lunes, 31 de mayo de 2010

¡Cierren Ezeiza!

¡Cierren Ezeiza!

“Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos,
cuando son más que los buenos”


Propongo al tirano de Olivos que envíe ya mismo a alguno de sus esbirros a cerrar el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Es muy probable que, si no lo hace, mañana temprano se produzca allí una verdadera concentración de aviones, lo cual podría derivar en accidentes graves.

Tengo la más absoluta certeza acerca del interés en los inversores de distintos países del mundo, sobre todo de la zona del euro, que se van a atropellar para llegar a nuestra patria a dejar sus dineros para construir y ampliar fábricas, crear nuevos empleos, generar divisas para el Fisco y pagar impuestos.

Estos inversores, algunos de ellos presentes en las reuniones que la Presidente mantuvo durante su última y triunfal gira por España, me han comentado que quedaron absolutamente hechizados por la claridad y la sencillez de su discurso y por las enormes lecciones que impartió a los líderes de sus países, todos ellos en decadencia, sobre el manejo de las crisis económicas.

Pero el ruego que da título a esta nota proviene de las muchas llamadas que he recibido hoy mismo, causadas por dos noticias que, si ello fuera posible, mejoraron aún más la imagen de nuestro país, y de sus instituciones en el exterior.

El primer aluvión se produjo cuando trascendió que el Fiscal había hecho suya la denuncia formulada por un grupo de diputados nacionales de todos los partidos de oposición, y había imputado al inefable Echegaray, actual titular de la AFIP y anterior de ONCAA, por defraudación en perjuicio de la administración pública; acompañan a este alfil de Kirchner nada menos que otros diez cómplices. El Juez interviniente, por su parte, ha considerado que se encuentran reunidos indicios lo suficientemente graves como para dar curso a la imputación penal solicitada.

Eso significa, para quienes no son abogados, que el Juez cree, al menos por ahora, que don Echegaray ha metido los dedos en la lata, robándose los subsidios destinados a los verdaderos productores agropecuarios. Como, además, el mismo personaje conduce la recaudación federal de impuestos, todo este episodio ha generado en los inversores extranjeros un entusiasmo difícil de contener.

Pero lo que los llevó a alquilar miles de aviones para viajar esta misma noche a la Argentina, este paraíso de estabilidad de normas y de ciega seguridad jurídica, que ha quedado tan al margen -gracias a las gestiones de don Néstor y doña Cristina- de los ramalazos de la crisis mundial, fue enterarse de un magnífico proyecto de ley presentado por el Diputado Héctor Recalde, distinguidísimo abogado del no menos respetadísimo Hugo Moyano.

Ese proyecto –me consta que, a partir de mañana, será presentado a los congresos de muchísimos países, comenzando por Estados Unidos, Brasil, Chile, Uruguay, Gran Bretaña, Alemania, etc.- ya cuenta con el apoyo incondicional de la CGT –claro, del propio Moyano-, de CTA –al menos, del sector de Yasky- y de algunos gremios, como el de Alimentación, que sufren las corridas por izquierda que reciben de sus bases.

La iniciativa no podría haber resultado más propicia, especialmente frente al momento que vive la economía mundial. Actuará, con toda seguridad, como un inmenso imán que permitirá a la Argentina colocarse a la cabeza del ranking de naciones receptoras de inversiones extranjeras directas, que tan injustamente le han quitado México, Brasil, Colombia y hasta Chile.

Para no seguir dando vueltas, el meollo de ese insuperable proyecto de ley consiste en que las empresas que generen ganancias se verán obligadas a distribuir el 10% de ellas entre sus empleados. Por supuesto, existen en el mismo otros detalles tan geniales como éste, pero no tan importantes: asientos en los directorios para el personal, derecho de éste a auditar a sus patrones, y todo ello sin olvidar a los accidentados, a las madres y a los eventuales.

Sólo me queda rezar para que algún legislador opositor, de esos que ponen tantos palos en la rueda del progreso que el modelo kirchnerista trae aparejado, no repita esta conducta nefasta para los intereses de la Patria y permita la rápida sanción del proyecto, para que nuestra tan querida Presidente pueda promulgar la ley antes de las próximas elecciones.

Si no fuera tan trágico, verdaderamente daría para una comedia. Pero el futuro es lo que don Néstor y su equipo están destruyendo día a día, disparate tras disparate, medida tras medida.

Es obvio que las bancas que conserva el kirchnerismo, aún después de la derrota brutal que sufriera en junio de 2009, le da los votos suficientes para impedir, de acuerdo a las normas constitucionales, iniciar un juicio político a la Presidente, formal responsable de todos estos dislates y de toda esta corrupción.

Entonces, hasta octubre de 2011 –si Néstor quiere- sólo nos queda la esperanza, por cierto débil, en una rápida actuación procesal de los jueces federales, que avancen en las causas de Skanska, de los medicamentos, del financiamiento de la campaña electoral por el narcotráfico, de los subsidios, de los fondos de Santa Cruz, del enorme enriquecimiento de los Kirchner, de los aviones, de los sobreprecios, de los negociados con Venezuela, de las valijas voladoras de dólares y de drogas, del fútbol gratis, de la publicidad oficial, y miles de otros episodios que ahora no recuerdo.

Y es indispensable que los jueces actúen porque, en la punta de esta pirámide criminal que crece diariamente, comandando esta asociación ilícita,

Porque, señores, ¿hasta cuándo estarán los argentinos dispuestos a pagar impuestos a una de las tasas más altas del mundo para que se los roben, la dilapiden o la regalen?

¡Pobre Patria! ¡En qué manos hemos puesto su destino!
Bs.As., 31 May 10

sábado, 29 de mayo de 2010

¿Estoy loco?

¿Estoy loco?

“La vida es un laberinto,
pero los iluminados conocen la salida”
José Narosky


Anoche, en el estupendo programa diario que conduce Jorge Lanata por Canal 26, éste preguntaba a su entrevistado[1], Sergio Acevedo, ex Gobernador de Santa Cruz, cuál podía ser la razón para que una sociedad determinada, o al menos una parte importante de ella, continuara votando a don Néstor, pese a que, por ejemplo, había hecho desaparecer una cifra muy importante de dineros públicos, los famosos “fondos de Santa Cruz”.

Los tiempos de la televisión no permitieron demasiado espacio para la reflexión y, por mi parte, continué pensando en ello por largo rato. Recordé una famosa frase, muy usada en Brasil: “rouba, mas faz”; aquí también, con esa extraña forma de entender la función pública que tenemos los latinoamericanos, en general, nos quejamos mucho menos cuando, además de robar, nuestros gobernantes hacen.

Esta mañana, al leer La Nación, tuve el enorme placer de encontrar un artículo de fondo de Jorge Fernández Díaz, al que el autor puso por título “Kirchnerismo bolivariano del Siglo XXI”
[2]; obviamente, la recomiendo de la manera más efusiva.

En la misma, Fernández Díaz elabora una teoría que, precisamente, da una acabada respuesta a la pregunta que Lanata le formulara anoche a Acevedo: la revolución bolivariana que Kirchner –con Chávez, Correa, y Morales en sus respectivos países- está intentando en Argentina justifica cualquier cosa, aún cuando se trate de la obliteración de la democracia o, simplemente, el saqueo de las arcas públicas.

El objetivo de esa revolución permite que, como sentenció la Diputada nacional Diana Conti, en la medida en que sólo se puede ejercer el poder con mucho dinero –para poder confrontar con los grupos que hoy lo ejercen, según ella-, los Kirchner hayan hecho bien en robar todo lo necesario para construir su propio imperio. Para que no quedaran dudas, cuando Pepe Eliaschev le dijo, en el programa de Alfredo Leuco, que toda su perorata olía a stalinismo, no dudó en embanderarse en esa pseudo filosofía.

Es decir, continuando con el razonamiento, que la revolución es tan, pero tan importante que, para imponerla cualquier método resulte bueno, incluyendo la muerte de veinte millones de rusos a manos del programa de colectivización de tierras que impulsó don Josef.

Fernández Díaz identifica a don Néstor con la izquierda nacional, que fuera representada en nuestro país por Abelardo Ramos quien, a su vez, llegaba desde el trotskismo. Esa izquierda vernácula nunca tuvo una importante expresión en materia de votos y, paulatinamente, fue incorporándose al peronismo que, como es un “movimiento” amplio, lo recibió y, con él, a algunos grandes intelectuales.

Sin embargo, aparece como una rareza que hoy, de la mano de don Néstor y su banda, la izquierda conduzca al país, cuando tampoco tuvieron caudales importantes los demás grupúsculos de ese origen; salvo, claro está, el que encabeza Pino Solanas, al cual votó uno de cada cuatro porteños.

No voy a extenderme ahora sobre este tema, ya que lo ha hecho mucho mejor Fernández Díaz en la nota que comento. Pero sí vale la pena agregarle otras reflexiones de cara al futuro.

La primera de ellas es la que realiza James Neilson en la edición de hoy de la revista Noticias. En su editorial, a la que tituló “¿Habrá un Tricentenario?”
[3]. El autor describe un escenario que, creo, puede parecerse mucho al real, ya que aparece como muy probable que los Estados, tal como los conocemos desde hace relativamente poco tiempo, desaparezcan en el próximo siglo, y que nuestro territorio, en particular, se vea invadido por una pacífica –o no- ola de inmigrantes que habrán perdido, en esa vorágine, sus orígenes y que, con su influencia, modificarán nuestros conceptos de raíz.

Al mirar la Europa actual, en la que la población musulmana está creciendo a tasas demográficas muy superiores y se estima que, en treinta años, se habrá convertido en mayoritaria en algunos de los países que integran la Comunidad, no puede menos que coincidirse con el pronóstico.

Se pregunta Neilson, y se responde, que los proyectos pseudo nacionalistas condenarán a la Argentina al fracaso y, seguramente, a la desaparición como Estado. Para creer que puede tener razón basta con mirar el pasado reciente de Europa (léase URSS, Yugoeslavia, Checoeslovaquia), y la posibilidad que Francia y España vean la secesión de las provincias vascongadas, o Gran Bretaña de Escocia, en un reflujo poco probable.

Y la otra reflexión que me parece necesaria es la siguiente: si coincidimos con Fernández Díaz en su diagnóstico acerca de la actual identidad ideológica de don Néstor y sus adláteres, es decir, en que está convencido que su “socialismo del siglo XXI” merece que se sacrifique en su altar la democracia y la república, ¿resulta posible creer en la aceptación pacífica de un veredicto adverso en las urnas?

Sé que mis sufridos lectores deben pensar, a esta altura, que me he puesto monotemático, pero la realidad –más allá del espejismo de la fiesta del Bicentenario- me hace mirar los acontecimientos nacionales con un cristal cada vez más pesimista.

Pero, si perciben que don Néstor ha negado –y continúa haciéndolo- haber perdido las elecciones de 2009, que ha maniatado al Congreso mediante el alquiler de algunos senadores, que usa y abusa de los bienes públicos para su campaña proselitista, que sigue utilizando a jueces prostibularios para ensuciar a sus opositores, que reniega de la Justicia cuando no falla a su favor, que expande diariamente su imperio económico a través de sus testaferros, y que cada vez son mayores los instrumentos clientelísticos que utiliza para adormecer a los votantes a cambio del futuro de los jubilados, tal vez comiencen a creer que tan loco no estoy.

Me preocupan mucho dos aspectos del kirchnerismo: el prolijo minado que han hecho del campo económico (léase subsidios, tarifas, impuestos, coparticipación e inflación) y el manejo mesiánico de las relaciones exteriores, que nos ha aislado completamente del mundo. Porque, sea cual sea el desenlace que lleve al final de este triste período, serán desafíos que el país deberá enfrentar en forma urgente en el tiempo siguiente.

Y ello sin pensar en otras características del actual “modelo” que complicarán aún más el panorama futuro: la destrucción de la educación argentina en todos sus niveles, la corrupción de la Justicia, el aniquilamiento de las Fuerzas Armadas, la inexistencia de una política inmigratoria razonable, el debilitamiento del sistema de salud pública, la inseguridad, el crecimiento exponencial de la drogadicción y el tráfico, etc., etc. Ninguno de esos problemas es menor.

Los opositores, si quieren expulsar del poder a estos bandidos canallas, deberán ponerse de acuerdo, de una buena vez, en políticas de Estado, que deberán ser continuadas a lo largo del tiempo y de los signos políticos de los diferentes gobiernos. Y proponer esas ideas a la población, recreando la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes.

Si no lo hacen –si no lo hacemos todos- el destino real de Argentina contradecirá a esa famosa frase de Duhalde, el bueno, ya que estará condenada al fracaso.

Me declaro pesimista, aunque me comprometo a seguir peleando para equivocarme. Mi país lo merece.

Bs.As., 29 May 10

[1] El programa completo puede verse en http://www.jorgelanata.com

[2] La nota completa puede verse en http://tinyurl.com/29z57zt

[3] La nota completa puede leerse en http://tinyurl.com/2dr5nzx

miércoles, 26 de mayo de 2010

Buenos "qué" y pésimos "cómo"

Buenos “qué” y pésimos “cómo”


“En política, el ‘personalismo’ constituye la principal
fuerza modeladora no sólo […] de la historia de España,
sino también de su evolución política y de la
evolución de las repúblicas de la América hispana”
Salvador de Madariaga


Este gobierno, desde los ya lejanos días de la cancelación total de la deuda con el FMI y la tentativa de “desendeudamiento” con el Club de París, o desde el establecimiento del subsidio pseudo universal por hijo, o la sanción de las leyes de medios audiovisuales y de reforma política, nos tiene acostumbrados a positivos “qué”, pero negativos “cómo”.

El pago al Fondo fue una buena medida, pero se hizo cancelando un pasivo con bajas tasas de interés mediante la venta de bonos –es decir, tomando préstamos- a Venezuela, con tasas altísimas, que dispararon el famoso riesgo-país.

Cuando se anunció, con bombos y platillos, la inmediata cancelación de la deuda que la Argentina mantiene con el Club de París, se cometió un error conceptual. Aparentemente, el Gobierno creyó que se trataba de una única entidad, sin que el Ministro de Economía de entonces le informara que, en realidad, se denomina de ese modo a todos los créditos que un país mantiene con bancos y empresas europeas, nucleadas en esa especie de asociación de acreedores. Por ello, primero había que negociar con un montón de titulares de deuda distintos, para llegar a arreglos individuales y en condiciones diferentes, dependiendo del estado de mora, del tiempo transcurrido, etc..

En ese caso, otra vez, el “qué” estaba bien, pero el “cómo” fue un disparate, gracias a Dios no concretado. Sólo le faltó recordar a nuestra Presidente, al hacer su anuncio entonces, que el Club de París fue creado en 1956, precisamente -¡valga el honor!- por Argentina para conducir su proceso de negociación con los acreedores.

Y digo que el “cómo” estaba mal porque, para reinsertar a Argentina en el mundo, objetivo declarado del frustrado pago –como lo es ahora el del canje de los bonos que quedaron en default- no basta con pagar, sino que se debe contar con estadísticas dignas de crédito, cosa que falta aquí desde enero de 2007, cuando un Guillermo Moreno, cumpliendo órdenes directas del actual tirano de Olivos, destruyó una historia casi centenaria.

La historia del subsidio pseudo universal por hijo es similar. El “qué” estuvo bien, pues permitió incrementar fuertemente la escolaridad, amén de mejorar –en su momento, ya que la inflación se los está comiendo- los ingresos de los más desprotegidos.

El “cómo”, para variar, fue pésimo. No sólo no fue universal, como pretendían sus propulsores (de la oposición), que pretendían que fuera para todos los hijos menores -de cualquier nivel socio-económico- del país y se derogaran las deducciones de ganancias, sino que se ha transformado en otro vehículo del clientelismo, además de dejar fuera a dos millones de chicos.

La necesidad de una nueva Ley de Medios estaba fuera de discusión, ya que la que aún hoy rige –merced a los Tribunales, que han impedido la entrada en vigencia de la nueva norma- no es adecuada a los progresos tecnológicos ni obliga a respetar límites, como los que se aplican en todas las naciones civilizadas.

Sin embargo, el kirchnerismo utilizó un “cómo” deplorable, con atropellos a la oposición en el Congreso y aprobación del proyecto a libro cerrado. Y eso sin considerar que el texto promulgado, en manos de don Néstor y doña Cristina, permitirá a éstos destruir la libertad de opinión y de prensa para construir un imperio mediático ajustado a sus intereses.

La Reforma Política, también sancionada a tambor batiente por el congreso-escribanía que tuvimos hasta el 10 de diciembre, sigue siendo una tarea pendiente de la democracia argentina. Y por eso, el “qué” también era una aspiración de la ciudadanía.

Pero Kirchner y sus secuaces no podían evitar transformar ese instrumento en un vehículo para terminar, manu militari, con los partidos chicos, sin imponer a los grandes la democratización de sus estructuras, que hubiera debido ser el fin buscado. No viene al caso analizar, en esta nota, la traición que implicó para el progresismo vernáculo, el veto presidencial de los artículos que el oficialismo había concedido para obtener su aprobación.

Y llegamos así a los festejos del Bicentenario. El “qué” de los mismos está fuera de discusión. Argentina celebró, con toda la ciudadanía en la calle, los doscientos años transcurridos desde la Revolución de Mayo, y lo hizo con alegría, sin banderías, sin partidismos y sin maniqueísmos. Los organizadores de los miles de eventos se merecen un ¡Bravo!, sin lugar a dudas.

Pero, desde el Gobierno, la historia -el “cómo”- fue distinta, como fue distinta la Historia en los discursos oficiales.

Doña Cristina se dio todos los lujos, especialmente aquéllos por los cuales los argentinos deberemos pagar más caro. No solamente dejó de invitar –ninguneó, en el lenguaje popular- a todos los ex presidentes de la democracia salvo, claro, a su marido, sino que, como es habitual, estableció una rígida frontera entre los buenos, para ella, y los malos; y para éstos, no hubo ni justicia, ya que son enemigos, no adversarios.

Pero la forma de reinterpretar la Historia, condenando a España en todos los púlpitos y atriles, agudizando los enfrentamientos provocados por la forma en que se inmiscuyó en los asuntos internos de la Madre Patria durante su reciente visita, y el modo en que dio lecciones a Europa entera sobre cómo debían manejar los países miembros de la Comunidad sus crisis, serán una cuenta dura de levantar para nuestro país.

La invitación al frustrado tirano Zelaya, en desmedro de las autoridades legítimamente electas en Honduras, y la negativa de los presidentes de Perú y Colombia a comparecer en las payasadas de los Kirchner, sumadas a la inexistencia de delegaciones relevantes del resto de los países del mundo, dan una idea clara acerca de dónde se encuentra la Argentina en el concepto mundial.

La inaudita comparación con la Argentina del Centenario -un país que era respetado en todo el orbe y que se encontraba entre los nueve más importantes del mundo-, la entronización de un retrato del criminal Che Guevara al lado de los próceres de nuestra independencia, la ausencia de doña Cristina ante el paso de las Fuerzas Armadas, la negativa a concurrir a la reapertura del Teatro Colón, la pretendida y fracasada división de la Iglesia Católica, la exaltación permanente del período kirchnerista –el más corrupto desde la restauración de la democracia- como movimiento fundante, son meros hitos de un discurso y de una conducta que, esperemos, no estarán presentes cuando Argentina celebre, en 2016, los doscientos años de su Independencia.-
Bs.As., 26 May 10

domingo, 23 de mayo de 2010

Miedo

Miedo

“Lágrimas y Desastres, Muerte y Vergüenza, y
todas las calamidades para las que el mundo
tiene nombres: todo ello está aquí”
Sófocles


Por similares razones a las invocadas por Jorge Lanata en su diario programa de televisión de “Canal 26”, y a las expuestas por Pepe Eliaschev en su columna de hoy en “Perfil”, me he negado a escribir una nota sobre el Bicentenario, que lleva ríos de tinta y de minutos utilizados. Tal vez, como siempre, sea el artículo de Carlos Pagni en Enfoques de “La Nación” el mejor sobre el tema.

Sin embargo, distintos episodios recientes me han hecho reflexionar sobre un rasgo que, seguramente, marcará esta época para la posteridad y para la historia de una Argentina distinta.

Ese signo distintivo es el miedo, presente hoy en todas y cada una de las esferas en que se mueve la vida de nuestro país y, sobre todo, en las personas que las representan.

Es el miedo el que ha hecho que doña Cristina haya anunciado que no asistirá a la gala conmemorativa del Teatro Colón, pese a lo emblemático de la circunstancia, y fue el miedo el que le recomendó no presenciar el desfile militar de ayer. Podrán invocarse excusas diversas, como el desafortunado e inoportuno destrato de Mauricio Macri a don Néstor, o el cansancio presidencial, o el deseo (¡qué cinismo!) de no monopolizar, con su imagen, los festejos. La realidad, como todos LA percibimos, es bien distinta. Doña Cristina tiene miedo al abucheo y a los silbidos de una sociedad harta de sus modos y de sus políticas, y no quería competir con el Ejército por el favor popular.

Es el miedo el que hace que don Néstor, pretenso candidato a la Presidencia de la República en unos remotos comicios, se vea obligado a celebrar sus actos, pseudo multitudinarios, en espacios cerrados y mini-estadios, que pueden ser colmados por públicos adictos o alquilados.

Es el miedo a competir lealmente el que hace que la SIDE trabaje tanto para ensuciar a todos los candidatos opositores, se llamen Enrique Olivera, Francisco de Narváez, Luis Juez o Mauricio Macri.

Es el miedo a perder el poder, la libertad y su fortuna el que lleva a Kirchner a permitir que nuevas organizaciones armadas, como la Tupac Amaru, por Evo Morales y Hugo Chávez ocupen el espacio público en reclamo de falsas comunidades aborígenes, o invadan territorios como La Matanza, para demostrar a los “barones” del Conurbano hasta qué punto está dispuesto a llegar para impedir la deserción de éstos, fruto del instinto de autopreservación.

Es el miedo al ahogo financiero, y los consecuentes problemas sociales que podrían derivarse en sus provincias, el que lleva a los gobernadores a continuar dispuestos a entregar a don Néstor el poder, precisamente, de asfixiarlos.

Es el miedo el que calla a tantos jueces, el temor a represalias en el Consejo de la Magistratura, y deja sin Justicia y sin derechos a los ciudadanos.

También es el miedo el que ha hecho el milagro de reunir a todos los “presidenciables” del peronismo disidente en una mesa de diálogo. Han comprendido, finalmente, que ese federal espacio no puede llevar más que un candidato, si pretende evitar que don a Néstor se alce con el 40% de los votos y supere, por más de 10%, al oponente más cercano.

Es el miedo el que hace que haya tantas dudas acerca de pelear o no la interna del PJ, si es que llega a realizarse, ante la alta probabilidad de que la Junta Electoral sea nada más que un instrumento en las aviesas manos de don Néstor, que no dudará en cambiar las reglas de juego ante el menor riesgo a su maniobra.

Es el miedo, asimismo, el que hace que cinco de las más poderosas empresas del país, que eran socias de AEA, renunciaran a sus membrecías ante el riesgo de disgustar a Kirchner por aparecer secundando a Magnetto y al “monopolio mediático”, hasta ayer dilecto amigo del poder.

Es el miedo el que ha llevado a tantos capitanes de la industria a soportar los modos de Moreno durante tanto tiempo. Recuerdo que, cuando uno de los asistentes a las primeras reuniones que este desaforado convocó en la Secretaría de Comercio Interior, me contó la frase con que había sido iniciada (“acá mando yo, porque soy el que la tiene más larga”), le pregunté por qué no se había levantado y abandonado el encuentro; la respuesta fue que, si lo hacía, debería soportar un ataque masivo en contra de su empresa, que la llevaría a la ruina.

Es el mismo miedo el que hace que, a la hora de inquirir a los exportadores argentinos por qué pagaron “coimisiones” del 20% a Palmat, las bocas se cierren férreamente.

Es el miedo el que hace negar a los importadores de alimentos la verdad de las barreras que Moreno, por instrucciones de Kirchner, ha impuesto, mientras su mujer las niega en España.

Es el miedo el que pretende don Néstor que embargue a los abogados de los accionistas de Telecom Argentina, para que éstos se desvinculen del proceso e impidan la “argentinización” que aquél impulsa, ordenándole al Juez de pasado prostibulario la detención, en una cárcel común, de José Alfredo Martínez de Hoz, que está siendo juzgado dos veces por la misma causa, mientras se le aplica una ley con retroactividad.

Es el miedo el que impide a los familiares y amigos de los militares presos por haber combatido a la guerrilla asistir, masivamente, a los actos en que sólo se pide Justicia y Concordia.

También es el miedo al futuro el que hace que, aún frente a este horroroso panorama de corrupción generalizada y genocida, casi tres de cada diez argentinos esté dispuesto hoy a votar nuevamente a los Kirchner, o a quien éstos manden.

Es el miedo a que la inflación se coma su salario quien lleva a la gente a comprar, masivamente, televisores, autos y cuanto embeleco esté dispuesto a ofrecer el Gobierno para mejorar su imagen, aún sabiendo que el futuro será, necesariamente, mucho peor.

Es el miedo a que ciudadanos ilustrados comprendan que sólo ellas podrán generar una verdadera Nación, sin caudillos y sin aparatos, el que ha llevado a la degradación final de la educación en la Argentina, que supo ser uno de los países más adelantados en la materia, y al cual concurrían a perfeccionarse estudiantes de todas las latitudes. “Si el caballo piensa, se terminó la equitación” es la frase con que Malú Kikuchi subtitula su sitio www.lacajadepandoraonline.com, y los políticos argentinos no están dispuestos a dejar de montar.

Es el miedo el que hace que se muera la noche en el Gran Buenos Aires y se devalúen las propiedades en los countries. Es el mismo miedo que hace que la población se arme, sin tener la más mínima instrucción para ello, o que la venta de autos blindados se haya transformado en un boom en Argentina. Es el miedo –y la complicidad- el que impide a la Policía ingresar a las villas de emergencia. Y es el miedo el que lleva a que tantos argentinos retiren US$ 45.000 millones del sistema, fugándolos hacia el extranjero o hacia los colchones.

Es la verdad. Y, como dijo Joan Manuel Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. ¡Qué pena festejar así los doscientos años de Mayo!

Bs.As., 23 May 10

miércoles, 19 de mayo de 2010

Carta Abierta de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia a la Corte Suprema de Justicia de la Nación

Carta Abierta de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia a la Corte Suprema de Justicia de la Nación


Buenos Aires, 28 de abril de 2010

Señor
Presidente de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación,
Dr. Ricardo Luis Lorenzetti
Palacio de Justicia
S / D.-

De nuestra consideración:

El pasado 7 de abril solicitamos formalmente una entrevista a ese alto Tribunal, para dar cuenta de la fundación de nuestra Asociación Civil Abogados por la Justicia y la Concordia, ocurrida el 12 de agosto de 2009, que hoy integramos más de trescientos abogados pertenecientes al foro de la ciudad de Buenos Aires.

Hasta hoy, no hemos recibido respuesta e, interpretando el silencio del excelentísimo Tribunal como una declinación tácita a la posibilidad de recibirnos, nos dirigimos públicamente a usted y, por su intermedio, a los demás ministros del cuerpo, para expresar, de este modo, lo que hubiéramos manifestado en el despacho del señor Presidente de haber sido recibidos.

Nos hemos asociado, señor Presidente, porque la Justicia está desvirtuada y la Concordia desconocida. Como abogados, tenemos el deber que surge de nuestro juramento profesional, por el cual, a través de la Constitución, nos comprometimos a “afianzar la justicia”, de modo que ella pueda, así, alcanzar su objetivo, que es dar a cada uno su derecho. Como ciudadanos, tenemos el deber de procurar la concordia, la paz interior, bien común fundamental de cualquier sociedad política.

Desde luego, señor Presidente, cuando estamos a punto de celebrar los doscientos años de gobierno propio, podemos rememorar las muchas ocasiones en que justicia y concordia han sido vulneradas entre nosotros. También sabemos, señor Presidente, y saben usted y los ministros de excelentísimo Tribunal, qué papel airoso o desgraciado pudo caberle a la administración de justicia en la instauración, el mantenimiento o la condena a aquellas vulneraciones. A nuestra Asociación le preocupa, señor Presidente, la situación actual de injusticia y enemistad interna, que también –seguramente- desvela al alto Tribunal.

Nos inquieta, señor Presidente, la instauración, a través de fallos dictados por este Tribunal a partir del año 2003, de una suerte de derecho en dos velocidades, donde las garantías básicas contenidas en la Constitución, que este mismo cuerpo proclamó, hace ciento veintitrés años, “arca sagrada” y “palladium de la libertad”, valen para unos y resultan absolutamente ineficaces para otros. A través de los precedentes “Arancibia Clavel”, “Simón”, “Mazzeo” y “Lariz Iriondo”, a los militares y fuerzas de seguridad, empleados para combatir el terrorismo, se les han negado derechos y principios que rigen, desde siempre, para todos los ciudadanos que, en enumeración no taxativa, pasamos a exponer:
· Se ha desconocido el principio de legalidad, siendo estos ciudadanos juzgados por delitos llamados de “lesa humanidad”, que no existían como tales al momento de los hechos y que, todavía, no han recibido tratamiento legislativo para que se los defina como a todo delito, evitando así el caos interpretativo que impera actualmente, y su consecuente utilización como fines políticos contra adversarios del poder de turno. Delitos o agravantes que no estuvieron, ni están, en el Código Penal, sino en un Tratado internacional ratificado con posterioridad a los hechos, cuya aplicación retroactiva está expresamente prohibida en su artículo 24, al igual que en la Constitución Nacional.
· Se han desconocido, también, y sólo a ellos, los institutos de la prescripción de la acción penal, de la cosa juzgada, del non bis in idem y de la aplicación de la ley penal más benigna.
· Se ha invocado, dogmáticamente, la costumbre internacional como sucedáneo de la ley penal escrita, sin tener precedentes de esa costumbre y atribuyéndole fuerza imperativa.
· Se les ha quitado al Congreso de la Nación y al Poder Ejecutivo los dos instrumentos que la Constitución les otorga para cumplir el mandato de “consolidar la paz interior”, revisando e invalidando los indultos y las dos leyes de amnistía dictadas por el Parlamento, llamadas “de obediencia debida” y “punto final”. Y sólo en perjuicio de ellos.

Sólo a ellos no se les aplica el “plazo razonable” para su juzgamiento, consagrado por el Pacto de San José de Costa Rica, y se les agravan las condiciones de encierro, manteniendo prisiones preventivas por tiempo indefinido y a personas que superan los setenta años, edad en que los jueces deben conceder la prisión domiciliaria. Las cárceles no deben ser instrumentos de tortura y no están preparadas para recibir ancianos ni enfermos; haberlo olvidado ha generado decenas de muertos en cautiverio.

La conculcación de los principios apuntados permite afirmar que todos los ciudadanos estamos en libertad condicional. Abandonar la legalidad para alcanzar lo que, algunos, creen que sería justo, significa la destrucción del sistema civilizado de convivencia. Ningún ciudadano debiera consentirlo, y ningún hombre de Derecho dejar de denunciarlo.

Entienda el señor Presidente, y entiendan los señores ministros, que nuestra Asociación no es un grupo de presión, como otros que pululan para continuar librando la desgraciada contienda de los años setenta bajo registro forense. A nosotros no mueve, repetimos, nuestro deber irrevocable de abogados, y nuestra obligación primaria de ciudadanos, por la Justicia y la Concordia. No exaltamos, retrospectivamente, los crímenes de unos u otros, ni propiciamos repetir hoy las demasías de ayer, como esos grupos de presión que, convertidos en parásitos de la curia, lo hacen a diario. No intentamos, tampoco, legalizar en actas judiciales una versión sagrada de la historia, haciendo que los jueces no juzguen personas sino que juzguen el pasado, como también oímos repetir diariamente. Queremos recuperar un derecho que dé a cada uno lo suyo, sin negar a nadie, por razones ideológicas, lo suyo correspondiente, y queremos recuperar la paz interior para poder, con espíritu de misericordia, acariciar cada herida del pasado y retirar la mano seca, en lugar de dejarlas sangrar a designio.

Esto es lo que hubiéramos querido plantearle en la audiencia que oportunamente solicitamos. De todos modos, señor Presidente, sea en su despacho o aquí, en la vereda de nuestro Palacio de Justicia, tenga en cuenta que hay una Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia que no cejará en alcanzar sus objetivos; que a cada iniquidad y a cada desunión opondrá el derecho; y que estará recordando continuamente a los jueces el principio clásico de que “peor que sufrir una injusticia, es cometerla”.

No se nos escapa, señor Presidente, señores ministros de la Corte, que están sufriendo ustedes, en este momento, inicuas presiones por parte del Ejecutivo, de miembros del Legislativo y de los grupos de presión que recordábamos más arriba, esto es, de todos aquellos que pretenden convertir la justicia en su propia venganza, y la paz en el regodeo de su triunfo. No contentos con haber conseguido, en los estrados, un derecho ínfimo para sus enemigos, ahora van por más. No dude, excelentísimo Tribunal, que esta Asociación está a su lado frente a este intento de subyugación, precisamente porque están en juego la justicia y la concordia. Estamos a su lado, aunque sea en la calle.

Mariano Gradín (Secretario) Alberto Solanet (Presidente)
Adhieren:
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Publicada en diario La Nación (17 May 10)

domingo, 16 de mayo de 2010

¿Hasta cuándo?

¿Hasta Cuándo?


“Vosotros ...
“Vosotros, que invadisteis nuestros pueblos y ciudades,
“Vosotros, que incendiasteis nuestras iglesias y templos,
“Vosotros, que quemasteis nuestras cosechas,
“Vosotros, que matasteis a nuestros padres,
“Vosotros, que esclavizasteis a nuestros hijos,
“Vosotros, que violasteis a nuestras mujeres e hijas,
“¡No abuséis!, ¡No abuséis!”


La decadencia moral de la sociedad argentina nunca ha quedado tan palmariamente demostrada como en estos tiempos, por la tolerancia generalizada a los mayores estropicios que, contra ella misma, se perpetran día a día. Parafraseando a Lugones, la nación argentina está muy escasa de laureles.

Porque, reconozcámoslo, hemos perdido cualquier freno y toda repugnancia ante lo que nos sucede. Permitimos que nuestro futuro sea hipotecado y saqueado permanentemente, y las adiposidades que hemos desarrollado –plasmas, decodificadores, automóviles, motos, cocinas y calefones- nos impiden ver la realidad, esa que los Kirchner construyen ladrillo tras ladrillo, ante una oposición que, al menos hasta ahora, se ha mostrado como incapaz de frenar los abusos, las arbitrariedades y los crímenes de la pareja imperial.

Veámoslo, desordenadamente, de esta manera:

¿Hasta cuándo permitiremos que los amigos del poder continúen quedándose con empresas que, en otras circunstancias, estarían invirtiendo verdaderamente en el país, creando empleos y pagando impuestos?

¿Hasta cuándo permitiremos que la caja de la ANSeS, que deberá pagar nuestras jubilaciones, sea saqueada para incrementar el gasto público?

¿Hasta cuándo nuestros actuales jubilados, que han aportado más de treinta años para gozar de una vejez tranquila, deberán soportar que, por clientelismo, se jubilen quienes nunca han aportado?

¿Hasta cuándo las exangües arcas del Estado deberán pagar por las obras públicas muchísimo más de lo que ellas valen?

¿Hasta cuándo las provincias que “hacen los deberes” deben soportar el despilfarro de aquéllas que sólo consiguen recaudar, en impuestos, el 10% de sus gastos?

¿Hasta cuándo el “federalismo” constitucional deberá depender de la voluntad del tirano de Olivos?

¿Hasta cuándo la sociedad deberá soportar que, negándolo, el ajuste se haga por la vía de una inflación ya descontrolada?

¿Hasta cuándo los más pobres deberán seguir subsidiando, por la vía de impuestos indirectos, el derroche estatal?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a seguir con la fiesta de los precios reprimidos, sabiendo que, en pocos años, deberemos pagar por su sinceramiento?

¿Hasta cuándo estaremos conformes con una industria nacional cara y poco eficiente a la cual hay que sostener, permanentemente, con subsidios o con protecciones para-arancelarias?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a permitir que nuestro país se haya convertido en una entidad indefensa, incapaz de garantizar siquiera la seguridad de sus fronteras?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a tolerar que, embutidos en discursos revolucionarios con olor a naftalina nuestras Fuerzas Armadas sigan condenadas a la desaparición?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a ignorar que están llegando a nuestro país las peores lacras sudamericanas: carteles de drogas, guerrillas indigenistas y maras?

¿Hasta cuándo los “barones” del Conurbano, campeones del clientelismo político y de su negociación en las mesas políticas, estarán dispuestos a tolerar la infiltración de la Tupac Amaru en La Matanza?

¿Hasta cuándo toleraremos que la política se financie mediante la falsificación de medicamentos para enfermedades terminales?

¿Hasta cuándo miraremos para otro lado mientras nuestros organismos de control del lavado de dinero permiten que los narcotraficantes compren propiedades y políticos?

¿Hasta cuándo toleraremos que el narcotráfico financie las campañas electorales del kirchnerismo?

¿Hasta cuándo permitiremos que sigan volando valijas con dólares generados por las coimas venezolanas?

¿Hasta cuándo los argentinos, en general, y los santacruceños, en particular, seguirán preguntándose dónde están los fondos desaparecidos?

¿Hasta cuándo diremos que vivimos en democracia, mientras se nos convierte en una monarquía absoluta y corrupta?

¿Hasta cuándo permitiremos que los Kirchner y sus cómplices se compren, a precio ruin, el país y sus empresas?

¿Hasta cuándo consentiremos que, con nuestro dinero, hagan autobombo, compren radios e inventen diarios?

¿Hasta cuándo seguiremos oyendo impávidamente que tenemos fútbol gratis cuando sabemos que se gastan en él mil millones de pesos por año, sólo para la publicidad del Gobierno?

¿Hasta cuándo dejaremos que don Néstor se haga dueño del petróleo, de la electricidad, del gas, del juego, y del país entero, con el producto de sus coimas y aprietes?

¿Hasta cuándo los empresarios argentinos tolerarán los modos y las amenazas de Guillermo Moreno?

¿Hasta cuándo se morirán de miedo y correrán a cumplir las órdenes más disparatadas que ese energúmeno les imparta?

¿Hasta cuándo dejaremos que jueces corruptos, comprados por dinero o videos en prostíbulos masculinos, sean señores de nuestras vidas, honras y haciendas?

¿Hasta cuándo permitiremos que los poderosos entren por una puerta a los juzgados y salgan por otra diez minutos después, mientras que los pobres ladrones de gallinas permanecen por años en las cárceles?

¿Hasta cuándo los desposeídos contemplarán en paz como los dineros públicos terminan en los bolsillos y las empresas de cuatro vivillos?

¿Hasta cuándo seguiremos meramente sobreviviendo mientras vemos a nuestros políticos y gremialistas y sus familiares llenarse de casas, campos, joyas, aviones y yates?

¿Hasta cuándo los más míseros verán, sin reaccionar, como sus hijos mueren de desnutrición mientras los aviones presidenciales trasladan a los hijos del poder a fiestas patagónicas o viajan sólo para llevar medialunas o diarios?

¿Hasta cuándo quienes carecen de salud verán cómo se dilapidan fondos en subsidios a los más ricos, en gas y en luz o en créditos a empresas que no los pagarán?

¿Hasta cuándo los argentinos deberán pagar un millón de dólares diarios por la fiesta de Aerolíneas Argentinas?

¿Hasta cuándo los más pobres estarán dispuestos a pagar una Universidad para ricos, en la que no se estudia pero cuesta millones?

¿Hasta cuándo quienes no tienen escuelas dignas permitirán que se anuncien cientos de falsas inauguraciones de establecimientos de enseñanza?

¿Hasta cuándo los argentinos permitiremos que se nos envenene el aire comprando un fueloil teóricamente venezolano, lleno de veneno de azufre?

¿Hasta cuándo permitiremos que los Kirchner negocien con Hugo Chávez para poder robar y coimear sin medida y sin control?

¿Hasta cuándo permitiremos que se usen a los jueces corruptos como “camisas pardas” del proyecto oficial?

¿Hasta cuándo permitiremos que se combata contra el campo, nuestro más importante sustento, como si se tratara el sexto jinete del Apocalipsis?

¿Hasta cuándo permitiremos que, todos los días, se cercene nuestra libertad de prensa y de opinión, en nombre de una democratización falsa que pretende que la única palabra sea la oficial?

¿Hasta cuándo dejaremos que sigan falseándose las estadísticas nacionales, sin las cuales resulta imposible realizar diagnósticos y, mucho menos, pronósticos, indispensables para la inversión?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a soportar el patoterismo de Guillermo Moreno, de Aníbal Fernández o de Luis D’Elía?

¿Hasta cuándo dejaremos que nuestras relaciones con nuestros hermanos uruguayos estén en manos de los piqueteros de Gualeguaychú?

¿Hasta cuándo permitiremos que los humores de don Néstor nos aíslen del mundo civilizado?

¿Hasta cuándo consentiremos que este verdadero genio del comercio exterior nos haga pelear con todos los países que nos compran mucho, pero nos venden poco?

¿Hasta cuándo soportaremos que, en el espectro internacional, se nos vincule a Nicaragua, Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia?

¿Hasta cuándo permitiremos que los artífices del “modelo” kirchnerista y de todas las barrabasadas cometidas pretendan “venderse” como intérpretes del cambio generacional, como el camaleón Alberto Fernández?

¿Hasta cuándo seguiremos tolerando que se nos impida circular libremente, exhibiendo capuchas y palos?

Obviamente, esta lista de “¿Hasta cuándo …?’s” no agota los temas pendientes, que los argentinos nos debemos, pero corresponde que la amplíe un poco con otros.

¿Hasta cuándo permitiremos que los opositores continúen con sus personalismos y con sus egoísmos, sin ofrecer a la sociedad propuestas concretas y planes para el futuro?

¿Hasta cuándo permitiremos que los opositores se comporten como vírgenes vestales después de haber sido reiteradamente violados por el oficialismo?

¿Hasta cuándo olvidaremos que la oposición es incapaz de diseñar una agenda propia y, muchísimo menos, de poner frenos al despotismo no ilustrado de los Kirchner?

¿Hasta cuándo las provincias elegirán como senadores a individuos capaces de vender sus votos por dinero, por protección o por prebendas de todo tipo?

¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a esperar de la oposición planes de gobierno serios y concretos, en lugar de meras poses para los medios de prensa?

¿Hasta cuándo estaremos mirando por televisión –eso sí, plasmas enormes, comprados a cincuenta cuotas sin interés- como la República desaparece y el país deja de ser viable?

¿Hasta cuándo consideraremos que aún podemos legar un país a nuestros hijos, del cual puedan sentirse orgullosos?

En la respuesta a todos esos interrogantes, y a otros muchos similares, está el futuro de la Argentina que, como diría San Martín, será lo que deba ser o sino, no será nada. ¡Qué pena que debamos formularlos cuando ya han pasado casi doscientos años de historia y estemos entrando en este malogrado Bicentenario!

Bs.As., 16 May 10

martes, 11 de mayo de 2010

Más vivo que el hambre

Más vivo que el hambre


“Aquel que desea, pero no obra, engendra peste”
William Blake


Ayer nomás, nuestra elegantísima e inteligentísima doña Cristina, bajo el férreo comando de su marido, dio una nueva muestra de cuánta viveza criolla, más que cualquiera de sus opositores, conserva don Néstor.

De un solo plumazo, y rodeada de casi todos los gobernadores, barrió con la discusión acerca de la redistribución de impuestos, vía aportes del Tesoro nacional –los famosos ATN-, y agrupó a una tropa que estaba amenazando, con el desdoblamiento de elecciones, las escasas probabilidades que, aún hoy, le asignan las encuestas conocidas al tirano de Olivos.

Los nobilísimos gobernadores, una vez más, se encolumnaron férreamente, demostrando así la inalterabilidad de sus principios morales y políticos (¡cómo se reiría Groucho Marx!), detrás de la gruesa caja que, para sus males, continúa en manos de don Néstor. Don Verna y don Carlos les habían señalado el camino.

Por otra parte, la proverbial suerte que ha acompañado, desde su inicio en 2003, la gestión de éste –a pesar de todos los disparates que comete para perderla- volvió a acompañarlo, al ritmo que el fenomenal paquete de ayuda a Grecia –por cierto, ¡qué historia reciente parecida a la nuestra!- marcó para la resurrección de una Europa que, el viernes pasado, todos daban por muerta.

Con el alejamiento del default griego, que conlleva también una esperanza de solución para Portugal, España e Irlanda, es muy probable que el mercado de las commodities, indispensable para el buen año que auguran todos los economistas locales, continúe firme y garantice un fenomenal ingreso de divisas para Argentina. Si bien hoy parece haber más cautela en los mercados, después de la desaforada euforia de ayer, la sensación generalizada es que Alemania y Francia, sobre todo, impedirán la caída del euromercado.

El único nubarrón –no es uno menor- que se cierne sobre el futuro económico inmediato local es la inflación, que con el mambo que pondrá a sonar don Néstor para hacer bailar el gasto público en un año preelectoral, tenderá, necesariamente, a incrementarse.

El Gobierno continuará haciendo volar la demanda, en un escenario en el cual, por la falta de reglas claras, de previsibilidad y de seguridad jurídica, nadie está invirtiendo para incrementar la oferta; desde que el mundo es mundo, cuando se pide mucho y se ofrece poco, los precios suben.

Tampoco resulta despreciable como factor el avance de las causas por corrupción que algunos jueces y fiscales están llevando adelante, pero los tiempos son lentos y, aún con decisión, resultará difícil que se alcancen resultados en el corto plazo.

Del lado de los opositores –sigo negándome a llamarlos oposición- el vendaval, como tan bien lo describió Carlos Pagni en su análisis semanal, que hizo estallar a los todos los partidos y los convirtió en meros sellos de goma, transformando a la política argentina en un páramo en el que se mueven individuos y no estructuras, hace que el país carezca de propuestas serias, discutidas en el seno de cada organización y ofrecidas a la población, para que esta escoja, en las elecciones, cuál es la que más se parece a lo que piensa y, sobre todo, le interesa.

Hace mucho tiempo, cuando se produjo la confiscación de los ahorros privados depositados en las AFJP’s, como gran parte de éstos estaba invertida en acciones de distintas empresas, dije que don Néstor liquidaría esos stocks y que, con esa actitud, haría desaparecer, en la práctica, el mercado de capitales argentino.

Una de las personas más lúcidas que conozco, el Embajador Juan Carlos Sánchez Arnau, me respondió, públicamente, que estaba equivocado. Que, una vez que Kirchner se hiciera con esas participaciones accionarias, sentaría en los diferentes directorios a sus esbirros, y que las usaría para consolidar su poder económico. Es más: llegó a asegurar que, de concretarse la maniobra, nunca más podríamos echarlo del poder. Obviamente, mi amigo tenía razón, y yo no. Espero que la segunda parte de su vaticinio no se cumpla tan exactamente, al menos, como la primera.

Sin embargo, la realidad no me deja ser optimista. Don Néstor conserva la iniciativa, y la ejerce de tal modo que deja, permanentemente, descolocados a sus opositores.

Qué todas estas brillantes maniobras y la bonanza económica que, casi con certeza, acompañará los próximos dos años de doña Cristina le permitan ganar, limpiamente, nuevas elecciones es harina de otro costal.

Ni el poderío económico del que hizo gala el kirchnerismo desde fines de 2008 hasta las legislativas de 2009, ni las candidaturas “testimoniales”, ni los fraudes en el Conurbano, ni el adelantamiento de las elecciones, ni los medios gubernamentales le permitieron a don Néstor triunfar. Pese a ello, y vendiendo la historia de que “las urnas nos ordenaron profundizar el modelo”, está repitiendo la misma receta.

Otra vez aparecen las ofertas con formas de pago a cincuenta meses sin interés, se reparten los fondos de la ANSeS, se hace uso y abuso de la publicidad oficial para disciplinar a los medios de comunicación, se agiganta el ya elefanteásico gasto público. Pero el electorado ya ha demostrado que ha dejado de ser imbécil, que ya no se lo puede comprar con espejitos de colores, y todo ello se refleja en las encuestas, que marcan que, si bien ha subido algunos puntos la imagen positiva de don Néstor y la de doña Cristina, su imagen negativa –que los coloca al fondo de la tabla de posiciones- continúa imperturbable. La clase media urbana -¡y qué decir de la rural!-, ese objetivo tan infructuosamente perseguido por el oficialismo, seguirá aprovechándose de cada dádiva que surja de las arcas del Gobierno, pero votará como le da la gana, y está harta de la corrupción.

¿Qué más podrá sacar, entonces, don Néstor de su galera de aquí hasta octubre de 2011? Lamentablemente, no soy ni un mago ni un vidente ni, mucho menos, tengo tanta “viveza criolla” como él. Lo único de lo cual estoy seguro, es que aún nos esperan muchas sorpresas, todas a costa de la imagen de los opositores, esos pobres tipos a los cuales, una vez elegidos por una sociedad totalmente heterogénea y que vota en consecuencia, se les exigen posiciones homogéneas frente a un oficialismo que tiene un núcleo de acero y, además, atrae como un imán a los dispersos y a los corruptos.

Otro tema, y por cierto no menor, es qué sucederá en la Argentina si Néstor pierde las elecciones o, siquiera, si se convence de que las perderá. Mi pregunta, repetidamente formulada en estas notas, aún no tiene una respuesta: ¿alguien cree que doña Cristina estará en una foto entregando el bastón y la banda a un sucesor hostil?

De esa respuesta depende nuestro –el de todos- proceder hasta entonces. Porque, es obvio, que el 70% o más de la población quiere que los Kirchner se vayan, y que terminen presos, conjuntamente con todos sus testaferros y cómplices.

Entonces, señores, sólo nos queda una oportunidad y un camino: el consenso. Esta vez, mis queridos chichipíos, como diría el inmortal Tato, tenemos el deber de ponernos de acuerdo en las cinco o seis áreas básicas y escoger, del modo que sea y que acordemos, un candidato único para enfrentar a este insano; para no dejarle, tan siquiera, la posibilidad de llegar al 40% de los votos frente a una oposición dispersa y atomizada.

Y no tenemos mucho más tiempo para hacerlo. El radicalismo, tratando de recuperar sus tradiciones centenarias, llamará a internas y elegirá su candidato. El peronismo federal –o disidente- no puede hacer menos; coincido con Felipe Solá en que no debe prestarse al juego de la interna del PJ contra don Néstor porque éste, un tahúr de siete suelas que ejerce el control sobre la junta electoral, hará todas las trampas posibles para ganarlas y, perdiéndolas, impondrá a sus mejores espadas, por la minoría, en las listas de un peronismo unificado.

Por otra parte, mientras hacemos eso, debemos conformar una agenda propia, distinta a la que don Néstor impone permanentemente, que vaya dando cuerpo a los opositores. El Congreso, sobre todo, debe ponerse a trabajar ya mismo y, aunque se pierdan las iniciativas en manos de los senadores “borocotizados”, dar señales claras a la ciudadanía del modo de actuar de consuno, para que ésta recupere la fe y la esperanza en su clase política.


Bs.As., 11 May 10