jueves, 25 de septiembre de 2008

La permanente falsificación y su inconsecuencia

La permanente falsificación y su inconsecuencia

Acabo de oir a doña Cristina en su discurso en el Council of Americas, la organización no gubernamental que conduce su amiga, Susan Sigal, y volvió a asombrarme la permanente falsificación de datos y números en que incurre nuestra inefable Presidente cada vez que abre la boca.

Realmente, ya no puedo creerlo. Miente, en forma descarada, cuando habla de la educación, de la desocupación, del crecimiento, del salario, de la producción, de la generación energética, es decir, de toda la realidad del país.

Parece extraordinario que su infundada soberbia le impida, todos los días, reconocer que, en sus auditorios, hay siempre gente bien informada sobre lo que ocurre en Argentina, se trate de nacionales o de extranjeros.

Pero hoy se superó a si misma. Justificó, por ejemplo, la falta de inversión en infraestructura durante los últimos cinco años, diciendo que, como no había industrias, no se necesitaba una mayor generación de electricidad. Y no se le mueve el maquillaje cuando dice esos disparates. Para que lleguen las industrias, debe haber, antes, electricidad y combustibles; nadie invierte en un país que carece de esos insumos y, además, de toda seguridad jurídica.

Intentó vender, además, el modelo de crecimiento kirchnerista –“de acumulación con inclusión”- al mundo, como una receta o una panacea universal para los males actuales. Se permitió, y la cito textualmente, decir: “No creo que esto sea el fin del capitalismo; no se preocupen”. Bush y sus adláteres pueden respirar en paz: doña Cristina no cree que esto sea el fin.

¿No sabe, acaso, que toda la prensa del mundo se ha desgañitado informando acerca de la manipulación del Indec y de todas las cifras que éste publica? Cuando habla de la irresponsabilidad de quienes estiman la inflación en cifras que triplican las oficiales, ¿cómo se atreve a sostener la seriedad que “no lo consideramos, en Argentina, un problema actual” (sic)? Lo curioso es que, después de negar su existencia, la reconoció imputándola a la concentración de los formadores de precios.

¿Ignora que lo mismo está ocurriendo, ahora, con la valija de Antonini Wilson y la inmunda financiación de su campaña?

¿Desconoce que, como dice un tango, los inversores y los empresarios huyen de Argentina “como mi perro al bozal”?

¿No recuerda su pseudo-conferencia de prensa, cuando no aceptó repreguntas de los periodistas presentes? ¿Por qué se queja, entonces, de cómo la trata la prensa?

Puede ser que reciba, diariamente, sólo el ‘diario de Yrigoyen’, pero pretender que lo mismo ocurra con quienes, con tanta paciencia, la escuchan, ¿no es pedir demasiado?

¿Hasta cuando seguirán, doña Cristina y don Néstor, infligiendo estas nuevas calamidades al ya maltrecho prestigio argentino?

¿O será verdad que están, simplemente, locos de remate?

Bs.As., 25.9.08

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Argentina, ¿un país en serio?

Argentina, ¿un país en serio?

Esta semana, en realidad ya las semanas anteriores, Argentina ha dado, una vez más, muestras de su falta de seriedad al mundo. Ha contradicho, en los hechos, sus propios dichos y las actitudes compartidas de doña Cristina y don Néstor.

Con bombos y platillos, y ante una audiencia de genuflexos funcionarios y empresarios, la señora Cristina anunció la cancelación de la deuda con el Club de París.
La forma usada para darlo a conocer cuando, con un gesto teatral, la Presidente dijo haber instruido al Ministro de Economía para que, usando las reservas del Banco Central, cancelase lo adeudado, fue la primera de esas faltas.
En efecto, la inefable doña Cristina pasó por alto la tan pregonada ‘institucionalidad’, violando la Carta Orgánica del Banco Central, cuyo Presidente se enteró de la medida por los diarios.
Pero, además y mucho más grave, fue el desconocimiento de la Presidente –o su desprecio por su auditorio real y mediático- de la composición de la deuda que pretendía cancelar al contado.
Como ya expliqué en un artículo anterior –“El Club de París: el “qué y el cómo”- no solamente era absurdo pagar al contado sino, por cierto, imposible.
Pues bien; sin retractarse expresamente, ahora el Gobierno ha informado que pagará sólo lo vencido, y en cuotas.

El lunes, desde Nueva York -¡qué menos!- la Presidente anunció la reapertura –“a propuesta de tres bancos”- del canje para los bonistas que no habían aceptado el que su marido, don Néstor, había ofrecido en 2005.
Otra vez, sin ninguna retractación expresa ni explicación pero mejor maquillado, el Gobierno vuelve atrás sobre sus propias palabras y hechos ya que, durante los últimos tres años, juró desconocer esas obligaciones.

Debo dejar en claro que aplaudo el fondo de ambas decisiones, no la forma, puesto que tienden a solucionar algunos de los conflictos que nos mantienen fuera del mundo.

La siguiente falta de seriedad fue la comparación que doña Cristina hizo de la crisis mundial –con su famoso ‘derrumbe de la burbuja’- respecto a la Argentina, pretendiendo poner a nuestro país como ejemplo de una economía fuerte y eficiente. ¿Cree, por ventura, que puede engañar a alguien? Y si no es así, ¿para qué lo hace? Si es sólo para consumo interno, ¿por qué usar una tribuna internacional y bautizarla como ‘jazz’?

Y la más terrible muestra de falta de seriedad, por la magnitud que ha tomado el tema en la prensa mundial y en todos los foros internacionales, es el tema de Antonini Wilson y su valija.
El Gobierno –ni doña Cristina ni don Néstor han hablado recientemente del tema-, a través de toda una pléyade de funcionarios de primer nivel, ha respondido a los hechos (las declaraciones testimoniales en el juicio de Miami) con un solo argumento: Estados Unidos no ha extraditado a Antonini para que sea juzgado aquí.
La realidad es bien distinta. El ya fomosísimo gordo estuvo en Argentina, se le secuestró una valija con US$ 800.000 (menos comisiones) no declarados, visitó la Casa de Gobierno, estuvo con Uberti y De Vido, y salió tan campante del país.
El Gobierno sabe que Estados Unidos nunca extradita a sus ciudadanos, pero también sabe que permite que éstos sean interrogados por jueces extranjeros en su territorio. ¿Por qué no se hizo durante un año?
Por lo demás, tampoco se requirió a Venezuela la extradición de los Uzcategui (Vicepresidente de PdVSA y su hijo), que pueden explicar, seguramente, de dónde salió el dinero secuestrado por absoluta casualidad. ¿Por qué no se hizo durante un año?
El avión, más allá del protagonismo claro de Uberti, el informal pero verdadero embajador en Venezuela, fue rentado por Enarsa. Sin embargo, su Presidente, don Espinosa, tampoco ha sido llamado a declarar. ¿Por qué no se hizo durante un año?
El Gobierno, con su actitud, no hace más que poner en claro al resto del mundo que Argentina es hoy la catedral de la corrupción.
¿Ignora doña Cristina que existe Internet y que, a través de esa red, el globo entero sabe qué pasa aquí? ¿Cree que los embajadores acreditados no lo informan a sus gobiernos? ¿Piensa que los corresponsales extranjeros están ‘pintados’? ¿Sueña con una realidad en la que los argentinos no se hacen estas preguntas todos los días?

Cuando la Presidente pretenda hacer realidad el lema “Argentina, un país en serio”, deberá asumir la realidad tal cual es, y explicar al mundo …
· Qué pasó con los dineros de Santa Cruz y cuál fue su trayectoria desde su emigración.
· Cómo hizo para acumular la fortuna que su marido y usted declaran ‘en blanco’.
· Por qué el Intendente de Calafate regaló terrenos a usted, su familia y sus amigos, para que los vendieran con fabulosas ganancias.
· Quién cobró los sobreprecios en las obras de los gasoductos contratados con Skanka.
· Cuál es la verdadera relación con Chávez y los bonos argentinos que, tan alegremente y a tan alta tasa, le vende a Venezuela.
· De dónde salieron los fondos que llenaban la bolsa en el baño de Felisa Micheli.
· Por qué reconoce que existe la inflación cuando llama a luchar contra ella, y la niega a la vez.
· Por qué se rechaza que el FMI audite las cuentas nacionales.
· Qué pasa con el Indec y por qué sostiene a Moreno.
· Qué sucede con los sabidos retornos exigidos por don Jaimito a los receptores de subsidios y, sobre todo, por qué lo mantiene en su cargo, si acumula casi 30 denuncias penales.
· Para qué llegaban los dineros ‘negros’ de Venezuela.
· Por qué aparecen traficantes de drogas quebrados como aportantes para su campaña presidencial.
· Por qué mantiene en su cargo a don Capaccioli, el Superintendente que maneja la relación con las farmacias y las obras sociales sindicales.
· Por qué barre, a través del Consejo de la Magistratura, con la independencia de la Justicia.
· Por qué los únicos amigos que tenemos hoy en el mundo son Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

Cuando doña Cristina pueda responder públicamente a todos esos cuestionamientos, podrá sentirse realizada. Mientras tanto, no será más que otra pantomima, enmascarada bajo gruesas capas de maquillaje y mucho botox, ensayada por un país que está muy lejos de ser serio.

Buenos Aires, 24.09.08

Enrique Guillermo Avogadro

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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Otra insoportable falta de respeto





Otra insoportable falta de respeto


Hace algunos días, me vi obligado a escribir un artículo de agradecimiento a doña Cristina, debido a que, con su proceder diario, consigue que me mantenga joven, pues me permite recuperar mi capacidad de asombro.

El de ayer, sin embargo, no fue un día más. Doña Cristina se superó a sí misma.

Se refirió a la brutal crisis financiera que golpea al mundo minuto a minuto y, con un desparpajo digno de mejor causa, ante un auditorio compuesto, mayoritariamente, por gente humilde, se vanaglorió de la firmeza que tiene Argentina hoy, frente al tembladeral de los mercados internacionales.

Y eso es una enorme falta de respeto a sus votantes-clientes y la ciudadanía toda.

¿Tanto desprecio siente por sus oyentes como para decir cualquier disparate y pretender que le crean? ¿Nos cree a todos imbéciles?

Su actitud me hizo compararla, mentalmente, con el jefe de una pequeña aldea africana, perdida en el medio de una sabana, constituida por poco más que diez casuchas de barro y paja.

Ese jefe imaginario, obviamente, podría hablar a sus congéneres del modo en que ayer lo hizo doña Cristina, ya que, seguramente, y en tanto no dispondrían de radio, televisión, Internet y periódicos, y no comerciaran con el mundo, la crisis global no impactaría en su realidad cotidiana.

Pero que doña Cristina, tan oronda ella, pretenda que vivimos en un tupperwear y que, por ello, nos mantendremos aislados, es un sinsentido mayúsculo; al pretender que ‘compremos’ sus dichos, nos falta enormemente el respeto.

¿Quién nos compra la soja? ¿A quién le vendemos nuestros productos agroindustriales y otras mercaderías? ¿De dónde saldrán los fondos que Argentina necesita, como una transfusión sanguínea, para realizar sus imprescindibles obras de infraestructura? ¿A quién le vendemos el poco petróleo que aún exportamos? En resumen, ¿cómo creceremos?

La respuesta a todas esas preguntas es la misma: el mundo. Y si el mundo entra en recesión, y con ella llega un parate en las economías mundiales, Argentina será una de las más golpeadas por la crisis, diga lo que diga doña Cristina.

Bs.As., 17 sep 08

Enrique Guillermo Avogadro

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martes, 16 de septiembre de 2008

Una miscelánea, en un escenario sumamente complicado

Una miscelánea, en un escenario sumamente complicado

Hace un rato, estuve en un almuerzo, que compartí con algunas figuras señeras de la intelectualidad argentina, con diplomáticos y con políticos y, cuando me tocó hacer uso –y abuso- de la palabra, expresé algunos conceptos que, según un amigo que estaba sentado a mi diestra, ameritaban un artículo.
En la medida en que tengo por ese amigo, cuyas iniciales son AAC, un enorme respeto, dado que se trata de la persona más inteligente que he conocido en mi vida, cumplo en aceptar su sugerencia.
Tal vez, lo que sigue pueda resultar deshilvanado, pero expresa, sin lugar a dudas, mi pensamiento en una hora dramática, para Argentina y para el mundo todo.

En el almuerzo, se habló de la enorme oportunidad histórica que los Kirchner, tanto don Néstor cuanto doña Cristina, han sabido desaprovechar.
Don Raúl Prebisch, cuando fundó la CEPAL, describió un escenario, por entonces actual pero también futuro, en el cual los productos industrializados costarían más y más, medidos en términos de productos primarios. Con ello, construyó una conducta, que creía inmutable, a la que llamó, la ‘ley de deterioro de los términos de intercambio’.
Es decir, que un tractor costaría, por ejemplo, cada vez más toneladas de trigo o de cualquier otra materia prima.
La irrupción de China e India en el mercado mundial, como grandes compradores de alimentos, y el progresivo abaratamiento de la tecnología (es fácil descubrirlo al ver que, cada día, los productos electrónicos más sofisticados cuestan menos), han invertido el paradigma de Prebisch, y eso es lo que ha sucedido, especialmente en Argentina.
El país produce, merced a una enorme reinversión de los agricultores en sus tierras, cada vez más granos, y podría hacer lo mismo en materia de carnes.
En ese escenario fantástico –e inimaginable, hace pocos años- irrumpieron los Kirchner, y se comportaron como elefantes en un bazar, destruyendo todo a su paso.
Comenzó cuanto don Néstor prohibió las exportaciones de carne, diciendo creer que, con ello, abarataría el producto en las góndolas.
Con esa imbécil actitud, de todo punto de vista inconducente (ver “Lo inexplicable”, en egavogadro.blogspot.com), terminó con años de esfuerzo para reposicionar a la carne argentina, que había conseguido abrir 58, sí, 58 mercados a nuestros productos pecuarios.
Y lo peor de todo es que lo hizo sin ningún sentido, ya que, básicamente, los cortes que se exportan no son los que los argentinos consumen (por ejemplo, la tira de asado).
A cambio, consiguió que, por mero instinto de supervivencia, los ganaderos liquidaran stocks y enviaran al consumo vientres, mermando la futura producción. Hoy, no solamente la carne ha subido de precio en las góndolas, sino que Brasil y, hasta Uruguay, nos superan en exportaciones de carne, obteniendo los mercados en los que Argentina, por falta de confiabilidad, ha dejado de estar presente.
Lo mismo ha sucedido con el trigo a Brasil (que lo compra ya en Estados Unidos) o la leche en polvo.
Pero el objeto de este artículo o, al menos, la tesis que procura plantear, pasa por otro lado.
Ante la hambruna que azota al mundo, producto de varios factores pero uno, no menor, es el precio de los alimentos, ¿hasta cuando la humanidad nos permitirá continuar despilfarrando la posibilidad de producirlos para 300 o 400 millones de personas?
¿No resulta imaginable que, a corto plazo, ante la incuria de los argentinos, alguien venga a hacerse cargo de estas feraces tierras?
Resulta una hipótesis creíble que, en un escenario donde aparecen guerras en pos del control de productos estratégicos (petróleo y gas), también se estudie el control de una ‘fábrica’ de alimentos como Argentina, sobre todo pensando que cuenta sólo con 40 millones de habitantes.

El segundo tema de mi intervención se refirió al Gobierno argentino y el Club de París.
La inefable doña Cristina, con su inveterada –y heredada- costumbre de batir el parche demagógico desde el atril, anunció ‘urbi et orbi’ que había instruido al –desconocido- Ministro de Economía para que, usando las reservas del Banco Central, cancelase la deuda con el Club de París.
Esa mera descripción encierra varios disparates.
El primero es la violación –desde siempre reiterada- de la autonomía de los organismos financieros del Estado y, sobre todo, de las atribuciones del Poder Legislativo, pese a la permanente declamación que doña Cristina hace de la institucionalidad como uno de los objetivos prioritarios de su gobierno.
Brevemente, el Poder Ejecutivo tiene vedado, por la carta orgánica del Banco Central, intervenir en sus decisiones –el inefable Martín Pérez Redrado y el Directorio que preside se enteraron por los diarios- y la conducción de todo lo relativo a la deuda externa está reservado, constitucionalmente, al Congreso.
El segundo disparate es el anuncio mismo. Tal como ha explicado el eminente Felipe de la Balze en reiteradas oportunidades –inclusive en un libro- el Club de Paris es un nucleamiento informal de países acreedores, entre los cuales está, como iniciador, Argentina.
Ahora bien; los países se han convertido en acreedores en virtud de la falta de pago de Argentina a innumerables créditos recibidos de particulares (exportadores) y asegurados por éstos, contra el riesgo de default, en los bancos de comercio exterior de esos países.
Es decir que cada país tiene un montón de créditos contra Argentina, producto de la falta de pago de distintos contratos que han sido cedidos a esos ‘eximbank’, que deben ser calculados, y renegociados, uno a uno y en distintas condiciones contractuales.
Ello ha llevado a asegurar al Dr. de la Balze que el proceso de cancelación, para concretarse, insumirá de 2 a 3 años,
En resumen, la principal crítica formulada –la consecuente disminución de reservas- no tiene sentido, toda vez que el pago anunciado no se concretará inmediatamente ni –como ya se sabe- cubrirá inclusive las sumas no vencidas.
En cambio, es inevitable hacer hincapié en el tema, colateral, del FMI. Y eso porque, como el mundo entero sabe, la única razón que llevó a doña Cristina, por mandato de don Néstor, a hacer el disparatado anuncio de la cancelación total de la deuda con el Club fue evitar que, al solicitar al mismo la refinanciación de una parte, el odiado FMI actuara –como disponen los estatutos del Club- como auditor de las cuentas públicas argentinas.
Y esa percepción general –que Argentina buscaba evitar la auditoría- hizo que la pólvora del estruendoso anuncio se mojara inmediatamente, produciendo el derrumbe del precio de los bonos y el aumento significativo del riesgo país.

Un tercer tema es el de la corrupción, que inunda de verdadera materia fecal al Gobierno y, consecuentemente, al país todo.
En este aspecto, lo que más llama la atención es que, frente al cúmulo de episodios que se suceden sin solución de continuidad (los dineros de Santa Cruz, los sobreprecios de las obras públicas, las coimas de Scanka y Siemens y Alstom, los despropósitos del ‘tren bala’, la bolsa en el baño de doña Felisa, los subsidios a los transportes con sus ya inocultables retornos, la ‘estatización’ de Aerolíneas, el nuevo desfalco a la Ansess, las valijas voladoras, los negociados con la venta de bonos a Venezuela, la financiación de las campañas electorales de don Néstor y doña Cristina, la narcopolítica, los asesinatos mafiosos, y un larguísimo etc.), la ciudadanía no reaccione escandalizada y la oposición no consiga hacer un frente común para pedir el inmediato juicio político a doña Cristina.
Parece como si, a fuerza de reiterados cachetazos, nos hubiéramos vuelto insensibles, entregándonos en manos de una verdadera banda de delincuentes que, día a día, nos roban las oportunidades y la esperanza.

El cuarto tema es Bolivia y su crisis. Más allá del suministro de gas que, aún mermado sobre lo comprometido, resulta indispensable para paliar la crisis energética en la que Argentina se encuentra sumida, y cuyos síntomas pudieron ignorarse en virtud del apacible invierno próximo a terminar, estimo que nuestro país ha descuidado un aspecto esencial.
Éste consiste en que, si la crisis recrudece y, con ella, la violencia se desata, probablemente Argentina se vea enfrentada a una masiva migración de ciudadanos bolivianos que huyan de ella. Cálculos conservadores hablan de 500.000 personas –algunos triplican esa cifra- en una marea humana incontrolable, dada la destrucción de nuestras fuerzas armadas y la ocupación de los contingentes de Gendarmería en tareas policiales internas.
Hasta ayer, cuando doña Cristina compartió con sus colegas de América del Sur una críptica reunión en Santiago, la diplomacia argentina ha estado ausente de la crisis, robusteciendo la tesis de la inexistencia de una herramienta fundamental para el país y para su Gobierno.

El quinto tema de esta miscelánea es un informe elevado a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, muy crítico para Argentina por temas tales como el Indek, los hold-outs, la necesidad de una reforma política profunda (un eufemismo para referirse a la corrupción imperante) y, sobre todo, la relación bilateral.
Y digo que esto también es grave no solamente porque nos dice cómo nos ve el mundo hoy, sino que, literalmente, reemplaza a nuestra ¿Cancillería? al recomendar una visita oficial de doña Cristina a Washington, para reencauzar esa relación.
Cualquier funcionario que hubiera sufrido en carne propia una crítica tan fuerte a su gestión debería, al menos, ofrecer inmediatamente su renuncia. Hasta esta hora, no tengo noticias de que don Taiana lo haya hecho.

Estas reflexiones podrían continuar tan indefinidamente como el resto de los descalabros del Gobierno, pero voy a terminar refiriéndome a la oposición y, dentro de ella, al peronismo disidente en particular.
La percepción que hoy tiene la ciudadanía es que el Partido Justicialista, a fuerza de abarcar a todo el espectro de las ex ideologías, ha dejado de tener una.
Y, lo peor de todo, es que los sucesivos ‘borocotazos’ de sus dirigentes parecen haberlo convertido en PJ S.A., donde lo único que importa son la caja y las prebendas,
Si ese peronismo disidente pretende tener una participación activa en el mundo político post K, debería dirigir todos sus esfuerzos a cambiar, en el imaginario popular, esa sensación de falta de pensamiento y de vocación por el latrocinio.

Bs.As., 16 de septiembre de 2008.

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miércoles, 3 de septiembre de 2008

El Club de París: el "qué" y el "cómo"

El Club de París: El “qué” y el “cómo”

Anticipo, desde ya, que el pago ordenado ayer por la señora Presidente de las acreencias del ‘Club de París’, me parece una muy buena noticia, que necesita ser reforzada con una serie de medidas -sin esas medidas, éste hecho resultará inocuo- que puedan, efectivamente, reinsertar a la Argentina en el mundo. Y ese es el “qué”.

Sin embargo, es en el “cómo” donde tengo fuertes críticas a la señora Kirchner, pues no solamente se hubiera podido hacer antes sino, además, muchísimo más favorablemente.

Hace unos días, para ser exactos durante la última visita del Presidente Lula a Buenos Aires, agradecí públicamente a la Presidente por hacerme, todos los días, recuperar mi capacidad de asombro y, con ello, mantenerme joven.

Ayer, una vez más, lo logró. En un fantástico operativo comunicacional, y frente a un nutrido grupo de empresarios locales –que festejaban el Día de la Industria- doña Cristina informó, urbi et orbi, que Argentina pagaría su deuda al Club de París utilizando parte de las reservas acumuladas en el Banco Central.

Y califico como ‘fantástica’ la operación, pues otra vez –la anterior, cuando su marido pagó al FMI- disfrazó un manotazo de ahogado como un gesto de magnanimidad, de soberanía y, sobre todo, de voluntad.

Mi asombro llegó a su punto más alto cuando, sosteniendo una inveterada costumbre kirchneristo/a, mintió descaradamente desde el atril. Llegó hasta decir que el ‘desendeudamiento’ es una política de Estado desde 2003.

Es cierto que el común de la población ni se entera –y por eso aplaude que se haya desalojado al ogro (el FMI) del escenario económico nacional- que ese ‘desendeudamiento’ no ha sido tal, ya que hemos asumido obligaciones superiores con Venezuela (ya son US$ 9.000 millones) y a una tasa que, inicialmente duplicaba la del FMI y hoy más que la triplica (¡15,5%!), pero ello no nos debe hacer olvidar que los ‘capitanes de la industria’ que la escuchaban en el Salón Blanco sí lo saben y, sin embargo, aplaudieron el “qué”. ¡Curioso caso de masoquismo explícito el de nuestros industriales!

Sobre todo en un día en el que el mejor amigo del ‘casalito’, don Hugo Chávez, literalmente echó, con cajas destempladas, a Techint de Venezuela, sumando esa actitud a la inmediata reventa de los últimos bonos comprados a una tasa de verdadero default, sumiendo en pánico a los mercados.

Esa sideral diferencia en las tasas de interés no solamente nos obliga (a todos los argentinos) a pagar mucho más, sino que nos expone, frente al mundo, como desesperados que deben recurrir a un usurero para atender sus urgentes compromisos, pues nadie nos quiere prestar.

Pero nuestros autóctonos industriales también aplaudieron el “cómo”, Y ello me obliga a incluirlos en mi agradecimiento a doña Cristina, ya que también me asombraron.

Argentina, que hubiera podido –con el mismo efecto de imagen exterior- pagar la deuda vencida y refinanciar el resto en condiciones altamente favorables, cancelará, en un solo pago, el total, sacrificando para ello reservas, en un momento en que el nivel de las mismas puede resultar crucial.

Se optó por esa forma de pago por una sola razón, tampoco desconocida por los presentes en el acto: para evitar la auditoría del FMI sobre las cuentas públicas argentinas.

Y eso es lo que hará que, necesariamente, este pago resulte inocuo. ¿Cree alguien que los eventuales prestamistas de nuestro país ignoran esto? Y, si un país que pretende recibir apoyo financiero oculta sus cuentas públicas, ¿podrá recibir la asistencia que necesita como el aire o como el agua?

Argentina no puede hoy exhibir sus cuentas pues, a partir de la destrucción del INDEC, éstas sólo reflejan la voluntad de don Néstor sobre las cifras. Así como las correspondientes a la inflación están falsificadas, estafando con ello a los acreedores cuyos bonos se ajustan por el CER, también lo están las que deberían reflejar el crecimiento de la economía, los índices de pobreza e indigencia, etc., etc..

El día que Moreno, por orden de Kirchner, pulverizó las estadísticas oficiales y creíbles destruyó la brújula de la realidad argentina. Y esa afirmación vale tanto para el escenario nacional cuanto para el externo.
Una vez más, en resumen, la pareja gobernante ha subordinado los intereses nacionales a su coyuntura política, intentando tapar con ceremonias y fastos la crisis en la que nos han sumergido.

Y otra vez, nuestros industriales aplaudieron. ¡Notable!

Para terminar, un dato que desconocía y que anoche fue contado por Enrique Szewach en el programa de Marcelo Longobardi: el Club de París fue organizado por Argentina, en 1956, para negociar con los acreedores en conjunto, y no por separado.

Buenos Aires, 3 de septiembre de 2008.

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