lunes, 26 de diciembre de 2011

Si la muerte pisa mi huerto

Si la muerte pisa mi huerto




“La libertad es un lujo que no


todos pueden permitirse”.


Otto von Bismark




La libertad en la Argentina aún no ha muerto, pero se encuentra en terapia intensiva, con pronóstico reservado.

A partir del 10 de diciembre, cuando las mayorías cristi-kirchneristas ocuparon sus bancas en ambas cámaras del Congreso, a las cuales se sumaron en un alegre jolgorio los aliados “progresistas”, el Parlamento argentino ha degradado aún más su papel, cayendo en la más abyecta obsecuencia. Eso le ha permitido actuar como mero colocador de sellos de aprobación, sin fingir siquiera debates, en proyectos de ley que, enviados por el Poder Ejecutivo, cercenan los más básicos derechos humanos de los argentinos.

Resulta válido citar aquí a José Enrique Miguens, ese sociólogo y pensador con mayúsculas, recientemente desaparecido: “Sólo faltaría, para completar el cuadro, autorizarlo a aplicar penas de prisión para consolidar su dominio total. Pero pienso que no lo necesita, porque tiene medios, mediante sus patotas a sueldo en todo el país, para atemorizar a la gente e impedir hablar a sus oponentes”. Porque, desde ayer, según ese infame personaje que preside la UIF, don Sbatella, la ley antiterrorista sancionada la semana pasada lo permitirá.

La nota de Miguens, “Darse Cuenta”, que por su excelencia he mencionado en muchos de mis artículos y que insisto en poner a disposición del lector, si me la pide, es de una claridad meridiana, y utiliza la triste historia del final de la República de Weimar para, en ese momento, predecir el futuro nacional. Doña Cristina y, sobre todo, la anomia de los argentinos, lo han confirmado en el presente.

Ya el Presupuesto 2012, con su sanción, implicó la convalidación de gigantescas falsedades –inflación, crecimiento, etc.- que facultarán a la señora Presidente continuar, si las circunstancias exógenas lo permiten, disponiendo a su exclusivo arbitrio de enormes fondos que, como nos han enseñado desde 2003, serán usados para acumular, si cabe, aún más poder y, con certeza, mayor capacidad para disciplinar voluntades.

Por su parte, la extensión de una ya injustificable emergencia económica, que permite tanto el abusivo uso de los decretos de necesidad y urgencia cuanto la facultad al Jefe de Gabinete de reasignar partidas, desnuda la realidad esencial de ese Presupuesto -que, debiéramos recordarlo todos, es la “ley de leyes”- al demostrar que se trata sólo de papel pintado.

La ley de transparencia financiera, defendida por el oficialismo como un requisito de la comunidad internacional para excluirnos de la lista de los países tolerantes del lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, de la corrupción y del terrorismo, y sancionada luego de incorporar al proyecto una norma de protección a la protesta social, en manos de un demente como Sbatella, que no reconoce límite alguno a la hora de cumplir, “con obediencia debida”, todos los deseos de sus mandamases, servirá para perseguir a todos los periodistas independientes, cuando éstos describan la realidad económica y ésta no se adecúe al “relato” oficial. Si no es así, ¿por qué el jefe de la UIF dijo el miércoles que los medios de prensa que “aterrorizaran” a la población y se convirtieran en “potenciales instigadores” de corridas bancarias o cambiarias serían catalogados de terroristas?

Hace poco, una brillante cronista e investigadora, Romina Manguel, escribió un libro, “Yo te avisé”, en el cual describe, con precisión quirúrgica, las actitudes y las conductas previas de varios personajes de la historia nacional reciente que, luego, se transformaron en presidentes. Y se pregunta por qué los argentinos protestamos cuando, al ejercer la primera magistratura, simplemente hicieron lo mismo.

Cualquiera que haya seguido con algún detenimiento el proceder de don Néstor (q.e.p.d.) como Gobernador de Santa Cruz frente a la prensa local, tiene en sus manos las pruebas de los crímenes que, contra la libertad de ésta, cometerá doña Cristina utilizando la mentirosa ley de regulación de la producción y distribución del papel de diario, sancionada por este pseudo Congreso de la democracia el jueves.

Si no bastara con ello, también podría recurrir a la conducta de ambos Kirchner en lo que al manejo de la publicidad oficial se refiere; medios adictos, aún cuando su tirada sea absolutamente insignificante, reciben el masivo y cuantioso apoyo de la Casa Rosada, que se niega –desconociendo así una sentencia de la Corte Suprema- a incluir esa publicidad en los órganos de prensa que disienten con el “relato”.

No resulta superfluo recordar aquí el texto del artículo 29 de la Constitución Nacional: “El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”. Es un sayo complicado y cae sobre todos los legisladores que, a lo largo del oscuro período kirchnerista, han transformado estas prohibiciones y nulidades en una costumbre genuflexa y permisiva, pero lamentablemente dudo que alguna vez tengan que comparecer ante el tribunal de la Historia.

Con un Congreso en el cual las mayorías, más automáticas que nunca, ignoran por completo a las minorías, culpa de lo cual también recae en éstas mismas, la última trinchera de los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos contra la arbitrariedad del Ejecutivo debiera ser, por imperio constitucional, el Poder Judicial.

Pero estamos hablando de un poder que, encabezado por esta corta Corte, presidida por don Lorenzetti –que ha reconocido, públicamente, aplicar en sus fallos “¡políticas de Estado!” consensuadas con la Casa Rosada- y que tolera que sus sentencias sean olímpicamente ignoradas por doña Cristina –como antes por don Néstor (q.e.p.d.)-, como en los casos del Procurador Sosa, las jubilaciones y el Riachuelo, no parece dispuesto a reaccionar en modo alguno.

Debemos entender, todos, que si de última trinchera se trata, ésta será absolutamente enclenque y débil, ya que se encuentra bajo el férreo control de los comisarios políticos de los Kirchner, sea en el Consejo de la Magistratura –que, con la complicidad de don Fargosi, convalidó concursos fraudulentas y designaciones de jueces indignos-, sea en el Fuero Criminal Federal –algunos de cuyos jueces, que ya estaban en la servilleta de Corach, además están en manos del poder político por su pasado prostibulario o por su presente, enriquecido sin explicación-, sea en la propia Corte –que, sin hesitar y sin vergüenza, tolera que uno de sus integrantes haya sido descubierto como propietario de varios inmuebles en los que se ejercía la prostitución y no le ha requerido explicación pública alguna- y no estará dispuesta a “morir” en cumplimiento de su deber.

Se están cerrando, sobre la libertad de la Argentina, las mismas tenazas que aplicaron el papagayo caribeño en su Venezuela natal, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, los Castro en Cuba y hasta Putin y Medvédev en Rusia.

Lo verdaderamente trágico es que a los argentinos parece no importarles en absoluto esta amenaza, cada vez más concreta, al menos mientras pueden comprar autos, plasmas, vacaciones, fútbol y Tinelli. Masivamente votaron por una democracia degradada –Guillermo O’Donnell la llamó “delegativa”- en la cual los derechos ciudadanos se reducen a emitir un voto cada dos años y, en los entreactos, entregar todo el poder a los electos.

Es cierto; esta misma nota servirá como argumento para decir que aún hay libertad en la Argentina pero, como dije, ya está en terapia intensiva. Falta preguntarse, parafraseando a Serrat, “quien firmará que ha muerto de muerte natural”.









Bs.As., 26 Dic 11

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domingo, 18 de diciembre de 2011

Cristina se fue a la guerra

Cristina se fue a la guerra







“Nunca interrumpas a tu enemigo




cuando está cometiendo un error”




Napoleón Bonaparte






Encaramada sobre el 54% de los votos que obtuvo tal vez limpiamente el 23 de octubre, doña Cristina ha decidido combatir por el “modelo” en todos los frentes a la vez. Quizás porque ignora –como lo ha demostrado tantas veces- la Historia, nada ha aprendido de la Alemania de Hitler que, al abrir el frente oriental, inició el camino de su inevitable derrota.

Tampoco parece recordar la famosa frase de Maquiavelo: “Divide y vencerás”; la reciente pelea que ha desatado contra los gremios, que le resulta indispensable para justificar la futura apropiación de los fondos de las obras sociales, ha conseguido juntar a Moyano con Barrionuevo y Venegas, y hasta De Gennaro ha sumado a esa alianza a su CTA no oficialista.

Saben que no pueden permitir que el Gobierno avance contra uno de ellos, pues sólo será el inicio de un efecto “dominó” que terminará con todos. Tal vez nunca resultará tan verdadera la frase de Borges, “no los une el amor sino el espanto”. Pues bien, la Presidente ha conseguido esa unión, actuando como fórceps en el parto de un frente sindical unido en su contra.

La pelea contra Scioli y algunos de los “barones” del Conurbano, que encarnan, desde el punto de vista de doña Cristina, las posibilidades de resurgimiento del peronismo tradicional –del cual ella se distinguió con el “nosotros” cuando confrontó con Perón en su discurso presidencial- llevó a que se produjeran los graves incidentes en la Legislatura bonaerense, de final aún incierto.

Así, dos nuevos frentes de combate se han abierto en el horizonte cristi-camporista, y ninguno de ellos dejará de producir efectos letales: la pelea por el “territorio” se ha caracterizado por la violencia con que se expresa en la calle, como nos enseña nuestra historia reciente, y doña Cristina no podrá recurrir, con la tranquilidad necesaria, al llamado a la represión de las fuerzas policiales, hartas de sentirse el pato de la boda política, como lo demostrara en el reciente acuartelamiento en La Plata.

Para mantener un ejército en operaciones se necesita mucho dinero, como bien lo sabían los monarcas europeos hasta el siglo XIX, que se veían obligados a hipotecar el futuro de sus reinos ante los bancos prestamistas. Como tantos analistas –entre ellos quien esto escribe- adelantaron en su momento, al terminarse la posibilidad de recurrir a las fuentes habituales de financiamiento –emisión, nuevos impuestos, fondos de las AFJP’s, adelantos del Banco Central y préstamos intra-Estado (Anses, Pami, Banco Nación, etc.)-, el Gobierno se verá obligado a recurrir a su inventiva para mantener a su tropa bien alimentada y con munición suficiente.

Anticiparon –anticipamos- que las posibilidades de nuevas “cajas” eran tres: nacionalizar el comercio exterior, confiscar los fondos sindicales o hacerse con los depósitos bancarios.

Sin embargo, nunca supusieron –supusimos- que doña Cristina, enarbolando ese ya mítico 54%, lo haría simultáneamente. La atribución a don Patotín Moreno de nuevas competencias, incluidas las que quedaron en manos de doña Paglieri, su cómplice en el Indec, agravará el cerrojo demencial a nuestro intercambio de bienes con el resto del mundo; el ninguneo a don Camión Moyano y la persecución al Momo Venegas informan que ha puesto en marcha el segundo proyecto; y los comentarios de don Sabatella y don Heller y la nueva ley de represión al “terrorismo financiero” anticipan que también irá por la nacionalización del sistema bancario.

Una de las explicaciones más plausibles sobre el cruento recorte que la Presidente impuso sobre las pre-candidaturas a legisladores de los hombres de la CGT es que, suponía, éstos resistirían en el Congreso a la peregrina idea de hacerle pagar el costo político del ajuste a los líderes gremiales y la resistencia natural que los mismos tendrían a una eventual apropiación de los fondos de las cajas sindicales, de las cuales proviene todo su poder. La negativa de los pocos que ingresaron a convalidar con su voto la ley anti-Momo le dio la razón.

Con un Congreso que ha reducido su triste papel de escribanía del Gobierno a mero mostrador donde poner sellos, sin siquiera hacer la pantomima de una discusión de los proyectos, doña Cristina cree que puede ir por todo y por todos a la vez. Pero, mal que le pese a don Pacho O’Donnell y a su revisionista instituto, la Historia no se puede cambiar y, menos aún, la realidad.

Es cierto que la apatía generalizada de nuestra ciudadanía, que la lleva a tolerar, mirando para otro lado, cómo se cercenan diariamente sus derechos humanos –la libertad de prensa, en el caso más actual, pero también la salud, la educación y la vivienda dignas, sacrificadas en el altar del Fútbol para Todos y de Aerolíneas Argentinas- debe actuar como un aliciente en el imaginario presidencial. Si todos permiten que la tuerta y falsa política aplicada sobre ese tema desde 2003 haya servido tanto para un roto como para un descosido, ¿por qué detenerse ahora?

Porque, convengamos, los argentinos hemos tolerado todo y, seguramente, doña Cristina cree que lo seguiremos haciendo sin reaccionar de modo alguno.

La enumeración de la falta de límites impuestos por la sociedad en su conjunto al proyecto kirchnerista desde sus albores en mayo de 2003 no puede ser más convincente: la corrupción rampante, la destrucción sistemática de todas las instituciones republicanas, la ignorancia de los fallos judiciales, la discrecionalidad y la arbitrariedad en las decisiones, la prepotencia en la imposición de medidas coyunturales, la inmoralidad de jueces y supremos, el enriquecimiento obsceno de los funcionarios, el crecimiento del tráfico de drogas, la inseguridad, y miles de etcéteras.

Como en todo proyecto totalitario, el culto de la personalidad es un elemento esencial al “modelo”, y a ello obedece la deificación que hoy se pretende de la figura de don Néstor (q.e.p.d.), bautizando con su nombre rutas, plazas, escuelas, teatros, campeonatos … Aún así, quienes soportamos este disparate –que don Camión se ocupó de poner en su lugar en Huracán- nos preguntamos por qué, si Kirchner era portador de las tantas virtudes que ahora se le atribuyen, su desaparición física mejoró -¡en veinte puntos porcentuales!- la imagen de la Presidente.

Sintiéndose la única dueña de los doce millones de votos que la entronizaron nuevamente, doña Cristina pretende reescribir, también, la historia del acto de Plaza de Mayo, cuando Perón expulsó a los “imberbes” de la misma y defendió a rajatabla a los líderes sindicales. En la nueva versión, que seguramente los neo-revisionistas se ocuparán de relatar, los expulsados son los otros, pero también son otros, más rentados y menos ideologizados, los que permanecen en el mítico escenario. La diferencia más notoria, espero, radica en la ausencia actual de armas, pese a que las escandalosas revelaciones de Shocklender a Caparrós confirman las peores sospechas al respecto.

Marzo será un mes clave para descubrir quién –si es que existe alguno- es el real propietario del 54% que aprobó lo actuado y ratificó a la señora de Kirchner en el trono imperial.

Para entonces, habrán terminado las vacaciones, cuando todos gastan más de lo previsto, y el retorno a la normalidad traerá consigo simultáneamente el impuestazo en las facturas de la luz, del agua y del gas, el incremento de las cuotas de las prepagas médicas y de los colegios, los aumentos en las tasas municipales y un marcado crecimiento en los precios del supermercado, además de la obligación de pagar las cuotas de los plasmas, de los autos, etc., que compramos en la fiesta consumista organizada para octubre pasado. En esa cancha se verán los pingos.

Don Hugo Camión sostuvo que sus muchachos representan la mitad del porcentaje del que Ella se siente única dueña. Tal vez lo pueda confirmar, si todos los aumentos que los gremios obtengan se siguen transformando impunemente en mayor recaudación para la caja oficial y si el Gobierno consigue –vaya uno a saber con qué fórmula milagrosa- que las paritarias se cierren por debajo de la real inflación.

Pero lo dudo, ya que los líderes gremiales no comen vidrio y el famoso instinto de supervivencia los tiene entre sus mayores exponentes. No por nada han permanecido tanto tiempo y sobrevivido a tantos gobiernos, el de Perón mismo incluido. Eso me dice que, entre la espada de doña Cristina y la pared de sus bases, optarán por combatir.

Lo mismo sucede en el campo. Después del éxito parcial del Gobierno al cooptar a Buzzi, hay rumores de que éste se verá desplazado de la conducción de la Federación Agraria Argentina, para permitir a ésta reinsertarse en la Mesa de Enlace, que tanta protección brindó a los productores cuando estaba unida. Para éstos, también están sonando los tambores de la guerra.

En fin, doña Cristina va por todos y todas, y está dispuesta a llevarse por delante a los gremios, a los bancos, a los productores y a las libertades de los argentinos. Falta saber, para realizar un pronóstico, si alcanza sólo con la Cámpora y el poder formal para ganar esa guerra, en la cual hay tantos frentes en los que deberá combatir al mismo tiempo, ahora con menos municiones y recursos.

En estos días se cumplen los diez años de un momento en que los argentinos vieron sacudida su tradicional apatía; tal vez sería bueno que la señora de Kirchner pidiera algunos datos al respecto.





Bs.As., 18 Dic 11






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domingo, 11 de diciembre de 2011

Re-empezose del acabose

Re-empezose del acabose





“El político divide a la humanidad


en dos clases: los instrumentos y los enemigos”
Friedrich Nietzsche





Ayer retomó posesión de su cargo su majestad, la señora Cristina Fernández de Kirchner, en un acto que recordó mucho a la autocoronación de Napoleón cuando, en 1804 y rompiendo todo el protocolo, se colocó a sí mismo el símbolo imperial por excelencia.

Si sólo se tratara de una mera informalidad más, a las que “El” era tan afecto, el tema no revestiría mayor importancia. En el marco de lo sucedido la corta semana pasada, en cambio, reviste una relevancia esencial.

Desde el 23 de octubre, cuando la señora Presidente revalidó los títulos obtenidos ya en agosto, la concentración del poder absoluto en sus propias manos se ha transformado en lo más explícito de su discurso.

Los riesgos –que los electricistas conocen muy bien- de trabajar sin fusibles, han sido asumidos por “Ella” con total conciencia: a partir de ahora, todos los aciertos serán propios y exclusivos, pero los errores también.

A la luz de la imperiosa necesidad de inversiones que doña Cristina puso ayer como demanda a los industriales, no parece que la ascensión de don Guillermo Patotín Moreno pueda considerarse una jugada magistral. El Secretario de Comercio –que ha sumado formalmente el área internacional a sus cuantiosas funciones- no es, precisamente, el ideal a la hora de concitar apoyos que se traduzcan en una real ampliación de la oferta de bienes.

Antes bien, todas y cada una de las políticas coyunturales, y la forma de imponerlas, no sólo han sido contraproducentes para el Gobierno y para el país a poco de andar, sino que no hacen más que quitar definitivamente a la Argentina del escenario posible de destinos de inversión extranjera. Nadie, en su sano juicio, invierte en un país en el cual un funcionario –caso por caso, como se ha visto, y privilegiando a los amigos- decide cuál es el margen de ganancia, si las utilidades pueden ser distribuidas, cuáles son los productos sujetos a control de precios y, sobre todo, donde no se puede tener la seguridad de contar con la energía necesaria para los procesos industriales.

Tampoco el nuestro es un Estado que pueda exhibir el respeto a la división de poderes, y donde los jueces den muestra de independencia a la hora de firmar sus sentencias. Esta suma de elementos, todos ellos indispensables y esenciales cuando de decidir inversiones se trata, faltan en la Argentina y el discurso presidencial de ayer no parece encaminado a enmendar ese cuadro. Antes bien, mientras escuchaba a doña Cristina ayer, resonaban en mis oídos las palabras famosas: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

La señora Presidente puso en palabras las nuevas guerras que pretende desatar en el futuro. Los enemigos recién creados son el Partido Justicialista, el sindicalismo organizado y los actores del sistema financiero. Ya les hizo entrega de las condiciones de rendición que, en realidad, pueden resumirse en dos: fidelidad canina al “modelo” y compromiso unívoco con el “relato”.

Al marcar tan ferozmente la diferencia entre Perón y “nosotros”, dejó en claro que el aparato peronista y sus antiguos líderes no pertenecen, en verdad, a la propia tropa, es decir, desnudó que don Néstor (q.e.p.d.) y “Ella” sólo se han servido de ellos y que, a partir de mañana y tal como demostró con la imposición de los jóvenes candidatos de “La Cámpora” en las listas electorales, deben renunciar a cualquier ilusión de poder real. Falta saber, ya que entre los impulsados a arrodillarse se encuentran mandatarios con caudal de votos propios, si éstos estarán dispuestos a una rendición tan humillante o si, por el contrario, querrán dar pelea con un instrumento archiconocido y eficaz: la “Liga de Gobernadores”.

La otra incógnita es qué harán los grandes caciques sindicales; sobre la cabeza de varios ellos pende la espada de Damocles de las causas por medicamentos y troqueles falsos y el Gobierno, como bien saben, cuenta con la docilidad del juez de pasado prostibulario para hacerla descender furiosamente.

Sin embargo, el peligro que aceptar el techo a los reclamos salariales que la Casa Rosada pretende imponer ha conseguido, como tantas veces en el pasado, abroquelarlos contra el enemigo común. Desde que Oyarbide puso entre rejas al Momo Venegas doña Cristina sabe que no será una pelea fácil. Enfurecida por el apoyo del líder ruralista a Eduardo Duhalde (el bueno), desconoció el acuerdo al que arribara el gremio en paritarias, y pretende quitarle el manejo del RENATRE, el registro que tan eficiente ha resultado para el blanqueo de la actividad y la prestación de servicios sociales a los peones rurales.

Siempre se ha dicho que es peronista la frase: “El que avisa no es traidor”, y ayer doña Cristina les hizo saber que, a partir de ahora, “Ella” será quien decida cuándo se trata de una huelga, y como tal legítima, y cuándo de una “extorsión” o un “chantaje”. En este último caso, además, dejó entrever que no dudará en hacer tronar el escarmiento.

Con Moyano bajo fuego amigo, han cerrado filas para acompañarlo gran parte de “Los Gordos”, la CGT Azul y Blanca, de Luis Barrionuevo, y hasta la CTA, de De Gennaro, que con razón imputa al Gobierno la fractura de esa central. Son extremadamente conscientes de que serán los próximos a los que irán a buscar, y no están dispuestos a recitar el famoso poema atribuido a Bertold Brecht. El jueves, en el acto del Día del Camionero, se sabrá de cuánta munición disponen para el combate.

Luego vienen los players del mercado financiero, también muchos de ellos cómplices, hasta ayer nomás, del matrimonio hoy disuelto por fallecimiento. Más allá del acotamiento natural de la actividad, producto de la fuga de capitales ahora restringida por las medidas policiales de Patotín y por la falta de depósitos en pesos a largo plazo, doña Cristina les enrostra haber ganado como nunca.

Es cierto, pero pretender que acepten sin chistar que esas ganancias se transformen en pérdidas es caer en manos de una infantil ilusión. Por otra parte, los banqueros también son conscientes que, si la realidad continúa poniendo la proa al “modelo” más temprano que tarde se verán obligados a suscribir bonos del Gobierno, es decir, a cambiar los pesos de sus depositantes por papelitos sin valor.

La mención a las “corporaciones” y la aseveración de que no es la Presidente de ellas sino de los cuarenta millones de argentinos fue llamativa: el pueblo, a través de sus representantes en el Congreso, por unanimidad de ambas cámaras, sancionó la ley de protección de glaciares; doña Cristina, para favorecer a la Barrick Gold, la vetó.

Y cuando acusó a las mismas “corporaciones” de las ¿cinco? corridas cambiarias que habría soportado, dejó sin explicación ni argumento a las medidas policiales implementadas por Patotín y Echegaray para reprimir a los pequeños adquirentes de divisas. ¿En qué quedamos?

Una razón más “para sacarse el sombrero” –título de una nota reciente de quien esto escribe- frente al sistema comunicacional del Gobierno es la forma en que ha conseguido ocultar y hacer desaparecer la sensacional derrota –por los esfuerzos destinados a ganar la batalla- que sufrió doña Cristina en las elecciones de Boca Juniors. Que quien haya ganado sea el Presidente más exitoso de la historia del club y no el futuro candidato a opositor mayor de la Casa Rosada, con lo cual podría coincidir, no resulta óbice para percibir la magnitud de lo sucedido.

Para cerrar esta crónica de lo sucedido y pasar a proponer una solución al menos, sólo cabe una mención a las tres exigencias fundamentales que contuvo el discurso presidencial: el levantamiento de las medidas cautelares que traban el desmantelamiento de Clarín y la celeridad que debe imponerse a los juicios llamados “de lesa humanidad”, formuladas a la Justicia, y la sanción de la Ley de Tierras, reclamada con urgencia al Congreso.

Sobre las dos primeras ya he expresado mi posición en notas anteriores. En relación al nuevo ordenamiento de la propiedad inmobiliaria, pergeñado teóricamente para defender la necesidad de producir alimentos, sólo me cabe decir que pretender que, si el propietario es un extranjero, no hará que el bien produzca adecuadamente es una afirmación que no resiste el menor análisis. La única explicación que encuentro para una sandez de ese tamaño es que el propósito real sea hacer bajar, por falta de compradores, el precio de los campos, para que sus funcionarios sigan comprándolos como hasta ahora.

Para la UIA y José Ignacio de Mendiguren tengo una sugerencia antigua (la describí en detalle en http://tinyurl.com/84pgnqa) y bastante simple. Obviamente, otro sinsentido del discurso presidencial de estos días fue la recomendación, que Patotín se está encargando de llevar a la práctica, de “no importar ni un clavo”. Quisiera que doña Cristina me explique a quién le va a vender algo si, a la vez, no le compra; en poco tiempo más, el “modelo” se llevaría puesta a toda la industria argentina, tan dependiente de insumos importados, inclusive de agroquímicos, en el caso del campo.

Lo que hay que hacer para recuperar competitividad es sencillo. Transformar –con crédito subsidiado, si es necesario- a la industria local en una productora de bienes de exportación casi exclusivamente, y en lo posible de altísima calidad y precio consiguiente; a la vez, importar de otros países que producen con menos calidad pero a precio muy bajo (en especial, por los pobres salarios) las cosas que los argentinos más necesitados hoy no pueden adquirir, vgr. ropa, calzado, enseres domésticos, electrónicos. Pretender, por ejemplo, que favorece a la producción nacional que las “fábricas” de Tierra del Fuego sólo armen y embalen televisores y celulares que llegan completos en kits y, además, eximirlas de impuestos, sólo puede ser una gansada o un negociado.

En fin; pronto –mal que le pese a Amadito y su blindaje- llegará a la Argentina el tsunami que ya está golpeando fuerte a Brasil, destino del 24% de nuestras exportaciones industriales. Además, el precio de la soja, nuestro principal productor de divisas, se ha estancado y, probablemente, baje un poco más. La quita de subsidios -que, necesariamente, se trasladará a los precios- repercutirá como varios puntos de inflación, ya la segunda del continente (baste recordar que la “oficial” del Indec ya lo es). Las cajas a las que se recurre en busca de préstamos “intra-Estado” comienzan a agotarse. El gasto público continúa creciendo y la presión impositiva es ya insoportable para la población en general que, además, no ve que la recaudación sirva para mejorar el nivel de prestación de los servicios estatales. La inseguridad, que estuvo absolutamente ausente de las enunciaciones prioritarias que doña Cristina recitó ayer, sigue siendo la mayor preocupación de la población.

Estos son algunos de los problemas que la señora Presidente debe enfrentar desde mañana mismo. Que, para encararlos, no haya nombrado a un verdadero Ministro de Economía con conocimientos y personalidad y, en cambio, haya encumbrado a Patotín y a los chicos a sueldo de La Cámpora, confiere sentido al título de esta nota.










Bs.As., 11 Dic 11


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jueves, 1 de diciembre de 2011

Reculando en chancletas

Reculando en chancletas













“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones,







durante la guerra y después de la cacería”.
Otto von Bismark










El Gobierno, como he aplaudido en la nota anterior, ha recurrido a la frondosa imaginación de la cohorte de geniales comunicadores que la Casa Rosada tiene a su alrededor para encontrar palabras que, al menos lo pretenden, nos hagan saber que nada ha cambiado: “reacomodamiento”, “tensiones”, “sensaciones”, y tantos otros circunloquios que los aleje de la realidad, tan temida y escondida.

Pero basta ver qué prometieron hacer los Kirchner y qué está ahora haciendo la viuda del fundador del “modelo” desde que el 54% de los votos la confirmara en el uso –y el abuso- del sillón de Rivadavia por cuatro años más.

En 2006, por ejemplo, don Néstor (q.e.p.d.) prohibió estúpidamente las exportaciones de carne, “para garantizar la mesa de los argentinos”. Lo califico de ese modo porque, al dictar esa medida, ignoraba que los cortes que se exportan no son los que se consumen en el país. Sin embargo, y como predije entonces (ver http://tinyurl.com/7weeevx), la prueba del disparate colosal cometido implicó la liquidación de millones de cabezas de ganado, la pérdida de más de cincuenta mercados conseguidos con esfuerzos y muchas dificultades, la crisis en la industria frigorífica, la desnacionalización de esa industria y, sobre todo, un alza desmedida en los precios de la carne, que redujo enormemente su consumo per cápita.

En 2003, cuando realizó su vuelo triunfal desde Río Gallegos a Buenos Aires, Kirchner se encontró con un país netamente exportador de energía; inclusive, se habían construido líneas de alta tensión para venderla a Brasil y a Uruguay y gasoductos para exportar gas a Chile; hoy, el sentido del tráfico de esos ductos se ha invertido.

Argentina disponía de reservas comprobadas para treinta y cinco años. Hoy, después de tan ¿exitoso? “modelo”, debemos importar combustibles de todo tipo –de menor calidad y mayor precio que los que exportamos- y para atender la demanda interna de gas no alcanza el que compramos a Bolivia (pagando a sus productores allí tres veces más de lo que les pagamos –son los mismos- en el país) y debemos importarlo bajo la forma líquida, a un precio seis veces mayor que el nacional.

La inefable señora Presidente ha suscripto un contrato con Qatar para la provisión de gas licuado por veinte años, que nos ha endeudado en US$ 50.000 millones, obviamente sin dar detalles ni llamar a licitación. Y nos hemos consumido todas las reservas; según Alieto Guadagni, reponerlas nos costaría ¡US$ 300.000 millones!

La sinrazón de esta política, o su verdadera locura, hizo que los precios a los productores se mantuvieran congelados desde hace nueve años, que éstos dejaran obviamente de invertir en prospección de nuevos yacimientos (de allí la caída de las reservas) y en producción, obligando al Gobierno a importar cantidades crecientes de combustibles a precios cada vez más caros. Para dar una idea de qué estoy hablando, las importaciones crecieron hasta alcanzar, en la proyección para 2011, a US$ 8.000 millones y, para 2012, a ¡US$ 12.000 millones!.

Ello nos lleva, naturalmente, al tema de los subsidios, ahora retirados o en vías de serlo. Los brillantes y sonrientes ministros de Economía y de Planificación dijeron la verdad al anunciar estas medidas: las tarifas no subirán al consumidor. Digo que es cierto porque, al menos hasta ahora, no está previsto el reconocimiento de aumento alguno a las compañías productoras, transportadoras y distribuidoras, con lo cual el problema del déficit energético tenderá a empeorar.

Lo que no dijeron con claridad es que, al retirar los subsidios y obligar al consumidor a que pague la diferencia crearon un nuevo cargo –un impuesto- que, ingresando a la caja del Estado, permitirá que doña Cristina siga gastando a su antojo. Sin embargo, existe un grave problema legal que, dudo, ni siquiera esta genuflexa Corte Suprema esté dispuesta a sortear y eludir: en la medida en que se trata de un nuevo tributo, el Poder Ejecutivo no tiene facultades para imponerlo; es más, lo tiene expresamente prohibido por la Carta Magna.

Otro “detalle” es que, en la medida en que total debido será mucho mayor, también se incrementará el monto que, en concepto de IVA, el consumidor deberá pagar a fin de mes. Quien tenga alguna duda al respecto, puede consultar su última factura.

Don Néstor (q.e.p.d.) había prometido -y estaba totalmente convencido de lo esencial de su cumplimiento- garantizar el superávit fiscal. Su viuda y sucesora lo ha hecho polvo, y la Casa Rosada se ha visto obligada a firmar cada vez más vales –verdaderos papelitos sin valor-, que reemplazan al dinero que retira diariamente de las cajas del Banco Central, de la Anses, del Banco de la Nación, etc., a pesar del saqueo a las AFJP’s.

Don Néstor (q.e.p.d.) había prometido –aunque dudo que lo dijera en serio, dada su esencial necesidad política- que su “modelo de inclusión social” terminaría con la pobreza en la Argentina. Sin embargo, según se supo la semana pasada por las informaciones brindadas por la Pastoral Social de la Iglesia y por el Observatorio Social de la Universidad Católica, hay ahora casi más pobres que al final de los malhadados 90’s, y eso que la medición se realizó después de casi nueve años de crecimiento a “tasas chinas”.

Doña Cristina –y don Néstor (q.e.p.d.) entre bambalinas- había explicado que la política del Gobierno frente al campo tendía a evitar el monocultivo del “yuyito” y a obligar a la diversificación de los siembras. La realidad dice que la Argentina se ha “sojizado” al extremo y que la frontera agrícola de esa oleaginosa se ha extendido por el país a costa de bosques, tierras ganaderas y del trigo, el maíz y otros cereales. Claro que, sin la soja y los extraordinarios precios que ésta alcanzó recientemente –hasta que la suerte se le terminó a la Presidente-, no hubiera sido posible esta fiesta de despilfarro, populismo y corrupción, inherente al “modelo”.

La Presidente, al reinaugurar cien veces los mismos galpones y cabinas de señales, prometió reconvertir al país en ferroviario. Sin embargo, no solamente nada se hizo sino que los fabulosos subsidios pagados a las empresas concesionarias –que parcialmente terminaban transportados en valijas de efectivo por don Ricardito Avión Jaime, cada viernes, al despacho de don Néstor (Cirielli dixit)- no se transformaron en inversiones y, para empeorar el panorama, se cedió un sillón en el Directorio de Belgrano Cargas a Moyano, enemigo natural y esencial del transporte en tren.

La señora Presidente no parece haberse cansado aún de autoelogiarse con las mejoras concedidas, por su gracia, a los jubilados. Pese a ello, y con la necesidad imperiosa de destinar los fondos de garantía para los programas “Computadoras para Todos”, “Fútbol para Todos”, Asignación Universal por Hijo, etc., vetó la ley que imponía el pago del 82% móvil a los pasivos, y el 90% de éstos cobra la jubilación mínima que, a todas luces, es insuficiente para atender a la canasta básica.

Motivada, seguramente, en razones de alta política –nadie vaya a pensar que lo hizo por razones “crematísticas”- pero sin molestarse en contarnos cuáles eran, a contramano de todas las promesas y gestos realizados desde los lejanos días de los “hielos continentales”, doña Cristina también vetó la Ley de Protección de Glaciares, sancionada por unanimidad de ambas cámaras del Congreso, ordenando a su sumisa bancada propia no insistir con ella.

La señora de Kirchner, que se ha llenado la boca hablando de la libertad de empresas y gremios para fijar los salarios en paritarias, con el Estado como garantía, ha invertido literalmente el rol de éste y ha denegado la homologación del Ministerio de Trabajo al aumento obtenido por la Unión de Trabajadores Rurales, conducida por el “Momo” Venegas.

De don Néstor (q.e.p.d.) -que consideraba al movimiento obrero como una aliado indispensable y la piedra basal de su “modelo”- a doña Cristina que, ante la rebeldía contra un acto imperial, pide se quite la personería a un gremio, hay una enorme distancia. La misma que la lleva a devolver a la Fuerza Aérea, cuatro años después de habérselo quitado su marido, a los controladores del espacio aéreo.

Falta saber qué decidirá el plenario de la CGT, convocado por don Hugo Camión para esta tarde y con carácter de urgente, para saber cómo seguirá la lucha por la inflación, los salarios y la calle. ¡Menudas cuestiones!

La enumeración, claro, podría continuar hasta el infinito, hablando de temas tales como el “desendeudamiento” (¡Argentina pagó al FMI y se endeudó con Venezuela, a una tasa mayor!, pero el monto total de la deuda pública es igual que cuando Kirchner asumió), la caída feroz en las reservas monetarias, la decadencia de la educación, la rampante inflación, la falta de inversión en infraestructura, la inseguridad ciudadana, la fuga de capitales, etc. Sin embargo, voy a concluir con otro de los pilares del “modelo”, esto es, el consumo interno como motor único de la economía.

Doña Cristina contribuyó, en enorme medida, a que los argentinos entraran en una fiesta fantástica de compras, muchas por completo innecesarias, de automóviles, de plasmas, de electrodomésticos y, por triste que le resulte, hasta de dólares.

Esos compradores de clase media, tan incentivados y que han convertido a sus tarjetas de crédito en transparentes a fuerza de usarlas, hasta hace pocos días tenían previsto cómo pagar las cincuenta cuotas de cada una de esas compras, pero ahora deberán destinar una porción no menor y creciente de sus ingresos al pago de las elevadas facturas de luz, de agua, de gas, de medicina prepaga y de educación privada, sin hablar de los alimentos y la indumentaria.

Este verano promete ser más caliente de lo habitual pero, además, ese calor promete prolongarse, al menos hasta que todos esos aumentos de gastos sean mentalmente absorbidos por los ciudadanos, que enfrentan una presión tributaria con escasos parangones en el mundo y una prestación de servicios del Estado más que deficiente e insatisfactoria.

La gran incógnita es qué hará la ciudadanía cuando reciba el mortal golpe en sus bolsillos, cuando se vea obligada a incumplir sus compromisos, es decir, cuando todo explote por el aire. El mayor problema que aquejará a la señora Presidente es que, en la medida en que carece de ministros con personalidad propia, todas las decisiones, por pequeñas que sean, recaen en ella. Y de ella serán, entonces, todos los costos que la falta de tales fusibles hará que deba pagar personalmente.

Existe un dicho popular que dice que, cuando la situación se complica, se torna “más difícil que recular en chancletas”. Como es de público y notorio, hasta a los más acérrimos militantes del “modelo” se le está haciendo muy engorroso explicar que lo que vivimos los argentinos desde el 24 de octubre -¡hace poco más de un mes y parece que hubieran transcurrido años!- es lo mismo que hicieron don Néstor (q.e.p.d.) y doña Cristina desde los lejanos días de mayo de 2003 hasta entonces.













BsAs, 1 Dic 11



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