Mi agradecimiento a Cristina
Debo confesar que tengo un profundo agradecimiento a Cristina Fernández de Kirchner.
A mis 62 años, consigue a diario hacerme recuperar la capacidad de asombro, que creía perdida casi en mi adolescencia.
Hoy esa recuperación se produjo cuando asistí, por televisión, al pequeño discurso que pronunción en el almuerzo de agasajo al Presidente Lula y a su comitiva.
La primera queja de Cristina se refirió a la balanza comercial desfavorable –y con tendencia creciente- que Argentina tiene con Brasil. No pude menos que recordar que Duhalde, al devaluar fuertemente la moneda en 2002, sostuvo que esa medida favorecería las exportaciones argentinas, dándoles una competitividad que, con la convertibilidad, no podían alcanzar.
Es menester recordar que ese modelo, de dólar ‘recontraalto’, fue apoyado durante toda su gestión por don Néstor, su sucesor y actual ex Presidente ‘en ejercicio’ –como, acertadamente, lo calificó Nelson Castro- y, desde que asumió, por Cristina.
Cierto es que, en la medida en que la inflación campea a sus anchas por la economía argentina, el valor adquisitivo del dólar se ha reducido fuertemente y, con ello, la industria habría perdido la competitividad ganada con la devaluación original, pero no es menos cierto que esa misma industria recibe, por obra y gracia del matrimonio Kirchner, ingentes subsidios, que paga toda la sociedad, en los precios de su energía y de sus combustibles y, también, en tasas financieras negativas.
Sin embargo, todos esos ingredientes –devaluación, inflación interna y precios subsidiados de sus principales insumos- no han conseguido que la industria argentina se vuelva competitiva. Baste para comprobarlo volver a la queja de doña Cristina, recién mencionada.
Brasil ha permitido que su moneda se revaluara muy fuertemente contra el dólar –de R$ 3 a R$ 1,60 por unidad- y, sin embargo, sus exportaciones son extraordinariamente competitivas en el mundo. Los empresarios brasileños pagan tasas financieras muy superiores a las del mercado argentino, realmente positivas, y precios de sus combustibles que superan –casi triplican- los que pagan sus colegas argentinos.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿A qué se puede atribuir la competitividad de los brasileños y la incapacidad de alcanzarla de los argentinos? Obviamente, no a los ingredientes que componen el ‘cocktail’ de cada realidad.
La segunda vez que Cristina consiguió asombrarme hoy pasó por su manifiesta vocación de integración con Brasil. Habló de políticas educativas, de políticas sociales, de políticas de vivienda, etc., que, según su sesgada visión, habrían comenzado en 2003.
Pero todos los indicadores confiables –no el Indec- dicen, a las claras, que desde que don Néstor consiguiera trepar al sillón de Rivadavia pero, especialmente, en los últimos dos años, la educación se ha visto perjudicada, la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado, el desempleo ha vuelto a crecer, la inflación gana la carrera a los salarios, el plan de viviendas no ha sido ejecutado y la inversión en infraestructura no existe.
En realidad, y por ello mi agradecimiento, Cristina lo consigue casi permanentemente: cuando habla de democracia, pero desconoce la Constitución; cuando habla de federalismo, pero centraliza la caja y esclaviza a los gobernadores; cuando habla de fomentar el comercio internacional, pero impone retenciones confiscatorias y prohibe las exportaciones de carne y trigo; cuando habla de institucionalización, pero interviene el Indec, el Consejo de la Magistratura y ningunea al Congreso; y, sobre todo, cuando miente impunemente, al decir que el ‘tren bala’ será un regalo de los bancos franceses y que Argentina es el país ideal para la inversión extranjera directa.
Por todo ello, y muchísimo más, ¡muchas gracias, Cristina!
Buenos Aires, 4 AGO 08
Debo confesar que tengo un profundo agradecimiento a Cristina Fernández de Kirchner.
A mis 62 años, consigue a diario hacerme recuperar la capacidad de asombro, que creía perdida casi en mi adolescencia.
Hoy esa recuperación se produjo cuando asistí, por televisión, al pequeño discurso que pronunción en el almuerzo de agasajo al Presidente Lula y a su comitiva.
La primera queja de Cristina se refirió a la balanza comercial desfavorable –y con tendencia creciente- que Argentina tiene con Brasil. No pude menos que recordar que Duhalde, al devaluar fuertemente la moneda en 2002, sostuvo que esa medida favorecería las exportaciones argentinas, dándoles una competitividad que, con la convertibilidad, no podían alcanzar.
Es menester recordar que ese modelo, de dólar ‘recontraalto’, fue apoyado durante toda su gestión por don Néstor, su sucesor y actual ex Presidente ‘en ejercicio’ –como, acertadamente, lo calificó Nelson Castro- y, desde que asumió, por Cristina.
Cierto es que, en la medida en que la inflación campea a sus anchas por la economía argentina, el valor adquisitivo del dólar se ha reducido fuertemente y, con ello, la industria habría perdido la competitividad ganada con la devaluación original, pero no es menos cierto que esa misma industria recibe, por obra y gracia del matrimonio Kirchner, ingentes subsidios, que paga toda la sociedad, en los precios de su energía y de sus combustibles y, también, en tasas financieras negativas.
Sin embargo, todos esos ingredientes –devaluación, inflación interna y precios subsidiados de sus principales insumos- no han conseguido que la industria argentina se vuelva competitiva. Baste para comprobarlo volver a la queja de doña Cristina, recién mencionada.
Brasil ha permitido que su moneda se revaluara muy fuertemente contra el dólar –de R$ 3 a R$ 1,60 por unidad- y, sin embargo, sus exportaciones son extraordinariamente competitivas en el mundo. Los empresarios brasileños pagan tasas financieras muy superiores a las del mercado argentino, realmente positivas, y precios de sus combustibles que superan –casi triplican- los que pagan sus colegas argentinos.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿A qué se puede atribuir la competitividad de los brasileños y la incapacidad de alcanzarla de los argentinos? Obviamente, no a los ingredientes que componen el ‘cocktail’ de cada realidad.
La segunda vez que Cristina consiguió asombrarme hoy pasó por su manifiesta vocación de integración con Brasil. Habló de políticas educativas, de políticas sociales, de políticas de vivienda, etc., que, según su sesgada visión, habrían comenzado en 2003.
Pero todos los indicadores confiables –no el Indec- dicen, a las claras, que desde que don Néstor consiguiera trepar al sillón de Rivadavia pero, especialmente, en los últimos dos años, la educación se ha visto perjudicada, la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado, el desempleo ha vuelto a crecer, la inflación gana la carrera a los salarios, el plan de viviendas no ha sido ejecutado y la inversión en infraestructura no existe.
En realidad, y por ello mi agradecimiento, Cristina lo consigue casi permanentemente: cuando habla de democracia, pero desconoce la Constitución; cuando habla de federalismo, pero centraliza la caja y esclaviza a los gobernadores; cuando habla de fomentar el comercio internacional, pero impone retenciones confiscatorias y prohibe las exportaciones de carne y trigo; cuando habla de institucionalización, pero interviene el Indec, el Consejo de la Magistratura y ningunea al Congreso; y, sobre todo, cuando miente impunemente, al decir que el ‘tren bala’ será un regalo de los bancos franceses y que Argentina es el país ideal para la inversión extranjera directa.
Por todo ello, y muchísimo más, ¡muchas gracias, Cristina!
Buenos Aires, 4 AGO 08
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http://www.newpolitic.com
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