por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 947)
“El azar de la Historia determina a veces el ritmo de una
época, aún en contra de la voluntad del genio que la anima”.
Emil Ludwig
El
debate, al cual asistieron centenares de espectadores alrededor del mundo, concretado entre Joe Biden y Donald Trump, con
una clara victoria del republicano sobre un demócrata que exhibió una ya
innegable senectud, comenzó a determinar, con fuertes vientos, el rumbo que
tomará la política de los Estados Unidos a partir de noviembre, cuando se substancien
las elecciones. Los bastardos golpes bajos que se propinaron, convirtieron en
un penoso espectáculo lo que hubiera debido ser trascendental.
Porque se
trata de la primera potencia global y el escenario internacional tiende a
complicarse a cada hora. Ya no sólo genera preocupación la guerra que provocó
Rusia al invadir Ucrania, o la que desató la Hamás con su terrorista incursión
en Israel, sino otros lugares que se han transformado en calientes, como el
conflicto alrededor de Taiwan, las maniobras bélicas en el Mar de la China, los
acuerdos firmados entre Vladimir Putin y Kim il-Sung, los ataques de las
milicias iraníes de Yemen al tráfico marítimo en el Mar Rojo, la presencia de
la Armada rusa en Cuba, y la intervención cibernética para influir en las
elecciones de otros países.
Algo
similar ocurrió en Bolivia, un país en mortal crisis económica y política,
cuando el sumamente débil Presidente Luis Arce Catacora, en abierta lucha
contra su ex tutor, Evo Morales, con el fin de mejorar su deteriorada imagen, organizó
una parodia de golpe de Estado cuyo rol principal adjudicó a un absurdo General
Juan José Zúñiga, que terminó preso; si esa detención se prolonga, es probable
que surja en el reo la irrefrenable compulsión por contar la verdad de lo
acontecido.
En la
Argentina, el trágico y ominoso drama de Loan Peña, el chiquito de cinco años
que desapareció en la Provincia de Corrientes, resultó por demás oportuno para ocultar
tras su velo la conducta de unos magistrados crápulas (Daniel Petrone, Diego
Barroetaveña y Carlos Mahiques) cuya actitud ofendió a la República y atentó
contra la llegada de las inversiones que necesitamos más que el aire que
respiramos. Me refiero, claro, al bochornoso fallo de la sala de la Cámara
Federal de Casación Penal que integran, que quitó todo hierro a la conducta de
Angelo Calcaterra y su segundo, Javier Sánchez Caballero, abriendo una gigantesca
puerta a la impunidad para decenas de empresarios que confesaron haber pagado
sobornos a funcionarios públicos para obtener contratos del Estado.
Para probar
que hay jueces probos e incorruptibles en la Argentina, resulta indispensable
iluminar con grandes reflectores al Tribunal Oral Federal 7, integrado por
Germán Castelli, Enrique Méndez Signori y Fernando Canero, que tiene a su cargo
el juzgamiento de la “causa cuadernos”; ellos, en especial el primero, que fue en
su voto aún más lejos que sus colegas al decir que “las particularidades del caso no se ciñen comunes situaciones
judiciales sino a interferencias funcionales extrañas a la buena administración
de justicia”, pidieron a la Corte que revirtiera de inmediato lo resuelto,
a todas luces ilegalmente, por la Casación. Tambien es obligatorio destacar a la
Fiscal General Fabiana León, que representará el interés público en ese juicio
oral, quien denunció a su impresentable colega, Ramiro González, por haber
dictaminado en favor de la solución exculpatoria de los empresarios (es decir,
por aceptar la teoría –casualmente introducida por el actual Ministro de
Justicia, Mariano Cúneo Libarona, cuando era defensor de otro delincuente
confeso en la misma causa- consistente en que los pagos de las coimas eran, en
realidad, aportes para las campañas políticas de los Kirchner) ante la –aún- Juez
María Romilda Servini de Cubría que, con inusual rapidez, la acogió
favorablemente.
He
escuchado decir que, si en esta causa se impusieran graves condenas a los
grandes empresarios, el país sufriría un grave daño, puesto que, al menos por
ahora, son los únicos que invierten su dinero aquí; o sea, para que siguieran
haciéndolo, se debería echar un manto de olvido y decretar a su respecto una
verdadera amnistía. El argumento, además de resultar repugnante e inmoral, no
resiste el menor análisis si hacemos la natural comparación con otros países
europeos, asiáticos y latinoamericanos, en especial Brasil, donde nada menos
que Marcelo Odebrecht, dueño de la mayor compañía de la nación y con fuerte
presencia internacional, terminó en la cárcel por pagar coimas en muchas otros
países (también en el nuestro, donde la investigación todavía duerme en los
cajones de algunos jueces), acompañado por los políticos más prominentes, incluido
el actual Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sin que ello afectara la
economía; en realidad, las condenas dictadas en el famoso proceso judicial –conocido
como “Lava Jato”- mejoraron la imagen de Brasil en el exterior.
Javier
Milei finalmente obtuvo, gracias a la cintura política de la Vicepresidente,
Victoria Villarruel, y del Jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, la
sanción de la Ley de Bases y del paquete fiscal. Ahora cuenta, aunque menos
fuertes que los que pretendía, con los instrumentos necesarios para avanzar en
su proyecto de dar vuelta como una media a esta Argentina tan tradicionalmente
suicida e hipócrita. Durante veinte años (el gobierno de Mauricio Macri sólo
fue un intervalo), votamos a quienes comandaron y consolidaron nuestra perpetua
decadencia, mientras se robaban hasta las manijas de las puertas, pero ahora
las encuestas dicen que hemos comprendido y seguimos poniendo nuestras
esperanzas, aunque ya también nuestras ansiedades, en la gestión del león
libertario.
Publicado en:
https://totalnewsagency.com/2024/06/28/huracanes-e-impunidad
https://www.elojodigital.com/contenido/19574-avogadro-huracanes-e-impunidad
https://www.informadorpublico.com/opinion/huracanes-e-impunidad
https://prisioneroenargentina.com/huracanes-e-impunidad/
https://www.notiar.com.ar/index.php/opinion/131624-huracanes-e-impunidad-por-enrique-avogadro
https://periodicotribuna.com.ar/36801-huracanes-e-impunidad.html