lunes, 17 de agosto de 2009

Abdicaciones (en el día de San Martín)

Abdicaciones (en el día de San Martín)


“… y he resuelto recordar a los militares (no me atrevo a decir guerreros) de esta nación crucificada en el caballete de una pizarra de Bolsa, que entre los afeminados ciudadanos de Itaca no se encontró uno capaz de manejar el arco legendario del guerrero ausente”¹
L.Lugones


Argentina tiene, en su pasado, una serie de abdicaciones de sus ciudadanos que han marcado su destino como país.

Creo no estar descubriendo la pólvora al decir, por ejemplo, que lo que sociológicamente se denomina ‘clase alta’ dejó de cumplir el rol de dirigente de la sociedad que su sino le adjudicaba, para elegir un papel que la separó de la evolución de la República.

Tampoco puede resultar un hallazgo decir prácticamente lo mismo de la ‘clase industrial’, pese a que, en este caso, la abdicación pudiera atribuirse a circunstancias ajenas a la voluntad de los protagonistas, en un país en el cual uno se entera por el diario si es rico o pobre, dado el intervencionismo estatal que siempre ha sido el modo de ser de nuestra economía.

En lo que a la política se refiere, también nuestra historia está llena de ejemplos de personas que, por una razón u otra, dejaron de cumplir el mandato recibido de sus conciudadanos.

Y en lo cotidiano, esto se multiplica al infinito en miles de situaciones en los cuales los individuos preferimos dejar en manos de otros el cuidado de nuestras vidas y haciendas, lo cual también constituye una abdicación.

Una nota de este tipo no permite que su autor se explaye, transformándola en un ensayo y, por ello, me limitaré a pintar mis asertos a grandes brochazos.

Los grandes terratenientes de principios del siglo pasado que, salvo contadas y honrosas excepciones, prefirieron colocar en otras latitudes las ganancias obtenidas en el país y dejar la administración de éste, en realidad su bien más preciado, son el primero de los ejemplos que se me ocurren.

Por su parte, los grandes industriales locales aportaron lo suyo a esta saga, al transferir sus fábricas y establecimientos a terceros, gran parte extranjeros. La historia de los frigoríficos nacionales o las empresas petroleras privadas de capital argentino transferidas, y la inversión del producto en el exterior son un importantísimo botón de muestra.

La política tiene gran cantidad de ejemplos de personas que, habiendo recibido en las urnas el voto de millones de nuestros compatriotas, los dejaron escapar de entre sus dedos, sin asumir el rol que esas voluntades les imponían.

La escasa participación política, sea en partidos o en asociaciones gremiales empresarias o sindicales, habla muy a las claras del tipo de sociedad que hemos construido con todos esos ‘renuncios’.

Finalmente, y volviendo al llano, merece un párrafo especial el tema de los consorcios en los edificios. Puede decirse que, psicológica y ancestralmente, nuestra casa es nuestra ‘cueva’, el lugar en el que estamos protegidos de los males del exterior y, por ello, el hogar es, con certeza, nuestro bien más preciado.

Sin embargo, la realidad cotidiana nos muestra que los propietarios esquivamos el bulto –una abdicación más- cuando se nos llama para ocuparnos del consorcio que integramos y, en general, nos limitamos a dejar su administración en manos de cualquiera, contra el cual reiteradamente protestamos.

De algún modo, Argentina puede ser descripta como un consorcio: tiene un territorio (el edificio), una población (sus habitantes) y una constitución (el reglamento de copropiedad) cuyos preceptos son desobedecidos permanentemente; pero, lo peor, es que le entregamos su administración (el poder ejecutivo) a cualquiera que se declare con voluntad de aliviarnos de esa tarea.

Hoy, Argentina asiste a una nueva abdicación, tal vez la más grave, dado el contexto geopolítico en el que América Latina se encuentra. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Honduras, son meros hitos de la oleada de vientos populistas que están arrastrando al continente a una nueva era de oscurantismo y falta de libertades.

Esa abdicación es la de la oposición.

Ésta, que recibió el 28 de junio el mandato del 70% de la población para desempeñar el papel de limitante de la vocación tiránica de don Néstor y su mujer, ha abdicado de su rol.

El patético escenario del Congreso, poblado de individuos que, a cambio de prebendas personales o de solución dineraria para sus mini-problemas locales, nos muestra a las claras que esa cadena trágica de ‘renuncios’ tiene un eslabón más.

Lo Cámara de Diputados ha dado ya media sanción a la extensión de los poderes delegados, en un acto de franca traición a la Patria y a los ciudadanos que los elegimos. Los Senadores se aprestan a hacer lo mismo, motivados por las necesidades financieras de sus provincias, sin ver, con una miopía suicida, que estarán renovando las balas en la pistola que don Néstor ha usado, precisamente, para colocarlas en esa posición de mendicantes.

Y la oposición en medio de peleas infantiles, “… de asfixia moral, de lepra sorda, de cobardías y de sensualismos de camastros”[2]
, que dan cabal cuenta de la falta de voluntad de acceder al poder que debiera ser su motor pero que, enfrentada a un enemigo del canallesco porte de Kirchner, la vuelve absolutamente inerme e incapaz, como si sus integrantes fueran niños asustados, peleando por un chocolatín.

Perdón, pero hoy me resulta imposible terminar con mi habitual rasgo de optimismo. Enfrente, sólo veo un negro futuro.



Bs.As., 17 Ago 09





[1] “El Sable”, Leopoldo Lugones, diario ‘El Tiempo’, Buenos Aires, 4 Mar 1897, recogido en ‘Historia del Sable de San Martín’, Jorge María Ramallo, Ed. Theoria, Buenos Aires, 1963, pág. 115.
[2] L. Lugones, art. citado.

Publicado por:
http://scolaro.blogspot.com/



No hay comentarios: