miércoles, 11 de abril de 2012

Risas y llantos

Risas y LLantos






“Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez”





Francisco de Quevedo







La forma en que los hombres y mujeres informados reaccionan hoy frente a lo que está ocurriendo en la Argentina, no sólo depende de la posición de cada uno respecto a las fronteras geográficas de nuestro país sino del cariño que, a contrapelo de nuestros escasos méritos, aún conseguimos suscitar entre quienes, siendo extranjeros, conocen esta rara cosa en la que nos hemos convertido.

Más allá del episodio concreto de Ciccone –reitero que sólo puede haber sido autorizado o compartido por don Néstor (q.e.p.d.), primero, y por doña Cristina, después, dado que en este gobierno nadie siquiera saluda si no tiene permiso previo- lo real es que todo nos está poniendo en primera plana en todos los diarios del mundo, y no precisamente con crónicas a favor.

Como siempre digo: “con una Justicia independiente, seria y rápida, en la Argentina todo será posible; sin ella, nada lo será”.

Veamos, entonces, que agrega el nuevo affaire Ciccone a la imagen que presentamos al mundo como sociedad, que debiera ser el mayor atractivo para las imprescindibles inversiones, propias y ajenas, para que el país pueda desarrollar todo su potencial, dar trabajo genuino, reducir la inflación por ampliación de la oferta, mejorar la educación por la demanda de graduados en carreras duras, sacar de la pobreza a sectores sumergidos, agregar valor a nuestras exportaciones y miles de etcéteras.

Un ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación –don Eugenio Zaffaroni- quedó expuesto como propietario de varios inmuebles en los cuales se ejercía la prostitución; al descubrirse el hecho, no renunció ni dió explicaciones. El resto de los ministros no encontró en el hecho óbice alguno para que ese Juez continuara ejerciendo su alta función.

El Presidente de la misma Corte, don Ricardo Lorenzetti, manifestó, públicamente, haber pautado con el Poder Ejecutivo distintas “políticas” para llevar adelante las causas llamadas de lesa humanidad; esos acuerdos implicaron terminar con los principios de legalidad, de ley previa al hecho del proceso, de inocencia, y vulneraron irremediablemente al derecho de defensa. Tampoco sus pares consideraron esa actitud como un agravio a sus investiduras.

Los jueces federales penales de la Capital Federal, que tienen a su cargo la investigación de los delitos (corrupción en todas sus formas) que cometen los funcionarios públicos, paralizan sine die esas causas, y nunca encuentran culpables de esos hechos. Los fiscales, que deben impulsar esas causas, reciben órdenes de la Procuración para actuar con lentitud o, simplemente, para no hacer nada.

Uno de esos jueces, en particular, que tiene a su cargo varios juzgados –me refiero, obviamente, a don Norberto Oyarbide- no solamente fue asiduo concurrente de prostíbulos homosexuales sino que, con la complicidad de la Policía Federal, protegió esos negocios, hasta que todo estalló en una pelea con el gerente de uno de esos antros, quien difundió un video en el que el Juez aparecía en actitudes poco dignas y, además, escribió un libro relatando los pormenores del episodio; este siniestro personaje se da el lujo de exhibirse con un anillo de un cuarto de millón de dólares, adquirido con fondos que no puede explicar. Cuando don Oyarbide fue denunciado ante el Consejo de la Magistratura, el kirchnerismo impuso su mayoría para eximirlo de toda culpa. Entre otras causas no menos escandalosas, el Juez devolvió favores sobreseyendo, sin trámite alguno, a los propios Kirchner en las denuncias por enriquecimiento ilícito. Los fiscales, seguramente por sugerencia del entonces Procurador General de la Nación, don Esteban Righi, se abstuvieron de apelar esos sobreseimientos.

Los Kirchner, sus ministros y parientes, compraron a precio vil y sin oferta pública, tierras en uno de los más importantes paraísos turísticos de la Argentina, el Calafate. Para investigar ese escándalo, fue designada la Fiscal en el lugar, también compradora de tierras de ese modo, y sobrina de los Kirchner.

El Vicepresidente de la República, don Amado Boudou, quedó involucrado en episodios de, al menos, tráfico de influencias y, para cubrir sus actos, no dudó en mentir públicamente. Al quedar en descubierto, atacó ferozmente al Juez de la causa, don Daniel Rafecas, defendido por sus pares y sus colegas de los claustros universitarios, al mencionado don Righi (acusando al estudio del que era titular hasta el momento de la asunción de su cargo de intentos de cohecho para “aceitar” la relación con los jueces federales) y a Adelmo Gabbi, Presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

Ya que don Righi mantuviera abierto su estudio mientras se desempeñaba como Procurador General de la Nación resultaba, como mínimo, poco ético pero que, además, sus socios (entre otros, su propia mujer) ejerciera de la defensa de los funcionarios acusados de corrupción por los mismos fiscales que él comandaba se transforma en un verdadero escándalo moral. Recuerdo que, cuando el Dr. Marco Aurelio Risolía dejó la Presidencia de la Corte Suprema, se negó a reintegrarse a la actividad privada por considerar que ello resultaría inmoral, pero esa era otra Argentina.

El ahora despedido Procurador debe añadir a sus malolientes laureles haber sido partícipe necesario de los Kirchner en la tarea de demoler, uno a uno, los distintos organismos de control de la gestión, en especial la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, a la cual vació de contenido y facultades.

El Juez Daniel Rafecas, defendido por sus pares y por sus colegas en los claustros universitarios, a cargo de la causa en la que figura el Vicepresidente de la República como imputado, fue denunciado por un íntimo amigo, abogado vinculado a otros sospechados en la misma causa, por intercambiar mensajes electrónicos, sugiriendo conductas o informando medidas procesales.

El Vicepresidente fue denunciado por legisladores de la oposición y por distintos particulares por actos incompatibles con la función pública y por enriquecimiento ilícito; obviamente, no renunció ni pidió licencia. La causa recayó en el Juzgado Federal a cargo de uno de los jueces más sospechados de parcialidad a favor del Gobierno.

Ante la renuncia del Procurador General, la Presidente propuso –y el Senado designará, utilizando las mayorías oficialistas o compradas- como sucesor a don Daniel Reposo, íntimo colaborador de don Boudou en la Anses, en el Ministerio de Economía y en la Sigen, boxeador amateur y colega en los rings empresarios de don Patotín Moreno. Doña Cristina reproduce, así, el episodio de las tierras de Calafate, poniendo como acusador en jefe a un dependiente del acusado, y sospechado de cómplice de éste en la compra directa de autos para el Ministerio de Economía.

Como se ve, cristi-kirchnerismo explícito. El problema es que, como lo vemos nosotros mismos y gracias a la denostada globalización, estos detalles se conocen en todas las capitales del mundo, y en todas las redacciones. Pagaría por acompañar a la señora de Kirchner a la Cumbre de Cartagena del próximo fin de semana, sólo para ver cómo la mirarán los pocos colegas –varios han justificado su ausencia- con los que se encontrará. Mientras tanto, dejará a cargo de la Presidencia a Guita-rrita Boudou. ¿Los argentinos nos merecemos esto?; me temo que sí.

También hubiera pagado, hace unos días, para ver cómo leyó la Presidente la noticia proveniente de Brasil, que informaba que la señora Dilma Rousseff, después de haber echado nada menos que a siete ministros acusados de corrupción, alcanzaba el 77% de aprobación de su gestión, y era recibida por Obama durante tres horas.

Los que creemos que, con muy poco, Argentina podría evitar su triste destino, estamos llorando por una República cada vez más perdida, en un proceso que, de no revertirse a tiempo, concluirá con la desaparición jurídica del país. Mientras tanto, quienes nos contemplan desde lo alto de sus fortunas mal habidas o quienes han debido sufrir, por demasiado tiempo, la prepotencia y la mala educación de los argentinos, se ríen a carcajadas.






Bs.As., 11 Abr 12




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domingo, 8 de abril de 2012

Cada vez, más pasado y menos futuro


Cada vez, más pasado y menos futuro

“En el gobierno, como en el cuerpo humano, las 
enfermedades más graves proceden de la cabeza” 
Plinio el Joven

Como tantas veces en esta gestión presidencial iniciada en 2003, los cotidianos escándalos están haciendo que los verdaderos y graves problemas queden ocultos a la mirada de la ciudadanía en general.

No voy a abundar sobre el affaire Ciccone, pues mucha tinta ha corrido ya sobre el tema que, sobre todo después de la pseudo conferencia de prensa de Guita-rrita Boudou, no para de crecer. Me limitaré a reiterar, al respecto, una pregunta que me formulé hace semanas: ¿resulta imaginable que en este régimen, en el que los funcionarios no contestan siquiera un saludo sin pedir permiso, el actual Vicepresidente haya inventado este negociado solo? En la respuesta que cada uno dé estará el pronóstico acerca de cuál será la actitud de doña Cristina cuando regrese de su merecido descanso en Calafate.

Ahora bien; una cosa es que don Néstor (q.e.p.d.) haya autorizado el invento y otra, muy distinta, es haberlo confiado a este señor, que aparece como un imbécil, capaz de cualquier desaguisado. El tema es que, como la señora de Kirchner lo inventó, hoy deberá pagar la cuenta, sea dejándolo caer como un piano (un costo político enorme) o salvándolo del desastre (un costo aún mayor).

Lamentablemente, este hecho -de inusitada gravedad institucional, debido a la irresponsable elección, a contrapelo de los deseos generales, de su compañero de fórmula por la señora Presidente- está ocultando otros aspectos de la realidad que, desde los cenáculos de La Cámpora se impondrán, a paso de vencedores, sobre el futuro de la República y de las libertades individuales.

En la última nota me referí a la limitación a los jueces en el dictado de medidas cautelares que protejan a los ciudadanos de los abusos del poder. Ahora, parece existir un proyecto legislativo que intervendrá fuertemente en el tema de los alquileres, comerciales y habitacionales, terminando, en la práctica, con la propiedad privada en materia de inmuebles.

Si esta versión se confirmara, volvería la Argentina a cometer otro error del primer peronismo, cuando congeló los precios de las locaciones urbanas y, naturalmente, afectó de manera casi terminal a la industria de la construcción de viviendas. Pero, de la mano de Patotín y de Kiciloff, este Gobierno parece no aprender de la historia, y estar dispuesto a sacrificar cualquier futuro a un presente cada vez más complicado.

Hoy, con la bandera de un pseudo nacionalismo –emulando a Evo Morales, a Hugo Chávez y a Rafael Correa- y mientras agita las banderas de Malvinas, el cristi-kirchnerismo mágico avanza sobre la producción de petróleo y gas en la Argentina.

No necesito explicar a mis sufridos lectores cuál es mi posición frente a YPF y a la familia Eskenazi, pues han tenido que soportar innumerables notas al respecto. Sin embargo, cabe recordar que la actividad hidro-carburífera depende de enormes inversiones, de las cuales Argentina carece y que seguirán brillando por su ausencia mientras no consiga transmitir al mundo entero que aquí ha comenzado a imperar la seguridad jurídica.

Estamos hablando de montos que exceden, por mucho, las posibilidades de las cajas a las cuales los Kirchner se han acostumbrado a recurrir para solventar sus locuras populistas. Para recuperar las reservas de gas y de petróleo que la política llevada adelante por Kichner, doña Cristina y don De Vido ha hecho desaparecer, no existen en el país dineros suficientes; según Alieto Guadagni, estamos hablando de trescientos cincuenta mil millones de dólares, es decir, dos tercios del total recaudado por el Gobierno desde 2003.

Ahora, cuando el mundo entero observa con estupor a nuestro país, cada vez más aislado, no sólo se están quitando concesiones a YPF sino también a Petrobras y a empresas norteamericanas, chinas y chilenas. ¿Dónde, entonces, buscará la Argentina capitales dispuestos a invertir aquí?

Con los precios actuales, con el barril por encima de los US$ 100, todos los jugadores del mercado global buscan dónde aplicar fondos. Eso incluye, por supuesto, a la plataforma continental de Brasil, donde se han producido los descubrimientos más importantes desde fines del siglo XX, y las exploraciones en las aguas de Malvinas. Sin embargo, huyen de la Argentina como de la peste.

El “capitalismo de amigos”, ese que logró que casi todos los yacimientos de Santa Cruz fueran entregados a don Cristóbal López y a don Lázaro Báez, no sirve en un escenario que, día tras día, cambia de reglas y donde las empresas, las de verdad, se enteran por los diarios del día siguiente si sus negocios van bien o mal en el país. Así, nadie vendrá –en ninguna actividad, petrolera o no- a invertir un dólar en la Argentina.

Y sin esas inversiones, imprescindibles ahora que el Estado se ha quedado sin recursos, es imposible el desarrollo. El mundo entero se ha globalizado, y las compañías internacionales fabrican una parte de sus productos terminados en cada país; aquí sucede lo mismo: el componente nacional en materia de automóviles, por ejemplo, rara vez supera el 30%.

Entonces, al cerrar las fronteras a la importación y complicar enormemente las cadenas de producción de nuestros bienes industriales exportables, el Gobierno está llevando al país a un pasado que ya vivimos, y que aún no hemos dejado de pagar, inclusive en educación.

Argentina, nos guste o no, tiene un mercado interno sumamente reducido. Somos cuarenta millones de habitantes, de los cuales consumen, realmente, diez o quince millones; el resto, los que reciben planes sociales o se desempeñan en el mercado informal, se limitan a gastar todo lo que ganan en alimentarse.

Es ridículo, entonces, pretender que nuestro país tenga una industria capaz de desarrollar productos cada vez más sofisticados, que requieren una monstruosa inversión en investigación y desarrollo, para tan pocos consumidores. La única solución es integrarnos fuertemente al mundo, exportando calidad, diseño y precio, y competir con el resto de los países en los mercados más exigentes; en una nota (http://tinyurl.com/7a2jgdn) ya expuse mi teoría al respecto, por lo cual no me explayaré más aquí.

Pero, ¿quién –argentino o extranjero- estará dispuesto a poner un peso en un país donde impera el absurdo y lo irracional, donde nada es como debiera, donde un solo funcionario decide qué empresa vive o muere? Durante muchos años, critiqué con rigor al empresariado argentino, por su vocación por la protección y las prebendas; dije, como muchos, que todos parecen tener un cadáver en el placard y que el temor a la Afip era el mejor igualador. Sin embargo, hoy la situación es distinta, ya que don Patotín, a su solo arbitrio, puede decidir quién importa y quién no, determinando el presente y el futuro de cada empresa.

En fin; las próximas semanas dirán cuán rapaz será el Gobierno y cuán dispuesto a continuar depredando el futuro está. Muchos de sus pretendidos logros –la masiva jubilación de quienes no aportaron o la asignación pseudo universal por hijo, por ejemplo- dependerán, para perpetuarse, de los nuevos saqueos que, para realizar maniobras aún más populistas, perpetrará contra la Anses, el Bcra, el Pami y las escasas y menguadas cajas disponibles.

La forma en que evolucione la actual crisis política que, por falta de fusibles, repercute directamente en la Presidente, también será un termómetro para medir la temperatura social. Doña Cristina agradece, sin dudas, la inexistencia de opositores que puedan convertirse en alternativas válidas para este nefasto presente, ya que nadie está planteando, con seriedad, caminos alternativos para el futuro.

En estas Pascuas, obviamente, la casa no está en orden.

Bs.As., 8 Abr 12



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lunes, 2 de abril de 2012

Preguntas sin hacer

Preguntas sin Hacer





“Los funcionarios son como los libros de una biblioteca:



los situados en los lugares más altos son los más inútiles”



Paul Mason








La semana pasada, más allá de los lentos progresos y retrocesos de la causa Ciccone/Boudou, de la confirmación del aislamiento internacional de la Argentina de la mano del reclamo de 40 países ante la OMC, de los reiterados agravios de Patotín Moreno a propios y extraños, y de nuevos y contraproducentes fuegos de artificio sobre el tema Malvinas, me llamaron la atención dos asuntos claves que, sin embargo, no parecen haber recibido tratamiento importante de los medios y que, mucho más curioso aún, que no hayan generado un escándalo.

El primero se refiere al ¿asalto? a una camioneta que, sin custodia de ningún tipo, transportaba un sofisticado arsenal, muy superior en sus prestaciones al que disponen, aquí, las fuerzas de seguridad. La forma misma en que la noticia fue divulgada es, como mínimo, rara. ¿Alguien sabe quién era el propietario de las armas y municiones “robadas”? ¿De dónde salieron y hacia dónde iban?

Como tengo muchos años, pero aún conservo la memoria de los hechos que me tocó vivir, en el momento exacto en que me enteré del hecho y de sus circunstancias pensé en un delivery para alguien interesado en contar con ese armamento. Es decir, tuve toda la sensación de estar contemplando un montaje para ocultar una entrega planificada a algún grupo, subversivo o directamente delincuencial.

En ambos casos, estaríamos ante una situación harto peligrosa. Si se trató de una jugada de delincuentes “comunes”, por la pérdida de vidas policiales y civiles que traerá aparejada la disponibilidad de tan sofisticadas herramientas; si, en cambio, estuviéramos ante una entrega planificada y disfrazada a un grupo político, sería bastante peor, por cierto.

Salvo algunas organizaciones adictas al Gobierno, no existen hoy en la Argentina grupos organizados capaces de generar hechos de violencia; por lo demás, algunas de esas “asociaciones” afines han hecho pública su voluntad de defender al “modelo” y, consecuentemente, a la señora Presidente, “hasta las últimas consecuencias”. Conociendo los antecedentes políticos y terroristas de muchos de los funcionarios actuales, la imaginación no deberá esforzarse demasiado para entender qué quiere decir, en este caso, esa tan remanida frase.

Por lo demás, y en vista a los muchos privilegios que esta nueva y mercantilizada militancia ha obtenido de su cercanía con el poder, resulta dable pensar que estén dispuestos a defender, a como dé lugar, sus pisos en Puerto Madero, sus autos y motos fantásticos, sus campos, sus yates y aviones y, en última instancia, hasta su libertad personal, todo lo cual podría ser puesto en riesgo en caso de que el reinado K terminara abruptamente su ciclo.

El segundo tema, infinitamente más grave, es el proyecto de ley que el Ejecutivo enviará al Congreso para limitar y coartar la posibilidad de los particulares –ciudadanos y empresas- puedan recurrir a la Justicia para frenar abusos de poder por parte del Estado. Como dije, este asunto reviste una gravedad trascendental y definitoria sobre la libertad, en todas sus formas.

Para que resulte comprensible para quienes no son abogados, se trata de restringir la facultad constitucional de los jueces de suspender los efectos de una medida –ley, decreto, resolución u ordenanza- cuando ésta afecta los intereses de un individuo o de un colectivo de ellos. A mero título de ejemplo y, por supuesto, forzando la hipótesis, si ese esperpento legal fuera sancionado de nada valdría que cualquiera, ante la toma de su propia casa ordenada por el Estado, pudiera impedirla por decisión judicial ya que, a partir de entonces, los magistrados no podrían dictar, como sucede ahora, una medida cautelar hasta tanto se decida sobre el fondo de la cuestión.

El Poder Ejecutivo, con su proyecto, avanza en su decisión irrevocable de convertir a doña Cristina en emperatriz de la Argentina, es decir, en terminar irremediablemente con la República.

Lo notable no es que la ciudadanía, que no tiene por qué saber derecho procesal, no reaccione frente a una noticia cuyas implicancias ignora. Lo que asombra es que ninguna de las diferentes asociaciones de abogados, que las hay de todo tipo y color, haya puesto el grito en el Cielo.

Nada, ni Ciccone/Boudou, ni la inaudita prohibición de importar libros que decretó –por supuesto, informalmente y antes de retractarse- don Patotín, ni la miserable utilización política de la gesta de Malvinas, tienen dentro suyo el huevo de la serpiente que esta norma parirá porque, con su sanción por el Congreso express del cristi-kirchnerismo, la libertad habrá muerto en la Argentina y todos los derechos humanos –los actuales, los que verdaderamente debieran ser protegidos y garantizados- establecidos por nuestra Constitución habrán dejado de existir como tales, y se convertirán en una mera gracia del poder.

Esto es lo que legará el período K -¿podríamos decir “la noche” K?- al futuro. Un país sin instituciones, sin vínculo alguno con el mundo, fracturado hasta en su esencia, con su sistema previsional quebrado, sin reservas importantes de petróleo y gas, con sus esquemas públicos de educación y de salud en crisis, con altísima inflación, con una corrupción creciente y endémica, sin infraestructura de transporte y con índices de inseguridad que, poco a poco, nos acercan al México de los narcos y de las maras.

Y lo peor de todo es que ese cúmulo de calamidades se habrá concretado en pos de un proyecto imperial que, tanto por lo trasnochado de sus categorías mentales y por su falta de conexión con la realidad cuanto por estar estructurado en torno a una única e irremplazable persona está, necesariamente, condenado al fracaso, aunque éste sólo dependa, en su última instancia, de la biología.

El domingo pasado, ese maestro de periodistas que se llama Jorge Fernández Díaz escribió, en La Nación, una de las mejores descripciones del cristi-kirchnerismo que he leído y que recomiendo con fervor. En esa nota, a la que tituló “Neosetentismo, esa forma sutil de ser gorila” (http://tinyurl.com/c7wenku), su laureado autor describe, con la precisión de un cirujano, las batallas que se libran, desde el núcleo central del proyecto imperial, contra la vieja y popular cultura peronista, a la que busca no destruir sino reemplazar.

Hoy, cuando ya han pasado nada menos que cincuenta y siete años desde que el primer Perón fue derrocado, y treinta y ocho desde que el segundo muriera, y el tiempo nos permite mirar el pasado con más serenidad, aún a aquéllos que nos tocó vivir e interpretar la historia reciente. Como dice Julio Bárbaro, el peronismo del abrazo con Balbín y del radicalismo adversario que despedía a un amigo, no tiene nada que ver con este proyecto sectario y centrífugo, hoy en el poder; este “modelo” maniqueo, en el cual sólo hay obsecuentes o enemigos, centra su objetivo en la compra más abyecta de voluntades, ignorando que hasta las prostitutas odian a sus clientes, por mucho que éstos les paguen.

Espero, contra toda esperanza, que la señora Presidente reflexione, que entienda que ella –como todos los demás- es finita, y que no avance en la destrucción de los pocos cimientos de República que quedan en la Argentina; porque necesitaremos de esas bases últimas para reconstruirla y, sobre todo porque, si no lo hacemos, dejaremos de ser un país para ser, como tantos otros en la historia de la humanidad, sólo un recuerdo.

En la medida de lo posible, ¡feliz Pascua de Resurrección! y ¡feliz Pésaj!. Hoy, para los 649 héroes de Malvinas, ¡gloria y loor!







Bs.As., 2 Abr 12


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domingo, 25 de marzo de 2012

No entiendo nada

No Entiendo Nada









“El origen de nuestra cautividad reside en el



hecho de que permitimos reinar en las mentiras”.



Jerzy Popieluszco




En estos días, como todos sabemos, estamos asistiendo a un curioso fenómeno, que padeció también Carlos Menem en su segunda presidencia, consistente en el rápido deterioro de la imagen de doña Cristina, estimo que por su falta de reacción frente a las calamidades que se abaten sobre la ciudadanía; me refiero a la inseguridad cotidiana, a la inflación galopante y, sobre todo, al crimen de Once.

Sin embargo, el título de esta nota obedece a que el cuadro macroeconómico no se asemeja, en nada y por ahora, a aquél en que debió desenvolverse el trágico final de Fernando de la Rúa. Con la soja campando por encima de los quinientos dólares, con el autorizado saqueo a las reservas del Banco Central y con la maquinita en pleno funcionamiento, el Gobierno no debería tener de qué preocuparse, ya que dispondrá de los dólares necesarios para pagar la deuda externa y las importaciones de energía –que, por lo demás, tenderán a disminuir por el enfriamiento de la economía- y de los pesos destinados al pago de subsidios y planes sociales.

Todo ello es pan para hoy y hambre para mañana, y hasta un ignorante dogmático como don Patotín Moreno debiera poder percibirlo pero, aún así, la señora Presidente parece querer insistir y mantener este rumbo de colisión que ha impreso al futuro inmediato.

Es que, a pesar de la sensación diferente, desde el 10 de diciembre, fecha en que doña Cristina asumió su segundo –o tercero de su familia- mandato, han transcurrido sólo ciento seis días. Ello significa que aún deberá gobernar mil trescientos cincuenta y cuatro días más; si no corrige el derrotero, muchos –yo incluido- sabemos que no concluirá en paz.

Entonces, ¿por qué no lo hace? ¿Por qué insiste en aplicar, a las trompadas, recetas que ya han sido probadas en la Argentina, y siempre fueron coronadas por el fracaso? ¿Por qué seguir peleándose con la realidad y con las leyes económicas? ¿Por qué cualquiera que exprese una opinión disonante o diga estas cosas se transforma, automáticamente, en un enemigo al que sólo cabe destruir? ¿Por qué mirar siempre para atrás, a un pasado cada vez más remoto?

Tomemos, por ejemplo, la crisis energética. Si bien es cierto, como dicen algunos de mis detractores, que la luz se les cortó pocas veces en sus casas, también lo es que, a contrapelo de los países serios, tanto en materia de energía eléctrica cuanto de gas, Argentina optó por interrumpir el suministro a su industria para no pagar el costo político de afectar a los hogares. Que eso, en Brasil o en otras latitudes menos populistas, sea considerado, básicamente, una estupidez de corto alcance que refleja la actitud de la dirigencia nacional en casi todos los temas.

En varias notas, recientes o no, ya he dado mi opinión, y mi información, acerca de las causas de la crisis, imputable sólo a la demencial e interesada política llevada a cabo por don Néstor (q.e.p.d.) y su ahora “morenizado” colaborador, don Julio de Vido. Estos dos señores, y su vocación por lo ajeno –se trate de las acciones de YPF o de los negociados con la importación de fueloil- le han costado al país, en reservas de petróleo equivalente, la escalofriante cifra de trescientos cincuenta mil millones de dólares, y la condición de exportador neto de petróleo.

¿Se puede arreglar tamaño desaguisado? Sí, porque se presume que la Argentina tiene enormes reservas de gas y de petróleo que aún no han sido descubiertas porque nadie ha invertido en buscarlas, sea en el territorio continental, sea en el Mar Argentino.

Pero, obviamente, la solución no está al final de ese camino tan criminalmente elegido ni se llegará a ella a fuerza de “patoteadas”, de romper contratos o de entregar cada vez más áreas a los amigos del poder, que lo único que saben de petróleo lo aprendieron cargando nafta en sus autos.

La única forma de desandar y torcer este destino de decadencia y de importación, en un mundo que cada vez cobra más por el petróleo y el gas que vende, es transmitir, urbi et orbi, que la Argentina es un lugar en el que impera la seguridad jurídica, los planes nacionales de largo alcance y el respeto a los contratos firmados.

Los argentinos tenemos en el exterior cantidades de dólares que superan, en mucho, a la deuda externa del país; baste recordar que, en los últimos años, se fueron ochenta mil millones de dólares más. La única razón: la falta de confianza en nuestros gobiernos, en nuestras instituciones y en nuestra Justicia. Y el mundo está plagado de inversores que buscan dónde poner su dinero, pero no están dispuestos traerlos a un lugar en el que es fácil entrar pero –don Patotín y sus antecesores mediante- resulta casi imposible salir.

La Argentina necesita, a esta altura tanto como del agua, de esos capitales, propios y extraños. Los necesitamos para buscar petróleo y gas, para poder volver al autoabastecimiento perdido; para evitar que ochenta mil argentinos por año mueran en las destruidas y antiquísimas carreteras nacionales; para contar con un eficiente sistema de transporte público, que permita a los habitantes del Conurbano dejar su automóvil en casa; para tener modernos y equipados hospitales, escuelas y universidades; para crear trabajo genuino en fábricas y empresas de servicios; en fin, para ser una nación moderna y rica.

Es claro que, además de planes de largo alcance y de garantías de estabilidad y de seguridad jurídica, se requiere de un clima de libertad comercial, esa que nuestra Constitución dice que es un derecho inalienable de cada argentino y de cada hombre de buena voluntad que decida habitar nuestro suelo. Sobre todo, necesita de una Justicia independiente, preparada, eficiente y rápida, porque deberá ser el principal y primario motor del cambio necesario.

Naturalmente, los otros instrumentos, tan indispensable como ese, pasan por contar con estadísticas serias y confiables, y con la reinserción responsable en el mundo globalizado, incluyendo la renegociación –no el innecesario pago- con el Club de Paris y el respeto y la obediencia a las sentencias del CIADI.

Lo que más se me hace difícil entender es qué busca, o que espera, doña Cristina del futuro. ¿Pretenderá, seriamente, convertir a nuestro país en una monarquía, en la cual la suceda en el trono su hijo Máximo? Me parece, porque la considero al menos una persona despierta, que sabe que sería una ilusión inalcanzable.

Y, si eso no es así, ¿por qué actúa como lo hace? Su difunto marido y ella han acumulado una fortuna inconmensurable, que resistirá que los testaferros nieguen los pactos preexistentes y que le permitirá vivir con más que comodidad en el lugar del mundo que elija. Entonces, ¿por qué nos odia tanto a todos y a todas?

Si corrige el rumbo, si comienza a gobernar como debe, seguramente olvidaremos muchos de los latrocinios cometidos, cuando menos los de ella y su familia directa, aunque sus funcionarios –y sus cómplices privados- deban enfrentar el natural periplo por los estrados judiciales. Don Carlos Menem puede explicarle y recordarle cómo nos portamos como sociedad.

Seguramente, además, y está a tiempo para ello, pasaría a integrar el altar de la Patria, y su gobierno sería recordado por lo bueno que habrá hecho a partir de ahora, ganándose el bronce al que aspira todo bien nacido.

En cambio si, como parece, nos deja el país convertido en un páramo sin futuro y sin esperanza, no solamente nos obligará a perseguirla por el mundo entero sino que recibirá una repulsa similar a la que hoy se ha hecho acreedor don Menem, especialmente después de traicionar a quien fuera para lograr seguir en libertad.

Por eso, esta nota se trata de un llamado a la reflexión presidencial. Doña Cristina dispone de los medios para alterar este camino de decadencia y pasar a la historia grande. Ella sabrá qué prefiere, y los argentinos sabremos pagarle con la misma moneda.

Una recomendación final: no dejen de leer “Montoneros: soldados de Massera”, de Carlos Monfroni, del cual he tomado la cita que encabeza este artículo. Me parece un libro no solamente apasionante sino indispensable para entender un poco qué pasó realmente en la Argentina, en especial por la manía patológica de los Kirchner de traer al presente, tergiversado, un pasado nefasto.








Bs. As., 25 Mar 12






domingo, 18 de marzo de 2012

Velos rasgados

Velos rasgados




“Debemos buscar para nuestros


males otra causa que no sea Dios”


Platón




Con mucha mayor celeridad de que podía suponerse, los más de siete velos con que el Gobierno enmascaró -durante demasiado tiempo- la realidad comienzan a rasgarse. Lo lamentable es que, debajo, no nos espera el cuerpo escultural de una bailarina árabe sino la horrorosa imagen de un país devastado por la falta de educación y de seguridad y ahíto de inflación, de drogas, de informalidad económica, de falta de combustibles y de infraestructura, sin instituciones republicanas y con una corrupción que -por su magnitud- asombra y -por sus efectos- raya en el genocidio.

El kirchnerismo, que heredó un país en estado casi comatoso, no hizo más que agravar la situación preexistente, a pesar del enorme viento de cola que acompañó su gestión y de los incalculables recursos de los que dispuso durante nueve años. Esta misma semana, las organizaciones sociales que hicieron colapsar a la ciudad cortando sus accesos, rasgaron un velo más –tal vez la mayor bandera esgrimida por las espadas cristinistas-: la proclamada creación de cinco millones de puestos de trabajo.

El 7 de noviembre de 2010, pocos días después que su marido se transformara en “Eternéstor”, escribí a la señora Presidente una carta abierta (http://tinyurl.com/7no8488), sugiriéndole adoptara actitudes y políticas que la conducirían, inexorablemente, al bronce y al altar. Lamentablemente, siguió otro camino y, tras ella, se fue la suerte del país.

Nueve años después, con los precios internacionales de nuestros productos volando –hoy, la soja volvió a los US$ 500 por tonelada- y quedándose con más del 50% del salario de los argentinos, pretende seguir echando la culpa a un pasado que, no por menos complicado, ya es remoto. Que el Gobierno haya incorporado a las filas de sus obsecuentes nada menos que al propio don Carlos Menem, a quien continúa denostando públicamente, habla a las claras de las virtudes morales ambos, agresores y agredido.

Nos enteramos ahora todos que cuatro millones de argentinos se desempeñan en la informalidad, sin ninguno de los beneficios que provee el trabajo registrado (vacaciones, obra social, salarios discutidos por los gremios, seguro de accidentes) y, peor aún, que quienes reciben el subsidio de $ 1.200 mensuales del programa “Argentina ¿trabaja?” son contabilizados como “empleados” por el fantástico Indec que don Néstor (q.e.p.d.) supo conseguir, ayudado por el mismo don Patotín que ahora pretende reemplazar a todos los mercados, que la Argentina pierde a cada momento, por la venta de productos de La Salada a Angola.

Un dato curioso de esa excursión africana fue la participación del dueño del prostíbulo “Black” en la comitiva empresarial. ¿Estará don Moreno tratando de exportar ese tipo de carne argentina? Tal vez hubiera debido pedir asesoramiento a don Zaffaroni o a don Oyarbide, que de lupanares saben un montón.

Pero quizás el velo más grave que se está rasgando es que ocultaba, hasta ahora y durante más de un año y medio, las actividades de don Guitarrita Boudou para lograr hacerse con la impresión de billetes de la moneda nacional y, de paso, seguramente lavar capitales provenientes de la corrupción, si no de la droga.

Y digo que es, tal vez, el más grave porque, como sucede en todo régimen absoluto, doña Cristina no tiene ni amortiguadores ni fusibles para intentar evitar el golpe que le producirá su innegable responsabilidad en la designación, a contrapelo de todo el mundo, de este payador desafinado como Vicepresidente.

Ahora, ¿no sabemos todos que, en este gobierno, nadie hace ni dice nada sin permiso de la nueva jefa espiritual? Si es así, ¿Guitarrita inventó solo y para sí mismo el negociado ahora frustrado por el escándalo público? ¿No resulta dable pensar que, para obtener esa necesaria autorización, lo propuso como un vehículo apto para “blanquear” tanto dinero negro como el que ocultan las declaraciones juradas de los funcionarios y sus incongruencias? Creo que por allí es por donde hay que buscar la liebre; si mi teoría se confirmara, el escándalo debería hacer saltar por el aire a toda esta nomenklatura.

La censura aplicada por el guerrero new wave don De Vido al programa de Marcelo Longobardi no se debió a los dichos de don Albertito Fernández, el ex censor en épocas demasiado recientes que pretende reciclarse, como él mismo nos quiso hacer creer, sino a la participación de Jorge Asís, el mismo que viene denunciando desde junio de 2010 el tema Boudou/Ciccone en su blog.

Pero el comportamiento de la ciudadanía, a la hora de repudiar y castigar la corrupción, no resulta en la Argentina demasiado previsible. Basta recordar que, hasta el 23 de octubre de 2011, doña Cristina era la más alta, la más rubia y la de ojos más celestes.

Mientras gozaba de esa privilegiada imagen que hizo que, con el cristal consumista, los argentinos la vieran como no es, nada importaron Skanska, los fondos de Santa Cruz, la bolsa de Felisa Miceli, la valija de Antonini Wilson, los aviones de Jaime, las casas de Schocklender/Bonafini, la compra de medio Calafate, y tantos otros hechos que hubieran debido generar verdaderos tifones y, sin embargo, fueron sólo leves brisas que acariciaron la cara de piedra de los Kirchner y sus cómplices.

Ahora, que los velos se están rasgando, algunos –no demasiados, por cierto- comienzan a verla como lo que realmente es: una persona mayor, dictatorial y despótica, que enmascara su supina ignorancia en casi todos temas detrás de una retórica atractiva –para sus aplaudidores- y de una verba cada vez más inflamada e insultante.

Los integrantes de la ex Cancillería, transformada por obra y gracia de don Twitterman en un taller de arreglos de desaguisados propios, deben esmerarse para seguir a la Jefa en sus periplos y evitar que las quejas que recibe a diario por los disparates de don Patotín lleguen a la prensa o, cuando trascienden, a rogar desmentidos; esta misma semana, Piñera y Rousseff fueron el más claro ejemplo de ello.

Al retórico velo de Malvinas lo están rasgando las carcajadas de países y empresas, cada vez que escuchan hablar de represalias de todo tipo que encarará la señora de Kirchner. Es muy sencillo: las millas náuticas que separan a nuestras islas del continente no permitirían una invasión militar a nado y, menos aún, un bombardeo aéreo en barrilete, y el mundo entero lo sabe.

Por lo demás, ¿qué castigos podría imponer la Jefa a las empresas internacionales que exploran alrededor de Malvinas?; quizás doña Cristina está soñando con alguna acción conjunta del G-20 con relación al tema, ignorando que los países que lo integran sólo se pondrán de acuerdo –estoy seguro- para expulsar a la Argentina de su seno por ocultar la verdad de nuestra economía, no obedecer las sentencias del Ciadi, ignorar a los holdouts, atacar a las empresas que trabajan aquí, y levantar barreras aduaneras y monetarias prohibidas por la OMC.

El miércoles, cuando el Senado sancione la ley que modifica la carta orgánica del Banco Central y habilite legalmente al Gobierno a saquearlo, doña Cristina obtendrá los dólares necesarios -¿todos?- para pagar la deuda que vencerá este año y para hacer frente a la creciente –en cantidad y en precio- importación de combustibles. También podrá, con la maquinita de imprimir que maneja la inefable doña Marcó del Pont, atrasar algo el indispensable sinceramiento de las tarifas de transporte y de energía.

La gran duda no es “si” la gente percibirá que los billetes de pesos que recibe por su trabajo ya no tienen respaldo alguno, sino “cuándo” eso sucederá. Y ese será el momento de la verdad, porque entonces saldrá corriendo de los bancos y, enfrente, estará don Patotín para evitar que compre dólares. Si en épocas relativamente “normales” como fue el 2011, se fueron del país US$ 21.500 millones, ¿qué pasará ahora, pese a don Moreno y sus tácticas represivas?

Venezuela tendrá elecciones en octubre, un año antes que los argentinos sean nuevamente llamados a votar. Esta vez, al menos, podríamos aprovechar la lección que nos está dando acerca de cómo proceder cuando se tiene enfrente a alguien como el papagayo caribeño –de la misma familia de los pingüinos patagónicos- que, como aquí, considera propios todos los recursos del Estado, y los usa para obtener la reelección.

Toda la oposición venezolana concurrió a las internas por separado, pero juramentada –y lo cumplió- para encolumnarse detrás de quien resultara el candidato más votado en ellas. Lo logró Capriles, que enfrentará a don Hugo Chávez Frías y su tan meneada salud.

Hace mucho tiempo, a un famoso Senador santafecino se le preguntó por qué, con la imagen pública que tenía, no salía a disputar el poder de don Néstor (q.e.p.d.) y de doña Cristina. Asombrado por la inocencia de su interlocutor respondió: ¿cómo se puede enfrentar, sin recursos, a quien dispone de doscientos mil millones para hacer campaña?

Ha llegado la hora de empezar a trabajar en ese sentido, porque lo que dejarán éstos al irse parecerá tierra arrasada, en medio de una América Latina creciente y floreciente, y será necesario reconstruir la República desde los cimientos.








Bs.As., 19 Mar 12


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domingo, 11 de marzo de 2012

Tiros en el pie

Tiros en el pie








“Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”.
Thomas Fuller









El Gobierno ha confirmado, esta semana, los más negros presagios que casi todos los analistas formulamos cuando supimos que había enviado al Congreso un proyecto de ley para la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. En realidad, ya lo había hecho la propia Presidente cuanto, en Rosario, moduló para sus aplaudidores su grito de guerra. “¡Vamos por todo!”.

Eso es, precisamente, lo que hará doña Cristina cuando, sin lugar a dudas o a discusiones, la escribanía en que los Kirchner han transformado al Poder Legislativo lo convierta en ley, otorgando a la Presidente “en comisión” de la autoridad monetaria tan amplias facultades que le permitirá resolver cuál es el nivel “óptimo” de reservas internacionales (dólares en caja) y como “orientar” el crédito.

A pesar de lo reiterativo, debo recordar que, cuando don Néstor (q.e.p.d.) prohibió las exportaciones de carne, escupió al Cielo con tan poca fuerza que cayó sobre su propia cabeza y la de su sucesora. La Argentina perdió doce millones de cabezas de ganado, cincuenta y ocho mercados para su producto y la escasez hizo subir los precios del principal insumo de la “mesa de los argentinos” a niveles tales que inviabilizaron su compra para los más humildes, haciendo que el consumo cayera de setenta a cincuenta y cinco kilogramos por habitante y por año. Fue un verdadero tiro en el pie.

Otro fue el genial programa que don De Vido –muy solidario y aplaudidor de don Schiavi, después de echarlo- implementó, por orden de don Néstor (q.e.p.d.) en materia de combustibles y de energía. Con el propósito de debilitar a las empresas que actuaban en la Argentina y permitir que los nuevos “amigo-socios” nac&pop entraran a saco en ellas, congeló las tarifas de tal modo que las transformó en ruinosas, se dejó de explorar y de producir, se perdió el autoabastecimiento de petróleo y hoy, con valores internacionales quintuplicados, nos ha condenado a ser netamente importadores.

¿Qué otra explicación que un brutal negociado cabe dar a una operación que implica que la Argentina importe un gasoil más contaminante y más caro que el que produce y exporta?

Allí, aunque por supuesto no lo diga, está el problema de la falta de inversión en infraestructura que la Presidente adjudicó a la necesidad de pagar el Boden 2012, emitido para indemnizar a los afectados por el “corralito” de 2002; la señora de Kirchner, como tantas otras veces, mintió a la sociedad en general y al Congreso en particular, porque omitió decir que el 50% de esos bonos fueron emitidos por su marido para permitir “pagar” al papagayo caribeño Chávez por las importaciones de ese gasoil, que Venezuela no produce, permitiendo la realización, por la existencia de doble mercado en ese país, de uno de los mayores “negocios” financieros de este des-gobierno.

Dadas las dificultades que presenta el escenario externo, por la autoimpuesta necesidad de pagar la deuda y de importar cada vez más combustibles –gas licuado, en este caso- doña Cristina, tan ignorante de las leyes económicas, no tuvo mejor idea que encomendar a Patotín levantar un “muro de Berlín” que impidiera, al menos en teoría, que los dólares aumenten de precio y, además, se fuguen del sistema. Es cierto que, si el ritmo de esa fuga continuaba superando los veinte mil millones anuales, el panorama se convertiría, automáticamente, en insoportablemente explosivo; pero no lo es menos que, como todos sabemos, las restricciones impuestas por don Moreno están paralizando, día a día, a nuevas industrias, que dependen en gran medida de insumos importados que no pueden comprar por no poder pagarlos.

Es decir que, para evitar grandes movimientos cambiarios, se están perdiendo innumerables puestos de trabajo y reduciendo el consumo a fuerza de medidas tan, pero tan cortoplacistas que no aportan solución alguna y sólo más tensión a una economía tan complicada como la nuestra. Menudo tiro se está pegando el Gobierno en el pie.

A los problemas de arrastre que tenía la relación con la CGT y, particularmente, con don Camión Moyano, el Gobierno le ha sumado un frente más complicado aún. Los exabruptos de la señora Presidente contra los maestros ha generado aún más malestar que el problema de los salarios; muchos de ellos han tomado esos agravios como algo personal, y harán tronar el escarmiento, pese a que ello implique dejar a montones de chicos sin clases y, por ende, con una peor educación.

Si el Ministro Sileone, que no paga a un solo maestro en el país pero que encabeza una paritaria nacional, acepta el reclamo del magisterio, abrirá un frente de tormenta aún mayor en las negociaciones salariales de los demás gremios, especialmente con ATE, de consecuencias previsibles para la inflación y, si no acuerda, seguirán las huelgas. Tal como todos preveíamos, después de años de ganarle con los aumentos reales que obtenían, ningún dirigente gremial pondrá su firma en un acta-acuerdo que implique una caída en el salario real y, menos aún, después del aumento escandaloso en las dietas de los legisladores nacionales.

Con el tema del Banco Central sucederá lo mismo. Digo esto porque, saqueando el fondo de la lata de las reservas para pagar la deuda externa y las crecientes –en cantidad y en precios- importaciones de combustibles, dejará sin respaldo alguno a nuestra moneda nacional; si a ello le sumamos que, para seguir alimentando el “modelo” populista, mantener los subsidios (como ratificó De Vido esta misma semana) y “orientar” el crédito, doña Marcó del Pont hará trabajar horas extras a la maquinita de imprimir pesos, tendremos un panorama monetario que, por repetido, no dejará de producir una explosión, traducida en una fuga mayor de capitales, una marcada diferenciación entre los tipos de cambio oficial y “libre” (nada, gracias a Patotín y sus medidas policiales) y, cuando la sociedad tome conocimiento del vaciamiento, hasta una corrida bancaria.

El Gobierno ha decidido mantener el rumbo, a pesar de saber que chocará indefectiblemente la calesita, para intentar ganar las elecciones legislativas de 2013 que, siguiendo una inveterada costumbre y si el panorama aparece como complicado, hasta podría adelantar. Si triunfa en su empeño, reforzando con ello sus mayorías parlamentarias, podrá soñar seriamente con la reelección en 2015. Pero, para octubre del año próximo, los efectos del nuevo tiro en el pie –derivados de la reforma de la Carta del BCRA- convertirán a ese eventual nuevo mandato en un infierno.

El asesinato de las cincuenta y una personas por parte del Gobierno y de TBA (circula por la red un curioso y anónimo mail que atribuye la propiedad de la mayoría de esta empresa a los propios Kirchner y la amenaza de Cirigliano de exponer esa situación y sus derivaciones crematísticas en caso de ver complicado su panorama judicial) no cesa de repercutir sobre la imagen presidencial, en especial después del vergonzoso acto de reemplazo del Secretario de Transportes, que se transformó en una gravísima ofensa a la sociedad en su conjunto y, en especial, a los deudos de las víctimas del crimen. Este es otro, y no el menos grave, tiro en el pie que el Gobierno se ha autoinfligido, lo cual se comprobará con el próximo “accidente” que, si todo sigue igual, don De Vido volverá a atribuir a décadas ajenas omitiendo, por supuesto, la de los Kirchner, que tantos recursos hubieran podido volcar a la infraestructura.

Para achicar el gasto y no cargar con la responsabilidad política de aumentar las tarifas, el Gobierno intenta un novedoso camino, que viola una vez más la Constitución Nacional: pretende imponer a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mediante una ley del Congreso, la aceptación del explosivo sistema de transportes dentro de su radio geográfico, pese a que su utilización por habitantes del Conurbano que ingresan diariamente a la capital duplica a la población de ésta. El diferendo planteado por la férrea voluntad de no transferir los recursos necesarios para las inversiones y el mantenimiento que los Kirchner prometieron a lo largo de estos nueve años de vacas gordas y que nunca cumplieron, debe ser sometido a la decisión de la Corte Suprema, y no de una escribanía legislativa.

Esto nos lleva al discurso que pronunció don Lorenzetti en la tardía apertura del año judicial. Después de anunciar que hablaría de los grandes problemas que exceden al Poder Judicial, trazó a grandes rasgos políticas que, si fueran defendidas por el Tribunal supremo, permitirían conservar esperanzas sobre el futuro de la República. Su mejor frase, “nadie puede ser perseguido, desde el poder, por pensar distinto”, recibió una tan fuerte reprimenda de doña Cristina que lo obligó a recular en chancletas, pretendiendo que sólo se había referido a los procesos militares.

Con ello, el Presidente de la Corte volvió a ser quien es, es decir, un mero calienta-sillón, dispuesto a tolerar que, desde el Ejecutivo, se desconozcan impunemente las sentencias del alto Tribunal y, peor aún, confeso firmante, con el resto de los poderes del Estado, de unas arbitrarias y anticonstitucionales “políticas de Estado” en materia de juicios penales. ¡Sólo le faltó aplaudir, él también, la designación de don Baltasar Garzón como asesor del Congreso!

Para concluir, un breve párrafo referido a nuestro inimitable Vicepresidente, don Guitarrita Boudou, ya que este affaire, después de la cerrada e increíble defensa que hizo el Gobierno por orden de la señora Presidente, se convertirá, Dres. Rafecas y Delgado mediante, en un nuevo tiro en el pie.

Es que nadie, propio e extraño, entiende cuáles fueron las razones que llevaron a doña Cristina a elegir como compañero de fórmula a este payador desafinado; si los trascendidos tienen algo de verdad –y los “boudou-truchos” arrojados por las barras oficialistas en el Congreso dicen que es así- su nombre era resistido por pesos pesados del entorno: el niño Máximo, La Cámpora (curioso, hoy se cumplen 39 años del triunfo electoral de quien da su nombre a este colectivo de pseudo progres ricos como Creso), Patotín, don De Vido, don Randazzo y muchos más; sin embargo, Ella obligó a todos a aceptar el acto contra natura y hoy se ve obligada a pagar las merecidas consecuencias, dado que estamos frente a un gobierno en el cual nadie hace o dice nada sin permiso.

Tengo la sensación –justificada por la historia internacional- que la ciudadanía, asustada por las tormentas que comienzan a verse sobre el horizonte económico, está comenzando a interesarse –al menos, a enterarse- por los escándalos de corrupción en el seno del Gobierno, ya que éstos, sin maquillaje posible, acaban de cobrarse cincuenta y un muertos y setecientos heridos. Por eso creo, como Majul, que están empezando a entrarle las balas, esas que ha tirado contra su propio pie desde 2003.








Bs.As., 11 Mar 12



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domingo, 4 de marzo de 2012

Chocando la calesita

Chocando la Calesita






“Escribo para que la muerte no tenga la última palabra”





Odysseus Elytis






Que la Argentina está mejor que en 2001 es un hecho absolutamente indiscutible, tan así que ya todos –en especial, la señora Presidente- debiéramos dejar de mencionarlo. Mal que le pese a la señora de Kirchner, muchos son los factores que contribuyeron a ese cambio de escenario y, entre ellos, seguramente el mayor fue el notable incremento de los precios de nuestros productos exportables; la inversión del principio del deterioro de los términos de intercambio –enunciada en su forma original por Prebisch- generó, en todos los países emergentes, una riqueza tal como no habían visto en cien años.

A partir de esa premisa, es también fácil descubrir que esta maravillosa década permitió a casi todos nuestros vecinos –Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia- transformar fuertemente la realidad de sus economías. ¡Quién se hubiera imaginado a Brasil, que en los 60’s tenía un producto bruto menor que el argentino, construyendo submarinos nucleares para defender y garantizar sus reservas petroleras en alta mar!

Nuestra emperatriz local nos propinó, el jueves 1º, el discurso más largo y más aburrido de todos cuantos pronunciara desde que asumió. Nos abrumó con cifras y porcentajes –muchas veces confundió unos con otros- que nadie, absolutamente nadie, pudo entender. Obviamente recibió, a lo largo de los casi doscientos minutos de su alocución, monumentales aplausos desde unas bandejas pobladas de jóvenes de La Cámpora, que los aprovechaban para sacudir la modorra en la que estaban sumidos.

La gran mayoría de las comparaciones de doña Cristina fueron efectuadas contra ese año terrible, 2001, en los que todos sentimos que la misma Argentina naufragaba. Así, pudo vanagloriarse de logros que, cuando los datos fueron ciertos (lo que sucedió pocas veces), no le pertenecen ni a ella ni a su difunto marido.

Hoy, la situación patria es totalmente distinta, como dije, y los negros nubarrones que se ciernen sobre nuestro futuro inmediato podrían disiparse rápidamente, con que sólo el Gobierno actuara con lógica. Pretender, como hacen la Presidente y don Patotín Moreno, que las reglas de la economía funcionen de otro modo aquí es equivalente a pedir que la manzana que cayó sobre la cabeza de Newton hiciera un recorrido inverso y terminara colgada del árbol.

Sería tan fácil convertir en virtuoso este círculo vicioso en el que esta administración nos ha metido que, verdaderamente, dan ganas de llorar. Con sólo garantizarle al mundo entero que, a partir de ahora, se acabaron las arbitrariedades, el “capitalismo de amigos” y la falta de seguridad jurídica, llegarían a nuestras tierras tantas inversiones genuinas que habría que cerrar Ezeiza para impedir que los aviones chocaran en su afán por llegar primeros.

Todos los países que he mencionado más arriba han debido endurecer fuertemente sus normas para impedir que lleguen los capitales golondrinas, es decir, aquéllos que únicamente pretenden especular; Brasil, por ejemplo, aplica un impuesto del 6% adicional a los fondos que hayan permanecido menos de tres años en el país. Pese al disfrazado y falso orgullo que pretendió exhibir doña Cristina en su perorata al anunciar nuestra privilegiada figuración en diferentes rankings, la realidad es que, mientras a las naciones que ofrecen esas garantías llegan inversiones a raudales, la Argentina debe montar un verdadero cerco policial para evitar que se sigan fugando capitales; esa huida representó, en los últimos años, la friolera de US$ 80.000 millones.

Las recetas para lograrlo son varias –yo tengo las mías, que he enunciado en “Algunas propuestas duras”, una vieja nota que se encuentra en mi blog- pero todas ellas pasan, como digo, por la seguridad jurídica. No me canso de repetir que, con una Justicia seria, independiente, preparada y rápida, todo será posible, mientras que, sin ella, nada lo será.

Los montos que, en concepto de recaudación impositiva –unitariamente concentrada en manos de un Gobierno que debiera ser federal-, han manejado los Kirchner en los últimos nueve años hubieran convertido a Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde en verdaderos estadistas. La familia que nos gobierna desde 2003 decidió, en lugar de utilizarla para transformar la realidad argentina para siempre, malgastar, dilapidar y hasta robar esos fondos.

Indigna al Cielo que hoy, después de diez años de crecimiento sostenido de la economía a tasas altísimas, no se hayan realizado las obras de infraestructura necesarias y, todos los días, mueran miles de argentinos en las rutas que no han sido construidas y ampliadas, en los ferrocarriles suburbanos que arrastran una obsolescencia suicida, en hospitales que datan de principios del siglo XX, en comunidades a las cuales no ha llegado el progreso y carecen de salud y de educación, en villas-miseria cada vez mayores.

¿En qué cabeza cabe que merezca más inversión el Fútbol para Todos que los trenes o los subterráneos? ¿Quién puede pensar que, para los argentinos, resulta mejor gastar dos millones de dólares diarios en Aerolíneas Argentinas que destinarlos a construir nueva infraestructura vial? ¿Por qué es mejor dilapidar dinero en TC para Todos o en publicidad oficial que evitar que las comunidades indígenas del Chaco, de Formosa, de Salta y de Jujuy puedan acceder a hospitales y escuelas?

Las barbaridades cometidas por los presidentes Kirchner son enormes. En materia de carne, bajo el lema de proteger la mesa de los argentinos, se prohibieron las exportaciones y eso produjo la liquidación de doce millones de cabezas de ganado, un alza generalizada de precios, una reducción brutal del consumo y la pérdida de cincuenta y ocho mercados internacionales, entre ellos el correspondiente a la Cuota Hilton. ¡Hoy exportan más carne Uruguay, Brasil y hasta Paraguay que nosotros! ¿No sabía don Néstor (q.e.p.d.) que los cortes que Argentina exportaba no son los que se consumen en el país?

Si hablamos de energía, la siniestra política que llevaron adelante hizo que se perdieran, en petróleo equivalente, nada menos que quinientos millones de vacunos en reservas comprobadas (la comparación es de Alieto Guadagni). Hemos dejado de ser un país netamente exportador de energía en uno que debe importarla masivamente y a precios crecientes. ¿Por qué –debemos preguntarnos-si las empresas son las mismas, la industria petrolera invierte fuertemente en el mundo entero, incluyendo las aguas profundas, explorando siempre nuevas fronteras y, en cambio, en Argentina no se buscan yacimientos y se produce cada vez menos?

La Presidente, tal como había dicho en Rosario mientras la Intendente local hablaba, reiteró en el Congreso su grito de guerra: “¡Vamos por todo!”. Lo confirmó rápidamente al anunciar que enviaría un proyecto de ley para cambiar la Carta Orgánica del Banco Central, lo cual le permitirá disponer a su real antojo de las reservas monetarias, que tanto esfuerzo costó construir.

En la medida en que dichas reservas son la garantía del valor del peso, la moneda nacional, su utilización para pagar deuda y para comprar energía cada vez más cara hará, sin lugar a dudas, que la Argentina, que hubiera podido ver reducida su monstruosa tasa de inflación por la menor actividad que producirá el nuevo “rodrigazo” o “sintonía fina”, en cambio la verá crecer hasta –cuando las reservas nuevamente se terminen- “espiralizarse”. Es una película que, quienes tenemos algunos años, ya hemos visto muchas veces.

En resumen, doña Cristina ha decidido –sí, decidido, porque tenía muchas otras opciones, todas ellas más serias que esta payasada- chocar la calesita. Lo único que resta saber, ya que el final será el conocido, dada la inmutabilidad de las leyes de la economía, cuándo encontrará la pared, y cómo reaccionará la ciudadanía cuando ello ocurra.

He reservado estos párrafos finales para hablar del doble standard que, también, aplica el Gobierno a sus relaciones con otros países. Basta pensar cómo puede compadecerse un pedido de extradición formulado a Chile para que devuelva a un ex juez con la negativa, inversa, de enviar a ese país al terrorista Apablaza, que tan cómodo se encuentra en el nuestro.

Baltasar Garzón, el ex juez español, fue echado de su cargo por el Tribunal Supremo de su país por cometer un delito: escuchar las conversaciones entre los abogados y sus defendidos; no por su teoría de Justicia universal sino por delincuente. Así de sencillo, y no hay argumento en contra posible. Sin embargo, he aquí que el Gobierno, a través de la genuflexa Cámara de Diputados y ofendiendo gratuitamente a España, lo ha contratado como asesor, para “jerarquizar la política de derechos humanos”. No debería sorprendernos, ya que se mueven aún en esa tan privilegiada área personajes como Hebe de Bonafini, Sergio y Pablo Schoklender y Felisa Miceli, acusados de todo tipo de delitos y que todavía ni siquiera se han visto llamados a prestar declaración indagatoria. ¡Y qué decir de nuestro egregio Vicepresidente, el Amadito Boudou, que se escuda en una guitarra desafinada y en una remera con cartel adecuado para no dar explicación alguna sobre su enriquecimiento prodigioso y su conexión con el affaire Ciccone!

¡Qué rara calesita es la Argentina!






Bs.As., 4 Mar 12

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