sábado, 25 de marzo de 2017

Con Pantalones Largos




Con Pantalones Largos

“El peor enemigo de un gobierno corrupto es un pueblo culto”.

El sábado 1° de abril, a las 18:00 horas, ha sido convocada la ciudadanía para expresar, en todas las plazas del país, su innegociable decisión de vivir en democracia. Se pide que los asistentes no lleven banderas partidarias, para demostrar que no se trata de dar apoyo a fuerza política alguna, sino de rechazar todos los movimientos destituyentes –el llamado “club del helicóptero”- que hoy pretenden expulsar al circunstancial ocupante de la Casa de Gobierno para regresar al país que sueñan seguir depredando impunemente.

Las usinas kirchneristas llevan semanas enviando por las redes sociales mensajes contradictorios para impedir esta marcha, y muchos tilingos la criticaron por haber sido fijada para un sábado, cuando muchos salen de la ciudad; por eso digo que, si usted no está dispuesto a entregar una tarde, o unas horas, para defender pacíficamente nuestro sistema de vida, no merece disfrutarlo. Piense sólo que le está dejando el monopolio del espacio público a quienes quieren terminar con él y, si logran su propósito, usted será responsable; aquí no hay opciones, seremos Argentina libre o Venezuela esclavizada, saqueada, hambreada.

En estos días, de la mano de Baradel y otros impresentables como él, el kirchnerismo puso finalmente en claro cuáles son sus prioridades: por la vía subversiva tratar de evitar el futuro carcelario que ya respira en la nuca de su jefa espiritual, y mantener en la pobreza a su triste clientela, formada por quienes son obligados a seguir en la ignorancia por la desastrosa educación pública que se les imparte.

Los gobiernos provinciales, con sus ofertas de “cláusulas gatillo” en caso de incremento de la inflación y de premios por “presentismo”, dejó a los gremios docentes sin argumentos válidos, y la insistencia en la necesidad de una paritaria nacional, cuando la Nación no tiene una sola escuela ni un maestro a su cargo, desnudó la verdadera sinrazón política de las huelgas salvajes, que prometen continuar. Por su parte, María Eugenia Vidal se ha mantenido firme frente a la extorsión, justificando las encuestas que la señalan como la figura política mejor valorada del país.

Después de la divulgación de la última estadística de la pésima situación en que se encuentra el aprendizaje de los chicos en la Argentina, creo que sobran las pruebas de lo dicho, reafirmado por la resistencia a la evaluación de los propios docentes, que siguen enseñando con formas y contenidos del siglo XIX cuando el mundo entero ya ha entrado en una nueva revolución tecnológica que, como fue la industrial en su momento, está cambiando el futuro de la humanidad.

En la marcha que concretaron el martes, también quedó en claro cómo se aumenta artificialmente el número de manifestantes, cuando un video “viralizado” mostró que se repartían guardapolvos blancos a reconocidos piqueteros para disfrazarlos de genuinos maestros; también fueron difundidas muchas denuncias que hablan del sistema para reclutar a gente muy humilde, mediante el pago de una suma fija mensual para retribuir la presencia habitual en los cortes de calles y avenidas; el dinero que financia todo ese disparate es el mismo que entrega el Estado a las organizaciones y municipios, sin controlar cómo lo utilizan.  

Ante al desmadre cotidiano que impide a los porteños concurrir a trabajar y regresar después de hacerlo, por la permanente ocupación del espacio común que protagonizan quienes obedecen las directivas que llegan desde el Calafate, finalmente el Gobierno se puso los pantalones largos. Después de haber cedido mucho frente a la agresividad de quienes pretenden derribarlo, Macri modificó el tono en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Ese cambio fue reafirmado esta semana por Marcos Peña en su presentación habitual sobre la marcha del país.

El Jefe de Gabinete no trepidó en responder con justificada furia cuando Axel Kiciloff, responsable de los mayores desastres ordenados por Cristina contra la economía del país, dijo que el Gobierno navegaba sin instrumentos; ponderó la metáfora y lo acusó de haberlos destruido, como fue el caso del INDEC; acto seguido, y con la misma vehemencia, exigió a los ex-funcionarios y legisladores K que se hicieran cargo, de una buena vez, de las nefastas consecuencias que dejaron sus más de doce años en el poder.

Cambiemos, de ese modo, ha comenzado a reconciliarse con su base electoral, que lleva meses reclamando que abandone esa postura tan zen que lo hizo olvidar un consejo del propio peronismo (“a nosotros hay que cobrarnos al contado y pagarnos en cuotas”) y ceder a las permanentes presiones de quienes usan nuestro dinero para sus acciones destituyentes. Hizo bien, ya que la tolerancia hacia los abusos que todos los días se realizan sobre la libertad para circular no le aportaba en ningún caso la adhesión de los responsables, mientras desilusionaba precisamente a quienes lo votaron pretendiendo un cambio profundo en las costumbres y hábitos sociales.

Vale recordar una reflexión de Fernando Henrique Cardoso, ex Presidente de Brasil: "Leyendo los diarios y revistas, mirando la televisión, conversando en los bares y paradas de colectivos, en las antesalas de ministerios, en los corredores del Congreso y aún del gobierno, se espera, se ruega a veces, por un acto, un gesto heroico, en fin, cualquier cosa que solucione en seguida las aflicciones del pueblo, o los intereses de algún grupo. Estos últimos tal vez puedan ser atendidos en un momento. Los intereses de todo un pueblo, no. Dependen de la acción continuada que cambie prácticas, mentalidades, estructuras".

Es cierto que la economía deja mucho que desear todavía, en especial para los más humildes, pero sólo podrá mejorar cuando lleguen las indispensables inversiones de propios y ajenos y el país comience nuevamente a crecer. Y esto sólo se verá cuando podamos ofrecer al mundo un lugar en el que la Justicia desempeña su rol con independencia, con seriedad y con rapidez; cuando exhibamos un territorio con paz social, con respeto por la ley, la palabra y los contratos, y con reglas claras y precisas que no son modificadas abruptamente. Todo, además, sumado a una sociedad educada y culta, como la que tuvimos cuando Sarmiento logró terminar, en pocas décadas, con el analfabetismo; esa enfermedad social que, como inexplicables suicidas, hemos permitido que nos ataque nuevamente, de la mano de las políticas populistas y clientelistas de los últimos setenta años.

Ayer, las ex-entidades de derechos humanos (Bonafini reconoció que las Madres son una organización política), la izquierda trotskista y todos los kirchneristas celebraron el 24 de marzo en con una nueva “misa” de memoria tuerta, negándose a aceptar la verdad histórica. En este tema también sería altamente positivo que el Gobierno cambiara; una forma de hacerlo, sin necesidad de alterar su discurso políticamente correcto, sería convocar a un plebiscito, como lo hizo Uruguay, para que la sociedad toda sea quien decida, democráticamente, si quiere recuperar la concordia y terminar con la inicua persecución a los ancianos soldados que rescataron a la Patria de las fauces del marxismo cubano y hoy siguen muriendo en las mazmorras de toda la Argentina.


Bs.As., 25 Mar 17

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viernes, 17 de marzo de 2017

¿Seguiremos mirándolo por televisión?



¿Seguiremos mirándolo por televisión?

“En la trinchera no hay ateos”

Siempre he sostenido que “con una Justicia seria, independiente y rápida, todo será posible; sin ella, nada lo será”. Hoy afirmo que la nuestra, con sus inexplicables demoras en la justificada detención –porque están alterando las pruebas y se los imputa de delitos no excarcelables- de los responsables del saqueo, contribuye en mucho a afectar la gobernabilidad.

Esta semana el operativo destituyente del kirchnerismo –sumado a un importante sector del peronismo de la Provincia de Buenos Aires, a los “trabajadores de la educación”, a las dos CTA, a los movimientos trotskistas y a organizaciones piqueteras- para recuperar el poder y, por qué negarlo, garantizar la impunidad de su jefa y la banda de gangsters que integran su asociación ilícita, se puso finalmente en marcha. Lamentablemente, los tres gobiernos se rehusan a utilizar la fuerza pública para evitar los desmanes, por miedo a que les tiren un muerto, el recurso habitual de los complotados. Olvidan que esa actitud se transformará en una elevadísima factura que les presentará en octubre su propia base electoral, harta de las complicaciones que los permanentes cortes e impedimentos traen aparejadas, mientras que los beneficiarios de tanta inacción jamás los votarán.

La pregunta obligada es, entonces, qué debemos hacer los ciudadanos de a pie, que mayoritariamente optamos por Macri y Vidal, para evitar que estos subversivos sigan avanzando, como siempre ha sucedido cuando quien ocupaba la Casa Rosada no era peronista. ¿Cómo olvidar que, para robarse YPF, Néstor nos dejó sin luz ni gas, y con ello dilapidó las reservas?, ¿que “desapareció” los fondos de Santa Cruz?, ¿que trató de destruir al campo?, ¿que canceló anticipadamente la deuda con el FMI y nos endeudó con Chávez a tasas enormemente mayores?, ¿que el kirchnerismo fue socio del potenciado narcotráfico?, ¿que su viuda intentó “democratizar” la Justicia y colonizó la Procuración General y la administración pública en general?.

Aún en contra de la voluntad de Cambiemos, ¿no deberíamos salir nosotros a la calle para demostrar que somos más, que queremos la democracia y estamos dispuestos a defenderla a como dé lugar? ¿Por qué no desobedecer a los llamados a las huelgas e ir a trabajar? ¿Por qué no manifestarnos frente al Consejo de la Magistratura para exigirle que controle a los jueces y los obligue a acelerar los procedimientos para terminar con la impunidad de tantos ladrones, que se ha transformado en un verdadero cachetazo a la sociedad? Si fuera verdad que un sector del Gobierno prefiere a Cristina Fernández en libertad para polarizar con ella en octubre, incurriría en una especulación bastarda que, además, puede costarle muy caro.

Mauricio Macri, con errónea vocación por evitar dar malas noticias, se abstuvo de explicar la magnitud de la crisis -que no había sido percibida como tal, pese a ser enormemente más grave que la del 2001- heredada de la verdadera década infame que lo precedió; la última oportunidad para hacerlo la perdió el 1° de marzo de 2016, cuando inauguró por primera vez las sesiones ordinarias del Congreso. Hoy, a quince meses de haber asumido, es obviamente tarde y eso contribuye a facilitar la penetración del discurso subversivo en una sociedad innegablemente golpeada por una economía que, si bien ya muestra signos de crecimiento, no ha llegado aún a aliviar la situación de los más desprotegidos.

Por lo demás, víctima de su férrea creencia en una nueva forma de comunicación y pecando de un exceso de pluralidad en los medios propios, padece el manto de silencio que la prensa en general ha extendido sobre sus logros, muchos de ellos importantes, mientras se centran en las malas noticias, que los inconformes y los preocupados magnifican.

Todos los líderes gremiales, en especial aquéllos que integran el triunvirato que dice conducir a la “columna vertebral del peronismo”, padecen de un mismo mal. Acosados por la izquierda insurreccional que los corre a panzazos, acompañada por el siempre oportunista kircherismo, describen problemas inexistentes (el desempleo y la excesiva importación) y perjudican a quienes dicen representar mientras no ofrecen solución alguna. El cierre de la economía que reclaman (“vivir con lo nuestro”, como pretendía Aldo Ferrer) condenará a los argentinos a seguir pagando más caros los productos que necesitan, que serán de inferior calidad; la limitación legal a los despidos y suspensiones que exigen, y los incrementos de los costos laborales, impedirán la creación de nuevos empleos; los eventuales aumentos de impuestos o la emisión monetaria o el endeudamiento –si no es así, ¿de dónde saldrán los recursos?- para financiar los planes y subsidios generarán mayor inflación, que siempre terminan pagando los asalariados.  

Lo remarcable es que toda la actividad desplegada para expulsar al Gobierno –huelgas salvajes, piquetes de todo tipo, ollas populares, violencia callejera- no hace más que perjudicar a sus presuntos beneficiarios. Al impedir que se eduquen y se perfeccionen, aleja sus posibilidades de reinserción en un mundo que expulsa a trabajadores no calificados para reemplazarlos por robots; al generar tanta inestabilidad institucional, espanta las posibles inversiones; al cerrar las calles al transporte, dificultan enormemente la llegada al trabajo de todos, haciéndoles perder los premios por presentismo.

Los jerarcas docentes (¡hemos cambiado a Sarmiento por Baradel!) están expulsando a los niños de la educación pública, ya que el ausentismo tradicional y los frecuentes paros obligan a los padres a inscribirlos en escuelas parroquiales y privadas, duplicando el gasto familiar y, al no dar clases, complican la vida de las familias más pobres, que no tienen con quien dejar sus hijos y, muchas veces, hace que éstos pasen hambre. Lo peor es que los reclamos salariales son acompañados por la cerrada negativa a que se evalúe la enseñanza. El presupuesto destina el mayor porcentaje de la historia (exceptuando al período de Illia) a sostener la educación, pero el 90% se destina a sueldos. Por cada cargo docente hay cinco maestros y uno de cada cuatro nunca trabaja como tal; sin embargo, la brillante moción de Juan José Llach para que se negocie con los gremios corregir esa horrible distorsión, despedir a los permanentes ausentes y repartir el dinero así ahorrado entre los que sí trabajan (25% de aumento) ni siquiera fue escuchada.

María Eugenia Vidal está haciendo lo correcto al mantenerse firme frente al salvajismo de los líderes docentes que mantienen a millones de chicos fuera de las aulas; la ciudadanía debe condenarlos sin matices y salir a la calle para respaldar a su Gobernadora en esta puja. Pero ella también está obligada a actuar para terminar con la indignidad que constituyen tantos ladrones kirchneristas -empezando por el mismo Daniel Scioli-, que han saqueado a la Provincia y transformado al Conurbano en un páramo de violencia, droga y miseria, pavoneándose en libertad mientras convocan a la destitución de las autoridades electas.

Un párrafo final para el dilema que enfrentará en los próximos días la Corte Suprema cuando deba decidir sobre la libertad de Milagro Salas (que no es una presa política sino una política presa y puede interferir u alterar pruebas en la investigación de los múltiples delitos que se le imputan) que le reclaman los organismos internacionales de derechos humanos, y su sempiterno desprecio por la suerte de los dos mil presos militares y civiles, ancianos a los cuales se les niega la detención domiciliaria pese a su edad y a las enfermedades que padecen y, en muchos casos, soportan prisiones preventivas por décadas. Con la integración de los Dres. Rosatti y Rosenkrantz, ¿seguirá siendo tuerta?


Bs.As., 18 Mar 17

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sábado, 11 de marzo de 2017

¿Elección o Generación?




¿Elección o Generación?

"Trata de ser siempre honesto contigo mismo". Andrea Camilleri


La semana ha sido sumamente complicada, y se han gastado ríos de tinta en comentarlo. Entonces, me limitaré a decir que el final del acto de la CGT me dejó un horrible sabor a dejá vu; es que ver a las organizaciones trotskistas comenzar a operar, y al kirchnerismo convertido en su compañero de ruta, trajo a mi memoria lo sucedido a partir de los hechos de Ezeiza, cuando Perón volvió al país.

En el marco del conflicto docente aún vigente –y que se transformó en otro de los frentes elegidos por quienes quieren destrozar a la democracia-, me parece más importante formular propuestas para un país mejor, y hoy será entonces el turno de la Universidad pública.

Es mentira que ser pública y gratuita la convierta en una igualadora social y, por eso, no lo es en Cuba, China, España, Brasil, Ecuador, etc. Ese mantra populista perpetúa privilegios: ¿qué porcentaje de alumnos proviene de las clases media-baja y baja?, ¿resulta lo mismo estudiar para alguien mantenido por sus padres que integrar una familia obrera, que necesita del trabajo del propio alumno para subsistir?, ¿es igual ir en automóvil que viajar horas en medios públicos para llegar a clase? Y ya que se sostiene con impuestos que pagamos todos, ¿es justo que los más pobres soporten una Universidad que carece exigencias y será inalcanzable para sus hijos?

Pensemos por qué toda la comunidad tiene que pagar para que algunos pocos estudien carreras que no sirven al conjunto social y que, en la enorme mayoría de los casos, los graduados no encontrarán inserción laboral en el campo elegido, produciendo frustración y resentimiento.

Finalmente, la vigente Ley Federal de Educación, al prohibir la difusión pública de las evaluaciones de establecimientos educativos de niveles secundario y universitario, iguala hacia abajo, porque impide la sana competencia basada en la calidad y en la calificación de los títulos que otorga cada uno, mucho de lo cual depende, precisamente, de los maestros y profesores, que necesitan actualización y perfeccionamiento permanentes.

El promedio de permanencia de estudiantes de carreras de cinco años, es siete y se gradúa sólo el 22% de quienes ingresan. Esa prolongación artificial de la vida universitaria genera mayores gastos en salarios, en infraestructura, en medios para la investigación, etc., y todo recae sobre la población en general, inclusive de aquellos sectores cuyo único consumo son los alimentos de primera necesidad, gravados con el IVA.

Lo reducido de los salarios docentes en todos los niveles hace que sólo puedan ingresar a la enseñanza aquellos que, amén de una increíble vocación, disponen de otros medios de subsistencia o que buscan, en la cátedra, un galardón social. Ello no siempre es acompañado por la calidad de la enseñanza impartida.

Finalmente, y para no extenderme más en el diagnóstico, un solo ejemplo: en Japón (115 millones de habitantes), hay sólo 18 mil abogados autorizados a ejercer la profesión; en Francia (55 millones), 15 mil; en la ciudad de Buenos Aires (3 millones), somos más de 70 mil. El exceso de competencia hace que se bastardee el ejercicio profesional, los honorarios sean más magros, y que cada día menos letrados consigan vivir de su talento. Sin embargo, la UBA sigue graduando futuros frustrados, y el costo lo soporta toda la población; ¡suena raro! Mientras tanto, grandes conglomerados internacionales en industrias de punta ven dificultada su instalación en el país porque no encuentran suficientes ingenieros, expertos en alimentación, informáticos, petroleros, geólogos, químicos, físicos, matemáticos, geógrafos, etc..

Mi propuesta es establecer cuántos nuevos graduados universitarios y terciarios de cada una de las disciplinas necesitará el país a tres y cinco años vista; basta con introducir en una computadora la información que suministren las empresas y el sector público, incluyendo a los potenciales inversores.

Con el resultado de esa investigación, se constituirá un primer cupo de ingresantes a la Universidad. Para formar parte de él, los aspirantes deberán rendir un muy exigente examen de ingreso –en matemáticas, lengua, ciencias y ciencias sociales-, en especial para las carreras docentes, y mantener el nivel de excelencia durante toda la carrera, comprobado mediante pruebas semestrales. A los miembros de ese primer cupo no se les cobrará matrícula alguna y, además, se les pagará un sueldo razonable para mantener a su familia durante sus estudios. Como es obvio, quienes lograran graduarse integrando ese primer cupo encontrarán una clara salida laboral, ya que tanto el Estado cuanto las empresas los buscarán afanosamente.

Luego, crear un segundo cupo que tuviera en cuenta la capacidad física (instalaciones) de cada una de las facultades. Quienes lo integren, es decir aquellos que opten por carreras que el país no necesitará –y, por ende, es injusto que deba soportar- o por estudiantes que no lograran el nivel de excelencia requerido para el primero, deberá pagar para estudiar: ¡si quieres hacerlo, báncalo tú!

Incorporaría, además, a esas normas una ley que impusiera al sector público la obligación de contratar, como consultora externa, a la Universidad, y pagar los honorarios correspondientes.

Veamos, antes de rechazarla in limine, qué efectos produciría la solución propuesta. En primer término, mejores graduados y, con ellos, el país dispondrá de profesionales excelentes en las disciplinas más indispensables. Luego, impedirá la permanencia del “estudiante crónico”, ese al cual el bajo nivel de exigencia le permite eternizarse en los claustros por muchos años, incordiando a los verdaderos estudiantes, que quieren aprender.

Con el producido de las matrículas pagadas por los integrantes del segundo cupo, más los honorarios que la Universidad generará por sus servicios de consultoría externa y la generación de ingresos por nuevos desarrollos propios aplicables a la industria, se formará un incremento presupuestario que permitirá mejorar sensiblemente los salarios de los docentes e invertir en infraestructura y en medios de investigación.

Al pagar verdaderos salarios, aumentará la aspiración por enseñar, y así permitirá exigir más calidad a los profesores –incluyendo la verdadera dedicación exclusiva de algunos de ellos- y el círculo virtuoso se cerrará con el nivel de excelencia en los claustros, lo cual transformará a la Universidad en un verdadero faro capaz de iluminar el futuro del país, dejando de ser otro triste fanal que sólo permite ver la pendiente descendente en la que la Argentina está embretada desde hace décadas.


Bs.As., 11 Mar 17

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sábado, 4 de marzo de 2017

Recuerdos del Futuro



Recuerdos del Futuro

“Los insultos de los imbéciles son como las meadas de los perros: sólo salpican el pedestal". David Viñas

         Un año después de lo que hubiera sido preferible, el Presidente se puso las botas el miércoles en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso y enumeró algunos de los enormes problemas que dejó el kirchnerismo, que actuó con la suficiente pericia como para evitar que la crisis, mucho más grave que la del 2001 por donde se la mire, fuera percibida por la sociedad mientras conservó el poder. Durante el acto, los caraduras representantes de la oposición más cerril, además de gritar y mostrar sus habituales carteles, pretendieron que olvidáramos cuánto mal hicieron al país sus líderes.

Evidentemente, los argentinos no aprendemos más y, cual calesita de barrio, seguimos intentando las mismas recetas fracasadas y cometemos los mismos errores repetidos desde siempre. Me refiero, en este caso, a los reclamos que formula CAME y acompaña la CGT, contra una presunta invasión de productos importados, sosteniendo que atentan contra las Pyme’s y, consecuentemente, ponen en riesgo las fuentes de trabajo. Por supuesto, se traducen en pedidos de cierre de la economía para proteger a la industria nacional y, de ese modo, reflotar la eterna aspiración de los quejosos: cazar en el zoológico y pescar en la bañadera. Dicho en lenguaje llano, mantenernos a todos en cautivos de una pinza formada por un Estado macrocéfalo y exprimidor y por empresarios, reacios a invertir, que buscan eliminar la competencia por la vía de subsidios estatales y restricciones a la importación para vender sus productos, cualquiera sea la calidad o el precio, apoyados éstos por gremialistas enriquecidos y también prebendarios.

Esta misma historia, contada desde todos los ángulos políticos, es la que nos ha llevado a la decadencia como país; en la medida en que el actual gobierno no tome al toro por las astas, no hará más que prolongar esta agonía y consolidar el atraso, la brecha que nos separa del primer mundo y que no para de crecer. Las razones invocadas son siempre las mismas; desde el ángulo empresarial, la falta de previsibilidad en las políticas económicas (el latiguillo que dice que aquí te enteras si eres pobre o rico por el diario del día siguiente) y, desde el otro, un fisco que, para evitar que quienes se caen del sistema perezcan por inanición, ahoga a la actividad y registrada con impuestos cada vez más confiscatorios. Esa combinación de gravosas gabelas y costos industriales no competitivos hace que los argentinos que no pueden acceder a viajar para comprar lo que buscan, se vean obligados a pagar por los mismos –o peores- productos un precio enormemente mayor.

Lo primero que tenemos que hacer es pensar de qué hablamos cuando decimos “mercado interno”, tan exaltado por los populismos locales. Nuestra población puede estimarse en 42 millones, con un bajo crecimiento, y todos sabemos que más de 30% se encuentra por debajo de la línea de pobreza; eso significa que sólo 29 millones están en condiciones de consumir algo que exceda la alimentación básica. Pero, ¿cuántos pueden comprar más de un par de zapatos o un vestido o una heladera o algo de tecnología por año?; entonces, debemos coincidir en que ese ponderado, y teóricamente protegido, mercado interno es por demás reducido.

Lo que deberíamos hacer para solucionar esa notoria injusticia de precios más altos y calidades inferiores, es abrir nuestras fronteras para permitir que ingresen libremente todos esos productos, pero la contrapartida inmediata sería el cierre de industrias y la masiva pérdida de puestos de trabajo. La solución es otra: Argentina debe comenzar a fabricar productos de calidad, de excepcional calidad, sin importar el precio y prepararse, con el obvio apoyo del Estado, para competir en el mundo, pero con una fecha cierta de apertura de las importaciones; a partir de entonces deberán actuar en los mercados más sofisticados y más caros que, además, tienen dimensiones acordes con las pequeñas cantidades que podemos producir. No se trata de cerrar industrias o de discutir la distribución mundial del trabajo, sino de cambiar el perfil de nuestros productos. Los ‘de goma’ valen menos de US$ 50 y, en general, son más precisos que los de las grandes marcas; pero el mundo está lleno de personas que invierten enormes sumas para exhibir relojes ‘de marca’.

Cuando digo que se requiere ayuda estatal, me refiero a disminución de impuestos y extensión de la formalidad, reducción de las tasas de interés para los créditos de reconversión, liberación de la importación de máquinas y bienes de capital para incorporar tecnología, planificación de la educación para capacitar a los trabajadores, disminución de costos laborales, inversión en infraestructura para reducir los costos del transporte y los seguros. Naturalmente, debe ejercerse un férreo control para evitar que esas medidas beneficien sólo a empresarios inescrupulosos, que son muchos.

Esos pasos harán que las actividades elegidas crezcan y creen puestos de trabajo. Y, en la medida en que contamos con excelentes diseñadores, técnicos extraordinarios, profesionales de excepción y buenos publicitarios, las industrias se encontrarán en óptimas condiciones para salir a los mercados globales que privilegian el diseño y la calidad sobre el precio. La receta no puede ser aplicada en forma universal, y tampoco funcionar en todos los sectores industriales, aunque gradualmente pueda extenderse. Se podría comenzar, por ejemplo, con algunos rubros: textil, moda, calzado, alimentos orgánicos, línea blanca y vinos.

Para usar como botón de muestra a la industria calzado, todas las fábricas de Argentina (50.000 trabajadores), que tienen los cueros y pueden adquirir rápidamente la tecnología, se encontrarían en condiciones de competir en el exterior, con igual calidad y mejor diseño, a un precio menor que los mejores y más requeridos productos de marcas reconocidas. A la vez, se abriría por completo la importación de calzado que puede ofrecerse aquí a precios muy bajos (entre cuatro y diez dólares) debido a la masividad de su producción en China y Brasil, y ello permitiría a los compatriotas más excluidos dejar de andar descalzos; nadie recuerda una sola protesta de los fabricantes italianos de zapatos de lujo (€ 1000 el par) protestar contra sus competidores chinos o brasileños de productos baratísimos.  

Lo mismo ocurre con la industria de la moda. A pesar de nuestros sucesivos des-gobiernos, Buenos Aires sigue siendo un modelo a imitar dentro de Latinoamérica. Su industria de diseño y la calidad de –algunos- de sus tejidos son reconocidos mundialmente y, sin embargo, no jugamos en uno de los mercados más interesantes por la relación costo-beneficio.

Los sectores ricos crecen y, sus miembros están dispuestos a pagar hasta un 30/40% más para consumir alimentos orgánicos (producidos sin agroquímicos) pero, lamentablemente, la Argentina no aprovecha esa circunstancia, con algunas contadas excepciones. Es más, las suicidas políticas “anti-campo” de Néstor, Cristina y Guillermo Moreno hicieron que el país dejara de cumplir con su cuota Hilton de carne de primera calidad, por la cual Europa paga US$ 15000 dólares la tonelada (tres veces la carne “común”), lo mismo que han comenzado a hacer los Emiratos Árabes.

Espero que Mauricio Macri siga con las botas puestas, dicte los decretos anticorrupción, exija a la Justicia cumplir su rol y consiga que su equipo económico adopte las medidas necesarias para que la economía se recupere, una de las condiciones esenciales para triunfar en octubre.


BsAs, 4 Mar 17

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