viernes, 25 de noviembre de 2022

¡País al agua!

 


¡País al agua!

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 865)

 

“El verdadero soldado no lucha porque odia lo que tiene

 por delante, sino porque ama lo que tiene por detrás”.

 Gilbert K. Chesterton

 

 

La Argentina ya se cayó del buque en que un mundo, tan golpeado por las consecuencias de la criminal invasión rusa a Ucrania, pide desesperadamente aquellas cosas que podríamos vender si tuviéramos libertad para comerciar y competir y, por supuesto, las inversiones necesarias: alimentos, petróleo, gas, agua potable, minerales, tecnología agroindustrial, capacidad informática, etc.. Es imposible que esos capitales aterricen en este país enloquecido y suicida, que carece de seguridad jurídica, o sea, no pasará hasta que recuperemos la confianza perdida.

 

En un escenario global de exceso de dinero, quienes podrían venir observan, con indisimulado horror, las incongruencias que significan 50% de pobreza y 10% de miseria, economía con una informalidad de 50%, inflación de 100% anual y creciente, quince tipos de cambio diferentes, proliferación de cepos y prohibiciones, corrupción rampante y desmadrada, trabas a las importaciones esenciales, imposibilidad de remisión de ganancias, insólitas protecciones sectoriales para evitar la competencia, desprecio por la propiedad privada, demenciales sistemas impositivo y laboral, educación pública destruida, expansión geométrica del narcotráfico y la inseguridad, extensión de la violencia sindical extorsiva, multiplicación de planes sociales y, actualmente, la insólita conversión de Cristina Fernández en jefa de la oposición a su propio Gobierno y el golpe de Estado que está ejecutando, desde el Senado, contra la Corte Suprema de Justicia.

 

Mauricio Macri creyó que bastaba con sus racionales pero tibias políticas de sinceramiento para generar una lluvia de esenciales inversiones, olvidando que la confianza es de cristal y, cuando se rompe, su reconstrucción exige mucho tiempo y mucha perseverancia. En especial porque los dueños del capital, que conocen nuestra historia mejor que nosotros, recuerdan nuestra fama de defaulteadores seriales, que fuimos capaces de falsificar las estadísticas públicas y romper arbitrariamente contratos y concesiones, y que nuestro Congreso deroga sus propias leyes cuando el poder político así lo requiere. Quien se quema con leche, ve una vaca y llora, y llevan años quemándose con nosotros.

 

El oficialismo, atónito, se muestra incapaz de metabolizar una situación inédita en sus gestiones anteriores: el viento ha borneado y sopla decididamente en contra. La sequía mermará cosechas y recaudaciones por retenciones, la bola de nieve de las Leliqs y otros bonos ha crecido tanto que peligra su refinanciación aún a tasas siderales y lo obligará a seguir emitiendo para cubrir todo aquello que no capte del mercado, el loteo de ministerios y áreas de decisión paraliza la gestión, los precios internacionales de la energía que deberá comprar siguen elevados, la falta de dólares no le permite abrir la importación de insumos esenciales, carece de acceso a los mercados externos de deuda, crece la percepción de una fuerte recesión, el empleo privado no crece y los jóvenes lo abandonan. Qatar no se trasformó en el somnífero social que muchos imaginaban y, aunque la selección nacional pudiera llegar a la final, su efecto no durará lo suficiente para paliar tantas necesidades angustiantes.

 

Sergio Aceitoso Massa sigue haciendo equilibrio, utilizando la imparable inflación como piedra de honda contra el Goliat del gasto público. Pero está claro que la emperatriz hotelera, aún aterrada ante la probabilidad de verse obligada a asumir en directo la Presidencia y tomar el timón simbólico de este desastre, no se resignará a poner en riesgo su principal bastión electoral y futuro refugio para atravesar el desierto,  obligándolo a abrir aún más la bolsa para financiar a la Provincia de Buenos Aires y permitirle a Axel Kiciloff continuar designando a miles de militantes y parásitos. Además, ella evita que sus quintas y cajas privadas dentro de la Administración (PAMI, ANSES, Aerolíneas, AySA, YPF, Hidrovía, etc.) vean recortados sus ingentes recursos.

 

Es cierto que tampoco contribuye a enviar señales tranquilizadoras una oposición que sigue exhibiendo impunemente sus bastardas disputas, sus injustificables festejos y viajes, y sus “sensualismos de camastro”, como diría Leopoldo Lugones. La ausencia de un público compromiso de los partidos que integran Juntos por el Cambio de respetar a rajatabla un programa de gobierno común, convirtiéndolo en vinculante y obligatorio para la fórmula que surja de las PASO (si es que el cristi-camporismo no consigue doblar el brazo a Alberto Fernández, que sabe que suspenderlas significará el definitivo certificado de defunción de su gestión), se está transformando en un duro pasivo. Mucho tiene que ver esa falencia, que permite suponer que la coalición ya se siente –estúpidamente, por cierto- triunfadora en las próximas elecciones, en el renovado crecimiento de la intención de voto de Javier Milei y su proyecto anarco-capitalista.

 

Aún estamos a tiempo de evitar ahogarnos y morir en ese proceloso mar de problemas e inconsistencias, con los cuales hemos convivido hace ya demasiadas décadas, y con todas las resistencias y hasta probablemente violentas manifestaciones, tanto en el terreno social cuanto económico, que deberá enfrentar quien se atreva a marcar el camino de esa redención común. Deberá tocar muchos intereses: empresarios acostumbrados a tener ventajas y cotos de caza exclusivos, sindicalistas eternizados y enriquecidos, fanáticos kirchneristas, narcotraficantes protegidos por el poder, policías, jueces y fiscales cómplices del crimen y, por supuesto, de los millones de empobrecidas víctimas de este populismo mafioso.

 

Pero necesitamos tomar colectiva consciencia de ese fenomenal y angustioso inventario y convencernos todos de la urgencia de nadar hacia una aún muy lejana orilla de simple normalidad. El esfuerzo que deberemos realizar es inconmensurable, y las correcciones necesarias insumirán varios períodos presidenciales consecutivos, pero vale la pena emprenderlo y mantener el rumbo contra viento y marea. La Argentina misma está en juego y, hasta ahora, vamos perdiendo por goleada.

 

Bs.As., 26 Nov 22

viernes, 18 de noviembre de 2022

Sutil confesión

 


Sutil confesión

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 864)

 

"No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo”

Giacomo Leopardi

 

El paupérrimo, inconexo y sesgado discurso que Cristina Fernández descerrajó contra la sociedad el jueves al anochecer, merece integrar la antología mundial de la hipocresía y dejó, muy a pesar de la voluntad de la disertante, algunas claras certezas: siente pavor y, como consecuencia, una enorme debilidad electoral, que afecta en su personal situación penal. Para darle la razón, hasta un insignificante Anímal Fernández, su Ministro de Seguridad, se atrevió a retrucar ayer sus dichos sobre la Gendarmería.

 

La escasa concurrencia (el estadio tiene capacidad para 48.000 personas, y se veían claros en las tribunas) al acto en La Plata confirmó que ya no atrae a los más jóvenes, que no vivieron los años de bonanza que permitieron que Néstor y a ella misma hacer populismo con mucho dinero, y que hoy deben subsistir en un universo infinito de exclusión, miseria, drogadicción, falta de educación y carencia de futuro. Resultaron patéticas sus tentativas de identificarse con los hambreados jubilados –ella, que cobra 3 millones de pesos por mes- o con los habitantes del Conurbano, abandonados a la inseguridad por obra de sus Axel Kiciloff y Sergio Berni.

 

Utilizando un disfraz peronista, el “movimiento” al que –hay pruebas en las redes sociales- despreció toda su vida, hasta el extremo de insultar a su fundador, buscó insuflar en los grandes ex-machos-alfa territoriales la necesidad de unirse a su bandera para conservar el poder; pero éstos, que ya huelen el perfume de las calas y tienen una gran experiencia, están separando los comicios locales de las elecciones nacionales para evitar que ella los arrastre a la profunda sima que se abrirá a sus pies.

 

Como era dable esperar, nuevamente arremetió contra la Justicia –el “partido judicial”- de la que siente el aliento en la nuca e insistió con la necesidad de su “democratización”, que no logró concretar en su apogeo y, otra vez, mientras acusaba a Juntos por el Cambio de estar detrás del supuesto atentado contra su vida que actuó una triste pandilla de marginales, convocó a un “acuerdo” para erradicar la violencia política y defender las instituciones. Pero no mencionó siquiera al golpe de Estado que organizó y ordenó ejecutar a su bastarda tropa de senadores contra el Poder Judicial al desobedecer un fallo de la Corte Suprema, a contramano de lo que ordenan la Constitución y el Código Penal; todos, tarde o temprano, deberán responder por ello puesto que se trata de delitos imprescriptibles.

 

 Una vez más, y rodeada por funcionarios y legisladores oficialistas, buscó disfrazarse de jefa de la oposición a un gobierno que ella misma inventó y que la tiene nada menos que como Vicepresidente; pero, si un incidente de salud como el que lo afectó esta semana incapacitara a Alberto Fernández, se vería obligada a ejercer la primera magistratura e intentar comandar este muy escorado Titanic en el último y pavoroso año de su singladura. De darse esa situación, la llevaría a un todavía más estrepitoso fracaso en las urnas y, con ello, al fin del kirchnerismo, porque carece de un heredero atractivo y del poder para imponerlo; por eso, sus críticas al Gobierno que integra esta vez fueron tan suaves y elípticas.

 

Contra lo que supone la mayoría, e insiste Cristina Fernández, la más peligrosa bomba al borde de estallar en sus manos no es la deuda nacional en dólares, pese a la magnitud de ésta, sino las obligaciones en pesos, que crecen a mayor ritmo que la pavorosa inflación. Como ya nadie cree que el Gobierno pueda controlarla, cada vez le resulta más difícil renovar sus vencimientos, y ello obliga al Tesoro y, por ende, al Banco Central a emitir más y más billetes, que realimentan el ciclo y pueden llevar a una hiperinflación o a reflotar un “Plan Bonex”, ahora para los bancos.

 

Los datos objetivos cuentan que la mitad de los argentinos es pobre, y el 10% mísero, que esos porcentajes crecen geométricamente cuando se trata de niños y jóvenes, que los médicos huyen de la salud pública y que la población es abandonada a su suerte, que resurgen enfermedades erradicadas, que los salarios registrados no garantizan la subsistencia y que los informales son aún peores, que la industria se está deteniendo por falta de insumos importados y se pierden puestos de trabajo genuino, que se continúa subsidiando a empresas públicas enormemente deficitarias para emplear militantes y engrosar el bolsillo de sus jefes políticos, que el narcotráfico y la violencia social son incentivados y protegidos desde el poder, que los gerentes de la pobreza roban y son cómplices, que el saqueo a las cajas del Estado se incrementa, que la educación hace agua y los chicos no aprenden siquiera a leer y comprender los textos, que las fronteras son coladores y los falsos mapuches siguen ejerciendo el terrorismo. 

 

La principal duda que recorre la mente de analistas, politólogos, sociólogos y economistas es hasta cuándo resistirá este cuerpo social, tan dañado, el gigantesco cataclismo que, día tras día, cae sobre él: a la convicción de lo escaso del tiempo del que ella dispone se debe su penosa intención de negar su total responsabilidad sobre lo que ocurre, después de los ocho años en que fue Presidente y los tres del actual mandato. Los gritos que la incitan a “volver” van, exactamente, en ese sentido y tienen ese objetivo; pero, si aún está y nunca se fue, ¿volver de dónde y para qué?

 

Argentina está al borde de la disgregación por inviabilidad. Si conseguimos ofrecer a propios y extraños seguridad jurídica, una moneda sana, la certeza de que no gastaremos más de lo que podemos, y sistemas tributarios y laborales racionales, tendremos aún la oportunidad de evitarlo.

 

Bs.As., 19 Nov 22

viernes, 11 de noviembre de 2022

Al fútbol con ovalada

 


 

Al fútbol con ovalada

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 863)

 

“Toda simulación en los actos o en los dichos representa una

 estafa al conjunto social que, honestamente, me repugna”.

 Alberto Fernández

 

Le preguntaron a un hombre cómo había sobrevivido su matrimonio durante seis décadas. Respondió que se habían dividido las esferas de decisión; él se ocupaba de lo importante mientras que ella de lo menor. “Es simple; lo mío son los conflictos mundiales, el cambio climático, la geopolítica internacional, etc.; y ella de dónde vivimos, qué hacemos con el dinero, cuántos hijos tenemos, cómo los educamos, qué comemos, etc.”.

 

El miércoles, en medio de la monumental crisis que ha generado el cuarto gobierno kirchnerista, se reunieron los ministros con la ausencia de Sergio Aceitoso Massa, responsable de la catastrófica economía. Apareció Alberto Fernández y les dedicó un discurso de diez minutos, referido exclusivamente a la paz en Ucrania y la propuesta que llevará al respecto a Emmanuel Macron, en Paris; una versión señala que tanto Vladimir Putin cuanto Volodomir Zelenski la están esperando con ansias.

 

La administración del país quedó en las impolutas manos de la jefa de la oposición, que la conducirá con mano de hierro hasta su regreso de tan esencial periplo, que incluye a la paradisíaca isla de Bali para discutir acerca del clima del planeta con la ausencia de los principales países contaminadores. Cuando vuelva el viernes 18, escuchará los ecos de la flamígera perorata que ella seguramente le habrá dedicado el día anterior por la forma en que gerencia este miserable populismo sin dinero, por su resistencia a convalidar el sacrificio de las paritarias en el altar de un bono fijo y, sobre todo, a suprimir las PASO para habilitar el “dedazo”.

 

Lo cierto es que la emperatriz hotelera ve crecer a su alrededor un bosque de rejas y, naturalmente, se desespera. Más allá de las sentencias que prometen comprometer, al menos, su libertad de movimiento por los innumerables delitos cometidos, está delineando la batalla que se convertirá, sin duda, en un monumental conflicto de poderes. De su lapicera, que sí tiene tinta, surgirá un levantamiento del Senado contra la Corte Suprema por el fallo que, condenando el ardid para robar a Juntos por el Cambio el sillón que le correspondía en el Consejo de la Magistratura, lo devolvió a Luis Juez. ¿Qué hará la Corte cuando el H° Aguantadero insista en designar a Martín Doñate, desconociendo lo resuelto?, ¿se resignará pacíficamente a ser desobedecida, como hizo en el caso del Procurador de Santa Cruz, Eduardo Sosa, que nunca fue repuesto en el cargo, o definirá la maniobra como lo que sin duda será, un real golpe de Estado? Los cómplices de la PresidenteVice en su fraudulenta acción deberían recordar cómo fulmina el artículo 227 del Código Penal a quienes lo intenten.

 

Pero, aún así, no será el mayor ataque de nuestra peculiar reina a la República. En los próximos meses, seguirá impulsando un incremento en la ya sideral deuda pública, la aceleración de la inflación, el aumento del gasto, llevándonos hacia la reedición del “rodrigazo” y ocupando todos los estamentos del Estado con militantes que actuarán como quintacolumnistas para hacer fracasar el futuro. Para ello, contará con la esencial colaboración de los reiteradamente empoderados y enriquecidos gerentes de los movimientos sociales y con Hugo Moyano y su patota, todos los cuales se han comprometido a resistir, a como dé lugar, cualquier cambio en el status quo corporativo que tanto daño nos ha producido durante 77 años.

 

Durante los gobiernos de Néstor y Cristina, se decía “la soja es kirchnerista”; hoy los vientos han borneado y vienen de frente con intensidad de temporal. China se está desacelerando y, con ello, reduciendo sus compras de nuestros productos; los precios de la energía siguen en las nubes; la inexistencia de reservas está paralizando la producción por la falta de insumos importados; y la persistente “Niña” está castigando a niveles nunca vistos al campo y garantizando la falta de dólares, como mínimo, hasta la llegada de la cosecha gruesa, o sea, durante todo el verano.

 

¿Con qué armas defenderá el Aceitoso las metas fijadas por el acuerdo con el FMI de los avances del Instituto Patria para reflotar un “plan platita II”? ¿Tendrá que soportar una diatriba destituyente de la inédita jefa de la oposición cuando ésta hable el jueves próximo en La Plata? ¿Cuán lejos estamos de una híper con índices mensuales que arañan el 7%? Y la esencial: las bombas que han cebado, ¿estallarán en las manos de los Fernández² o podrán retardarlas hasta entregar el poder?; de eso dependerá la supervivencia del kirchnerismo, después de ser parte esencial de un gobierno fracasado que ya tiene fuerte olor a calas. Los grandes machos-alfa del peronismo territorial siguen atados a la voluntad de Cristina y le han perdonado –algo inédito- haber sido la mariscala de la derrota en tantas elecciones (2009, 2013, 2015, 2017 y 2021). ¿La acompañarán hasta la puerta del cementerio o se enterrarán con ella?; sería la primera vez en que el movimiento no obedeciera su regla de oro. La progresiva separación de las elecciones locales de la nacional puede ser la respuesta.

 

Hundidos en una ciénaga inconmensurable, nuestra gran esperanza radica en que la oposición continúe unida cuando deba aprobar el plan de gobierno que están elaborando las fundaciones partidarias; el sector de Miguel Angel Pichetto ya presentó el suyo (por cierto, excelente) y la próxima semana se hará una reunión general para compatibilizar las propuestas. Luego, llegará la hora señalada porque, quien triunfe en 2023, sólo podrá ofrecer, sin mentir, “sangre, sudor y lágrimas”.

 

Bs.As., 12 Nov 22

 

 

 

 

sábado, 5 de noviembre de 2022

Pasando la gorra



                                                       Pasando la gorra

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 862)

 

"Para hacer la guerra hacen falta tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Hay guerras más baratas, pero se suelen perder". Napoleón Bonaparte

 

La semana que pasó fue retazo más en el manto de vergüenza que Argentina presenta ante el mundo. El primer episodio se dio cuando el individuo que se autopercibe Presidente manifestó desconocer la existencia de acuerdos entre la Comunidad Europea y el Mercosur, precisamente ante el jefe de la diplomacia comunitaria; demostró tanto la supina ignorancia que nubla el cerebro de Alberto Fernández cuanto la penosa incapacidad del librero Santiago Cafiero, su Canciller, cuyo único mérito es la pertenencia al más que reducido círculo de fieles. Es pavorosa la devastación que el kirchnerismo produjo en uno de los cuerpos más profesionalizados del Estado, el diplomático, y reconstruirlo requerirá de años de esfuerzo; en muchos países, la ideología determina políticas pero en ninguno, como sucede en el nuestro, sacrifica tantos intereses nacionales –que debieran ser permanentes- en el altar de sus imaginarios y transitorios alineamientos.

 

Por cierto más grave fue el que encarnó nuestro desesperado “pato rengo” visitando, con una enorme e injustificada comitiva, a Luiz Inácio Lula da Silva al minuto de que éste lograra, por escasísimo margen, vencer a Jair Bolsonaro y regresar al Palacio del Planalto, después de haber estado preso por corrupción. Si el devaluado y desprestigiado meme que sienta sus posaderas en el sillón de Rivadavia pretendió con ese gesto acumular fuerzas para su desigual batalla contra Cristina Fernández y pasar la gorra, la pólvora se le mojó cuando una legisladora de la Provincia de Misiones entregó al mandatario electo de Brasil una con el lema “CFK 2023”.

 

Los videos que documentaron el encuentro no dejan lugar a dudas: el desesperado argentino abrazando y acariciando reiteradamente a un Lula molesto por esas ridículas efusividades. Todo se debió, como siempre sucede aquí, al terrible ombliguismo que afecta a los argentinos; por ello, la dramática elección brasileña del pasado domingo generó, en ambos lados de la grieta criolla, preocupaciones inconducentes o falsas ilusiones.

 

Desde los bunkers del Instituto Patria y La Cámpora, se leyó la victoria como una reafirmación de la existencia del lawfare en la región, y un renacimiento de aquellas gastadas fotos de la Unasur; la visita del prófugo ecuatoriano Rafael Correa a Cristina y el encuentro de Alberto con Evo Morales fueron en este sentido. Y en la mente febril de Cristina Fernández se abrió camino como la posibilidad de un salvavidas financiero y una nueva y triunfal reencarnación, aún después de las inexorables condenas penales que la esperan en un futuro inmediato.

 

El primer error es creer que el Lula que asumirá el 1° de enero de 2023 es el mismo que lo hiciera en 2003 y gobernara hasta 2010. Con setenta y siete años y mucha experiencia y prudencia acumuladas, el actual sabe que la época de la soja a US$ 650 la tonelada es cosa del pasado y que, esta vez, no dispondrá de aquellos recursos que permitieron a Fernando Henrique Cardoso y a él mismo sacar de la pobreza a tantos de sus compatriotas.

 

La falta siquiera de una mención de Lula a Dilma Rousseff, que fuera su sucesora en la Presidencia y a quien el Congreso destituyó por su “contabilidad creativa” (aquí no quedaría en pie ningún mandatario, ya que todos recurren a ella), también debe analizarse por separado. Ex guerrillera y muy ideologizada, su conspicua ausencia permite entrever que tampoco se establecerán alianzas estratégicas con Nicolás Maduro, Gustavo Petro, Luis Arce, Pedro Castillo, Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega o Gabriel Boric, sino que regresará a Itamaraty la tradicional posición geopolítica de Brasil, o sea, relaciones con todos los países en pos de sus intereses comerciales y de desarrollo permanentes.

 

Es consciente, además, de los límites que tendrá su gestión, marcada por la fuerte presencia conservadora en ambas cámaras legislativas y por las concesiones que deberá hacer al antiguo PSDB, el partido de su Vicepresidente electo, Geraldo Alkmin, y a los bloques parlamentarios del “Centrāo” para lograr algunas mayorías, siempre lábiles. Y aseguro que el respaldo irrestricto y la ayuda económica que el kirchnerismo espera ahora no pasa de ser un mero espejismo voluntarista.

 

Desde la Argentina, un país que ha hecho trizas sus instituciones y en el que el Congreso ha sido mucho tiempo sólo una suerte de escribanía de brazos enyesados al servicio del Ejecutivo de turno, es muy difícil entender que, en Brasil, aquél se ha convertido en el poder más fuerte de la tríada y en él priman los muchos partidos de centro, que sirven como permanente fiel de la balanza. Y en la medida en que, pese a la Constitución, somos un país profundamente unitario, también es incomparable el verdadero federalismo que goza nuestro vecino; así, un elemento fundamental del análisis es la cantidad y calidad de gobernaciones estaduales que han quedado en manos del bolsonarismo, nada menos que Sāo Paulo entre ellas.

 

Cristina Fernández, empeñada en generalizar su teoría del lawfare, disfraza la actual situación de Lula ante la Justicia de su país transformándola en un inexistente sobreseimiento definitivo de los cargos de corrupción que llevaron a su encarcelamiento. No es así; el Supremo Tribunal Federal sólo resolvió que los jueces que lo condenaron no eran competentes en razón de la jurisdicción, es decir, que volverá a enfrentar un proceso penal por las mismas acusaciones ante otros magistrados.

 

Finalmente, un último dato: mientras aquí galgueamos por la falta de dólares, nuestro vecino tiene US$ 350 mil millones en reservas. Y la principal razón es que el Banco Central es independiente del Ejecutivo, y su conducción está altamente profesionalizada. Realidades incomparables.

 

Bs.As., 5 Nov 22