lunes, 26 de diciembre de 2011

Si la muerte pisa mi huerto

Si la muerte pisa mi huerto




“La libertad es un lujo que no


todos pueden permitirse”.


Otto von Bismark




La libertad en la Argentina aún no ha muerto, pero se encuentra en terapia intensiva, con pronóstico reservado.

A partir del 10 de diciembre, cuando las mayorías cristi-kirchneristas ocuparon sus bancas en ambas cámaras del Congreso, a las cuales se sumaron en un alegre jolgorio los aliados “progresistas”, el Parlamento argentino ha degradado aún más su papel, cayendo en la más abyecta obsecuencia. Eso le ha permitido actuar como mero colocador de sellos de aprobación, sin fingir siquiera debates, en proyectos de ley que, enviados por el Poder Ejecutivo, cercenan los más básicos derechos humanos de los argentinos.

Resulta válido citar aquí a José Enrique Miguens, ese sociólogo y pensador con mayúsculas, recientemente desaparecido: “Sólo faltaría, para completar el cuadro, autorizarlo a aplicar penas de prisión para consolidar su dominio total. Pero pienso que no lo necesita, porque tiene medios, mediante sus patotas a sueldo en todo el país, para atemorizar a la gente e impedir hablar a sus oponentes”. Porque, desde ayer, según ese infame personaje que preside la UIF, don Sbatella, la ley antiterrorista sancionada la semana pasada lo permitirá.

La nota de Miguens, “Darse Cuenta”, que por su excelencia he mencionado en muchos de mis artículos y que insisto en poner a disposición del lector, si me la pide, es de una claridad meridiana, y utiliza la triste historia del final de la República de Weimar para, en ese momento, predecir el futuro nacional. Doña Cristina y, sobre todo, la anomia de los argentinos, lo han confirmado en el presente.

Ya el Presupuesto 2012, con su sanción, implicó la convalidación de gigantescas falsedades –inflación, crecimiento, etc.- que facultarán a la señora Presidente continuar, si las circunstancias exógenas lo permiten, disponiendo a su exclusivo arbitrio de enormes fondos que, como nos han enseñado desde 2003, serán usados para acumular, si cabe, aún más poder y, con certeza, mayor capacidad para disciplinar voluntades.

Por su parte, la extensión de una ya injustificable emergencia económica, que permite tanto el abusivo uso de los decretos de necesidad y urgencia cuanto la facultad al Jefe de Gabinete de reasignar partidas, desnuda la realidad esencial de ese Presupuesto -que, debiéramos recordarlo todos, es la “ley de leyes”- al demostrar que se trata sólo de papel pintado.

La ley de transparencia financiera, defendida por el oficialismo como un requisito de la comunidad internacional para excluirnos de la lista de los países tolerantes del lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, de la corrupción y del terrorismo, y sancionada luego de incorporar al proyecto una norma de protección a la protesta social, en manos de un demente como Sbatella, que no reconoce límite alguno a la hora de cumplir, “con obediencia debida”, todos los deseos de sus mandamases, servirá para perseguir a todos los periodistas independientes, cuando éstos describan la realidad económica y ésta no se adecúe al “relato” oficial. Si no es así, ¿por qué el jefe de la UIF dijo el miércoles que los medios de prensa que “aterrorizaran” a la población y se convirtieran en “potenciales instigadores” de corridas bancarias o cambiarias serían catalogados de terroristas?

Hace poco, una brillante cronista e investigadora, Romina Manguel, escribió un libro, “Yo te avisé”, en el cual describe, con precisión quirúrgica, las actitudes y las conductas previas de varios personajes de la historia nacional reciente que, luego, se transformaron en presidentes. Y se pregunta por qué los argentinos protestamos cuando, al ejercer la primera magistratura, simplemente hicieron lo mismo.

Cualquiera que haya seguido con algún detenimiento el proceder de don Néstor (q.e.p.d.) como Gobernador de Santa Cruz frente a la prensa local, tiene en sus manos las pruebas de los crímenes que, contra la libertad de ésta, cometerá doña Cristina utilizando la mentirosa ley de regulación de la producción y distribución del papel de diario, sancionada por este pseudo Congreso de la democracia el jueves.

Si no bastara con ello, también podría recurrir a la conducta de ambos Kirchner en lo que al manejo de la publicidad oficial se refiere; medios adictos, aún cuando su tirada sea absolutamente insignificante, reciben el masivo y cuantioso apoyo de la Casa Rosada, que se niega –desconociendo así una sentencia de la Corte Suprema- a incluir esa publicidad en los órganos de prensa que disienten con el “relato”.

No resulta superfluo recordar aquí el texto del artículo 29 de la Constitución Nacional: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”. Es un sayo complicado y cae sobre todos los legisladores que, a lo largo del oscuro período kirchnerista, han transformado estas prohibiciones y nulidades en una costumbre genuflexa y permisiva, pero lamentablemente dudo que alguna vez tengan que comparecer ante el tribunal de la Historia.

Con un Congreso en el cual las mayorías, más automáticas que nunca, ignoran por completo a las minorías, culpa de lo cual también recae en éstas mismas, la última trinchera de los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos contra la arbitrariedad del Ejecutivo debiera ser, por imperio constitucional, el Poder Judicial.

Pero estamos hablando de un poder que, encabezado por esta corta Corte, presidida por don Lorenzetti –que ha reconocido, públicamente, aplicar en sus fallos “¡políticas de Estado!” consensuadas con la Casa Rosada- y que tolera que sus sentencias sean olímpicamente ignoradas por doña Cristina –como antes por don Néstor (q.e.p.d.)-, como en los casos del Procurador Sosa, las jubilaciones y el Riachuelo, no parece dispuesto a reaccionar en modo alguno.

Debemos entender, todos, que si de última trinchera se trata, ésta será absolutamente enclenque y débil, ya que se encuentra bajo el férreo control de los comisarios políticos de los Kirchner, sea en el Consejo de la Magistratura –que, con la complicidad de don Fargosi, convalidó concursos fraudulentas y designaciones de jueces indignos-, sea en el Fuero Criminal Federal –algunos de cuyos jueces, que ya estaban en la servilleta de Corach, además están en manos del poder político por su pasado prostibulario o por su presente, enriquecido sin explicación-, sea en la propia Corte –que, sin hesitar y sin vergüenza, tolera que uno de sus integrantes haya sido descubierto como propietario de varios inmuebles en los que se ejercía la prostitución y no le ha requerido explicación pública alguna- y no estará dispuesta a “morir” en cumplimiento de su deber.

Se están cerrando, sobre la libertad de la Argentina, las mismas tenazas que aplicaron el papagayo caribeño en su Venezuela natal, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, los Castro en Cuba y hasta Putin y Medvédev en Rusia.

Lo verdaderamente trágico es que a los argentinos parece no importarles en absoluto esta amenaza, cada vez más concreta, al menos mientras pueden comprar autos, plasmas, vacaciones, fútbol y Tinelli. Masivamente votaron por una democracia degradada –Guillermo O’Donnell la llamó “delegativa”- en la cual los derechos ciudadanos se reducen a emitir un voto cada dos años y, en los entreactos, entregar todo el poder a los electos.

Es cierto; esta misma nota servirá como argumento para decir que aún hay libertad en la Argentina pero, como dije, ya está en terapia intensiva. Falta preguntarse, parafraseando a Serrat, “quien firmará que ha muerto de muerte natural”.









Bs.As., 26 Dic 11

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domingo, 18 de diciembre de 2011

Cristina se fue a la guerra

Cristina se fue a la guerra







“Nunca interrumpas a tu enemigo




cuando está cometiendo un error”




Napoleón Bonaparte






Encaramada sobre el 54% de los votos que obtuvo tal vez limpiamente el 23 de octubre, doña Cristina ha decidido combatir por el “modelo” en todos los frentes a la vez. Quizás porque ignora –como lo ha demostrado tantas veces- la Historia, nada ha aprendido de la Alemania de Hitler que, al abrir el frente oriental, inició el camino de su inevitable derrota.

Tampoco parece recordar la famosa frase de Maquiavelo: “Divide y vencerás”; la reciente pelea que ha desatado contra los gremios, que le resulta indispensable para justificar la futura apropiación de los fondos de las obras sociales, ha conseguido juntar a Moyano con Barrionuevo y Venegas, y hasta De Gennaro ha sumado a esa alianza a su CTA no oficialista.

Saben que no pueden permitir que el Gobierno avance contra uno de ellos, pues sólo será el inicio de un efecto “dominó” que terminará con todos. Tal vez nunca resultará tan verdadera la frase de Borges, “no los une el amor sino el espanto”. Pues bien, la Presidente ha conseguido esa unión, actuando como fórceps en el parto de un frente sindical unido en su contra.

La pelea contra Scioli y algunos de los “barones” del Conurbano, que encarnan, desde el punto de vista de doña Cristina, las posibilidades de resurgimiento del peronismo tradicional –del cual ella se distinguió con el “nosotros” cuando confrontó con Perón en su discurso presidencial- llevó a que se produjeran los graves incidentes en la Legislatura bonaerense, de final aún incierto.

Así, dos nuevos frentes de combate se han abierto en el horizonte cristi-camporista, y ninguno de ellos dejará de producir efectos letales: la pelea por el “territorio” se ha caracterizado por la violencia con que se expresa en la calle, como nos enseña nuestra historia reciente, y doña Cristina no podrá recurrir, con la tranquilidad necesaria, al llamado a la represión de las fuerzas policiales, hartas de sentirse el pato de la boda política, como lo demostrara en el reciente acuartelamiento en La Plata.

Para mantener un ejército en operaciones se necesita mucho dinero, como bien lo sabían los monarcas europeos hasta el siglo XIX, que se veían obligados a hipotecar el futuro de sus reinos ante los bancos prestamistas. Como tantos analistas –entre ellos quien esto escribe- adelantaron en su momento, al terminarse la posibilidad de recurrir a las fuentes habituales de financiamiento –emisión, nuevos impuestos, fondos de las AFJP’s, adelantos del Banco Central y préstamos intra-Estado (Anses, Pami, Banco Nación, etc.)-, el Gobierno se verá obligado a recurrir a su inventiva para mantener a su tropa bien alimentada y con munición suficiente.

Anticiparon –anticipamos- que las posibilidades de nuevas “cajas” eran tres: nacionalizar el comercio exterior, confiscar los fondos sindicales o hacerse con los depósitos bancarios.

Sin embargo, nunca supusieron –supusimos- que doña Cristina, enarbolando ese ya mítico 54%, lo haría simultáneamente. La atribución a don Patotín Moreno de nuevas competencias, incluidas las que quedaron en manos de doña Paglieri, su cómplice en el Indec, agravará el cerrojo demencial a nuestro intercambio de bienes con el resto del mundo; el ninguneo a don Camión Moyano y la persecución al Momo Venegas informan que ha puesto en marcha el segundo proyecto; y los comentarios de don Sabatella y don Heller y la nueva ley de represión al “terrorismo financiero” anticipan que también irá por la nacionalización del sistema bancario.

Una de las explicaciones más plausibles sobre el cruento recorte que la Presidente impuso sobre las pre-candidaturas a legisladores de los hombres de la CGT es que, suponía, éstos resistirían en el Congreso a la peregrina idea de hacerle pagar el costo político del ajuste a los líderes gremiales y la resistencia natural que los mismos tendrían a una eventual apropiación de los fondos de las cajas sindicales, de las cuales proviene todo su poder. La negativa de los pocos que ingresaron a convalidar con su voto la ley anti-Momo le dio la razón.

Con un Congreso que ha reducido su triste papel de escribanía del Gobierno a mero mostrador donde poner sellos, sin siquiera hacer la pantomima de una discusión de los proyectos, doña Cristina cree que puede ir por todo y por todos a la vez. Pero, mal que le pese a don Pacho O’Donnell y a su revisionista instituto, la Historia no se puede cambiar y, menos aún, la realidad.

Es cierto que la apatía generalizada de nuestra ciudadanía, que la lleva a tolerar, mirando para otro lado, cómo se cercenan diariamente sus derechos humanos –la libertad de prensa, en el caso más actual, pero también la salud, la educación y la vivienda dignas, sacrificadas en el altar del Fútbol para Todos y de Aerolíneas Argentinas- debe actuar como un aliciente en el imaginario presidencial. Si todos permiten que la tuerta y falsa política aplicada sobre ese tema desde 2003 haya servido tanto para un roto como para un descosido, ¿por qué detenerse ahora?

Porque, convengamos, los argentinos hemos tolerado todo y, seguramente, doña Cristina cree que lo seguiremos haciendo sin reaccionar de modo alguno.

La enumeración de la falta de límites impuestos por la sociedad en su conjunto al proyecto kirchnerista desde sus albores en mayo de 2003 no puede ser más convincente: la corrupción rampante, la destrucción sistemática de todas las instituciones republicanas, la ignorancia de los fallos judiciales, la discrecionalidad y la arbitrariedad en las decisiones, la prepotencia en la imposición de medidas coyunturales, la inmoralidad de jueces y supremos, el enriquecimiento obsceno de los funcionarios, el crecimiento del tráfico de drogas, la inseguridad, y miles de etcéteras.

Como en todo proyecto totalitario, el culto de la personalidad es un elemento esencial al “modelo”, y a ello obedece la deificación que hoy se pretende de la figura de don Néstor (q.e.p.d.), bautizando con su nombre rutas, plazas, escuelas, teatros, campeonatos … Aún así, quienes soportamos este disparate –que don Camión se ocupó de poner en su lugar en Huracán- nos preguntamos por qué, si Kirchner era portador de las tantas virtudes que ahora se le atribuyen, su desaparición física mejoró -¡en veinte puntos porcentuales!- la imagen de la Presidente.

Sintiéndose la única dueña de los doce millones de votos que la entronizaron nuevamente, doña Cristina pretende reescribir, también, la historia del acto de Plaza de Mayo, cuando Perón expulsó a los “imberbes” de la misma y defendió a rajatabla a los líderes sindicales. En la nueva versión, que seguramente los neo-revisionistas se ocuparán de relatar, los expulsados son los otros, pero también son otros, más rentados y menos ideologizados, los que permanecen en el mítico escenario. La diferencia más notoria, espero, radica en la ausencia actual de armas, pese a que las escandalosas revelaciones de Shocklender a Caparrós confirman las peores sospechas al respecto.

Marzo será un mes clave para descubrir quién –si es que existe alguno- es el real propietario del 54% que aprobó lo actuado y ratificó a la señora de Kirchner en el trono imperial.

Para entonces, habrán terminado las vacaciones, cuando todos gastan más de lo previsto, y el retorno a la normalidad traerá consigo simultáneamente el impuestazo en las facturas de la luz, del agua y del gas, el incremento de las cuotas de las prepagas médicas y de los colegios, los aumentos en las tasas municipales y un marcado crecimiento en los precios del supermercado, además de la obligación de pagar las cuotas de los plasmas, de los autos, etc., que compramos en la fiesta consumista organizada para octubre pasado. En esa cancha se verán los pingos.

Don Hugo Camión sostuvo que sus muchachos representan la mitad del porcentaje del que Ella se siente única dueña. Tal vez lo pueda confirmar, si todos los aumentos que los gremios obtengan se siguen transformando impunemente en mayor recaudación para la caja oficial y si el Gobierno consigue –vaya uno a saber con qué fórmula milagrosa- que las paritarias se cierren por debajo de la real inflación.

Pero lo dudo, ya que los líderes gremiales no comen vidrio y el famoso instinto de supervivencia los tiene entre sus mayores exponentes. No por nada han permanecido tanto tiempo y sobrevivido a tantos gobiernos, el de Perón mismo incluido. Eso me dice que, entre la espada de doña Cristina y la pared de sus bases, optarán por combatir.

Lo mismo sucede en el campo. Después del éxito parcial del Gobierno al cooptar a Buzzi, hay rumores de que éste se verá desplazado de la conducción de la Federación Agraria Argentina, para permitir a ésta reinsertarse en la Mesa de Enlace, que tanta protección brindó a los productores cuando estaba unida. Para éstos, también están sonando los tambores de la guerra.

En fin, doña Cristina va por todos y todas, y está dispuesta a llevarse por delante a los gremios, a los bancos, a los productores y a las libertades de los argentinos. Falta saber, para realizar un pronóstico, si alcanza sólo con la Cámpora y el poder formal para ganar esa guerra, en la cual hay tantos frentes en los que deberá combatir al mismo tiempo, ahora con menos municiones y recursos.

En estos días se cumplen los diez años de un momento en que los argentinos vieron sacudida su tradicional apatía; tal vez sería bueno que la señora de Kirchner pidiera algunos datos al respecto.





Bs.As., 18 Dic 11






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domingo, 11 de diciembre de 2011

Re-empezose del acabose

Re-empezose del acabose





“El político divide a la humanidad


en dos clases: los instrumentos y los enemigos”
Friedrich Nietzsche





Ayer retomó posesión de su cargo su majestad, la señora Cristina Fernández de Kirchner, en un acto que recordó mucho a la autocoronación de Napoleón cuando, en 1804 y rompiendo todo el protocolo, se colocó a sí mismo el símbolo imperial por excelencia.

Si sólo se tratara de una mera informalidad más, a las que “El” era tan afecto, el tema no revestiría mayor importancia. En el marco de lo sucedido la corta semana pasada, en cambio, reviste una relevancia esencial.

Desde el 23 de octubre, cuando la señora Presidente revalidó los títulos obtenidos ya en agosto, la concentración del poder absoluto en sus propias manos se ha transformado en lo más explícito de su discurso.

Los riesgos –que los electricistas conocen muy bien- de trabajar sin fusibles, han sido asumidos por “Ella” con total conciencia: a partir de ahora, todos los aciertos serán propios y exclusivos, pero los errores también.

A la luz de la imperiosa necesidad de inversiones que doña Cristina puso ayer como demanda a los industriales, no parece que la ascensión de don Guillermo Patotín Moreno pueda considerarse una jugada magistral. El Secretario de Comercio –que ha sumado formalmente el área internacional a sus cuantiosas funciones- no es, precisamente, el ideal a la hora de concitar apoyos que se traduzcan en una real ampliación de la oferta de bienes.

Antes bien, todas y cada una de las políticas coyunturales, y la forma de imponerlas, no sólo han sido contraproducentes para el Gobierno y para el país a poco de andar, sino que no hacen más que quitar definitivamente a la Argentina del escenario posible de destinos de inversión extranjera. Nadie, en su sano juicio, invierte en un país en el cual un funcionario –caso por caso, como se ha visto, y privilegiando a los amigos- decide cuál es el margen de ganancia, si las utilidades pueden ser distribuidas, cuáles son los productos sujetos a control de precios y, sobre todo, donde no se puede tener la seguridad de contar con la energía necesaria para los procesos industriales.

Tampoco el nuestro es un Estado que pueda exhibir el respeto a la división de poderes, y donde los jueces den muestra de independencia a la hora de firmar sus sentencias. Esta suma de elementos, todos ellos indispensables y esenciales cuando de decidir inversiones se trata, faltan en la Argentina y el discurso presidencial de ayer no parece encaminado a enmendar ese cuadro. Antes bien, mientras escuchaba a doña Cristina ayer, resonaban en mis oídos las palabras famosas: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

La señora Presidente puso en palabras las nuevas guerras que pretende desatar en el futuro. Los enemigos recién creados son el Partido Justicialista, el sindicalismo organizado y los actores del sistema financiero. Ya les hizo entrega de las condiciones de rendición que, en realidad, pueden resumirse en dos: fidelidad canina al “modelo” y compromiso unívoco con el “relato”.

Al marcar tan ferozmente la diferencia entre Perón y “nosotros”, dejó en claro que el aparato peronista y sus antiguos líderes no pertenecen, en verdad, a la propia tropa, es decir, desnudó que don Néstor (q.e.p.d.) y “Ella” sólo se han servido de ellos y que, a partir de mañana y tal como demostró con la imposición de los jóvenes candidatos de “La Cámpora” en las listas electorales, deben renunciar a cualquier ilusión de poder real. Falta saber, ya que entre los impulsados a arrodillarse se encuentran mandatarios con caudal de votos propios, si éstos estarán dispuestos a una rendición tan humillante o si, por el contrario, querrán dar pelea con un instrumento archiconocido y eficaz: la “Liga de Gobernadores”.

La otra incógnita es qué harán los grandes caciques sindicales; sobre la cabeza de varios ellos pende la espada de Damocles de las causas por medicamentos y troqueles falsos y el Gobierno, como bien saben, cuenta con la docilidad del juez de pasado prostibulario para hacerla descender furiosamente.

Sin embargo, el peligro que aceptar el techo a los reclamos salariales que la Casa Rosada pretende imponer ha conseguido, como tantas veces en el pasado, abroquelarlos contra el enemigo común. Desde que Oyarbide puso entre rejas al Momo Venegas doña Cristina sabe que no será una pelea fácil. Enfurecida por el apoyo del líder ruralista a Eduardo Duhalde (el bueno), desconoció el acuerdo al que arribara el gremio en paritarias, y pretende quitarle el manejo del RENATRE, el registro que tan eficiente ha resultado para el blanqueo de la actividad y la prestación de servicios sociales a los peones rurales.

Siempre se ha dicho que es peronista la frase: “El que avisa no es traidor”, y ayer doña Cristina les hizo saber que, a partir de ahora, “Ella” será quien decida cuándo se trata de una huelga, y como tal legítima, y cuándo de una “extorsión” o un “chantaje”. En este último caso, además, dejó entrever que no dudará en hacer tronar el escarmiento.

Con Moyano bajo fuego amigo, han cerrado filas para acompañarlo gran parte de “Los Gordos”, la CGT Azul y Blanca, de Luis Barrionuevo, y hasta la CTA, de De Gennaro, que con razón imputa al Gobierno la fractura de esa central. Son extremadamente conscientes de que serán los próximos a los que irán a buscar, y no están dispuestos a recitar el famoso poema atribuido a Bertold Brecht. El jueves, en el acto del Día del Camionero, se sabrá de cuánta munición disponen para el combate.

Luego vienen los players del mercado financiero, también muchos de ellos cómplices, hasta ayer nomás, del matrimonio hoy disuelto por fallecimiento. Más allá del acotamiento natural de la actividad, producto de la fuga de capitales ahora restringida por las medidas policiales de Patotín y por la falta de depósitos en pesos a largo plazo, doña Cristina les enrostra haber ganado como nunca.

Es cierto, pero pretender que acepten sin chistar que esas ganancias se transformen en pérdidas es caer en manos de una infantil ilusión. Por otra parte, los banqueros también son conscientes que, si la realidad continúa poniendo la proa al “modelo” más temprano que tarde se verán obligados a suscribir bonos del Gobierno, es decir, a cambiar los pesos de sus depositantes por papelitos sin valor.

La mención a las “corporaciones” y la aseveración de que no es la Presidente de ellas sino de los cuarenta millones de argentinos fue llamativa: el pueblo, a través de sus representantes en el Congreso, por unanimidad de ambas cámaras, sancionó la ley de protección de glaciares; doña Cristina, para favorecer a la Barrick Gold, la vetó.

Y cuando acusó a las mismas “corporaciones” de las ¿cinco? corridas cambiarias que habría soportado, dejó sin explicación ni argumento a las medidas policiales implementadas por Patotín y Echegaray para reprimir a los pequeños adquirentes de divisas. ¿En qué quedamos?

Una razón más “para sacarse el sombrero” –título de una nota reciente de quien esto escribe- frente al sistema comunicacional del Gobierno es la forma en que ha conseguido ocultar y hacer desaparecer la sensacional derrota –por los esfuerzos destinados a ganar la batalla- que sufrió doña Cristina en las elecciones de Boca Juniors. Que quien haya ganado sea el Presidente más exitoso de la historia del club y no el futuro candidato a opositor mayor de la Casa Rosada, con lo cual podría coincidir, no resulta óbice para percibir la magnitud de lo sucedido.

Para cerrar esta crónica de lo sucedido y pasar a proponer una solución al menos, sólo cabe una mención a las tres exigencias fundamentales que contuvo el discurso presidencial: el levantamiento de las medidas cautelares que traban el desmantelamiento de Clarín y la celeridad que debe imponerse a los juicios llamados “de lesa humanidad”, formuladas a la Justicia, y la sanción de la Ley de Tierras, reclamada con urgencia al Congreso.

Sobre las dos primeras ya he expresado mi posición en notas anteriores. En relación al nuevo ordenamiento de la propiedad inmobiliaria, pergeñado teóricamente para defender la necesidad de producir alimentos, sólo me cabe decir que pretender que, si el propietario es un extranjero, no hará que el bien produzca adecuadamente es una afirmación que no resiste el menor análisis. La única explicación que encuentro para una sandez de ese tamaño es que el propósito real sea hacer bajar, por falta de compradores, el precio de los campos, para que sus funcionarios sigan comprándolos como hasta ahora.

Para la UIA y José Ignacio de Mendiguren tengo una sugerencia antigua (la describí en detalle en http://tinyurl.com/84pgnqa) y bastante simple. Obviamente, otro sinsentido del discurso presidencial de estos días fue la recomendación, que Patotín se está encargando de llevar a la práctica, de “no importar ni un clavo”. Quisiera que doña Cristina me explique a quién le va a vender algo si, a la vez, no le compra; en poco tiempo más, el “modelo” se llevaría puesta a toda la industria argentina, tan dependiente de insumos importados, inclusive de agroquímicos, en el caso del campo.

Lo que hay que hacer para recuperar competitividad es sencillo. Transformar –con crédito subsidiado, si es necesario- a la industria local en una productora de bienes de exportación casi exclusivamente, y en lo posible de altísima calidad y precio consiguiente; a la vez, importar de otros países que producen con menos calidad pero a precio muy bajo (en especial, por los pobres salarios) las cosas que los argentinos más necesitados hoy no pueden adquirir, vgr. ropa, calzado, enseres domésticos, electrónicos. Pretender, por ejemplo, que favorece a la producción nacional que las “fábricas” de Tierra del Fuego sólo armen y embalen televisores y celulares que llegan completos en kits y, además, eximirlas de impuestos, sólo puede ser una gansada o un negociado.

En fin; pronto –mal que le pese a Amadito y su blindaje- llegará a la Argentina el tsunami que ya está golpeando fuerte a Brasil, destino del 24% de nuestras exportaciones industriales. Además, el precio de la soja, nuestro principal productor de divisas, se ha estancado y, probablemente, baje un poco más. La quita de subsidios -que, necesariamente, se trasladará a los precios- repercutirá como varios puntos de inflación, ya la segunda del continente (baste recordar que la “oficial” del Indec ya lo es). Las cajas a las que se recurre en busca de préstamos “intra-Estado” comienzan a agotarse. El gasto público continúa creciendo y la presión impositiva es ya insoportable para la población en general que, además, no ve que la recaudación sirva para mejorar el nivel de prestación de los servicios estatales. La inseguridad, que estuvo absolutamente ausente de las enunciaciones prioritarias que doña Cristina recitó ayer, sigue siendo la mayor preocupación de la población.

Estos son algunos de los problemas que la señora Presidente debe enfrentar desde mañana mismo. Que, para encararlos, no haya nombrado a un verdadero Ministro de Economía con conocimientos y personalidad y, en cambio, haya encumbrado a Patotín y a los chicos a sueldo de La Cámpora, confiere sentido al título de esta nota.










Bs.As., 11 Dic 11


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jueves, 1 de diciembre de 2011

Reculando en chancletas

Reculando en chancletas













“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones,







durante la guerra y después de la cacería”.
Otto von Bismark










El Gobierno, como he aplaudido en la nota anterior, ha recurrido a la frondosa imaginación de la cohorte de geniales comunicadores que la Casa Rosada tiene a su alrededor para encontrar palabras que, al menos lo pretenden, nos hagan saber que nada ha cambiado: “reacomodamiento”, “tensiones”, “sensaciones”, y tantos otros circunloquios que los aleje de la realidad, tan temida y escondida.

Pero basta ver qué prometieron hacer los Kirchner y qué está ahora haciendo la viuda del fundador del “modelo” desde que el 54% de los votos la confirmara en el uso –y el abuso- del sillón de Rivadavia por cuatro años más.

En 2006, por ejemplo, don Néstor (q.e.p.d.) prohibió estúpidamente las exportaciones de carne, “para garantizar la mesa de los argentinos”. Lo califico de ese modo porque, al dictar esa medida, ignoraba que los cortes que se exportan no son los que se consumen en el país. Sin embargo, y como predije entonces (ver http://tinyurl.com/7weeevx), la prueba del disparate colosal cometido implicó la liquidación de millones de cabezas de ganado, la pérdida de más de cincuenta mercados conseguidos con esfuerzos y muchas dificultades, la crisis en la industria frigorífica, la desnacionalización de esa industria y, sobre todo, un alza desmedida en los precios de la carne, que redujo enormemente su consumo per cápita.

En 2003, cuando realizó su vuelo triunfal desde Río Gallegos a Buenos Aires, Kirchner se encontró con un país netamente exportador de energía; inclusive, se habían construido líneas de alta tensión para venderla a Brasil y a Uruguay y gasoductos para exportar gas a Chile; hoy, el sentido del tráfico de esos ductos se ha invertido.

Argentina disponía de reservas comprobadas para treinta y cinco años. Hoy, después de tan ¿exitoso? “modelo”, debemos importar combustibles de todo tipo –de menor calidad y mayor precio que los que exportamos- y para atender la demanda interna de gas no alcanza el que compramos a Bolivia (pagando a sus productores allí tres veces más de lo que les pagamos –son los mismos- en el país) y debemos importarlo bajo la forma líquida, a un precio seis veces mayor que el nacional.

La inefable señora Presidente ha suscripto un contrato con Qatar para la provisión de gas licuado por veinte años, que nos ha endeudado en US$ 50.000 millones, obviamente sin dar detalles ni llamar a licitación. Y nos hemos consumido todas las reservas; según Alieto Guadagni, reponerlas nos costaría ¡US$ 300.000 millones!

La sinrazón de esta política, o su verdadera locura, hizo que los precios a los productores se mantuvieran congelados desde hace nueve años, que éstos dejaran obviamente de invertir en prospección de nuevos yacimientos (de allí la caída de las reservas) y en producción, obligando al Gobierno a importar cantidades crecientes de combustibles a precios cada vez más caros. Para dar una idea de qué estoy hablando, las importaciones crecieron hasta alcanzar, en la proyección para 2011, a US$ 8.000 millones y, para 2012, a ¡US$ 12.000 millones!.

Ello nos lleva, naturalmente, al tema de los subsidios, ahora retirados o en vías de serlo. Los brillantes y sonrientes ministros de Economía y de Planificación dijeron la verdad al anunciar estas medidas: las tarifas no subirán al consumidor. Digo que es cierto porque, al menos hasta ahora, no está previsto el reconocimiento de aumento alguno a las compañías productoras, transportadoras y distribuidoras, con lo cual el problema del déficit energético tenderá a empeorar.

Lo que no dijeron con claridad es que, al retirar los subsidios y obligar al consumidor a que pague la diferencia crearon un nuevo cargo –un impuesto- que, ingresando a la caja del Estado, permitirá que doña Cristina siga gastando a su antojo. Sin embargo, existe un grave problema legal que, dudo, ni siquiera esta genuflexa Corte Suprema esté dispuesta a sortear y eludir: en la medida en que se trata de un nuevo tributo, el Poder Ejecutivo no tiene facultades para imponerlo; es más, lo tiene expresamente prohibido por la Carta Magna.

Otro “detalle” es que, en la medida en que total debido será mucho mayor, también se incrementará el monto que, en concepto de IVA, el consumidor deberá pagar a fin de mes. Quien tenga alguna duda al respecto, puede consultar su última factura.

Don Néstor (q.e.p.d.) había prometido -y estaba totalmente convencido de lo esencial de su cumplimiento- garantizar el superávit fiscal. Su viuda y sucesora lo ha hecho polvo, y la Casa Rosada se ha visto obligada a firmar cada vez más vales –verdaderos papelitos sin valor-, que reemplazan al dinero que retira diariamente de las cajas del Banco Central, de la Anses, del Banco de la Nación, etc., a pesar del saqueo a las AFJP’s.

Don Néstor (q.e.p.d.) había prometido –aunque dudo que lo dijera en serio, dada su esencial necesidad política- que su “modelo de inclusión social” terminaría con la pobreza en la Argentina. Sin embargo, según se supo la semana pasada por las informaciones brindadas por la Pastoral Social de la Iglesia y por el Observatorio Social de la Universidad Católica, hay ahora casi más pobres que al final de los malhadados 90’s, y eso que la medición se realizó después de casi nueve años de crecimiento a “tasas chinas”.

Doña Cristina –y don Néstor (q.e.p.d.) entre bambalinas- había explicado que la política del Gobierno frente al campo tendía a evitar el monocultivo del “yuyito” y a obligar a la diversificación de los siembras. La realidad dice que la Argentina se ha “sojizado” al extremo y que la frontera agrícola de esa oleaginosa se ha extendido por el país a costa de bosques, tierras ganaderas y del trigo, el maíz y otros cereales. Claro que, sin la soja y los extraordinarios precios que ésta alcanzó recientemente –hasta que la suerte se le terminó a la Presidente-, no hubiera sido posible esta fiesta de despilfarro, populismo y corrupción, inherente al “modelo”.

La Presidente, al reinaugurar cien veces los mismos galpones y cabinas de señales, prometió reconvertir al país en ferroviario. Sin embargo, no solamente nada se hizo sino que los fabulosos subsidios pagados a las empresas concesionarias –que parcialmente terminaban transportados en valijas de efectivo por don Ricardito Avión Jaime, cada viernes, al despacho de don Néstor (Cirielli dixit)- no se transformaron en inversiones y, para empeorar el panorama, se cedió un sillón en el Directorio de Belgrano Cargas a Moyano, enemigo natural y esencial del transporte en tren.

La señora Presidente no parece haberse cansado aún de autoelogiarse con las mejoras concedidas, por su gracia, a los jubilados. Pese a ello, y con la necesidad imperiosa de destinar los fondos de garantía para los programas “Computadoras para Todos”, “Fútbol para Todos”, Asignación Universal por Hijo, etc., vetó la ley que imponía el pago del 82% móvil a los pasivos, y el 90% de éstos cobra la jubilación mínima que, a todas luces, es insuficiente para atender a la canasta básica.

Motivada, seguramente, en razones de alta política –nadie vaya a pensar que lo hizo por razones “crematísticas”- pero sin molestarse en contarnos cuáles eran, a contramano de todas las promesas y gestos realizados desde los lejanos días de los “hielos continentales”, doña Cristina también vetó la Ley de Protección de Glaciares, sancionada por unanimidad de ambas cámaras del Congreso, ordenando a su sumisa bancada propia no insistir con ella.

La señora de Kirchner, que se ha llenado la boca hablando de la libertad de empresas y gremios para fijar los salarios en paritarias, con el Estado como garantía, ha invertido literalmente el rol de éste y ha denegado la homologación del Ministerio de Trabajo al aumento obtenido por la Unión de Trabajadores Rurales, conducida por el “Momo” Venegas.

De don Néstor (q.e.p.d.) -que consideraba al movimiento obrero como una aliado indispensable y la piedra basal de su “modelo”- a doña Cristina que, ante la rebeldía contra un acto imperial, pide se quite la personería a un gremio, hay una enorme distancia. La misma que la lleva a devolver a la Fuerza Aérea, cuatro años después de habérselo quitado su marido, a los controladores del espacio aéreo.

Falta saber qué decidirá el plenario de la CGT, convocado por don Hugo Camión para esta tarde y con carácter de urgente, para saber cómo seguirá la lucha por la inflación, los salarios y la calle. ¡Menudas cuestiones!

La enumeración, claro, podría continuar hasta el infinito, hablando de temas tales como el “desendeudamiento” (¡Argentina pagó al FMI y se endeudó con Venezuela, a una tasa mayor!, pero el monto total de la deuda pública es igual que cuando Kirchner asumió), la caída feroz en las reservas monetarias, la decadencia de la educación, la rampante inflación, la falta de inversión en infraestructura, la inseguridad ciudadana, la fuga de capitales, etc. Sin embargo, voy a concluir con otro de los pilares del “modelo”, esto es, el consumo interno como motor único de la economía.

Doña Cristina contribuyó, en enorme medida, a que los argentinos entraran en una fiesta fantástica de compras, muchas por completo innecesarias, de automóviles, de plasmas, de electrodomésticos y, por triste que le resulte, hasta de dólares.

Esos compradores de clase media, tan incentivados y que han convertido a sus tarjetas de crédito en transparentes a fuerza de usarlas, hasta hace pocos días tenían previsto cómo pagar las cincuenta cuotas de cada una de esas compras, pero ahora deberán destinar una porción no menor y creciente de sus ingresos al pago de las elevadas facturas de luz, de agua, de gas, de medicina prepaga y de educación privada, sin hablar de los alimentos y la indumentaria.

Este verano promete ser más caliente de lo habitual pero, además, ese calor promete prolongarse, al menos hasta que todos esos aumentos de gastos sean mentalmente absorbidos por los ciudadanos, que enfrentan una presión tributaria con escasos parangones en el mundo y una prestación de servicios del Estado más que deficiente e insatisfactoria.

La gran incógnita es qué hará la ciudadanía cuando reciba el mortal golpe en sus bolsillos, cuando se vea obligada a incumplir sus compromisos, es decir, cuando todo explote por el aire. El mayor problema que aquejará a la señora Presidente es que, en la medida en que carece de ministros con personalidad propia, todas las decisiones, por pequeñas que sean, recaen en ella. Y de ella serán, entonces, todos los costos que la falta de tales fusibles hará que deba pagar personalmente.

Existe un dicho popular que dice que, cuando la situación se complica, se torna “más difícil que recular en chancletas”. Como es de público y notorio, hasta a los más acérrimos militantes del “modelo” se le está haciendo muy engorroso explicar que lo que vivimos los argentinos desde el 24 de octubre -¡hace poco más de un mes y parece que hubieran transcurrido años!- es lo mismo que hicieron don Néstor (q.e.p.d.) y doña Cristina desde los lejanos días de mayo de 2003 hasta entonces.













BsAs, 1 Dic 11



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jueves, 24 de noviembre de 2011

Para sacarse el sombrero

Para sacarse el sombrero






“No confíes en tus sentimientos porque, sean


cuales sean ahora, muy pronto habrán cambiado”.
Thomas A. Kempis







Una vez más, el Gobierno ha dado esta semana una verdadera lección acerca de cómo debe conducirse la comunicación social para vender eficazmente el “relato”, es decir, aquello que pretende transformar en realidad y, a la vez, ocultando a ésta con su juego malabar.

El fantástico método consiste en desplegar cortinas de tul de colores en los más diversos ámbitos, reescribiendo la historia argentina de los últimos doscientos años para servir a sus intereses pero, sobre todo, actuando para evitar que se perciban como tales los verdaderos y graves problemas de la sociedad argentina.

Que el General Julio Argentino Roca, uno de los hombres que más hizo por la integridad territorial del país –como lo había sido el Brigadier Juan Manuel de Rosas sesenta años antes- se haya transformado en un mero matador de indios; que tribus provenientes de países limítrofes se hayan travestido de “pueblos originarios”; que Domingo Faustino Sarmiento sea un personaje olvidado en la educación argentina para permitir que los maestros sean identificados como “trabajadores de la educación”, no son más que hitos de ese “relato” fundacional.

El Gobierno hace flamear las cortinas de tul y, ocultando el formidable ajuste -¡qué palabra tan escondida!- que se obligado a realizar por obra y gracia del formidable despilfarro de los recursos generados por el país durante el período de mayor bonanza externa de los últimos ochenta años, convierte el vicio en virtud.

La lista de quienes han renunciado ya voluntariamente a los ridículos subsidios al consumo de electricidad, de agua y de gas es encabezada, graciosamente, por doña Cristina y sus ministros, y la pseudo progresía que la rodea, pagada toda ella con dineros públicos de distintas cajas políticas, aplaude a rabiar. La ciudadanía entera, que debiera indignarse contra los que, pudiendo pagar los verdaderos precios, se beneficiaron con esos descuentos durante diez años, no reacciona porque está mirando otro canal, que le ofrece “Fútbol para Todos” o Tinelli y sus porquerías.

Con el tema de los subsidios, donde parece haber focalizado el Gobierno su ajuste tan negado y tan temido, los argentinos nos hemos enterado –fueron aplicados con total falta de transparencia e información en todo el período- que esa enorme cantidad de pobres y miserables, que dedican la totalidad de su ingreso familiar a la compra de alimentos, ha financiado con sus impuestos los subsidios otorgados, graciosamente, a doña Cristina, a sus ministros, a los sectores más pudientes de la sociedad, a los bancos, a los bingos y casinos, y miles de etcéteras.

Detrás de esas cortinas, entonces, quedan ocultos el fabuloso e injustificable enriquecimiento “blanco” de los Kirchner y sus funcionarios, los negociados y las coimas, las valijas voladoras de dinero y de drogas y, sobre todo, la inexplicable arbitrariedad con que se manejan todos los temas económicos en la Argentina.

El caso de Aerolíneas Argentinas, otro inmenso escándalo nacional, que debiera repercutir con saña y con bronca en las casas más humildes de la Argentina, fue tal vez el más paradigmático. La ciudadanía, en general, culpa de todos los males de la empresa a los gremios aeronáuticos –y tiene razón al hacerlo- olvidando cuánta responsabilidad cabe a ambos Kirchner, don Néstor (q.e.p.d.) y doña Cristina, en el carísimo desaguisado.

El falso “progresismo” argentino, el mismo que sigue justificando el literal robo que el Gobierno ejecutara sobre los ahorros privados en las AFJP’s, continúa clamando acerca de la necesidad de contar con una línea aérea “de bandera” para que actúe como “embajadora” nacional en los cielos del mundo, y festejando una expropiación que no fue tal. Que países tales como Estados Unidos, Brasil, Chile, muchos europeos, etc., carezcan de tan esencial elemento para ser soberanos no parece ser una razón suficiente para obligarlo, al menos, a pensar.

Las acciones de la empresa continúan en manos de capitales españoles, que también cargan con culpas propias, a los cuales el kirchnerismo echó del país a fuerza de aprietes de todo tipo, tarifarios y gremiales.

Para lograrlo, don De Vido se sirvió de don Subsidio Jaime y de los inefables don Cirielli y don Pérez Tamayo, dirigentes de algunos de los muchos sindicatos que pululan en la empresa. Al primero lo nombró Subsecretario de Transporte Aéreo, y el segundo se transformó en el chofer de los aviones presidenciales. A ambos gremios, imprescindibles para obligar a los españoles a hincar el hocico, los llenó de privilegios inauditos y, con ello, sus dirigentes obtuvieron un poder fantástico.

Pero el oficialismo, que descubrió la posibilidad de contar con un nuevo “coima-ducto” a través de la empresa, puso a conducirlo a un grupete de chicos, carentes de toda experiencia –pese a sus títulos universitarios- en materia de administración de una empresa aérea, para poder pagarles sueldos disparatados que retribuyeran su ciega militancia política.

Incluyendo el previsto aporte a realizar por el Tesoro durante el 2012, al concluir ese año Aerolíneas Argentinas, “su compañía”, se habrá tragado la bonita suma de dos mil ochocientos millones de dólares. Harto se ha comparado ese importe con el precio de toda la empresa Gol Linhas Aéreas, por ejemplo, que hoy puede comprarse por un mil ochocientos millones.

Pero hoy mismo, en una carta a La Nación, Fernando Giménez Zapiola puso aún más el dedo en la llaga al comparar la cantidad que Aerolíneas perderá este año –ochocientos millones de dólares- con el costo de levantar y equipar uno de los sanatorios mejores de la ciudad de Buenos Aires, demostrando que, con ese déficit, se hubieran podido hacer nada menos que ¡cuarenta! establecimientos de salud similares.

Si a esos guarismos se agrega que, como es natural, sólo viaja en la compañía el sector más alto de la sociedad, mientras es solventada con los impuestos de los más pobres, se comprenderá a qué me refiero cuando pondero el éxito del Gobierno a la hora de comunicar su “relato”: pese a la magnitud del escándalo, la ciudadanía no ha reaccionado.

Tampoco lo ha hecho con el lapidario informe de la Pastoral Social de la Iglesia, Cáritas, respaldada en estudios realizados por el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina en el Conurbano de Buenos Aires, que reúne al 32% -doce millones- de la población nacional. Al considerar que sólo un ingreso mensual de $ 2.150 puede evitar que una familia caiga en la miseria por la insatisfacción de la canasta básica, ha determinado que la información que provee el Indec de don Patotín Moreno esconde a la mitad de los más pobres –respecto al 34,9% real- bajo la alfombra del “relato” del Gobierno.

En ese Gran Buenos Aires, el 16,3% vive en riesgo alimentario, el 24,7% no tiene cobertura médica, el 10,8% vive en villas de emergencia, el 46,4% no tiene cloacas -¿escuchó, don Scioli?- y el 25,2% habita cerca de basurales; el 9.3% -¿y los declamados planes sociales?- de los jóvenes de 13 a 17 años no concurre a la escuela, mientras que el 25,6% está atrasado. Lo notable es que esos datos corresponden a este año, es decir, cuando ya han transcurrido nueve años del período de mayor crecimiento de la economía argentina y ocho y medio de la implantación de este “modelo de acumulación con matriz diversificada e inclusión social”.

El inusitado crecimiento del tráfico de drogas en la Argentina -país de tránsito, producción y consumo de cocaína, de su residuo -el “paco”- y de todo tipo de drogas sintéticas- demostrado por la no detectada presencia de nubes de avionetas que la transportan, ha generado un paralelo florecimiento de la inseguridad, sólo una “sensación” al decir de don Anímal Fernández, y seguramente está vinculado a los cuatro terribles asesinatos de chicos que se han producido en estos días.

La misma encuesta a la hice referencia demuestra que el 29% de los entrevistados manifestó saber dónde se venden drogas en su barrio. Los policías parecen ignorarlo, o evitan entrar en conflicto con poderosos intereses políticos para no arriesgar sus carreras individuales.

Tampoco en este caso la ciudadanía reacciona -más allá de las manifestaciones transformadas en puebladas por grupitos de inadaptados que destruyen todo a su paso- y parece dedicar toda su actividad a ver el Fútbol para Todos o los programas de pornografía inmundos que inundan sus nuevos plasmas.

El “engordamiento” gremial que los Kirchner fomentaron en Aerolíneas, también se ha producido en los gremios docentes de la ciudad de Buenos Aires, que hostilizan al gobierno de Macri usando como ariete a los chicos que se quedan sin clases. Que existan nada menos que diesiete agrupaciones distintas da una pauta de la dificultad que encuentra Bullrich para conducir el permanente conflicto, pero la gente no reacciona.

Sin embargo, la reina Cristina está sola en la punta de una pirámide en la que exclusivamente ella sabe qué lugar ocupa cada uno de sus funcionarios. Por eso, que es percibido por todo el mundo, le será muy difícil trasladar a otro el costo político del verdadero tarifazo que ha desatado.

Cuando las cuentas de luz, gas y agua comiencen a llegar a todo el mundo con los nuevos valores, el bolsillo de los llamados a pagar la fiesta consumista y populista hará que éstos griten de dolor y, sin dudas, imputarán su costo –como hicieron con Alfonsín, Menem y De la Rúa- a quien encarna la suma del poder público, aún cuando la señora merezca que nos saquemos el sombrero por su forma de relatarnos la realidad.




Bs.As., 24 Nov 11








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jueves, 17 de noviembre de 2011

¡Y al tercer día resucitó el ajuste!

¡Y al tercer día, resucitó el ajuste!









“El mundo necesita: hombres que sean



sinceros y honrados en lo más íntimo de



sus almas; hombres que no teman dar al



pecado el nombre que le corresponde;



hombres que no se vendan ni se compren;



hombres que se mantengan de parte de la



Justicia aunque se desplomen los cielos”.
Elena de White










El Gobierno ha decidido hacer saber a la ciudadanía que la fiesta que el kirchnerismo viene celebrando desde hace ocho años y medio se ha terminado, y que ha llegado el momento en que hay que pagar su precio.

El “relato”, sin embargo, impuso una vez más sus condiciones y se produjo el curioso caso en que dos ministros, uno de ellos Vicepresidente electo, sonrieran y festejaran con circunloquios –nada más prohibido en el léxico oficial que la palabra “ajuste”- el baño de agua helada que anunciaron el miércoles por la tarde.

Tampoco resultó un dato menor descubrir quiénes serán los primeros que, según decidió la Casa Rosada, deberán sacar a relucir sus billeteras. Así, el primer paso del apriete tendrá la debida anestesia, porque nadie podrá estar en desacuerdo con que los, obviamente, más ricos sectores de la Argentina –las grandes empresas, los barrios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires, los country-clubs, etc.- sean los llamados a encabezar la fila de los pagadores.

Sin embargo, la magnitud real de las medidas anunciadas resultará, a ojos vistas, insuficiente –representan sólo un 6% de economía- a la hora de parar la hemorragia que los subsidios, que el proyecto de Presupuesto enviado al Congreso eleva a $ 75.000 millones para 2012, continúan provocando sobre las pauperizadas arcas públicas.

Ya este módico recorte implicará un impacto cierto –¿tres o cuatro puntos porcentuales?- sobre una inflación tan extremadamente alta como la que padecemos los argentinos y, cuando la tijera oficial amplíe su radio de influencia, el efecto resulta difícil de predecir.

En esta semana, don Guillermo Moreno no solamente actuó según su peculiar modo en el mercado cambiario y en las importaciones de agroquímicos sino que propinó un nuevo cachetazo a una ciudadanía que parece no dispuesta a reaccionar, cualquiera sea el agravio recibido: su Indec nos informó que el dibujo mensual sólo admitía un incremento de 0,6% en la inflación de octubre. ¿Qué hará Patotín a partir de ahora?

Desde esta columna, y desde hace años, he venido sosteniendo la necesidad de dar racionalidad al disparate que, forzado por las circunstancias, el Gobierno debió implementar en los primeros años de este siglo pero que mantuvo, cuando ya no sólo resultaba superfluo sino que llevó a una crisis energética que los argentinos deberemos pagar por generaciones. Es decir, lo mismo que sucedió con la convertibilidad, tan imprescindible para detener la hiperinflación de 1989/1990, que se transformó en una costosísima insensatez a partir de 1998.

Por ello, no puedo menos que aplaudir que, de a poco, se den pasos en el camino correcto, que nos van alejando de la inmoralidad que representa el espectáculo de los más pobres subsidiando a los más ricos que, como se les regalaban el gas, el agua y la luz, cada vez consumían más. ¡Curioso caso de política “Hood-Robin” en el declamado “modelo de inclusión social”!

Pero, como el cristi-kirchnerismo siempre debe ser fiel a su esencia, aún las razonables medidas adoptadas contienen una cuota indefinible de arbitrariedad, ya que los borrosos límites concretos de su aplicación quedarán, una vez más, en manos de los funcionarios de turno.

El tema es que, como todos los ajustes –aún cuando se los bautice de otra manera-, éste tiene un enorme efecto contractivo sobre la economía; es decir, el Gobierno se ve obligado a adoptar medidas que enfrían cuando la crisis internacional golpea a las puertas. La ciudadanía deberá dejar de comprar otros bienes para pagar la diferencia en las facturas de los servicios.

Los pueblos que supieron ahorrar en épocas de vacas gordas, hoy pueden enfrentar el tsunami global con políticas expansivas –las mismas que doña Cristina preconizó en Cannes-, mientras que nuestra Presidente, que fue coautora de la dilapidación clientelista que vivimos en los ocho años y medio del imperio K, deberá lidiar desarmada de instrumentos en el período de vacas flacas.

A partir de ahora –recordemos que el próximo mandato de la señora de Kirchner aún no ha comenzado- el descontento y la desilusión empezarán a carcomer el ánimo del 54% que se expresó a favor de su continuidad. Resulta difícil predecir, también en este caso, cómo se expresarán entonces los ciudadanos. ¿Seguirá siendo el Gobierno alto, rubio y de ojos azules?

¿Resucitarán, por ejemplo, las quejas por la corrupción cristi-kirchnerista? ¿Recordaremos a Skanska, a don Ricardo Jaime, a don Shocklender y a doña Hebe de Bonafini, a la droga en los aviones de Southern Winds y de los Juliá, a los fondos de Santa Cruz, al increíble enriquecimiento de nuestros funcionarios, comenzando por la pareja imperial? ¿Le echaremos la culpa del desmadre?

¿Y cómo reaccionará doña Cristina y sus jóvenes adláteres cuando los vientos cambien definitivamente en la opinión pública y ésta se torne por completo adversa? Una pregunta con inimaginable respuesta.

El mismo miércoles, pocas horas después del nuevo “acomodamiento tarifario”, se produjo otro episodio notable. Pese a la negativa oficial a radarizar las fronteras –medida tan innecesaria, según Anímal Fernández- lo cierto es que a la Argentina llegan miles de aviones cargados de droga, provenientes de Bolivia y Paraguay. Esta vez, lo curioso fue que una avioneta fue secuestrada, y sus pasajeros detenidos, cuando la falta de combustible la obligó a tomar tierra ¡en Pergamino! O sea, pudo volar más de mil, ¡1.000!, kilómetros dentro del país sin ser detectada.

Un último cambio de tema: el voto del ex opositor Alejandro Fargosi en el Consejo de la Magistratura permitió al Gobierno blindarse en un área trascendental en materia de corrupción, ya que obtuvo la designación de cuatro jueces federales en lo Criminal. Sí, esos magistrados que, precisamente, deben investigar las sospechas y las denuncias contra funcionarios.

Para comprender cómo me afectó, a título personal, la “borocotización” de Fargosi basta con decir que, según él mismo afirmó públicamente al ser electo, una parte importante de su triunfo se debía al apoyo que le había brindado por Internet. No es cierto, pero hice campaña a su favor, convencido de que representaría lealmente a los abogados que creemos que, en la Argentina, con una Justicia seria e independiente, todo será posible y, sin ella, nada lo será.

Debo aclarar que no tengo sospecha alguna acerca de algún trapicheo monetario en esa verdadera traición, pero creo que fue motivada en que se subordinaron intereses superiores –precisamente, los de la República- a meros aspectos políticos y coyunturales, todos ellos mezquinos. El costo que los ciudadanos pagaremos aún resulta de muy complicada dilucidación, pero no dudo que será altísimo.

Los sabios chinos, cuando quieren maldecir a alguien, le desean que viva tiempos interesantes. Tengo la certeza de que los que vendrán lo serán, y mucho.











Bs.As., 17 Nov 11


















jueves, 10 de noviembre de 2011

Adivinanzas en Cristilandia

Adivinanzas en Cristilandia



“En los momentos de crisis, sólo la imaginación


es más importante que el conocimiento”.


Albert Einstein



Desde el mismo lunes 24 de octubre, cuando la señora Presidente percibió que el humor económico de la ciudadanía tenía poco que ver con su talante político, que le había concedido el 54% de los votos positivos, y pese a que las propias espadas del oficialismo establecen en el 7% la incidencia de las compras minoristas en la fuga de capitales, el Gobierno desató una verdadera guerra, con tropas y armas de todo tipo, contra quienes pretenden comprar unos pocos dólares en la Argentina.

Entonces, si es tan bajo el factor “chiquitaje” en la compra de dólares, ¿por qué desatar el pánico que, como siempre, se transformó en un tsunami en el mercado? ¿Por qué reaccionar de ese modo, si la fuga lleva nada menos que cincuenta y dos meses consecutivos? Adivinemos: ¿estará preocupado el Gobierno porque las reservas que dice tener no son tales y, consecuentemente, no podrían responder ante una dolarización más fuerte?

Porque, debemos recordar, la única “moneda” debería ser, en la Argentina, el peso. Lo demás, dólar incluido, son “cosas”, cuyos precios dependen de la oferta y la demanda. Si hay tanta demanda como para preocupar a la Casa Rosada, resulta que la oferta no debe ser tan suficiente como debiera, y esa exacerbación de la demanda sólo puede deberse, mal que nos pese a todos, a la enorme desconfianza que despierta la falta de una verdadera política económica y a la incógnita acerca de hacia dónde se dirigirá doña Cristina en su nuevo mandato, generada por la duda acera de la identidad de su Ministro de Economía.

Las mismas fuentes oficiales, en especial la inefable doña Merceditas Marcó del Pont, Presidente del Banco Central, nos ha hecho saber que la enorme mayoría de las compras de dólares se debe a las remesas de utilidades de las empresas a sus matrices en el exterior. Y lo explican, de cara al público, por la crisis internacional, que golpea a esas mismas compañías en sus países de origen, todos ellos situados en el primer mundo.

Ahora bien, adivinemos otra vez: ¿cuál será la empresa que, en proporción a sus ganancias, más divisas remitió a su empresa-madre? Supongo que acertó: YPF, que envió a los españoles de Repsol, dueña del 85% de su capital, nada menos que 144% de lo que ganó. Sí, aunque lo sorprenda, la familia Eskenazi que, por una enorme generosidad de los dueños se quedó con el 15% de la compañía y con su administración sin poner prácticamente un centavo, mandó a España US$ 144 por cada US$ 100 que ganó.

Claro que nuestros distinguidos y exitosos compatriotas estaban obligados a hacerlo, toda vez que el contrato por el cual “compraron” el 15% de YPF establece que deben devolver el préstamo que obtuvieron para pagarlo -¡que le dieron los propios accionistas de Repsol!- con los dividendos que le corresponden por el porcentaje adquirido.

En una palabra, y por si usted no estuviera versado en estos temas, el negocio se hizo así:
a) Repsol, a la que le habían congelado las tarifas y que no tenía diálogo real con el entonces Presidente Kirchner, tenía interés en “desinvertir” en Argentina, o sea, salir y llevarse lo que pudiera;
b) alguien, muy atento por cierto, señaló como interesados en entrar en YPF a los Eskenazi quienes, curiosamente, nada tenían que ver hasta entonces con el negocio del petróleo y del gas; es más, su experiencia anterior consistía en haberse quedado con el Banco de Santa Cruz que, entre otras cosas, operó los famosos “fondos” sobre cuyo destino don Néstor (q.e.p.d.) nada explicó;
c) como los Eskenazi no tenían dinero para comprar tamaña proporción de la empresa, los propios españoles se lo prestaron, con la notable excusa de la experiencia de los compradores en “actuar en mercados regulados” (sic), además de entregarles la administración del total de YPF;
d) los nuevos gerentes (recuerde, los Eskenazi) distribuyeron, como dividendos, muchísimo más que lo que YPF ganó; con su 15% fueron pagando a los españoles quienes, a su vez, retiraron el 85% de esos dividendos, con lo cual cumplían el objetivo descripto en el punto a).

Hasta allí, y en la medida en que no había nada probadamente ilegal en la operación, no habría nada que objetar.

La cosa es diferente cuando se descubre, como explicó Alieto Guadagni en el maldito Clarín.com del 7 de noviembre, que ninguna compañía petrolera del mundo se comporta de ese modo. Así, Petrobrás distribuyó el 30% de sus ganancias, Exxon el 25%, British Petroleum el 44%, y Total el 40%, y todas reinvirtieron la diferencia en exploración. YPF, obviamente, no sólo no pudo hacerlo sino que “desinvirtió” fuertemente.

El verdadero drama radica en que, entre otras razones vinculadas al congelamiento de tarifas a toda la industria, tal como continuó explicando Guadagni (http://tinyurl.com/6mamfmv), para cubrir las obligaciones de los Eskenazi frente a los españoles de Repsol, Argentina dejó de explorar, descubrir nuevas reservas y hasta producir. Por primera vez, en más de un siglo, el kircherismo logró que la producción petrolera y gasífera cayeran.

Las reservas han disminuido, desde 2003, tan fuertemente que recuperarlas nos costará una inversión fantástica e inalcanzable, al menos para el ahorro local: ¡US$ 300.000 millones!.

Argentina es, sólo después de Rusia, la nación más dependiente del gas del mundo. Como producimos menos, y el consumo es cada vez mayor, debemos importar más, a precios internacionales crecientes. Como esos precios son en dólares, el Gobierno debe afrontarlos con lo que puede: los ingresos en divisas por las exportaciones, las reservas del Banco Central, las tenencias de la Anses, el Pami, etc. Este año, hemos pagado US$ 3.000 millones por los combustibles que importamos; en 2012, esa suma trepará a US$ 7.500 millones y, en 2013, a escalofriantes US$ 12.000 millones.

El mismo día en que el artículo citado fue publicado, YPF desplegó una fantástica cortina de humo para evitar que la opinión pública tomara conciencia de la magnitud del drama descripto. Informó que, en Loma de la Lata, había descubierto un yacimiento de petróleo no convencional que triplica sus reservas. El éxito de la maniobra se confirmó, al día siguiente, con un alza del 10% en el precio de las acciones de la petrolera en la Bolsa porteña.

Sin embargo, resulta menester explicar algunos detalles del rimbombante anuncio. Primero, se trata de petróleo “no convencional”; es decir, no se encuentra empapado en arenas sino en rocas. Segundo, se ignora, en realidad, la magnitud del yacimiento y, en especial, no se sabe si el costo de extraerlo justificaría hacerlo en algún momento. En resumen, al menos un apresurado y aventurado anuncio, que no podrá reflejarse por mucho tiempo en los balances de la empresa.

Para continuar, otra de las adivinanzas. El martes, el nuevo Secretario de Transportes, sucesor de don Ricardo Avión Jaime, protestó con indignación por manifestaciones de los dueños de colectivos que informaron que, si se quitaban los subsidios, el boleto pasaría a costar la bonita suma de $ 4,50; dijo don Schiavi que no se haría.

El subsidio al transporte representa la gran mayoría del monto total que se reparte con ese fin que, este año, ya ha llegado a los $ 75.000 millones. Dijo el funcionario, además, que “no es un tema prioritario”, pero que se “está trabajando a full en su estudio”; notable contradicción, ¿no es cierto?

Entonces, ¿quién pagará la diferencia entre el precio real y el subsidiado, cuando dejen de hacerlo? Lo mismo ocurre con el gas, la luz y el agua; cuando dicen don De Vido y don Boudou que no subirán las tarifas, ¿quiénes se harán cargo de la diferencia?

Aclaro, a priori, que estoy de acuerdo con que resulta indispensable subsidiar a los más necesitados, pero no a las empresas prestadoras. Resulta muy fácil, en la era de la computación, hacerlo; sin embargo, desde 2002, las tarifas generales no aumentan, y se ha dado el curioso caso de “redistribución e inclusión” en que los más pobres y el interior del país están pagando más para que los porteños más ricos paguen menos. ¡Notable!

Finalmente, la última adivinanza. Dada la necesidad del Gobierno de tapar algunos de los muchos agujeros por los cuales se dilapidan los ingresos argentinos, ¿cómo repercutirán esas medidas, cuando pronto se generalicen, sobre una de las inflaciones más altas del mundo? ¿Se podrá esperar hasta que ingresen los soja-dólares para actuar sobre el gasto público?

Ayer mismo, con un golpe al mejor estilo de don Guillermo Moreno, su par de la AFIP, don Echegaray, paralizó todas las importaciones de la Argentina. Una oportuna y masiva queja de los afectados obligó al organismo a volver sobre sus pasos, pero nadie sabe hasta cuándo. Obviamente, de implementarse una medida de ese tipo, las represalias comerciales de nuestros compradores extranjeros no se harán esperar.

Cuando tanto me equivoqué al pronosticar que doña Cristina no se presentaría a la reelección, entre otras cosas, lo hice pensando en que se abstendría para no tener que pagar la cuenta de la fiesta, precisamente lo que ya está ocurriendo. Si hubiera seguido el implícito consejo, hoy estaría disfrutando de la paz y de los beneficios del Calafate y de otras ciudades que, en el mundo, tanto le gustan aunque, a veces, terminen tratándola tan mal -el “orgullito” que dijo haber sentido la Presidente en la reunión del G-20 tuvo menos de cuarenta y ocho horas de vida- como Cannes.


Bs.As., 10 Nov 11



domingo, 6 de noviembre de 2011

Ajuste sí, pero ¿también saqueo?

Ajuste sí pero, ¿también saqueo?







“Tacto es la habilidad de hacer que el





otro vea la luz sin hacerlo sentir el rayo”





Henry Kissinger







La semana pasada, esta columna tuvo un título bastante parecido, ya que planteaba entre qué posibilidades debería optar el Gobierno en un muy breve plazo. Como todos sabemos, inició el camino que lo llevará a una mayor racionalidad económica, sobre todo en tiempos de crisis internacional y de complicaciones en el panorama interno. Falta saber, aún, si también recurrirá a la otra opción, como ha hecho con los ahorros privados en las AFJP’s, con las reservas del Banco Central, con el fondo de sustentabilidad de la ANSES, con las carteras del Banco Nación y hasta con la caja del PAMI.

Sin embargo, los anuncios que, con sonrisas y con circunloquios con los que evitaron la palabra “ajuste”, formularon don De Vido y don Boudou pusieron sobre el tapete una de las caras más oscuras de las demenciales políticas llevadas adelante en los ocho años y medio del reinado kirchner-cristinista. En efecto, al informar a la ciudadanía a quiénes se suprimían los subsidios a los consumos de luz, agua y gas se confirmó que, sacrificando a los más pobres (por ejemplo, a los que no tienen acceso al gas por cañería y deben pagar el precio de las garrafas) el “modelo” regaló dinero, a manos llenas, a casinos, hipódromos, bingos y bancos.

Lo que hace parecer absurdos esos anuncios oficiales es la cifra de ahorro que representan -$ 600 millones de pesos- sobre un total que el propio Presupuesto 2012 estima en más de $ 75.000 millones. Parece un poco magro el resultado, ¿no es cierto? Sobre todo, si pensamos que una suma mayor se destina a financiar el “Fútbol para todos” o a Aerolíneas Argentinas o a cualquiera de los distintos emprendimientos populistas que tan de moda están.

Tanto los ex secretarios de Energía como muchos otros analistas, incluyendo a quien esto escribe, hace años que nos desgañitamos pidiendo racionalidad en la política de subsidios, ya que el objetivo buscado se cumpliría mucho mejor si, en lugar de compensar a las empresas por el congelamiento de tarifas, se impusiera el cobro diferencial, favoreciendo a quienes menos tienen y liberándolas a quienes pueden pagarlas.

Siendo un absoluto lego en la materia, me pregunto: dado el enorme crecimiento de la recaudación por el IVA –obviamente, debido a la inexistente inflación-, ¿no sería mejor, en lugar de implementar controles de precios, que siempre fracasan, quitar ese impuesto a los productos de una canasta básica familiar? Esa simple medida implicaría un aumento directo en el poder de compra de los más humildes –que destinan la casi totalidad de sus ingresos a la comida- equivalente al 21%.

Los ministros dijeron que la medida adoptada no implicará modificaciones en las tarifas. Claro, resulta casi perogrullesco decir que, como éstas no cambiarán, el porcentaje que cubrían los quitados subsidios deberán ser absorbidos por el consumidor. Cuando la supresión de esos favores se generalice, ¿qué pasará con la inflación, que está entre las cuatro más altas del mundo?

Desde el 14 de agosto, y más desde el 23 de octubre, la economía argentina está sumida en la incertidumbre por la falta de precisiones de la Presidente y, como siempre lo han hecho nuestros ciudadanos, el precio de esa duda acerca del futuro es la fuga de capitales y el crecimiento sostenido del mercado negro. Porque todos nos preguntamos cómo pueden sostener férreamente el timón, en medio de una tempestad como la que azota al mundo, siete -¡siete!- pseudo-ministros de Economía (Boudou, Marcó del Pont, Felletti, Moreno, Lorenzino, De Giorgi y Echegaray) que, en forma permanente, se contradicen en sus recomendaciones a la Presidente.

Resulta hasta redundante decir que, en los ocho años de gobierno de la familia patagónica se ha desperdiciado la mejor oportunidad que tuvo la Argentina desde los lejanos días de la primera mitad del siglo XX, y se ha dilapidado una fortuna que, por el brutal aumento de precio de nuestras exportaciones, hubiera permitido mejorar sensiblemente la pirámide social que, hoy, presenta los mismos porcentajes de pobreza e indigencia que existían en los denostados 90’s. No hay que olvidar que, con estos precios internacionales, Alfonsín, Menem, De la Rúa o Duhalde se hubieran transformado en estadistas y, probablemente, seguirían en la Casa Rosada.

Sin embargo, el viento de cola que acompañó a los pingüinos desde su origen a nivel nacional no ha servido para transformar al país, para renovar su infraestructura, para convertirlo en una nación moderna, eficiente y competitiva. Carecemos de rutas y caminos, hemos perdido la autosuficiencia energética y todos los índices reales –no los dibujados- se han deteriorado, mientras los siderales ingresos se han malgastado en populismo y en clientelismo, cuando no han terminado en los bolsillos de los funcionarios y sus cómplices.

La apelación de la Presidente a terminar con el “anarco-capitalismo” fue un verdadero hallazgo; lo malo es que el criterio expuesto no se aplica en la Argentina en la que ella reina y gobierna. Aquí, la falta de seguridad jurídica, los controles policiales, los aprietes de don Moreno, el enriquecimiento geométrico de los amigos del Gobierno, la absurda protección a industriales prebendarios tienen muy poco que ver con la declamada postura de doña Cristina ante el mundo.

Adjudicar a la especulación todos los males y negarle todas las virtudes, amén de formar parte de un discurso infantil, retrógrado y absolutamente perimido, es desconocer que el ahorro público –destruido aquí por la fuga de capitales- y, sobre todo, la asunción de riesgos en la financiación son absolutamente esenciales para el desarrollo de los pueblos. ¡Hasta China lo ha comprendido!

Doña Cristina pronunció sus sabias palabras en Cannes, donde el viernes se reunió con el Presidente Obama. Qué se dijo, en verdad, en esa reunión todavía no lo sabe nadie más que sus protagonistas, pero pretender, como hizo la prensa del Gobierno y adicta, que la viuda de Kirchner sólo recibió halagos, parece un poco primitivo. Es más, esa entrevista no tuvo repercusión alguna en la prensa mundial; ningún diario, canal o radio extranjero la mencionó.

Obama tiene muy fresco el “grave” (según sus propias palabras) incidente protagonizado por Twitterman y sus tenazas sobre un avión norteamericano, a cuya tripulación se llegó a imputar un posible tráfico de drogas y del cual se retuvo información sumamente sensible por meses; tampoco el Departamento de Estado ha olvidado las acusaciones de integrar un complot formuladas cuando Antonini Wilson fue descubierto portando valijas chavistas ni el pesado agravio a la institución presidencial que constituyó la contra-cumbre de Mar del Plata (el sábado fue recordada por funcionarios y militantes en un acto en esa ciudad).

Después de la creciente rispidez entre Israel e Irán, el Presidente norteamericano tampoco está dispuesto a aceptar una mayor presencia de esta república islámica –hoy el mayor enemigo de los EEUU- en América Latina. Hay personal militar iraní en Venezuela y Bolivia, y tiene sumo interés en los yacimientos de uranio, indispensable para su desarrollo nuclear. El reciente giro en la posición argentina, en un sentido favorable a Adjmenijhad, tal vez motivado por la necesidad del “modelo” de encontrar reemplazo a la antigua generosidad de Chávez, debe necesariamente haber formado parte de la agenda bilateral e incluido en las condiciones impuestas a nuestro país para intentar su reenganche al mundo.

La semana que comenzará mañana nos dirá mucho acerca de la forma en que doña Cristina piensa encarar su segundo mandato. Ahora se verá si sostiene la falacia del Indec, el rechazo a las auditorías del FMI, la negación de la inflación, el atraso cambiario, la persecución a la prensa disidente, las medidas policiales sobre el mercado, la arbitraria suspensión de importaciones, etc., o si, por el contrario, continúa en la senda virtuosa que, por cierto muy tímidamente, parece haber iniciado con el recorte de subsidios a las actividades más sorprendentes.

Debo confesar que, dada la naturaleza de escorpión que el kirchner-cristinismo lleva en sus entrañas, no tengo demasiadas esperanzas.






Bs.As., 6 Nov 11








domingo, 30 de octubre de 2011

¿Ajustar o saquear?

¿Ajustar o Saquear?




“Cuando crezcas, descubrirás que ya


defendiste mentiras, te engañaste


a ti mismo o sufriste por tonterías. Si


eres un buen guerrero, no te culparás


por ello, pero tampoco


dejarás que tus errores se repitan”.


Pablo Neruda




En un artículo reciente, pero anterior a las elecciones generales del domingo pasado, describí por qué el Gobierno, frente a la caída simultánea de todas las columnas basales del “modelo” –los superávits gemelos, el dólar “competitivo”, el crecimiento geométrico de la soja y el atraso cambiario en Brasil- se vería enfrentado a encrucijadas complicadas. Hoy podemos decir que la opción se reduce a ajustar ese “modelo” a la nueva realidad o saquear nuevas cajas.

Para enderezar el rumbo, y pese a conocer las diferentes complicaciones que implicaría, bastaría con corregir algunos gigantescos errores cometidos por el kirchnerismo: el ocultamiento de la inflación con la falsificación de las estadísticas oficiales, el subsidio a las empresas prestadoras de servicios públicos, el congelamiento de los precios a las energéticas con paliativos gubernamentales, el atraso cambiario, la inseguridad jurídica, etc.

Cuando digo que no sería tan difícil hacer correcciones que no conllevaran el sacrificio de puestos de trabajo –como ya está ocurriendo- o el castigo, una vez más, a los más pobres, me refiero, por ejemplo, a modificar la política de subsidios a la energía o al transporte. Una inmediata y rápidamente progresiva liberación de los precios, con un simultáneo subsidio a los consumidores más necesitados de ambos servicios, permitiría reducir de golpe el déficit de la balanza comercial que, en materia de combustibles, este año rondará los US$ 8.000 millones.

Porque, como siempre, la realidad se impone y el viento de cola que acompañó a dos gobiernos sucesivos, que tuvieron una suerte increíble, parece haber borneado por influencia de la crisis internacional, que nadie puede asegurar cuándo y cómo terminará.

El Gobierno está proyectando una película que los argentinos ya vimos muchas veces: el control policial para evitar la continuidad en la fuga de capitales, que este año superará los US$ 20.000 millones. Sería cosa de recordar a doña Cristina y a su instrumento, don Guillermo “Patotero” Moreno, que ni siquiera Stalin consiguió vencer al mercado negro, pese a llegar al asesinato de veinte millones de compatriotas al intentarlo.

Desde el lunes pasado, en lugar de continuar con el festejo que el 54% obtenido el domingo ameritaba, el Gobierno está trabajando de sol a sol para intentar calmar a un mercado que ya ha dejado de creer en el “relato”, que percibe que el dólar está extremadamente barato en la Argentina, que no hay nadie (o demasiados) al frente del timón monetario y que, más temprano que tarde, las leyes inmutables de la economía se impondrán.

Pero no es por capricho o por vocación suicida que el Banco Central haya sacrificado tantas reservas para mantener “planchado” el precio de la divisa norteamericana -¡detalle curioso: Argentina es el país más “antinorteamericano” de la región y, sin embargo, los argentinos se refugian en su moneda!- sino que sabe que devaluar hoy, con una inflación que supera el 28%, la dispararía instantáneamente, amén de producir conflictos graves por la licuación de los salarios.

Por lo demás, tampoco resulta un dato menor que, pese a los estruendosos anuncios oficiales en la materia –que sólo hablan, en realidad, de cifras minúsculas- la inversión privada directa ha mermado, en el último año, nada menos que 30%.

Y la única razón de ello es la falta de seguridad jurídica. Porque es menester reconocer que, a pesar que la Argentina, en orden a sus números macroeconómicos de crecimiento del PBI y de ratio de su deuda, está muchísimo mejor que muchos países europeos, las inversiones no llegan y prefieren irse a Brasil, a Chile, a Uruguay, a Paraguay, a Perú y a Colombia.

Nuestro país no ha conseguido llegar a un acuerdo con el Club de París por la cerrada negativa kirchnerista a cumplir el requisito esencial que el mundo impone a todos sus integrantes: la revisión, por el FMI de sus cifras económicas. Ello impide a las empresas privadas dar crédito a los importadores locales en sus compras, ya que no pueden obtener los seguros a la exportación de sus productos.

Pero, a la vez, nos impide acceder a los mercados voluntarios de crédito, mientras que Estados Unidos, absolutamente disgustado con nuestro país por varias y simultáneas razones, amén de habernos retirado el status de aliado privilegiado, no sólo veta cada tentativa nacional de obtener créditos de los organismos multilaterales sino que, públicamente, ha salido a buscar aliados que respalden su posición en nuestra contra.

Esta semana, en Cannes, en la dorada Costa Azul francesa, nuestra Presidente ha sido invitada a conversar, en privado, con Barak Obama. Por supuesto, el enorme aparato de prensa que el oficialismo supo conseguir ha presentado ese convite como un triunfo de la diplomacia argentina, encabezada por el inefable don Héctor “ex Twitterman” (se ha llamado a sugestivo silencio) o como un reconocimiento al apoyo ciudadano recibido el domingo pasado por doña Cristina.

Sin embargo, parece ser que las razones son otras. Como es sabido, Estados Unidos considera a Irán como su enemigo público Nº 1 en la actualidad. Por su parte, tanto Venezuela como Bolivia -el Brasil de Dilma corrigió esa postura de Lula-, han permitido a los ayahtollas hacer pie en América y, se sospecha, a acceder al control de material nuclear estratégico local.

Doña Cristina, con su orden a la delegación argentina de permanecer en el recinto de la Asamblea General de la ONU mientras su Presidente, el curioso Ahmadineyad despotricaba a los gritos contra Occidente y negaba el holocausto, y su negativa a romper relaciones pese a la acusación –aún no probada, es cierto- de la autoría del atentado a la AMIA, se ha puesto en la mira de un Departamento de Estado preocupado por la penetración iraní en nuestro continente.

Fuentes muy bien informadas, entonces, ofrecen otra versión de los objetivos de Washington para la entrevista bilateral: Obama daría un ultimátum a la señora de Kirchner para que ésta defina, en forma clara e inmediata, la posición hemisférica y global de la Argentina; si la respuesta no fuera del gusto norteamericano, nuestro país pasaría a convertirse, lisa y llanamente, en un enemigo de Estados Unidos. Si eso ocurre con una administración demócrata, cabe imaginar qué sucedería si el Partido Republicano se impusiera el año próximo.

Esa versión resulta muy creíble cuando se recuerda el cúmulo de agravios que el kirchnerismo y el cristinismo han propinado a las instituciones norteamericanas: la contra-cumbre de Mar del Plata, la acusación a la CIA de un complot contra el Gobierno por el caso de Antonini Wilson y su valija, el secuestro de material estratégico y la acusación de narcotráfico en el caso del avión decomisado por el Canciller en persona, y miles de otros más pequeños.


El Departamento de Estado tiene muy larga memoria cuando se trata de afrentas a la Presidencia –no al Presidente- de su país y, usualmente, las cobra. Baste recordar qué pasó cuando el mismo Obama decidió realizar una gira por el Cono Sur de la cual, como era obvio, la Argentina fue excluida.

En fin; como el resultado de octubre estaba definido ya en agosto, doña Cristina ni siquiera pudo disfrutar de la tradicional tranquilidad que otorgan los primeros cien días de un gobierno que, en los hechos, ya ha comenzado.

La conjunción de tan gran poder en manos de una sola persona y la falta de definición de ésta con relación al nombre de su Ministro de Economía, que permitiría vislumbrar por cuál de las variantes del título se inclinará a partir de diciembre, y un escenario internacional sumamente complicado, han vuelto a poner a la economía en el primer plano de la fotografía, pero sin un rostro concreto que la encarne.

Se podría decir, entonces, que nuestro futuro inmediato depende de una reunión en Cannes y de una elección personal de la viuda de Kirchner. ¡Qué país complicado somos!



Bs.As., 30 Oct 11