lunes, 25 de febrero de 2013

Entrevista en Construcción Plural

La entrevista que me hizo Fernando Mauri, en Construcción Plural, de FM Cultura, el 25 Feb 13
http://abordajes.blogspot.com.ar/2013/02/el-audio-de-construccion-plural-del_25.html

domingo, 24 de febrero de 2013

Curiosa Encuesta




Curiosa Encuesta


“El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”. Winston Churchill

Existe una viejísima comparación que describe a los estadounidenses, individualmente, como inocentes, crédulos, ilusos, aburridos, cándidos, etc., mientras que, a la vez, pinta a los argentinos –sobre todo, a los porteños- como vivillos, ranas, rápidos, imaginativos, creativos, piolas, etc. Todo termina cuando pensamos que los norteamericanos, todos juntos, hicieron ese país, mientras que los argentinos, también juntos, terminamos con el nuestro.

Ante la sinrazón de la política exterior del Gobierno, que nos ha llevado a un curioso alineamiento con Irán, propongo realizar una encuesta nacional con una sola pregunta: hoy, ¿dónde usted preferiría vivir? ¿En Venezuela, Nicaragua o Bolivia, o en Estados Unidos, Canadá, Chile, o Brasil?

Estoy convencido que ni los más fervientes fanáticos, esos que forman la legión de los aplaudidores permanentes de la Casa Rosada, elegirían compartir las miserias que los populismos chavistas se han concertado para generar en sus países, cada vez más empobrecidos por políticas nefastas y teorías económicas trasnochadas y fracasadas. Creo que, si se abriera la posibilidad de la emigración masiva a algunos de nuestros vecinos continentales, ni Milagro Sala, Pérsico o D’Elía conseguirían evitar la deserción de sus bases.

Entonces, ¿de qué estamos hablando cuando mentamos al progresismo vernáculo, que es lo opuesto al progreso? ¿Por qué razón los argentinos continúan votando, desde hace décadas, a políticos que sólo buscan perpetuarse y enriquecerse desde el poder? ¿Por qué no exigimos que nuestros terribles impuestos y la monstruosa recaudación del Estado se apliquen a mejorar la educación, la salud, el transporte, la energía, etc., y no terminen, como hasta ahora, en los bolsillos de estos próceres de pacotilla, con voluntad de eternizarse?

No puede ser sólo por el “sálvese quien pueda” porque, en general, son muy pocos los que lo consiguen, y esto es archiconocido. Cuando se deteriora tanto el nivel cultural de una sociedad, ésta lo sufre en su conjunto, ya que le impedirá progresar y desarrollarse; y lo mismo sucede con el estado sanitario. Cuando un país carece de infraestructura adecuada y de energía suficiente, retrocede rápidamente, ya que pierde competitividad, sus costos escalan, se reducen los puestos de trabajo o no se crean nuevos y, en general, los bienes y servicios que se ofrecen a la población empeoran.

Si es así, ¿por qué creemos tan fervientemente en la necesidad de contar con una línea de bandera (la mayoría de los grandes países no la tienen) que subsidia los viajes de los ricos en lugar de destinar esos fondos -¡tres millones de dólares diarios!- a mejorar los ferrocarriles y los colectivos? ¿Por qué nos enzarzamos en una discusión inútil acerca del “Fútbol para Todos”, que tanto nos cuesta en viviendas, escuelas y hospitales no construidos, en vez de exigir que la publicidad en las transmisiones se abra a los privados? ¿Por qué permitimos que, en lugar de subsidiar a los usuarios pobres del transporte público, se regale dinero a las empresas, que no invierten y cada día asesinan a nuestros compatriotas?

Obviamente, la lista de incongruencias en nuestro imaginario social podría extenderse muchísimo más allá de lo que permite la brevedad de esta nota, pero usted, sufrido lector, podrá completarla con nuevos ejemplos.

Si tantos argentinos quisiéramos, como creo, vivir en un país serio y normal, ¿por qué nos resignamos a que esta caterva de políticos que hemos generado –ninguno salió de un repollo- transforme nuestra vida cotidiana en miserable, sin seguridad, con drogas, con muertes, con inflación, a oscuras, cada vez más abajo en todas aquellas categorías que convierten la existencia en algo digno? ¿Por qué no damos un salto cualitativo, escogiendo con cuidado a nuestros representantes? ¿Por qué no optamos por quienes ofrezcan construir, con seriedad, con curriculum y sin prontuario, esos puentes hacia el futuro?

Esta semana, como tantas otras en el pasado reciente, tendremos una prueba de fuego para nuestros diputados, que los senadores ya reprobaron. El oficialismo llevará al recinto, luego de un rápido paso por las comisiones adictas, el proyecto de ley que transforma el memorándum firmado con Irán en un tratado y, como tal, le daría rango constitucional. Si es aprobado, como cree el Chivo Rossi que sucederá, Argentina habrá atado su suerte a la de un país del cual todas las democracias occidentales reniegan, que abjura de los derechos humanos, que ha atentado contra nuestro territorio y nuestros ciudadanos y que, si pudiera, destruiría a Israel.

¿Para qué todo eso? Carlos Pagni, tal vez el mejor analista del país, esbozó una teoría esta semana: doña Cristina está intentando convertirse en árbitro de un conflicto, que imagina inminente, entre Rusia e Irán y Estados Unidos e Israel. Si fuera así, la megalomanía habitual de nuestra señora Presidente se habrá transformado en una patología sumamente peligrosa, tanto para ella misma cuanto para los demás, los cuarenta millones de argentinos.

Baste recordar que un error de diagnóstico, no falso protagonismo, llevó al Gral. Perón a creer en la inmediata deflagración de una guerra entre el Occidente capitalista y el mundo comunista, y el precio que, en materia de aislamiento internacional tuvo que pagar la Argentina por él.

El cristinismo ha logrado, como ya lo hizo con la clase media, los sindicatos, el campo, etc., poner en contra suya a toda la colectividad judía, cuyo poderío económico nadie ignora, que ha unificado su voz por primera vez en mucho tiempo. ¿Qué sentido tiene pegarse un tiro en el pie todos los días? ¿No le basta con el malhumor que produce la siempre negada inflación, los controles de precios, el cepo al dólar, la humillante exhibición de impunidad de los funcionarios?

Esto, sin duda, es escupir al cielo, pero muy cortito. Todo hace que, con cada paso, el Gobierno se ensucie más.

BsAs, 24 Feb 13






lunes, 18 de febrero de 2013

Antes, arquitecta egipcia; ahora, papisa




Antes, arquitecta egipcia; ahora, papisa

“La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira.” Jean-François Revel

Realmente, la tradición de la Iglesia católica nos ha puesto a salvo de un peligro que nunca hubiéramos imaginado hasta el viernes, cuando doña Cristina, desde la Patagonia, comunicó al mundo que, de no existir tal regla, ella sería papisa.

Más complicada aún que ese nuevo disparate –no olvidemos el “poco de miedito” que, dijo, debíamos tenerle- fue su encendida afirmación que atribuyó el crecimiento, lamentablemente no confirmado por la realidad, en la producción nacional de petróleo y gas a que las empresas reinvierten en el país las ganancias que, antes, distribuían entre sus accionistas.

Olvidó la señora Presidente que, para concretar la forzada venta de un porcentaje importante de YPF a los Eskenazi, familia que sólo sabía de petróleo lo necesario para hacer llenar el tanque de su auto, pese a lo cual Repsol le cedió la administración de la empresa y, además, debió prestar el dinero necesario para pagar la compra, los españoles y los argentinos habían firmado un contrato que imponía la distribución del 95% de las utilidades (en la industria petrolera mundial, nadie distribuye más del 25/35% y se reinvierte el resto) para que los nuevos dueños pudieran devolver el préstamo, y que ese acuerdo fue aprobado por escrito por Patotín Moreno y por don Néstor (q.e.p.d.).

Es decir que, para repartirse esas ganancias –el primer año incluyeron a las no distribuidas en el ejercicio anterior, por lo cual llegaron al 140%- y quedar todos contentos –los Kirchner, perdón, los Esquenazi, porque se habían apoderado del 25% de la empresa sin poner un peso, y Repsol porque se llevaba todas las ganancias y podía empezar a irse del país que había congelado sus precios y le prohibía retirar sus propios dividendos- la Argentina sacrificó sus reservas de hidrocarburos, a un costo equivalente, según Alieto Guadagni, a quinientos millones de cabezas de ganado; para tener una noción de qué significa eso, piense que la nefasta y estúpida política ganadera del kirchnerismo nos hizo perder “sólo” doce millones.

Ahora, nuestra frustrada papisa reescribió la historia y Él, que resultó una pieza esencial para la privatización original de YPF, aparece como un primigenio cruzado de la estatización/confiscación de la maltrecha empresa que preside don Galluchio, que no ha podido obtener un solo dólar extranjero para invertir en ella, que hoy vale en el mercado casi la mitad de su precio de venta original.

Tal como preveíamos la semana pasada, el tema del acuerdo con Irán sigue haciendo un mal ruido para el Gobierno, ya que ha significado nada menos que la destrucción definitiva de los importantes nexos que había construido con la comunidad judía y con Israel, que tantos réditos les reportara. Claro que la revelación del negocio de Fabricaciones Militares –a la cual se atribuyó la propiedad de la tecnología de combustibles misilísticos- con una empresa venezolana puesta por Estados Unidos en la lista negra por sus vínculos con el régimen de los ayatollhas y la enorme similitud entre el reactor iraní y el argentino, no ha hecho otra cosa que enturbiar todavía más las razones de doña Cristina para apurar el trámite legislativo, como reveló don Multiuso Pichetto ante un no previsto micrófono abierto.

La señora Presidente, con la no razonada colaboración de las bancadas oficialistas en el Congreso, nos ha metido de lleno en el peor conflicto del presente, que enfrenta a todo el mundo occidental –nuestros socios naturales- con un país teocrático, que desconoce la democracia y que pisotea los derechos humanos, amén de pretender la destrucción total de Israel. Realmente, y mirándolo por donde se lo mire, un alto costo para la Argentina, que pagarán las futuras generaciones y que nos hundirá aún más en la decadencia y la insignificancia.

Pero todo está permitido en el universo particular de doña Cristina: indignarse cuando su propia tropa es escrachada y organizar episodios idénticos contra sus “enemigos”; batallar por los derechos humanos sólo cuando conviene; mentir sin ningún prurito ni vergüenza; negar la inflación y pretender que se puede vivir con $ 6 diarios; destruir la economía y llamarlo éxito; aislarnos del mundo; impedir el desarrollo por falta de inversiones; liderar los rankings de falta de transparencia y de competitividad, de inflación y de corrupción; invertir más dinero en peor educación; poner cepos al dólar y a la publicidad; atacar despiadadamente a la Justicia y desconocer sus fallos; inventar viviendas, hospitales y escuelas no construidos; cambiar normas y reglamentos a voluntad, y no escribirlo nunca; proteger, sin límites, a los funcionarios venales; alquilar a los jueces que deben investigar al poder; robar impunemente los fondos de Santa Cruz y las tierras fiscales de Calafate; incrementar inexplicablemente los patrimonios; recibir valijas chavistas y embarcar toneladas de drogas en aeropuertos militares; hundir barcos amarrados; pelearnos con Inglaterra por Malvinas y asociarnos con empresas británicas que exploran petróleo allí; celebrar el embargo de la Libertad y alquilar aviones ingleses por no poder usar el Tango 01; llevar a empresarios truchos y falsificadores a inexplicables giras comerciales; construir un impresionante imperio multimediático e imputar la autoría de todos los males a la prensa libre; dejar al país sin energía; y miles de etcéteras que, seguramente, usted mismo enumerará.

Esto, el modo de gobernar, es lo que se deberá poner en discusión en octubre, salvo que, como me temo y he explicado, la señora de Kirchner se convenza de la imposibilidad de lograr su reelección y decida, para evitar convertirse en pato rengo –en el imaginario cristinista, sin gobernabilidad autocrática- incendiar el país y suspender las elecciones, cualquiera sea el precio a pagar por ello.


martes, 12 de febrero de 2013

La Soberbia Mentira




La Soberbia Mentira


“El tiempo de engañar a los hombres de acaba” Pedro I de Brasil.

Cuando vi por televisión la última cadena nacional que nos propinó la señora Presidente, aún sabiendo que estaba mintiendo en forma descarada, no pude menos que asombrarme por la inteligencia con que presentaba el tema del inexplicable memorándum de entendimiento que había ordenado al ex Twitterman firmar; una nueva Cristina, toda seria y condescendiente, sin gritos ni insultos, se presentaba en sociedad con aires de estadista. Nadie podía pensar que fuera el propio Irán quien, tan solo dos días después, la desnudara y la mostrara tal como es, alguien sin escrúpulos de ningún tipo, capaz de utilizar cualquier método, aún la muerte de tanta gente, para servir a sus ignotos deseos personales.

Sorprendió esta mañana la declaración de un miembro de su Gobierno que, ratificando cuanto han dicho los opositores argentinos y las organizaciones de la comunidad judía local, dejó claramente establecido que, de producirse el viaje de Canicoba Corral y de Nissan a Teherán, sólo podrán mantener con los funcionarios persas imputados de la comisión de los atentados un diálogo amistoso ya que, en ningún caso, podrán éstos ser obligados a prestar declaración indagatoria. Todo eso torna aún más oscuras las razones que llevaron a doña Cristina a ordenar la firma de este curioso memorándum, que seguramente será convertido en ley y elevado a rango constitucional por imposición de las mayorías oficialistas en el Congreso.

Me llama la atención que ambos funcionarios judiciales no hayan formulado protesta alguna, o simplemente renunciado, cuando todo el proceso judicial llevado a cabo aquí por ellos ha sido puesto en duda nada menos que por la señora Presidente, quien ha aceptado que sea revisado por una futura “Comisión de la Verdad” que, a esta altura, nadie sabe quién compondrá ni cuáles serán sus exactas funciones, salvo anular los pedidos de captura internacionales vigentes que Interpol ha librado contra los iraníes.

Si esta es la conducta de quienes rodean a la viuda de Kirchner, que nuevamente han dedicado toda su actividad a humillar a la comunidad entera, no puede sorprender que les resulte imposible caminar por la calle como cualquiera de nosotros, sin recibir la condena social traducida en los famosos escraches. Carlotto, Guita-rrita Boudou, el Gay-ísimo Oyarbide, Patotín Moreno y Kiciloff pueden dar fe pública de ese desagrado general que los rodea.

El oficialismo y muchos inocentes argentinos se rasgaron las vestiduras cuando el Pende-viejo fue increpado frente a sus hijos en Buquebus; sin embargo, nadie comparó lo sucedido con la famosa arenga de la viuda de Kirchner en la EsMA, cuando imputó falsamente a la señora de Noble de apropiarse de sus hijos adoptivos y llegó hasta ofrecerse a acompañar a la  Abuelérrima a los Tribunales internacionales si los argentinos no le daban la razón. Al negar que los escraches que se practican, diariamente, desde las tribunas oficiales –sean éstas discursos presidenciales, tribunas de doña Hebe o programas pseudo periodísticos- son enormemente más graves que los que hacen los particulares, cuando éstos carecen de otro canal de expresión, convalidan la teoría de los "dos demonios”, es decir, aquélla que la Justicia tuerta niega, ocultando, tras un manto de impunidad, a los asesinos que pusieron bombas y mataron e hirieron a tantos ciudadanos, con o sin uniforme, en la década de los 70’s y que hoy ocupan cargos relevantes en el Gobierno nacional.

A la confirmación iraní acerca de la catadura moral de la señora Presidente, un hecho que debe preocuparla un poco, se han sumado otros dos, uno confirmado y otro potencial, que han generado un enorme malhumor a la ocupante de la quinta de Olivos. Me refiero, obviamente, a la coronación de Máxima Zorreguieta como reina de Holanda, y a la posibilidad de Jorge Bergoglio de convertirse en Sumo Pontífice tras la inesperada renuncia de S.S. Benedicto XVI.-

Que la hija de un señor al cual la venganza desatada contra cualquiera que haya sido funcionario del proceso militar se transforme en la figura más relevante de Europa, produjo en doña Cristina un desagrado tal que le impidió celebrar la noticia, que tanto alegró a sus compatriotas, ni siquiera en las redes sociales, a las cuales se ha mostrado recientemente tan afecta. Las “luces del centro” del mundo siempre han encandilado a la señora Presidente, que las ha utilizado para exhibir todas sus alhajas y mostrar a todos, en especial a sus pares, cómo alguien puede enriquecerse tan rápido en la función pública; el haber sido desplazada de su lugar como argentina más famosa por una joven, mona y, además, legítimamente tan rica, no pudo más que modificar la respuesta que, hasta ahora, le devolvía el espejo infantil.

Pero la posibilidad de que su enemigo número uno en la jerarquía eclesiástica nacional o Monseñor Sandri –el otro prelado argentino considerado papable, también amigo de sus antecesores en la Casa Rosada- se puedan transformar en el próximo jefe espiritual de la cristiandad, reviste características más profundas y, por supuesto, más graves. Ya no bastará, si el cónclave elige a uno de ellos, con inventar Te Deum en el interior para evitar asistir a la Catedral metropolitana y verse obligada a escuchar las sensatas críticas del Cardenal Bergoglio sobre la realidad nacional; a partir de entonces, seguramente las obligadas visitas al Vaticano serán cosa del pasado, ya que el tradicional saludo debería ser hecho a alguien que conoce demasiado bien a la Argentina y, por tanto, es reacio a creer en relatos.

Los problemas económicos gravísimos, exclusivamente generados por la torpeza de sus funcionarios pero, básicamente, por la ideología nefasta de quien toma las decisiones, están conformando la tormenta perfecta que llevará a la Argentina al centro mismo de un huracán de consecuencias inéditas. Tal vez, cuando la calma finalmente llegue, descubramos que lo bueno de los vientos que tantos daños habrán causado será que, también, se habrán llevado algunas de las causas de nuestra decadencia al cajón final de la historia.







miércoles, 6 de febrero de 2013

Entrevista en Canal TLV1 del 5 Feb 13


http://www.youtube.com/watch?v=M420MczNxSo

domingo, 3 de febrero de 2013

¿Es posible nuestro futuro?




¿Es posible nuestro futuro?

“No necesitamos ser todos amigos, pero tenemos que mantenernos juntos, tenemos una responsabilidad. No somos capaces de cambiar el pasado, pero somos responsables de lo que ocurra en el futuro”                      Michelle Bachelet

La Argentina ha entrado en un año que tendrá una relevancia esencial en su futuro, ya que se jugará en él la posibilidad de reelección de doña Cristina Fernández de Kirchner y, con ello, la subsistencia del proyecto político que, habiendo heredado de su marido en 2007, cambió -para peor- abruptamente a partir de la muerte de éste.

Como he sostenido inveteradamente desde estas notas, ese proyecto se apoya sólo en dos patas, la ideológica y la ladrona. Ninguna de ellas, por las razones que ya he expuesto, estará dispuesta a aceptar pacíficamente el verdadero juego democrático y, por el contrario, creo que ambas incendiarán Roma antes de resignarse a perder el poder. Para comprobarlo, querido lector, limítese a cerrar los ojos y trate de imaginar la foto de la señora Presidente entregando la banda y el bastón a un sucesor que no sea del propio palo.

Piense, como ya le he propuesto otras veces, si es posible que nuestro país continúe viviendo este desmadre durante casi tres años más; cuando se responda, intuya los nuevos niveles de desorden generalizado en todos los órdenes –la economía (la inflación, el gasto público, la emisión monetaria, la devaluación y la recaudación), la infraestructura, la educación, la seguridad y el narcotráfico, la defensa, las relaciones internacionales, la corrupción- que se alcanzarán cuando la señora de Kirchner se transforme en un “pato rengo” por tener su mandato fecha cierta de vencimiento.

En la medida en que todos los analistas de opinión, y hasta la propia percepción, nos dicen que es prácticamente imposible que el cristinismo obtenga en las elecciones legislativas de octubre –si es que no las adelanta- los dos tercios de ambas cámaras, que le permitirían habilitar la modificación de la Constitución para permitir la reelección, el escenario que le pedí imaginara en el párrafo anterior se verá concretado.

Es cierto que el Gobierno aún dispone de fuertes “banelcos” para intentar comprar la voluntad de los legisladores que resulten electos por otros partidos; por eso, he propuesto que todos los pre-candidatos, antes de someterse a las internas abiertas, adhiera al documento firmado por los actuales legisladores que se comprometieron a no permitir que la Carta Magna sea, nuevamente, violada. No sé, en verdad, si eso podrá actuar como freno a la venalidad pero, al menos, podremos arrastrar a la ignominia a quienes se presten a “borocotizarse” por treinta monedas de plata; basta recordar que esos legisladores vendrán de pueblos y ciudades pequeñas, donde todo el mundo se conoce, y la condena social podrá hacerse allí verdaderamente efectiva.

Todo ese diagnóstico me lleva a pensar que la Argentina atravesará, mucho más temprano que tarde, un período muy trágico y, por qué no, violento. Esa situación actuará como un Rubicón para el país ya que, a partir de su cruce, se sabrá si tiene futuro o, por el contrario, se encaminará hacia la disolución nacional. Respecto a esta última posibilidad, nada puedo decir pero, en cambio, tengo una seria propuesta para la primera.

Se trata de formar, al mejor estilo británico, un gabinete de ministros “en la sombra”; es decir, tener constituido al grupo de hombres y mujeres que podrán asumir el control del Estado después de la hecatombe que preveo; por supuesto, habrá que elegir entre aquéllos que puedan exhibir un importante curriculum en el área que les corresponda, y carezcan de prontuario. Todos sabemos que la sociedad cuenta en su seno con personas sumamente valiosas y capacitadas en cada una de los temas que deberán ser encarados con la urgencia del caso, y conocemos sus nombres; provienen de todos los partidos y de todas las corrientes, pero su honestidad y sapiencia están fuera de cuestión; tengo in pectore a muchos de ellos.

La semana pasada, me llegó un correo electrónico que citaba frases del Presidente Arturo Frondizi, extractadas de su discurso de asunción del mando en 1958. El autor, cuya identidad ignoro, encabezaba cada grupo de citas con un título que considero útil rescatar como tareas para el próximo gobierno: 1. Gobernar sin enconos ni prejuicios; 2. No usar la Casa Rosada para hacer política partidaria; 3. Terminar con el clientelismo; 4. Abstenerse de toda medida discrecional; 5. Respetar celosamente la división de poderes; 6. No olvidar que libertad y orden son cara y cruz de la misma moneda; 7. Garantizar la seguridad jurídica; 8. Tener presente que, sin previsibilidad, no hay inversión; 9. Ofrecer información y estadísticas oficiales verdaderas e irrefutables; 10. Promover sistemas de capitalización y el ahorro; 11. Fortalecer el mercado de capitales; 12. Recuperar y asegurar el autoabastecimiento de energía; 13. No olvidar que el agro es factor de progreso técnico y social; 14. Promover y garantizar la libre competencia; 15. Terminar con la estatización de actividades econoómicas; 16. Ratificar la ilegalidad de las confiscaciones; 17. Recuperar y confirmar el federalismo político y económico; 18. Combatir la inflación con productividad y manejo responsable de la emisión, no con controles; 19. No redistribuir pobreza y marginación; y 20. Convocar a una epopeya económica y social que permita la esperanza.

Por mi parte, como recordará, he formulado propuestas concretas para muchos de los temas más preocupantes en la actualidad, y las he reunido, muy desordenadamente por cierto, en una nota, “La Argentina que quiero”, (http://tinyurl.com/bla4n57), y me propongo comenzar a trabajar, a partir de marzo, para que ese futuro posible –que requerirá el concurso de muchos argentinos notables y de buena fe- pueda transformarse en una realidad aunque, para llegar a él, haya que atravesar un período de tragedia y caos. No se podrá evitar reutilizar la famosa frase de Churchill, que invocó la necesidad de “sangre, sudor y lágrimas” para ganar el porvenir, y lo logró.

Si los argentinos seguimos creyendo en este pseudo-progresismo que nos ha llevado a la actual decadencia terminal, nada nos será dado y sólo tendremos por delante un oscuro panorama en el cual nuestro país sólo habrá existido, como entidad soberana, doscientos años. El Bicentenario, tan sesgadamente (hoy se cumplió esa fecha respecto a la primera batalla de las fuerzas armadas nacionales, San Lorenzo, y doña Cristina la ha ignorado) celebrado con tanta pompa, se habrá transformado así en la partida de defunción nacional.