El Club de París: El “qué” y el “cómo”
Anticipo, desde ya, que el pago ordenado ayer por la señora Presidente de las acreencias del ‘Club de París’, me parece una muy buena noticia, que necesita ser reforzada con una serie de medidas -sin esas medidas, éste hecho resultará inocuo- que puedan, efectivamente, reinsertar a la Argentina en el mundo. Y ese es el “qué”.
Sin embargo, es en el “cómo” donde tengo fuertes críticas a la señora Kirchner, pues no solamente se hubiera podido hacer antes sino, además, muchísimo más favorablemente.
Hace unos días, para ser exactos durante la última visita del Presidente Lula a Buenos Aires, agradecí públicamente a la Presidente por hacerme, todos los días, recuperar mi capacidad de asombro y, con ello, mantenerme joven.
Ayer, una vez más, lo logró. En un fantástico operativo comunicacional, y frente a un nutrido grupo de empresarios locales –que festejaban el Día de la Industria- doña Cristina informó, urbi et orbi, que Argentina pagaría su deuda al Club de París utilizando parte de las reservas acumuladas en el Banco Central.
Y califico como ‘fantástica’ la operación, pues otra vez –la anterior, cuando su marido pagó al FMI- disfrazó un manotazo de ahogado como un gesto de magnanimidad, de soberanía y, sobre todo, de voluntad.
Mi asombro llegó a su punto más alto cuando, sosteniendo una inveterada costumbre kirchneristo/a, mintió descaradamente desde el atril. Llegó hasta decir que el ‘desendeudamiento’ es una política de Estado desde 2003.
Es cierto que el común de la población ni se entera –y por eso aplaude que se haya desalojado al ogro (el FMI) del escenario económico nacional- que ese ‘desendeudamiento’ no ha sido tal, ya que hemos asumido obligaciones superiores con Venezuela (ya son US$ 9.000 millones) y a una tasa que, inicialmente duplicaba la del FMI y hoy más que la triplica (¡15,5%!), pero ello no nos debe hacer olvidar que los ‘capitanes de la industria’ que la escuchaban en el Salón Blanco sí lo saben y, sin embargo, aplaudieron el “qué”. ¡Curioso caso de masoquismo explícito el de nuestros industriales!
Sobre todo en un día en el que el mejor amigo del ‘casalito’, don Hugo Chávez, literalmente echó, con cajas destempladas, a Techint de Venezuela, sumando esa actitud a la inmediata reventa de los últimos bonos comprados a una tasa de verdadero default, sumiendo en pánico a los mercados.
Esa sideral diferencia en las tasas de interés no solamente nos obliga (a todos los argentinos) a pagar mucho más, sino que nos expone, frente al mundo, como desesperados que deben recurrir a un usurero para atender sus urgentes compromisos, pues nadie nos quiere prestar.
Pero nuestros autóctonos industriales también aplaudieron el “cómo”, Y ello me obliga a incluirlos en mi agradecimiento a doña Cristina, ya que también me asombraron.
Argentina, que hubiera podido –con el mismo efecto de imagen exterior- pagar la deuda vencida y refinanciar el resto en condiciones altamente favorables, cancelará, en un solo pago, el total, sacrificando para ello reservas, en un momento en que el nivel de las mismas puede resultar crucial.
Se optó por esa forma de pago por una sola razón, tampoco desconocida por los presentes en el acto: para evitar la auditoría del FMI sobre las cuentas públicas argentinas.
Y eso es lo que hará que, necesariamente, este pago resulte inocuo. ¿Cree alguien que los eventuales prestamistas de nuestro país ignoran esto? Y, si un país que pretende recibir apoyo financiero oculta sus cuentas públicas, ¿podrá recibir la asistencia que necesita como el aire o como el agua?
Argentina no puede hoy exhibir sus cuentas pues, a partir de la destrucción del INDEC, éstas sólo reflejan la voluntad de don Néstor sobre las cifras. Así como las correspondientes a la inflación están falsificadas, estafando con ello a los acreedores cuyos bonos se ajustan por el CER, también lo están las que deberían reflejar el crecimiento de la economía, los índices de pobreza e indigencia, etc., etc..
El día que Moreno, por orden de Kirchner, pulverizó las estadísticas oficiales y creíbles destruyó la brújula de la realidad argentina. Y esa afirmación vale tanto para el escenario nacional cuanto para el externo.
Una vez más, en resumen, la pareja gobernante ha subordinado los intereses nacionales a su coyuntura política, intentando tapar con ceremonias y fastos la crisis en la que nos han sumergido.
Y otra vez, nuestros industriales aplaudieron. ¡Notable!
Para terminar, un dato que desconocía y que anoche fue contado por Enrique Szewach en el programa de Marcelo Longobardi: el Club de París fue organizado por Argentina, en 1956, para negociar con los acreedores en conjunto, y no por separado.
Buenos Aires, 3 de septiembre de 2008.
Anticipo, desde ya, que el pago ordenado ayer por la señora Presidente de las acreencias del ‘Club de París’, me parece una muy buena noticia, que necesita ser reforzada con una serie de medidas -sin esas medidas, éste hecho resultará inocuo- que puedan, efectivamente, reinsertar a la Argentina en el mundo. Y ese es el “qué”.
Sin embargo, es en el “cómo” donde tengo fuertes críticas a la señora Kirchner, pues no solamente se hubiera podido hacer antes sino, además, muchísimo más favorablemente.
Hace unos días, para ser exactos durante la última visita del Presidente Lula a Buenos Aires, agradecí públicamente a la Presidente por hacerme, todos los días, recuperar mi capacidad de asombro y, con ello, mantenerme joven.
Ayer, una vez más, lo logró. En un fantástico operativo comunicacional, y frente a un nutrido grupo de empresarios locales –que festejaban el Día de la Industria- doña Cristina informó, urbi et orbi, que Argentina pagaría su deuda al Club de París utilizando parte de las reservas acumuladas en el Banco Central.
Y califico como ‘fantástica’ la operación, pues otra vez –la anterior, cuando su marido pagó al FMI- disfrazó un manotazo de ahogado como un gesto de magnanimidad, de soberanía y, sobre todo, de voluntad.
Mi asombro llegó a su punto más alto cuando, sosteniendo una inveterada costumbre kirchneristo/a, mintió descaradamente desde el atril. Llegó hasta decir que el ‘desendeudamiento’ es una política de Estado desde 2003.
Es cierto que el común de la población ni se entera –y por eso aplaude que se haya desalojado al ogro (el FMI) del escenario económico nacional- que ese ‘desendeudamiento’ no ha sido tal, ya que hemos asumido obligaciones superiores con Venezuela (ya son US$ 9.000 millones) y a una tasa que, inicialmente duplicaba la del FMI y hoy más que la triplica (¡15,5%!), pero ello no nos debe hacer olvidar que los ‘capitanes de la industria’ que la escuchaban en el Salón Blanco sí lo saben y, sin embargo, aplaudieron el “qué”. ¡Curioso caso de masoquismo explícito el de nuestros industriales!
Sobre todo en un día en el que el mejor amigo del ‘casalito’, don Hugo Chávez, literalmente echó, con cajas destempladas, a Techint de Venezuela, sumando esa actitud a la inmediata reventa de los últimos bonos comprados a una tasa de verdadero default, sumiendo en pánico a los mercados.
Esa sideral diferencia en las tasas de interés no solamente nos obliga (a todos los argentinos) a pagar mucho más, sino que nos expone, frente al mundo, como desesperados que deben recurrir a un usurero para atender sus urgentes compromisos, pues nadie nos quiere prestar.
Pero nuestros autóctonos industriales también aplaudieron el “cómo”, Y ello me obliga a incluirlos en mi agradecimiento a doña Cristina, ya que también me asombraron.
Argentina, que hubiera podido –con el mismo efecto de imagen exterior- pagar la deuda vencida y refinanciar el resto en condiciones altamente favorables, cancelará, en un solo pago, el total, sacrificando para ello reservas, en un momento en que el nivel de las mismas puede resultar crucial.
Se optó por esa forma de pago por una sola razón, tampoco desconocida por los presentes en el acto: para evitar la auditoría del FMI sobre las cuentas públicas argentinas.
Y eso es lo que hará que, necesariamente, este pago resulte inocuo. ¿Cree alguien que los eventuales prestamistas de nuestro país ignoran esto? Y, si un país que pretende recibir apoyo financiero oculta sus cuentas públicas, ¿podrá recibir la asistencia que necesita como el aire o como el agua?
Argentina no puede hoy exhibir sus cuentas pues, a partir de la destrucción del INDEC, éstas sólo reflejan la voluntad de don Néstor sobre las cifras. Así como las correspondientes a la inflación están falsificadas, estafando con ello a los acreedores cuyos bonos se ajustan por el CER, también lo están las que deberían reflejar el crecimiento de la economía, los índices de pobreza e indigencia, etc., etc..
El día que Moreno, por orden de Kirchner, pulverizó las estadísticas oficiales y creíbles destruyó la brújula de la realidad argentina. Y esa afirmación vale tanto para el escenario nacional cuanto para el externo.
Una vez más, en resumen, la pareja gobernante ha subordinado los intereses nacionales a su coyuntura política, intentando tapar con ceremonias y fastos la crisis en la que nos han sumergido.
Y otra vez, nuestros industriales aplaudieron. ¡Notable!
Para terminar, un dato que desconocía y que anoche fue contado por Enrique Szewach en el programa de Marcelo Longobardi: el Club de París fue organizado por Argentina, en 1956, para negociar con los acreedores en conjunto, y no por separado.
Buenos Aires, 3 de septiembre de 2008.
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