Cristina
reloaded
“El mercado no es un invento del capitalismo. Siempre ha existido. Es un
invento de la civilización”. Mikhail Gorbachov
¿Qué diferencia
a Nicolás Maduro, cuando dice que un pajarico
chiquitico representa a Hugo Chávez, de Cristina, usando al viento del sur
para hacer entrar al fantasma de don Néstor al quincho ceremonial de Olivos?
Los cambios en
su gabinete introducidos por la señora Presidente -que conserva la iniciativa y
no acepta la condición de “pato rengo” que deben soportar los mandatarios sin
posibilidad de reelección- a partir de su reaparición en público a través de un
video casero –perrito y pingüino incluidos- no sorprendieron a nadie, salvo en
lo que se refiere al obvio abandono del razonable camino que habían intentado emprender
Guita-rrita Boudou y Me-quiero-ir Lorenzino para reconciliarnos
con el mundo financiero internacional.
No bastará,
para los mercados, que doña Cristina confiese el fracaso del “modelo” –si no es
así, ¿para qué estos cambios?- y se despoje, como anunció, de las anteojeras
que la acompañaron hasta ahora o que manifieste estar dispuesta a asociarse con
cualquiera que quiera venir a la Argentina con maletas llenas de dinero, ya que
no existen quienes estén dispuestos a cometer esa locura en un país donde las
órdenes verbales han suplantado a las normas escritas, donde se invita a
fiestas y luego no se deja salir a los concurrentes, donde no se respetan los
contratos, donde los jueces son empleados del Ejecutivo y donde se intenta
eximir al Gobierno de toda responsabilidad.
La designación
de Bambino Kiciloff como nuevo
Ministro de Economía, tal como ha reflejado la escasa prensa extranjera que aún
se ocupa de nosotros, ha sido el golpe final que el régimen ha dado a la
seguridad jurídica –un “concepto
horroroso” según él- en la Argentina. Este joven intentará probar aquí las
recetas que ya han fracasado en muchas otras latitudes, y que atrasan más de
cien años; comenzará, como ha dicho, con mayor presencia del Estado en la
economía y tratará de extender los tentáculos de éste hacia todas las
actividades productivas, poniendo más distancia, si cabe, entre el país y el
mundo civilizado.
Coqui Capitanich, ex
patrocinante de la devaluación asimétrica de 2002, actual Gobernador del Chaco
en uso de licencia y reestrenado Jefe de Gabinete, nos informó ya que la
inflación y el cepo cambiario, que no existen en el universo virtual del
kirchnerismo, continuarán empobreciendo a los más humildes, reservando la
creación de empleo a los organismos estatales en sus tres niveles. La notoria
exclusión del campo y de los sindicatos no oficialistas de los diálogos que ha
inaugurado son una prueba cabal de ello.
Si alguien, por
ventura, estuvo tentado de jugar algunas fichas en la Argentina después de las
elecciones de octubre, vislumbrando un cambio en el “modelo”, seguramente ya ha
puesto los pies en polvorosa, ahuyentado por la sentencia de la Corte sobre la
Ley de Medios, por el proyecto de Código Civil en tratamiento en el Congreso y,
por si eso fuera poco, por las modificaciones que ha introducido doña Cristina
en su elenco ministerial.
Resulta notable
que los nuevos funcionarios, por negación tanto como por reafirmación, insistan
en el abordaje de los graves problemas que hoy jaquean a la propia existencia
de la Argentina como nación –narcotráfico, estanflación, corrupción,
inseguridad- con la misma mentalidad, aunque diferentes modales, que ha
producido tantos daños durante la “década ganada”. Así, resultará muy difícil
convencer a los mercados de volver a mirar a la Argentina con cariño o, al
menos, con algún interés. El “caso por caso” anunciado por Bambino y su recua de niñatos de La Cámpora, amén de generar nuevos
nichos de corrupción, nos aproxima más a la madurita
Venezuela, donde se pretende controlar a la economía con el ejército.
Los opositores,
esos gallardos campeones del fracaso, se amontonaron frente a los micrófonos y
las cámaras para declarar que están dispuestos a apoyar el proyecto de nuevo
Código en general, y que se reservan sus diferencias para la hora de votar en
particular cada artículo; en la medida en que no pueden ignorar la historia
reciente –la Ley de Medios, la designación de ¡Giles! Carbó como Procuradora y las tentativas de destruir al
Poder Judicial y al Consejo de la Magistratura, entre otras lindezas- sólo
puede concluirse que disfrutan al ser violados, una y otra vez, por el Gobierno
y que están dispuestos a ir a cualquier parte para facilitar esa permanentemente
sodomización a la que los ha sometido el kirchnerismo.
¿No se les ha
ocurrido que el cambio en el Código Civil, el reglamento que nos hemos dado los
argentinos para convivir en sociedad y que tiene una vigencia de ciento cuarenta
años, requiere de una discusión mayor que la que recibirá en el trámite express que se le otorgado por pedido de
la Casa Rosada? ¿No han visto al kirchnerismo declamar altos principios que,
una vez convertidos en leyes, se han transformado en subalternas herramientas
de esta banda sin escrúpulos en su diaria pelea con sus inventados enemigos? ¿No
han, siquiera, notado cómo se ha comportado el oficialismo con los organismos
de control, a los que ha desmantelado o desaparecido? ¿Qué buenas intenciones
pueden seguir “comprando” como imbéciles?
El viernes, Coqui informó que la discusión del nuevo
engendro en Diputados se postergó para el año próximo, pero que recibirá media
sanción en Senadores antes del recambio de sillones que se producirá el 10 de
diciembre. Eso sí, adelantó que se aprobará, a marcha forzada, el proyecto de
ley que excluye la responsabilidad del Estado y de sus funcionarios de la
órbita del fuero civil, reservándola al contencioso administrativo; en buen
romance, significa desproteger aún más al individuo frente a los avances del
Estado, como lo fue también el proyecto de limitar las medidas cautelares que
pudieran dictar los jueces en contra de sus decisiones imperiales.
Tengo para mí
que el diferimiento del debate en la Cámara baja responde a las inquietudes de
SS Francisco, transmitidas por la Conferencia Episcopal, y que hicieron que el
Poder Ejecutivo introdujera fuertes modificaciones en el proyecto original,
como aquélla que establece ahora que la vida existe a partir de la concepción.
Las voces de las alas más duras del kirchnerismo dejaron en claro que no
acompañarían la iniciativa, y eso puso en alerta al oficialismo y lo llevó a
aceptar la demora. El Papa consiguió, así, sacar las papas del fuego a la
oposición, pese a la intrínseca estupidez de ésta.
Llama la
atención tanto silencio público frente a un tema de la enorme gravedad
institucional que reviste echar a la basura, literalmente, los códigos Civil y
Comercial que nos legara Vélez Sarfield. Que la ciudadanía, en general, no
registre la importancia de un asunto que, como dijo Alejandro Fargosi, influirá
en la vida de nuestros tartaranietos, es comprensible, ya que la educación se
ha deteriorado de tal modo que la mayoría no entiende siquiera lo que lee; pero
que las academias y las universidades brillen por su ausencia en este
trascendental debate muestra hasta qué punto nos hemos convertido en una
sociedad en etapa final de decadencia, en una mera caricatura del país que
fuimos.
Pero Cristina,
ahora con poco luto, seguirá adelante con la tarea que se ha propuesto como
meta para pasar a la historia: demoler todo lo que queda en pie en un país que
existía en estas latitudes y que, como Tato, creo que se llamaba Argentina, con
la intención de dejar tierra arrasada a quien la suceda. Sólo resta saber si
los tiempos de la economía la acompañarán hasta el final.
Bs.As., 24 Nov 13
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