sábado, 29 de diciembre de 2018

Ayer, hoy era mañana




Ayer, hoy era mañana (*)


“¿Cuándo llegará el día en que senadores y gobernadores pensarán más en el buen gobierno del Imperio que en sí mismos, en sus pequeñas estrategias, en sus rencillas y envidias en esa maldita lucha por el poder que a todos debilitaba, rodeados como estaban de problemas dentro y fuera de los límites del Imperio?”. Santiago Posteguillo


En diciembre de 2015, muchos supusimos que un revivido Rey Arturo había llegado a Camelot, pero no pensamos que el exiguo margen por el que había derrotado a Daniel Scioli (1,5%) -me pregunto cuál habrá sido la realidad para que el peronismo, probado experto en manipular resultados, lo haya aceptado con hidalguía- no daría ya al nuevo Presidente una mayoría, pero al menos una paridad, en el H° Aguantadero.

Mauricio Macri cometió el peor de los pecados originales: no tuvo respeto por la sociedad y, por ello y aconsejado por Jaime Durán Barba, se abstuvo de explicar qué explosivos a punto de estallar contenía el paquete que recibía de Cristina Kirchner quien, tal vez por miedo a los daños colaterales, hasta se negó a entregarle en mano. Así, la ciudadanía no pudo tomar conciencia de la magnitud de la catástrofe que se cernía sobre ella, porque tampoco se le dijo que, a partir de entonces, sólo podía aspirar a sangre, sudor y lágrimas.

Macri configuró un multitudinario gabinete de iguales con sus caballeros de la mesa redonda que, carentes de todas experiencia en el manejo de la cosa pública, incurrieron en un sinnúmero de errores garrafales, tanto en materia de comunicación cuanto en la instrumentación de las políticas, y a ello sumaron la indecisión y el retroceso, cuando “la calle” –ese ámbito en el que sólo se expresa el kirchnerismo y sus aliados circunstanciales- les impuso su credo del terror.

Nuevamente, muchos dimos un crédito a Cambiemos, hasta que pudiera revalidar sus títulos en las elecciones legislativas de 2017, y la ciudadanía, movilizada para controlar las urnas, lo garantizó. Pero tampoco entonces se vio un cambio en las actitudes claves que los argentinos esperan, desde siempre, de sus mandatarios: firmeza, decisión, autoridad, ejercicio del monopolio de la violencia legal, férrea postura a favor de la plena vigencia de las garantías constitucionales, austeridad y transparencia.

El Gobierno, nuevamente, volvió a desilusionar a muchos, no porque no supiera que esos muchos –que, además, lo habían votado- tenían razón, sino porque padeció un paralizante miedo a la reacción de esa “calle”, que carece de votos pero cuenta con experimentadas tropas a la hora de apedrear policías y destruir el espacio público.

Hoy resulta, por cierto, muy fácil establecer a qué suma de factores se debe el sideral “riesgo-país” que califica a nuestro país con un ranking crediticio tan malo como algunas naciones de Africa subsahariana o Venezuela. Ese índice, que muestra la diferencia que los mercados marcan en la tasa de interés a la Argentina vs. a los Estados Unidos, refleja claramente cuánta desconfianza inspiramos al mundo.
                                
En la desequilibrada balanza pone, con toda razón, nuestra historia de “defaulteadores” seriales, la carencia de un plan económico claro, los déficits públicos, la indecisión del Gobierno y su dificultad para imponer la agenda de reformas laborales y previsionales, la falta de competitividad de nuestra economía, la enorme presión tributaria, los problemas sociales derivados de un altísimo índice de pobreza, el aumento del peso de la deuda y, por supuesto, la brutal inflación, que alcanzará al 48% anual.

Le suma las incertidumbres que depara una mutación global de impredecibles resultados, derivada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la suba en las tasas de la FED, la renovada importancia militar de Rusia y su creciente presencia en América del Sur, el anunciado retiro de las tropas norteamericanas de Siria y Afganistán y el consecuente abandono de sus aliados tradicionales, el Brexit y las distintas crisis separatistas o populistas que afectan a las naciones de la Comunidad Europea, etc.. Esos hechos golpean a todos los países pero, claro, mucho más a los que presentan economías tan frágiles como la argentina.

Adiciona, por último, la probabilidad de un retorno al clepto-populismo que traería consigo un nuevo aislamiento internacional, salvo respecto a Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia e Irán. Y, por supuesto, escuchan a la noble viuda cuando jura que recreará la Justicia “popular” y avanzará contra la prensa libre, ven que un consejero del Papa invade un canal de televisión privado, y sus preocupaciones aumentan geométricamente.

Obviamente, la alternativa para terminar con ese riesgo tan determinante se cifra en impedir que la ex Presidente compita personalmente, como sucedió con Luiz Inácio Lula da Silva; pero la decisión de enviar, como corresponde, a Cristina Kirchner inmediatamente a prisión depende, exclusivamente, del H° Aguantadero que, al menos por ahora, la protege con sus inconstitucionales fueros. Sin embargo, creo que el terror que padecen los propios legisladores peronistas ante la posibilidad de que vuelva a tener un poder omnímodo y, con ello, rueden las cabezas de todos los que considera traidores –aún aquéllos que se dieron vuelta y hoy la obedecen- podría derrumbar ese muro si, más adelante, una victoria suya se transformara en altamente probable.

Me parece que ha llegado para Cambiemos el momento de decidir: olvida su intención de tener en octubre a Cristina Fernández como sparring, o el riego-país seguirá escalando hasta el infinito. Es claro que se trata de una dura opción ya que, si va presa, el peronismo no K podría poner en duda el sueño reeleccionista pero, por otro lado, una fuerte disminución en las tasas permitiría acceder a créditos internacionales que potenciarían el plan de inversiones en infraestructura, hoy frenado.

Gracias a Dios, las tradiciones violentas de diciembre parecen haber pasado al olvido y eso permitirá que tengamos un fin de año en paz, aunque todavía sin justicia ni concordia. Contra todas las expectativas que había dejado el triunfo de Cambiemos en las legislativas de 2017, el 2018 resultó indudablemente catastrófico, por un cúmulo de factores exógenos (sequía y conflictos internacionales) y los muchísimos errores no forzados del Gobierno. Ahora nos vemos frente a un año que será muy complicado, tanto por la inminente campaña electoral cuanto por el arrastre inflacionario; nuestro pasado, una vez más, nos condena.

Por eso, sólo puedo desear el mejor 2019 posible (que no será mucho) para usted y su familia.

Bs.As., 29 Dic 18

(*) Tango de Acho Estol

sábado, 22 de diciembre de 2018

¡Piedra libre, Enrique y Sebastián!




¡Piedra libre, Enrique y Sebastián!


“Si en el futuro no encontramos lo que 
buscamos, será porque no sabemos buscar”. 
Adolfo Bioy Casares

Aparentemente, el velo tras el que se escondieron durante tantos años los Eskenazy ha comenzado a rasgarse: esta semana, dos notas periodísticas actuaron como tijeras y comenzaron a cortar la enmarañada tela que los protegía, y que tantas veces fueron señaladas en estas columnas desde 2008. Julio Rajneri (https://tinyurl.com/ybvk4zwd) y María Eugenia Estenssoro (https://tinyurl.com/y73kr5q9) describieron, con precisión quirúrgica, el más grave y voluminoso escándalo de corrupción de toda la era Kirchner, que continúa aún hoy por un juicio en Estados Unidos, que nos puede costar otros US$ 5.000 millones. La ex Senadora implicó también en las jugosas –para ellos- maniobras posteriores a la reestatización de un alto porcentaje de la compañía a Miguel Galuccio y su directorio. 

La desmedida ambición de don Néstor, enmascarada tras la figura de estos fieles testaferros (al menos, hasta su muerte), no sólo hizo perder a la Argentina la cómoda autosuficiencia energética de la que disfrutaba, que le permitía además exportar electricidad y gas a los países vecinos, sino que implicó para el Tesoro una sangría equivalente a los US$ 50.000 millones por la consecuentemente imprescindible importación de energía, sobreprecios y coimas incluidos.

Para comprender la magnitud del desfalco, basta con pensar qué sucedería hoy con la economía argentina, tan fuertemente golpeada, y con los índices de pobreza y de inflación si el país dispusiera de ese dinero: se duplicarían las reservas internacionales actuales y hubiera resultado innecesario recurrir al auxilio del FMI; o se podrían construir cientos de rutas, viviendas, escuelas y hospitales.

Espero que ahora, los jueces que investigan desde que Lilita Carrió denunciara la monumental maniobra delictiva que llevó a los queridos Enrique y Sebastián Eskenazy a YPF, llamen a todos y a todas, finalmente, a dar las explicaciones del caso, ya bajo la lupa de la SEC en Estados Unidos. El jueves, la Cámara Federal le ordenó al Juez Claudio Bonadio profundizar la investigación sobre estos amigos por su rol en el desfalco de la obra pública, otra lata en la que metieron las manos.

El peronismo, tan hipócrita siempre, en su versión kirchnerista hoy se rasga las vestiduras ante el salvavidas del Fondo, que impidió que nuevamente nos ahogáramos, como había soñado para lograr la impunidad. Olvidó, como hace habitualmente, los préstamos del organismo a los que recurrió el fundador muerto, y el otro mega-negociado que montó el bizco con su actual vecino de nube, don Hugo Chávez, cuando los canceló.

Pero eso no es nuevo: recordemos que el PJ tiene una enorme representación legislativa y, mientras se mantiene unido en la inicua persecución a los militares que combatieron a la subversión, ha cubierto con una pesada manta ignífuga a sus líderes históricos, que organizaron y armaron hasta los dientes a la Triple A, de cuyos crímenes nadie habló nunca más. En la neo-historia argentina, la represión a la guerrilla durante el gobierno de Isabel Perón, sólo resulta reprochable para quienes defendieron el Comando de Sanidad, el Regimiento 29 de Formosa, los arsenales de Monte Chingolo, el Regimiento de Azul, etc.; esa misma tapadera funciona para los políticos que firmaron los decretos de aniquilamiento de la guerrilla que actuaba en los montes tucumanos, pero no para los uniformados que lucharon contra ella.

Quienes los atacaron a sangre y fuego establecimientos castrenses siguen siendo considerados “jóvenes idealistas”, homenajeados en el Parque de la Memoria (ese que dispone de 30.000 chapitas para los nombres, pero sólo ha conseguido llenar 8.000, aún recurriendo a los asesinados por las mismas organizaciones terroristas) por el Gobierno y, curiosamente, por los mandatarios extranjeros que nos visitan, que son arrastrados a tirar flores al río aún cuando hayan sufrido similares atentados en sus propios países.

Esa persecución ahora se ha trasladado a los héroes de la guerra de Malvinas, ya que un grupito de ex soldados, todos ellos seguidores de la “viuda negra”, denunciaron a sus oficiales por supuestas torturas que inventaron haber padecido en las islas, y han sido llamados a prestar declaración indagatoria catorce veteranos, condecorados por su actuación durante el conflicto bélico.

Y también continúa contra quienes derrotaron al Movimiento Todos por la Patria (antes se llamaba ERP) en su salvaje asalto al cuartel de La Tablada, a quienes ahora acusan de asesinar a sangre fría a los guerrilleros, los mismos que no dudaron en matar conscriptos y oficiales por el solo hecho de serlo.

La sociedad en general, también como siempre, mira para el costado, se desentiende y calla frente a todos estos disparates, organizados por los Kirchner para obtener el apoyo de la izquierda, pero sostenidos sin solución de continuidad por el actual gobierno; la Secretaría de Derechos Humanos no sólo impulsa estas acciones sino que se niega a informar a quién y por qué recibieron los miles de millones de dólares pagados en indemnizaciones a los terroristas.

Para confirmar de qué negocio estoy hablando, basta con saber que a los Maldonado, familiares del tatuador ahogado, se le entregaron casi dos millones de pesos del erario público para sostener su falsa pretensión de transformar esa tragedia en una desaparición forzada, víctima del poder.

Deseo que usted y los suyos tengan una muy feliz Navidad, y que el Señor renacido traiga bajo el brazo la justicia y la concordia que tanto necesitamos. Hasta el sábado próximo.

Bs.As., 22 Dic 18

sábado, 15 de diciembre de 2018

Un asco irrefrenable





Un asco irrefrenable


“Más que la civilización, la Justicia es la necesidad del pueblo”. 
Pietro Colletta


Esa sensación me embarga, como le sucede a muchos, desde que nada menos que Amado Boudou, el ex Vicepresidente que se convirtió en tal cuando sugirió a Cristina Elisabet Fernández apoderarse de los ahorros de quienes habían optado por el sistema de capitalización previsional, fue excarcelado mediante el pago de una multa insignificante, sólo cuatro meses después de haber sido condenado a cinco años de prisión por corrupción, pese a tener otros cuatro procesos pendientes. Sólo veinticuatro horas después, su cómplice en el robo de la máquina de fabricar nuestro dinero, José María Núñez Carmona, recibió el mismo privilegio.

Así, una vez más, la Justicia se cubrió de mugre, dando la razón a quienes tan poco confían aquí en ella, que debiera ser garantía de igualdad y de inexistencia de privilegios de todos los ciudadanos. La mayoritaria indignación social provocada por el fallo, sin embargo, no generó una masiva manifestación de rechazo, tal como nos tienen acostumbrados la izquierda vernácula y sus circunstanciales aliados para imponer a autoridades y legisladores sus deseos por los métodos más violentos, pese a lo menguado de su caudal en las elecciones; evidentemente, nada nos conmueve lo suficiente a los demás como para salir a la calle a reclamar que se cumpla con la Constitución.

Recuerdo que, en las competencia electoral de 1983, Raúl Alfonsín e Italo Luder lograron, sucesivamente, concurrencias que superaron largamente el millón de personas en la Avda. 9 de Julio y que, cuando Carlos Menem quiso privatizar las empresas del Estado, quienes se oponían a esa política llenaron la Plaza de Mayo; pero espontáneamente también, otros argentinos, se movilizaron para manifestar su vocación por achicar el gasto público, superando ampliamente a aquéllos. Es evidente que, como diría Leopoldo Lugones, nos hemos empequeñecido de corazón y, en cambio, desarrollado un cómodo tejido adiposo, que nos impide actuar a favor de nuestros intereses sociales, si ello implica asumir graves riesgos como, por ejemplo, perdernos un partido de fútbol por televisión.

Es cierto que el fallo que condenó a parte de la banda (los verdaderos responsables aún no se han sentado frente a los jueces) todavía no está firme, ya que puede ser apelado ante Casación y, muy probablemente, llegue a la Corte Suprema, pero estos tránsfugas estaban ya en prisión porque, claramente, podían interferir en la investigación –una de las razones que justifican la privación de la libertad; la otra, el riesgo de fuga- de la conducta de otros importantes miembros de esa asociación ilícita: vgr. Jorge Brito y Gildo Insfrán.

Si bien Boudou ya no es funcionario, la administración pública y hasta el Poder Judicial están llenos de quintacolumnistas enterrados por el kirchnerismo como minas antipersonales, y todos ellos están dispuestos a pagar los favores recibidos con acciones que favorezcan política y judicialmente a los saqueadores o con omisiones que traben el desempeño del Gobierno.

Pero lo que más sorprende de este período, en el cual muchos cifrábamos esperanzas con relación a la situación de los únicos presos políticos de esta democracia falluta, es la cotidiana doble vara que aplican todos, desde los jueces prevaricadores hasta los funcionarios encaramados en cargos relacionados con el tema, como el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Éste continúa no sólo protegiendo el negocio de quienes tanto han lucrado sino, mucho peor aún, impulsando estas inicuas persecuciones a través de los fiscales que le son adictos.

Porque nadie puede sostener hoy que, a más de cuarenta años de los hechos, los militares detenidos en inmundas mazmorras puedan tener alguna influencia sobre las presuntas pesquizas y, menos aún, evadir la acción persecutoria fugándose. A pesar de eso, y como lo demostró la Corte hace una semana, para ellos no rige ningún derecho constitucional, como la irretroactividad de la ley penal o el principio de inocencia, así como tampoco los máximos plazos legales en materia de prisiones preventivas, en todos sus casos vencidos hace años.

Pero no es sólo culpa de jueces o funcionarios: la sociedad entera convalidó con su silencio la represión de las organizaciones terroristas hasta su aniquilamiento, ordenada por el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón, ya que estaba harta de la violencia de los asesinatos del ERP y Montoneros, llamó unánimemente –peronistas incluidos- a los militares para que, en marzo de 1976, la desalojaran de la Casa Rosada por la inoperancia de su gobierno, el caos administrativo y el clima de guerra civil que las acciones de la Triple A habían generado.

Hoy, esa misma sociedad mira para otro lado e ignora el tema, porque ha elegido a estos dos mil veteranos de tantas batallas para que carguen solos con la pretendida culpa de todos, tal como sucedió tantas veces en la historia de la humanidad. Sobre esas dos mil cabezas, el conjunto depositó sus presuntos pecados colectivos y, si purgarlos requiere hasta de sus vidas, lo considera un precio razonable que, pagado, impida que nadie más pueda culpar al resto de los argentinos. ¡Qué actitud hipócrita, miserable y cobarde!

He debido, por razones profesionales, la reunión fundacional del P.A.D. hasta febrero; le haré saber el lugar y la fecha con anticipación. Hasta la semana próxima.

Asunción, 15 Dic 18

sábado, 8 de diciembre de 2018

Ausencias y conductas bochornosas





Ausencias y conductas bochornosas

“Muchos jueces son absolutamente incorruptibles;

nadie puede inducirles a hacer justicia”.

Bertolt Brecht


En medio de la reactivación de las causas judiciales por corrupción, que amenazan con llevar a la cárcel a encumbrados empresarios y funcionarios de relevancia, todos los cuales dicen haber padecido cegueras direccionadas que les impidieron ver los cuantiosos y estrafalarios movimientos de dineros non sanctos que realizaban sus subordinados y pasaban por delante de sus narices en bolsos de todo tipo, una dolencia que al parecer resultó epidémica y común entre los jefes de Gabinete de los Kirchner, me siguen haciendo ruido algunas escandalosas ausencias en la larga lista de quienes han sido llamados a contar sus historias por el Juez Claudio Bonadio.

Me refiero, claro, al camaleónico Alberto Fernández, al inefable Anímal Fernández y al siempre resbaloso Sergio Massa, tres espléndidas muestras de cuántas volteretas se pueden dar dentro de la sopa del famoso movimiento sin caerse nunca del plato, tan hondo él. Pero en la planilla de esa generala me falta tachar también a dos empresarios, cómplices del peor y más grande desfalco que sufrimos los argentinos durante el kirchnerismo, a los cuales nadie parece haberles preguntado nada, pese a las obvias respuestas que pudieran dar para esclarecerlo: Enrique y Sebastián Eskenazi.

He escrito mucho sobre ambos, desde la época en que “compraron” el 25% de YPF para su mandante don Néstor (qepd) y, desde entonces, me ha llamado la atención que nadie investigara a Petersen Energía (de Australia) ni a sus homónimas españolas para descubrir quiénes son sus verdaderos y ocultos dueños. La más reciente, cuando un fondo especulativo inició una demanda contra nuestro país ante los tribunales de Nueva York por una suma que podría alcanzar una cifra sideral; puse por título “Cristinita, ¿otros US$ 5.000 MM?” a esa nota, que puede leerse en mi blog.

A comienzos de la semana pasada, en la vorágine desatada por la finalmente exitosa reunión del G-20, pasó desapercibida una noticia penal económica. El Banco de San Juan –también propiedad de esta próspera familia, al igual que el de Santa Cruz (¡oh, casualidad!)- y sus directivos fueron condenados por la Justicia federal a pagar una multa de US$ 17 MM por simular operaciones cambiarias, mediante la falsificación de documentos y firmas de sus clientes, para derivar los fondos al mercado negro en beneficio propio.

Como se ve, el saqueo continúa, pero quienes lo encabezan -¿dónde está Jorge Brito, eterno operador de la corrupción?- siguen gozando de una pasmosa tranquilidad en sus mansiones, al igual de aquéllos para los que actuaron como testaferros.

Pero el epígrafe de esta columna hoy va dirigido, con todo cariño, a dos ministros de la Corte Suprema de Justicia: Elena Highton de Nolasco y Horacio Rosatti. Ambos cambiaron el voto con que habían resuelto el caso “Muiña” a favor del condenado por aplicación de la ley más benigna, y ahora decidieron que a los militares y civiles que combatieron y triunfaron en el campo de batalla contra la subversión y el terrorismo no les corresponde ninguno de los derechos que la Constitución, teóricamente, garantiza para todos los habitantes de la Argentina.

Para dar razón a esa injustificable pirueta se ampararon dando constitucionalidad a una “ley interpretativa” de este año que, haciendo verdaderos malabares idiomáticos, nos explicó, retroactivamente, qué habían querido decir los legisladores de entonces cuando sancionaron la ley del 2x1 (cada día en exceso del máximo de prisión preventiva se computa doble). Se sumaron así a Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, que ya habían votado así en la discusión anterior, para constituir una nueva e indigna mayoría.

Los pendones del honor quedaron, a partir de ese fallo, sólo en manos de Carlos Rosenkrantz, el Presidente de la Corte que, a contrapelo de su propia ideología, votó en disidencia por respeto a la ley y a la Constitución, que debieran ser la única razón de los jueces.

Los dos mil ancianos, vergonzosos presos de esta rara y deficitaria democracia seguirán, entonces, muriendo en las inmundas cárceles donde los mantiene la cobarde y pusilánime actitud de todo el arco político y de todos los poderes del Estado, que inexplicablemente tiemblan de miedo frente a una izquierda violenta pero insignificante a la hora de contar los votos.

Ese mismo pavor, y la estupidez congénita de algunos, se expresa hoy a gritos contra el protocolo de seguridad establecido por la Ministra del área, Patricia Bullrich, para defender la vida de los ciudadanos y de los propios policías contra los delincuentes que, arropados en la impunidad que les garantizan los jueces de la puerta giratoria, pululan en nuestras ciudades.-

Mauricio Macri, finalmente, ha descubierto que sus actitudes pseudo-progresistas están atentando contra la base electoral del PRO y, ante el giro copernicano que está sufriendo la política en el mundo entero, ha decidido capitalizar al menos una parte del “efecto Bolsonaro”, que está cambiando el perfil de muchas sociedades, incluyendo curiosamente a la andaluza. Sobre todo, ha percibido que cualquier figura, por muy desconocida que sea, puede transformarse, en muy poco tiempo, en un fenomenal competidor si monopolizara esas banderas en la Argentina.

Bs.As., 8 Dic 18

sábado, 1 de diciembre de 2018

Carrozas de fuego




Carrozas de fuego


“Leyes hay, lo que falta es Justicia”. 
Ernesto Mallo

El innegable éxito que tiene la reunión del G-20, traducido en la presencia de tantos líderes mundiales, en la eficacia de la organización y, sobre todo, en la tranquilidad con que pudo desarrollarse –en marcado contraste con lo que sucediera en Hamburgo, en Seattle y en tantas otras ciudades en las que la violencia de los grupos anti-globalización desataron verdaderos infiernos- trajo a mi memoria una frase de Leopoldo Lugones: Temple moral debía tener el pueblo que mandaba el general Rosas cuando fue capaz de producir Caseros”.

Lo único negativo fue que el protocolo nacional, como siempre, haya llevado a mandatarios extranjeros, muchos de los cuales han soportado atentados en sus propios países, a tirar flores al río en memoria de los asesinos; me sigo preguntando si Mauricio Macri, al visitarlos, también homenajea a los terroristas de Londres, de Madrid, de Niza o de Nueva York.

Al gobierno de un país tan poco influyente como el nuestro no se le podía pedir más resultados de la cumbre, aunque fungiera de anfitrión, por la marcada crisis del multilateralismo que, tan bien descripta por Andrés Cisneros en Infobae, resulta determinante. Las posiciones de Donald Tramp contra China, de Vladimir Putin en Crimea  y los problemas internos de Theresa May, Emmanuel Macron, Angela Merkel y Mohamed bin Salman, a lo cual debe sumarse el inminente fin de los mandatos de Enrique Peña Nieto y Michel Temer, auguraban un flaco resultado concreto de la reunión. Mañana lo confirmaremos, por la falta de un compromiso por el calentamiento global.

La semana próxima someterá a la Corte Suprema de Justicia a una prueba de fuego, puesto que ha fijado para el martes la decisión sobre la inconstitucionalidad de la Ley 27.362, con la cual el H° Aguantadero pretende seguir violando los derechos humanos de los militares que derrotaron al terrorismo después del fallo “Muiña”, que determinó una reducción en la pena de uno de ellos por aplicación del cómputo de dos días por cada uno pasado en prisión preventiva, o sea, el famoso “2x1”.

Uno de los principios rectores del derecho penal establece que siempre se debe aplicar la ley más benigna al reo, y eso fue lo que hizo la Corte entonces; la izquierda, siempre comprometida y masivamente presente, salió a la calle para acobardar a nuestros valientes legisladores, que no tuvieron mejor idea que “interpretar retroactivamente” la ley vigente.

Pero eso no es nada nuevo, porque a los mismos militares que aún no han tenido el gesto de morirse y dejar de ser un problema, no se les reconoce ninguno de los derechos humanos que sí se reclaman para los asesinos de los ‘70s, ni siquiera el límite máximo a la prisión preventiva, violado en la mayoría de los casos.

La Constitución Nacional, en su artículo 18, establece que “ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso”. Ese texto refleja un principio que rige en todo el andamiaje legal de Occidente, a punto tal que se repite en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el Estatuto de Roma, bajo el cual fue creada la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya.

Ello significa, lisa y llanamente, que nadie puede ser juzgado criminalmente por hechos que no se definían como delito a la fecha de su comisión. Para que se entienda mejor, usted sale hoy con un saco blanco y, días después, se pena con cárcel el uso de esa prenda; acto seguido, usted es detenido y sometido a juicio por esa razón. Eso es, precisamente, lo que aquí se sigue haciendo.

El Congreso había sancionado, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, las leyes llamadas de “obediencia debida” y de “punto final”. El objetivo de las mismas era cerrar las heridas que habían quedado en la sociedad, y limitar el juzgamiento por los excesos en la represión a los comandantes que integraron la Junta militar en sus sucesivas conformaciones. Luego, Carlos Menem, indultó a quienes habían sido condenados, incluyendo en esa medida a los líderes de las organizaciones terroristas que estaban en la cárcel, comenzando por Mario Firmenich, jefe de Montoneros.

Los períodos de Fernando de la Rúa y de Eduardo Duhalde no produjeron novedades en la materia pero, al llegar Néstor Kirchner a la Casa Rosada en 2003, se disfrazó de progresista y consiguió transformar al Congreso en una mera escribanía, apoyado por la mayoritaria bancada peronista que, para ello, olvidó las diferencias y se encolumnó, como siempre hace, detrás del nuevo jefe. Acto seguido, fueron derogadas las leyes de Alfonsín y los indultos de Menem, en este caso sólo para los militares.

A partir de entonces, se generaron la infinidad de juicios que aún continúan, realizados por jueces “especiales” que retroactivamente aplicaron la ley penal común para juzgar actos cometidos bajo el derogado Código de Justicia Militar, olvidando que nadie puede ser juzgado dos veces por los mismos hechos, con falsos testimonios “construidos colectivamente”, ignorancia de las claras pruebas exculpatorias, etc.

Espero, en concordancia con la declaración de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, que la Corte actúe nuevamente conforme a derecho e ignore la reacción de quienes sólo buscan perpetuar el negocio monstruoso montado alrededor de unos derechos humanos tuertos, como sucede con el reciente caso Maldonado, que tanto dinero nos ha costado.

Bs.As., 1 Dic 18