Canallas
lenguaraces
“Pondrá en pie, según la fórmula de Juan Claudio Lechín, ‘un caudillismo
mesiánico basado en la delincuencia’, una dictadura narco-populista”.
Laurence
Debray
Las multitudinarias
manifiestaciones del sábado encendieron luces rojas en el tablero de control
del Frente de Todos, que esperaba un paseo tranquilo y triunfal hasta octubre.
Rápidamente, el Instituto Patria ordenó a Alberto Fernández que dinamitara el tácito
acuerdo que lo vinculaba a Mauricio Macri para mantener la calma en la economía
hasta las elecciones; el candidato, obediente, dejó de lado su disfraz de
estadista y salió a incendiar la pradera, aún a costa de dejar la tierra
arrasada.
Bastaron unas
frases falsas suyas el lunes para que, otra vez en menos de quince días, todo
volara por el aire. Con el sablazo que implicaron sus dichos acerca del interés
del FMI en adelantar las elecciones expresado por sus funcionarios que nos visitaban,
nuevamente nos hizo retroceder al mismo tembladeral que se produjo el 12 de
agosto, cuando los mercados entraron en pánico por el triunfo de la fórmula
Fernández² en las PASO.
Esa repetida
reacción negativa, que llevó a otra escalada del dólar –que repercute
instantáneamente sobre la inflación- y del riesgo-país, muestra a las claras
qué opina el mundo respecto a la posibilidad de un retorno kirchnerista al
poder. Y, sobre todo, expone el enorme desprecio que esa banda de canallas
siente por los sectores más pobres de la sociedad.
La otra
maniobra de pinzas sobre la Casa Rosada la constituyeron las masivas marchas,
organizadas para conservar el abyecto dominio de la calle y comenzar la
agitación –de manual revolucionario- en busca de la destitución del Gobierno. Gran
cantidad de organizaciones movilizaron a una masa de pobres sodomizados por sus
dirigentes, que lucran con subsidios y planes de todo tipo; fue patético
escuchar a los asistentes entrevistados por canales de televisión, ya que todos
dijeron ignorar para qué estaban allí.
Se intenta
repetir así lo sucedido en diciembre de 2001, cuando se ahogó financieramente a
la administración de Fernando de la Rua, se ejecutó el “plan helicóptero” que
costó tantos muertos y, poco después, se concretó la devaluación asimétrica que
se llevó todos los ahorros de los argentinos.
Conociendo
muy bien a qué extremos de violencia está dispuesto a llegar el Foro de San
Pablo para recuperar en América Latina el poder para el “socialismo del siglo
XXI”, y el apoyo militar y económico que recibe de China, Rusia e Irán, tal
como sucede con Cuba, Nicaragua y Venezuela, me sorprendió la suave
calificación de “autoritario” con que Alberto Fernández describió al genocida
régimen de Nicolás Maduro, cuando ya sus crímenes se encuentran probados por el
informe de Michelle Bachelet, la inobjetable responsable de los derechos
humanos en la ONU.
El Foro, el
28 de julio en Caracas, resolvió “apoyar
al movimiento popular de Argentina, que ha logrado conformar una alianza
unitaria en el Frente de Todos, … para enfrentar al macrismo …”, el Nº 2 de
la dictadura, (Diosdado Cabello) advirtió a Alberto que no se crea que el
elegido será él puesto que los votos son de Cristina, y las FARC colombianas
han publicado su propio documento apoyándola.
Ambos temas
–FMI y relaciones exteriores- se concatenan porque los mercados voluntarios de
crédito internacional se encuentran cerrados, a cal y canto, para nosotros,
defaulteadores seriales. ¿A quién recurrirá el candidato, si llegara a
Presidente, para pedir dinero cuando necesite pagar las cuentas del populismo
que pretende reinstalar? Las opciones serán escasas: al Fondo será inútil
rogarle y ya sabe que su jefa y candidata a Vicepresidente no cuenta con la
simpatía de nadie. Su amenaza al mundo occidental de recurrir a China, además
de los conflictos que generará con nuestros actuales aliados, conlleva el
enorme riesgo de mayores exigencias por parte de Xi Jimping en materia de bases
militares y de materias primas, absolutamente indispensables para el gigante
asiático en su actual situación de guerra comercial con Estados Unidos y de
desaceleración de su economía.
Cuando ya se
ha comprobado que todos los activos argentinos (bancos, empresas, títulos, etc.)
valen la mitad que de lo que valían el 9 de agosto, cuando está muy claro que
serán Cristina Fernández y Carlos Zannini quienes gobiernen y nos lleven sin
escalas hacia el peor infierno, cuando sabemos que será inevitable la impunidad
de los ladrones, cuando un triunfo permitirá que los dueños del narcotráfico regresen
al poder, cabe preguntarse: ¿están locos tantos argentinos?, ¿cómo no perciben
esa realidad?, ¿cómo muchos, que han visto sus fortunas licuarse en pocos días,
siguen financiando este demencial proyecto?, ¿cómo privilegian una imposible
tranquilidad en sus bolsillos sobre su futuro y los de sus hijos y nietos?
El sábado
pasado, muchos dijimos que ¡sí, se
puede! Se pueden conservar las instituciones de la República, se puede
respetar la Constitución y no modificarla, se pueden garantizar la libertad de
prensa y de cátedra, se puede mejorar el servicio de justicia sin convertirla
en militante, se puede meter presos a los ladrones y a los corruptos, se pueden
seguir combatiendo la droga y el delito, se pueden hacer obras públicas sin
monstruosos sobreprecios, en fin, se puede vivir en libertad, ejerciendo
nuestros derechos y respetando a ultranza los de los demás.
Nada está
perdido, aún la batalla está por librarse. Pero, para triunfar, todos quienes
pensamos así deberemos trabajar arduamente, explicando a nuestros amigos y
vecinos qué se juega, exigiéndoles que vayan a votar, convenciendo a quienes
ejercieron el “voto castigo” en las PASO, fiscalizando las elecciones para
garantizar su transparencia. La Argentina que soñamos nos lo exige.
Bs.As., 31
Ago 19