¡Exprópiese!
“La tolerancia, si quiere ser eficaz, debe ponerse sus propios
límites,
no ser tolerante con los intolerantes. El pacifista no es
el que no hace nada,
sino el que lucha contra los belicistas”.
Juan José Sebreli
Alberto
Fernández, para dejar de incendiar la pradera y dinamitar el camino hasta
octubre, habría exigido a Mauricio Macri, según trascendidos, que el
oficialismo se abstenga de mencionar a Venezuela en la campaña electoral. Se
trataría de un pedido creíble y razonable, por cuanto el drama que vive ese
país es un espejo demasiado cercano como para que sus imágenes no se vean desde
aquí y preanuncien el futuro, siempre que el Frente de Todos finalmente venciera
en las elecciones.
Hace pocos
días, el candidato se las vio de figurillas para evitar criticar al íntimo
amigo y socio de su jefa, la ahora muda Cristina Fernández; apretado, se limitó
a calificar al régimen genocida de Nicolás Maduro como “autoritario” pero
legítimo, toda vez que –dijo- llegó al poder mediante elecciones. Olvidó así el
monumental fraude al que recurrió el chavismo para lograrlo e ignoró el
terrible informe que, sobre los asesinatos y otras violaciones a los derechos
humanos allí cometidos, fue firmado por la irreprochable Michelle Bachelet, máxima
funcionaria del área en las Naciones Unidas.
Con ello
entró en abierta colisión con la posición de los Estados Unidos, del Grupo de
Lima y del resto de las democracias del mundo, con todo lo que eso implica para
el futuro de las necesidades financieras de un país que carece de dólares. Sus
afirmaciones en tal sentido en España, sumadas a su también reiterada caracterización
como “persecución política” de los innumerables procesos penales que afectan a
Cristina Fernández, colocarán a su gobierno –si accede a él- en el limbo que
aloja a los regímenes más exóticos y mal vistos, además de garantizar la
impunidad de los ladrones.
Mientras
tanto, en el escenario local reapareció ese curioso personaje llamado Juan
Gabrois, líder piquetero de la CTEP, asesor pontificio, amigo y vocero inorgánico
de SS Francisco (algo jamás desmentido), quien propuso que la fórmula Fernández²
realizara, tan pronto llegue a la Casa Rosada –si es que lo logra- una profunda
reforma agraria, con expropiación de campos y entrega de los mismos a presuntos
trabajadores. Se sumó a ese energúmeno otra inefable figura de idéntica
procedencia, Emilio Pérsico, también habitual visitante de Santa Marta, la
residencia permanente del Papa, proponiendo una variante de tamaño disparate
aún más violenta y agresiva.
Y la
frutilla del indigesto postre fue la fijación de carteles en obras en
construcción y en viviendas aparentemente desocupadas de la ciudad de Buenos
Aires, exigiendo la confiscación de las mismas para entregarlas a teóricos
desamparados, siempre explotados por los gestores de las organizaciones que los
nuclean; fue contemporánea la difusión de Habit.app, creada por la CTEP para
que los candidatos a okupas puedan denunciar situaciones similares y localizarlas
en un mapa interactivo.
Todos
recordamos –de todos modos, los videos están en Youtube- a Hugo Chávez
recorriendo Caracas, rodeado de su corte militar, ordenando a gritos
expropiaciones de edificios de viviendas y oficinas; el resultado está a la
vista, exhibido por la miseria (US$ 2 de salario mensual y 2.600% de inflación)
en la que fueron sumidos los venezolanos, antes ciudadanos de la nación más
próspera de Suramérica, que flota sobre un mar de petróleo.
La reacción
del kirchnerismo no fue, claro, desmentir tajantemente estas expresiones de sus
adherentes sino sólo reclamarles prudencia en el proceso electoral para no
espantar a los votantes que, en las PASO, se sumaron a sus filas para expresar
su descontento con la gestión económica por las innegables penurias que los
agobian.
Ahora, la
vanguardia del furibundo ataque que busca que Mauricio Macri no concluya su
período constitucional está encarnada por esas mismas organizaciones
financiadas con dinero del Estado, que no solamente interrumpen el tránsito privado
y público todos los días sino que, contrariadas por la prudente política de
tolerancia que ejecutan la Nación y las provincias, han comenzado a ejercer la
violencia extrema, como se vio en Chubut y en Iguazú esta semana.
Curioso, por
lo incoherente, fue que Sergio Massa, recuperado –como el propio Alberto
Fernández- de su grave afección anticristinista, viajara a Nueva York para
entrevistar a Rudolph Giuliani, ex alcalde de la ciudad, reconocido por su régimen
de “tolerancia cero” que garantizó la seguridad en la misma. ¿Le habrá
preguntado qué hacer con los piqueteros, todos kirchneristas, si sus nuevos
socios triunfaran en las elecciones?
Pese a que
todo lo sucedido, que sin duda lleva agua al molino de Juntos por el Cambio, resulta
claro que, otra vez, el peronismo reunido busca un muerto para desatar un
infierno comparable, en la calle, con la tragedia de 2001, que tan útil le
resultó para recuperar el poder, incluyendo saqueos a los supermercados. Parece
que, a raíz de la sorpresiva masividad de la marcha republicana del mes pasado,
el multiforme movimiento ya no está tan convencido de que el 27 de octubre será
sólo una formalidad. Pese a ello, cuenta con la complicidad de una prensa
bastarda y comprada, que ya vende al público, como si fuera un hecho consumado,
su triunfo sin aguardar a las verdaderas elecciones.
Pero la
situación actual es muy distinta de aquélla, y estos convulsivos actos de
violencia política pueden derivar hoy, dada la fuerte crispación social, en un
conflicto de inimaginables proporciones; ¿le preocupará a esta sarta de
canallas la probabilidad de un gran derramamiento de sangre?
Por razones
personales, dejaré de publicar, por dos semanas, estas penosas crónicas semanales
del tiempo que nos toca vivir; volveré a abusar de su paciencia a fin de mes. Hasta
entonces, y ¡feliz primavera!
Bs.As., 7 Sep
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