lunes, 28 de marzo de 2011

¿Democracia u opresión?

¿Democracia u Opresión?


“¿No te das cuenta que sos un engrupido?


¿Te crees que al mundo lo vas a arreglar vos?


Si aquí ni Dios rescata lo perdido:


¿Qué querés vos? ¡Hacé el favor! …”


Enrique Santos Discépolo


Cuando escribí, el jueves, la nota “La cortedad de la Corte”, no podía suponer que los hechos confirmarían, tan rápidamente, lo que en ella había expuesto. Ayer, la Argentina vivió, pese a la apatía con que fue digerido por la sociedad en general, el hecho antidemocrático más grave desde que Raúl Alfonsín recibiera las insignias del mando en 1983.




El bloqueo de la planta impresora de los diarios Clarín y La Nación, desde ya constitutivo de un delito de rango constitucional, se vio agravado por la incuria de la Policía Federal, cumpliendo órdenes expresas del flamante Ministerio de Seguridad.




En un gobierno en el que nadie, desde 2003 a la fecha, pronuncia una palabra sin el consentimiento del jefe de turno, la actitud de la Ministro Nilda Garré sólo puede ser considerada un instrumento –como la del Secretario Guillermo Moreno, en otros casos- de la voluntad de la Presidente de la Nación, única responsable de este nuevo y gravísimo desaguisado.




Esa responsabilidad surge más palmaria aún cuando se comprueba que la agencia Telam, en manos de los “jóvenes idealistas”, describió el bloqueo a la planta media hora antes de que los delincuentes llegaran hasta ella para impedir la salida de los diarios. ¡Curioso caso de periodismo de anticipación!




Las únicas figuras del Gobierno que salieron a dar explicaciones, los ministros Randazzo y Tomada, reiteraron la tesis de Moyano y sus adláteres, que encuadraron el episodio, exclusivamente, en un conflicto gremial.




Si este existió, y no me consta, el camino para resolverlo no puede ser el atropello de los derechos de todos los habitantes. Por otra parte, la realidad es que un Juez de la Nación había impartido órdenes expresas a la autoridad política de impedir los bloqueos a los diarios, y esas órdenes fueron desobedecidas alevosamente.




Todavía no se ha oído expresión alguna de la Corte, que nuevamente asiste impávida a la transformación del Poder Judicial en una mera herramienta del Ejecutivo: se usa a los jueces venales para presionar a la oposición y a los aliados incómodos mientras se desconoce la autoridad de otros jueces cuando fallan contra sus deseos.




Anoche, mientas asistíamos a un programa periodístico que trataba el tema un gran amigo, reflexionando acerca de lo pequeño de nuestro tiempo humano en los grandes períodos del universo, concluyó que el kirchnerismo, como cualquier otro proceso y por más nefasto que sea, acabará un día. En ese sentido, me preguntó por qué dedicaba tanta energía y similar esfuerzo a pelear, con la pluma, contra el gobierno iniciado en 2003.




Mi respuesta, como es obvio, fue que, aún sabiendo que muchas veces escribir se transforma en un ejercicio casi privado e inocuo, todos tenemos la obligación de trabajar para que el tiempo de los Kirchner sea el más breve posible. Más allá de todos los demás aspectos negativos, porque la Argentina, en sus manos, está perdiendo la mejor oportunidad histórica –por el tan favorable escenario internacional- desde los primeros años del siglo XX de reinsertarse en el mundo y desarrollarse.




Desde los lejanos días de su gestión como Gobernador de Santa Cruz, don Néstor, q.e.p.d., ha sido uno de los mayores luchadores contra la libertad de prensa en la Argentina. La agencia OPI Santa Cruz y Tribuna de Periodistas, entre muchos otros medios, han denunciado desde siempre esas prácticas. Pero, desde que asumió la Presidencia, los métodos utilizados han sido mucho peores.




No sólo se ha intentado domesticar a la prensa mediante el infame reparto de la publicidad oficial, sino que Kirchner se ha ensañado hasta con los más humildes “movileros”, después de romper su alianza con el grupo Clarín a raíz de la crisis del campo.




En la marcha de la memoria tuerta, el día 24, pudieron verse innumerables afiches pegados en las paredes con la imagen de periodistas a los cuales el texto invitaba a escupir, bajo el mote de “cómplices” presuntos de la dictadura militar. Esos afiches fueron confeccionados por los “jóvenes idealistas” que hoy integran “La Cámpora”, vendiendo sus ideales por puestos y prebendas.




La manipulación bastarda de la memoria, que comienza por entronizar a don Néstor, q.e.p.d., como único paladín de los derechos humanos, de los que sólo se acordó a partir de 2003, niega la existencia y la actividad de quienes, equivocados o no, lucharon en serio por ellos, como Magdalena Ruiz Guiñazú y el propio Alfonsín, el Fiscal Strassera y hasta Graciela Fernández Meijide.




Pese a que no debería sorprendernos –Kirchner hizo lobby a favor de la privatización de YPF y dijo, como puede verse en YouTube, que Menem era el mejor presidente de la historia-, en estos días hemos recuperado la capacidad de asombro: en el viejo Palais de Glace, en la Recoleta, una exposición pretende vincular su pasado al peronismo histórico, cuando es de público y notorio conocimiento que jamás se identificó con él hasta que vio naufragar la “transversalidad”, sobre la cual pretendió construir su propio movimiento histórico que lo perpetuara en el poder.




Gracias a Dios, ya que los opositores parecen estar mirando otro canal, el propio Gobierno, como tantas otras veces en el pasado, se está autodestruyendo. La seducción intencionada a la clase media, esa que le dio la espalda en 2009, naufragó nuevamente ayer. Un millón de lectores originales, más sus grupos familiares o quienes comparten el diario en los cafés de la Argentina, comprobó una vez más a qué extremos están dispuestos a llegar quienes rodean a doña Cristina.




Si a ello le sumamos los elogios de la Gobernadora electa de Catamarca a Ramoncito Saadi y su lectura del caso de María Soledad, la alianza con Menem en La Rioja para perpetuar sus fueros a cambio de su apoyo en el Senado, el acto de D’Elía en el Luna Park, con ministros y referentes en el escenario, el papelonazo del hijo de Jacobo en Ezeiza y la consecuente pelea con los Estados Unidos, y las amenazas de Moyano de paralizar el país si es investigado por los delitos cometidos, parece muy difícil que ese operativo de seducción, por más televisores o autos en cuotas se le agreguen, pueda tener éxito.




Sin embargo, y ya voy cerrando, quedan algunas preguntas flotando en el aire: ¿cuántas libertades estaremos dispuestos a perder los argentinos antes de reaccionar?, ¿cuándo diremos ‘¡basta!” a la opresión y la corrupción de quienes nos gobiernan?, ¿somos incapaces de actuar como los árabes, que están sacándose de encima a las tiranías degradadas de tantos años?.




Las preguntas finales son: ¿es esto una democracia o, simplemente, la utilización de sus formas para esconder a un régimen despótico?, ¿basta con votar cada dos años para tener democracia? Recordemos que Hitler llegó al poder jugando con esos conceptos. Entonces, en la respuesta a estos dos interrogantes se juega nuestro futuro.




Esta semana, el Gobierno, esta vez a través de la Universidad Nacional de La Plata, otorgará al papagayo caribeño un premio por su labor a favor de la libertad de prensa. Cuando Venezuela ha visto cerrar diarios y canales de televisión, cuando varios periodistas purgan en prisión el delito de informar libremente, el episodio permite ver con claridad qué se pretende en la Argentina.




Porque, más allá de la sensación de bonanza económica que nos permite tomar vacaciones a cada rato o comprar cada día más electrodomésticos, más allá de la inseguridad o de la inflación, más allá inclusive de las formas republicanas, hoy está en juego la libertad.




Los libres del mundo, ¿seguirán respondiendo “al gran pueblo argentino, ¡salud!”?


Bs.As., 28 Mar 11




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jueves, 24 de marzo de 2011

La cortedad de la Corte

La cortedad de la Corte

“Si corazón y nervios y músculos y empeño pones sólo al servicio del supremo ideal y soportas la prueba, ya sin clara esperanza, dando ejemplo de terca y ardiente voluntad” Rudyard Kipling (por Juana de Ibarbourou)

El único hecho político de don Néstor, q.e.p.d., reconocido unánimemente como positivo por todo el arco de opositores, es la integración de una Corte Suprema de Justicia independiente y calificada. Que eso se haya realizado mediante el antirrepublicano método de expulsar, lisa y llanamente, a los ministros anteriores, fue considerado por la sociedad entera como un pecado venial, tapado por las virtudes personales de quienes hoy la integran, pese a que su aceptación de los cargos implicaba consentir y convalidar esos nefastos procedimientos. Si bien algunos fallos emitidos han contradicho políticas del oficialismo desde 2003 a la fecha (vgr., ajustes previsionales, distribución de la publicidad oficial), es imposible dejar de observar que el Tribunal supremo del país ha adoptado una conducta que, como mínimo, puede calificarse de pusilánime, a la hora de hacer cumplir sus decisiones. El supremo Tribunal parece haber olvidado, dejando en el altar de una supuesta paz política jirones del prestigio personal de sus miembros, que encabeza uno de los tres poderes del Estado y que, como tal, no puede tolerar que otro, uno igual, se permita desconocer su rol constitucional y, además, hacer gala de ello. Tal vez el caso más emblemático sea el del Procurador Sosa, despedido por Kirchner, Gobernador provincial entonces, en una abierta violación de la Constitución de Santa Cruz. La Corte se ha pronunciado, desde entonces, no menos de tres veces ordenando la reposición del Dr. Sosa en su cargo, pero todos los sucesores que heredaron el sillón de Río Gallegos hicieron caso omiso de tales decisiones. Y la Corte nada ha hecho, verdaderamente, al respecto. El año pasado, la crisis de las reservas del Banco Central que terminó con la renuncia de Martín Redrado a su Presidencia y el consecuente saqueo de las mismas por el Poder Ejecutivo, tuvo como uno de los capítulos de ese trágico sainete la insólita persecución personal y policial de don Anímal Fernández a la Juez Sarmiento. Y la Corte no reaccionó. Cuando el mismo Anímal ordenó a la Policía Federal no cumplir una expresa orden judicial referida al desalojo de la sede del gremio de los aeronavegantes por patoteros oficialistas, la Corte nada hizo, y lo dejó pasar. En meses recientes, a raíz de la ocupación del Parque Indoamericano, nuevamente el Poder Ejecutivo nacional desconoció órdenes expresas de los jueces y, sin embargo, la Corte no reaccionó ni denunció penalmente a los funcionarios responsables. Todavía continúa la situación de usurpación, por parte de unos muy organizados miserables, que le han quitado las viviendas asignadas a otros miserables. Un Juez federal de Quilmes, en nombre de la propia Corte Suprema, ordenó reiteradas veces a la Policía Federal que desalojara el predio; ni la Ministro de Seguridad ni el Jefe de Gabinete obedecieron la orden, y la Corte no tuvo, al respecto, reacción alguna. Don Hugo “Camión” Moyano hizo gala de su proceder sedicioso, convocando a un paro nacional y a una marcha, en Plaza de Mayo, para extorsionar al Gobierno. Con ello, con el simple anuncio y las contemporáneas amenazas, cometió un delito. La Corte tampoco se manifestó al respecto ni, como debía, por omisión de los funcionarios del Ejecutivo, formuló la pertinente denuncia penal. Que el kirchnerismo ha fabricado un desbarajuste institucional que no tiene antecedentes históricos no es nada novedoso, pero sí lo es que esta Corte, su logro más invocado y preciado, abdique de sus facultades y de sus obligaciones, dejando a la ciudadanía librada al capricho de dos sucesivos presidentes que, como lo han demostrado ad infinitum, hacen y deshacen a su antojo. Tampoco es un hecho menor el tema de la franca complicidad de esta Corte con el Poder Ejecutivo en relación a los juicios contra militares y civiles encarcelados, sin sentencia, desde hace muchos años, situación que ya le ha costado la vida a más de cien de ellos. El Poder Judicial, que encabeza y comanda, ha permitido la aplicación retroactiva de leyes, la ignorancia de los elementales principios de la presunción de inocencia, de la legalidad y de la ley previa, y la vigencia de una Justicia absolutamente viciosa y tuerta, que habilita a quienes sembraron de bombas y muertes a la Argentina a ocupar hoy, impunemente, los más altos cargos de la Administración del Estado e indemniza con dineros públicos a asesinos de soldados, civiles y policías, mientras recluye en prisiones infectas a cientos de personas por el solo hecho, en la mayoría de los casos, de haber vestido un uniforme de la Patria e ignora a las víctimas inocentes de esos “jóvenes idealistas” que sembraron de terror y de cadáveres el territorio nacional. La Corte Suprema de Justicia de la Nación resulta así, pruebas al canto, cómplice de la destrucción de la República; casi un infanticidio, ya que su renacimiento data de 1983, es decir, escasos veintiocho años. Porque resulta imposible pensar en un futuro sin Justicia. Ésta resulta tan, pero tan esencial al concepto republicano como el agua para la existencia de la vida. Para justificar este aserto basta con pensar en que una Justicia seria e independiente terminaría con la impunidad que ha permitido que los niveles de corrupción en la Argentina se hayan transformado en verdaderos genocidios, restablecería la vigencia de los organismos estadísticos y de control, impediría los atropellos a los que las circunstanciales mayorías parlamentarias nos tienen acostumbrados, haría respetar la libertad de prensa e información. En resumen, haría cumplir las leyes y los contratos y, con ese simple resorte, restablecería la hoy inexistente seguridad jurídica y obligaría a que los presupuestos destinados a educación, salud y vivienda fueran invertidos en lo que corresponde, evitando los habituales desvíos hacia los bolsillos de los funcionarios responsables de su ejecución. Como es natural, de la mano de la seguridad jurídica, volverían rápidamente las inversiones que el país tanto necesita y, de la mano de la aplicación de las leyes, también se reduciría mucho la gran preocupación actual de la ciudadanía -la inseguridad- porque los delincuentes de toda laya estarían cumpliendo sus condenas en las cárceles. En este período electoral, cuando –como he dicho tantas veces- resulta imprescindible que el tema de la Justicia se transforme en una de las prioritarias políticas de Estado, y que todos los opositores, cualquiera sea su color político, se comprometan con ella. Así, la Argentina podrá ser merecedora, en verdad, de la palabra República que hoy sólo ostenta en su nombre oficial. Espero, contra toda esperanza, que todo esto se convierta en realidad.

Bs.As., 24 Mar 11



viernes, 18 de marzo de 2011

Un gobierno rehén

Un gobierno rehén


“Esto es el sur, es en el Sur. Está lejos de todo.
Es un telón para llorar, si existieran razones.
Cruje, traquetea la vieja casilla de madera
amada, para su desdicha, por las ráfagas.
Es un lugar de la Argentina. No lo ha inventado nadie”
Horacio Armani


Hace tiempo, concretamente el 20 de noviembre del año pasado, publiqué una nota –“Un incómodo camión”- en la que, textualmente, dije: “Y, en algún momento del año próximo, doña Cristina deberá ejercer una opción de hierro: o se aferra a Moyano para intentar controlar al partido y a los díscolos, o deja que los procesos judiciales sigan su cauce, sin interferir en la balanza ni corregir la ceguera de la Justicia. Incómoda situación, por cierto. Más difícil que matar un chancho a besos. Si elige el primero de los caminos y se compra ese collar de melones que significará don Hugo para las aspiraciones políticas de la primera magistrada, perderá inexorablemente ese voto de las clases medias y, también, los de la izquierda contestataria. Si decide observar desde la platea cómo los jueces convierten en inviable la libertad de Moyano, deberá prepararse para enfrentar todos los desastres que el camionero, sus hijitos y sus adláteres desencadenarán para evitarlo”.

En el imaginario popular, especialmente en el sector más proclive al oficialismo, una de las mayores virtudes atribuidas a don Néstor, q.e.p.d., es la de haber reconstruido la autoridad presidencial, que la crisis de 2001 había destruido. Hoy, esa afirmación está absolutamente puesta en duda, toda vez que el gremio de Camioneros, ante un pedido de la Justicia suiza respecto a eventuales maniobras de lavado de dinero en la empresa Covelia S.A. (cuya propiedad se atribuye a Moyano y que sufren todos los intendentes del Conurbano), totalmente ajena a la organización sindical, ha dispuesto un paro nacional en su actividad a partir de las 06:00 hs. del lunes próximo, y congelará al país.

Covelia es una compañía dedicada a la recolección de residuos, y su éxito empresarial a partir de 2003 se vincula a la presión que ejerciera Kirchner, en vivo y en directo, para que los distintos municipios que rodean a Buenos Aires le entregaran ese negocio. Para poder mensurar de qué estoy hablando, basta con saber que entre el 40% y el 50% de los presupuestos municipales termina en las manos de esa empresa.

Hasta aquí, la radiografía básica; falta describir la red impresionante de negocios de los que Moyano se ha apropiado, poniéndolos en cabeza de miembros de su familia, haciendo con ello un importante despliegue de impunidad y soberbia. Pero eso se leerá en los medios estos días, al menos en los que no se acobarden.

El lunes, doña Cristina deberá ejercer la opción que describiera en el párrafo transcripto más arriba; ¿qué hará?

Porque el líder camionero, al organizar su manifestación en la Plaza de Mayo, está indicando claramente que considera su enemigo al Gobierno, más allá de las amenazas a los diarios que se permitan criticarlo.

Con la explosión de ayer, ha quedado demostrada la tesis que esbocé en otra nota, escrita pocos días después de la muerte de don Néstor, q.e.p.d., a la cual titulé “Muchos muertos en uno”. En ella sostuve que, entre los muchos roles que desempeñaba Kirchner, el que más complejo resultaría cubrir sería el de articulador, el de eterno equilibrista entre las alas derecha e izquierda de su Frente para la Victoria. El fracaso en encontrar quién asumiera ese papel ha producido el enfrentamiento de hoy.

El poder de Moyano, que evitará que los argentinos dispongamos de combustibles para movernos, de dinero en los cajeros automáticos, se lleven nuestra basura o nos desplacemos durante el feriado largo inventado por el Gobierno proviene de Kirchner. Fue don Néstor quien le permitió llegar a donde hoy está (Secretario General de la CGT, Vicepresidente del PJ provincial, miembro destacado del PJ nacional), convertido en un tipo que puede extorsionar a todo un país con sus actitudes patoteriles y prepotentes para evitar que un país extranjero lo investigue por un delito común.

En sus mochilas, o en sus remolques, carga con la muerte del Tesorero de su gremio en Rosario, con la falsificación de troqueles farmacéuticos, con el suministro de remedios falsos o robados, con el enriquecimiento ilícito de su familia y allegados, con tiroteos y muertes de gremialistas opositores, con ejércitos armados ilegalmente. Continuar protegiéndolo significará más poder para Moyano y una abultadísima cuenta para la Presidente en términos electorales; mirar para otro lado, también. ¡Qué duro dilema para doña Cristina!

Kirchner necesitó de Moyano, como antes necesitó de Clarín, para construir poder pero, en el camino, fabricó un monstruo que, a la larga, resultó inmanejable para su heredera. El poder de fuego de Camioneros, férreamente concentrado en las manos de don Hugo y sus hijos, puede incinerar la realidad y las perspectivas de una transición pacífica, de las cuales quien esto escribe ya dudaba.

Porque, y obviando a la billetera de ambos lados, ¿qué puede ligar al “hombre del camión” con los “jóvenes idealistas” de ayer? Si estos acusan a aquél de haber integrado la Triple A en Mar del Plata y haber matado a varios de los suyos, ¿podrían tolerar una Vicepresidencia de la Nación en sus manos? ¿Qué harían, concretamente, Garré, Kunkel, Zanini y los demás ante la concreción de esa propuesta?

Pero, convengamos, esta vez el tema ya supera a las internas del Gobierno y pasa a afectar a la República misma.

El lunes, los argentinos sabremos finalmente si vivimos en un país civilizado, donde las leyes deben acatarse y todos somos iguales ante ellas, o en el Far West, donde manda el que tiene la pistola más grande y menos escrúpulos a la hora de usarla. Se me podrá decir que, hasta ahora, hasta el mismísimo Jefe de Gabinete, al desconocer los fallos judiciales, o el Gobernador de Santa Cruz, haciendo lo mismo, ya nos habían trasladado al Lejano Oeste, pero ahora la situación es muchísimo más clara, transparente y, sobre todo, grave.

En un año electoral, no es poco. Los ciudadanos de a pie sólo podemos expresarnos, constitucionalmente, a través del voto. Esta vez, todos debemos pensar qué país queremos para el futuro, aunque sea el inmediato.

Si, otra vez, algunos votan con el bolsillo actual y no piensan qué sucederá después, tendremos una noche de elecciones sumamente tensa. Si, por el contrario, ahora votamos con la razón y con el corazón, tenemos que dejar de estar de rodillas, optando por más República y más democracia, y la noche del 23 de octubre podrá transformarse en un nuevo amanecer.

De los líderes opositores depende. Continúo pregonando la necesidad imperiosa de que los distintos partidos construyan dos grandes conglomerados, de centro-izquierda y de centro-derecha, que permitan que el próximo gobierno disponga de una amplísima base parlamentaria que le permita superar la tremenda crisis que heredará, con la presencia de Moyano incluida.

¿Será mucho pedir?


Bs.As., 18 Mar 11

lunes, 14 de marzo de 2011

No se presentará

No se presentará

“Porque vivimos a golpes, porque apenas
si nos dejan decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado
un adorno. Estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo”.
Gabriel Celaya


En estos días, en muchas reuniones sociales y políticas a las que he asistido, se me ha preguntado por qué he dicho en varias notas que la señora Cristina Fernández vda. de Kirchner no se presentará a la reelección. El Gobierno y hasta periodistas de la talla de Joaquín Morales Solá sostienen lo contrario; es más, el oficialismo y sus adláteres idealistas y transversales han salido a vendernos que “ya ganó”.

El triunfo del FpV en Catamarca el domingo, aunque haya sido aliado a los sectores tradicionales del PJ y contra un gobernador radical que había abusado de la paciencia de sus comprovincianos y que pretendía perpetuarse, dará aires triunfalistas al entorno presidencial, pero no cambia en nada mi pronóstico.

En la medida en que sigo afirmándolo, veamos cómo he llegado a esa conclusión. Los caminos son varios: políticos, económicos, matemáticos y, también, crematísticos.

La primera razón tiene que ver estrictamente con los números. Recordemos que, en 2009, de Narváez y Solá se enfrentaron al poderosísimo y contadas veces vencido aparato justicialista de la Provincia de Buenos Aires. Todos pudimos comprobar que, a pesar del importante fraude cometido por algunos intendentes en sus feudos del Conurbano, esos “nadie” le ganaron a Kirchner, q.e.p.d., y a todos sus candidatos “testimoniales”: Scioli, varios ministros, artistas conocidos y muchos barones (¡qué caro les costó a algunos!).

Si bien la cantidad de medios de todo tipo de los que dispone puede permitir al Gobierno comprar casi cualquier cosa (ver, por ejemplo, este video http://tinyurl.com/4we7xul), y los tiempos electorales se prestan para ello, no creo que puedan modificar en un ápice la realidad.

La única explicación posible, entonces, para que esos números derrotados hubieran mejorado tanto como para darle a doña Cristina el triunfo en primera vuelta, resultaría de la pérdida del enorme lastre que conllevaba la presencia y la jefatura de su marido muerto, y este resultaría así el verdadero culpable del fracaso en las últimas legislativas. Frente al reciente movimiento para endiosar su figura, ¡qué contradicción!.

Pero hay más. Don Néstor, q.e.p.d., llegó a esa malhadada elección en compañía de lo más granado del peronismo prebendario, y alcanzó los números finales con el arrastre territorial de los barones; sus representantes luchaban a brazo partido por colgarse, cual racimos, de las boletas que suponían invencibles.

Hoy, sin embargo, su viuda está haciendo todo lo posible para destruir esa base de sustentación, vía listas colectoras, aún cuando el engendro le cueste a los entonces aliados de su marido gobernaciones o intendencias. Éstos, supervivientes eternos y aguerridos, no sólo no estarán enrolados en el ejército cristinista sino que, por instinto, deberán luchar para impedirlo.

En una palabra: doña Cristina llegaría a octubre apoyada sólo en La Cámpora, en el Frente Transversal, en las organizaciones sociales de izquierda y, sobre todo, en la recua de ex jóvenes idealistas devenidos en marcenarios buscadores de un áureo futuro personal y de sus hijos, compulsivos buscadores de cajas que sustenten la compra de campos, de autos y motos lujosas y hasta de relojes ostentosos.

La identificación de este nuevo “cristinismo” con lo que ellos dicen que fue el “camporismo” fue objeto de una profunda vivisección por Claudio Chaves (puede verse en
http://tinyurl.com/4enxhnr), y por Jorge Raventos, en su habitual editorial semanal del sábado 12. No fue gratuita la elección del 11 de marzo para el acto mediante el cual la nueva Tendencia quiso obtener el sí de doña Cristina a su candidatura, en Huracán.

Que en ese evento haya sido conspicua la ausencia de dirigentes gremiales y de políticos territoriales de peso no hace más que ratificar el aislamiento de quienes tanto temen quedar a la intemperie si la viuda de Kirchner se retira.

Pero, ¿alcanza con ese núcleo duro conformado por la izquierda retrógrada y por los nuevos adoradores del sol kirchnerista para ganar una elección? ¿Permite alcanzar el mágico 40% de los votos? Sé que no.

Hay otra vertiente en la cual abreva mi convencimiento acerca de la abstención final de la Presidente en octubre de 2011. Es, a mi criterio, la más importante.

Ya nadie, medianamente bien informado, duda acerca de cuál será el acervo hereditario que este fracasado “modelo de acumulación e inclusión con matriz productiva diversificada”, inaugurado por don Néstor, q.e.p.d., en los ya lejanos días de mayo de 2003, dejará en manos del sucesor de doña Cristina, aún si fuera ella misma.

El gasto público desbocado, la inflación que comienza a espiralizarse, la evaporación de los superávits gemelos, el saqueo al Banco Central y a la Anses, el festival de subsidios insostenible, el atraso en el tipo de cambio, la fuga de capitales, la falta de inversión, los descontroles en los planes sociales, la crisis energética, la imperiosa necesidad de continuar importando combustibles cada vez más caros, la capacidad industrial saturada, el impulso insustentable al consumo, el inusual poder otorgado a Moyano, la aguda pendiente hacia la “mexicanización” del país, la genocida corrupción, el desfasaje inédito de los precios internos de la energía, son hechos y no opiniones, más allá de la cerrada negativa del oficialismo a reconocerlos como tales.

El tema de la inflación es, de todos esos, el más complicado, pues puede estallarle en las manos antes de octubre, dependiendo sólo de la voluntad de Moyano y sus compinches. Habrá que esperar el resultado de las paritarias para descubrir cuánto será lo que los muchachos pidan de aumento para obligar a la viuda de “él” a llamar a algún juez de pasado prostibulario y ganas de jubilarse y ordenarle frenar las causas que tanto les preocupan.

De doña Cristina se puede pensar y decir casi todo, pero nadie debe comprarla por tonta. La señora es sumamente viva, en la acepción que tal calificativo tiene entre nosotros, y sabe perfectamente qué puede esperar de un siguiente período presidencial.

El aislamiento internacional de la Argentina, agudizado en estos días por las payasadas encomendadas al hijo de Jacobo frente al avión norteamericano y por las barreras de Moreno a las importaciones provenientes de nuestros principales mercados compradores, no contribuirá seguramente a la solución de las pendencias que mantenemos con el Club de Paris y con el FMI y, con ello, seguiremos teniendo restringido el acceso a las fuentes voluntarias de crédito. Ya hemos visto cómo nos fue cuando don Néstor, q.e.p.d., organizó la “contracumbre” de Mar del Plata para humillar a Bush y, a través suyo, a la institución presidencial de los Estados Unidos.

Entonces, si quien ocupe el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre de 2011 va a tener necesariamente que enfrentar ese cúmulo de minas activas, ¿qué razón la llevaría a desear ser ella misma quien lo hiciera?

Si tuviera vocación, a esta hora, a lo sumo, debería estar pensando en que, en la medida en que desactivar toda esa parafernalia le significará a su sucesor un costo político enorme, mejor sería preservarse para el futuro e intentar volver en 2015 encaramada a la imagen que su propio gobierno habrá dejado. Algo así como “¿vieron que no era tan mala?” o “¿vieron como ellos eran peores?”. Nuestra historia está llena de situaciones semejantes, en las que el sucesor tuvo que pagar la cuenta de la fiesta de su antecesor y dejar en ese proceso jirones de popularidad y aceptación popular, que terminaron por negarle el futuro.

Por otra parte, la señora Presidente sabe que, el mismo día 10 de diciembre de 2011, cuando debería reasumir el poder, comenzaría a sufrir el síndrome de “pato rengo”, ya que no tendría la posibilidad de acceder a otro período. Conociendo a su entorno, cabe imaginar la cantidad de luchas internas que se desatarían ese mismo día.,

He dejado para el final la razón más firme para mi convencimiento acerca de la negativa última de doña Cristina a presentarse a la reelección: la inseguridad. Es la principal preocupación de la ciudadanía y en este caso, como en tantos otros, el oficialismo se encuentra en un brete de hierro: se congracia con las clases medias, imponiendo simplemente el cumplimiento de la ley vigente, o continúa su romance con la izquierda cerril, comandada por Nilda Garré y Horacio Verbizky, que impiden al Estado ejercer el poder de policía. Dado que, con certeza, el Gobierno optará por este último camino, faltarán muchos más votos a la hora del escrutinio. Como dije, Cristina también sabe esto.

Ahora, si tengo razón y la señora de Kirchner se abstiene, aparecen muchos interrogantes para los que no tengo respuesta: los reciclados “jóvenes idealistas” de la billetera y los piqueteros K, ¿aceptarán pacíficamente una derrota, sabiendo que los espera un largo peregrinaje por Comodoro Py? ¿Qué estarán dispuestos a hacer para evitarlo?

Desde otro ángulo, si doña Cristina no, ¿quién será el candidato de ese engendro llamado Frente para la Victoria?; porque, pese a lo que cabía esperar, no cambió ese rimbombante nombre después de morder el polvo en junio de 2009. ¿Será Scioli? Es difícil, porque los del núcleo duro no confían en él, que huele demasiado a peronismo tradicional y que es capaz hasta de hablar con los líderes del PJ Federal.

Si no es Scioli, ¿quién? Porque, reconozcámoslo, el “modelo de inclusión” no tiene otro candidato posible. ¿Alguien está dispuesto a dar alguna chance nacional a Randazzo, a de Vido, a Boudou, a Tomada, a Filmus, a Rossi, a Picheto, al “Chino” Navarro, a Pérsico, a De Elía, a Gioja, a Alperovich, a Urtubey, a Zanini o a cualquier otro?

Pero los que están en la vereda de enfrente, esos que juntan –es un decir- al 70% que no votaría a doña Cristina “ni ebrio ni dormido”, como diría el otro Moreno, deben ponerse las pilas, y hacerlo lo más rápido posible.

Ayer, el radicalismo aprendió, con sangre, la lección en Catamarca. Sólo, nadie puede. No me refiero a vencer al FpV, sino a gobernar la Argentina que se viene. Esa que tendrá todos los problemas que los ocho años y medio de kirchnerismo dejará como herencia.

Para mantener firme el timón en medio de ese huracán que se avecina, se necesitará una base propia de legisladores que ningún partido, per se, podría reunir. De allí que las alianzas se vuelvan imprescindibles y, tal vez, si exigimos grandeza a todos los opositores, podamos conseguir que en la Argentina haya dos grandes nucleamientos, de centro-izquierda y de centro-derecha, convirtiéndonos en un país civilizado.

De aquí a octubre sabremos, todos, si es demasiado pedir.

Bs.As., 14 Mar 11

jueves, 10 de marzo de 2011

Estúpida Universidad

Estúpida Universidad

“La Universidad gratuita es
la Universidad del privilegio”
Andrés Cisneros

Hace ya muchos años, comencé a discutir con docentes universitarios el rol que había jugado en nuestro país el ingreso irrestricto y la gratuidad de nuestra Universidad pública; en esa época, y estoy hablando ya de dos décadas, uno de mis mejores amigos me aportó la frase que encabeza esta nota.

Desde entonces, todo ha continuado yendo barranca abajo. Alieto Guadagni, a quien no me canso de citar, ha demostrado cómo la educación pública argentina, y hasta la privada, se ha ido deteriorando, sobre todo en los últimos diez años.

Ayer mismo, sin embargo, nuestra Presidente, al inaugurar el nuevo edificio que se integró al complejo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, sostuvo exactamente lo contrario; frases como “La Universidad pública y gratuita es igualadora social” son, lisa y llanamente, mentiras clientelísticas, que la ya famosa Cámpora está dispuesta a creer, comprar y vender.

La realidad, mal que le pese a doña Cristina, es bien distinta, se la mire desde el ángulo que se lo haga. La concepción populista es, por el contrario, una máquina para perpetuar privilegios, y basta para confirmarlo analizar qué porcentaje de alumnos de la Universidad proviene de las clases media-baja y baja.

Porque, sin necesidad de estudiar cifras y estadísticas, un simple razonamiento deductivo basta para confirmar el aserto. ¿Resulta el mismo esfuerzo estudiar una carrera para un hijo de la clase media, cuyos padres pueden mantenerlo, que para quien proviene de una familia obrera, que necesita del propio trabajo del universitario para subsistir?

Por otra parte, ¿resulta comparable quien llega a la facultad en su automóvil o vive muy cerca de ella que quien debe viajar en medios públicos durante horas para llegar a clase?

Desde otro ángulo, todos sabemos que la Universidad pública se sostiene con el aporte del Tesoro cuyas arcas, a su vez, provienen de los impuestos que pagamos todos. ¿Es justo que los más pobres soporten con su diario esfuerzo una Universidad que no tiene exigencias de ningún tipo y a la cual sus hijos no podrán asistir?

Otro punto de vista resulta de pensar por qué el país todo tiene que pagar para que algunos pocos estudien carreras que no sirven al conjunto social y que, en la enorme mayoría de los casos, gradúan gente que no encontrará inserción laboral en el campo elegido, produciendo frustración y resentimiento. Nuestras ciudades están llenas de arquitectos-taxistas, abogados-escribientes, médicos-enfermeros.

Finalmente, la vigente Ley Federal de Educación, al prohibir la difusión pública de las evaluaciones de establecimientos educativos de niveles secundario y universitario, iguala hacia abajo, porque impide la sana competencia basada en la calidad y en la calificación de los títulos que otorga cada uno.

En la Argentina, como bien dice Guadagni, el promedio de permanencia en los claustros de estudiantes de carreras con curricula de cinco años, es siete y, a diferencia de todos nuestros vecinos, la Universidad sólo gradúa veintidós de cada cien ingresantes.

Ese estiramiento artificial de la vida universitaria genera, naturalmente, mayores gastos en salarios docentes y no docentes, en infraestructura, en medios para la investigación, etc., todo lo cual recae sobre las espaldas de la población en general, inclusive de aquellos sectores cuyo único consumo son los alimentos de primera necesidad, gravados con el IVA.

La extendida pobreza de los salarios docentes en todos los niveles hace que sólo puedan ingresar a la enseñanza académica aquellos que, amén de una increíble vocación, disponen de otros medios de subsistencia o que buscan, en la cátedra, un galardón social. Ello no siempre es acompañado por la calidad de la enseñanza impartida.

Finalmente, y para no extenderme más en el diagnóstico, un solo ejemplo: en Japón, con ciento quince millones de habitantes, hay sólo dieciocho mil abogados autorizados a ejercer la profesión; en Francia, con cincuenta y cinco millones, la cifra baja a quince mil; en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con tres millones, los abogados somos más de cincuenta mil.

Entre otros efectos negativos, fácilmente imaginables, el exceso de competencia hace que se bastardee el ejercicio profesional, que los honorarios sean cada vez más magros, y que día a día los abogados consigan menos vivir de su talento. Sin embargo, la UBA sigue graduando futuros frustrados, y el costo de esa graduación lo soporta toda la población. Suena, al menos, raro, ¿no es cierto?

Mientras tanto, grandes conglomerados internacionales en industrias de punta se ven impedidos de instalarse en el país porque no encuentran suficientes ingenieros informáticos, geólogos, químicos, físicos, matemáticos, geógrafos, etc..

En resumen, y como en tantas otras cosas, los argentinos queremos que la realidad sea tal como la deseamos, y no como lo que en realidad es. Y seguimos intentando, a lo largo de décadas, obtener resultados distintos con los mismos procedimientos. ¡Vaya estupidez!

Todo esto tiene solución, pero se necesita coraje y poco apego a los gritos enfervorizados de La Cámpora, dispuesta a aplaudir cualquier disparate que doña Cristina proponga, inclusive su reelección eterna. (¡No vaya a ser cosa que la deserción de la señora los deje a la intemperie, económica y judicialmente hablando!).

Mi propuesta, reiterada en notas y publicaciones antiguas, es muy simple.

Se trata de establecer –la Argentina dispone, sin duda, de los medios informáticos para hacerlo- cuántos nuevos graduados de cada una de las disciplinas necesitará el país a cinco años vista. Basta, para hacerlo, con introducir en una computadora la información que suministren las empresas y el sector público, incluyendo a los potenciales inversores que se acerquen.

Con el resultado de esa investigación, se constituiría un primer cupo de ingresantes a la Universidad. Para formar parte de él, los estudiantes deberían rendir un muy exigente examen de ingreso –en matemáticas, lengua, ciencias y ciencias sociales- y mantener el nivel de excelencia durante toda la carrera, comprobado mediante pruebas semestrales.

A los miembros de ese primer cupo, obviamente, no sólo no se les cobraría matrícula alguna sino que, por el contrario, se les pagaría un sueldo razonable, que les permitiera inclusive mantener a su familia, durante todos sus estudios.

Como es obvio, quienes lograran graduarse integrando ese primer cupo encontrarían una clara salida laboral, ya que tanto el Estado cuanto las empresas los buscarían afanosamente.

Luego, crear un segundo cupo que tuviera en cuenta la capacidad física de cada una de las facultades. Al menos en algunas de ellas, hay materias en las que los profesores deben dar clases a más de cien alumnos a la vez, lo cual impide una eficiente enseñanza.

Ese segundo cupo, es decir aquellos que opten por carreras que el país no necesitará –y, por ende, es injusto que deba soportar- o por estudiantes que no lograran el nivel de excelencia requerido para el primero, debería pagar para estudiar. Así de simple: si quieres hacerlo, báncalo tú.

Incorporaría, además, a esas normas una ley que impusiera al sector público la obligación de contratar, como consultora externa, a la Universidad, y pagar los honorarios correspondientes.

Veamos, antes de rechazarla in limine, qué efectos produciría la solución propuesta.

En primer término, produciría mejores graduados, y el país dispondría de profesionales excelentes en las disciplinas más necesarias.

Luego, impediría la permanencia del “estudiante crónico”, ese al cual el bajo nivel de exigencia en materia de cantidad de materias aprobadas se le permite permanecer en los claustros por muchos años, incordiando a los verdaderos alumnos.

Con el producido de las matrículas pagadas por los integrantes del segundo cupo, más los honorarios que la Universidad generaría por sus servicios de consultoría externa, se formaría un interesante presupuesto propio, que permitiría mejorar sensiblemente los salarios docentes e invertir en infraestructura y en medios de investigación.

Al pagar verdaderos salarios, se incrementaría la vocación por la enseñanza, lo cual permitiría también exigir más a la calidad de los profesores.

El círculo virtuoso se cerraría con el nivel de excelencia en los claustros docentes, lo cual transformaría a la Universidad en un verdadero faro capaz de iluminar el futuro del país, dejando de ser el miserable fanal que sólo permite ver la escalera descendente en la que estamos embretados.
Bs.As., 10 Mar 11

viernes, 4 de marzo de 2011

La peor decadencia

La peor decadencia


“La capacidad e los padres y los alumnos de

evaluar la ecuación calidad-costo de los

estudios superiores desempeñará un

papel determinante. … En educación, el futuro

es hoy. Los valores y los conocimientos con

que actualmente se formen nuestros jóvenes

definirán el perfil del país en las próximas décadas”.
Daniel Filmus



Este martes, ante una Plaza de los Dos Congresos vaciada de militantes del Conurbano por la oposición de sus “barones” a la lista colectora de Sabatella, doña Cristina pareció haber descubierto que gobierna la Argentina, pero una distinta a la real.

En el medio de un marasmo de cifras, casi todas ellas falsas de falsedad absoluta, descubrió que está mal que unos ciudadanos, en pos de la reinvindicación de algunos derechos, legítimos o no, de los cuales se sienten privados, impidan a otros ciudadanos circular libremente. En un discurso anterior, ya había reclamado, sin ser oída, que las protestas se hicieran sobre las veredas, y no en las calles.

Se refirió a la inseguridad, para explicarnos que su remedio consiste en poner más policías en funciones, mientras que la Provincia de Buenos Aires, a instancias de Verbitsky y de Garré, obliga a la suya a quitar las balas de sus armas, y la Federal, también desarmada, asiste a la mayor purga de su historia.

Ha trascendido que, por temor a ser ellos mismos perseguidos por reprimir el delito, los oficiales y agentes se abstienen de intervenir en los distintos episodios de violencia urbana; los delincuentes, rápidos para percibir los cambios de humor político, han salido a robar bancos, automóviles y armas, dejando en el camino una verdadera catarata de sangre.

Se vanaglorió de haber incorporado nuevos efectivos a Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, pero nada dijo de la desdichada frontera norte de nuestro país, desguarnecida de los gendarmes enviados a cuidar el Conurbano. Tampoco explicó qué piensa hacer, en su último año en el poder, para evitar que la Argentina se convierta, por obra y gracia del narcotráfico, en un México del sur, como bien dijo Joaquín Morales Solá el pasado domingo, en “La Nación”.

Diana Conti, vocero oficioso de la banda de “jóvenes idealistas” que ha asaltado el poder y los negocios aledaños, salió a forzar la mano de la reelección indefinida para una Cristina eterna. Sólo la desesperación del futuro post-kirchnerismo pudo empujarla a un disparate de esa magnitud, cuando el oficialismo ha dejado de contar con mayorías especiales propias en el Congreso y un nuevo “Pacto de Olivos” suena a broma y la Presidente, también rápida para esos números, tuvo que desautorizarla en público.

Hace –ya parece una eternidad- cuatro meses, refiriéndome a la muerte de don Néstor, q.e.p.d., escribí una nota, “Muchos muertos en uno” (puede verse en http://tinyurl.com/258rm29), en la que sostuve que, de los que murieron ese día, el único irremplazable sería el articulador permanente entre las alas derechas e izquierdas del Frente para la Victoria, es decir, entre la CGT de Moyano y los chicos de La Cámpora, o entre Scioli y los viejos “jóvenes idealistas”.

Hoy, la pugna entre ambos sectores está llevando la herencia de Kirchner a su tumba, ya que la Presidente ha decidido respaldar a quienes encarnan la original “transversalidad” –devaluada y con distintos personajes- en desmedro de las alas peronistas de los gremios y del territorio.

Como sostuve recientemente, esta actitud sólo puede significar una cosa: doña Cristina ha decidido no presentarse a la reelección. Como es una política avezada (mal que nos pese lo es, aunque el costo de su viveza lo pague el país presente y futuro), no puede ser que imagine un trinfo sin peronismo o, directamente, enfrentado a éste.

Lo que sucede es que, con la Argentina en estado de confusión y ebullición, tampoco puede darse el lujo de informarnos ya mismo su abstinencia, porque sus adláteres y cómplices harían lo posible para desatar un infierno que impidiera que tuvieran que vérselas con los jueces hasta ahora alquilados, amén de perder el poder que tantos años les costó conseguir.

Estos ex “jóvenes”, que llegaron a matar a cientos de uniformados y civiles para implantar un proyecto mesiánico y absolutamente trasnochado, que tantas veces se llenaron de sangre las manos para transformar a la Argentina en Cuba, ¿estarán dispuestos, ahora, a obedecer el mandato de unas urnas que los expulsara del paraíso, sabiendo que fuera de él los esperan la cárcel y la incautación de los bienes mal habidos?

Por otra parte, siendo todos ellos integrantes de la misma asociación ilícita, ¿estarán dispuestos a permitir que su nueva jefa espiritual y su mejor “cuadro” político huyera dejándolos a la intemperie?

Por ello, nuestra ilustre Presidente no puede anunciar hoy su decisión; deberá esperar hasta último momento, sobre todo para recibir la información que le permita domesticar a todos los testaferros en negocios cuyos datos don Néstor se habrá llevado al cementerio. Incluso para doña Cristina, vivir hoy cuesta caro, sobre todo en el extranjero, y no puede darse el lujo de dejar que esos bienes queden en propiedad de sus titulares ficticios.

En estos días, Marcelo López Masía, ese periodista de lujo originario de Santa Cruz, publicó la lista de causas que cada uno de los miembros de la banda que nos gobierna tiene abiertas en los Tribunales federales. Hoy, como todos sabemos, están en manos de jueces remolones o con pasado prostibulario; cuando termine el contrato de alquiler que han firmado esos magistrados con el poder de turno, seguramente los nuevos locatarios exigirán mayor celeridad en las investigaciones y aquellas que no hayan prescripto para entonces llevarán a la celda a más de uno de los actuales.

El otoño y, sobre todo, el invierno prometen una intensa actividad política y mafiosa. Deseo, fervientemente, equivocarme en el pronóstico, aunque me parece difícil.

Pero vayamos ahora al título de esta nota, un tema que, por lo esencial, debiera estar en la agenda permanente de los candidatos de todo orden, más allá de la Justicia o la inseguridad, más allá de la economía o la inflación.

Me refiero a la educación. Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional del rubro y una de las personas más brillantes de la Argentina de hoy, insiste en que corramos la venda que nubla nuestra visión al respecto.

Hoy mismo ha sido publicada en “El Cronista Comercial” una nota suya, titulada “Una universidad para el siglo XXI” que contiene datos asombrosos y aterradores. Recomiendo efusivamente su lectura, y la pongo a disposición de quien lo solicite.

¿Sabe el ciudadano medio que la Ley Federal de Educación prohíbe que se divulguen los resultados de la evaluación de la enseñanza impartida en cada colegio de la Argentina?

¿Sabe el ciudadano común, que –en general- sigue estando a favor del ingreso irrestricto a la universidad, cuántos de los que se incorporan a ella se gradúan en Argentina?

¿Sabe el ciudadano común, tan amante de la libertad de elección, cuáles son las carreras que más profesionales ponen en la calle cada año?

¿Sabe el ciudadano común que muchas industrias no se radican en nuestro país porque no tenemos suficientes graduados en ciencias duras?

Brasil, Chile, Uruguay, para no hablar de Europa o de América del Norte, hacen pasar todos los años a los alumnos que terminan el secundario por un fino tamiz evaluativo en materia de lenguaje, matemáticas, ciencias naturales y sociales. Aprobar ese examen es el único pasaporte viable para ingresar a la universidad, y los sistemas educativos cuentan con becas importantes, en calidad y en cantidad, para los buenos estudiantes de bajos recursos.

Brasil y Chile gradúan 60% de los ingresantes a la universidad, mientras que Argentina sólo lo hace con 22%. En proporción a la población total, el primero nos supera en 75% y el segundo en 50% de graduados.

La preocupación generalizada de los jóvenes por obtener mejores empleos, y mejores ingresos, hace que en los países vecinos sean ellos mismos quienes exijan saber cuál es el mejor colegio secundario y cuál la mejor universidad en cada carrera. Aquí, reitero, prohibimos la difusión de esos datos.

Hace muchísimo tiempo, y esto va para mis detractores, realicé una propuesta para la universidad, que puede verse en
http://tinyurl.com/4jqupmm, que fue publicada, por separado, en una revista de entonces. Cuando fue difundida, recibió enormes críticas por sectaria o por liberal; algunos de esos opositores, hoy me han manifestado su acuerdo con ella.

Soy consciente de que se trata de un trabajo cuyos resultados podrán comprobarse dentro de, al menos, una generación. Pero sólo podremos andar ese camino dando un primer paso: transformar a la educación argentina en una verdadera política de Estado, no sujeta a los vaivenes cotidianos o a los delirios de los funcionarios de turno.

Si lo conseguimos hacer, Argentina tendrá futuro. Si no, dejaremos de existir.



Bs.As., 4 Mar 11