viernes, 30 de julio de 2021

¿Están nuestras celdas preparadas?

 


¿Están nuestras celdas preparadas?

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 796)

 

“La tolerancia llegará a tal nivel que las personas pensantes

 tendrán prohibido hablar para no ofender a los imbéciles”.

 Fedor Dostoviesky

 

 

Para intentar ocultar la repugnante exhibición de impunidad que significó la libertad de Amado Guita-reo Boudou, el ex Vicepresidente condenado por nada menos que 16 jueces por haber robado la imprenta de fabricar dinero (Ciccone) –todavía no comenzó el juicio por la defraudación a la Provincia de Formosa- a cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, se ha vuelto a poner sobre el tapete la extraña discusión sobre el número de desaparecidos durante el régimen militar de 1976/1983. Como excusa, esta vez se usaron sendas participaciones de Ricardo López Murphy en televisión, en las cuales sentó su posición, que comparto plenamente.

 

A la ley promulgada por la entonces Gobernadora, María Eugenia Vidal, que literalmente prohíbe discutir el fantasioso número de 30.000 desaparecidos en el ámbito provincial, esta semana se sumó un proyecto presentado por el ínclito pero ignoto Senador Alfredo Luenzo, del Frente de Todos, que prevé sancionar a quien ponga en duda ese número, estableciendo penas de cárcel para los infractores.

 

Pero a esa dogma de cancelación que, como tal, pretende ser correcta y que no acepta impugnaciones, se contraponen hechos y cifras oficiales. Los informes de la CONADEP (1984), la Secretaría de Derechos Humanos (2006) y el Registro Único de Víctimas del Terrorismo de Estado contabilizaron menos de 9.000 desaparecidos. Las mismas certezas surgen del Parque de la Memoria, implantado en la costanera porteña, donde se colocaron 30.000 chapitas para recibir los nombres de esos teóricos argentinos faltantes; la enorme mayoría de ellas continúa en blanco pese a que, para intentar rellenarlas, se retrotrajo a 1955 el derecho a la membresía, además de incluir a quienes cayeron combatiendo o fueron asesinados por las mismas organizaciones terroristas a las que pertenecían.

 

Han pasado ya 38 años desde que los militares dejaron el poder, y se han pagado miles de millones de dólares en indemnizaciones a los deudos de todos ellos, tiempo suficiente y dinero más que tentador como para que los parientes de alguno de los más de 21.000 inventados casos hubieran reclamado; bastaba con arrimar el número de documento. Sin embargo, para los dueños del relato nada permite ponerlo en duda, ni siquiera los dichos del propio creador de ese número mágico (Luis Labraña, ex montonero, https://tinyurl.com/26bkxth9) que confesó que lo había hecho, ya en 1977, para suscitar la generosidad crematística de fundaciones europeas instalando la idea de un inexistente genocidio que, de todas maneras, aún no estaba tipificado como delito en la época de los hechos.

 

Los organismos de derechos humanos argentinos, que tanto han lucrado y robado con su discurso sesgado acompañando a Néstor Kirchner y ahora al Presidente Pinocho, se rasgaron las vestiduras ante los presuntos excesos de la represión oficial en Chile, Colombia y Bolivia, pero firmaron –con los archivados presidentes que integran el Grupo de Puebla- un claro respaldo a los regímenes asesinos de Venezuela, Nicaragua y Cuba, que tuvo una curiosa epidemia post-rebelión que, esta misma semana, mató a seis generales.

 

En realidad, el caso Boudou no debiera llamarnos la atención porque lo mismo ha sucedido con muchísimos políticos presos (no presos políticos, como pretende el kirchnerismo) por corrupción durante la extendida década en que los organizadores de esa asociación ilícita ocuparon la Casa Rosada; los poquísimos aún detenidos están cerca de recuperar la libertad por haber cursado Plastilina 1 y 2 u origami mientras estaban en prisión. Si a ese disparate de nuestra legislación penal se le suma que los fiscales que militan en Justicia Legítima compiten para acceder a los pedidos de estos delincuentes de guante blanco, no queda espacio para la sorpresa, pero deja claro qué sucedería si Cristina Fernández consiguiera desplazar a Eduardo Casal para nombrar un Procurador del palo.

 

En cambio, debiera perturbarnos si comparamos la situación de tamaños ladrones –con su procesada jefa a la cabeza- con la que sufren cientos de ancianos (militares, policías y civiles) presos en las mazmorras de esta democracia tan peculiar que transitamos o internados en el pseudo Hospital Penitenciario, que carece de infraestructura y de medicamentos adecuados para atender a gerontes. Ellos, cuyo promedio de edad es de 78 años y padecen todo tipo de enfermedades, son retenidos en las cárceles pese a la diseminación del virus, mientras que a miles de asesinos y violadores se los dejó en libertad arguyendo el peligro de contagio, muchos de los cuales han vuelto a delinquir.

 

La sociedad argentina, siempre hipócrita, eligió a aquellos ciudadanos para endilgarles, sin pruebas y en juicios totalmente amañados, el mote de caníbales y el Estado, desde 2003 y sin solución de continuidad, decidió comérselos; por el contrario, los terroristas que asaltaron cuarteles en democracia durante el gobierno de Juan Perón y asesinaron oficiales y conscriptos, no sólo gozan de una injustificable libertad sino que han sido indemnizados con sumas millonarias. Los sicarios togados, esos jueces que se disfrazan de machos corajudos frente a ancianos que comparecen ante los estrados extraviados, con la mente perdida y hasta en camilla por estar cuadripléjicos, a los cuales continúan repartiendo alegremente condenas a perpetuidad, son los mismos que cobardemente tiemblan ante Cristina Fernández y son vilipendiados y humillados por ésta cada vez que la habilitan a montar sus vacuos e ilícitos espectáculos públicos.

 

Pertenezco a una generación a la cual Montoneros y ERP amenazaron su vida; si no tuvimos miedo entonces a sus trágicos padres, resultaría ridículo que lo tuviéramos a sus farsantes y bastardos hijos, nazis de Puerto Madero. Por eso, y porque ninguna ley mordaza logrará callarnos ni hacernos huir de nuestro país, les pregunto: ¿tienen ya listas las celdas en que nos encerrarán por seguir pregonando la verdad?

 

 

Bs.As., 31 Jul 21

viernes, 23 de julio de 2021

La fiestita poliamor de Cris

 



La fiestita poliamor de Cris

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 795)

 

«Un pueblo no tiene sino un enemigo peligroso, su gobierno».

 Louis Antoine de Saint-Just

 

El escándalo que desató Carlos Pagni al dar a conocer el jueves en La Nación la ya famosa misiva personal de Cecilia Nicolini a los directores del Fondo ruso responsable de la comercialización de la vacuna Sputnik no hizo más que probar algo que ya sabíamos: el fracasado evento organizado por nuestra wedding planner patagónica para festejar su propia boda con Vladimir Putin lo hemos pagado con muchos de los más de 103.000 muertos. Ayer mismo, el Gobierno ruso aclaró que, frente a los problemas sanitarios internos, priorizará la vacunación de su propia población, con la única salvedad de su compromiso con la Bolivia de Luis Arce Catacora, la máscara que usa ahora Evo Morales, otro de los novios elegidos por Cristina Fernández para concretar su poli-amor internacional.

 

Un tercer participante de la fiestita, Xi Jimping, parece que ha puesto otros límites a la concreción del polimatrimonio: no sólo nos vende sus dudosas vacunas a precio de oro y con pago anticipado, sino que se niega a que usemos los yuanes del swap para ese fin; quiere los mismos dólares que los demás y desconfía de la Argentina, a punto tal que está exigiendo que le devolvamos las inversiones que hizo en las fantasmales e innecesarias represas de Santa Cruz. Quizás habrá que contentarlo con el regalo de otra base militar, o con el control de la hidrovía.

 

Los otros dos novios de Cris, en realidad sucesores de los originales, tampoco están para demasiadas fiestas. Nicolás Maduro no es lo que fue Hugo Chávez y se las está viendo canutas para contener no sólo a la oposición sino también a las guerrillas y bandas criminales que le disputan territorio y negocios y mantiene un fuerte enfrentamiento con la Iglesia, que finalmente ha decidido poner puntos sobre las íes; y Raúl Castro, un ancianito ladino que se disfraza de Fidel, pretendió coronar para continuar el romance a Miguel Díaz-Canel, pero el pueblo cubano se paró de manos y tuvo que volver para poner orden a palos.

 

El manifiesto desaire de Putin a su enamorada no hace más que demostrar que ésta maneja las relaciones internacionales de Argentina con conceptos arcaicos y setentistas, con una ideología de la época de la guerra fría. Prueba, además, que ella ordenó al Presidente Clown montar una diplomacia paralela, independiente de la Cancillería, cuyos embajadores no participan en las oscuras negociaciones por las vacunas; no es que yo piense que el vaciado Ministerio que cree conducir Felipe Solá lo hubiera hecho mejor, pero al menos se hubieran respetado las formas.  

 

Si la oposición no insiste en su pacifismo, el episodio de la carta difundida resultará equivalente a un torpedo bajo la línea de flotación del oficialismo, que pretende centrar sus leitmotivs de campaña electoral en la vacunación y en una lluvia de papelitos de colores que empapará, sobre todo, al Conurbano bonaerense, o sea, al bastión electoral de la engañada novia.  

 

Pero Guillermo Oliveto, analista de tendencias, consumo y comportamiento, dijo hace unos días que nunca, en los más de treinta años que lleva analizando nuestra coyuntura, ha visto a la sociedad tan triste, deprimida por la conjunción de crisis sanitaria, económica y social que estamos padeciendo; señaló la implosión silenciosa que detecta en los hogares, medida en chicos con retrasos, adolescentes que se encierran,  epidemia de divorcios, conflictos, peleas y violencia familiar, pero recalcó que los problemas económicos inciden fuertemente en el ánimo de la ciudadanía, que ni siquiera tiene hoy una visión optimista para adelante.

 

La razón por la cual Jair Bolsonaro le ganó en 2018 la Presidencia a Fernando Haddad, candidato del PT, fue principalmente que millones de brasileños, que habían logrado salir de la pobreza durante las gestiones de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva y comprado sus primeros teléfonos celulares y zapatillas buenas, habían vuelto a caer en ella y en el rencor cuando el ciclo de alza de las comodities terminó y el automóvil del popu/socialismo del siglo XXI se quedó sin nafta. Aquí, ya dos millones de personas dejaron de pertenecer a la clase media –donde se autopercibe la mayoría de los argentinos- para hundirse en la miseria.

 

Por todas esas razones, no creo que una fuerte mejora en la campaña de vacunación con las dosis canallescamente retenidas y el derrame de anabólicos para incrementar artificialmente el consumo le resulten suficientes al kirchnerismo para ganar las elecciones. Más allá de los cantos y gritos triunfalistas en los distintos bunkers cuando todo esté resuelto, esta vez la victoria o la derrota no se medirán en cantidad absoluta de votos y, menos aún, en totales nacionales, ya que se trata de comicios legislativos, con 24 jurisdicciones diferentes y con realidades por completo disímiles.

 

El Gobierno habrá ganado si consigue hacerse de los diputados nacionales que necesita para tener quórum propio en la Cámara baja o de los senadores que le permitan alcanzar los dos tercios en el H° Aguantadero; por el contrario, si a eso no llega, quienes habrán resultado vencedoras serán la República, la Constitución, la democracia y la libertad. Para garantizar que esto suceda, que me parece lo más probable, tenemos que asistir masivamente a votar, porque intentarán aterrarnos de miedo al contagio para que no lo hagamos, y comprometernos todos a fiscalizar las próximas elecciones para evitar que nos roben el futuro y el país.

 

Bs.As., 24 Jul 21

viernes, 16 de julio de 2021

El llanto de un país arrepentido

 


El llanto de un país arrepentido

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 794)

 

“A este pozo no rodé;     

me mudé con gran trabajo”. 

María Elena Walsh

 

En 2019, un sector de la sociedad, aterrada ante la necesidad de mirarse en el espejo, reconocerse y aceptar que debía corregir conductas irresponsables generadas por décadas de populismo, prefirió cerrar los ojos, ilusionarse con una fiesta que nadie pagaría y así devolvió al poder al kirchnerismo, pese a la pornográfica exhibición de su masiva corrupción que constituyó la famosa “causa de los cuadernos”, olvidando hasta el asesinato del Fiscal Alberto Nisman. Hoy, ante una realidad que lo ha golpeado como nunca antes, llora ese sector, engrosado por una juventud sin futuro.

 

El miércoles, en la Argentina, llegamos a la simbólica cifra de 100.000 muertos por Covid, una verdadera catástrofe si se compara ese número de víctimas con las que produjeron otras tragedias que nos enlutaron en los últimos cincuenta años; no haré un inventario de éstas, porque cada uno de nosotros las recuerda con enorme dolor. Pero todo nos dice que este hito terrible resulta imputable, sin ninguna duda, a una inédita conjunción de latrocinio, soberbia, ideología, impunidad, ignorancia, autoritarismo, inmoralidad, privilegios, complicidad y, sobre todo, torpeza.

 

Una vez más, nuestro país ha destacado su lamentable originalidad en el concierto planetario. Porque, mientras la pandemia sembraba tantos cadáveres, el Gobierno se las arregló para lograr uno de los peores desempeños económicos, con una caída tan abismal en el PBI que ninguno de nuestros vecinos remotamente ha sufrido. La marca que dejó la irracional cuarentena, la más larga del mundo, medida en cierre de empresas, en pérdida de puestos de trabajo, en huida masiva de compañías, en aislamiento económico, en hundimiento de la clase media, en la miseria y el hambre que azota los distintos conurbanos, nos ha hecho retroceder casi setenta años en todos los parámetros con que se mide la evolución social.

 

Y, a ese siniestro puchero le agregó el destructivo huracán que voluntariamente, en inmunda complicidad con los gremios docentes, desató sobre la educación en todos sus niveles, centrando el ojo de la tormenta en los más chicos, de los cuales más de un millón no ha tenido clases durante un año y medio, y eso sin contar las gigantescas deficiencias de los pocos que pudieron acceder a la conectividad para la enseñanza virtual. Este dramático daño producido en nuestros niños y jóvenes, según los expertos, ya reviste característica de irreversible, y lo mismo sucede con los cientos de miles que han abandonado la escuela para siempre, muchos de los cuales se han transformado en “soldaditos” del narcotráfico, capaces de generar ingresos en economías familiares carentes por completo de ellos.

 

Pero, claro, el colmo fue la ideologizada y escandalosa compra de vacunas provenientes de países a los cuales la PresidenteVice considera sus “socios políticos” -Rusia y China (parece que, finalmente, no tendremos los ignotos experimentos cubanos)-, y de negociados, frustrados algunos –pero cobrados todos- con sus farmacéuticos locales cómplices, que nos impidieron acceder a las mejores existentes. Que el Gobierno se haya visto obligado a retroceder en chancletas ante el impacto político y social que este tema generó, no privó al príncipe heredero de despotricar contra Pfizer y, de paso, contra nuestros acreedores externos, mientras disparaba fuego amigo contra el Presidente Clown. Sólo una improbable investigación futura podrá determinar cuántas muertes se hubieran podido evitar –los “vacunatorios vip” y la inmunidad de los jerarcas servirá como prueba- de haberse actuado de otro modo y tal vez, sólo tal vez, algunos jueces determinen que los responsables paguen por esta verdadera masacre.

 

La frutilla del postre de la hipocresía gubernamental, ya probada acerbamente por la cooptación de los organismos de derechos humanos locales, obtenida con la permisividad frente a los hechos de estafa cometidos por éstos y la continuación de la inicua persecución a los ancianos militares y civiles imputados por delitos de lesa humanidad, fue la  actitud ante la crisis cubana y la fenomenal y salvaje represión de la protesta civil con la que reaccionó el régimen, incluyendo la interrupción de Internet para evitar tanto la coordinación de las acciones ciudadanas cuanto la difusión de sus propias barbaridades. Alberto Fernández se negó a opinar sobre el tema, manifestando ignorar qué sucedía en la isla, replicando así su proceder ante los regímenes asesinos de Nicaragua y Venezuela.

 

Mientras invoca la teoría de la no intervención en asuntos internos de otro Estado para justificar su demoníaca prescindencia respecto a los acontecimientos en esos países, no se priva de inmiscuirse, conspirando con quienes apoyan al socialismo del siglo XXI, en los procesos políticos de Perú, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, Brasil, Uruguay y, cuando no, de los propios Estados Unidos. De quien se pasó diez años despotricando contra su jefa en términos que ni siquiera la oposición al kirchnerismo se hubiera permitido usar y luego encabezar el regreso al poder de esta cleptocracia, no se podía esperar otra cosa porque, es obvio, Fernández es un gran sinvergüenza.

 

A riesgo de resultar reiterativo, insisto en la necesidad de que este arrepentimiento se traduzca en una asistencia masiva a las elecciones porque, sin duda, el aparato oficial, que dispone de tanto dinero para solventar sus gastos de campaña, llevará a los más pobres, bajo claras y repetidas amenazas de perder sus planes y subsidios, a votar a favor de los candidatos de esta verdadera asociación ilícita llamada kirchnerismo, que pretende perpetuarse para obtener impunidad y seguir robando.

 

Bs.As., 17 Jul 21   

viernes, 9 de julio de 2021

Los demoledores eternos

 


Los demoledores eternos

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 793)

 

“Es hora de aullar porque, si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan y no

 hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”.

 José Saramago

 

Hace un par de semanas, le propuse un ejercicio de imaginación al que califiqué como posible, aunque altamente improbable: qué pasaría en la cúpula del kirchnerismo si el Presidente Clown renunciaba o quedaba inhabilitado para gobernar. Desde el jueves, creo que la probabilidad de que eso ocurra creció exponencialmente. Máximo Kirchner, príncipe heredero de la soñada dinastía y Presidente de la bancada oficialista en Diputados, disparó con munición gruesa contra el Gobierno (teóricamente, el suyo), preguntándole cómo reaccionaría ante el FMI si un simple laboratorio extranjero, productor de vacunas, le doblaba el brazo y le imponía un cambio en la legislación. Alberto Fernández, casi llorando, le respondió desde Tucumán ayer, diciendo que jamás cedería y que, antes de hacerlo, se iría a su casa. Si no estuvieran jugando con los 100.000 muertos que alcanzaremos la semana próxima, tal vez todos deberíamos reírnos.

 

Una vieja frase debiera explicar historia reciente de la Argentina: “la experiencia es lo que hace que un hombre que ha tropezado dos veces con la misma piedra, lo confiese la tercera vez”. Después de haber visto qué hizo el kirchnerismo con la República -y también lo que intentó y no logró- durante sus primeros doce años en el poder nacional, un sector importante de la ciudadanía (48%), enojado con Mauricio Macri, creyó en el nuevo truco electoral de Cristina Fernández y pensó que Alberto Fernández los haría volver mejores. A dieciocho meses de la asunción, está clarísimo que el único perfeccionamiento que este engendro llamado Frente para Todos adquirió en el llano fue cómo demoler más rápidamente la Constitución, la democracia, la economía, la libertad y hasta la propia sociedad.

 

Recordemos la cárcel en que nos encontramos los cuarenta y cinco millones de argentinos; el discurso de odio que baja desde el Gobierno mientras imputa a la oposición por sus continuos fracasos y la califica de nazi; las arbitrariedades contra las garantías individuales y la propiedad privada; la renovada guerra gaucha que ayer mismo tuvo su máxima expresión de rechazo en San Nicolás; la monumental inflación y el incendio del Banco Central; la hipocresía en la defensa tuerta de los derechos humanos; el aislamiento internacional, la sociedad con los regímenes asesinos de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Rusia, China e Irán, y la repugnante cesión de soberanía; los obscenos privilegios de su clase política; la destrucción terminal de la educación; la apropiación de tantas cajas del Estado; el desempleo, la proliferación del narcotráfico y la violencia; la forzada emigración de nuestros jóvenes; la pretensión de domesticar a la Justicia; los permanentes misiles contra la casi extinguida clase media.

 

Contra la opinión de muchos, aplaudo sin restricciones la celebración de internas dentro de Juntos por el Cambio, ya que ratifican la unidad y permitirán a quienes resulten candidatos contar con una legitimidad de origen de la que carecen quienes son designados a dedo por los grandes popes; en particular, celebro la participación de Ricardo López Murphy en la competencia por la Ciudad Autónoma, que me parece un logro republicano notable. Por el contrario, lamentaré enormemente –si, finalmente, se confirma- que esa competencia fuera con María Eugenia Vidal; mis amigos expertos en la geopolítica provincial me aseguran que allí aportaría seis puntos adicionales a la coalición opositora. Su resistencia impone imaginar a un general negándose a comandar al ejército en una acción decisiva; ¿cuál sería, entonces, el futuro de su carrera militar?

 

Mientras tanto, hay algunos movimientos que agravan la preocupación general acerca de la posibilidad de un fraude masivo en las próximas elecciones; estarán a cargo de los jueces María Romilda Servini de Cubría y Alejo Ramos Padilla -muy justificadamente sospechados de servir al kirchnerismo- en los dos principales distritos electorales, y de Raúl Bejas (ex apoderado del PJ tucumano) que integra la Cámara Nacional Electoral. La declaración de quiebra del Correo Argentino, si bien apelada y con razón, puede dejar la manipulación de los telegramas del acto comicial en manos de los fieles soldados de Cristina Fernández, y circulan versiones acerca de la adquisición por el Poder Ejecutivo de un sistema informático perverso.

 

Por ello, es indispensable que todos nos preparemos para enfrentar ese permanente y dañino problema. Los ciudadanos de a pie, fiscalizando responsablemente en todas las mesas del país, con nuestros celulares alerta, para evitar votos falsos y alteraciones en planillas y telegramas, y recurriendo a las fuerzas de seguridad cada vez que los patoteros de siempre pretendan imponer sus malsanos criterios y sus trampas habituales. Y las autoridades partidarias, requiriendo la presencia de veedores internacionales independientes, incluyendo expertos informáticos, para verificar y garantizar la pureza y legalidad de los resultados.  Porque sin 2021 no habrá 2023 y, en medio de la pandemia y del terror inducido, hay otro peligro aún mayor: la abstención. Si no vamos a votar, si nos quedamos en casa por miedo al contagio mientras ellos llevan y pagan a los más pobres para hacerlo, cuando se dispersen el día y la batalla deforme, la victoria será de los otros y habrán ganado los bárbaros (¡gracias, don Jorge Luis Borges, por conjeturar!), a quienes habremos entregado nuestro país para que lo demuelan definitivamente.

 

Una vez más, el destino está en nuestras manos y debemos sacrificarnos para obtener la clara victoria de la República y de la democracia. Este año, lo único que importa, lo que determinará si ganamos o perdimos el futuro, se medirá de un único modo: si el Gobierno obtiene -o no- los diputados adicionales que necesita para contar con quórum propio o los senadores que le permitan alcanzar los dos tercios en el H° Aguantadero.

 

Bs.As., 10 Jul 21

viernes, 2 de julio de 2021

Balseros y “marielitos” argentinos

                            



         Balseros y “marielitos” argentinos

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 792)

 

“Quizás … el secreto de la gobernabilidad peronista no radique tanto

 en su alianza social sino en su modo despiadado de ejercer el poder”.

 Jorge Fernández Díaz.

 

El inconstitucional, arbitrario e infundado aislamiento que el Gobierno está nuevamente imponiendo a la ciudadanía, traducido ahora en la limitación de reingreso de argentinos que se encuentran en el exterior, no hace más que ratificar el acierto de la calificación que otorgó MSCI –una compañía evaluadora de reputación internacional- al país, haciéndolo descender dos peldaños hacia el infierno: la Argentina se ha quedado sola –“stand alone”- y entregada a su suerte.

 

La situación nos recuerda qué sucede en Cuba desde hace más de sesenta años y en Venezuela en las dos últimas décadas: sus habitantes, impedidos por sus regímenes totalitarios de vivir en libertad y hambreados compulsivamente, se ven obligados a emigrar y, en el primer caso la fuga se concreta en precarias balsas que exponen a frecuentes naufragios mortales a quienes prefieren el exilio a los paraísos comunistas. Gracias a Dios, ahora los Fernández² respaldan a Nicolás Maduro y a Daniel Ortega, y hasta a Gildo Insfrán, todos grandes campeones de los derechos humanos.

 

En poco tiempo más quizás deberemos recurrir a similares métodos para llegar a Uruguay, dado que se ha cerrado casi herméticamente la puerta de Ezeiza. El disparate hizo que muchas compañías hayan anunciado la exclusión de nuestro país de sus operaciones aéreas –si no nos aplican la reciprocidad, con suerte seremos cautivos de Aerolíneas Argentinas- y está trabando por completo el tráfico de cargas; nadie vuela aviones vacíos. Por supuesto, también influyen en esa situación, y mucho, el cepo cambiario, las negativas a los importadores que requieren divisas y la imposibilidad para los exportadores extranjeros de obtener seguros de cobro, por el impago al Club de Paris, para los bienes que nos vendían.

 

Como tantas otras medidas (la renovada “guerra gaucha”, el cierre de las exportaciones de carnes, los avances sobre la propiedad privada, la intervención en el mercado de alquileres, etc.) de este autocalificado “gobierno de científicos”, ésta sólo es otra jabalina arrojada sobre la clase media, la que paga rigurosamente sus impuestos para sostener el clientelismo y el latrocinio que está destruyendo lo poco que quedaba en pie después de la “década ganada” kirchnerista. A la vez, sirve de leña para la hoguera de resentimiento, lucha de clases y división social que propuso Ernesto Laclau y la PresidenteVice compró a sobre cerrado.

 

Ahora bien, estamos en un escenario muy similar a aquél que existía a fines de 2015, y vale la pena preguntarse cómo continuará esta tragedia después de las elecciones de medio término. Cristina Fernández, la PresidenteVice, ha ordenado –al igual que hizo entonces- quemar los dólares que quedan para impedir una corrida cambiaria, imprimir todos los papelitos de colores necesarios para ilusionar al Conurbano bonaerense, reprimir artificialmente la inflación que esa emisión provoca y fundir a quien sea con tal de mantener congeladas las tarifas de servicios públicos y medicina privada, y aumentar los subsidios a la energía, otro enorme agujero que drena las reservas, ya de por sí casi inexistentes. Y por supuesto, tomar por asalto, no el Palacio de Invierno, sino todas las cajas estatales disponibles.

 

Los timbres que apretábamos están secos, Argentina se cayó del mapa y nadie vendrá en nuestro auxilio, salvo quizás Xi Jinping; si se presenta, no quiero imaginar cuánta más soberanía recibirá de regalo (¿la hidrovía, tal vez, más bases militares y también nuevas centrales atómicas?). Curiosamente, quienes tanto repudian una teórica dependencia nacional del “Imperio” del norte, no dudan en entregarse maniatados de pies y manos a China, a Rusia y a Irán. Hay una antigua broma que dice que, cuando un hombre se entera que su mujer le es infiel, si es italiano, la mata; si es turco mata a ella y a su amante; si es francés, se suicida; y si es un progre argentino, va a tirar piedras a la Embajada de Estados Unidos.

 

Las locuras que enumeré tienen fecha de vencimiento: el día siguiente a las elecciones, si es que antes no salta todo por el aire y la realidad impone un nuevo “rodrigazo”. El kirchnerismo, gane o pierda bancas, deberá enfrentarla sin armas monetarias, con menguantes recursos fiscales y con un creciente descontento social, que ya resulta inocultable. La falta de vacunas y la corrupción e impunidad que rodean al tema, la proliferación del narcotráfico, la inseguridad ciudadana y la ausencia del Estado en los barrios carenciados, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo, la desocupación, la pobreza y la miseria están golpeando terriblemente a todos los conurbanos y, si no fuera por los punteros oficialistas, ya habrían estallado con consecuencias por completo impredecibles.

 

El kirchnerismo, en bloque, cometió el jueves en Diputados otra canallada sin nombre al rechazar una modificación, propuesta por la oposición, a la ley de vacunas para permitir la importación de la única viable para los aproximadamente cien mil chicos con enfermedades graves y preexistentes; el Presidente Clown rectificó el rumbo –una vez más- el viernes mediante un decreto, con la pretensión de hacerse de la autoría. Con 95.000 muertos por Covid, sólo explicables por la corrupción y la absurda posición ideológica del Gobierno, ya no alcanzan los adjetivos para calificarlo y preguntarnos cómo fue que votamos otra vez a quien nos trajo hasta este presente tan trágico y terminal. Pero, como djo Juan José Campanella, “no dejemos que la inmensa corrupción tape la gestión; la gestión fue peor”.

 

Bs.As., 3 Jul 21