viernes, 29 de mayo de 2020

“¡A la calle, que ya es hora!”





“¡A la calle, que ya es hora!”
por Enrique Guillermo Avogadro


“El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”.
 Roberto Arlt

Gabriel Celaya incluyó el verso que da título a esta nota en su memorable poema “La poesía es un arma cargada de futuro”, que casualmente escribió en 1955, el mismo año en que los argentinos cantábamos a gritos la “Marcha de la Libertad” contra un régimen que, al igual que el actual, gastaba ingentes recursos fiscales, muy escasos por cierto, en libros escolares que pretendían adoctrinar a los más chicos.

 Hay un tema –¿cuándo es el tiempo de reaccionar frente a los avances autoritarios de los Fernández²?- que está generando una nueva grieta en la sociedad; hasta mi mujer disiente conmigo, que sostengo que ese momento ya llegó, que no se puede esperar, porque mañana será demasiado tarde. La propia oposición con representación parlamentaria está dividida al respecto, y ya se habla de palomas y halcones tanto en el Pro cuanto en la UCR y la CC; mientras unos quieren plantar cara al Gobierno e impedirle continuar avanzando, otros prefieren acompañar a Alberto, que hoy goza de una inexplicable popularidad, por miedo al eventual castigo en las encuestas.

Los argumentos que dan quienes optan por esperar a que el confinamiento termine porque, sostienen, el pánico que se ha insuflado a la sociedad impide que ésta no permitirá ni acompañará actos masivos, como aquéllos que nos permitieron llenar la avenida 9 de Julio en épocas recientes. Hoy mismo, en todo el país, sabremos si tienen razón, pero ello no obsta a que actuemos de otra forma, en especial a través de las redes sociales cuyo uso, precisamente, la “setentena” ha exacerbado.

Tenemos que esforzarnos y trabajar en ejercer sobre los legisladores y jueces la presión necesaria para que salgan inmediatamente del inexplicable letargo en que se encuentran, disponiendo de la tecnología misma a la que todos los ciudadanos accedemos. Excusas tales como cortes de energía o riesgo personal de funcionarios, magistrados y empleados no resultan ya aceptables, pues están poniendo en riesgo real y efectivo a la República y a nuestros derechos; menos aún cuando se los compara con otras actividades muchísimo menos esenciales para la vida en democracia.

En concreto, debemos impedir que cuatro tránsfugas impidan que sea discutida en el H° Aguantadero la validez de los inconstitucionales decretos de necesidad y urgencia del Ejecutivo que conllevan, lisa y llanamente, la cesión de irrenunciables facultades legislativas en el manejo del presupuesto nacional; que se designe a Daniel Rafecas como Procurador General de la Nación, o sea, como jefe de los fiscales federales; que el Consejo de la Magistratura mantenga en su cargo a Rodolfo Canicoba Corral; que avancen con los disparatados proyectos populistas de nuevos impuestos y de confiscación de acciones de las empresas; que se paralicen los juicios por el saqueo al que sometieron los Kirchner al país. Y todo eso debemos hacerlo ya.  
   
Muchos intelectuales están comenzando a despertar de esa somnolencia que ha provocado el confinamiento en las mentes y, sobre todo, en los reflejos republicanos y democráticos de la sociedad. Beatriz Sarlo, la más notoria de ellos por provenir de la izquierda, llamó la atención porque se dijo sorprendida por la falta de autoridad del Presidente ante los avances totalitarios de los seguidores de Cristina Fernández.

Su sorpresa resulta, al menos, injustificada. Para no haberse sentido así le hubiera bastado revisar la historia de este personaje que llegó a la Casa Rosada por exclusiva decisión de su Vicepresidente. Ésta debe haber imitado -¡oh, casualidad!- a su amigo Vladimir Putin, que eligió a Dmitry Medveded para reemplazarlo por un período como Presidente de Rusia, mientras aquél se reservaba el cargo de Primer Ministro y el poder real.

Hasta su renuncia, en julio de 2008, Alberto Fernández padeció la enfermedad que afectó a todos los jefes de Gabinete de los patagónicos: pese a tener el despacho al lado del Presidente, jamás vio un bolso circulando y nunca se enteró de la tan extendida corrupción kirchnerista. Mientras tanto, persiguió a la prensa independiente, castigó a los gobernadores de la oposición, permitió la colonización del INDEC y toleró la falsificación de las estadísticas oficiales.

Ya fuera del Gobierno, dedicó su tiempo a denostar a su ex-jefa por radio y televisión y las escribió (https://tinyurl.com/ya242gwu); la acusó de todo lo posible, incluyendo la traición a la Patria. Pero eso no lo hizo perder su vocación de gerente y, cuando fue convocado para recibir el premio mayor, se metió las críticas en el bolsillo y, muy suelto de cuerpo, nos exige ahora que confiemos en su palabra. ¡Groucho Marx fue un poroto!

Bs.As., 30 May 20

viernes, 22 de mayo de 2020

¡Harto!




¡Harto!
por Enrique G. Avogadro


“Cuando los líderes declaran el estado de emergencia y lo convierten
 en una situación normal, estamos ante el final de la democracia”.
Byung-Chul Han
Ante la insólita extensión del confinamiento (¿porqué no apelar, como Uruguay, a la responsabilidad personal para cuidarse?), que llegará ahora a los 80 días –el más prolongado del mundo, con sólo el 0,001% de los muertos globales- he resuelto decir ¡Basta! al pisoteo de la Constitución, a la tolerancia del H° Aguantadero frente a la prepotencia de Cristina y a la feria que ha paralizado al Poder Judicial, dejando a la ciudadanía sin defensa frente a los avances del Ejecutivo sobre los derechos individuales. A partir de ahora me declaro en desobediencia civil y, si quieren buscarme, saben dónde hacerlo.

La prensa amarilla, que dedica al tema kilómetros de columnas en los diarios e infinidad de horas en radio y televisión, es la principal responsable del pánico que cundió en el planeta por la aparición del Covid-19, pero los líderes populistas de todos los signos, aupados al respaldo que surge del pavor generalizado, se subieron a ese carro triunfal que les permite gobernar sin contrapesos; el mundo está lleno de ejemplos.

En la Argentina, el infundado terror ha permitido que nuestra democracia haya desaparecido y nos hayan encerrado para imponernos el silencio; hemos delegado el poder total en Fernández², y no nos movilizan siquiera los desvergonzados avances de Cristina Fernández (con el silencio cómplice de su mandado, el Presidente) sobre la República.

El confinamiento ha permitido al Gobierno “aplanar” las curvas de inflación, del dólar y de la pobreza, y demorar la irrupción del hambre y la desocupación, mas la prioridad de la Vicepresidente sigue siendo obtener impunidad para sí misma, sus hijos y sus cómplices. Pero es insano ignorar que, tras la niebla de la pandemia, nos arrastra hacia los dorados paraísos del Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo; es decir, pretende integrarnos a esa constelación de fracasos que integran Venezuela, Cuba, Nicaragua y apoyan Rusia e Irán.

En ese sentido van la delegación de facultades legislativas en el Ejecutivo, la liberación de políticos presos y delincuentes peligrosos, la cesión de más poder a las “organizaciones sociales”, la colonización de las “cajas” y organismos de control del Estado, la ideológica pelea con todos nuestros vecinos y socios, la quiebra de miles de empresas, y la centralidad del Estado, traducida en los proyectos de modificar la Constitución para instalar un nuevo “pacto social”, “reformar” a las fuerzas armadas, confiscar acciones de las empresas que necesitan ayuda, expropiar las distribuidoras de energía, modificar la integración de la Corte y “legitimar” la Justicia, crear nuevos impuestos, castigar a los productores rurales para obligarlos a vender, realizar una reforma agraria, recrear la Junta Nacional de Granos, nacionalizar la banca y el comercio exterior, y todas las otras locuras anunciadas como meros globos de ensayo pero que, en el kirchnerismo, siempre se transforman en prontas realidades.

Salga pato o gallareta en la extraña negociación de la deuda, la Argentina ya entró en mora y carecerá, en los próximos años, de financiamiento externo para el sector público; como defaulteadores seriales que somos, el mundo no confía más en nosotros y la falta de pago de los bonos entregados por Axel Kiciloff -cuando era Ministro de Economía- al Club de Paris impedirá también que obtengan crédito las empresas y, sobre todo, para las imprescindibles importaciones.

Contra la opinión de los expertos –obviamente, no lo soy-, creo que Cristina Fernández no vería con malos ojos que cayéramos en mora con toda la deuda soberana; mi impresión es que, alocadamente, sueña con recostarse en China para obtener fondos que le permitirían sobrevivir a la crisis socio-económica que se viene y que, sin ese apoyo, se llevará puesto al Gobierno. Aunque ya es sabido que el gigante asiático no regala nada y que su ayuda siempre se transforma en cesión de soberanía y saqueo de productos primarios, eso no sería impedimento alguno para las intenciones de la Vicepresidente; basta con recordar la base militar china en la Patagonia.

Es por eso que la sociedad no puede esperar a que la oposición, si pretende seguir siéndolo, se digne salir a ejercer su rol –no olvidemos que la votamos el 41% de los argentinos- y parar firmemente los pies al Gobierno, sin importar cuánto mida éste en las encuestas por la gestión de la pandemia; es imprescindible que las instituciones vuelvan a funcionar y que la Justicia cumpla con sus obligaciones constitucionales. Nuestros representantes deben recordar una frase de Juan Perón que viene hoy muy a cuento: “Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.

Mientras tanto, ¡feliz Día de la Patria!, observe con atención la situación en el Caribe entre Estados Unidos, por una parte, e Irán y Venezuela, por la otra, y no olvide sumarse al cacerolazo del lunes 25, a las 1800, con el cual manifestaremos nuestro enérgico repudio a la impunidad y al “socialismo del siglo XXI”.

Bs.As., 23 May 20

sábado, 16 de mayo de 2020

El asco y la inmundicia




El asco y la inmundicia
por Enrique G. Avogadro


"Quienes asumen hoy el gobierno, a todo lo largo del país, deben saber que fueron
 elegidos para desempeñar un servicio a la Nación; no para gozar de las ventajas
 del poder ni extenderlas a las personas de su relación familiar o política".
    Arturo Frondizi

Si alguna duda quedaba acerca del verdadero carácter de Alberto Fernández y la probabilidad de alguna separación de su Vicepresidente, esta semana quedó absolutamente descartada. Cristina Fernández, sin duda, entró en un camino sin retorno para obtener la impunidad que buscaba para sí misma, para sus hijos y los cómplices que integraban –y aún lo hacen- la asociación ilícita que comanda, y el Presidente obedeció sin chistar; es más, ha comenzado a radicalizarse, como lo muestra el renovado impulso para transformar al Poder Judicial en Justicia Legítima y los conflictos que ha generado con todos nuestros países amigos.

Tampoco había actuado en contra de los deseos de su mandante cuando sendos cuatro de copas intentaron excluirnos del Mercosur u obtener la liberación de Ricardo Jaime y Martín Báez, cuando puso a Juan Martín Mena -denunciado- al frente del programa de protección de los testigos denunciantes, cuando designó a María Fernanda Raverta en la ANSES, a Félix Crous en la Oficina Anticorrupción, a Carlos Chino Zannini en la Procuración del Tesoro, y a tantos otros.

Nada debería sorprendernos, puesto que lo sabemos nada más que un mentiroso consuetudinario y un eterno gerente de las decisiones de sus jefes, pero sí lo hace la apatía con la que esta sociedad, tan hipócrita y tan anómica, tolera las maniobras que la señora realiza, sirviéndose tanto de la multitud de fieles que ha insertado en la estructura del Estado cuanto de muchos jueces federales venales, a los cuales paga retribuyéndoles con simétrica impunidad para sus delitos en el Consejo de la Magistratura, que también controla. El mismo jueves, lo logró con Luis Rodríguez, Rodolfo Canicoba Corral y Alejo Ramos Padilla, éste último precisamente la herramienta que había usado para intentar descalabrar la causa del memorándum con Irán encharcando la cancha.

Tal vez este último punto sea el que produce más repugnancia, puesto que esos mismos magistrados son los que resuelven, diariamente, sobre la libertad y el patrimonio de todos nosotros, de nuestro buen nombre y honor, mientras exhiben con total falta de vergüenza lujosos bienes que jamás podrían haber adquirido con sus salarios. Basta, para comprobarlo, contemplar la fastuosa mansión de la esquina de Catamarca y Villate, frente a la residencia presidencial de Olivos, los automóviles antiguos y modernos, los viajes en aviones privados, los studs y caballos de carrera, etc..

Es cierto que el peronismo fue el creador de ese sistema de intercambio de favores desde los ya lejanos tiempos de Carlos Menem, pero los otros partidos que llegaron al poder desde entonces lo utilizaron, contribuyendo enormemente al desprestigio del Poder Judicial, pese a que éste debiera ser el garante constitucional de los derechos de los ciudadanos y la barrera definitiva contra los abusos del Ejecutivo. Así, quienes no gozamos de las mieles del poder, quedamos en manos de estos tránsfugas, capaces de vender hasta su propia madre si ello les reporta un beneficio.

El otro tema de la semana, claro, es la complicada negociación de la refinanciación de la deuda, tan meneada en la prensa en todas sus expresiones. Me parece que, al respecto, cabría preguntarse por qué se ha transformado en un problema, dado que casi todos los países del mundo, incluidos los Estados Unidos, Japón y China, mantienen un endeudamiento muy superior al de la Argentina, obviamente medido en porcentaje de su PBI. Y si consideramos que gran parte de nuestras obligaciones son “intra-Estado”, el drama debiera reducirse más aún.

Entonces, ¿por qué estamos en esta situación tan dramática y con serias probabilidades de caer en default? La respuesta es inequívoca: no merecemos confianza alguna por parte de los acreedores. Y que éstos tienen razón en desconfiar de nosotros, porque somos incumplidores seriales. En este momento, y debido a la enorme impericia que está mostrando el equipo económico –en realidad, nada más que un team negociador- y, sobre todo, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, el riesgo de caer, por décima vez, en la insolvencia es verdaderamente alto.

Resulta imposible olvidar que éste último fue quien encabezó las ruinosas –para la Argentina- negociaciones con Repsol por la estatización de YPF, y con el Club de Paris, al cual prometimos pagar hasta los intereses punitorios. En ambos casos, el entonces Ministro se limitó a tapar con bonos a los reclamantes, y así nos fue. Sospecho que, detrás de Repsol entonces y, ahora, de los accionistas de YPF que nos demandan en los tribunales de Estados Unidos por no respetar el estatudo de la empresa, se encuentren los Kirchner, al igual que lo hicieron, usando como pantalla a los Eskenazi, en la “compra” del 25% de la empresa.

Por eso, el asco me subleva cuando veo a Máximo Kirchner reclamando se cobre un impuesto confiscatorio a los ricos, en nombre de una invocada solidaridad, que tanto ignoraron sus padres y él mismo cuando saquearon el país y se llevaron años del trabajo de todos nosotros para convertirse en la familia más rica del país.

Bs.As., 16 May 20

viernes, 8 de mayo de 2020

¿Con quién estoy durmiendo?




¿Con quién estoy durmiendo?
por Enrique G. Avogadro

"Detrás de las paredes recelosas,
 el sur guarda un puñal y una guitarra”.
 Jorge Luis Borges 

Cristina Fernández es una persona realmente perversa; y eso está en su ADN. Pero es auténtica: es malvada, y lo parece; no hay disimulo alguno. ¿Alguien puede creer que la Vicepresidente podría haber olvidado las gravísimas acusaciones de Alberto Fernández en su contra desde que se fue del gobierno en 2008? En la medida en que fueron lanzadas por quien fuera Jefe de Gabinete de su marido muerto, tenían además una brutal potencia incriminadora; estoy seguro que, más allá de las idílicas fotos, conserva un odio infinito contra su Presidente delegado. No lo considera, a él ni a su círculo íntimo, propia tropa, y avanza a paso redoblado sobre la estructura del Estado, en especial aquellos organismos –ANSES, Aerolíneas Argentinas, YPF, etc.- que reportan fondos y base de sustentación política.

Mientras tanto, procura aislar a la Argentina de toda relación con aquellos países cuyos actuales gobiernos no comulgan con su proyecto de recrear el “socialismo del siglo XXI”, aunque se trate de todos los vecinos, de Estados Unidos y de la Unión Europea, para dejarnos sólo asociados a Venezuela, Nicaragua, Cuba, Rusia, Irán y China. En ese sentido van movidas tales como la incorporación de Alberto Fernández (único Presidente en ejercicio) al Grupo de Puebla, en el que militan su íntimo consejero (Marco Enríquez-Ominami), Luiz Inácio Lula da Silva, Rafael Correa, Evo Morales, José Luis Rodríguez Zapatero, la pretensión de revivir a la fallida UNASUR y la ahora desmentida separación del MERCOSUR en sus negociaciones.
                                                                                               
El kirchnerismo se destaca entre los actuales partidos políticos –ya estamos formando UNIDOS para tener una alternativa liberal- por ser el único que tiene un plan concreto y claro, por muy siniestro que éste sea. En él, se mezclan el disfraz de la ideología, la fuerte vocación por el renovado saqueo y, por supuesto, la anhelada impunidad de Cristina, su familia y de sus cómplices, al menos los que Cristina Fernández aprecia.

Si el Presidente, que carece de estructura propia y territorio y ha debido lotear todas y cada uno de los ministerios, tuviera la intención de parir un “albertismo” y separar su destino de aquélla, debería hacerlo ahora mismo, cuando aún goza de las mieles que le deparan las encuestas por la forma en que condujo la crisis del Covid-19. Porque cuando, finalmente, se vea obligado a levantar el confinamiento del cual se ha enamorado –lógico, le permite gobernar sin H° Aguantadero y sin Justicia- la real situación socio-económica derrumbará sin piedad esa frágil popularidad, y se incrementará su dependencia de las decisiones de esa verdadera guarida de delincuentes que es el Instituto Patria, si es que éste no decide prescindir de él.

Creo que llegó el momento de analizar qué es la pandemia, cómo se la ha combatido, por qué el mundo entró en pánico y cuáles fueron las consecuencias de la cuarentena y la paralización total de la economía. No sabemos, porque no se han podido testear, cuántos infectados reales hay en el planeta y, menos aún, en la Argentina. Pero sí sabemos cuántos muertos se han adjudicado hasta hoy al virus: la información dice que fallecieron 260.000 personas en todo el globo (o sea, el 0,003% de la población mundial), y que una mayoría de ellas tenía mucha edad o padecía de graves patologías preexistentes. Para comparar, en 1918 la “gripe española” mató a 50 millones, es decir, el 3% -1.000 veces más- de los habitantes del planeta.

Es necesario dejar claro dos puntos: 1) toda muerte es penosa y lamentable, y 2) seguramente, la férrea cuarentena ha logrado que esa cantidad de decesos sea tan acotada. El pánico que la OMS y la prensa canalla instilaron en las personas, los hogares y las comunidades, ha logrado que todos hayamos internalizado la necesidad de cuidarnos. Que, además, el confinamiento haya permitido a los populismos fascistas de derecha y de izquierda avanzar sobre las libertades y los derechos de los ciudadanos, supongo que debe haber sido mera coincidencia.

Pero el mundo –China incluida, y por eso creo que la difusión de la enfermedad se debió a un accidente, tipo Chernobyl- pagará un elevadísimo costo por la verdadera bomba atómica que detonó sobre la economía global. En la Argentina, que carece de ahorro y de confianza para obtener crédito, ese costo será sideral: la recesión se extenderá por mucho tiempo, innumerables empresas quebrarán, el desempleo golpeará, el consumo caerá a niveles inéditos, la inflación no tendrá techo, y el hambre se extenderá.

Luego de la fallida masacre que hubiera debido causar la coincidencia masiva de jubilados y pobres el 6 de abril y de la escasa demanda de camas y respiradores generada hasta ahora, ¿el riesgo de más fallecimientos justificó de verdad tamaño golpe a la economía del país? ¿Cuántas personas han muerto en el ínterin morirán por falta de diagnóstico precoz, por demora en intervenciones quirúrgicas, por no realizar estudios preventivos o tratamientos habituales, por violencia doméstica? ¿Cuántos, en especial los más chicos, sufrirán problemas psicológicos por el aislamiento? Y luego, ¿cuántos morirán por hambre, cuántas empresas dejarán de existir?

  Mal que les pese a los gobernantes de todo nivel, que parecen no saber cómo hacerlo, es necesario terminar con el confinamiento obligatorio pensando en los “daños colaterales” que la guerra contra el Covid-19 ha producido y tener en cuenta que ya la sociedad ha adquirido los hábitos necesarios para protegerse, para poner en marcha hoy mismo toda la estructura productiva del país, incluyendo sus cielos, con las precauciones sanitarias del caso.

Bs.As., 9 May 20

viernes, 1 de mayo de 2020


¿Quién me ha robado el mes de abril?



“Una verdad a medias no es la mitad de la verdad, sino una mentira”.
 José M. Estrada


Me pregunto si Joaquín Sabina obtuvo alguna respuesta. Por mi parte, tengo claro que ha sido el Gobierno el responsable de esta irreparable pérdida que, seguramente, se extenderá también a mayo.

Con lo que ignoro sobre las pandemias se puede hacer una enciclopedia, pero recuerdo que el 6 de abril, desde cuando ya se ha duplicado el plazo de incubación de la enfermedad, miles de jubilados se juntaron con otros tantos receptores de la AUH sin respetar distancia social alguna; pero no se produjo el estallido de contagios que las autoridades y los médicos esperaban con terror. Sin embargo, aquí seguimos, encerrados en nuestras casas y, mientras tanto, la economía se precipita hacia un abismo sin fondo; ante ese seguro panorama de miseria y hambre generalizados, ¿no sería mejor levantar el confinamiento y que cada uno se cuide como corresponde, como está haciendo el mundo?

El escándalo que el episodio produjo permitió, seguramente, la destitución de Alejandro Vanoli del sitial de la ANSES y su reemplazo por María Fernanda Raverta, militante de La Cámpora; con esa movida, la principal “caja” del Estado pasó a Máximo Kirchner, que seguramente la administrará con la honestidad aprendida de sus tan nobles padres.

Más allá del confinamiento con el cual el Gobierno busca controlar a la sociedad, la necesidad de Alberto Fernández de obtener la impunidad de su jefa -precio pactado por su designación- que lo llevó a apoyar la excarcelación de Ricardo Jaime y tantos otros, me pregunté cuál era el objetivo real y repudiable de esta remake del 25 de mayo de 1973, cuando otro Presidente delegado fue obligado por las organizaciones terroristas a liberar a sus miembros condenados por la Justicia en procesos absolutamente legales.

Tengo para mí que la intención es reconstruir el “Vatayón Militante” para formar grupos paramilitares al mejor estilo de los colectivos revolucionarios de Nicolás Maduro, creados para ejercer el control violento de las calles de Venezuela y ahogar en sangre las protestas. Los liberados aquí, como se ha visto ya, vuelven a delinquir pero, además, serán los encargados de reclutar a lo peor del lumpenaje para incorporarlo a ese proyecto de un rejuntado político al que aterra la posibilidad de nuevas y masivas manifestaciones cívicas. Y qué decir si le sumamos la reincorporación de 400 oficiales de la Bonaerense, que habían sido cesanteados por María Eugenia Vidal por delitos de todo tipo y fueron reincorporados por Sergio Berni.

Resultó llamativo el estruendoso silencio del movimiento #NiUnaMás ante la insólita inclusión de más de 150 violadores entre los más de 2.800 criminales liberados recientemente de los penales federales y provinciales; en especial cuando se supo que se permitió a uno de ellos volver a la vecindad de su víctima, violada a los 13 años, y a otro, agresor sexual (con acceso carnal) de sus propios hijos, regresar a su casa. Pero el atronador cacerolazo del jueves afectó a Alberto Fernández, arropado hasta entonces por encuestas tan favorables, y lo llevó a desdecirse de su público apoyo a este disparate, demostrando así que es un groucho-marxista de la primera hora; y reiteró esa penosa actitud varias veces esta semana.

La Argentina se había levantado, extemporáneamente y sólo por razones ideológicas, de las mesas en las que el Mercosur negociaba con Corea del Sur, Canadá y otros países tratados de libre comercio. La razón invocada fue que esos acuerdos perjudicarían a la industria nacional, es decir, impediría que nuestros empresarios continuaran pescando en la bañadera y cazando en el zoológico; para esa absurda y retrógrada posición, resulta mejor proteger a los ensambladores de Tierra del Fuego que importar productos originales, más baratos. La repercusión entre los socios fue de tal magnitud, que el Presidente debió recular en chancletas, sumar un nuevo papelón internacional y echar la culpa del portazo a Felipe Solá, el Canciller, diciendo que éste se había cortado solo, como si algo así fuera medianamente creíble en un sistema de poder tan concentrado.

Esta nefasta ideología ha llevado a que la Argentina, cuando más necesita del mundo para arreglar sus problemas, esté peleada con Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile, Colombia, Estados Unidos y la Unión Europea. Con Rusia, Venezuela y Cuba en bancarrota, Cristina Fernández piensa en profundizar la relación con Xi Jinping, la única posible –si los chinos fueran kamikazes- fuente de financiación para el gigantesco agujero nacional.  

El aislamiento se agravó con la irracional decisión del Gobierno de prohibir a las líneas aéreas vender pasajes hasta el 1° de septiembre; el claro objetivo es privilegiar a Aerolíneas Argentinas, también en manos de La Cámpora y de los siete gremios aeronáuticos, perjudicando a las low-cost que tanto nos han interconectado; mientras, el gigantesco déficit de “su compañía” lo pagamos con nuestros impuestos. La organización que nuclea a las empresas del mundo –IATA- ya avisó que, de mantenerse esa medida, muchas dejarán de volar a la Argentina por muchos años. 

En fin, queda claro hacia dónde pretenden llevarnos Fernández². Hoy, cuando nos hemos convertido en una sociedad de mansos corderos que no hace más que  golpear sus cacerolas, si no salimos multitudinariamente a la calle ya mismo a exigir respeto a la República y su Constitución, las habremos perdido para siempre y será demasiado tarde para llorarlas.

Bs.As., 2 May 20