miércoles, 8 de abril de 2009

¿En manos de quiénes estamos?

¿En manos de quiénes estamos?

Lo primero que todos debemos reconocer es que los Kirchner no nos dan respiro, convirtiendo nuestra realidad cotidiana en un tíovivo enloquecido.

Don Néstor juega a las escondidas con su candidatura a diputado o a senador por la Provincia de Buenos Aires, distrito con el que no tiene más raigambre que su transitorio dormitorio en Olivos y el alquilado afecto de los “barones” como Ishii, Curto, Pereyra, Cariglino, etc.

Mientras tanto, reparte trompadas como un boxeador borracho, ahíto de golpes recibidos y aterrado por el derrumbe que lo conducirá, no lo dudo, a la cárcel y al oprobio.

Habla de traidores, como dueño de la lealtad, cuando no ha dejado nada ni nadie por traicionar, incluyendo a su propia e inventada “transversalidad” y a su “padrino” de Lomas de Zamora.

Ningunea, impúdica e impunemente, al Vicepresidente de la República y, hasta que descubre su propia torpeza y consigue juntar a una banda de guardaespaldas, desconoce la muerte de Alfonsín.

Sigue gritando destempladamente contra el FMI, mientras sus escuderos, en las sombras, tratan de negociar un camino silente que le permita cuadrar los números, al menos hasta las elecciones.

Por su parte, doña Cristina no se queda atrás. Sigue repitiendo, en toda la geografía mundial, el disco que don Néstor le insertara, para reemplazar su manipulación directa cuando está presente.

Habla de diálogo mientras suspende las reuniones de sus ministros con el campo, continuando por un camino que ya nos ha llevado al abismo.

Habla de democracia mientras despotrica contra cualquiera que no se haya sometido al más despiadado vasallaje y a la más innoble genuflexión.

Habla de distribución de ingresos en Jujuy mientras, a su alrededor, el dengue, el cólera y el mal de Chagas hacen epidémicos y endémicos estragos en la población más marginada de la Argentina, a la cual su clientelismo le niega también la educación, la justicia y la salud.

Habla de federalismo y de unidad, mientras la concentración de recursos públicos en manos de su marido ha puesto a las provincias empobrecidas al borde de la emisión de patacones y demás bonitos.

Habla de los pudientes del campo, exhortándolos a compartir sus bienes, mientras luce con descaro sus enloquecidos vestuario y joyero, o mientras se refugia en sus propiedades patagónicas.

Habla de honestidad, mientras se roba, con la complicidad de muchos, los bienes públicos, aún aquéllos que no están sometidos a su cuidado.

Habla de coherencia, mientras veta una ley votada por unanimidad para proteger los glaciares de la destrucción minera.

Habla de falta de proyectos de la oposición, mientras cuánto ha hecho su marido desde que asumiera en 2003 hace agua, y no precisamente por la crisis externa.

Habla de la inmoralidad de los cortes de rutas de los chacareros, mientras mira para otro lado cuando los D’Elía toman comisarías o invaden propiedades de argentinos y extranjeros, o los Pérsico destruyen edificios públicos o invaden ministerios, o los de La Cámpora cortan calles y avenidas, o los piqueteros del puente de Gualeguaychú cortan durante años un paso fronterizo.

Habla de dar lecciones a los países centrales, mientras la falsificación de los datos y de las estadísticas que inauguró su marido y que ella ha continuado nos marginan de un mundo al borde de la locura y nos excluyen de cualquier ayuda financiera.

Y ahora llega Scioli, dispuesto a arder en la pira funeraria de don Néstor, analizando renunciar a su cargo –como ya hiciera, en su momento, Ruckauf- en una provincia incendiada por la inseguridad y el desempleo, para encabezar el tren fantasma bonaerense rumbo a la Cámara de Diputados.

Ese Scioli que nada tiene que envidiar a Chance Gardiner en el “Desde el Jardín” de Jerzy Kosinsky, inmortalizado por Peter Sellers en la pantalla.

Ese Scioli que, imitando a su inspirador, balbucea palabras huecas como “fuerza”, “trabajo”, “voluntad”, mientras los traficantes, los asesinos, los ladrones y los violadores pasean a sus anchas por un territorio ya considerado “zona liberada”.

Ese Scioli que da pena y vergüenza ajena cuando responde a interrogatorios cada vez más osados –parece que se acabó el miedo a Kirchner de los periodistas- sobre su gestión y la de su jefe.

Ese Scioli que hace un cada vez más precario equilibrio sobre el filo de la navaja que Kirchner ha puesto bajo sus pies, mientras ve esfumarse un prestigio que nadie racional hubiera podido otorgarle.

A los tres se les nota ya el pánico y la desesperación. Pero el primero, el que mueve los hilos de las otras marionetas, es el más peligroso.

Cada día se acentúa más su parecido a Nerón. ¿Qué estará dispuesto a incendiar antes del final?

Bs.As., 8 Abr 08
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