martes, 16 de septiembre de 2008

Una miscelánea, en un escenario sumamente complicado

Una miscelánea, en un escenario sumamente complicado

Hace un rato, estuve en un almuerzo, que compartí con algunas figuras señeras de la intelectualidad argentina, con diplomáticos y con políticos y, cuando me tocó hacer uso –y abuso- de la palabra, expresé algunos conceptos que, según un amigo que estaba sentado a mi diestra, ameritaban un artículo.
En la medida en que tengo por ese amigo, cuyas iniciales son AAC, un enorme respeto, dado que se trata de la persona más inteligente que he conocido en mi vida, cumplo en aceptar su sugerencia.
Tal vez, lo que sigue pueda resultar deshilvanado, pero expresa, sin lugar a dudas, mi pensamiento en una hora dramática, para Argentina y para el mundo todo.

En el almuerzo, se habló de la enorme oportunidad histórica que los Kirchner, tanto don Néstor cuanto doña Cristina, han sabido desaprovechar.
Don Raúl Prebisch, cuando fundó la CEPAL, describió un escenario, por entonces actual pero también futuro, en el cual los productos industrializados costarían más y más, medidos en términos de productos primarios. Con ello, construyó una conducta, que creía inmutable, a la que llamó, la ‘ley de deterioro de los términos de intercambio’.
Es decir, que un tractor costaría, por ejemplo, cada vez más toneladas de trigo o de cualquier otra materia prima.
La irrupción de China e India en el mercado mundial, como grandes compradores de alimentos, y el progresivo abaratamiento de la tecnología (es fácil descubrirlo al ver que, cada día, los productos electrónicos más sofisticados cuestan menos), han invertido el paradigma de Prebisch, y eso es lo que ha sucedido, especialmente en Argentina.
El país produce, merced a una enorme reinversión de los agricultores en sus tierras, cada vez más granos, y podría hacer lo mismo en materia de carnes.
En ese escenario fantástico –e inimaginable, hace pocos años- irrumpieron los Kirchner, y se comportaron como elefantes en un bazar, destruyendo todo a su paso.
Comenzó cuanto don Néstor prohibió las exportaciones de carne, diciendo creer que, con ello, abarataría el producto en las góndolas.
Con esa imbécil actitud, de todo punto de vista inconducente (ver “Lo inexplicable”, en egavogadro.blogspot.com), terminó con años de esfuerzo para reposicionar a la carne argentina, que había conseguido abrir 58, sí, 58 mercados a nuestros productos pecuarios.
Y lo peor de todo es que lo hizo sin ningún sentido, ya que, básicamente, los cortes que se exportan no son los que los argentinos consumen (por ejemplo, la tira de asado).
A cambio, consiguió que, por mero instinto de supervivencia, los ganaderos liquidaran stocks y enviaran al consumo vientres, mermando la futura producción. Hoy, no solamente la carne ha subido de precio en las góndolas, sino que Brasil y, hasta Uruguay, nos superan en exportaciones de carne, obteniendo los mercados en los que Argentina, por falta de confiabilidad, ha dejado de estar presente.
Lo mismo ha sucedido con el trigo a Brasil (que lo compra ya en Estados Unidos) o la leche en polvo.
Pero el objeto de este artículo o, al menos, la tesis que procura plantear, pasa por otro lado.
Ante la hambruna que azota al mundo, producto de varios factores pero uno, no menor, es el precio de los alimentos, ¿hasta cuando la humanidad nos permitirá continuar despilfarrando la posibilidad de producirlos para 300 o 400 millones de personas?
¿No resulta imaginable que, a corto plazo, ante la incuria de los argentinos, alguien venga a hacerse cargo de estas feraces tierras?
Resulta una hipótesis creíble que, en un escenario donde aparecen guerras en pos del control de productos estratégicos (petróleo y gas), también se estudie el control de una ‘fábrica’ de alimentos como Argentina, sobre todo pensando que cuenta sólo con 40 millones de habitantes.

El segundo tema de mi intervención se refirió al Gobierno argentino y el Club de París.
La inefable doña Cristina, con su inveterada –y heredada- costumbre de batir el parche demagógico desde el atril, anunció ‘urbi et orbi’ que había instruido al –desconocido- Ministro de Economía para que, usando las reservas del Banco Central, cancelase la deuda con el Club de París.
Esa mera descripción encierra varios disparates.
El primero es la violación –desde siempre reiterada- de la autonomía de los organismos financieros del Estado y, sobre todo, de las atribuciones del Poder Legislativo, pese a la permanente declamación que doña Cristina hace de la institucionalidad como uno de los objetivos prioritarios de su gobierno.
Brevemente, el Poder Ejecutivo tiene vedado, por la carta orgánica del Banco Central, intervenir en sus decisiones –el inefable Martín Pérez Redrado y el Directorio que preside se enteraron por los diarios- y la conducción de todo lo relativo a la deuda externa está reservado, constitucionalmente, al Congreso.
El segundo disparate es el anuncio mismo. Tal como ha explicado el eminente Felipe de la Balze en reiteradas oportunidades –inclusive en un libro- el Club de Paris es un nucleamiento informal de países acreedores, entre los cuales está, como iniciador, Argentina.
Ahora bien; los países se han convertido en acreedores en virtud de la falta de pago de Argentina a innumerables créditos recibidos de particulares (exportadores) y asegurados por éstos, contra el riesgo de default, en los bancos de comercio exterior de esos países.
Es decir que cada país tiene un montón de créditos contra Argentina, producto de la falta de pago de distintos contratos que han sido cedidos a esos ‘eximbank’, que deben ser calculados, y renegociados, uno a uno y en distintas condiciones contractuales.
Ello ha llevado a asegurar al Dr. de la Balze que el proceso de cancelación, para concretarse, insumirá de 2 a 3 años,
En resumen, la principal crítica formulada –la consecuente disminución de reservas- no tiene sentido, toda vez que el pago anunciado no se concretará inmediatamente ni –como ya se sabe- cubrirá inclusive las sumas no vencidas.
En cambio, es inevitable hacer hincapié en el tema, colateral, del FMI. Y eso porque, como el mundo entero sabe, la única razón que llevó a doña Cristina, por mandato de don Néstor, a hacer el disparatado anuncio de la cancelación total de la deuda con el Club fue evitar que, al solicitar al mismo la refinanciación de una parte, el odiado FMI actuara –como disponen los estatutos del Club- como auditor de las cuentas públicas argentinas.
Y esa percepción general –que Argentina buscaba evitar la auditoría- hizo que la pólvora del estruendoso anuncio se mojara inmediatamente, produciendo el derrumbe del precio de los bonos y el aumento significativo del riesgo país.

Un tercer tema es el de la corrupción, que inunda de verdadera materia fecal al Gobierno y, consecuentemente, al país todo.
En este aspecto, lo que más llama la atención es que, frente al cúmulo de episodios que se suceden sin solución de continuidad (los dineros de Santa Cruz, los sobreprecios de las obras públicas, las coimas de Scanka y Siemens y Alstom, los despropósitos del ‘tren bala’, la bolsa en el baño de doña Felisa, los subsidios a los transportes con sus ya inocultables retornos, la ‘estatización’ de Aerolíneas, el nuevo desfalco a la Ansess, las valijas voladoras, los negociados con la venta de bonos a Venezuela, la financiación de las campañas electorales de don Néstor y doña Cristina, la narcopolítica, los asesinatos mafiosos, y un larguísimo etc.), la ciudadanía no reaccione escandalizada y la oposición no consiga hacer un frente común para pedir el inmediato juicio político a doña Cristina.
Parece como si, a fuerza de reiterados cachetazos, nos hubiéramos vuelto insensibles, entregándonos en manos de una verdadera banda de delincuentes que, día a día, nos roban las oportunidades y la esperanza.

El cuarto tema es Bolivia y su crisis. Más allá del suministro de gas que, aún mermado sobre lo comprometido, resulta indispensable para paliar la crisis energética en la que Argentina se encuentra sumida, y cuyos síntomas pudieron ignorarse en virtud del apacible invierno próximo a terminar, estimo que nuestro país ha descuidado un aspecto esencial.
Éste consiste en que, si la crisis recrudece y, con ella, la violencia se desata, probablemente Argentina se vea enfrentada a una masiva migración de ciudadanos bolivianos que huyan de ella. Cálculos conservadores hablan de 500.000 personas –algunos triplican esa cifra- en una marea humana incontrolable, dada la destrucción de nuestras fuerzas armadas y la ocupación de los contingentes de Gendarmería en tareas policiales internas.
Hasta ayer, cuando doña Cristina compartió con sus colegas de América del Sur una críptica reunión en Santiago, la diplomacia argentina ha estado ausente de la crisis, robusteciendo la tesis de la inexistencia de una herramienta fundamental para el país y para su Gobierno.

El quinto tema de esta miscelánea es un informe elevado a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, muy crítico para Argentina por temas tales como el Indek, los hold-outs, la necesidad de una reforma política profunda (un eufemismo para referirse a la corrupción imperante) y, sobre todo, la relación bilateral.
Y digo que esto también es grave no solamente porque nos dice cómo nos ve el mundo hoy, sino que, literalmente, reemplaza a nuestra ¿Cancillería? al recomendar una visita oficial de doña Cristina a Washington, para reencauzar esa relación.
Cualquier funcionario que hubiera sufrido en carne propia una crítica tan fuerte a su gestión debería, al menos, ofrecer inmediatamente su renuncia. Hasta esta hora, no tengo noticias de que don Taiana lo haya hecho.

Estas reflexiones podrían continuar tan indefinidamente como el resto de los descalabros del Gobierno, pero voy a terminar refiriéndome a la oposición y, dentro de ella, al peronismo disidente en particular.
La percepción que hoy tiene la ciudadanía es que el Partido Justicialista, a fuerza de abarcar a todo el espectro de las ex ideologías, ha dejado de tener una.
Y, lo peor de todo, es que los sucesivos ‘borocotazos’ de sus dirigentes parecen haberlo convertido en PJ S.A., donde lo único que importa son la caja y las prebendas,
Si ese peronismo disidente pretende tener una participación activa en el mundo político post K, debería dirigir todos sus esfuerzos a cambiar, en el imaginario popular, esa sensación de falta de pensamiento y de vocación por el latrocinio.

Bs.As., 16 de septiembre de 2008.

Publicado en:

http://www.politicaydesarrollo.com.ar/

http://www.newpolitic.com/

No hay comentarios: