Paracaídas
para no Todos ni Todas
"En el traicionero mundillo político, la lealtad tiene fecha de
vencimiento". James Neilsen
El viernes por
la noche tuve una certeza: la suerte de mi país está echada. El Gobierno renovó
sus ataques a la Justicia, con mayor virulencia y menos formas aún. Tras la
sanción del Código Procesal Penal y remover a un Juez de Bahía Blanca, que
intervenía en el caso de las facturas falsas de Lázaro Bóvedas Báez y su hijo, el jueves hizo lo mismo con el Juez Luis
Cabral, el molesto subrogante en la Sala de la Cámara de Casación Penal que
debe decidir sobre la inconstitucionalidad del memorandum firmado con Irán, ya
decretada por las dos instancias inferiores. Procura así poner la lápida final
sobre la denuncia del Fiscal Nisman contra la Presidente, que le costó la vida.
Pese a la
enorme gravedad del tema, no suscitó reacción alguna en una sociedad adormecida
y adocenada que, en cambio, prefirió depositar todas sus energías en el partido
en que nuestra selección, agónicamente, consiguió superar por penales a la
colombiana y, así, pasar a la ronda semifinal de la Copa Sudamericana de
Fútbol. Si esa es la nula importancia que los ciudadanos damos a las
instituciones, bien hace Cristina Kirchner en pisotear todo para alejar el
riesgo de futuras complicaciones penales.
Lo hubiera
podido entender y justificar si esa conducta autista se hubiera dado entre
aquéllos que, ignorados por los números presidenciales, deben hacer malabares
para sobrevivir con ingresos que la inflación devora al ritmo de un pacman; el
pan es tan escaso que el circo resulta poco menos que indispensable. Sin
embargo, la clase socio-económicamente más alta, aquélla que se supone más
instruida e interesada en la cosa pública, ni siquiera en defensa propia se
comportó de un modo diferente; en lugar de sufrir por la destrucción de la
República, y actuar en consecuencia, se vistió con camisetas y gorros de
colores patrios para sentir que compartía un destino común, aún cuando éste fuera
intrascendente.
El Tte. Gral.
César Milani pidió su retiro; el original militar estaba acosado por la
Justicia en dos causas por violación de derechos humanos y, tal vez la más
complicada, por enriquecimiento ilícito. Rápidamente, comenzaron las
especulaciones acerca de los motivos que llevaron a la noble viuda a soltar
lastre con vistas a unas elecciones generales que prometen darle un disgusto
mayúsculo. Creo que ya es un poco tarde para que tirar por la borda el excesivo
peso de personajes relativamente menores pueda surtir efecto sobre un
electorado harto de soportar tanta arbitrariedad y tanta corrupción. Por lo
demás, ¿aceptará Milani mansamente ir preso sin contar lo mucho que sabe?
Pero el asunto
merece ser observado desde otro ángulo. Cuando se cerraron las listas para las
elecciones nacionales de presidente y vice, de varios gobernadores, de
legisladores de todo tipo y color, quedó demostrado que para Cristina no hay
lealtades que valgan, y que los paracaídas no alcanzan. El peronismo, desde su
origen, tiene un Día de la Lealtad porque los otros 364 son los de la traición,
y hasta los barones del Conurbano
practican esa conducta, yendo y viniendo con sus garrochas.
La primera
demostración la dio el trato que dispensó a Florencio Tren Randazzo, que se enteró por televisión que su candidatura había
dejado de existir por voluntad de la emperatriz del Calafate; que su principal
sostén hasta ese momento, Carlos Chino Zannini,
se hubiera pasado al otro bando e integrara su fórmula, no hizo más que
aumentar la dosis de sapos que fue obligado a tragar. Más sorprendente aún fue
la ausencia de Guita-rrita Boudou
entre los candidatos, ya que ni siquiera fue nominado para integrar el ilusorio
Parlasur, un organismo consultivo que, salvo que mucho cambie en la región antes
de 2019, jamás llegará a existir.
Hoy, sin
embargo, el más importante paracaídas se lo quitó a SS Francisco. Creí que
bastaría el respaldo explícito que brindó al Dr. Carlos Fayt, a través de una del
Cardenal Poli, para frenar la embestida oficial en su contra. Sin embargo, la
Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados siguió adelante y el
jueves recibió, en una reunión secreta a la que asistieron sólo oficialistas,
el exótico testimonio de una neuróloga; ¿qué habrá dicho sobre alguien que no
conoce? El Papa está pagando, para muchos argentinos, el costo resultante del deferente
trato que brinda a la Presidente y a todo su entorno, incluida La Cámpora; si,
además, doña Cristina responde aprobando el aborto no punible, negando la
pobreza y destruyendo lo poco que queda de la República, ese precio repercutirá
en la imagen social de la Iglesia toda.
Lo entienda o
no la ciudadanía, la noble viuda, asesorada por el Chino, está perpetrando lisa y llanamente un golpe de Estado. ¿Hasta
cuándo lo permitirá la Corte Suprema sin abocarse a tratar el tema, sentenciar
la imposibilidad del Ejecutivo de continuar por esta senda de agravio a la
República y, eventualmente, procesar a la Presidente y pedir su destitución al
Congreso?; no lo conseguirá, dado que el oficialismo dispone de las mayorías
necesarias para impedirlo, pero permitiría que la sociedad tomara conciencia de
los gigantescos peligros que surgen de estas conductas y que, seguramente, deberá
enfrentar de hacerse Daniel Lancha Scioli
con el triunfo en octubre.
Y digo esto
por una simple razón. Doña Cristina y su Ministro de Economía, el inefable Axel
Estigma Kiciloff, siguen sembrando de
minas económico-financieras el futuro; es probable que comiencen a explotar
antes del fin de su mandato, como lo demuestra la escapada del dólar blue pero, sea o no así, quien quiera
que la herede deberá enfrentar un ajuste monumental; un breve inventario
incluye la inexistencia de dólares en el Banco Central, el déficit estatal, el
desmadrado gasto público, los vencimientos de deuda de corto plazo, los niveles
de pobreza e indigencia, la necesidad de importar gas, los impagables subsidios
al transporte y la energía, el conflicto con los holdouts, etc. Si venciera, como creo que sucederá, Mauricio Macri,
la solución tendrá que venir de la mano de la reconciliación con el mundo y el
consecuente acceso a las inversiones y a los mercados voluntarios de crédito.
Pero si ganara
Lancha nadie estará dispuesto a asumir
los riesgos que la presencia del Chino,
un fervoroso seguidor del maoísmo en su más arcaica version, implica; así, no
tendrá otra posibilidad que atar más nuestro destino a la voluntad de Beijing, que
necesita materias primas para alimentar a su población y a su industria, que tiene
sumo interés en participar en el control del Atlántico Sur y en la futura
discusión sobre la Antártida, y para el cual todas nuestras necesidades financieras
son sólo cambio chico; Argentina recibirá así el mismo trato que hoy aplica China
a los países africanos en los que está presente, que saquea impunemente, y no se
alterará la relación sumisa que el Gobierno mantiene -recuerde que hay imperialismo
malo (el británico, en Malvinas) e imperialismo bueno (el chino, en la base militar
de Neuquén)- con Xi Jinping y, también, con Putin, con Maduro y con Rouhaní, todos
ellos campeones olímpicos de la democracia y los derechos humanos.
Estamos frente
a una trágica encrucijada histórica -¿asado o chop suey?- y por como actuemos ahora
se definirá nuestro futuro. Lamentablemente, no soy demasiado optimista puesto
que el "sálvese quien pueda" ha inoculado su virus letal en la
sociedad, que sigue sin percibir que el egoísmo y el desinterés nos resultarán
mortales.
Bs.As.,
28 Jun 15
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