sábado, 24 de febrero de 2018

La píldora del “día después”



La píldora del “día después”

“El mal no lo hacen todos, pero acusa a todos”. Antonio Porchia

Tal como era previsible, aún en medio de su absoluta soledad gremial y política, la convocatoria de Hugo Moyano tuvo el miércoles éxito en materia de público; si bien es cierto que, como siempre, muchos de los concurrentes fueron arreados y transportados como ganado, también lo es que la disciplinada izquierda prestó asistencia perfecta y lo mismo hicieron La Cámpora y el trotskismo, así como gran parte de ambas CTA y los movimientos sociales, algunos con fuerte respaldo papal.

De cara a la sociedad en su conjunto, el Gobierno no pudo pedir nada más: ver, juntos y por televisión, a los personajes más repudiados de su historia, fue el premio final de un día agitado. Roberto Baradel, Máximo Kirchner, Anímal Fernández, Hebe de Bonafini, Raúl Zaffaroni, Pablo Moyano, Hugo Yatski y varios más fueron la frutilla de ese postre.

Me llamó la atención lo breve del acto y la rapidez de la desconcentración; atribuí ambos hechos al pánico a que los bárbaros de siempre se desmadraran, ya que hubiera sido el propio Moyano quien hubiera debido afrontar la factura, al menos la política. Agradezco, entonces, que haya sido así y que fueran los mismos camioneros quienes ejercieron un férreo control sobre los miles de personas que allí se encontraron.

Pero la alianza que se pretendió formar en la calle estaba sólo unida por el visceral rechazo a la gestión de Mauricio Macri y por el espanto que genera en el artífice de la marcha la alta probabilidad de terminar preso, conjuntamente con su actual mujer y los hijos que cada uno engendrara; tanto fue así, que Moyano llevó al escenario a su abogado defensor –el ex Juez Daniel LLermanos- y la arenga del camionero sólo se refirió a sus problemas judiciales y al blindaje que pretendía obtener ese día contra el avance de los jueces y de la AFIP.

Y, como no podía ser menos, ello condujo a un final anunciado: el mismo jueves, el día después de la embarazosa concepción, la izquierda tomó la píldora abortiva y el imaginado feto dejó de existir; rápidamente, salió a criticar la postura del jefe sindical y a desmarcarse del atribuido rol de barrera humana en defensa de un ladrón. El propio Moyano tiró la toalla y, con su elaborado estilo, pidió que el Presidente lo recibiera, pero la Casa Rosada rechazó cualquier tentativa al respecto.

Por su parte, contribuyó mucho a ahondar las diferencias entre los participantes de la marcha la contemporánea difusión de nuevos y más complicados audios de conversaciones de Cristina Elisabet Fernández con su ex Secretario General, Oscar Pelotudo Parrilli. A partir de ellas, resultará harto difícil, por no decir imposible,  construir la unidad con la que soñaban Víctor Santamaría, Alberto Fernández, Daniel Filmus, Agustín Rossi, Felipe Solá, Daniel Arroyo y Fernando Chino Navarro y algunos intendentes kirchneristas del Conurbano.

Es que, sin dejar dudas acerca de su pensamiento más profundo, la “noble viuda” –la piedra basal sobre la cual pretendían erigir esa nueva “iglesia” cívica, por ser la única capaz de reunir un caudal de votos significativo en todo ese universo- expresó en ellos su más absoluto desprecio por el Justicialismo y todo lo que significa en el imaginario popular. ¿Qué dirán ahora aquéllos que, hace sólo veinte días, exhibían la absurda fotografía de tantos peronismos diferentes como un trofeo?

También es cierto que, a medida en que crezca la certeza de tener que transitar cuatro años más por el desierto, es decir, si Mauricio Macri fuera reelecto en 2019, el PJ seguramente intentará hacer de las suyas, como lo hizo en 1989 y en 2001, para no remontarme más atrás en el tiempo. Y en esas “suyas” el rol de Moyano volverá a ser protagónico (si no está tras las rejas para entonces), ya que con sus camiones puede complicar la vida a todos los ciudadanos y, por ende, al propio Gobierno.

Porque, recordemos, Cambiemos no tiene, ni tendrá hasta entonces, mayoría en ninguna de las cámaras del Congreso y, aún así y en medio de la tempestad económica que le legó la criminal y corrupta gestión kirchnerista, contra todos los pronósticos conserva firmemente el timón en sus manos. Si el Presidente renovara su mandato, ese triunfo sería acompañado con una gran cantidad de nuevos legisladores propios, que facilitarán su gestión.

Si, para entonces, Macri hubiera conseguido encausar a la Justicia en una senda de seriedad, independencia y celeridad, los inversores propios y foráneos estarán más que dispuestos a traer sus capitales a la Argentina y, con ellos, el crecimiento se fortalecerá y la incidencia de la deuda externa, medida como porcentaje del PBI se reducirá en forma notable.

Como no podía ser menos, el título de esta nota también alude al revivido debate acerca de la legalización del aborto, que será reclamado por muchas energúmenas el 8 de marzo próximo; serán las mismas que atacan con pintadas y excrementos los templos católicos, incluyendo la Catedral de Buenos Aires, cada vez que se reúnen. Nicolás Márquez publicó en Infobae esta semana una medular nota, en la que destrozó literalmente las cifras de abortos ilegales y de muertes que se esgrimen para justificar el disparate.

Cambiemos ha dejado en manos de la conciencia de sus legisladores el voto de cada uno cuando el proyecto nuevamente –hoy supe que la primera vez fue en 1902- sea tratado en el Congreso. Será este año otro tema que ocupará muchísimas páginas en los medios de comunicación; por mi parte, adelanto que estoy en contra de su aprobación, porque se trataría, lisa y llanamente, de legalizar el asesinato.

Por último, me referiré a las enormes críticas que recibe la gestión económica del Gobierno desde su propio costado ideológico, es decir, fuego amigo. Ayer, mi querido José Luis Espert hizo, en una magnífica nota publicada en La Nación, una certera vivisección de la situación caótica en que se encuentran hoy todos los indicadores y enfatizó que el principal problema, del cual derivan casi todos los demás, es la enorme magnitud del gasto público y la creciente presión impositiva destinada a solventarlo parcialmente. Coincido, pero no encuentro en ninguno de los economistas que recomiendan posturas más rígidas y menos gradualistas una receta política y socialmente viable para acelerar el cronograma que proponen Mario Quintana, Gustavo Lopetegui, Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger.

Más del ochenta por ciento del gasto se va en salarios de la administración pública que, como todos sabemos, fue colonizada durante el kirchnerismo con un millón de nuevos empleados, amén de encarnar una burocracia innecesaria, ineficiente y, en muchos casos, corrupta. Pero, ¿cómo solucionarlo de un solo tajo?; ¿debemos mandar ya mismo a todos ellos a la calle, para engrosar la lista de los desocupados?; ¿quién podría conservar la gobernabilidad con una medida de ese tipo? Sobre todo, ¿estaría la sociedad que conformamos, siempre tan hipócrita y enferma de populismo, dispuesta a soportarla?


Bs.As., 24 Feb 18

viernes, 16 de febrero de 2018

Solos en la madrugada




Solos en la madrugada


“El gobierno tiene los resortes para encauzar la acción 
privada en el sentido más favorable al bienestar general". 
Arturo Frondizi

El próximo miércoles veremos, en la Avda. 9 de Julio, que Hugo Moyano (más sus hijos, su tercera mujer y los vástagos anteriores de ésta) se encuentran absolutamente solos, como nunca lo han estado, en el amanecer del momento en que irán presos. Aún así, sin duda estarán rodeados por lo más granado del kirchnerismo (la CTA, los docentes y bancarios), el trotskismo,  y los movimientos sociales, incluida la CTEP, la organización encabezada por Juan Gabrois, funcionario vaticano por designación de SS Francisco, todos aunados solamente por su actitud opositora al Gobierno.

Es bueno recordar que el Papa cumple dos roles: Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y Jefe del Estado Vaticano. Cuando habla de dogma su palabra es infalible para nosotros, los fieles de su Iglesia; en cambio, como estadista, no es más que un ser humano común, susceptible de incurrir en errores y, sobre todo, con derecho a tener opinión propia en temas terrenales. Si le envía rosarios a los imputados por corrupción o una carta personal a Hebe de Bonafini, donde la bendice y la compara con Jesús como objeto de calumnias en procesos amañados, está ejerciendo su derecho, pero no por ello sus pareceres tienen que ser aceptados por la grey; y lo mismo sucede con el resto de sus expresiones estrictamente políticas o económicas. 

La soledad en que han dejado al Negro Moyano sus pares se debe a que éstos han comprendido, con sagacidad y experiencia, que hoy el poder real está en manos de Mauricio Macri quien, a diferencia de sus predecesores no peronistas, sorteó con facilidad las elecciones de medio término. Percibieron que no se trata de un personaje débil o manejable sino que están frente a alguien con decisión y firmeza; además, puede abrir o cerrar la bolsa de recursos de las obras sociales gremiales, principal fuente financiera de los sindicatos, y activar las acciones de la Oficina Anticorrupción, que tanto preocupa a varios de los congéneres del líder camionero, autores de similares delitos.

La concentración del 22 para la defensa política frente a las acciones penales que lo tienen contra las cuerdas puede derivar en violencia urbana, pero no dudo que la Ministro de Seguridad está preparada para reprimirla; a Patricia Bullrich tampoco le temblará la mano para hacerlo.

Pero hay otro ángulo en el que la mayoría de la sociedad está de acuerdo. Me refiero a la imperiosa necesidad de despedir al millón de empleados públicos que se agregaron en la década anterior; en ello coinciden todos los ciudadanos, asfixiados por una presión impositiva que no para de crecer. Si por unos pocos cientos de empleados, a los cuales no fueron renovados sus contratos temporarios, la ciudad de Buenos Aires y sus accesos se ha transformado en un caos, ¿qué sucedería si estuviéramos hablando de miles? ¿Estamos dispuestos a pagar el precio, aunque sólo sea en materia de libre circulación?

Moyano y sus socios son verdaderamente capaces de convertir nuestra vida en un infierno por la falta de alimentos, de dinero, de combustibles, de exportación de granos, de clases, etc., y no tengo dudas que activarán paros crecientes a medida en que avancen las causas penales; ¿lo soportaremos todos los que hoy despotricamos contra el inmenso poder que han sabido construir extorsionando a mandatarios y ministros?

Esto nos lleva a las dificultades económicas que jaquean al Gobierno, en especial la indomable inflación. En materia de mercados, los factores psicológicos tienen una enorme importancia; cuando un rumor -favorable o negativo, cierto o falso- trasciende, el precio de los activos sube o baja sin ninguna razón aparente que lo justifique y, cuando la multitud actúa como masa, la fortuna o la ruina están a la vuelta de la esquina; muchos pánicos y burbujas generalizados que se han producido en el mundo en épocas recientes dan acaba prueba de esta afirmación. Y en este aspecto el accionar de los gremios y el desorden generalizado está produciendo un grave deterioro en la imagen que Macri está intentando construir de cara a los inversores; en especial cuando, como sucedió esta semana, se reflejan en el diario más influyente en la materia, The Wall Street Journal.

Hay virus enormemente peligrosos que se han instalado en nuestro cuerpo social desde hace tiempo y, como terribles drogas adictivas, costará mucho tiempo erradicarlos. Por estar enfermos de populismo, pretendemos que se nos “regalen” los servicios públicos, sin pensar que los pagaremos con nuestros ya insoportables impuestos; y al apostar permanentemente al alza futura de los precios internos y de los salarios, convertimos a la inflación, la peor gabela, en una profecía autocumplida.

Sabemos que el precio del dólar en la Argentina está atrasado, y que esa situación perjudica enormemente a nuestras exportaciones industriales y a las economías regionales; sin embargo, tan pronto comienza una sensación alcista, salimos a remarcar los precios a su ritmo, aunque no estén vinculados a las importaciones. Nos quejamos del sideral déficit de nuestra balanza de pagos, pero batimos records absolutos en materia de turismo y compras en el exterior, aprovechando precisamente el dólar barato.

Criticamos el nivel de endeudamiento del país en el exterior, pero no ahorramos en el país el dinero suficiente para solventar el sideral gasto público heredado; tampoco nos conforma el gradualismo del Gobierno, pero no proponemos recetas alternativas políticamente viables para reducirlo.

Los industriales protestan por la baja en el consumo, pero rechazan frontalmente la apertura de la economía, que les permitiría buscar clientes en el mundo entero. Los dirigentes sindicales aúllan contra cualquier medida que pretenda mejorar la competitividad y reclaman por la caída del poder adquisitivo, mientras se asocian a los pedidos de las entidades patronales, pero sus pretensiones en materia salarial aportan nuevo combustible al incendio inflacionario.

Nos sentimos por completo inseguros, pero calladamente permitimos que se procese a un policía que mata a un asesino frustrado que huye y a un padre que golpea a un individuo mayor por intentar seducir por Internet a su hija de once años. Hace cuarenta, rogabamos que las Fuerzas Armadas reprimieran a los terroristas que ponían bombas, asesinaban y secuestraban a mansalva, pero hoy miramos para otro lado cuando se nos enfrenta a la realidad de dos mil ancianos militares presos, muchos sin condena, por ganar la guerra a la guerrilla.

En resumen, todos tenemos que dejar la hipocresía de lado y tomar conciencia de cuánto depende de nosotros mismos que la Argentina se reconvierta en el país viable y envidiable que alguna vez fuimos y deje atrás  esta espiral de decadencia en que nos hemos sumergido desde hace décadas. Es cierto que costará grandes sacrificios presentes lograrlo, pero así dejaríamos a nuestra descendencia un legado de paz y prosperidad del cual hoy carece. ¿Seremos, realmente, capaces de hacerlo?


Bs.As., 17 Feb 18

viernes, 9 de febrero de 2018

Camión se fue a la guerra



Camión se fue a la guerra

“Pedirles, además, que me quisieran, ¿no les parece que era pedirles demasiado?” Joaquín Sabina

Ya quedó claro, y la mayoría de sus Gordos colegas así lo han entendido: Hugo Moyano está dispuesto a incendiar el país –o, al menos, a intentarlo- para impedir el inexorable avance de la Justicia sobre su libertad y los bienes mal habidos por sus varias familias y saqueados a los afiliados a su sindicato y al club de fútbol que preside. No está inventando nada nuevo, porque desde los más cercanos adláteres de Cristina Elisabet Fernández (la subversiva Hebe de Bonafini y el proxeneta Raúl Zaffaroni) hasta Juan Pablo Pata Medina han proferido amenazas semejantes.

Para la pelea que se avecina, el Negro y su transitorio socio, el siempre verborrágico Luis Barrionuevo, han subido a su esquina del cuadrilátero, convirtiéndola así en un verdadero cambalache, a La Cámpora, a algunos intendentes del Conurbano, al Partido Obrero y al trotskismo, al mugriento Roberto Baradel, al impresentable Hugo Yaski, al bancario Sergio Palazzo, a las dos CTA, a ATE, a los “metrodelegados” y a los movimientos sociales patrocinados por el Papa. Ese rejuntado menjunje saldrá el 21 de febrero a la calle para ofrecerse como garante de la honestidad de un enorme ladrón, del cual abjuró y al que insultó hasta enronquecer, pero el defendido y los defensores han exhibido jamás alguna coherencia.  

Es previsible que una vez más se opte por la violencia más irracional –la misma que sacudió la Plaza de los Dos Congresos en diciembre pasado- para dar mayor visibilidad al acontecimiento, puesto que la ausencia de los grandes gremios (Unión Ferroviaria, La Fraternidad, Unión Tranviarios Automotor, Comercio, etc.) augura una fuerte reducción en la asistencia.

Y la explicación a esta conducta de los Gordos debe buscarse en dos razones diferentes: la vocación por mantener el diálogo con el Gobierno, dadas las ventajas que esa actitud puede representar para sus sindicatos y, no es un dato menor, también para negociar algún camino para dejar de ser, ellos también, blancos móviles de los organismos de investigación financiera estatales, ya transformados en auxiliares de los magistrados, una función que dejaron de cumplir durante toda la década anterior.   

Moyano, esta vez, ha errado en el diagnóstico de la realidad y, sobre todo, en la percepción del carácter de Mauricio Macri; éste no es, como creyó equivocadamente, comparable a Raúl Alfonsín ni a Fernando de la Rúa, y me parece que al Presidente le cae mejor el lema yrigoyenista de “que se rompa, pero que no se doble”, en especial cuando se le quiere imponer una decisión por la fuerza.

Por lo demás, el peronismo de hoy no tiene la unidad (pese a la penosa foto de ayer, que reunió a Víctor Santamaría -otro “perseguido”-, Alberto Fernández, Daniel Filmus, Agustín Rossi, Felipe Solá, Daniel Arroyo y Fernando Chino Navarro) ni la potencia de las que podía vanagloriarse en la época de los fracasados gobiernos radicales, y la dirigencia gremial se ha constituido en la corporación más desprestigiada del país; la reciente y bochornosa exhibición de tantos automóviles, aviones, casas, joyas y dinero efectivo en manos de tantos mafiosos ha tenido una enorme repercusión en la sociedad, incluyendo a los propios trabajadores esquilmados.

Quizás, antes de jugar con fuego, le hubiera resultado útil al Negro volver a ver un video que se ha viralizado esta semana, grabado allá por el 2000 en un programa de Mariano Grondona que contó con la presencia del camionero y de una joven Patricia Bullrich, por entonces Ministro de Trabajo. Si ya entonces, cuando era miembro de un gobierno sumamente débil, la Piba se atrevió a zamarrearlo como lo hizo, ¿qué cabe esperar de ella ahora, cuando tiene tras de sí a una sociedad harta de patoterismo y, además, es Ministro de Seguridad?   

La ciudadanía, aunque este personaje no lo entienda, no quiere más garantías para los delincuentes y olvido para las víctimas. En estos días, además de batir records en materia de represión del narcotráfico, el Ministerio que encabeza pidió el procesamiento de los falsos testigos impuestos por el terrorismo mapuche y, con Macri en primer plano, salió en defensa de Luis Chocobar, el policía que se atrevió a disparar contra el armado y frustrado asesino de un turista, devolviendo a las fuerzas de seguridad el respaldo del Estado en el cumplimiento del rol que la ley les asigna, es decir, reprimir el delito en todas sus formas.

Lo curioso, cuando uno piensa en Latinoamérica como una entidad y percibe las olas –ciclos o tendencias- que la recorren entera, comprueba que los males que aquí aquejan a Moyano y a su nueva socia, doña Cristina, son comunes en toda la región. Ecuador acaba de rechazar masivamente la posibilidad de reelección indefinida de Rafael Correa, que se encamina a ser juzgado por corrupto y acompañar al actual Vicepresidente en la cárcel; en Brasil, Lula, con sentencia de prisión en doble instancia por la misma razón, no podrá ser candidato a una nueva presidencia y, en menor medida, sucede algo parecido en Perú, en Chile, en Colombia y en Uruguay.

Es decir, la impunidad se terminó y las sociedades exigen reparación –o sea, la restitución de lo robado- y castigo para todos, todos los ladrones. Lamentablemente, aún resisten en la trinchera populista del “socialismo del siglo XXI”, la bien administrada Bolivia de Evo Morales y la torturada Venezuela de Nicolás Maduro; la gerontocrática Cuba de Raúl Castro y la siniestra Nicaragua de Daniel Ortega, todos países que confluyeron en el nefasto Foro de San Pablo con el fin de implementar esa fracasada ideología en el subcontinente.

El Gobierno nacional realizará, en la corta semana que se inicia, un “retiro espiritual” para analizar su relanzamiento, después de la fuerte caída en la aprobación de su gestión, del cuestionamiento a conductas reprochables de alguno de sus miembros, de la azarosa aprobación de la reforma jubilatoria, del paralizante rechazo de la oposición a los cambios en materia laboral  y, sobre todo, a las complicaciones que trajo aparejado el fin de año para la economía, por el recrudecimiento de la indomable inflación y el incierto panorama internacional en un país vulnerable en esos escenarios.

Sigo pensando, de todos modos, que estamos en la senda correcta y, aunque nos cueste sangre, sudor y lágrimas –un precio que pocos estamos dispuestos a pagar, es cierto- saldremos adelante y creceremos lenta pero decididamente en el futuro inmediato. Parte de ese calvario lo recorreremos cuando comiencen los gangsteriles aprietes de los gremialistas más emblemáticos, que todavía tienen el poder de complicar la vida a todos los conciudadanos, privándolos de combustibles, remedios, alimentos y dinero para continuar su trayectoria de repulsivo saqueo. Ahí veremos si los argentinos aún tenemos reserva de aquél coraje y de ese estoicismo que tantos laureles nos permitieron conseguir en el pasado; lamentablemente, no fueron tan eternos como pretendíamos entonces.


Bs.As., 10 Feb 19

sábado, 3 de febrero de 2018

Un infierno alternativo



Un infierno alternativo

"Ningún país que aspire a ser desarrollado hoy puede aplicar una política de puertas cerradas. Nosotros hemos probado esa amarga experiencia, y también nuestros antepasados la han probado".  Deng Xiaoping


Desde diciembre se ha instalado, entre quienes votaron a Cambiemos en 2015 y 2017, un descontento tan fuerte que ha hecho caer nada menos que quince puntos la imagen del Presidente de la República, que se había fortalecido después de las elecciones de medio término. Las razones para ese cambio de tendencia son varias: la azarosa modificación previsional, el aumento en los servicios públicos, la persistente inflación, la frustración de la reforma laboral, la ocupación del espacio público por la izquierda combativa, la frontal lucha de los dirigentes sindicales corruptos contra la Justicia, algunas cancelaciones de contratos de empleados públicos, el crecimiento de la deuda externa, etc., amén de notorios errores de ciertos funcionarios que, con razón, dieron pasto a las fieras.

Desde esta columna semanal he sostenido que consideraba su mayor error no haber desnudado claramente, de cara a la sociedad entera, la magnitud de la crisis que, cual bombas sembradas en cada uno de los caminos, había dejado Cristina Elisabet Fernández cuando debió dejar el poder; ésta, a mi juicio, fue infinitamente más grave que la que soportamos en el 2001. A ello adjudico la disconformidad de la ciudadanía frente a la necesidad de ceder supuestos pero perceptibles beneficios que el kirchnerismo le había otorgado con populista generosidad.

Me refiero, por ejemplo, al acceso indiscriminado a la jubilación de cuatro millones de personas que no habían efectuado aportes previsionales; ese disparate –se hubiera podido encontrar una solución para paliar la extrema necesidad en algunos casos- permitió que muchísimas señoras de clase media y alta se subieran a la oportunidad, aunque el importe mensual que perciben no les alcance para pagar una cena o un vestido; tengo a mi alrededor montones de amigas que se acogieron a ese privilegio y, supongo, a partir de hoy me dejarán de querer.

Lo mismo sucede con quienes pagaban por el transporte público el precio más barato del país y quienes recibían prácticamente gratis el suministro eléctrico o el gas domiciliario, lo cual los habilitaba a mantener caliente el agua de sus piscinas y, por supuesto, a pagar mucho menos para cocinar que sus propias empleadas domésticas que deben, aún hoy, adquirir las garrafas mentirosas.

La viuda de Kirchner dejó el país con una inflación que superaba el treinta y ocho por ciento anual, al Banco Central vacío y endeudado a futuro, y un tercio de los habitantes sumido en la pobreza y en la miseria extrema. Y eso además de colonizar la administración pública con más de un millón de empleados superfluos que hoy actúan como quintacolumnistas.

Sólo esos datos concretos, de por sí, justifican la primigenia necesidad de Cambiemos de adoptar una política gradualista, porque no podía abandonar a los más pobres a su suerte ni expulsar de un solo golpe y hacia un mercado laboral privado inexistente a todos aquellos que hoy se alimentan de la agotada teta de la vaca Estado. La única virtud de la administración anterior, no buscada sino impuesta por la negativa del mundo a prestarle dinero, fue el bajo nivel de endeudamiento externo; eso permitió al Gobierno encontrar fuera del país –no hay ahorro interno suficiente- los fondos necesarios para financiar ese gradualismo, aunque nos vuelva vulnerables y no se pueda seguir haciéndolo hasta el infinito.

Reconozco que estamos en una situación económica complicadísima, pero gran parte de ella nos la debemos a nosotros mismos. Basta con pensar (o, simplemente, ver las fotografías de las repletas playas de Brasil, Chile y Uruguay) cuántas divisas pierde la Argentina por el turismo emisivo pero, mucho más grave aún, por la brutal caída de las exportaciones y la tan remolona inversión directa que no llega desde el exterior y, tampoco, de nuestros propios industriales que, en cambio, han reflotado el mercado inmobiliario de Punta del Este y mantienen afuera los capitales blanqueados.

Todo ello nos obliga a reflexionar. Si la vocación social de modificar el rumbo suicida que llevábamos, que representan los triunfos electorales de Cambiemos, no se viera coronada por un crecimiento económico sostenido, que permitiera reducir la incidencia de la deuda sobre la economía, sin dudas volvería el populismo más salvaje y corrupto a hacerse con el poder. Ya en él, se vería enfrentado a la imposibilidad de recurrir al financiamiento externo y, como consecuencia directa, comenzaría a emitir moneda sin respaldo alguno, y el país caería de inmediato en otra hiperinflación.

Porque no podemos soñar imposibles: ¿a quién podría recurrir una Cristina Fernández reencarnada para cubrir el déficit de ANSES, o para reponer los subsidios a la energía y al transporte público?, ¿cómo haría para seguir manteniendo en el Estado a más de un millón de parásitos?, ¿a qué recursos podría apelar para pagar los sueldos de los empleados públicos?, ¿aumentaría la ya insoportable presión impositiva?, ¿volvería a expropiar las ganancias del campo? El peronismo, parte del cual hoy ha pasado a la resistencia, se limita a despotricar contra una situación de la que es único responsable y no ofrece ninguna receta alternativa alguna para justificar su oposición a las medidas que propone el Gobierno para salir de esta terrible coyuntura.

Aunque usted y, en cierta medida, yo mismo tengamos reparos contra la gestión del Presidente y estemos impacientes frente a la demora en reducir la inflación y el gasto público, debemos formularnos algunas preguntas elementales: ¿nos parecen iguales Mauricio Macri y Daniel Scioli, María Eugenia Vidal y Anímal Fernández, Gabriela Michetti y Carlos Zannini, Nicolás Massot y Cuervo Larroque, Nicolás Dujovne y Axel Kiciloff, Carlos Rosenkrantz y Eugenio Zaffaroni?; porque esa es hoy la opción. Y qué decir del resto de las personas que volverían a ocuparse de la cosa pública, muchos de cuales hoy se encuentran en la cárcel o están haciendo fila para ingresar, pero que recuperarían de inmediato la libertad y la calma por obra y gracia de los volubles jueces federales.

Pongámoslo en blanco y negro: el kirchnerismo, el trotskismo y lo peor del corrupto sindicalismo se han juntado para combatir a la Justicia que pretende, por primera vez en muchísimo tiempo, investigar y castigar a sus mayores caciques, se llamen Julio De Vido, Máximo Kirchner, Hugo Moyano, Marcelo Balcedo, Caballo Suárez, Pata Medina, Milagro Salas, Hebe Bonafini, Víctor Santamaría, etc., y con ese único propósito el tren fantasma que han formado ha convocado a una manifestación para el jueves 22; arrearán, una vez más, a los obreros robados para defender a los dirigentes ladrones.     

En resumen, ha llegado el momento de elegir definitivamente entre un ya imposible pasado de imaginado bienestar y un arduo sendero que nos lleva al futuro, abriéndonos al mundo para convivir y competir seriamente en él.  Por eso, convoco a todos mis conciudadanos a poner el hombro para ayudar al Gobierno a superar el aún complicado presente económico y a apostar a ese nuevo horizonte de estabilidad, crecimiento y responsabilidad. Si no lo hacemos, si seguimos mirando sólo nuestro propio y personal interés, nos habremos definitivamente suicidado.


Bs.As., 3 Feb 18