Sin
pan y sin tortas (¿o con?)
“Cuando estén
secas las pilas de todos los timbres que vos apretás, buscando un pecho
fraterno para morir apretado” Enrique Santos Discépolo
La ridícula
participación de nuestra egregia Presidente en la Asamblea General de las
Naciones Unidas fue, tal vez, la mayor muestra del profundo estropicio que el
kirchnerismo ha cometido en materia de relaciones internacionales, no todas
ellas atribuibles a la estupidez y a la ignorancia de nuestro lamentable
Canciller, el Twitterman. Ir a Nueva
York a rogar que el Parlamento de Irán apruebe el memorándum que tuvo un
trámite express, hace ya un año, en su homólogo argentino por orden de doña
Cristina, torna aún más inexplicable todo el asunto, que tuvo un enorme costo
político interno para el Gobierno.
Las
razones que los mentideros locales dieron, en su momento, a esa enorme torpeza
tampoco permitieron, a la fecha, justificarla: ni la balanza comercial con Irán
ha mejorado y, mucho menos, llegaron combustibles para paliar la profunda
crisis energética en que la voracidad y la rapiña del matrimonio imperial ha
provocado y que, seguramente, tendrá consecuencias gravísimas en el futuro
inmediato. Peor aún: el alineamiento de los países del arco chavista con el
régimen de Ahmadinejad terminó abruptamente cuando éste perdió el poder y la realpolitik obligó a su sucesor a abrir
promisorias negociaciones con Occidente. O sea, Argentina no obtuvo beneficio
alguno con la firma del memorándum en cuestión y, por el contrario, quedó del
lado de quienes perdieron.
La
soledad de nuestro país se manifestó, una vez más, en el silencio de Brasil y
otros países amigos que, más allá de la habitual retórica diplomática, siguen
discutiendo fuertemente las maniáticas posiciones de Patotín Moreno, pero quedó cruelmente expuesta por la casi total
ausencia de delegaciones extranjeras durante el prolongado discurso -¡duró 45
minutos, cuando lo permitido es 15!- con el cual la Presidente apabulló al
mundo entero. Inclusive España, que tiene similares problemas a Malvinas en
Gibraltar, rechazó asociarse a nuestro país en su reclamo.
En otro
orden de cosas, muchísimo más gravitante por cierto, debo referirme a un tema al
que hice a lo largo de varias notas recientes: el inminente robo de más de
cuatro mil millones de dólares de las ya exhaustas reservas del Banco Central.
Obviamente, estoy hablando de la obligación de pagar, el año próximo, esa
enorme suma a los tenedores de los bonos atados al crecimiento del PBI
argentino.
Como
recordará, expliqué claramente que, al falsear el Indec las cifras de ese
crecimiento, nacería esta obligación que, incluida en la Ley de Presupuesto
2014, ya ha recibido media sanción en la ex H° Cámara de Diputados y que,
seguramente, será sancionada por el ex H° Senado en quince días, conjuntamente
con la extensión de la absolutamente justificable emergencia económica. Me
permitiré, entonces, volver a formularle una pregunta: si todos los economistas
y analistas del mundo, incluidas las universidades de Harvard y Buenos Aires,
están convencidos que la Argentina no creció este año, ¿quién puede haber
comprado anónimamente esos bonos, salvo quien hubiera podido manipular las
cifras? Al cobro los presentarán bancos, que actuarán en nombre de ocultos
clientes, pero tenga la más absoluta certeza de que, tras esos velos, se
ocultan caras en exceso conocidas. ¿Serán éstas las tortas finales de la década
rapiñada?
Habría
que pensar, e investigar, qué –o cuánto- pueden haber recibido los diputados
teóricamente de oposición que contribuyeron, con su esencial voto, a que el
Gobierno obtuviera tal regalo para sus bolsillos, por lo demás ya tan llenos y,
sobre todo, analizar muy bien quiénes integran cada una de las listas-sábana
que nos serán propuestas en menos de un mes, cuáles son sus antecedentes
personales, cuán honestos son. No vaya a ser cosa que elijamos, los argentinos,
otra vez mal y sigamos convalidando nuestro derrumbe como sociedad y como país.
La
educación o, mejor, la increíble decadencia que ha sufrido, pese al incremento
de la asignación de recursos, sólo superada durante la presidencia de Arturo
Illia, ha vuelto a aparecer en los titulares de la semana por los mismos
motivos, la toma de colegios por estudiantes que pretenden decidir acerca de
cómo debe educárselos. La frutilla de ese trágico postre fue, por supuesto, la
invasión de cinco alumnos del otrora glorioso Nacional Buenos Aires a la
iglesia de San Ignacio, que intentaron destruir e incendiar después de
profanarla; increíblemente, el acto fue justificado por el Ministro del área,
el compañero Sileoni.
La
violencia habitual, incrementada al punto de poner en riesgo la vida del candidato
a diputado que encarna el fin de ciclo presidencial y matrimonial, volvió por
sus fueros hace ya una semana; la forma en que reaccionaron los naturales
responsables de la seguridad pública –tan preocupados por el desierto que
comenzarán a atravesar cuando concluya- dejó muy pocas dudas acerca de qué filiación
tenían los agresores.
Finalmente,
un pequeño párrafo para referirme a la encendida defensa que hizo doña Cristina
de DirecTV y la posibilidad que el sistema de televisión satelital brinda a sus
usuarios de acceder a todos los canales del mundo; si los más pobres y
miserables de los argentinos tuvieran acceso a ellos y, entonces, verificaran
cómo viven los españoles, los griegos y los portugueses que se encuentran en su
misma condición (caídos del sistema), rápidamente comenzarían a construir
balsas para emigrar a esa Europa en crisis con que la Presidente dice comparar
a nuestro exitoso país, después de quemar la Casa Rosada, Olivos y los hoteles
de Calafate.
En
resumen, el Gobierno sigue bailando en la cubierta del Titanic, a pesar de
saber el tamaño –del cual ha sido gran responsable- del iceberg puesto a flotar
por una ciudadanía harta de prepotencia, de mentira, de inseguridad y de tantos
otros males que nos aquejan, agravados después de toda una década ganada por tan pocos, contra el cual chocará el buque
kirchnerista.
Bs.As.,
29 Sep 13
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