viernes, 24 de abril de 2020

Amores perros





Amores perros


“Cuando un solo perro ladra a una sombra,
 diez mil perros hacen de ella una realidad”.
 Emil Cioran

Ha pasado demasiado desapercibida la amenaza real que Cristina Fernández, utilizando a Graciana Peñafort como “chirolita”, acaba de formular contra la Corte Suprema y la democracia en la Argentina. No deberían resultar gratuitos sus dichos -"Es la Corte Suprema quien tiene que decidir ahora si los argentinos vamos a escribir la historia con sangre o con razones. Porque la vamos a escribir igual"- y habría que explicar a estas señoras que, si buscan reeditar un pasado tan dramático como el de los 70’s, el final será el mismo que tuvo aquél.

No niego la importancia del confinamiento para aplanar la curva de contagios y evitar el colapso del sistema sanitario, pero me parece que los números de infectados y muertos por el Covid-19, en comparación con otros factores habituales, no resultan suficientes para justificar la eternización de la medida y el virtual asesinato de la economía global, que producirá sin duda mayores e irreparables daños. El periodismo, una vez más amarillista, es el gran responsable del pánico que afecta a las sociedades de todo el mundo; los diarios hablan en sus portadas sobre la crisis en letras tamaño catástrofe y dedican más de la mitad de sus páginas a ella, mientras las radios y canales de televisión machacan a toda hora con el tema. En función de ese miedo, el mundo ha detonado una bomba atómica para matar un mosquito.

Fernández², evidentemente, se han enamorado de la cuarentena, ya que les permite gobernar, al mejor estilo “1984”, sin intervención del H° Aguantadero y del Poder Judicial, injustificadamente cerrados a cal y canto por sus también cómplices autoridades. Resulta absolutamente indispensable, para la conservación de la tan precaria salud institucional de la República, que ambos recuperen el rol que la Constitución les asigna. La oposición, por su lado, se está dejando llevar como vaca al matadero, manteniendo un insólito y cómplice silencio para no aparecer complicando la situación en medio de la crisis sanitaria.

Detrás del telón de la pandemia y del papel central que los Estados han adquirido por ella, como se ve diariamente en todo el mundo, aquí el kirchnerismo continúa avanzando a paso redoblado con la perpetuación de esa situación anómala, en especial para permitir que Cristina Fernández, sus hijos y demás integrantes de su banda delictiva obtengan la impunidad que anhelan. Ya consiguió que salieran de la cárcel muchos de ellos (Amado Boudou, Julio de Vido, Cristóbal López, Roberto Baratta, Luis D’Elía, etc.), aunque esta semana la Cámara de Casación consiguió bloquear la excarcelación de Martín Báez y Ricardo Jaime.

En el caso de este último, al Presidente pretendió apartarse de la conducta de Horacio Pietragalla Corti, hijo de asesinos terroristas y Secretario de Derechos Humanos, quien se presentó al Tribunal para solicitar la concesión de la prisión domiciliaria de este delincuente con condena firme, en nombre del teórico riesgo de contagio; sin embargo, momentos después reculó en chancletas para respaldarlo, obviamente por instrucciones de su socia.

El Ministro Martín Guzmán, que fuera recomendado a la Vicepresidente por su ídolo Joseph Stiglitz para comandar la renegociación de la deuda, también utiliza la cuarentena para demorar el inquietante panorama del “día después”. Carecía de un plan económico antes de que comenzara la pandemia y ahora, cuando el mundo entero saltó por los aires, le resultará imposible diseñarlo para ese confiable futuro que necesita “vender” a los acreedores externos. El default en que muy probablemente caigamos dentro de un mes implicará la imposibilidad de que las empresas obtengan financiación externa, y el valor de las mismas continuará cayendo.

Sin inversión y sin crédito, pese a que  la enorme inflación que nos espera al salir de la cuarentena servirá para licuar el gasto y los salarios, el déficit fiscal resultará impagable, aún si prosperaran los disparatados proyectos para agravar todavía más la sideral presión tributaria. El kirchnerismo aspira a que sea China, la gran exportadora de capitales en el mundo, quien cubra esas necesidades; no le importa el modo en que se comporta en los países en que actúa, en los que se ha transformado en la voraz aspiradora de recursos naturales y empresas devaluadas a cambio de las divisas que presta.

Cristina Fernández busca llevarnos al destino que para la región pretende el Foro de San Pablo, descripto en detalle en el informe final de la reunión de julio de 2019 en Caracas; es decir, al mismo infierno en que son obligados todavía a vivir los ciudadanos de Cuba y Venezuela. Si triunfara, podría imponer su teoría del lawfare y terminar así con sus problemas judiciales; el mismo objetivo persiguen otros notorios próceres del clepto-socialismo del siglo XXI, ahora también amontonados en el Grupo de Puebla, al que se ha agregado Alberto Fernández, único Presidente en ejercicio.

Bs.As., 25 Abr 20

viernes, 17 de abril de 2020

Un maloliente pantano




Un maloliente pantano


“Nada va bien en un sistema político en
 que las palabras contradicen los hechos”.
 Napoleón Bonaparte

Antes de la epidemia, el Ejecutivo había obtenido del H° Aguantadero una delegación de facultades de tal dimensión que, cuando la crisis sanitaria se hizo presente, le permitió gobernar por decreto; a ello se sumó el pánico al contagio que invoca el Legislativo para mantenerse totalmente inactivo pero, eso sí, cobrando íntegramente las dietas de senadores y diputados, centenares de asesores y miles de empleados.

Cuando la sociedad, con el ruido de las cacerolas, exigió a la clase política la misma “solidaridad” que Alberto Fernández nos reclama, sólo obtuvo excusas basadas en falaces argumentos; en consecuencia, seguiremos pagando esa inicua fiesta. En la medida en que no concurren al trabajo y los empleados públicos no gastan en transporte ni en viandas, sus sueldos han aumentado sensiblemente, pero nada parece conmoverlos.

Otra razonable pregunta, dada la necesidad de flexibilizar la ya insoportable cuarentena, cruzada por las expectativas de que la pandemia alcance su pico de contagios en la segunda quincena de mayo, es cómo reaccionará entonces el Gobierno cuando llegue ese momento y haya gastado este recurso de protección social.

El Gobierno optó, razonablemente al principio, por un duro confinamiento que, al mantenerse por ahora sine die, se exageró hasta límites que están llevando, ya sin duda alguna, a una catástrofe económica, inédita en su magnitud. Casi ningún país ha cerrado sus bancos, por el inmenso costo que esa medida tiene sobre la actividad de la sociedad.

El Presidente, como la inmensa mayoría de sus colegas, entre cuidar la salud o la economía ha privilegiado a la primera en desmedro de la otra; pero aquí otros factores impedirán una salida ordenada del confinamiento: la alta inflación, la total carencia de crédito y el riesgo enorme de una corrida bancaria. Esa es la razón por la cual, aunque por la falta de testeo ignoramos en qué situación real nos encontramos ante el Covid-19, seguimos en un virtual corralón financiero, que complicará aún más el futuro del país.

Mientras tanto, el kirchnerismo duro, con la conformidad expresa de Alberto Fernández, avanza con actitudes de neto corte chavista; sus mayores proyectos, al menos por ahora, son el espionaje ideológico de la sociedad, la “importación” de pseudo médicos cubanos, la intención de estatizar los servicios privados de salud, la intervención a la fábrica de respiradores, los controles municipales de precios y, por supuesto, el proyecto de “Impuesto Patria” -¡qué facilidad para encontrar nombres honorables para los delirios totalitarios!-, presentado por Máximo Kirchner y Carlos Heller y, obviamente, patrocinado por Cristina Fernández que, para eso, sí está dispuesta a permitir que el Senado sesione.

Resulta notable que, mientas el primero integra la familia que debería encabezar el ranking de argentinos ricos, el segundo presida el banco del Partido Comunista que, por tratarse de una cooperativa (Banco Credicoop), no paga el impuesto a las ganancias. Aunque resulte pesado, reitero que, si los Kirchner devolvieran lo robado durante sus doce años en el poder, la Argentina podría adquirir con tranquilidad todos los insumos médicos necesarios para dar batalla al virus y, por supuesto, no hubiera necesitado caer nuevamente en default. Pero, claro, estoy pidiendo algo que no sucederá, aunque los pocos bienes que conservan en el país (hoteles, departamentos, cocheras, los US$ 5 millones de Florencia, etc.) sean finalmente decomisados por la tan venal y cobarde Justicia federal.

Un párrafo aparte merece la absurda discriminación que el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, impondrá a partir del lunes a los mayores de 70 años, invocando el mayor riesgo frente al Covid-19, que literalmente los pondrá en detención domiciliaria; no se les ha ordenado la colocación de una tobillera electrónica sólo porque no tiene suficientes. Se trata de una población aún muy activa y consciente de ese riesgo y que, por ello, se cuida mucho, como han demostrado los mayores que se han aislado voluntariamente en las parroquias de las villas porque no les resulta posible hacerlo en su hábitat natural, siempre hacinado. Se trata de una medida ética y constitucionalmente reprochable, que avanza sobre nuestras libertades individuales y que debe ser derogada de inmediato.

Como recordará, hace tiempo propuse la formación de un partido, al cual llamé “de la Austeridad y la Decencia”; muchos me acompañaron en esa patriada e inclusive, hicieron fundamentales aportes doctrinarios; lamentablemente, luego debí olvidarlo por las necesidades propias de un angustioso año electoral. Hoy, en su lugar, me he sumado a Unidos, una iniciativa que encabezan varios jóvenes amigos, todos ellos absolutamente intachables e interesados sólo por el país y su futuro. Luego de leer sus claras propuestas (https://www.libertadyprogreso.org/politicas-publicas), lo exhorto también a hacerlo, porque la Argentina lo necesita.

Bs.As., 18 Abr 20

viernes, 10 de abril de 2020

Clepto-gobierno y sociedad amoral




Clepto-gobierno y sociedad amoral


“La política es el camino para que los hombres sin principios
 puedan dirigir a los hombres sin memoria”.
 François-Marie Arouet (Voltaire)

Las casualidades existen pero, cuando aparecen como cuentas de un collar, la probabilidad de que lo sean disminuye casi a cero. A esta altura de los acontecimientos, podemos afirmar que el kirchnerismo volvió para robar lo poco que quedaba de la Argentina, para construir un Estado policial chavista y para obtener impunidad para sus máximos referentes; en el camino, y a pesar de los dichos de Alberto Fernández –“Cristina y yo somos lo mismo”-, también a impedir que se dispute el liderazgo a la jefa de la asociación ilícita que saqueó el país hasta la extenuación, preocupada por las encuestas que muestran que su delegado duplica su imagen positiva.

El periodismo ha comprobado enormes compras de alimentos de la canasta básica y de insumos sanitarios del Estado con gigantescos sobreprecios en plena pandemia, con todo lo de canallesco que esa conducta implica, y el Gobierno destruyó todos los sistemas informáticos y facultó a sus ministerios a dejar de utilizar el transparente “expediente electrónico”, generalizado durante el macrismo, “en caso necesario”; así, volvió el peor hábito de la política, que oculta sus latrocinios tras toneladas de papel . 

Los legisladores del Frente para Todos, encabezados por Carlos Heller (Presidente de Banco Credicoop, del Partido Comunista; curiosamente, por tratarse de una cooperativa, no paga el impuesto a las ganancias, pese a ser el más caro del mercado) y liderados por Máximo Kirchner, presentaron un proyecto de ley, manifiestamente inconstitucional, para gravar a quienes blanquearon dinero en el exterior y tributaron oportunamente, y un incremento en el impuesto al patrimonio de los mayores contribuyentes.

¿Qué harán doña Cristina y sus hijos en caso de que se convierta en ley? Es una pregunta relevante porque se trata de la familia más rica del país, aunque su fortuna se encuentre en las islas Seychelles o convertida en diamantes en Angola y no sólo en los hoteles y demás propiedades en la Argentina; si devolvieran lo robado, se podría pagar la deuda externa y el país tendría una salida tranquila a esta complicada situación sanitaria.

No cabe hacerse ilusiones al respecto, ya que tanto el Presidente como ambos titulares de las cámaras del H° Aguantadero han hecho caso omiso al ruido de las cacerolas que requerían un mínimo gesto de solidaridad de la clase política, traducido en una reducción de sueldos, dietas y privilegios.

Todas las resoluciones presidenciales, adoptadas por decretos de necesidad y urgencia ante la injustificable inactividad del Congreso, van en contra de la posibilidad de que, alguna vez, lleguen inversiones. Los controles de precios, la delegación de facultades, los permanentes cambios en las reglas de juego, el desprecio de la ley y los contratos, la corrupción generalizada, la inexistente moneda, el desprestigio de los jueces y el desprecio a los exitosos, más el clima complicado que vivirá el mundo post-pandemia, nos dejan ante un trágico futuro.

Lo peor, en tal sentido, fue el default en que el país cayó ante los acreedores sometidos a la ley argentina, porque demostró cuánto confían Fernández² en nuestros venales magistrados cuando de dictar sentencias acordes a sus deseos se trata. En cambio, por ahora no se han atrevido a desafiar al Poder Judicial de los Estados Unidos, representado por la Juez Loretta Preska, de Nueva York; ésta ya ha dicho que no aceptará, en ningún caso, que las demandas contra la Argentina sean traídas al país.

Y no puede ser más razonable esa posición si pensamos en el otorgamiento de la detención domiciliaria a Amado Boudou, que no corría riesgo alguno en prisión, mientras los mismos jueces niegan ese beneficio a los cientos de militares, todos mayores de 70 años y enfermos, presos “preventivamente” hace más de diez años. En igual condición que el ex Vicepresidente, pese a las sentencias por corrupción que los afectan, están Julio de Vido, Cristóbal López y muchos otros ladrones liberados por estos crápulas indignos después que el Frente para Todos ganara las elecciones.

Ya que ha anunciado que las fuerzas federales bajo su mando harán “cyberpatrullaje” para espiar a la sociedad, aviso a la Ministro de Seguridad, Sabina Frederic, que seguiré expresándome contra la corrupción y convocando a “cacerolear” mientras Alberto y Cristina Fernández, sus hijos, testaferros y cómplices de toda laya sigan robando.

Pero nuestra sociedad, siempre tan amoral, no se indigna ni reacciona ante estos hechos; acepta la corrupción, la impunidad, la venalidad de los jueces y todo aquello que, tan pronto como termine la pandemia, confirmará la inviabilidad de nuestro país como nación independiente.

A pesar del confinamiento y de las malas nuevas, la más feliz Pascua de Resurrección o Pésaj para usted, los suyos y todos los argentinos.

Bs. As., 11 Abr 20

viernes, 3 de abril de 2020

Combatiendo al capital … rumbo al abismo



Combatiendo al capital … rumbo al abismo
por Enrique G. Avogadro


Cuando la izquierda pierde una elección, intenta
 destruir un país; cuando gana, lo consigue”.


Alberto Fernández se conducía reconocidamente bien en el manejo de la epidemia hasta que se coló en su discurso el gen peronista, aquél que creó la marchita que, 75 años después, el 48% de la Argentina sigue cantando con fervor militante. Eligió, como hicieron sus predecesores kirchneristas, un enemigo importante, y cargó como un toro enceguecido contra él.

Descalificó con fuertes epítetos a una de las mayores empresas industriales nacionales, presente en muchos países del mundo, olvidando que los 1.500 empleados que Techint suspendió por la paralización de las obras, pertenecen al gremio de la construcción y, consecuentemente, cuentan con un auto-seguro de desempleo (tienen para ello un fondo que se forma con aportes de quienes están trabajando) y, mucho más grave, que las empresas privadas resultarán indispensables para salir del profundo pozo en que ya nos encontramos, que será peor cuando la cuarentena termine. Y no lo sabe porque jamás fue emprendedor, arriesgó su capital o generó un trabajo.

Utilizó, para demonizar a su propietario, la palabra “especulación”. Ignora, como todos los demagogos y, especialmente, los pobristas que todos, todos especulamos todo el tiempo. Cada vez que elegimos, estamos especulando; cuando compramos un producto cualquiera, cuando escogemos el colegio al que deben asistir nuestros hijos, cuando escogemos cómo ahorrar, y hasta cuando nos casamos, siempre especulamos: ponemos en una balanza los pro y los contra, y la decisión es el producto de ese resultado.

En cada empresario hay un especulador, y es fundamental que lo haya. Porque quien elige serlo sabe que está asumiendo riesgos monumentales, en especial en la Argentina: dará trabajo, deberá pagar fuertes impuestos, tendrá problemas con los bancos, con los proveedores, con los clientes, con el Estado y con el sindicato (aún cuando sea un perfecto empleador), invertirá tiempo que podría dedicar a su familia y, por si todo eso fuera poco y lo acompaña el éxito en su proyecto, será mirado con odio y envidia por una sociedad y un gobierno imbéciles.

¿Cómo imagina Alberto Fernández que nuestro país podría existir sin empresas y sin especuladores? ¿Realmente quiere seguir “combatiendo al capital” como método para “conquistar a la gran masa del pueblo”? ¿Piensa que el empleo público puede reemplazar al privado? Sin empresas, ¿cómo sostendrá el Estado su fenomenal estructura improductiva? ¿Cree, como quieren algunos de sus adláteres, que hay que acabar con los productores agropecuarios para entregar la tierra a los desocupados?; en ese caso, ¿de dónde saldrían los alimentos y las exportaciones que necesitamos como el aire? Sus dichos recientes nos invitan así, a un gran suicidio nacional.

Más allá de mi paupérrima opinión acerca de la moral del Presidente, tan groucho-marxista él, lo considero un tipo inteligente. De allí que me pregunte, retóricamente por cierto, por qué está haciendo cosas como las desmesuradas ponderaciones a Hugo Moyano, un sindicalista a quien comparé en otra nota con Jimmy Hoffa (https://tinyurl.com/wtu58mx), el líder de los camioneros estadounidenses que tanto incidió en la historia económica y criminal de su país y tan mal terminó; a raíz de los halagos de Fernández, se ha viralizado por WhatsApp un pequeño fragmento de la película “El Irlandés”, con Robert de Niro y Al Pacino, que recuerda su vida.

El personaje tan exaltado por el Presidente ha cometido todos los delitos, desde contratar a sus propias empresas familiares para emprendimientos del gremio que conduce hasta lavar dinero y defraudar al club de fútbol que dirige; y a él debemos que traer una carga desde Salta a Buenos Aires resulte más caro que llevarla desde aquí a Shanghai, con todo lo que eso implica en materia de inflación.

Y digo que la pregunta es retórica porque la respuesta sólo puede ser una: ha decidido dejar de intentar alguna forma de independencia para plegarse sumisamente a los deseos de Cristina Fernández. A ésta, que mantiene un más que prudente silencio desde que regresó de Cuba con su falsamente enferma hija, le ha entregado el comando de todos los organismos de control, de las principales embajadas y de la posición geopolítica de la Argentina; y su mandante, a cambio, le ha dejado la conducción de la economía, con la esperanza de que fracase, y la defensa de su peregrina teoría del lawfare, con la cual busca impunidad.

Hay otros claros signos que ratifican esa afirmación: la llegada de médicos cubanos, la decisión –sólo momentáneamente postergada- de expropiar todo el sistema privado de salud, la derivación de multimillonarios recursos -indispensables para la lucha contra el virus- a demenciales destinos (la feria de Tecnópolis, la inactiva mina de Río Turbio y el pequeño hospital del Calafate) en manos de sus fieles, la identificación con el eje cubano-venezolano-ruso-iraní, etc.

Es probable que la viuda de Kirchner –que intenta llevarnos a una situación similar a la que ha generado Nicolás Maduro en su país- sentada atrás en el automóvil y con Alberto Fernández como chofer, pueda lograr su objetivo ya que el coronavirus, por el control social que implican las draconianas medidas adoptadas, la resultará útil.

Bs.As., 4 Abr 20