martes, 27 de octubre de 2009

Señor "presidenciable"

Señor “presidenciable”


“Hoy Discépolo resulta un optimista
“con las cosas que tenemos a la vista”
Eladia Blázquez



Estimado señor:

Como se nos ha enseñado desde los lejanos días de “Instrucción Cívica”, esa materia hoy olvidada de nuestra currícula secundaria, la relación que vincula a los ciudadanos-electores con los ciudadanos-elegidos es un mandato, a punto tal que, al Presidente, se lo denomina “primer mandatario”.

Esta institución define el deber que asumen éstos de representar a aquéllos, con el límite de las “instrucciones” que reciben, plasmadas en la plataforma que los votantes escogen al momento de concurrir a las urnas, entre toda la oferta electoral.

Ahora bien; la realidad, especialmente en los últimos siete años, nos muestra que, en Argentina, el mandato que reciben los electos sólo significa la forma en que acceden al poder y que, una vez sentados en sus sillas –sean éstas el sillón de Rivadavia o la banca en Diputados o Senadores, y aún de los gobernadores o legisladores provinciales- olvidan rápidamente los compromisos asumidos cuando firmaron el contrato de mandato y lo ejercen a espaldas de sus mandantes y en contra de la voluntad de éstos.

Este conocimiento generalizado por parte de la ciudadanía llevó a que, en la crisis de 2001/2002, el grito de la calle fuera “¡Que se vayan todos!” , aún cuando hoy esos ‘todos’ estén en sus puestos, como si nada hubiera pasado.

Y esa situación de desilusión y desesperanza es la que anida en la sociedad en su conjunto, que castiga a don Néstor y a doña Cristina con un 80% de opinión negativa, pero tampoco lo premia a Ud, señor “presidenciable”, con altos índices de aprobación.

Como estoy convencido que la política sólo puede practicarse a través de partidos políticos, se me ha ocurrido escribirle esta carta, a fin de proponerle un método que le permita recomponer, al menos en su caso, la relación de confianza que debe ser la norma entre quienes lo votamos y Ud.

Se ha visto que resulta imposible hacer converger –al modo del tan remanido Pacto de la Moncloa- a todos los partidos y a sus candidatos, ni siquiera para la mera enunciación de las políticas de Estado necesarias para que Argentina, finalmente, se transforme y comience a recorrer un camino de progreso que fue interrumpido hace años, constituyéndola en el paradigma del fracaso, inexplicable para cualquier observador.

La idea que le propongo es bastante sencilla pero, hasta ahora, nadie parece haber reparado en ella.

Le sugiero, señor “presidenciable”, que, una vez definida su plataforma política la cual, obviamente, debería contener un camino a recorrer para solucionar cada uno de los grandes temas nacionales –educación, salud, seguridad, defensa, justicia, ley electoral, impuestos y coparticipación, relación con el mundo, y cualquier otro que se le ocurra-, concurra con todos sus adherentes y asesores a la Escribanía General del Gobierno de la Nación –o de la provincia de que se trate- y transforme esa plataforma en una escritura pública mediante la cual Ud. asuma el compromiso irrevocable de cumplirla.

Luego, debería Ud. dar a publicidad el contenido de esta escritura, en todos los medios gráficos de la circunscripción en la que pretenda postularse, y repetir esa difusión mensualmente, incorporando en cada caso las nuevas firmas que hayan insertado quienes adhieran a la propuesta, incluyendo a ciudadanos de a pie y a eventuales candidatos.

Ese público compromiso permitiría que la sociedad estuviera habilitada para ejercer, de verdad y en los Tribunales, la acción que su juramento le ofrece: “si así no lo hiciera, Dios y la Patria me lo demanden”. Además, obviamente, castigaría con todo el rigor del caso a los futuros “borocotizados” por la Banelco oficial, ya que éstos estarían incumpliendo un contrato concreto.

Estoy convencido que, con este sencillo método, Ud. conseguiría no solamente el fervor de quienes comparten su plataforma y sus ideas, sino la aprobación de quienes hoy se sienten decepcionados por el triste panorama que presentan la política y quienes pretenden representarlos.

En serio, ¿puede Ud. imaginar qué país distinto sería la Argentina del futuro si todos sus competidores lo imitaran y siguieran su ejemplo?

Con todo afecto,

Bs.As., 27 Oct 09

viernes, 23 de octubre de 2009

Argentina, ¡despierta de una vez!

Argentina, ¡despierta de una vez!


“Ya la libertad perdida,
“ya derrotado el empeño,
“¡era para enloquecer
“de horror y remordimiento!”
Ramón Gil-Roldán


Ayer, conversando con un nuevo amigo, experto en seguridad y francés, me comentaba cómo se nos ve desde el exterior, cosa que, por lo demás, me consta por mis propios viajes al extranjero.

Una de las primeras cosas que llaman la atención de nuestro país es que el Vicepresidente de la República sea, a la vez, el principal líder de la oposición y el político con mejor imagen pública.

La segunda, en qué hemos convertido a nuestro país cuando, hace menos de cien años, se dudaba en los cenáculos mundiales si Estados Unidos o Argentina sería la primera potencia del siglo XX.

La falta de reacción ciudadana ante la destrucción de todo aquello que un día nos enorgulleciera y el rampante crecimiento de la corrupción, con su correlato de pobreza y miseria, y frente a los avances de los Kirchner sobre las libertades y los bienes de los argentinos, me recuerda un cuento que, hace tiempo, circula profusamente por Internet.

La historia tiene que ver con una pregunta que formuló un joven a un campesino, acerca de cómo se captura a los cerdos montaraces. La respuesta del granjero fue muy simple: primero, se desparrama maíz en un claro del bosque; cuando los chanchos se acostumbran a comerlo, se construye una cerca sobre uno de los lados del claro. Cuando regresan, y se acostumbran a la presencia de la cerca, se levanta un segundo lado, y se repite la operación. Finalmente, con el cuarto ya levantado, y mientras los cerdos están comiendo el maíz, se coloca la tranquera.

Esto es lo que nos están haciendo y, pavorosamente, no nos damos cuenta. Cuando lo hagamos, ya será muy tarde.

El Gobierno nos confiscó los ahorros provisionales para administrar los fondos mejor que los dueños de las AFJP’s; hoy, ese dinero está en manos del Estado, financiando el déficit, y las acciones en las cuales estaba invertido sirven para que los esbirros de Kirchner, de los cuales Moreno es el comandante, sienten sus reales en los directorios, para complicar la gestión de las empresas que, a corto plazo, serán “argentinizadas” para los amigos del poder.

En un gran acto partidario, doña Cristina liberó los goles que estaban secuestrados, y anunció que no nos costaría un solo peso la ruptura de un contrato entre privados. Hoy, el circo que el Gobierno entrega a la famélica población, nos cuesta una cifra que podría mitigar gran parte, precisamente, de ese hambre.

Con gran alharaca, expropiamos -¿lo hicimos?- Aerolíneas Argentinas, a la cual habíamos vuelto inviable en manos privadas a fuerza de complicaciones gremiales fogoneadas por el Gobierno y que hoy pierde dinero a espuertas, y que –según su Presidente- lo seguirá haciendo a un ritmo alucinante hasta 2013, pero que permite que la banda gobernante use sus aviones para ir a ver un partido de fútbol a un costo que nadie puede explicar.

Asistimos, impávidos a las maratónicas sesiones legislativas mediante las cuales se sancionó la Ley de Medios, una “ley de la dictadura”, para contar, en realidad, con un mamarracho que será utilizado para dejarnos sin libertad de prensa y, a los testaferros de Kirchner, asegurando ese importante flanco para la perpetuación en el poder.

Mientras aparece en los titulares que De la Rúa irá a juicio oral por la “causa Banelco” de soborno a los senadores, cuando obtuvo la flexibilización laboral, no se nos mueve un pelo cuando los colegas actuales de aquellos corruptos confiesan, muy sueltos de cuerpo, que han sido comprados a cambio de mayor generosidad de la caja que maneja don Néstor.

No nos llama la atención que el Presidente de la UCR, esta vez acompañado por un senador del oficialismo, precisamente uno de los panqueques de la Ley de Medios, denuncia que existe en Jujuy y en otras provincias un poder fuera del Estado, que controla gran parte del mismo y al cual hasta le elige a los policías que serán incorporados, todo ello mientras hacen uso y abuso de armas. Hay trascendidos que hablan del otorgamiento de 500 permisos de portación a los miembros de Tupac Amaru.

No nos impresiona que la primera espada callejera del Gobierno, el inefable odiador de blancos, se abrace en un acto público, convocado para denigrar al Senador Morales, con el delincuente Esteche, autor de innumerables desmanes al frente de su Quebracho.

Nada hacemos cuando la propia Iglesia católica, que comparte, a través de Cáritas la vida en el Conurbano, se alarma por noticias que dan cuenta de similares y más numerosas presencias armadas en la zona que, por el hacinamiento y la miseria, es el peor polvorín de la Argentina.

Nadie se inmuta cuando se nos informa que no solamente la pareja imperial se ha enriquecido sin explicación durante su gestión –pese a que lo que aparece es sólo la punta del iceberg- sino que los secretarios privados de doña Cristina tienen el desparpajo de construirse mansiones de un millón de dólares.

¿Se han visto manifestaciones numerosas reclamando políticas contra el inexorable retorno del dengue y de la gripe el próximo verano y el Estado nacional mira para otro lado?

Circulan, diariamente, videos por la red que muestran el modo en que nuestros compatriotas viven en el NOA y en el NEA argentinos, rodeados de la miseria más abismal, de la inexistencia de un sistema educativo y sanitario adecuados o, al menos, existente, y nada hacemos al respecto.

Comentamos, con gracia, en las reuniones sociales los trascendidos de denuncias de corrupción gigantesca contra Kirchner, su mujer, sus funcionarios, sus testaferros y sus cómplices de toda laya, pero no reclamamos por una Justicia independiente que nos garantice la desarticulación de este sistema perverso.

¿Hasta cuándo conservaremos esta pasividad?

Cada uno de nosotros es cómplice de todo esto, cuando violamos a diario las leyes que nos hemos dado para convivir como una sociedad organizada. Y esa lenidad para juzgarnos a nosotros mismos, y a los demás, nos hace proclives a tolerar todo.

Porque, recordemos, cada vez que un funcionario recibe una coima hay, del otro lado, alguien que la paga, y traslada ese costo al precio de la obra o del servicio.

Pero, ¿somos concientes que así estamos convirtiendo a Argentina en un país inviable?

En estas condiciones, y más allá de los paliativos que el Gobierno encuentre a la crisis fiscal, ¿de dónde saldrán las inversiones sin las cuales no habrá progreso ni desarrollo posibles?

¿Alguien, en su sano juicio, sea argentino o extranjero, estará dispuesto a traer su dinero a la mesa de ruleta en que se ha transformado este país de locos?

Con una Justicia verdaderamente independiente, todo es posible; sin ella, nada.

Pensemos, como ejemplo, que los funcionarios fueran llevados ante sus estrados cada vez que dejan un cargo, para rendir cuentas de su patrimonio y de la forma en que han ejercido su gestión.

Imaginemos un país donde nuestros representantes tuvieran que dar cuenta, ante severos e incorruptos jueces, acerca del respeto a los mandatos recibidos o a las promesas formuladas en la campaña.

Soñemos con un país que respete a tal punto su Constitución que la Justicia garantice los derechos fundamentales que la misma incluye. Cada argentino tendría trabajo, todos se educarían, la salud sería lo normal, y todos contarían con una casa, aún modesta.

Argentina, ¡despierta de una vez!. Deja de pensar que la cumbre de la literatura universal es la historia de Alí Babá y vuelve a algo tan sencillo como las obras de Alberdi, de Sarmiento, de los tipos que dedicaron su vida a pensar nuestro país, y lo llevaron a la práctica.

Si no lo hacemos, convertiremos en realidad a ese sketch de televisión en que Tato Bores se disfrazaba de arqueólogo y describía estudios que permitían suponer que, en este territorio, hubo una vez una Nación.

Bs.As.,23 Oct 09
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viernes, 16 de octubre de 2009

Desolador panorama

Desolador Panorama


Las últimas semanas, con Kirchner ganando batallas en el Congreso, con mayorías superiores a las que tenía durante su propio período presidencial, nos pinta un escenario desolador para el futuro.

La Ley de Medios, la media sanción de la Ley de Presupuesto, y los próximos pasos legislativos –el ‘impuestazo’ tecnológico, la reforma política, la reforma al sistema financiero, con la nacionalización de los depósitos para garantizar el “derecho humano” al crédito que anunció Heller- hablan a las claras de la situación en que la oposición se encuentra.

El ‘transfuguismo’ está afectando ya no solamente a los legisladores de las provincias caja-dependientes sino que han pasado a integrar sus huestes diputados de la Unión Pro, del radicalismo, del socialismo y de innumerables partidos de menor cuantía.

El Gobierno ha comenzado a recurrir a las mayores bajezas para intentar destruir o, al menos, desacreditar a sus enemigos, y la burda operación intentada contra Carlos Pagni es sólo la primera muestra de ello.

Los problemas fiscales del año próximo, y la media autorización que ya ha obtenido para transferir los mismos al ejercicio 2011, dan claros signos acerca del desierto y de la tierra arrasada que espera dejar a quien lo suceda.

Hoy está apoyado, además de los legisladores propios y los que suma a fuerza de billetazos y carpetazos, por esa izquierda trasnochada que aún cree en las veleidades de “vivir con lo nuestro”, de nacionalizar por completo la economía, de cerrarnos al mundo y, sobre todo, al Fondo Monetario.

Si la desesperación lo lleva a arreglar con éste, aún maquillando las revisiones para que no parezcan tales, ¿lo seguirán apoyando esos bolivarianos o se sumarán a los opositores?

Dado el incremento del desempleo, de la pobreza y de la indigencia, es razonable pensar que los conflictos en la calle –la situación más temida por los Kirchner- se incrementarán día a día, tanto como se agravará la crispación que aflige a la sociedad toda.

Las denuncias públicas de corrupción, que llega a los medios de la mano de jueces que despiertan lentamente del letargo en el que la amenaza del Consejo de la Magistratura los tenía sumidos, no harán más que aumentar la irritación general.

Todo eso, sumado, plantea una serie de reflexiones que debemos tener presente, para poder prever qué pasará en los próximos meses.

Partamos del comprobado nivel de opinión negativa que, en la población, recogen tanto don Néstor cuanto su mandada, doña Cristina: cercano al 80%.

Ello significa que, aunque uno de los Kirchner pudiera llegar al ballotage, cualquiera lo derrotaría en ese segundo turno. Una situación idéntica que la que llevó a Carlos Menem a desertar ante un candidato desconocido pero que, lamentablemente como se vio después, podía concitar a todos los que se oponían al riojano, cualquiera fuera su color político.

La pregunta de oro es, entonces, la siguiente: ¿alguien cree que don Néstor aceptará pacíficamente una derrota en las urnas?

Sabe –y todos concordamos- que, cuando pierda el poder, por el método que sea, deberá enfrentar miles de causas penales, en las cuales resultarán consortes sus testaferros, sus cómplices y muchos de sus funcionarios. ¿Qué estará dispuesto a hacer para evitarlo?

Hace pocos días, circularon por Internet versiones preocupantes, que hablan de entrenamientos de fuerzas de choque en predios desocupados por las Fuerzas des-Armadas en algunas provincias, con prácticas de tiro y de manejo de explosivos. Cuando pedí a los integrantes de mi lista de distribución su confirmación o desmentida, recibí varios mails que las ratificaban.

También ha habido trascendidos de armas y dinero venezolanos, traídos por otros valijeros en aviones extranjeros, destinados a esas teóricas milicias populares. Chávez, mentor de la parejita imperial, las ha legalizado en su país, y las ha asimilado al Ejército para que se muevan en conjunto con éste. ¿Tendrá ideas similares don Néstor, que tanto ha copiado al papagayo caribeño?

Si bien es cierto que la sociedad argentina no está, al menos por ahora, partida al medio como la venezolana, y que la idiosincrasia nacional hace muy difícil imaginar confrontaciones populares a gran escala, como sucede en Caracas y otras capitales, no lo es menos que la masa crítica que se necesitaría para generar conflictos graves es, por demás, pequeña.

Basta recordar, en esta Argentina que vive los 70’s como si fueran hoy, el fenomenal desbarajuste que produjeron los “jóvenes idealistas” de entonces, que nunca pasaron de 10.000. ¿Resultará difícil a Kirchner juntar un número similar?

Hay quienes contestan a este razonamiento con la falta de motivación ideológica que hoy afectaría a nuestros jóvenes, pero los recientes hechos de cortes simultáneos de autopistas y accesos a la Capital hablan, bien a las claras, de una gimnasia insurreccional bien aceitada.

Los integrantes de las organizaciones de entonces buscaban la toma del poder y, por ello, muchas de sus acciones eran ordenadas y casi militares. Pero, en la medida en que el objetivo de don Néstor no podría ser otro que incendiar todo para huir oculto tras la humareda, es posible imaginar otro tipo de incentivos –distintos a los ideales- para la generación del caos buscado: ¿tal vez las drogas?

Lo real es que Kirchner sigue ocupando el centro del ring, tensionando día a día a una ciudadanía que, si bien apática, no deja de estar angustiada y crispada. Y que enfrente, en todo el cuadrilátero, sigue estando “nadie”.

Como siempre, rezo para equivocarme, y para que todos estos pronósticos apocalípticos no se concreten, pero cada vez soy más pesimista.

La mera comparación de la situación de nuestro país con la de nuestros vecinos habla bien a las claras del negro futuro que nos espera, ya que parecemos incapaces de reaccionar, que seguimos mirando nuestro propio ombligo y cuidando el bolsillo personal, que el miedo sigue paralizando a nuestros dirigentes de todo pelaje y que, paso a paso, nos vamos quedando sin Argentina.

De los pasados titulares mundiales que daban cuenta de nuestros éxitos científicos, culturales, industriales y deportivos, hemos pasado a los actuales, que sólo muestran la decadencia de nuestra economía, el deterioro de nuestra educación y de nuestra salud, el hambre que asola a gran parte de nuestra población, la corrupción rampante de nuestro gobierno, el escandaloso despilfarro que los Kirchner hacen de nuestros dineros públicos, la estafa permanente a nuestros acreedores, el cercenamiento diario de nuestras libertades y los excesos que cometemos todos los días, Maradona incluido.

Y lo peor de todo es que nadie –salvo contadísimas personas que aúllan en este desierto de chatura- tiene un proyecto serio para sacar a esta triste Argentina de la postración en la que se encuentra. Nadie, y ninguna organización o partido, parece estar trabajando seriamente en ello.

Los partidos carecen de plataformas, con ideales que convoquen a la esperanza y a la resurrección, y de verdaderos líderes capaces de transmitir esos ideales a las mentes de nuestros compatriotas, a los cuales don Néstor mantiene en la miseria, pero con fútbol “gratis”.

Queda muy poco tiempo y, como he dicho varias veces, si lo desperdiciamos veremos a la Argentina desaparecer como país independiente. ¿Seremos capaces de evitarlo?

Bs.As., 16 Oct 09
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viernes, 9 de octubre de 2009

Abandonar la apatía o suicidarnos

Abandonar la Apatía o Suicidarnos

En los últimos días, pero por una misma razón final, concurrí a dos actos ciudadanos.

El primero, el lunes 5, en la Plaza San Martín, convocado en nombre de las víctimas del terrorismo, hoy absolutamente olvidadas por la sesgada visión oficial de la historia, para hablar de paz y concordia entre los argentinos.

El segundo, el martes 6, en la Plaza de los Dos Congresos, para expresar el repudio ciudadano al proyecto de Ley de Medios que tratará –y sancionará- mañana la Cámara de Senadores, gracias al “banelquizado” apoyo de legisladores opositores y de oficialistas “parcialmente disidentes”. Es curioso, por lo obsceno, que hoy se esté agitando judicialmente el tema de la Banelco de De la Rúa, cuando el Gobierno no ha dejado de utilizar el mismo instrumento hasta para obtener la aprobación legislativa del adelantamiento de las elecciones nacionales.

En ambas reuniones, me llamó la atención, me chocó y me dolió la falta de una concurrencia masiva. En especial, en la última, toda vez que la discusión se centra en un punto crucial para el futuro de la República, cual es la libertad de expresión.

Fui uno más de los muchos que se ocuparon de difundir las convocatorias, y la enorme cantidad de agradecidas y, en algunos casos, conmovedoras respuestas que recibí a los mails, me llevó a pensar que toda la ciudad de Buenos Aires estará allí, con las bocas tapadas por las mordazas chavistas. Sin embargo, no fue así y, pese a la euforia de los asistentes, su número fue por demás escaso. Por los diarios de ayer, supe que tampoco se produjeron actos similares, al menos con cierta repercusión, en las ciudades de nuestro interior.

Antes de hacer el esfuerzo de entender a qué se deber tamaña apatía, debo formular una declaración: estoy convencido de la necesidad de una nueva Ley de Medios, que regule la actividad de los mismos –se trate de revistas, periódicos, canales de televisión abierta y por cable- para adecuarla al desarrollo tecnológico que se ha producido desde la última modificación de la ley vigente y al que vendrá en el futuro inmediato, y a la enorme experiencia recogida en otras latitudes en materia de regulación de la libre competencia.

Pero estoy absolutamente en contra del proyecto que el oficialismo, bajo el mando del sátrapa de Olivos, sancionará, “sin cambiar una coma”, esta semana.

No voy a explayarme sobre los muchos puntos en los que disiento con el texto aprobado, a los empujones, por la Cámara de Diputados, ni sobre los muchos errores técnicos y legales que contiene, pero sí haré hincapié en uno de aquéllos, es decir, al artículo que impone el plazo de un año para que los grupos poseedores de medios que resultarán afectados por las nuevas limitaciones, vendan aquellos que las excedan.

Resultaría en extremo gracioso, si no fuera tan falso, el argumento que utilizan los portavoces y voceros del Gobierno cuando repiten, como muletilla defensora de esa estipulación, que fue el mismo plazo que otorgaron las autoridades estadounidenses reguladoras de la competencia a Microsoft, para que ésta se desprendiera de algunas unidades de negocios de la compañía. El argumento, obviamente, tiende a minimizar la importancia del tema, al comparar a los grupos Clarín, Uno o Cadena 3 a la gigante mundial del software.

Los falsarios que lo utilizan parecen ignorar, o pretenden que nosotros lo hagamos, que el mercado al cual Microsoft ofertó las partes del negocio de las que debió desprenderse es inmenso, tan grande como el mundo mismo, y que su actividad se desarrolla en un marco de absoluta seguridad jurídica.

En cambio, las empresas de medios que, en la Argentina, deberán vender algunos de ellos en ese plazo –casualmente, durante el mandato de doña Cristina- lo harán en un ambiente inexistente de negocios, del cual huyen, a todo galope y a razón de US$ 2.000 millones por mes, las inversiones y los ahorros.

En resumen, sólo aparecerán, como compradores, aquéllos vinculados a los Kirchner y a la obra pública y el juego, sectores en los cuales se desempeñan como testaferros de don Néstor y a los cuales, otra casualidad, no se les impedirá acceder a este mercado, pese al repetido reclamo en tal sentido formulado por todo el arco opositor.

A tal punto es así que muchísimas voces, cercanas al poder, susurran que, si ese artículo fuera modificado y, consecuemente, el plazo impuesto fuera más allá del período presidencial de doña Cristina, el Gobierno perdería todo interés en la sanción del proyecto.

Puedo compartir el argumento, también utilizado por quienes lo apoyan, que dice que una ley no puede ser vista para un mandato presidencial concreto, sino que debe imaginárselo para el futuro pero, dados los antecedentes de nuestra telúrica parejita a su paso por Santa Cruz, es seguro que esta norma se convertirá en un formidable instrumento para enmudecer las voces opositoras y para concentrar, aún más, el poder en sus manos.

Pero volvamos al tema de la apatía, cuyo abandono es una de las únicas opciones que ofrece esta nota en su título.

Pese a la gravedad de la hora, la ciudadanía no reacciona. No golpea cacerolas, no aúlla su disconformidad, no concurre a actos, no ocupa la calle, no se expresa, salvo a través de los restringidos cenáculos de Internet.

¿Cómo explicar esa actitud? ¿Cómo puede entenderse la misma ante el salvaje recorte a nuestra libertad que nos será impuesto por esta norma? ¿De qué material está hecha la sociedad argentina?

Con enorme tristeza, vuelve a mi memoria una frase de Leopoldo Lugones, en su artículo “El Sable”, escrito en ocasión del regreso de la reliquia sanmartiniana a la argentina: “Temple moral debía tener aquel pueblo, cuando fue capaz de producir [la batalla de] Caseros”. Es obvio que ya no lo tenemos, que lo hemos perdido en algún lugar del pasado, junto con aquellos “laureles que supimos conseguir” y que no fueron eternos.

Hace unos días, el Tte. Cnel. Nani, héroe de Malvinas y de la Tablada, escribió una emotiva nota a la que tituló, significativamente, “Me cansé”. Se refería al agotamiento moral que lo afecta, después de toda una vida dedicada a servirla, cuando ve a la Patria tratada como una mercadería en liquidación, como algo que se disputan las hienas que, día a día, la saquean y, con ello, nos roban el futuro.

Pese a todo, disiento con él. Creo que esta guerra hay que seguir peleándola; creo que no debemos entregarnos, que no debemos bajar los brazos, que nos debemos –y debemos a nuestros descendientes- recuperar la República, para volver a educar a nuestro pueblo, para sacarlo de la pobreza y, todos juntos, construir ese destino de éxito al cual, ciertamente, no estamos condenados.

La alternativa, mal que nos pese, es el suicidio como país. ¿Hasta cuándo el mundo globalizado aceptará que este inmenso y fértil territorio, incluyendo sus recursos naturales, esté en manos de tamaños imbéciles, casi descerebrados?

Pienso que la respuesta puede buscarse en Brasil que, hace relativamente poco tiempo, reaccionó de manera frontal cuando vio amenazada su soberanía sobre la Amazonia por diferentes organismos y ONG’s globales, que exigían la internacionalización de la región para preservar ese “pulmón del mundo”, o que se arma velozmente para defender los recursos naturales de su plataforma continental.

Nuestra sociedad, en cambio, ha visto como sus gobiernos –en especial, éste- roban y saquean, desconocen la República, hipotecan la autoridad y el poder de policía, confunden el patrimonio público con el personal, destruyen a las Fuerzas Armadas, vacían las instituciones, convierten a los organismos de control en meras payasadas a cargo de parientes, actúan con obscena impunidad y denigran a la prensa y a la oposición. Y todo ello, sin reaccionar de modo alguno.

Queda muy poco tiempo: o abandonamos la apatía o nos suicidamos como país.

Bs.As., 8 Oct 09

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jueves, 1 de octubre de 2009

¡A la calle!

¡A la Calle!

“¡A la calle! que ya es hora
De pasearnos a cuerpo
Y mostrar que, pues vivimos,
Anunciamos algo nuevo”
Gabriel Celaya


He asistido, hace escasos minutos, al abrupto final del debate en el plenario de las cuatro comisiones del Senado que discutían sobre la Ley de Medios. Como tantos otros argentinos, he sentido en la boca el amargo gusto del polvo de la derrota.

Hoy el país, la libertad y la República han sido derrotados.

Derrotados por un poder hegemónico que ha impuesto, descarnadamente, su mayoría y que, ante la inminencia de los plazos que buscaba, se ha quitado la careta e interrumpido toda disidencia posible.

Por un poder que ha logrado cooptar a la única voz discordante en su monocorde ¡sí, Presidente! que ha transformado al Congreso en una mera escribanía del Gobierno. Así, el dictamen que se firmará mañana no verá modificada una sola coma del proyecto de Diputados.

Una Presidente que ha decidido, mandada por el sátrapa de Olivos, ignorar a su pueblo, desconociendo qué le dijo éste el 28 de junio.

Es por eso que no nos queda otro camino que ganar la calle. Tenemos que llevar a las puertas del Congreso nuestra opinión, tenemos que hacer que la protesta se reproduzca en todas y cada una de las ciudades y en cada pueblo de nuestro país.

Tenemos que decirles a estos senadores, especialmente a aquéllos que dejarán la Cámara el 10 de diciembre, que no podrán volver a caminar por las calles de sus lugares de origen, porque han faltado a su juramento, ya que han fallado a Dios y a la Patria, y éstos los demandarán.

Es necesario que la ciudadanía se haga oír, que grite el horror que le produce el futuro bolivariano al que don Néstor quiere llevar a la Argentina.

Es imprescindible que, cuando el proyecto se vote en el Senado, estemos todos en la Plaza de los Dos Congresos a dar testimonio de nuestra disidencia, a expresar nuestra bronca y a pedir que nuestros representantes hagan, precisamente, lo que deben hacer, es decir, representarnos.

El propio Picheto no pudo ser más claro: dijo públicamente que la obligación de su bloque era acompañar en todo al Gobierno, mientras que su único deber debiera ser representar cabalmente a los intereses de sus respectivas provincias.

Entonces, argentinos, ¡a la calle!

¡A la calle! en defensa de los valores más sagrados de nuestro país: la libertad, la justicia y la república. Si no lo hacemos, si preferimos quedarnos en casa, cómodamente, mirando por televisión un debate tan trascendente, nos habremos merecido el destino que nos espera.

Y los libres del mundo dejarán de responder: ¡al gran pueblo argentino, salud!

Bs.As., 1 Oct 09