jueves, 6 de noviembre de 2008

Es hora de hombres, no de nombres

Es hora de hombres, no de nombres

Participo en algunos foros políticos y, en casi todos ellos, he encontrado el mismo planteo: la selección de los nombres que puedan encabezar la oposición a esta dictadura en las elecciones de 2009.-

Creo que es un grave error.

El pueblo en general, y los más informados en particular, está harto de nombres, sobre todo porque han visto a tantos personajes cambiar de camisa que éstos se han vuelto impresentables para él.

Por eso, me parece que la estrategia opositora debería ser la contraria. Es decir, formular propuestas concretas y viables para los quince o veinte problemas mayores que inquietan y preocupan a la población.

Hace un tiempo, enumeré los puntos que, a mi entender, son los más graves y acuciantes. Los repito ahora:

Destinar un porcentaje fijo e inamovible del presupuesto nacional a la educación pública, para recuperar la excelencia que, todavía hoy, nos hace gozar de un prestigio ya inmerecido.
Inventar una verdadera y eficiente red de seguridad social, tanto en materia alimentaria cuanto sanitaria, para los más desprotegidos, para permitirles salir de la indigencia y hasta de la pobreza, pero con contraprestaciones personales y educacionales.
Establecer un sistema de becas -no estoy hablando sólo de la gratuidad de la enseñanza sino, verdaderamente, de pagar a los más capaces por su ‘trabajo’ de educarse- que solucione el problema de la pésima ‘distribución social’ de la enseñanza.
Recrear una Justicia independiente, alejada de cualquier bandería política y, sobre todo, de cualquier control del Ejecutivo.
Imponer para adentro, y consensuar hacia afuera, la verdadera democracia intrapartidaria.
Terminar con el sistema de las listas sábanas e establecer, por un período relativamente breve, el voto uninominal, es decir, por pequeñas jurisdicciones.
Restaurar, como en el tiempo de la Colonia, el ‘juicio de residencia’ obligatorio para todos los integrantes del primero y del segundo escalón de los poderes públicos.
Pactar, con todos los sectores, una línea geopolítica que permita delinear el futuro internacional de la Argentina y su reinserción en el mundo.
Actuar con seriedad y responsabilidad en todos y cada uno de los posicionamientos y planteos frente al resto del mundo, confirmando cada vez la seriedad de Argentina como país integrado a la comunidad internacional.
Recomponer las relaciones económicas y financieras con el exterior, no a través de un pago inmediato –hoy inaccesible- de nuestras obligaciones, sino mediante propuestas serias, respaldadas por leyes soberanas y suscriptas por todas las agrupaciones políticas.
Determinar la intangilibilidad de los organismos de control y estadísticos; en el primer tema, sugiero adoptar los criterios brasileños, que solapan la gestión de los directores de las agencias reguladoras sobre las gestiones anteriores y posteriores de los presidentes.
Terminar con el arbitrario manejo de la publicidad oficial, estableciendo normas claras y universales para ese rubro.
Crear un sistema impositivo justo y universal, que haga que todos los argentinos y quienes aquí trabajan paguen los impuestos que el Congreso establezca, sin regresiones ni confiscaciones, y redistribuir eficaz y equitativamente el ingreso nacional..
Regresar a un verdadero federalismo, tanto en materia política cuanto en materia económica, mediante mecanismos justos y permanentes de distribución impositiva.
Recrear fuerzas armadas profesionales, aptas para la defensa y dotadas para ello, totalmente alejadas de las banderías políticas y de los vaivenes delirantes.
Imponer la obligatoriedad de la publicidad de los actos de gobierno, y el sometimiento de presidentes, gobernadores y ministros a conferencias de prensa abiertas y periódicas.
Finalmente, establecer topes -controlados por organismos independientes, con facultades de veto- al gasto en las campañas políticas, obligando a los beneficiarios a dar inmediata -y previa, respecto al acto eleccionario- publicidad a las donaciones con ese fin.

El mecanismo que propongo es bastante sencillo y, tal vez, pueda resultar eficiente.

Se trata de crear un pequeñísimo grupo de especialistas para definir, en cada uno de esos ítems y con la misma filosofía nacional, una solución que pueda presentarse a un grupo mayor de interesados y activos políticos, politicólogos y expertos.

Una vez logrados esos consensos mínimos, pedir a quienes estuvieran de acuerdo con ellos que los firmen, y depositar los ejemplares firmados en una escribanía, amén de darlos a publicidad inmediatamente para someterlos a la consulta pública.

Obviamente, esos consensos se transformarán en una plataforma política completa y, entonces sí, elegir entre los firmantes los mejores candidatos para llevarlas a las bancas legislativas.

Durante el ejercicio de los mandatos de los legisladores electos con esta plataforma, se exigirá a éstos -inclusive a través de la Justicia, si fuera necesario- el estricto cumplimiento de las facultades y poderes de representación otorgados por sus electores, tal como sucede con los abogados y sus clientes, haciéndolos civil y penalmente responsables por los desvíos en que incurrieran.

Ya en 2011, hacer exactamente lo mismo con los candidatos a los poderes ejecutivos nacional y provinciales.

Como digo en el título, es hora de hombres, no de nombres. Hombres con el coraje suficiente para hacer renacer al país de sus cenizas, de devolverle su orgullo, de restaurar los laureles de los que habla el Himno Nacional.

Hoy la letra de la canción patria suena, al menos, extemporánea. Ningún libre del mundo dice “al gran pueblo argentino, salud!” porque hemos dejado de ser un gran pueblo para convertirnos en esclavos y en mercenarios. Citando a Leopoldo Lugones, somos una "nación crucificada en el caballete de una pizarra de bolsa”.

La Patria se enfrenta a uno de los momentos más graves de su historia, en manos de una pandilla que sólo busca el poder para perpetuarse en él, para hacer negocios y negociados para sí y sus allegados y cómplices, sin que importe demasiado el precio que la República Argentina y sus habitantes tengan que pagar por ello, ahora y en el futuro.

Buenos Aires, 6 de noviembre de 2008.-
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