viernes, 25 de septiembre de 2020

El infierno tan temido

 


El infierno tan temido

por Enrique Guillermo Avogadro

 

"El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido

 para aquellos que tienen miedo, demasiado largo para aquellos que sufren…".

 Henry Van Dyke

 

Hasta 2015, Cristina Elisabet Fernández consiguió, utilizando a destajo las reservas del Banco Central (el 10 de diciembre, US$ 3.000 millones ¡negativas!), que la bomba en que había transformado el escenario económico, populismo y saqueo mediante, no estallara antes de ceder, ausente, el poder a Mauricio Macri. Éste, por un inexplicable error y con una absurda confianza en su magnetismo para atraer inversiones externas, no hizo el real inventario –recordemos que los datos se falsificaban- al asumir  y ello, pese a que durante un período pudo solventar su “gradualismo” con el apoyo del FMI, sumado a una innegable mala praxis, hizo que ya en diciembre de 2018 nuevamente se pusiera en riesgo a la peligrosa y siempre presente santabárbara nacional.

 

En diciembre de 2019, al recibir la banda y el bastón, los Fernández² tenían la verdadera radiografía –por un honesto INDEC- de la maltrecha situación en que se encontraba la economía y, a pesar de saberlo, comenzaron a hacer todo lo contrario de lo que debían, de la mano del loteo de cada despacho y resorte de poder y de la apropiación camporista de las cajas oficiales. Sobre ese panorama cayó el Covid-19. Con los primeros contagiados, impusieron una férrea cuarentena que ha fracasado estrepitosamente en su objetivo original de frenar la difusión de la enfermedad y las muertes. El confinamiento ha producido un daño socio-económico sin precedentes del cual, aún, no tenemos dimensión exacta; sí sabemos cuántos argentinos han perdido sus trabajos y cuántos se han empobrecido, cuánto se han incrementado las ocupaciones de tierras, cómo ha crecido la inseguridad ciudadana, cuántas empresas e individuos están emigrando y, sobre todo, cuántos chicos han perdido el año lectivo y el contacto con la educación formal gracias a los gremios kirchneristas.

 

La Vicepresidente descubrió las ventajas que implicaba mantener a la gente en sus casas para planchar la curva inflacionaria que la descontrolada emisión ha generado y para su proyecto chavista de empobrecimiento y dominación social, y así llegamos a los actuales 191 días, aunque la población ya está lo suficientemente harta como para perder el miedo y dejar de respetar las absurdas órdenes del Gobierno. Cuando esa situación de apertura se extienda totalmente, la catástrofe quedará al desnudo y arrastrará la popularidad de ambos a una sima insoluble, como se ha comenzado a comprobar estos días; porque son fogueados políticos, saben cómo repercutirá eso en sus chances electorales y, consecuentemente, en la soñada impunidad de la familia Kirchner. A partir de ese convencimiento se explica, claramente, la velocidad caníbal que han adquirido los ataques de Cristina Fernández contra la Justicia y contra el Procurador Eduardo Casal.

 

Hasta hoy, y a contramano de las reiteradas y cuantiosas manifestaciones ciudadanas que reclaman una toma de posición urgente y de las firmas de más de 300.000 ciudadanos peticionándolo, la Corte Suprema ha mantenido un dramático silencio que sólo ha conseguido romper la decisión de su Presidente –Carlos Rosenkrantz- quien, en uso de sus atribuciones, ha citado a sus colegas –Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda- a un acuerdo para el martes 29 para resolver el demorado per saltum interpuesto por los tres jueces desplazados por la venganza kirchnerista. La democracia republicana, basada en la división de poderes, sabrá entonces si logró sobrevivir o ha muerto bajo las botas cómplices y cobardes de los ministros del Tribunal supremo.

 

La inexperiencia del Ministro de Economía, Martín Guzmán, y sus diferencias con el Presidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, fogoneadas desde el Instituto Patria, uno de los  tronos que ocupa la siniestra viuda (los otros: el Senado, la Cámara de Diputados, el Consejo de la Magistratura, el Poder Ejecutivo, la Provincia de Buenos Aires y algunos feudos del interior), ha conseguido que la tan “exitosa” renegociación de la deuda externa fuera flor de un día.

 

La suma de pecados ideológicos y torpeza, la desconfianza en la devaluada palabra del Presidente, la persecución al capital productivo, los impuestos confiscatorios, las leyes absurdas que conspiran contra la realidad, las pretensiones expropiatorias, el aislamiento internacional, los ataques a la ciudadanía –los “malos argentinos”- y a la libertad de prensa, la falta de seguridad jurídica motivada por el abuso de los DNU’s y la vocación por colonizar la Justicia, han hecho que resurgiera de inmediato la aversión de los mercados, como lo prueba el aumento del riesgo-país y la depreciación de nuestra moneda, que ha generado una enorme brecha entre las cotizaciones “oficial” y “blue”, obliga a pagar más de $ 140 por dólar y que hasta la ha hecho desaparecer de las pizarras de los bancos en Uruguay.

 

La dramática aceleración de los problemas económico-financieros, y la falta de dinero para el populismo –una suerte no experimentada por el peronismo- hace que los planes electorales vinculados a las legislativas del año próximo equivalgan, hoy, a discutir el sexo de los ángeles. En un país en el cual el largo plazo significa la semana próxima, y el asalto al poder ha sido una constante durante los últimos noventa años, la película de la realidad nacional, que será reestrenada pronto, amerita que alquilemos balcones, aunque sólo sea para llorar amargamente y restañar la sangre.

 

Bs.As., 26 Sep 20

viernes, 18 de septiembre de 2020

Los fracasados van a la guerra

 


Los fracasados van a la guerra

por Enrique Guillermo Avogadro

 

“Era más que claro que se había puesto en marcha un modelo de

 regresión del ingreso y empobrecimiento generalizado que

 intentaron maquillar con la mentira de la ‘pesada herencia’”.

 Cristina Fernández de Kirchner, en “Sinceramente”.

 

Después de tanto triunfalismo del Presidente al comparar su gestión de la crisis con naciones del mundo entero, está claro su fracaso total tanto por el número de infectados y muertos cuanto por la destrucción masiva de la economía que el confinamiento eterno y ayer  nuevamente extendido ha producido. La pobreza ya supera el 50% de la población (era 30% cuando asumió), sólo en el segundo trimestre del año se perdió un millón de puestos de trabajo y se duplicó el porcentaje de quienes pasan hambre.

 

A la luz de los actuales indicadores socio-económicos, encabezados por la monumental devaluación del peso que llevó la cotización del dólar a $ 140 por unidad (en octubre de 2019 era $ 65) licuando salarios y jubilaciones, y medidos por la caída en el consumo de los más básicos alimentos, sorprende –aunque no debería- el silencio sepulcral de las figuras públicas que, desde enero de 2016, se sumaron al “club del helicóptero” mientras lloraban ante las cámaras por el desastre que –decían- provocaría la dictadura de Macri. ¿Qué fue de Pablo Echarri, Raúl Rizzo, Gerardo Romano, Dady Brieva y tantos otros mediáticos que decían no poder, siquiera, pagar el alquiler?

 

A pesar de todo ese inventario de monumentales desastres que la errática y torpe gestión de Alberto Fernández ha producido y que, sin duda, deben incluir el cierre hermético de nuestra economía y de la educación (por imposición de los gremios), la huída en desorden de tantas empresas y la emigración de los más preparados de nuestros jóvenes (tal como sucedió en Venezuela), el Presidente ha entregado el manejo de la agenda oficial a Cristina Fernández, que la ha centrado en su ansia de venganza e impunidad.

 

Así, a la conducción del Ejecutivo, donde puso al grouchomarxista, y del Poder Legislativo, que ella ejerce arbitrariamente en el Senado mientras su hijo Máximo y el ‘aceitoso’ Sergio Massa lo hacen en Diputados, esta semana le agregó nada menos que el Poder Judicial. Desplazó, con su mayoría automática, a los camaristas que confirmaron sus procesamientos y a un juez que debería juzgarla por su tan desmedida corrupción; la Corte Suprema lo tolera guardando un ya inexplicable silencio y abdica así del rol de última barrera frente a los tiránicos avances sobre la Constitución.

 

Por expresas instrucciones de su Vicepresidente, Alberto Fernández ha iniciado una guerra sin cuartel contra la Ciudad de Buenos Aires, en la cual curiosamente ambos viven, para intentar la destrucción del principal bastión opositor y del político –Horacio Rodríguez Larreta- que encabeza el ranking de imagen positiva en todo el país y, especialmente, en el Conurbano bonaerense, enclave del cual Cristina Fernández extrae su caudal electoral. Como es tan habitual en él, el Presidente no duda en mentir descaradamente, traicionar todas sus promesas y promover el odio entre la capital y el interior, en un retroceso histórico de ciento cincuenta años.

 

La viuda de Kirchner, preocupada por la alta probabilidad de perder las elecciones de medio término en 2021 por la crisis económica, aceleró en todos los terrenos, incluyendo la persecución personal a Mauricio Macri, traducida en el allanamiento a su casa para verificar si violó la cuarentena al recibir a un par de intendentes; fue tan burda la maniobra que obligó a recordar la reunión que el Presidente mantuvo con Hugo Moyano y las familias de ambos en Olivos, sin barbijos ni distancia prudencial.

 

Argentina se ha convertido en un país donde no se respeta norma alguna, las reglas de juego cambian permanentemente, carece de seguridad jurídica y la propiedad privada es desconocida, sea por la imposición de impuestos confiscatorios, sea por la impune ocupación de tierras. El cepo y la suicida política cambiaria, la mayor intervención estatal en la economía, la falta de un plan de salida de la crisis y el dibujo de un presupuesto incumplible obligarán a avances mayores sobre el sector privado, puesto que no habrá un serio ajuste del gasto público en un año electoral tan crítico para el futuro de la coalición gobernante. Este experimento chavista de control social y de empobrecimiento general deberá financiarse, en un contexto donde la confianza interna y externa ha dejado de existir.   

 

Así, con excusas ideológicas pero sólo para servir a los intereses bastardos de Cristina Fernández, hemos entrado en un sendero de confrontación tan extrema que resulta harto difícil prever cómo concluirá; el final podría ser un conflicto en la calle en el cual tendrán especial protagonismo los recalcitrantes delincuentes liberados con la excusa del Covid-19, las bandas de narcotraficantes que disputan a tiros el control del territorio, ex policías defenestrados y hasta los barrabravas que, años ha, fueron organizados por el kirchnerismo en Hinchadas Unidas Argentinas.

 

Para hoy mismo, a las 1600 hs., se ha convocado a un nuevo banderazo; estoy convencido de la necesidad de que sean los líderes de la oposición quienes se pongan a la cabeza del mismo, para evitar un nuevo “que se vayan todos” y porque sólo la ocupación masiva de la calle por quienes queremos vivir en una república democrática podrá evitar ese triste y sangriento final.

 

Bs.As., 19 Sep 20

viernes, 11 de septiembre de 2020

Sin país




 Sin país

por Enrique Guillermo Avogadro

 

“Si no consigues presentar batalla cuando estás

 con la espalda contra la pared, perecerás”.

 Sun Tzu

 

¿Cómo se negocia con un libro en la mano –la Constitución Nacional- con gente que viene con un revólver a robar, matar y destruir? ¿Qué hicieron las democracias europeas ante la maquinaria militar de Adolfo Hitler?

 

Evidentemente, los argentinos, siempre tan estatistas, no merecíamos tener un país propio y hoy, por una serie secular de actos suicidas, lo hemos perdido. A quien dude, le bastará con ver qué ha ocurrido –las tomas de tierras, el separatismo de los mapuches, la liberación de presos, el crecimiento exponencial del narcotráfico y la cesión del poder territorial a las bandas, la guerra contra el campo y la falta de clases por exigencia de los gremios- desde que un importante porcentaje de los ciudadanos, justificadamente descontentos con el fracaso económico del gobierno anterior, optó por reponer al kirchnerismo en el poder y, así, transmutar a Cristina Fernández de multiprocesada saqueadora a verdadera emperatriz.

 

Obligado por los compromisos que asumió al ser designado vicario, Alberto Fernández devalúa su palabra, profundiza la grieta que parte en dos a la sociedad para enterrar en ella cualquier viso de autoridad presidencial, convierte en una mera fantasía la pregonada unidad nacional y fracasa en todos los objetivos que busca. El primero y más palpable es, después de 178 días de “cuareterna”, la incontenible propagación del virus y el crecimiento exponencial de los fallecimientos; más grave es, sin duda, la bomba atómica que el desmesurado confinamiento ha detonado sobre el tejido económico-social, que todavía no percibimos en toda su magnitud. Pero también lo es la tan auto-celebrada renegociación con los acreedores externos, que en realidad fue una resignación total a las pretensiones de éstos.

 

El Gobierno no ha sido capaz de esbozar un plan económico –deberá presentarlo al FMI cuando renegocie la deuda-, pese a que ya resulta esencial para cualquier tentativa de recuperar la confianza en su gestión; de todas maneras, el cambio absurdo y prepotente de las reglas de juego por decreto –Vicentín, la hidrovía, las telecomunicaciones, la prensa libre, el impuesto “solidario” a la riqueza, el teletrabajo, la energía, el transporte y las low-cost, etc.- obviamente conspiran contra esa necesidad. Y la frustrada tentativa de llevar a Gustavo Beliz como Presidente del BID contra un candidato de Donald Trump para el cargo; si éste ganara las elecciones norteamericanas de noviembre, será otra piedra en el zapato.

 

Por si eso fuera poco, abre nuevos frentes de conflicto, cada vez más graves: insulta al Ejército ordenándole borrar un homenaje (un simple tuit)  a dos oficiales asesinados por la guerrilla en democracia “para no agredir a ciudadanos” mientras tolera manifestaciones de Montoneros y ERP, avanza a tambor batiente sobre la Justicia y el Procurador General,recorta jubilaciones para continuar expandiendo el Estado parasitario e inútil, enfrenta a las provincias con la Ciudad de Buenos Aires, genera roces permanentes con todos los países amigos, y esta semana debutó con un fuerte desacato de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

 

Se ha especulado acerca de la probabilidad de que haya sido el propio Gobierno el autor ideológico de la insubordinación para tener una justificación, por endeble que resulte, para obedecer a la Vicepresidente y recortar fondos a la Ciudad; si eso fuera verdad, Alberto Fernández y su equipo, una recua de fracasados e inútiles, habría demostrado una precisión tal como para hacer hoyo en uno. Y si fue la propia Cristina Fernández quien soterradamente encaminó la protesta hacia la residencia del Presidente para ayudar a su ahijado el Gobernador, el daño que ha infligido a ambos, que cedieron bajo presión a un justo reclamo, es irreparable. El miércoles, la Argentina estuvo allí a un tris de una confrontación armada que podría haberla dejado regada con sangre: mientras los efectivos se manifestaban, algunos movimientos sociales y políticos fogoneaban una contramarcha para apoyar al Gobierno; es fácil imaginar qué hubiera podido pasar entonces.

 

De todas maneras, resultó inexplicable que dos teóricos perjudicados directos por la desobediencia policial –Axel Kiciloff, y su Ministro de Seguridad, Sergio “rambito” Berni- festejaran en público el final de la crisis, ya que se habilitarán nuevos reclamos de los empleados públicos, comenzando por el personal de salud, tanto en Buenos Aires cuanto en otras provincias; ¿a qué otro manotazo recurrirá el Gobierno en ese caso?

 

Pese al enorme recorte ordenado sobre las finanzas de la Ciudad, el gran beneficiado de todo esto es, obviamente, Horacio Rodríguez Larreta quien, con su presentación del jueves, se transformó en el gran líder de la oposición; resulta por cierto ponderable, a pesar de haber pecado de excesiva ingenuidad en su relación con el Ejecutivo central, su mesura y sus modales en la respuesta a la puñalada trapera que recibió del Presidente para satisfacer el irracional odio de Cristina Fernández. Ahora, la Corte Suprema deberá ponerse los pantalones y restablecer las cosas a su justo cauce, como también debe hacer, antes de que sea demasiado tarde, con la modificación en la conformación del Consejo de la Magistratura y con el vengativo traslado de los magistrados que procesaron o tendrán que juzgar a la delincuencial Vicepresidente.

 

Bs.As., 12 Sep 20

viernes, 4 de septiembre de 2020

Y ahora, ¿qué?




Y ahora, ¿qué?
por Enrique Guillermo Avogadro


“¿Acaso no se han hecho siempre las revoluciones de esta manera: armando
 al completo los bajo fondos sociales con pistolas y granadas de mano?”
 Antonio Scurati


Los procesos que encabezan Nicolás Maduro y Cristina Fernández tienen génesis diferentes. Hugo Chávez se hizo con el poder mediante sucesivos golpes de Estado, mientras que Néstor Kirchner lo hizo con la legalidad que dan las urnas en procesos legítimos; y el actual tirano venezolano sostiene su sangrienta dictadura con el apoyo castrense cuando nuestra Vicepresidente lo hace con todo el peronismo detrás suyo, aunque esto constituya una foto ya descolorida y ajada.

Pasó en Venezuela: empobrecimiento masivo de la población, oleada inédita de emigración, destrucción de la economía, hiperinflación, fuga de inversiones, control de Internet y de las redes sociales, subsidios a mansalva, brutal caída en la producción de hidrocarburos, usurpación o cooptación de partidos políticos de oposición, anulación del Poder Legislativo, prisión y tortura de disidentes, liberación y armado de delincuentes, impunidad para la generalizada corrupción, violencia desatada por colectivos paramilitares, centralidad del narcotráfico, saqueo de las reservas de oro, creciente aislamiento internacional y alianza con Cuba e Irán, apoyo a los movimientos guerrilleros continentales, colonización de la Justicia y del Ministerio Fiscal, falsificación de los resultados electorales, confiscación de la propiedad privada, persecución y clausura de la prensa opositora, control social masivo y, ahora, el genocidio sanitario. ¿Le suena?

Si no, recuerde que aquí se llegó a asesinar a un fiscal que había denunciado a la actual Vicepresidente, que el Gobierno enfrenta a pobres contra ricos, liberó 5.000 asesinos y violadores, intentó estatizar Vicentín, intervino la industria de las telecomunicaciones, avanza sobre la propiedad privada con impuestos confiscatorios, privilegia a sindicalistas corruptos y barrabravas sobre empresarios innovadores y, para no extenderme, controla a la población imponiéndole el confinamiento más prolongado del mundo, a pesar de su ya innegable y costosísimo fracaso.

Eduardo Duhalde nos alertó acerca de la inminencia de un golpe de Estado. Algunos despistados creyeron que se refería a las fuerzas armadas;  sin embargo, el ex Presidente aludía a la propia Cristina Fernández. El kirchnerismo ha roto esta semana todos los canales de diálogo precisamente para hacerse con el control de la Justicia, con el único propósito de obtener la absolución para los innumerables delitos de saqueo que su jefa ha cometido. Y para lograrlo, sin pruritos de ningún tipo, la viuda se está llevando puestas a la República y a la democracia.

El martes, ese golpe comenzó en el H° Aguantadero, que vivió una triste noche de la mano del Presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, el aceitoso, cuando desconoció la presencia en el recinto de los diputados de la oposición y aceptó a los oficialistas que comparecían por pantalla, para tratar la colonización de la Justicia federal, el nuevo impuesto a la “riqueza” y la ley de presupuesto. El último recurso de la oposición será negarse a dar quórum para impedir el tratamiento del proyecto de reforma judicial; si el oficialismo lograra iniciar la discusión en Diputados y aún si aceptara modificaciones, volverían al Senado, donde le bastaría con una mayoría simple para obtener su sanción definitiva sin cambio alguno.

Mientras tanto, la Corte Suprema continúa durmiendo su siesta y evita decidir acerca de la inconstitucionalidad del cambio en la integración del Consejo de la Magistratura, que tiene a estudio hace cuatro años. Tampoco ha fallado en el recurso per saltum que interpusieron contra su ilegal desplazamiento los magistrados que, por haber confirmado los procesamientos de la Vicepresidente, concitan sus odios más profundos y que fueron corridos por el Senado ayer mismo. El superior Tribunal parece no percibir que se encuentra ante un monumental conflicto de poderes generado por esta infecto-dictadura que hoy nos gobierna y que, si no es frenada a tiempo, terminará con lo poco que queda del andamiaje jurídico y, con él, con todas las libertades ciudadanas.

El país, ya inviable, ha caído en la total anomia, tal como puede comprobarse en la masiva ocupación de tierras, siempre violentas y siempre impunes. Jorge Ossona explica que esas tomas responden a los intereses políticos del kirchnerismo, que en ellos fabricará nuevos votos, sobre todo en la 3ª sección electoral de la Provincia de Buenos Aires, el semillero de pobres desde el cual se eligen los presidentes, al cual inundará de billetes en 2021. Eso si es que, invocando la emergencia sanitaria, no intentara postergarlas; porque el Gobierno deberá hacer populismo sin dinero, y la inseguridad, la desocupación y la inflación carcomiendo ingresos, salarios y jubilaciones no auguran un fácil triunfo en ellas.

Hasta aquí hemos llegado y debemos preguntarnos con qué armas resistiremos a este proyecto que pretende imponernos el socialismo del siglo XXI, o sea, sobrevivir como ya lo hacen Cuba, Nicaragua y Venezuela, países todos que han sido arrasados por esta siniestra ideología.

Bs.As., 5 Sep 20