El infierno tan temido
por Enrique Guillermo Avogadro
"El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido
para aquellos que tienen miedo, demasiado largo para aquellos que sufren…".
Henry Van Dyke
Hasta 2015,
Cristina Elisabet Fernández consiguió, utilizando a destajo las reservas del
Banco Central (el 10 de diciembre, US$ 3.000 millones ¡negativas!), que la bomba
en que había transformado el escenario económico, populismo y saqueo mediante, no
estallara antes de ceder, ausente, el poder a Mauricio Macri. Éste, por un
inexplicable error y con una absurda confianza en su magnetismo para atraer
inversiones externas, no hizo el real inventario –recordemos que los datos se
falsificaban- al asumir y ello, pese a
que durante un período pudo solventar su “gradualismo” con el apoyo del FMI, sumado
a una innegable mala praxis, hizo que ya en diciembre de 2018 nuevamente se
pusiera en riesgo a la peligrosa y siempre presente santabárbara nacional.
En diciembre de
2019, al recibir la banda y el bastón, los Fernández² tenían la verdadera
radiografía –por un honesto INDEC- de la maltrecha situación en que se
encontraba la economía y, a pesar de saberlo, comenzaron a hacer todo lo
contrario de lo que debían, de la mano del loteo de cada despacho y resorte de
poder y de la apropiación camporista de las cajas oficiales. Sobre ese panorama
cayó el Covid-19. Con los primeros contagiados, impusieron una férrea
cuarentena que ha fracasado estrepitosamente en su objetivo original de frenar la
difusión de la enfermedad y las muertes. El confinamiento ha producido un daño
socio-económico sin precedentes del cual, aún, no tenemos dimensión exacta; sí
sabemos cuántos argentinos han perdido sus trabajos y cuántos se han empobrecido,
cuánto se han incrementado las ocupaciones de tierras, cómo ha crecido la
inseguridad ciudadana, cuántas empresas e individuos están emigrando y, sobre
todo, cuántos chicos han perdido el año lectivo y el contacto con la educación
formal gracias a los gremios kirchneristas.
La Vicepresidente
descubrió las ventajas que implicaba mantener a la gente en sus casas para planchar
la curva inflacionaria que la descontrolada emisión ha generado y para su
proyecto chavista de empobrecimiento y dominación social, y así llegamos a los
actuales 191 días, aunque la población ya está lo suficientemente harta como
para perder el miedo y dejar de respetar las absurdas órdenes del Gobierno.
Cuando esa situación de apertura se extienda totalmente, la catástrofe quedará
al desnudo y arrastrará la popularidad de ambos a una sima insoluble, como se
ha comenzado a comprobar estos días; porque son fogueados políticos, saben cómo
repercutirá eso en sus chances electorales y, consecuentemente, en la soñada
impunidad de la familia Kirchner. A partir de ese convencimiento se explica,
claramente, la velocidad caníbal que han adquirido los ataques de Cristina
Fernández contra la Justicia y contra el Procurador Eduardo Casal.
Hasta hoy, y a
contramano de las reiteradas y cuantiosas manifestaciones ciudadanas que
reclaman una toma de posición urgente y de las firmas de más de 300.000
ciudadanos peticionándolo, la Corte Suprema ha mantenido un dramático silencio
que sólo ha conseguido romper la decisión de su Presidente –Carlos Rosenkrantz-
quien, en uso de sus atribuciones, ha citado a sus colegas –Ricardo Lorenzetti,
Elena Highton de Nolasco, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda- a un acuerdo para
el martes 29 para resolver el demorado per
saltum interpuesto por los tres jueces desplazados por la venganza
kirchnerista. La democracia republicana,
basada en la división de poderes, sabrá entonces si logró sobrevivir o ha
muerto bajo las botas cómplices y cobardes de los ministros del Tribunal
supremo.
La inexperiencia
del Ministro de Economía, Martín Guzmán, y sus diferencias con el Presidente
del Banco Central, Miguel Angel Pesce, fogoneadas desde el Instituto Patria, uno
de los tronos que ocupa la siniestra viuda
(los otros: el Senado, la Cámara de Diputados, el Consejo de la Magistratura,
el Poder Ejecutivo, la Provincia de Buenos Aires y algunos feudos del interior),
ha conseguido que la tan “exitosa” renegociación de la deuda externa fuera flor
de un día.
La suma de pecados
ideológicos y torpeza, la desconfianza en la devaluada palabra del Presidente, la
persecución al capital productivo, los impuestos confiscatorios, las leyes absurdas
que conspiran contra la realidad, las pretensiones expropiatorias, el
aislamiento internacional, los ataques a la ciudadanía –los “malos argentinos”-
y a la libertad de prensa, la falta de seguridad jurídica motivada por el abuso
de los DNU’s y la vocación por colonizar la Justicia, han hecho que resurgiera
de inmediato la aversión de los mercados, como lo prueba el aumento del
riesgo-país y la depreciación de nuestra moneda, que ha generado una enorme
brecha entre las cotizaciones “oficial” y “blue”, obliga a pagar más de $ 140
por dólar y que hasta la ha hecho desaparecer de las pizarras de los bancos en
Uruguay.
La dramática
aceleración de los problemas económico-financieros, y la falta de dinero para el
populismo –una suerte no experimentada por el peronismo- hace que los planes
electorales vinculados a las legislativas del año próximo equivalgan, hoy, a
discutir el sexo de los ángeles. En un país en el cual el largo plazo significa
la semana próxima, y el asalto al poder ha sido una constante durante los
últimos noventa años, la película de la realidad nacional, que será reestrenada
pronto, amerita que alquilemos balcones, aunque sólo sea para llorar
amargamente y restañar la sangre.
Bs.As.,
26 Sep 20