¿Seguirán
ganando los peores?
"A la norma de 'no
resistir el mal por la fuerza', el político responde que la proposición inversa
es la correcta: 'el mal debe ser resistido por la fuerza, o seremos
responsables por su victoria'". Max Weber
En estos
días y con poca trascendencia, el portal Infobae publicó una denuncia
gravísima, que ratifica cuanto he sostenido a lo largo de los años: un
accionista minoritario de YPF, Ricardo Paz Herrera, explicó qué maniobras
ejecutaron ambos Kirchner desde el Gobierno para apoderarse, a través de los
Ezkenazi, de un 25% de la empresa, y las consecuencias que esos actos produjeron
en la pérdida del autoabastecimiento energético, la necesidad de importar
petróleo y gas, el endeudamiento del
país, el saqueo de las reservas fiscales, el cepo cambiario, la recesión, etc..
Recordemos que ese porcentaje quedó en manos de una compañía australiana, de la
cual todos ignoramos -pero sospechamos- quiénes son los verdaderos dueños.
Dado que,
por la falta de luz y gas que nos aqueja, nadie puede construir una nueva
fábrica y generar empleo, comprobaremos cuánto daño produjo ese sideral robo
(el denunciante habla de US$ 46.000 millones), imputable a Néstor, a Cristina,
a Patotín Moreno, a Kiciloff, a
Galuccio y, claro, también a la misma Repsol. Y si comparamos el monto referido
con las necesidades del país y de su gente, cuyo 32% sigue en la miseria
después de una década ganada por tan pocos, se nos terminarán los calificativos
para describir a los autores de tamaño latrocinio. Me pregunto qué estarán
esperando los fiscales para actuar, ya que no han sido pocas las evidencias
publicadas al respecto durante estos años, porque la cifra en cuestión es de
tal magnitud que hace aparecer la enorme defraudación a Petrobras, que ya ha
llevado a la cárcel a decenas de funcionarios y empresarios brasileños, resulta
casi un robo de gallinas.
La
polémica acerca de la imprescindible detención de los máximos dirigentes del
kirchnerismo, en especial de su jefa material (de espiritual nada tiene),
continúa en diferentes terrenos: la política, el periodismo y, sobre todo, en
la calle, donde ya es generalizada la certidumbre de que la impunidad,
nuevamente, premiará a los corruptos y la maldad triunfará, como tantas veces
en nuestra historia. "¡Aquí nadie va
preso!", se oye permanentemente.
En el
fondo, no es para menos. Después de un primer semestre en el cual los fiscales
y jueces dieron la sensación de ir por todo, los procesos parecen haberse ralentizado,
sin duda por falta de personal y de infraestructura en los juzgados, todos
ellos colapsados, pero también por la inactividad de aquéllos que privilegian
la postura de "wait and see", compartida
por los empresarios, siempre remisos a acompañar al Gobierno con sus
inversiones y sus precios. La Corte
Suprema realizó un inventario de las causas en marcha contra los ex y actuales
funcionarios bajo investigación penal; se trata de un gran avance, sin duda,
pero gran parte de la responsabilidad de lo que ocurre recae sobre los hombros
del Consejo de la Magistratura, moroso no sólo en auditar la conducta de los
jueces federales sino hasta en la cobertura de muchos juzgados vacantes, lo que
produce el colapso mencionado.
Porque la
opinión pública, aún la menos instruida, sabe que en los casos de
enriquecimiento ilícito de los funcionarios, es el acusado quien debe demostrar
que ha adquirido su patrimonio legítimamente (art. 268, Código Penal); es
decir, basta una razonable sospecha para que cualquiera pueda ser procesado y
hasta detenido. Y ya hay demasiados casos emblemáticos en que algunos de estos
personajes exhiben fortunas incalculables y, en especial, inexplicables. En ese
desfile se destaca, obviamente, la propia emperatriz patagónica, Cristina
Elizabet Fernández, que nunca trabajó -ni siquiera como "abogada
exitosa"- en la actividad privada e, impúdicamente, declara tener "en
blanco" y a valor fiscal, más de setenta millones de pesos; y la siguen
Julio de Vido, César Milani, Ricardo Echegaray y muchos otros que enumeré en mi
nota anterior.
Éste
último ya está imputado, entre muchas otras causas, en la que va detrás de
Cristóbal López y Fabián de Souza por haber retenido nada menos que $ 8.000
millones, que pertenecían al Estado, para financiar el crecimiento exponencial
de sus empresas. Todos ellos, también, siguen paseándose tan campantes, entre
nosotros.
Por ello,
resulta más que razonable que la ciudadanía dude acerca de la efectividad, o de
la voluntad, de la Justicia al momento de alcanzarlos porque, convengamos, existen
innumerables antecedentes -el asesinato de Alberto Nisman, por ejemplo- bastaría
con aplicar la letra de la ley para que las explicaciones debieran darlas desde
el otro lado de las rejas, como sucede con muchos acusados de delitos bastante
menores.
El lunes,
Cristina deberá presentarse a prestar declaración indagatoria ante el Juez
Julián Ercolini en la causa que investiga el direccionamiento de obras a Lázaro
Báez, que también complica a De Vido, a Bolsos
López y a toda la cúpula de Vialidad Nacional; seguramente, hará una
defensa política frente a una conducta penal. Creo que, luego de los interrogatorios
a los imputados, todos ellos serán procesados. Si la acusación incluyera la
asociación ilícita, un delito no excarcelable, tendríamos otra razón más para
decretarles la prisión preventiva, en especial a la jefa de la organización
criminal.
No puedo,
por algunas cosas que pasaron en estos día, dejar de referirme a la situación
de los presos militares, policías y civiles acusados de haber cometido delitos
de lesa humanidad. Comenzaré por congratular a la verdadera Justicia por la
publicación de varias sentencias dictadas por el Tribunal Penal Internacional,
que negó la validez probatoria de testimonios amañados o "construidos colectivamente"
-algo muy frecuente en las causas armadas en la Argentina, donde se impide
hasta el contrainterrogatorio de los testigos porque sería "revictimizarlos"-
y la negativa de varios países (Estados Unidos, Brasil, España) a extraditar a
prófugos de la persecución kirchnerista.
Sin
embargo, muy poco ha cambiado en el panorama desde la llegada de Mauricio Macri
al poder -desde entonces, más de 40 ancianos han muerto en cautiverio-, porque
se mantiene una política pretendidamente correcta frente al tema. Pruebas cabales
de ello fueron la vergonzosa prohibición del Ministerio de Defensa a la
promoción 97 del Colegio Militar, al cumplirse medio siglo de su egreso, de
colocar una placa en memoria de sus integrantes caídos en combate; la razón
invocada para ello fue que identificaba a la "guerrilla marxista"
como autora de esas muertes, y la reapertura de una causa a quienes combatieron
en la defensa del regimiento de La Tablada, en plena democracia.
Pero ni
siquiera la intención de no abrir nuevos frentes de conflicto por parte del
Gobierno puede justificar la falta de respeto de nuestros jueces a las leyes
argentinas y a los tratados internacionales que hemos suscripto: se mantienen
prisiones preventivas que exceden en mucho el máximo legal, se niega el
beneficio de la prisión domiciliaria, se violan los principios de legalidad, de
inocencia, de ley posterior al hecho del proceso, etc. Han pasado varias
décadas, y la verdad y la justicia han dejado paso a la más infame venganza de
aquéllos que, en los 60's y 70's, pretendieron terminar con la democracia a
través de una demencial violencia y no hesitaban en confesar que, de triunfar,
fusilarían a un millón de ciudadanos.
Bs.As.,29
Oct 16
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