La obscena impunidad
A la luz de los hechos de estas últimas semanas, sobre todo el triple asesinato y el subsiguiente suicidio, una vez más ha quedado a la luz pública la obscena impunidad que rodea al poder y a los Kirchner.
Conozco mucho mundo –créanlo-, pero no recuerdo una sociedad tan inerte frente a los escándalos como los que, desde hace más de cinco años, se repiten en Argentina.
Tal como dijera hace muchos, muchos años, nada es posible aquí (ni en ningún otro lugar del planeta) sin una Justicia independiente, y todo es posible con ella.
El inventario de los hechos delictivos de los Kirchner comienza antes de la asunción de don Néstor como Presidente, y continúa con doña Cristina.
Es inexplicable que, ante este panorama, la sociedad toda no reaccione.
Desde los fondos de Santa Cruz -que nadie sabe, a ciencia cierta, dónde están, qué ruta recorrieron, cuántos intereses generaron, en qué se invirtieron, cuánto suman hoy-, al escándalo de Southern Winds –con inexplicables itinerarios aéreos desde el interior de Perú-, a la propia Líneas Aéreas Federales (LAFSA) –que nunca voló ni tuvo aviones, pero nos sigue costando carísimo-, al desmesurado crecimiento del juego en el país –con el consecuente empobrecimiento del sector más indefenso-, a la “argentinización” de las empresas privadas –como pantalla para retirar “ganancias” inexistentes-, a los incontables y ya inmanejables subsidios –con enormes retornos de coimas-, a las valijas voladoras –que, se sabe, fueron muchas más que la secuestrada a Antonini Wilson-, al endeudamiento a tasas siderales con Venezuela, al verdadero regalo de tierras fiscales en Calafate –que ha permitido a los Kirchner hacer una nueva fortuna-, hemos llegado al contrabando de substancias químicas que nadie controla y que permiten que se envene a nuestros jóvenes, amén de contrabandear su producto para contaminar otros mercados.
Como ven, no se trata de una exhaustiva lista, pues han quedado muchos confusos episodios fuera de ella.
Ya van dos hechos –las valijas y la efedrina- que vinculan la campaña de doña Cristina a fondos ilegales. Sin embargo, nadie reacciona.
Nadie pide –salvo poquísimos periodistas- explicaciones o renuncias.
¿Y a qué se debe esta falta de reacción? Creo que a la certeza de su inutilidad. La sociedad en su conjunto, cuyo nivel cultural ha descendido gravemente en los últimos cincuenta años, asistió inalterada a la destrucción del Consejo de la Magistratura, pese a que se trató de uno de los más trágicos avances de los Kirchner sobre la Constitución y su buscada independencia de poderes.
A través de ese organismo, Kircher antes, y ahora Cristina, mantienen controlados –verdaderamente, casi sodomizados- a los jueces. Y éstos no tienen la dignidad necesaria como para renunciar y denunciar en público los aprietes a los que son sometidos diariamente.
Estamos en manos de los Kirchner y de la banda –en su acepción criminal- que los rodea.
Nadie investiga, nadie protesta, nadie reclama …
El cotidiano argumento que habla de la reacción judicial cuando los imputados pierden el poder, como ha sucedido con Menem y su propia corte, no puede servir para que Argentina se entregue tan mansamente a esta obscena impunidad actual.
Necesitamos, por nuestra propia supervivencia como ciudadanos y como país, reaccionar y exigir investigaciones y condenas.
¿Hasta cuándo pueden sostener los Kirchner a sus cajeros, como De Vido y Jaime? ¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a que se convierta a Argentina en un narco-país? ¿Hasta cuándo lo permitiremos?
Buenos Aires, 31 de agosto de 2008.
Enrique Guillermo Avogadro
A la luz de los hechos de estas últimas semanas, sobre todo el triple asesinato y el subsiguiente suicidio, una vez más ha quedado a la luz pública la obscena impunidad que rodea al poder y a los Kirchner.
Conozco mucho mundo –créanlo-, pero no recuerdo una sociedad tan inerte frente a los escándalos como los que, desde hace más de cinco años, se repiten en Argentina.
Tal como dijera hace muchos, muchos años, nada es posible aquí (ni en ningún otro lugar del planeta) sin una Justicia independiente, y todo es posible con ella.
El inventario de los hechos delictivos de los Kirchner comienza antes de la asunción de don Néstor como Presidente, y continúa con doña Cristina.
Es inexplicable que, ante este panorama, la sociedad toda no reaccione.
Desde los fondos de Santa Cruz -que nadie sabe, a ciencia cierta, dónde están, qué ruta recorrieron, cuántos intereses generaron, en qué se invirtieron, cuánto suman hoy-, al escándalo de Southern Winds –con inexplicables itinerarios aéreos desde el interior de Perú-, a la propia Líneas Aéreas Federales (LAFSA) –que nunca voló ni tuvo aviones, pero nos sigue costando carísimo-, al desmesurado crecimiento del juego en el país –con el consecuente empobrecimiento del sector más indefenso-, a la “argentinización” de las empresas privadas –como pantalla para retirar “ganancias” inexistentes-, a los incontables y ya inmanejables subsidios –con enormes retornos de coimas-, a las valijas voladoras –que, se sabe, fueron muchas más que la secuestrada a Antonini Wilson-, al endeudamiento a tasas siderales con Venezuela, al verdadero regalo de tierras fiscales en Calafate –que ha permitido a los Kirchner hacer una nueva fortuna-, hemos llegado al contrabando de substancias químicas que nadie controla y que permiten que se envene a nuestros jóvenes, amén de contrabandear su producto para contaminar otros mercados.
Como ven, no se trata de una exhaustiva lista, pues han quedado muchos confusos episodios fuera de ella.
Ya van dos hechos –las valijas y la efedrina- que vinculan la campaña de doña Cristina a fondos ilegales. Sin embargo, nadie reacciona.
Nadie pide –salvo poquísimos periodistas- explicaciones o renuncias.
¿Y a qué se debe esta falta de reacción? Creo que a la certeza de su inutilidad. La sociedad en su conjunto, cuyo nivel cultural ha descendido gravemente en los últimos cincuenta años, asistió inalterada a la destrucción del Consejo de la Magistratura, pese a que se trató de uno de los más trágicos avances de los Kirchner sobre la Constitución y su buscada independencia de poderes.
A través de ese organismo, Kircher antes, y ahora Cristina, mantienen controlados –verdaderamente, casi sodomizados- a los jueces. Y éstos no tienen la dignidad necesaria como para renunciar y denunciar en público los aprietes a los que son sometidos diariamente.
Estamos en manos de los Kirchner y de la banda –en su acepción criminal- que los rodea.
Nadie investiga, nadie protesta, nadie reclama …
El cotidiano argumento que habla de la reacción judicial cuando los imputados pierden el poder, como ha sucedido con Menem y su propia corte, no puede servir para que Argentina se entregue tan mansamente a esta obscena impunidad actual.
Necesitamos, por nuestra propia supervivencia como ciudadanos y como país, reaccionar y exigir investigaciones y condenas.
¿Hasta cuándo pueden sostener los Kirchner a sus cajeros, como De Vido y Jaime? ¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a que se convierta a Argentina en un narco-país? ¿Hasta cuándo lo permitiremos?
Buenos Aires, 31 de agosto de 2008.
Enrique Guillermo Avogadro