Juntando
Fósforos
“Porque
vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. ¡Estamos tocando el
fondo, estamos tocando el fondo!” Gabriel Celaya
Detrás de
los telones del bochornoso espectáculo montado por el cristinismo en el
Congreso para aprobar, en tiempo record, a libro cerrado y con fraude la orden
de asesinar la República, quedaron ocultos los muertos de Once y de las
inundaciones de La Plata, la multitudinaria marcha del 18A y, en alguna medida,
hasta el juego de corrupción desaforada que Kirchner patentara y que Lanata
pusiera en nuestras hogareñas pantallas; en este caso, es menos grave, ya que
el periodista volverá a hacer impacto, esta misma noche, bajo la línea de
flotación del “relato”.
Sin
embargo, como pasó con todas las batallas que el oficialismo ha encarado,
revistiéndolas de una épica que la injustificable riqueza de sus generales
desmiente, más temprano que tarde ésta terminará en un fracaso, y sólo habrá
servido para que doña Cristina gane unos días en su inexorable camino hacia el
derrumbe final. El 7D, la Rural, la 125, el derrocamiento de Scioli y de
Peralta y, sobre todo, la irresponsable e ineficaz manera en que se conduce la
economía, han sido los hitos que han marcado ese derrotero, que tendrá un
trágico costo para la Argentina del futuro inmediato.
En agosto
deberíamos concurrir a las urnas para votar en las Primarias, Abiertas,
Simultáneas y Obligatorias, que este año –salvo que la Corte Suprema lo impida-
implicarán elegir también a los candidatos a futuros miembros del Consejo de la
Magistratura (con el país como distrito único, otra trampa electoral del
kirchnarismo). En la Argentina, y el 2011 fue una demostración, las PASO
funcionan como primera vuelta; recuerde el lema “Cristina ya ganó”. Si en cualquiera de las provincias “seguras” el
oficialismo no pudiera exhibir una abismal ventaja numérica sobre el segundo
más votado, lo natural sería que éste nucleara tras de sí a toda la oposición,
repitiendo así lo sucedido en 2003, cuando Menem venció a Kirchner pero
desistió de presentarse a la segunda vuelta.
Como el
Gobierno es consciente de estos detalles, está muy preocupado, en especial
porque carece de personajes convocantes, a punto tal que en la Casa Rosada se
baraja la posibilidad de que doña Cristina encabece, por supuesto en forma
testimonial, la lista de candidatos al Consejo de la Magistratura, con lo cual
su nombre estaría en las boletas de todas las provincias. La oposición ha
entendido el riesgo de este artilugio, y está intentando unificar también su
oferta electoral en esta materia.
Debemos
reconocer, en el Gobierno, una cuota de locura extraña: está en medio de un año
que, sin dudas, será el más complicado de su vida política y, pese a ello, no
hace más que castigar y agraviar, sin escrúpulos, a su propia base electoral.
Divorciado, ya sin remedio, de las clases medias, su natural refugio debería
encontrarlo en el mundo de pobreza e indigencia que ha creado para cautivarlo
con sus dádivas clientelísticas y, sin embargo, quienes lo habitan son
apaleados diariamente a través de la inflación y del fracaso rotundo del
“modelo” económico implementado desde la chiquitísima mesa de Olivos.
La escasez
de recursos financieros ha llevado a una marcada incapacidad de la Casa Rosada
de mantener a salvo de ese deterioro a los planes sociales, ya que los pocos que
aún existen se utilizan para subsidiar el consumo de los más ricos –combustibles,
pasajes aéreos, dólar turista, automóviles importados, etc.- y la ya alucinante
corrupción de la cual la televisión ha exhibido sólo una pequeña muestra. Y el
inocultable agravio llega de la mano del Indec, que esta semana se dio el
inexplicable lujo de sostener que la miseria ha desaparecido en varias
provincias argentinas; tal vez se deba a la reticencia moral del pobre
Lorenzino, nuestro invisible Ministro de Economía, el demoledor papelón que
protagonizó ante la prensa internacional.
Como
estuve presente en las tres protestas que protagonizó la ciudadanía el 13S, el
8N y el 18A puedo sostener, sin temor a equivocarme, que fue la última la que
mayor componente de sectores humildes mostró, sobre todo a partir de la
confluencia de las diferentes columnas en el Obelisco porteño, antes de marchar
hacia la Plaza de Mayo, primero, y el Congreso. Sin colectivos, dinero o
choripán, muchos marginados del conurbano salieron a manifestar su repulsa a un
régimen que enriquece a sus funcionarios y a sus amigos, que exhiben con
grotesca impudicia sus aviones, sus fiestas y sus automóviles y “pesan” el
dinero porque resulta más práctico que contarlo; el merecidamente envidiable
aparato de comunicación del Gobierno cometió, esta vez, un incalificable error
cuando, para intentar reducir su impacto, llevó el escándalo a las pantallas de
quienes, habitualmente, no ven programas políticos, por más cómicos que éstos
sean.
El mismo
individuo que fue el instrumento utilizado por don Néstor (q.e.p.d.) para
llevarnos a la terrible crisis de energía en la que nos encontramos, para
cobrar monstruosos sobreprecios en la obra pública, para armar los monumentales
negociados con Venezuela y, al menos en los papeles, ser responsable del crimen
de Once, con sus cincuenta y un muertos y más de setecientos heridos, el
inefable Julio de Vido, que será el nuevo blanco de Lanata esta noche, sin
siquiera ponerse colorado atribuyó a los deseos a viajar a Miami que más de dos
millones de argentinos salieran a la calle.
El 24A, mientras la sucesiva presencia de los gremios y de la ciudadanía en general gritaba ¡basta! en la plaza, el oficialismo destruía a la República y a la democracia en el interior del Congreso, demostrando un imperial desprecio por el clamor de sus gobernados; resultó por ello muy acertada la frase de Oscar Aguad al resaltar que la bancada oficialista tenía miedo a la masa y vallaba el edificio, demostrando así que no era peronista a pesar de su disfraz.
Preguntas
básicas se imponen: si usted fuera nuevamente candidato a algo, sea presidente
de un club, de una asociación vecinal o a diputado, ¿dedicaría toda su
actividad diaria a insultar a sus votantes y a despreciar su inteligencia?;
cuando quienes integran su capital político sufren por alguna razón,
¿demostraría usted que medios non sanctos
le permiten estar al margen de ese sufrimiento?; mientras todos protestan,
¿utilizaría una visible maza para derrumbar el edificio de su club?
Evidentemente, si lo hace es porque los votos han dejado de importarle y ya
está pensando en otra forma de conservar el poder; sólo tendrá dos alternativas:
el fraude o la violencia.
Como todos somos conscientes de lo que ocurrió en la elección tan cuestionada de Venezuela, presumo que los partidos políticos de oposición se pondrán de acuerdo para contratar a un equipo informático que pueda imposibilitar el fraude. Sólo resta saber, entonces, como hará el Gobierno para incendiar Roma.
Bs.As.,
28 Abr 13
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