¿Democracia u Opresión?
“¿No te das cuenta que sos un engrupido?
¿Te crees que al mundo lo vas a arreglar vos?
Si aquí ni Dios rescata lo perdido:
¿Qué querés vos? ¡Hacé el favor! …”
Enrique Santos Discépolo
Cuando escribí, el jueves, la nota “La cortedad de la Corte”, no podía suponer que los hechos confirmarían, tan rápidamente, lo que en ella había expuesto. Ayer, la Argentina vivió, pese a la apatía con que fue digerido por la sociedad en general, el hecho antidemocrático más grave desde que Raúl Alfonsín recibiera las insignias del mando en 1983.
El bloqueo de la planta impresora de los diarios Clarín y La Nación, desde ya constitutivo de un delito de rango constitucional, se vio agravado por la incuria de la Policía Federal, cumpliendo órdenes expresas del flamante Ministerio de Seguridad.
En un gobierno en el que nadie, desde 2003 a la fecha, pronuncia una palabra sin el consentimiento del jefe de turno, la actitud de la Ministro Nilda Garré sólo puede ser considerada un instrumento –como la del Secretario Guillermo Moreno, en otros casos- de la voluntad de la Presidente de la Nación, única responsable de este nuevo y gravísimo desaguisado.
Esa responsabilidad surge más palmaria aún cuando se comprueba que la agencia Telam, en manos de los “jóvenes idealistas”, describió el bloqueo a la planta media hora antes de que los delincuentes llegaran hasta ella para impedir la salida de los diarios. ¡Curioso caso de periodismo de anticipación!
Las únicas figuras del Gobierno que salieron a dar explicaciones, los ministros Randazzo y Tomada, reiteraron la tesis de Moyano y sus adláteres, que encuadraron el episodio, exclusivamente, en un conflicto gremial.
Si este existió, y no me consta, el camino para resolverlo no puede ser el atropello de los derechos de todos los habitantes. Por otra parte, la realidad es que un Juez de la Nación había impartido órdenes expresas a la autoridad política de impedir los bloqueos a los diarios, y esas órdenes fueron desobedecidas alevosamente.
Todavía no se ha oído expresión alguna de la Corte, que nuevamente asiste impávida a la transformación del Poder Judicial en una mera herramienta del Ejecutivo: se usa a los jueces venales para presionar a la oposición y a los aliados incómodos mientras se desconoce la autoridad de otros jueces cuando fallan contra sus deseos.
Anoche, mientas asistíamos a un programa periodístico que trataba el tema un gran amigo, reflexionando acerca de lo pequeño de nuestro tiempo humano en los grandes períodos del universo, concluyó que el kirchnerismo, como cualquier otro proceso y por más nefasto que sea, acabará un día. En ese sentido, me preguntó por qué dedicaba tanta energía y similar esfuerzo a pelear, con la pluma, contra el gobierno iniciado en 2003.
Mi respuesta, como es obvio, fue que, aún sabiendo que muchas veces escribir se transforma en un ejercicio casi privado e inocuo, todos tenemos la obligación de trabajar para que el tiempo de los Kirchner sea el más breve posible. Más allá de todos los demás aspectos negativos, porque la Argentina, en sus manos, está perdiendo la mejor oportunidad histórica –por el tan favorable escenario internacional- desde los primeros años del siglo XX de reinsertarse en el mundo y desarrollarse.
Desde los lejanos días de su gestión como Gobernador de Santa Cruz, don Néstor, q.e.p.d., ha sido uno de los mayores luchadores contra la libertad de prensa en la Argentina. La agencia OPI Santa Cruz y Tribuna de Periodistas, entre muchos otros medios, han denunciado desde siempre esas prácticas. Pero, desde que asumió la Presidencia, los métodos utilizados han sido mucho peores.
No sólo se ha intentado domesticar a la prensa mediante el infame reparto de la publicidad oficial, sino que Kirchner se ha ensañado hasta con los más humildes “movileros”, después de romper su alianza con el grupo Clarín a raíz de la crisis del campo.
En la marcha de la memoria tuerta, el día 24, pudieron verse innumerables afiches pegados en las paredes con la imagen de periodistas a los cuales el texto invitaba a escupir, bajo el mote de “cómplices” presuntos de la dictadura militar. Esos afiches fueron confeccionados por los “jóvenes idealistas” que hoy integran “La Cámpora”, vendiendo sus ideales por puestos y prebendas.
La manipulación bastarda de la memoria, que comienza por entronizar a don Néstor, q.e.p.d., como único paladín de los derechos humanos, de los que sólo se acordó a partir de 2003, niega la existencia y la actividad de quienes, equivocados o no, lucharon en serio por ellos, como Magdalena Ruiz Guiñazú y el propio Alfonsín, el Fiscal Strassera y hasta Graciela Fernández Meijide.
Pese a que no debería sorprendernos –Kirchner hizo lobby a favor de la privatización de YPF y dijo, como puede verse en YouTube, que Menem era el mejor presidente de la historia-, en estos días hemos recuperado la capacidad de asombro: en el viejo Palais de Glace, en la Recoleta, una exposición pretende vincular su pasado al peronismo histórico, cuando es de público y notorio conocimiento que jamás se identificó con él hasta que vio naufragar la “transversalidad”, sobre la cual pretendió construir su propio movimiento histórico que lo perpetuara en el poder.
Gracias a Dios, ya que los opositores parecen estar mirando otro canal, el propio Gobierno, como tantas otras veces en el pasado, se está autodestruyendo. La seducción intencionada a la clase media, esa que le dio la espalda en 2009, naufragó nuevamente ayer. Un millón de lectores originales, más sus grupos familiares o quienes comparten el diario en los cafés de la Argentina, comprobó una vez más a qué extremos están dispuestos a llegar quienes rodean a doña Cristina.
Si a ello le sumamos los elogios de la Gobernadora electa de Catamarca a Ramoncito Saadi y su lectura del caso de María Soledad, la alianza con Menem en La Rioja para perpetuar sus fueros a cambio de su apoyo en el Senado, el acto de D’Elía en el Luna Park, con ministros y referentes en el escenario, el papelonazo del hijo de Jacobo en Ezeiza y la consecuente pelea con los Estados Unidos, y las amenazas de Moyano de paralizar el país si es investigado por los delitos cometidos, parece muy difícil que ese operativo de seducción, por más televisores o autos en cuotas se le agreguen, pueda tener éxito.
Sin embargo, y ya voy cerrando, quedan algunas preguntas flotando en el aire: ¿cuántas libertades estaremos dispuestos a perder los argentinos antes de reaccionar?, ¿cuándo diremos ‘¡basta!” a la opresión y la corrupción de quienes nos gobiernan?, ¿somos incapaces de actuar como los árabes, que están sacándose de encima a las tiranías degradadas de tantos años?.
Las preguntas finales son: ¿es esto una democracia o, simplemente, la utilización de sus formas para esconder a un régimen despótico?, ¿basta con votar cada dos años para tener democracia? Recordemos que Hitler llegó al poder jugando con esos conceptos. Entonces, en la respuesta a estos dos interrogantes se juega nuestro futuro.
Esta semana, el Gobierno, esta vez a través de la Universidad Nacional de La Plata, otorgará al papagayo caribeño un premio por su labor a favor de la libertad de prensa. Cuando Venezuela ha visto cerrar diarios y canales de televisión, cuando varios periodistas purgan en prisión el delito de informar libremente, el episodio permite ver con claridad qué se pretende en la Argentina.
Porque, más allá de la sensación de bonanza económica que nos permite tomar vacaciones a cada rato o comprar cada día más electrodomésticos, más allá de la inseguridad o de la inflación, más allá inclusive de las formas republicanas, hoy está en juego la libertad.
Los libres del mundo, ¿seguirán respondiendo “al gran pueblo argentino, ¡salud!”?
Bs.As., 28 Mar 11
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