domingo, 23 de mayo de 2010

Miedo

Miedo

“Lágrimas y Desastres, Muerte y Vergüenza, y
todas las calamidades para las que el mundo
tiene nombres: todo ello está aquí”
Sófocles


Por similares razones a las invocadas por Jorge Lanata en su diario programa de televisión de “Canal 26”, y a las expuestas por Pepe Eliaschev en su columna de hoy en “Perfil”, me he negado a escribir una nota sobre el Bicentenario, que lleva ríos de tinta y de minutos utilizados. Tal vez, como siempre, sea el artículo de Carlos Pagni en Enfoques de “La Nación” el mejor sobre el tema.

Sin embargo, distintos episodios recientes me han hecho reflexionar sobre un rasgo que, seguramente, marcará esta época para la posteridad y para la historia de una Argentina distinta.

Ese signo distintivo es el miedo, presente hoy en todas y cada una de las esferas en que se mueve la vida de nuestro país y, sobre todo, en las personas que las representan.

Es el miedo el que ha hecho que doña Cristina haya anunciado que no asistirá a la gala conmemorativa del Teatro Colón, pese a lo emblemático de la circunstancia, y fue el miedo el que le recomendó no presenciar el desfile militar de ayer. Podrán invocarse excusas diversas, como el desafortunado e inoportuno destrato de Mauricio Macri a don Néstor, o el cansancio presidencial, o el deseo (¡qué cinismo!) de no monopolizar, con su imagen, los festejos. La realidad, como todos LA percibimos, es bien distinta. Doña Cristina tiene miedo al abucheo y a los silbidos de una sociedad harta de sus modos y de sus políticas, y no quería competir con el Ejército por el favor popular.

Es el miedo el que hace que don Néstor, pretenso candidato a la Presidencia de la República en unos remotos comicios, se vea obligado a celebrar sus actos, pseudo multitudinarios, en espacios cerrados y mini-estadios, que pueden ser colmados por públicos adictos o alquilados.

Es el miedo a competir lealmente el que hace que la SIDE trabaje tanto para ensuciar a todos los candidatos opositores, se llamen Enrique Olivera, Francisco de Narváez, Luis Juez o Mauricio Macri.

Es el miedo a perder el poder, la libertad y su fortuna el que lleva a Kirchner a permitir que nuevas organizaciones armadas, como la Tupac Amaru, por Evo Morales y Hugo Chávez ocupen el espacio público en reclamo de falsas comunidades aborígenes, o invadan territorios como La Matanza, para demostrar a los “barones” del Conurbano hasta qué punto está dispuesto a llegar para impedir la deserción de éstos, fruto del instinto de autopreservación.

Es el miedo al ahogo financiero, y los consecuentes problemas sociales que podrían derivarse en sus provincias, el que lleva a los gobernadores a continuar dispuestos a entregar a don Néstor el poder, precisamente, de asfixiarlos.

Es el miedo el que calla a tantos jueces, el temor a represalias en el Consejo de la Magistratura, y deja sin Justicia y sin derechos a los ciudadanos.

También es el miedo el que ha hecho el milagro de reunir a todos los “presidenciables” del peronismo disidente en una mesa de diálogo. Han comprendido, finalmente, que ese federal espacio no puede llevar más que un candidato, si pretende evitar que don a Néstor se alce con el 40% de los votos y supere, por más de 10%, al oponente más cercano.

Es el miedo el que hace que haya tantas dudas acerca de pelear o no la interna del PJ, si es que llega a realizarse, ante la alta probabilidad de que la Junta Electoral sea nada más que un instrumento en las aviesas manos de don Néstor, que no dudará en cambiar las reglas de juego ante el menor riesgo a su maniobra.

Es el miedo, asimismo, el que hace que cinco de las más poderosas empresas del país, que eran socias de AEA, renunciaran a sus membrecías ante el riesgo de disgustar a Kirchner por aparecer secundando a Magnetto y al “monopolio mediático”, hasta ayer dilecto amigo del poder.

Es el miedo el que ha llevado a tantos capitanes de la industria a soportar los modos de Moreno durante tanto tiempo. Recuerdo que, cuando uno de los asistentes a las primeras reuniones que este desaforado convocó en la Secretaría de Comercio Interior, me contó la frase con que había sido iniciada (“acá mando yo, porque soy el que la tiene más larga”), le pregunté por qué no se había levantado y abandonado el encuentro; la respuesta fue que, si lo hacía, debería soportar un ataque masivo en contra de su empresa, que la llevaría a la ruina.

Es el mismo miedo el que hace que, a la hora de inquirir a los exportadores argentinos por qué pagaron “coimisiones” del 20% a Palmat, las bocas se cierren férreamente.

Es el miedo el que hace negar a los importadores de alimentos la verdad de las barreras que Moreno, por instrucciones de Kirchner, ha impuesto, mientras su mujer las niega en España.

Es el miedo el que pretende don Néstor que embargue a los abogados de los accionistas de Telecom Argentina, para que éstos se desvinculen del proceso e impidan la “argentinización” que aquél impulsa, ordenándole al Juez de pasado prostibulario la detención, en una cárcel común, de José Alfredo Martínez de Hoz, que está siendo juzgado dos veces por la misma causa, mientras se le aplica una ley con retroactividad.

Es el miedo el que impide a los familiares y amigos de los militares presos por haber combatido a la guerrilla asistir, masivamente, a los actos en que sólo se pide Justicia y Concordia.

También es el miedo al futuro el que hace que, aún frente a este horroroso panorama de corrupción generalizada y genocida, casi tres de cada diez argentinos esté dispuesto hoy a votar nuevamente a los Kirchner, o a quien éstos manden.

Es el miedo a que la inflación se coma su salario quien lleva a la gente a comprar, masivamente, televisores, autos y cuanto embeleco esté dispuesto a ofrecer el Gobierno para mejorar su imagen, aún sabiendo que el futuro será, necesariamente, mucho peor.

Es el miedo a que ciudadanos ilustrados comprendan que sólo ellas podrán generar una verdadera Nación, sin caudillos y sin aparatos, el que ha llevado a la degradación final de la educación en la Argentina, que supo ser uno de los países más adelantados en la materia, y al cual concurrían a perfeccionarse estudiantes de todas las latitudes. “Si el caballo piensa, se terminó la equitación” es la frase con que Malú Kikuchi subtitula su sitio www.lacajadepandoraonline.com, y los políticos argentinos no están dispuestos a dejar de montar.

Es el miedo el que hace que se muera la noche en el Gran Buenos Aires y se devalúen las propiedades en los countries. Es el mismo miedo que hace que la población se arme, sin tener la más mínima instrucción para ello, o que la venta de autos blindados se haya transformado en un boom en Argentina. Es el miedo –y la complicidad- el que impide a la Policía ingresar a las villas de emergencia. Y es el miedo el que lleva a que tantos argentinos retiren US$ 45.000 millones del sistema, fugándolos hacia el extranjero o hacia los colchones.

Es la verdad. Y, como dijo Joan Manuel Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. ¡Qué pena festejar así los doscientos años de Mayo!

Bs.As., 23 May 10

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