sábado, 29 de mayo de 2010

¿Estoy loco?

¿Estoy loco?

“La vida es un laberinto,
pero los iluminados conocen la salida”
José Narosky


Anoche, en el estupendo programa diario que conduce Jorge Lanata por Canal 26, éste preguntaba a su entrevistado[1], Sergio Acevedo, ex Gobernador de Santa Cruz, cuál podía ser la razón para que una sociedad determinada, o al menos una parte importante de ella, continuara votando a don Néstor, pese a que, por ejemplo, había hecho desaparecer una cifra muy importante de dineros públicos, los famosos “fondos de Santa Cruz”.

Los tiempos de la televisión no permitieron demasiado espacio para la reflexión y, por mi parte, continué pensando en ello por largo rato. Recordé una famosa frase, muy usada en Brasil: “rouba, mas faz”; aquí también, con esa extraña forma de entender la función pública que tenemos los latinoamericanos, en general, nos quejamos mucho menos cuando, además de robar, nuestros gobernantes hacen.

Esta mañana, al leer La Nación, tuve el enorme placer de encontrar un artículo de fondo de Jorge Fernández Díaz, al que el autor puso por título “Kirchnerismo bolivariano del Siglo XXI”
[2]; obviamente, la recomiendo de la manera más efusiva.

En la misma, Fernández Díaz elabora una teoría que, precisamente, da una acabada respuesta a la pregunta que Lanata le formulara anoche a Acevedo: la revolución bolivariana que Kirchner –con Chávez, Correa, y Morales en sus respectivos países- está intentando en Argentina justifica cualquier cosa, aún cuando se trate de la obliteración de la democracia o, simplemente, el saqueo de las arcas públicas.

El objetivo de esa revolución permite que, como sentenció la Diputada nacional Diana Conti, en la medida en que sólo se puede ejercer el poder con mucho dinero –para poder confrontar con los grupos que hoy lo ejercen, según ella-, los Kirchner hayan hecho bien en robar todo lo necesario para construir su propio imperio. Para que no quedaran dudas, cuando Pepe Eliaschev le dijo, en el programa de Alfredo Leuco, que toda su perorata olía a stalinismo, no dudó en embanderarse en esa pseudo filosofía.

Es decir, continuando con el razonamiento, que la revolución es tan, pero tan importante que, para imponerla cualquier método resulte bueno, incluyendo la muerte de veinte millones de rusos a manos del programa de colectivización de tierras que impulsó don Josef.

Fernández Díaz identifica a don Néstor con la izquierda nacional, que fuera representada en nuestro país por Abelardo Ramos quien, a su vez, llegaba desde el trotskismo. Esa izquierda vernácula nunca tuvo una importante expresión en materia de votos y, paulatinamente, fue incorporándose al peronismo que, como es un “movimiento” amplio, lo recibió y, con él, a algunos grandes intelectuales.

Sin embargo, aparece como una rareza que hoy, de la mano de don Néstor y su banda, la izquierda conduzca al país, cuando tampoco tuvieron caudales importantes los demás grupúsculos de ese origen; salvo, claro está, el que encabeza Pino Solanas, al cual votó uno de cada cuatro porteños.

No voy a extenderme ahora sobre este tema, ya que lo ha hecho mucho mejor Fernández Díaz en la nota que comento. Pero sí vale la pena agregarle otras reflexiones de cara al futuro.

La primera de ellas es la que realiza James Neilson en la edición de hoy de la revista Noticias. En su editorial, a la que tituló “¿Habrá un Tricentenario?”
[3]. El autor describe un escenario que, creo, puede parecerse mucho al real, ya que aparece como muy probable que los Estados, tal como los conocemos desde hace relativamente poco tiempo, desaparezcan en el próximo siglo, y que nuestro territorio, en particular, se vea invadido por una pacífica –o no- ola de inmigrantes que habrán perdido, en esa vorágine, sus orígenes y que, con su influencia, modificarán nuestros conceptos de raíz.

Al mirar la Europa actual, en la que la población musulmana está creciendo a tasas demográficas muy superiores y se estima que, en treinta años, se habrá convertido en mayoritaria en algunos de los países que integran la Comunidad, no puede menos que coincidirse con el pronóstico.

Se pregunta Neilson, y se responde, que los proyectos pseudo nacionalistas condenarán a la Argentina al fracaso y, seguramente, a la desaparición como Estado. Para creer que puede tener razón basta con mirar el pasado reciente de Europa (léase URSS, Yugoeslavia, Checoeslovaquia), y la posibilidad que Francia y España vean la secesión de las provincias vascongadas, o Gran Bretaña de Escocia, en un reflujo poco probable.

Y la otra reflexión que me parece necesaria es la siguiente: si coincidimos con Fernández Díaz en su diagnóstico acerca de la actual identidad ideológica de don Néstor y sus adláteres, es decir, en que está convencido que su “socialismo del siglo XXI” merece que se sacrifique en su altar la democracia y la república, ¿resulta posible creer en la aceptación pacífica de un veredicto adverso en las urnas?

Sé que mis sufridos lectores deben pensar, a esta altura, que me he puesto monotemático, pero la realidad –más allá del espejismo de la fiesta del Bicentenario- me hace mirar los acontecimientos nacionales con un cristal cada vez más pesimista.

Pero, si perciben que don Néstor ha negado –y continúa haciéndolo- haber perdido las elecciones de 2009, que ha maniatado al Congreso mediante el alquiler de algunos senadores, que usa y abusa de los bienes públicos para su campaña proselitista, que sigue utilizando a jueces prostibularios para ensuciar a sus opositores, que reniega de la Justicia cuando no falla a su favor, que expande diariamente su imperio económico a través de sus testaferros, y que cada vez son mayores los instrumentos clientelísticos que utiliza para adormecer a los votantes a cambio del futuro de los jubilados, tal vez comiencen a creer que tan loco no estoy.

Me preocupan mucho dos aspectos del kirchnerismo: el prolijo minado que han hecho del campo económico (léase subsidios, tarifas, impuestos, coparticipación e inflación) y el manejo mesiánico de las relaciones exteriores, que nos ha aislado completamente del mundo. Porque, sea cual sea el desenlace que lleve al final de este triste período, serán desafíos que el país deberá enfrentar en forma urgente en el tiempo siguiente.

Y ello sin pensar en otras características del actual “modelo” que complicarán aún más el panorama futuro: la destrucción de la educación argentina en todos sus niveles, la corrupción de la Justicia, el aniquilamiento de las Fuerzas Armadas, la inexistencia de una política inmigratoria razonable, el debilitamiento del sistema de salud pública, la inseguridad, el crecimiento exponencial de la drogadicción y el tráfico, etc., etc. Ninguno de esos problemas es menor.

Los opositores, si quieren expulsar del poder a estos bandidos canallas, deberán ponerse de acuerdo, de una buena vez, en políticas de Estado, que deberán ser continuadas a lo largo del tiempo y de los signos políticos de los diferentes gobiernos. Y proponer esas ideas a la población, recreando la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes.

Si no lo hacen –si no lo hacemos todos- el destino real de Argentina contradecirá a esa famosa frase de Duhalde, el bueno, ya que estará condenada al fracaso.

Me declaro pesimista, aunque me comprometo a seguir peleando para equivocarme. Mi país lo merece.

Bs.As., 29 May 10

[1] El programa completo puede verse en http://www.jorgelanata.com

[2] La nota completa puede verse en http://tinyurl.com/29z57zt

[3] La nota completa puede leerse en http://tinyurl.com/2dr5nzx

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