Mafiosos y golpistas
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 852)
“El fascismo mediático funciona de esa manera: los fanáticos consumen la basura, la
metabolizan y luego la convierten en patoterismo de obvio comienzo, pero de incierto final”.
Jorge Fernández Díaz
Cristina
Elisabet Fernández de Kirchner sólo tiene un objetivo -lograr la impunidad para
sus múltiples delitos- y, para lograrlo, está dispuesta a incendiar Roma; la
comparación con Nerón no es gratuita, ya que el Emperador padecía una gravísima
enfermedad mental similar a la que, sin duda, afecta a nuestra emperatriz
hotelera. Las fuerzas de choque de las que la insana jefa dispone para generar
el caos incluyen a “soldaditos” del narcotráfico, barrabravas subsidiados,
criminales liberados con la excusa del Covid, falsos mapuches y terroristas del
Sendero Luminoso peruano y de las FARC/ELN colombianos, instructores
venezolanos, cubanos e iraníes, y anarco-cuentapropistas; esta semana, algunos
de sus más energúmenos seguidores han llamado a la “batalla” (sic) y arrastran
a los pobres tan fanatizados que se niegan a reconocerla como responsable de su
miseria.
Cuando
los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola pidieron penas tan severas para la
viuda de Kirchner y un grupo de sus cómplices, abrieron la caja de Pandora. Pese
a que falta mucho para que la sentencia del Tribunal sea emitida, ya que aún
deben hablar los abogados defensores e, inclusive, decir sus “últimas palabras”
los acusados, el aparato mediático del Ejecutivo ordenó que el “pueblo” salga a
bancarla, realice enormes concentraciones y corte las rutas, en una actitud
claramente mafiosa y golpista; que ese golpe sea dirigido contra el Poder
Judicial, en especial contra la Corte Suprema, no lo hace menos grave a la luz
de los preceptos constitucionales.
En su intervención
por YouTube desde su despacho en el Senado –algo habitual en ella pero no por eso
menos ilegal- Cristina Fernández no refutó una sola de las demoledoras pruebas
que los fiscales exhibieron en el juicio, utilizó bastardamente datos personales
tergiversados o falsos para denostar a fiscales y jueces y tratar a Mauricio
Macri de delincuente,, confesó que su AFI espiaba, acusó de corrupto a su
marido muerto, negó que su gobierno haya sido una asociación ilícita y sostuvo que
ella ignoraba cuanto sucedía (confesiones de empresarios “arrepentidos”, secretarios
privados enriquecidos, cuadernos de Oscar Centeno, asociación inmobiliaria con
Lázaro Baéz y bolsos de José López incluidos) en su administración; o sea, pretendió
que no se le puede atribuir “responsabilidad funcional”.
Fue aplicando
precisamente ese concepto que fueron condenados los integrantes de las juntas
militares y, desde 2003, con la clara complicidad del entonces Presidente de la
Corte Suprema, sentenciados a prisión perpetua infinidad de militares y civiles
que “hubieran debido saber” en razón
de su posición en el organigrama estatal durante el Proceso.
Por otra
parte, no se puede olvidar que fue la propia Cristina Fernández, como
Convencional Constituyente, quien propuso en Santa Fe, en 1994, agregar al
artículo 36: “Atentará asimismo contra el
sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado
que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes
determinen para ocupar cargos o empleos públicos”.
El hasta
ahora denostado peronismo, a cuyos dirigentes ella mandó hace poco a suturarse
un esfínter, salió unánimemente a respaldarla, preocupado porque la mancha
venenosa de la lucha contra la corrupción alcance a sus señores feudales, sean
éstos eternizados gobernadores o gremialistas. Pero la renovada humillación de esos
“machos alfa” frente a la “abogada exitosa” y sus aspiraciones de impunidad se
da en un momento económico y político sumamente complicado debido al fracaso
del artilugio inventado por ella para ganar en 2019 -hoy una mesa que ha
perdido una de sus tres patas- y a la inminencia de las elecciones del próximo
año, en las cuales prevén una fuerte derrota del oficialismo nacional.
Si bien
todo el revuelo mediático ha servido para enviar el feroz ajuste en la
educación y la salud de Sergio Massa, “el
Aceitoso”, a las páginas interiores de los diarios, no por ello dejará de
sentirse en los bolsillos de la gente, absolutamente harta del despilfarro y de
la corrupción del Estado; cuando esa “sensación”
se agudice, habrá que ver si la declamada lealtad a ultranza de estos
caciques, que pretenden renovar sus tan infinitos mandatos, no flaquea ante las
encuestas que muestran que la mitad de los votantes del Frente para Todos, y todos
los no lo son, dice estar convencida de la culpabilidad de Cristina Fernández.
El
canalla que se autopercibe Presidente venía violando la Constitución hace
tiempo y ahora, al arrogarse el conocimiento de una causa judicial en trámite,
algo que tiene expresamente vedado por su artículo 109, incurrió en un nuevo
delito. Llegó al colmo cuando dijo algo que ya entró en la historia
prostibularia de nuestro país: “Nisman se
suicidó, espero que Luciani no haga lo mismo”; a nadie llamó la atención
que contradijera sus públicas y recientes declaraciones sobre el asesinato del
Fiscal, porque estamos acostumbrados a su permanente incoherencia, pero sí que formulara,
desde el sillón de Rivadavia, una tan clara amenaza al mejor estilo de Don
Corleone.
La semana
pasada recomendé comprar cascos, asegurando que lloverían piedras; con las violentas
amenazas que se formulan diariamente y la fuerte agresividad que exhiben ahora
los militantes kirchneristas, seguramente me habré quedado corto.
Bs.As., 27 Ago 22