¿Ya murió la Argentina?
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 857)
“Quien lucha puede perder; quien no lucha, ya perdió”.
Bertolt Brecht
La guerra (negada) que se libró en nuestro país en las décadas
de los 60’s y 70’s costó demasiado dolor, sangre y muerte. El 25 de mayo de
1973, cuando Héctor Cámpora asumió la Presidencia y liberó a los terroristas condenados
por la Justicia por sus delitos presuntamente políticos, los guerrilleros
tomaron oficinas públicas, empresas y medios de comunicación. La “historia
oficial” se niega a reconocer que ERP y Montoneros, que justificaban sus
acciones en la resistencia a la opresión de los gobiernos militares, continuaron
con sus acciones terroristas después del triunfo de Juan Perón con el 62% de los
votos; por el contrario, el Frente de Todos sigue calificando a esos asesinos
como “jóvenes idealistas”.
Como dijo Enrique Cadícamo, la historia vuelve a repetirse. En
Villa Mascardi se vivió esta semana algo similar cuando una banda de terroristas
pseudo-mapuches, que desconocen la soberanía nacional y pretenden arrebatar su
territorio con la complicidad y protección del Gobierno, atacó a tiros un
puesto de Gendarmería y al retirarse sus ocupantes, que tienen prohibido
responder a las agresiones, lo quemaron; al día siguiente, usurpó más
propiedades privadas y viviendas que previamente había destruido. Y digo que se
trata de algo comparable porque el jefe de Montoneros, Mario Firmenich, amenazó
con una guerra civil y en el sur están operando Roberto Perdía y Fernando Vaca
Narvaja, sus segundos, que reivindicaron recientemente el accionar guerrillero
durante los 70’s y trabajan de consuno con las FARC colombianas, la RAM
chilena, el Sendero Luminoso peruano y “asesores” castro-chavistas.
Mientras tanto, la conducción trotskista del Sindicato del
Neumático tomó el Ministerio del Trabajo, bloqueó el ingreso de trabajadores a
las plantas y, al producir un faltante monumental de ese fundamental insumo
generó, en cascada, la paralización de las fábricas de automóviles y maquinaria
agrícola; las patotas de Camioneros, que ya habían cometido idénticos delitos
en empresas de todo tipo, invadieron una transportadora en Avellaneda y golpearon
a su propietario y al personal; los piqueteros, una vez más, acamparon en la
Avda. 9 de Julio y cortaron rutas en todo el país; los estudiantes secundarios capitalinos,
organizados en “El Acostazo”, que se referencia en Axel Kiciloff, ocuparon los
colegios e impidieron asistir a clases a los demás; los “trabajadores de la
educación”, también kirchneristas, concretaron huelgas salvajes en la Capital
Federal; los asesinatos en Rosario, producidos por la batalla entre
narcotraficantes, enlutan a la población y baten diariamente records
insoportables; las barrabravas, aliadas del poder, continúan ensangrentando al
fútbol y convierten los eventos deportivos en verdaderas batallas campales.
El kirchnerismo finge olvidar que Perón, por cadena nacional, el
20 de enero de 1974, dijo: “Ya no se
trata sólo de un grupo de delincuentes, sino de una organización que, actuando
con objetivos y dirección foráneos, ataca al Estado y a sus instituciones como
medio de quebrantar la unidad del pueblo argentino y provocar un caos … Aniquilar cuanto antes el terrorismo
criminal es una tarea que compete a todos …, lo que nos obliga
perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la
lucha a que dé lugar”, Y no era para menos, ya que el día anterior el ERP
había atacado el Regimiento de Caballería Blindada 10, de Azul, matado a su
jefe, el Cnel. Camilo Gay, y a su mujer, y secuestrado al subjefe, el Tte.Cnel.
Jorge Ibarzábal, a quien torturó y, diez meses después, asesinó.
En la economía, por supuesto, tampoco la llegada de Sergio “el Aceitoso” Massa al Ministerio de
Economía trajo buenas noticias: la inflación sigue su rápido curso ascendente,
la deuda pública y sus intereses alcanzan ya niveles ridículos, siguen faltando
los dólares indispensables para pagar las importaciones más esenciales para la
producción, la recesión parece cercana, y muchos salarios registrados no
permiten superar la línea de pobreza, que ya afecta a más de diecisiete
millones de compatriotas.
La corrupción permea en los tres poderes del Gobierno y en las
policías, compinches todos de los grandes cárteles de la droga, y la geografía
nacional muestra la completa y cómplice abdicación del Estado en el monopolio
de la violencia y en el cumplimiento de sus roles indelegables, lo cual hace
que la anomia y el “sálvese quien pueda” avancen en un país que ha perdido su entramado
social y expulsa a sus mejores y más preparados ciudadanos, mientras promueve
la inmigración de los menos instruidos y más pobres de los países vecinos, que
se amontonan en tierras usurpadas, transformadas en villas de emergencia de
todos los conurbanos argentinos.
Las fuerzas armadas, carentes de medios materiales y
pauperizadas hasta la inanición por ideologizados y sucesivos gobiernos
populistas, acompañados por el inmoral silencio de una sociedad cobarde e hipócrita,
se ven impedidas de cumplir con las más mínimas tareas de vigilancia y defensa
nacional. La injusta persecución y la denegación de los más elementales derechos
humanos que, con la esencial colaboración de asesinos togados, sufren quienes
combatieron contra esta misma guerrilla en su edición anterior, hará que sus
actuales miembros lo piensen muy bien antes de obedecer órdenes de represión
que surjan de un decreto presidencial (como el que firmó Italo Luder en 1975) o,
inclusive, de leyes del vergonzoso Congreso, que no dudó en derogarlas cuando
los vientos políticos cambiaron, como ocurrió a partir de 2003 con las de
“punto final” y “obediencia debida” o con la “re-interpretación” del beneficio
del “2x1” en contra de sus antiguos camaradas. Y lo mismo sucederá en las
fuerzas de seguridad, a cuyos integrantes nadie respalda y son procesados cuando
actúan en sus funciones específicas, como sucede en el sur.
Este escenario de disgregación nacional y fuerte indignación
social, que se enmarca en la renovada y dura interna del oficialismo y los imparables
ataques del Poder Ejecutivo al Judicial en pos de la impunidad de Cristina
Fernández, justifica la pregunta que da título de esta nota. Porque tampoco
será fácil para la oposición (si no pierde la ventaja que hoy registran todas
las encuestas por su ombliguismo y sus innobles rencillas personales) si llega
al poder, desarmar tantas trampas que acechan en el futuro, en especial porque
las elecciones, cualquiera fuera su resultado, no cambiarán demasiado la
composición del Senado. Y allí estarán esperando nuevamente el kichnerismo y
sus aliados trotskistas para intentar impedir los cambios necesarios, tirar
toneladas de piedras e incendiar el país a su paso.
Bs.As., 1 Oct 22