El
año en que el “relato” murió
“La igualdad
de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento como para
comprar a otro, que ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”.
Jean-Jacques Rousseau
Como una ominosa
metáfora de la actualidad, el suelo sobre el cual fue construido ese monumento
a la corrupción y a la impunidad, el faraónico mausoleo que alberga los restos
de don Néstor (q.e.p.d.) en Río Gallegos, ha cedido, y la estructura entera
corre peligro de derrumbe.
Entre los
meses de agosto y octubre, la marcha triunfal del Gobierno comenzó a flaquear,
más allá de los discursos altisonantes que la Presidente nos propinó antes de
que su salud la hiciera retirarse a cuarteles de invierno, de la mano de una
ciudadanía que, mayoritariamente, dejó de creer en el “relato” oficial. El guante
del reiterado desafío –“si quieren el
poder, formen un partido y ganen las elecciones”- que la Reina y sus
aplaudidores lanzaban contra los no kirchneristas, fueran éstos industriales o
medios de prensa, fue recogido por Kolynos
Massa en la Provincia de Buenos Aires, y llevó a la Casa Rosada a la peor
derrota política de la década.
Una de
las principales –y, como otras, absolutamente falsa e hipócrita- bandera de ese
“relato”, la política oficial de derechos humanos, contrastó con la
inexplicable insistencia presidencial en ascender al Gral. Milani al grado máximo
del escalafón; a ese tema me referí, in
extenso, en la última nota, pero el allanamiento que sufrió el Espión esta semana en sus oficinas, más
allá de su inutilidad, sirvió para dejarlo en el más absoluto ridículo.
El fin de
año trajo, como es habitual cuando aquí la temperatura sube, cortes de energía
que dejaron a vastas zonas de la ciudad de Buenos Aires y su Conurbano a
oscuras y sin agua. El Gobierno intentó transferir toda la responsabilidad a
las empresas concesionarias de la distribución, que ya están intervenidas por
el Estado, y llegó a amenazarlas con la resolución de los contratos, tratando
de ocultar la verdad: éstas trabajan a pérdida, producto del insano
congelamiento de tarifas vigente hace diez años; los subsidios –que, en lugar
de ser a los consumidores de menores recursos, se da a las compañías de
servicios públicos (distribuidoras y generadoras, líneas de transportes, etc.)-
sólo cubren los gastos operativos y, por supuesto, los “retornos”; no permiten
dedicar un centavo a las inversiones necesarias para mantener una cierta
normalidad en las prestaciones. Llegó al absurdo el Ministro Julio DeCobrado, al decir que la insuficiencia
en el suministro eléctrico se debía a un crecimiento inusual de la economía, o
sea, ¡nos quedamos sin luz porque nos va muy bien! Como digo siempre, es obvio
que podemos soportar que nos tomen por imbéciles pero que, además, nos toquen
el hombro y nos llamen así ya me parece demasiado.
Desde ya,
no ayuda a la imagen presidencial –como no lo hizo, precisamente, su murguera
aparición durante los saqueos- que haya decidido salir de escena y refugiarse,
en silencio, en su “lugar en el mundo”; llegó al extremo de omitir el
tradicional saludo navideño a la sociedad. En los piquetes, muchos de los
entrevistados se lo hicieron saber a los gritos, remedando los reclamos de los
familiares de Cromagnon, de Once, de las inundaciones de La Plata.
Mal que
les pese a los críticos de las décadas pasadas, en especial la de los 90’s, los
argentinos habíamos accedido a un moderno sistema telefónico móvil, a una
capacidad industrial inédita, a un parque de generación suficiente para atender
nuestras necesidades y nuestro crecimiento, a un enorme horizonte de reservas de
gas y petróleo y disponíamos de una infraestructura de transporte que, si bien
no era en absoluto ideal, al menos era diez años más joven.
Pero lo
que, innegablemente, se transformó en la lápida que cubrirá la tumba del “relato”
en la que, más temprano que tarde, será enterrado el kirchnerismo -y, tal vez,
hasta el PJ-, en el marco de este proceso de “estanflación” que estamos viviendo,
lo constituyó el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (OSDA), dependiente
de la Universidad Católica Argentina. Después de años (2002/2006) de inédito
crecimiento, y de una década durante la cual el Gobierno recaudó la
escalofriante suma de novecientos mil millones de dólares (sí, US$
900.000.000.000.=), los números y los hechos hablan por sí solos.
Hoy, más
de diez millones de personas (25% de los argentinos) son pobres, no tienen
empleo formal, ni educación, ni vivienda digna ni salud pública. Alrededor de
tres millones están mal nutridas; el 10% no tiene agua corriente y el 30% no
tiene cloacas. En materia de educación, las cifras son escalofriantes: 37% de
los jóvenes no termina el secundario y el 20% es “ni-ni”, es decir, no estudia
ni trabaja; ello implica que no tendrán inserción alguna en el mercado. El 12%
de los chicos de entre 5 y 17 años desarrolla algún tipo de actividad laboral,
y el 20% de los hogares argentinos necesita de subsidios oficiales para
sobrevivir y, de ellos, el 25% no llega a acceder a la canasta alimentaria
básica. El índice Gini, que mide la diferencia entre los más ricos y más
pobres, ha empeorado sensiblemente, y la violencia y la droga, como se ha visto
hace pocos días, ocupan gran parte del universo estudiado.
El OSDA
dice que la inflación y la falta de creación de empleo formal ha llevado la
pobreza, este año, a superar el 25%. Las mediciones del INDEC son desmentidas
no sólo por diferentes entidades que estudian el tema social sino por la misma
realidad; según FIEL, por ejemplo, el precio de la canasta básica de una
familia tipo no baja de los $ 3900 mensuales ($ 2200 para alimentos), un
ingreso por debajo del cual deben ser considerados pobres, mientras que el
INDEC establece ese parámetro en $ 1750 (¡sólo $ 769 para comer!).
La mera
comparación entre el nivel de vida de los pobres e indigentes con la de los
mayores recursos está generando un caldo de cultivo más que apto para el
desarrollo de todos los virus que resultan letales para cualquier sociedad,
como lo prueban los hechos de violencia y muerte que han enlutado al país en
los últimos días. De todo ello, no sólo es responsable el kirchnerismo sino
todos los gobiernos populistas que lo precedieron, que recurrieron a la
descarada compra de votos mediante los subsidios indiscriminados y los planes
sociales distribuidos por los punteros de turno.
Por los “dibujos”
que realiza el organismo oficial, la Argentina dijo que crecerá entre 5 y 6% el
año que viene, y eso hará que nos veamos obligados a pagar una monstruosa cantidad
(entre US$ 4000 y US$ 5000 millones) a los tenedores de bonos atados al PBI, que
sólo quienes sabían que podían modificar las cifras compraron. Ese pago no
debiera realizarse, ya que ni los más entusiasmados optimistas creen que se
pueda crecer más del 2%, y sólo confirma que, aquí, el nivel de corrupción
imperante ya constituye un verdadero genocidio, un delito de lesa humanidad.
La
inflación, ese impuesto no legislado que pagan los más pobres, como definió
Milton Friedman, carcomió hasta el hueso la encarnadura del voto cautivo que
tanto rédito le dio al Gobierno durante estos diez años, y el problema se
agravará el año próximo porque se insiste en incrementar el gasto público y la
emisión desaforada. Si el 2013 deja algunos puntos de arrastre en la suba de
precios, llegaremos a diciembre de 2014 con porcentajes que se parecerán mucho
a la espiralización, con la cual muchos de nosotros, los que contamos con más
de cuarenta años, hemos convivido y que terminó arrasando a la sociedad entera.
Si tiene
interés en conocer una síntesis de los fundamentos del tan polémico fallo que absolvió
a Fernando de la Rúa y a todos los imputados por el caso de los sobornos en el
Senado, otra novedad de la semana, puede verlos clickeando en http://tinyurl.com/kktbyfk.
En fin,
despidamos el año con algunas esperanzas, sobre todo que, entre el menú de
candidatos que la dirigencia política ofrece, surjan algunos capaces de unirse
y diseñar un plan social y económico de largo plazo, que proponga metas a
alcanzar no el año próximo, ya que resultaría increíble, sino en los años
venideros; para ello, restaurar la seguridad jurídica, de la mano de una
Justicia seria, independiente y rápida, y la reparación del tejido social, tan
destruido por esta década viciada, se convertirán en las herramientas
prioritarias.
Sólo me
resta expresarle mis deseos de la pronta superación de esta temporada de tanto
calor y, para usted y los suyos, el mejor 2014 posible, que aquí, en la
Argentina, no será mucho.
Bs.As.,
29 dic 13
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