Cisnes
y tsunamis
“Y a pesar de
los pesares, mientras escribo
y vivo, sigo siendo y perteneciendo”.
Leonardo Padura
Hasta
hace una semana, muchos me oyeron decir, con total seguridad: con la “foto” de
ese momento, no con la “película” hasta octubre, Mauricio Macri ganaría en
primera vuelta; y basaba esa afirmación en una originalidad de nuestro sistema
electoral, que convierte en triunfador a quien obtenga el 40% de los votos y
diez puntos porcentuales de diferencia con quien resulta segundo. Pero el film
continuó su desarrollo y aparecieron cisnes muy oscuros, de la mano de las
cifras de inflación, pobreza, desempleo y caída de la actividad económica, el
alza en la cotización del dólar y hasta el tsunami contra la lira turca.
Hoy, esa
certeza que me acompañaba ya no existe. Y no porque el peor pájaro negro en el
tablero de control de la campaña electoral de Cambiemos haya aparecido (que
Cristina Elisabet Fernández desista de su candidatura o sea detenida), sino por
la absurda insistencia del Gobierno en formular predicciones optimistas que,
rápidamente, la realidad convierte en alocadas fantasías. Así, se ha jugado, y perdido,
el esencial motor de cualquier política económica: la confianza en el operador.
Ha
contribuido enormemente, claro, la incertidumbre que, sobre el futuro, proyecta
el ignominioso núcleo duro de votantes de la viuda de Kirchner. Eso, otro error
de Cambiemos, produce dos efectos de algún modo contradictorios, ya que impide
que el peronismo se una en una candidatura común pero, a la vez, incita a los eventuales
inversores -externos y propios- a diferir sus decisiones hasta tanto se sepa,
recién en octubre o noviembre, cómo serán los próximos cuatro años en la
Argentina.
Porque,
si se atienen a las afirmaciones más revulsivas de los adláteres de Cristina
acerca de cómo sería su regreso, caen literalmente en el terror: la ampliación
de la Corte Suprema para llenarla de “militantes”, la censura a la prensa
libre, el desconocimiento de los acuerdos con el FMI, el control de cambio y el
incremento de impuestos y, por supuesto, la restauración del famoso “vamos por todo” que debieran actualizar,
dada la situación en que dejaron al país, a “vamos
por lo que queda”.
Mauricio
Macri no supo, no pudo o no quiso cumplir sus promesas de campaña –terminar con
el “curro” de los derechos humanos, disminuir fuertemente el gasto público, reducir
drásticamente la pobreza, acabar “fácilmente” con la inflación- y defraudó a
sus feligreses naturales, tal vez por un pusilánime e injustificable temor a la
izquierda más irredenta que jamás lo votará, al no hacer un oportuno y completo
inventario de la herencia recibida, promover la discusión sobre el aborto y la
infame educación sexual inclusiva e insistir en los amañados juicios llamados
de “lesa humanidad” y la persecución a los militares de los 70’s.
Es cierto
que ha alcanzado enormes logros durante su gestión, ya que no debiéramos
olvidar que levantó el cepo cambiario, nos reinsertó en el mundo civilizado,
terminó con el default, recuperó las reservas monetarias, reactivó la inversión
en obras públicas fundamentales, redujo los precios de las mismas en un 40%, facilitó
enormemente las investigaciones por corrupción, reinstaló la institucionalidad
y la total libertad de prensa, incluyendo la natural pluralidad de voces en los
medios públicos, etc., pero todo eso habla al corazón de los votantes, que responden
mucho más con su bolsillo, ahora tan enflaquecido.
Esa
desconfianza vital que produce el tembladeral económico tiene causas tan
antiguas como esta sociedad que hemos construido -y suicidado- los argentinos:
la utilización de nuestra propia moneda sólo como elemento de intercambio y del
dólar estadounidense como reserva de valor, nuestra historia de defraudadores
seriales, nuestra innegable vocación populista, nuestra incapacidad para
limitar nuestros gastos a nuestros ingresos, nuestra dependencia personal del Estado,
sea como empleados del mismo, sea como dispensador de bienes, regulaciones, subsidios
o servicios.
Pero,
dado el reducidísimo tamaño de nuestro mercado de divisas y sin transformarme
en cultor de conspiraciones, es probable que tenga otra causa menos sancta aún: el pánico que cunde entre
los ex funcionarios, tan enriquecidos, y sus cómplices, los grandes empresarios
que han comenzado a desfilar por Comodoro Py y, en numerosos casos, ingresar a
la cárcel. Estoy hablando de las mayores fortunas del país, generadas mediante
la corrupción más monstruosa que podamos recordar.
Esos delincuentes,
que disponen de bancos (Macro, Santa Cruz, etc.) y misiles, están convencidos de
que, de regresar Cristina, las veletas que guían a los jueces federales volverían
a virar y recuperarían la impunidad perdida. Nada es más indispensable para
lograrlo que debilitar las probabilidades de Macri, tan erosionadas por la
devaluación del peso y la persistente inflación.
El
Gobierno, que se ha metido en este berenjenal por torpeza y por soberbia, contra
ese monumental arsenal dispone sólo de rifles de aire comprimido (y pocos, ya
que está limitado por los acuerdos con el FMI). Entonces, ¿por qué se privarían
los inquietos de intervenir en el pequeño mercado del dólar para generar más
inquietud?; con otros fines, ¿no lo hizo hace años George Soros especulando
contra la libra esterlina?
El ritmo
de llegada de conformidades para la obtención de la personería provisoria del
PAD no ha disminuido, pero seguimos estando muy lejos de la mágica cifra de
4.000 por distrito electoral; por favor, ayúdenos difundiendo la plataforma,
que puede solicitar por mail.
Bs.As.,
29 Mar 19