escenario en el cual se deberá gobernar los próximos dos años. Un inventario de los actores que saldrán a escena el lunes 15 de noviembre, incluye la gigantesca deuda en pesos, la descontrolada emisión y la consecuente inflación, la crisis energética, los compromisos con los organismos internacionales y los importadores, los cepos y el atraso cambiario, la inexistencia de inversión, la fuga de empresas y capitales, la enorme presión tributaria, la inseguridad y el narcotráfico, el abismo de miseria y pobreza, la falta de trabajo, la catástrofe educacional, etc..

 

En realidad, toda esa enumeración coincide con la bomba que Cristina Fernández consiguió pasar a su sucesor en 2015. Creo que escoger la fórmula presidencial de esa campaña (Daniel Scioli-Carlos Zannini) y el candidato a Gobernador para la Provincia de Buenos Aires (Anímal Fernández), derivó de su decisión de perderlas, para evitar ser ella misma quien debiera pagar la irracional fiesta. Esta vez le resultará imposible repetir esa hazaña, ya que se trata sólo de una elección de medio término y queda por delante un calvario de dos años, que deberá transitar sin dinero.

 

Dicho esto, parece razonable que nos pongamos a pensar en qué hará la PresidenteVice para impedir que, ante una clara pérdida de poder personal, los jueces y fiscales de Comodoro Py salgan de pasividad y se lancen “heroicamente” sobre los malheridos. Cristina se ha cansado de humillarlos, y los magistrados rumian su venganza; hasta ahora, el temor los ha llevado a tolerar sus diatribas y a permitir sus insultantes cadenas por televisión pero, si el 13 de septiembre la derrota se insinúa, reclamarán su lugar al sol en el escenario nacional.  

                                                                                   

¿Está capacitado el inane Alberto Fernández para continuar ejerciendo de primera marioneta? ¿Suena disparatado, a la luz de la imagen que proyecta, tanto por su marcado deterioro personal cuanto por la permanente humillación a la que es sometido, pensar en su renuncia? Si así fuera, ¿qué hará ella? Si se corriera de la sucesión, perdería sus fueros y, si no lo hiciera, deberá afrontar el costo del desastre que ha provocado. Por otra parte, si ella se apartara, ¿aceptaría Sergio Massa asumir la Presidencia en este escenario? Finalmente, ¿a quién podría elegir la Asamblea Legislativa?

 

Especulemos sobre todo ese futuro institucional pero, mientras tanto, preparémonos para superar todos los miedos e ir a votar y fiscalizar las elecciones, porque está en juego la Constitución y la República, y somos nosotros los únicos que podemos, y debemos, defenderlas.

 

Bs.As., 21 Ago 21

viernes, 13 de agosto de 2021

¿Se perdonará?

 


¿Se perdonará?

Por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 798)

 

“El error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez”.

 Felipe González

 

No es lo peor que ha hecho, pero seguramente esto fue lo más trascendente; me refiero a las fotografías del cumpleaños de la pareja de Alberto Fernández en la residencia presidencial, en julio de 2020 y en plena “cuareterna”. Ya sabíamos que estábamos ante un caracol inútil manejado por la titiritera patagónica, pero ahora también que es un “pelo-tonto” que documenta sus trapisondas. Más allá de su desprecio a las draconianas normas dictadas por él mismo, que permitieron que la policía nos persiguiera,  encarcelara y hasta matara por violarlas, ratifica que carece de todo principio moral, que es un caradura y un mentiroso serial que hasta hoy, cuando todo ha trascendido y está probado, insiste en que sólo recibió visitas vinculadas a la gestión y que la culpa de esta violación flagrante corresponde atribuirla a su mujer. Mientras a todos se nos impedía el contacto con nuestros hijos y nietos, trabajar para subsistir, y acompañar y enterrar a nuestros muertos, este “señor” hacía fiestas multitudinarias y lograba que su perro tuviera muchas más clases presenciales que los chicos.

 

En países serios, el Presidente Clown ya habría renunciado pero aquí los pedidos de juicio político ya presentados en el Poder Legislativo no prosperarán, porque para aprobarlos se necesitan los dos tercios de los votos, imposibles de reunir para la oposición. El oficialismo, como siempre hizo el peronismo con todos los delincuentes que conviven bajo su protector escudito, usará sus mayorías para reiterar su inveterado accionar de convertir al Congreso en un aguantadero de todo tipo de criminales, desde ladrones de guante blanco hasta violadores seriales, como José Alperovich.

 

En general, tanto el periodismo cuanto algunos opositores centraron originalmente las críticas en las eventuales connotaciones non sanctas de esas fiestas. Quien no lo hizo, y realizó así un magnífico trabajo, fue Nacho Montes de Oca que, en su cuenta de Twitter, comparó la fecha de cada una de esas reuniones con hechos dramáticos que ocurrieron en el país ese mismo día; por ejemplo, qué hacían Alberto Fernández y su raro entorno cuando un padre tuvo que ingresar a Córdoba caminando con su hija moribunda en brazos porque se le impidió hacerlo en auto, cuando un joven se ahogó en un río formoseño porque no le permitieron entrar al feudo de Gildo Insfrán por vías normales, cuando una joven moría en un pasillo de hospital por falta de camas o cuando la policía mató a quienes, por necesidad de trabajar, resistieron el aislamiento.

 

Las lacerantes y catastróficas heridas que este gobierno produjo en el ya arrasado tejido social (traducidas en casi 109.000 muertos, miles de empresas quebradas, emigración de la mejor juventud, millones de pobres, hambre generalizado, deserción escolar, violencia infrafamiliar, narcotráfico rampante), en razón de la ideologización, la corrupción y los negociados en la compra de insumos, la sideral demora del proceso de compra y aplicación de las vacunas, y la lista de personajes VIP (Sergio Massa, Jorge Taiana, Eduardo Duhalde, Hugo Moyano, Horacio Verbitsky, por nombrar sólo algunos) que saltaron la aterradora lista de espera para recibir de inmediato las inoculaciones, son todas hitos de la larga decadencia nacional y no debieran ser olvidadas ni perdonadas por la ciudadanía a la hora de votar.

 

En una sociedad medianamente normal, la catástrofe humanitaria, social y económica que ha producido el Gobierno (que se percibirá en toda su crudeza al día siguiente de las elecciones, cuando se corra la alfombra de controles, congelamientos, prohibiciones y cepos bajo la cual esconde sus pecados) haría que sus gestores comparecieran ante fiscales y jueces independientes. Pero esto es la Argentina, que ya registra índices de pauperización y falta de instrucción pavorosos los cuales hacen que sus principales víctimas –los habitantes de los más sumergidos conurbanos- sigan ciegamente banderas oxidadas para intentar sobrevivir en esos infiernos a los que se los ha conducido y se los mantiene intencionalmente, para reproducir aquí un escenario de generalizada pobreza y obligar a los ciudadanos a la dependencia total del Estado.

 

La clase política en todo el país se ha transformado, salvo contadas excepciones, en una casta privilegiada que pesa enormemente sobre las espaldas de un Estado fallido y, además de actuar en muchos casos como señores feudales, se considera exceptuada de respetar las reglas que rigen la vida del resto de los ciudadanos. Y para eternizar ese dislate que implica mantener sus privilegios, sólo atina a proponer la creación de nuevos impuestos y a mantener eternos aquéllos que debían durar un período, como el que inventaron Máximo Kirchner y Carlos Heller para gravar los patrimonios en razón de la emergencia sanitaria.

 

Aún estamos a tiempo –poco, por cierto- de salvar a la República y a su Constitución, enviando al kirchnerismo al relleno sanitario. Para lograrlo, es absolutamente imperioso que dejemos de lado el miedo que nos han inducido y vayamos masivamente a votar en las PASO y en las legislativas, y que fiscalicemos de verdad las elecciones, para evitar el monumental fraude que el kirchnerismo necesita concretar. Quien dude de esa afirmación no tiene más que ponerse en la piel de Cristina Fernández y pensar qué sabe ella que le sucederá si no consigue alcanzar los dos tercios del Senado y el quórum propio en Diputados: quedará a tiro, sin fueros, de las volubles veletas que coronan el edificio de los tribunales federales, la historia la condenará y su proyecto hereditario de perpetuación desaparecerá para siempre.

 

Bs.As., 14 Ago 21

viernes, 6 de agosto de 2021

Más que un manual, un compromiso público

 


Más que un manual, un compromiso público

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 797)

 

“Perder las elecciones es normal en una democracia.

 Lo malo es perder la democracia en unas elecciones”

 

Esta semana, el escándalo que se desató cuando se conocieron las raras y multitudinarias visitas a la residencia presidencial de Olivos durante la fase más estricta de la “cuareterna”, provocó una repulsa generalizada por la soberbia y la desaprensión que mostraron. Fue una clara demostración de los insoportables privilegios de los que gozan los funcionarios de este gobierno pretendidamente popular mientras dejaba sin clases a los chicos, compraba con enormes sobreprecios insumos sanitarios y alimentos, instalaba vacunatorios VIP, intentaba domesticar a la Justicia para garantizar la impunidad del saqueo, aislaba a los padres de sus hijos y nietos, quebraba miles de empresas, dejaba sin trabajo a millones de personas, empujaba a la pobreza a los restos de la otrora potente clase media, varaba a miles de conciudadanos en el exterior, nos convertía en un país de emigrantes y batía records mundiales de inflación, y de contagiados y muertos por la clarísima manipulación política e ideológica de la vacunación.

 

Mientras tanto, los dos grandes movimientos que se enfrentarán en las urnas en noviembre emitieron sendos manuales para consumo interno. El Frente de Todos lo hizo para toda su militancia, y es un verdadero instructivo procedimental –qué decir y qué responder, en cada caso- para intentar cautivar a esos votantes que lo acompañaron en 2019 por despecho contra Mauricio Macri y le permitieron regresar al poder y que, según las encuestas, parece haberlo abandonado por el impacto de todos esos factores recién enumerados.

 

Juntos por el Cambio (o como se llame ahora) lo encaminó a sus propios líderes y sus precandidatos, exigiéndoles que bajaran el tono de la disputa previa a las internas que, en sus niveles actuales, espanta a propios y ajenos; está de más decir que no parece haber sido obedecido, ya que desde Gerardo Morales hasta Facundo Manes continuaron con su fuego amigo, respondido por Elisa Lilita Carrió y Héctor Toty Flores.

 

Más allá de las buenas intenciones que puedan atribuirse a este decálogo de mandamientos que promulgó la oposición, me parece que debiéramos preocuparnos más por la conducta individual que tendrán, ya en sus bancas, cada uno de los legisladores que elijamos en noviembre. Porque nuestra historia reciente está lleno de ejemplos de travestismo político que han protagonizado notorias figuras. El caso paradigmático es el propio Presidente Clown, que se pasó diez años despotricando contra Cristina Fernández para, sin vergüenza alguna, recular en chancletas cuando ella lo eligió para encabezar la fórmula que tantos engañados llevaron al poder.

 

Tenemos un ejemplo parecido en Sergio Massa quien, después de jurar que nunca se abrazaría con La Cámpora, se acostó con esa organización para alcanzar la Presidencia de la Cámara de Diputados; o el Diputado José Luis Ramón quien, luego de ser elegido por la oposición en Mendoza, siempre votó alineado con el Gobierno y recién ahora blanqueó su pase al bloque del Frente para Todos; y qué decir de Leopoldo Moreau, que llegó en la lista de la Unión Cívica Radical y, poco después, se convirtió en uno de los talibanes más fanáticos e irracionales de la PresidenteVice. Esa situación de cambio de género se da también en organismos cruciales como, por ejemplo, el Consejo de la Magistratura, el Poder Judicial y la Procuración, donde algunos, tardíamente, se autoperciben oficialistas, permiten atrocidades jurídicas y la conculcación de los derechos individuales.

 

Sin pretender transformarlo en un remedio infalible, ¿por qué no exigir a los pre-candidatos que integran las listas de toda la oposición democrática que firmen una pública declaración de principios republicanos? Algo así no podrá evitar las traiciones ideológicas o los subterráneos arreglos espurios que la siempre repleta billetera kirchnerista facilita pero, al menos, impedirá que los tránsfugas puedan caminar libremente por las calles de su ciudad sin recibir el reproche de sus electores por haber desertado del sector opositor.

 

La elección de noviembre es tan trascendente como aquélla que, en 2015, consagró a Mauricio Macri e impidió la continuidad del proyecto populista autoritario, el mismo que ahora se pretende eternizar. Si el Gobierno consiguiera hacerse con los senadores que necesita para alcanzar los dos tercios y los diputados que le faltan para tener quórum propio, asistiremos al funeral definitivo de la República, esa que se construyó, como en todo Occidente, sobre la división de poderes, la igualdad de los habitantes ante la ley, la independencia de la Justicia, el respeto a las minorías y los derechos humanos de todos (y no de algunos), la defensa de la propiedad privada, la libertad de prensa, la movilidad social y la importancia del mérito y del esfuerzo para lograrla, el derecho a transitar y comerciar libremente, y tantos otros principios basales que la Constitución garantiza.

 

Debemos tomar conciencia del inmenso peligro que corremos, y hacer el esfuerzo de convencer a nuestros amigos y parientes de la imperiosa necesidad de concurrir a votar, sin miedo al contagio, porque el kirchnerismo pondrá en marcha su eficiente maquinaria para llevar a las mesas a los más pobres, dependientes de la billetera estatal hasta para comer. Y, en la medida en que la arbitrariedad militante de los jueces electorales lo permita, fiscalizar las elecciones para evitar el fraude que, seguramente, intentará consumar este gobierno nefasto que, para agravar el panorama, ya se ha hecho con el control del Correo Argentino, encargado del transporte de los certificados y las urnas.

 

Bs.As., 7 Ago 21