viernes, 27 de julio de 2018

¡Señores, a cambiar!





¡Señores, a cambiar!


"Los hombres se cansan de su propio entusiasmo".
 Hilaire Belloc

Trataré, esta vez, hacer propuestas constructivas, algunas bastante sencillas, a un Gobierno al que, sin arrepentimiento, elegí. Comienzo por el propio Mauricio Macri: aprovechando la excelente consideración que tiene su gestión en el mundo, reconstruya simultáneamente todo el sistema ferroviario nacional, de pasajeros y carga, y concesiónelo; se trata de un elemento fundamental para el desarrollo del país, sea por la imprescindible reducción en los costos logísticos, sea por la conservación de la maltrecha infraestructura vial, sea por la protección del medio ambiente. China, por ejemplo, estará dispuesta a acompañarlo en esa tarea. Tuvimos, años ha, 47.000 kilómetros de vías férreas, y hoy sólo quedan 6.000; el peronismo, en su etapa menemista, fue el responsable de su sistemática demolición. Si esta recomendación fuera escuchada, miles de argentinos sin preparación, y muchos que la tienen, encontrarían trabajo de inmediato, en un momento especialmente complicado para el empleo, y se reactivaría la industria de la construcción.

Al Ministro de Modernización, Andrés Ibarra: soy consciente de la imposibilidad legal de despedir a los cientos de miles de inútiles premiados por el kirchnerismo con empleos públicos a costa de nuestros impuestos; más, si le sumamos el duro presente de la economía y la consecuente dificultad para que ese personal superfluo sea absorbido por un mercado de trabajo menguante. Le sugiero, simplemente, seguir pagándole el sueldo pero mandarlo a casa; ahorrará problemas (actúan como quintacolumna) y dinero (café, teléfono, robos hormiga, ocupación de espacio, etc.) y mejorará la atención al ciudadano; además, tendrá menos presión a la hora de negociar los aumentos de salarios.

A Carolina Stanley, cuyo cargo –Ministra de Desarrollo Social- no envidio, le pido que avance en la bancarización de todos, todos, los planes y subsidios sociales. Resulta indispensable para terminar con los punteros que los intermedian y que, con amenazas, arrean a los más pobres a los piquetes cuyos objetivos ignoran y que nos torturan a diario. Tiene, pese a las malintencionadas afirmaciones de Monseñor Jorge Lozano, la sensibilidad suficiente para tomar a su cargo las actualizaciones que correspondan, sin necesidad de negociarlas, bajo extorsión, con los caudillos kirchneristas que sólo buscan medrar, económica y políticamente. Y controlar que esos beneficios tengan efectiva contraprestación laboral y educativa.

A Jorge Triaca, Ministro de Trabajo, le sugiero que deje de tener contemplaciones con los caciques sindicales, entronizados en sus cargos desde hace décadas. Avance con auditorías integrales sobre todas las organizaciones, sean o no amigables, puesto que muchas de ellas se han transformado en verdaderos emporios económicos de propiedad de sus caudillos, que cometen todo tipo de delitos y tropelías para conservar el poder. Sé que el riesgo es alto, especialmente ahora, ya que podrían acceder al control elementos trotskistas, pero la historia de los últimos setenta y tres años prueba que puede ser peor la permanente extorsión a la que los actuales dirigentes “de derecha” han sometido a la sociedad.

A Claudio Avruj, Secretario de Derechos Humanos, le exijo que, como prometió el Presidente de la Nación, termine con el “curro”; debe dar a conocer, sin más, la lista completa de quienes hayan recibido indemnizaciones del Estado por la presunta violación de sus derechos. Hemos gastado por ese concepto cifras siderales, que superan los tres mil millones de dólares, y merecemos, aunque sólo sea como contribuyentes, conocer el destino de esos fondos. Y, por supuesto, debe dejar de actuar como querellante en las pantomimas que, bajo la forma de amañados juicios de lesa humanidad, siguen persiguiendo a los militares de los 70’s por el sólo hecho de haber vestido uniforme; debiera darle vergüenza que sus subordinados aplaudan que se le deniegue la prisión domiciliaria a los presos políticos, mientras se concede a tipos como Facundo Jones Huala, el violento mapuche separatista, cuya extradición a Chile ya debiera haberse otorgado.

A Germán Garavano, Ministro de Justicia, le recomiendo acelerar en la cobertura de los cargos judiciales, una vez que reciba las ternas que debe  envíarle el Consejo de la Magistratura, para mejorar el mal servicio que hoy presta el Poder Judicial a la comunidad, y seguir insistiendo en la creación de nuevos juzgados federales en lo criminal y correccional, para evitar que las veletas togadas que acompañan los vientos políticos desde Comodoro Py sigan haciendo de las suyas.

A Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad, cuya gestión aplaudo de pie, le pido que aplique a rajatabla, junto al Gobierno de la Ciudad, el protocolo dispuesto para el ejercicio del derecho a la protesta en el espacio público, y avance en la denuncia judicial de las actitudes subversivas, provengan éstas de los organismos de derechos humanos, de las organizaciones sociales (las intensificarán a fin de año) o de los araucanos. E impulse fuertemente la sanción de la “ley de derribo”, un elemento fundamental que ha probado su eficacia disuasora en la lucha de Brasil contra el narcotráfico.

A Oscar Aguad, Ministro de Defensa, le sugiero explicar muy claramente el nuevo diseño de las fuerzas armadas, para adecuarlas a un escenario en el que ya no existen hipótesis de conflicto con los países vecinos ni se justifica el despliegue territorial que resultó indispensable para la integración del territorio nacional en los albores del siglo XX. Pero, también, que medite sobre qué garantías ofrecerá al personal militar para evitar que corra la suerte de los dos mil ancianos que hoy se pudren en las cárceles de todo el país por cumplir las órdenes del Poder Ejecutivo; debiera conversar ya mismo con sus pares para poner fin a esa inicua persecución, so pena de ver desobedecidas las instrucciones que imparta.

A Alfredo Rubinstein, Ministro de Salud, sólo que renuncie. No puede permanecer en su cargo después de no recordar haber prestado el juramento hipocrático ni, menos aún, luego de impulsar tan fuertemente la ley del aborto; que un médico, cuya misión natural es salvar vidas, se manifieste a favor del asesinato resulta demasiado ominoso.

A Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios, le pido que, sin recortar la libre expresión que reina hoy en la televisión y en las radios oficiales, haga dos cosas: exponga claramente las obras que el Estado está realizando en todo el país y no permita que desde esas plataformas, que pagamos con impuestos, se siga insultando a las autoridades que hemos constitucionalmente elegido. Una cosa es la libertad y otra, muy distinta, son las manifestaciones destituyentes del obsceno “club del helicóptero”.

A Alejandro Finocchiaro, Ministro de Educación, le encarezco escuche los consejos de Alieto Guadagni, un hombre esencial a la hora de la  planificación que esa materia requiere en todos sus niveles.

Como dije, algunas de estas sugerencias son importantes y, otras, bastante elementales pero, si se siguieran, creo que el humor de la sociedad, hoy triste y pesimista, mejoraría enormemente.

Bs.As., 28 Jul 18

viernes, 20 de julio de 2018

Sin mirar atrás




Sin mirar atrás

"Los recuerdos son una carga extra para el que camina".
Ignacio González Jansen

En medio del vendaval que azota, otra vez, a nuestra economía, contra todo lo que aconsejaría la prudencia más elemental, ya estamos inmersos en la campaña electoral para las presidenciales de octubre del año próximo; con ello, hemos batido un nuevo record mundial: la duración de ese proceso.

En la fotografía de hoy –la película mantendrá el suspenso por mucho tiempo- aparecen sólo dos contendientes en condiciones de aspirar al triunfo y, debido a la improbabilidad de que un nuevo candidato consiga reconocimiento nacional en ese lapso, le propongo pensar qué propuestas tendremos en esa magra oferta electoral, y qué consecuencias traerían aparejadas cada una de ellas y, sobre todo, qué puede suceder hasta que llegue el momento de elegir entre ellas. Obviamente, me refiero a Mauricio Macri y a Cristina Elisabet Fernández, que se ha puesto a correr.

El primero, ratificará su apuesta al futuro, es decir, a que vivamos en un país donde el populismo quede finalmente desterrado y a que la sociedad entienda, de una vez por todas, que no habitamos en un país rico, pese a contar con enormes recursos naturales, y que debemos dejar de gastar más que lo que nos ingresa; si obtuviera un segundo mandato, es probable que lo consiga, ya que mucho de lo que se está haciendo, sobre todo en la educación y en obras en el Conurbano y el interior del país, será la prueba de la existencia de un camino distinto y viable para el progreso.

La otra, cuando finalmente salga del bunker de silencio autoimpuesto, volverá al escenario con una propuesta de retornar a un pasado al que pintará con los colores engañosos de reparto de inexistentes riquezas; su receta, que conlleva la ansiada impunidad para los graves crímenes cometidos por ella y su banda durante la prolongada década kirchnerista, sólo puede conducirnos a las penosas realidades en las que hoy viven, y mueren, las trágicas Venezuela y Nicaragua.

El Presidente ha ido perdiendo aprecio en su propia base electoral –la clase media urbana- por efectos de la crisis económica, la insoportable inflación y, también, por haber habilitado la discusión parlamentaria sobre la legalización del aborto; pero aún se encuentra entre los mejor posicionados de la región. Y, nos guste o no, encarna hoy la única posibilidad de que Argentina continúe inserta en el mundo, al cual debe abrirse cada vez más para evitar las peores consecuencias de la guerra comercial global que se está imponiendo rápidamente. Eso me inclina a pensar que, cuando llegue el momento, todos esos desencantados se taparán la nariz, si es necesario, y volverán a votarlo. No se tratará de simpatizar con Macri, el PRO o Cambiemos sino, simplemente, de conjurar una nueva tragedia.

Porque su rival, la “noble viuda”, no tendría siquiera la posibilidad de evitar la inmediata recaída en el aislamiento internacional, que conllevaría la imposibilidad de acceder a mercados voluntarios de crédito e, inclusive, al apoyo de los grandes organismos, como el FMI (¿por qué no comprenden quienes protestan que, si no hubiera ayudado ahora, la situación sería mucho peor?), el Banco Mundial, la CAF, etc.; y qué decir de lo que sucedería con los proyectos de firmar tratados de libre comercio con la Comunidad Europea y el eje Asia-Pacífico. Y sus aliados continentales, que hubieran podido auxiliarla, como lo hicieran con valijas voladoras y préstamos usurarios en un pasado reciente, han desaparecido.

El Foro de San Pablo y la UNASUR, inspirados por Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez Frías, Rafael Correa, José Pepe Mujica, Raúl Castro, Daniel Ortega y su marido, han fracasado en toda la región y, en la práctica, felizmente han dejado de existir. La ola que había comenzado a formarse ya a finales del siglo XX, finalmente rompió y está llevando a sus principales númenes a la cárcel por hechos de corrupción (seguirá la arquitecta egipcia) o han fallecido; los sobrevivientes -los gerontes cubanos, el tirano nicaragüense y el heredero venezolano- sólo han conseguido mantenerse en sus sitiales a fuerza de hambrear y arrasar, a sangre y fuego, sus países y sus sociedades, generando un éxodo migratorio inédito en América.  

En ese marco, ¿cómo podría Cristina solventar su proyecto populista? Las respuestas sólo pueden ser dadas por recetas harto conocidas y sufridas en carne propia: un reinstalado cepo cambiario, un nuevo default, un renovado impulso a la máquina de imprimir dinero, menos estadísticas públicas, más impuestos, menos energía, menos libertades y, por qué no, hasta arbitrarias confiscaciones.

Decidió –confirmando el desprecio absoluto que siente por él- separarse del Partido Justicialista y formó su Unión Ciudadana. Con esos colores correrá la carrera electoral, puesto que el camaleónico movimiento, que aún carece de candidatos instalados y ha resistido los cantos de sirena unionistas, tampoco está dispuesto a inmolarse definitivamente atando su suerte al carro de la mariscala de la derrota, a quien sólo acompañan sus más notorios cómplices en el saqueo (Zannini, Vera, Sabatella, Mariotto, Kiciloff, Larroque, Cabandié, Conti, D’Elia, etc.), algunas de las organizaciones sociales de extrema izquierda y circunstanciales aliados sindicales, que también buscan impunidad ante los innumerables delitos cometidos.

El panorama económico seguramente se complicará en los próximos meses por razones locales e internacionales: aquí, la sequía, las inundaciones, la perenne inflación, el sideral gasto público, la pobreza, la reducción del empleo, la subsistencia de subsidios energéticos, la necesidad de un financiamiento más caro; y desde afuera, la caída en el precio de la soja, el aumento en la cotización del petróleo y en las tasas de interés en Estados Unidos, los coletazos de las guerras económicas desatadas por Donald Trump, la inevitable reacción china, la reconformación del comercio mundial, los problemas internos de Brasil, el aislamiento de los Estados Unidos y su abdicación del rol que ejerció desde hace un siglo, etc.

Esas complicaciones económicas producirán, sin duda, conflictos sociales de magnitud, a pesar de los ingentes esfuerzos que está desarrollando el Estado -nacional y provinciales- para aliviarlos. Las razones son obvias, puesto que si esas situaciones se producen, tal vez con connotaciones violentas, serán más que bienvenidos para los integrantes del “club del helicóptero” y hasta para quienes, en la medida de sus escasas probabilidades de subir al podio, ratifican la vigencia del “teorema de Baglini”, que determina que, cuanto más alejado se encuentra un político de acceder al poder, más inconsistentes son sus propuestas.

¿Habrá pensado el “círculo rojo” cuánto se depreciarían sus activos si la viuda de Kirchner volviera al poder?, ¿cuánto valdría una hectárea después de una nueva guerra contra el campo?, ¿cuánto las empresas, sin energía y obligadas a practicar una ruinosa política de precios?, ¿cuánto los inmuebles urbanos ante la falta de demanda?

Para no volver atrás, es imprescindible que los empresarios contribuyan, con una hasta hoy desconocida generosidad, a paliar esas graves situaciones, sea con alimentos, sea con moderación en los precios, sea con mejores salarios; no se trata de reeditar la frase “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”, sino de mero instinto de supervivencia.

Bs.As., 21 Jul 18

sábado, 14 de julio de 2018

¡Qué minas!





¡Qué minas!



“Una gabardina colgada del perchero ha 
conservado la forma del cuerpo ausente”. 
Dolores Soler-Espiauba


Aunque muchos se lo suplicaron en diciembre de 2015 y a principios de 2016, los asesores de Mauricio Macri lo convencieron de que sería contraproducente describir con precisión la situación económica y social que Cristina Elisabet Fernández le había dejado en reemplazo de la banda presidencial y del bastón de mando, y así se perdió una oportunidad histórica: entregar formalmente a la sociedad un croquis detallado que le permitiera transitar con alguna seguridad a través de ese inmenso campo minado.

  Sin embargo, nadie podía prever que, mientras caminábamos aterrados por la posibilidad cierta de una explosión, del cielo cayeran bombas aún más destructivas: la sequía que trajo La Niña y las inundaciones que, conjugadas, llevaron a una sideral pérdida de nuestras cosechas. En cambio, sí resultaba previsible que las políticas comerciales de Donald Trump –“USA first!”- trajeran aparejada una revalorización fuerte del dólar y un aumento progresivo de las tasas de interés norteamericanas, que se transformaron en una gigantesca aspiradora de los fondos mundiales que, mientras subsistían tasas casi negativas, habían buscado lucrar en los mercados emergentes y de frontera, como era la Argentina.

Al frente de un país como el nuestro, cuyo Estado gasta muchísimo más que lo que recibe, no genera los dólares comerciales por exportaciones capaces de corregir tanto déficit ni el ahorro interno necesario para financiarlo, que mantiene una presión tributaria record sobre el sector formal (el otro evade sin medida) y una inflación cercana al 30% anual, y que carece de moneda propia (aquí el peso no es un refugio de valor), el Presidente optó razonablemente por aplicar una receta de corrección gradual de los gravísimos problemas heredados.

La alternativa, el ajuste inmediato de tantas variables desacomodadas a propósito por su antecesora, fue dejada de lado por la conmoción social que, sin duda, hubiera provocado. Para comprobar este aserto basta con recordar qué sucedió cuando se puso en marcha una más que tibia reforma previsional o se incrementaron las tarifas de los servicios y de los combustibles, sobre todo a la capital y el Conurbano.

Entonces, se recurrió a los mercados voluntarios internacionales de crédito que, como dije, estuvieron encantados de prestarnos dinero mientras no existían otras posibilidades mejores y de renta segura; cuando éstas aparecieron, salieron corriendo pese a los altísimos rendimientos que aquí les ofrecemos. Esa fuga fue, precisamente, la que provocó la crisis cambiaria que soportamos hasta hace quince días, mucho más fuerte –por nuestra permanente fragilidad- que las que sacudieron a las demás economías en todo el mundo.

Nuestro pobre peso –sólo una unidad de intercambio-, que venía con un claro atraso comparativo, se devaluó como ninguna otra moneda regional, si se excluye al bolívar de la asesinada Venezuela, y ello pese que, cumpliendo su compromiso, el Gobierno no emitió, como hizo el kircherismo para enmascarar sus permanentes desaguisados.

Y así llegamos al FMI que, con el inmenso apoyo internacional que recoge esta administración, nos sacó un poco las papas del fuego. Pero, como se dice, no hay almuerzo gratis, y ahora hemos llegado al momento en que debemos dejar de lado los modos graduales de reducir el gasto público y el derroche al que los argentinos somos tan afectos. Ahora, Macri debe aplicar recetas duras, aunque ya no cuente con la popularidad que lo llevó a ganar en 2015 y 2017, que le hubiera permitido sortear con mayor tranquilidad el temporal que viene con vientos fuertes: la economía enfriándose, una inflación indomable que este mes superará el 3% y los coletazos que llegarán desde lejanas playas por la guerra comercial pronta a desatarse entre Estados Unidos y China, que hará temblar al mundo entero.

La tormenta social es inevitable, pero eso no me impide preguntarme cuál es la receta que aplicarían para alivianarla quienes protestan todos los días en la calle, quienes se resisten al achicamiento de la planta de empleados estatales, quienes se rasgan las vestiduras por los aumentos en los precios del transporte, del gas, de la electricidad, de la nafta o del gasoil, o los periodistas que se desgañitan quejándose del Gobierno.

Sergio Massa y su equipo, que recientemente presentaron un pseudo plan económico, confirmando la validez del teorema de Baglini obviaron maliciosamente explicarnos de dónde saldrían los fondos necesarios para continuar subsidiando todo eso; y lo mismo hacen tanto las restantes tribus peronistas cuanto los movimientos insurreccionales de izquierda.

Señores: o nos ponemos serios o llegará a la Casa Rosada un símil de Nicolás Maduro para expropiar todas las empresas, propiedades y campos, para enriquecer a su claque incondicional y para, cuando hasta eso se acabe, hambrear a la población y sumirla en la desesperación más absoluta, como prueba el masivo éxodo de venezolanos que llegan en masa a los países de la región. Pensemos que, a pesar de flotar sobre un inmenso mar de petróleo, el chavismo ha producido esa gigantesca catástrofe humanitaria que hoy obliga a sus ciudadanos a abandonar todo para no sucumbir ante las enfermedades y el hambre.

No se trata de recurrir al viejo apotegma –“yo o el diluvio”- sino de un hecho casi físico: alguien debe pagar tanto disparate, y ese alguien hoy no existe; no hay, ni siquiera entre los propios argentinos, quien esté dispuesto a enterrar aquí sus ahorros para que sigamos transitando este insano camino de gastar más de lo que tenemos. Si aumentamos los impuestos, ahogaremos aún más nuestra economía; y si no pagamos lo que nos prestaron hasta ahora, caeremos en un nuevo default, con todas las terribles consecuencias que acarrea caerse del mapa del mundo.

  Me parece que, mal que le pese, Macri debe hacer uso de la cadena nacional y explicarle todo esto a un país angustiado por muchas voces interesadas en hacerse con el poder para lucrar desde él, como han hecho casi todos en los últimos setenta años. Pero, otro gran problema comunicacional del Gobierno, también para enumerar las obras de infraestructura que se han encarado, y de las cuales dan escasísima cuenta sólo las informaciones que nos llegan, desde el interior, a través de las redes sociales.

¿Por qué se permite a los miembros del “club del helicóptero” el monopolio de los micrófonos y de las cámaras de televisión? ¿Por qué no mostrar las cloacas, las viviendas, las rutas, los puentes, los pavimentos que se han hecho y que benefician a miles de compatriotas? Es cierto que el kirchnerismo hizo claro y mentiroso abuso de esa forma de relacionarse con la sociedad, pero Cambiemos está pagando un alto precio por abstenerse irracionalmente de hacerlo.

Basta con que se diga la verdad, aún cuando esa verdad sea dolorosa, ya que costará mucho más seguir permitiendo a tantas inescrupulosas voces  propalar de la desesperanza.  

Bs.As., 14 Jul 18


viernes, 6 de julio de 2018

Cristinita, ¿otros US$ 5.000 MM?




Cristinita, ¿otros US$ 5.000 MM?


“La historia la juzgará. Pero tiene el 
mejor de los abogados: el olvido”. 
Roberto Fontanarrosa


A veces, como todo el mundo, me he preguntado, al enterarme de las enormes fortunas que han acumulado algunas personas en el mundo, para qué quieren más; es el caso de algunos megamillonarios, futbolistas, especuladores y, sobre todo, funcionarios políticos que han robado hasta el hartazgo. Gracias a Dios, América Latina y Europa están llenas de ejemplos de estos últimos que hoy miran la realidad desde el otro lado de las rejas.

Argentina, como todos sabemos, es la excepción –como en tantas otras cosas negativas- en la inmensa ola de represión a la corrupción que está recorriendo el planeta y que, con ella, trajo significativos cambios en los regímenes políticos, por la presión civil que las sociedades mantienen sobre sus dirigencias; en la región, los últimos ejemplos son, claro, la ensangrentada Nicaragua, Guatemala y, desde hace una semana, México.

Pero hubo una noticia que, en medio del mundial de fútbol y la crisis cambiaria que se desató aquí, pasó absolutamente desapercibida: un fondo especulativo, Burford Capitals, que ¿compró? los derechos del grupo Petersen a litigar contra nuestro país por la expropiación del 51% de YPF, porque no se ofreció comprar todo el resto de las acciones, demandó a la Argentina ante el mismo Tribunal del fallecido Juez Thomas Griesa, en Nueva York, por la suma de US$ 3.000 MM que, con los gastos y costas, puede llevar el total a la cifra mencionada.

La historia: ¿quién es el grupo Petersen? Un conglomerado perteneciente, al menos en teoría, a la familia Ezkenazi. Por si no la recuerda, éstos son los dueños del Banco de Santa Cruz, sí, ¡el mismo que operó los fondos desaparecidos de la Provincia cuando don Néstor era Gobernador!; esos dineros faltantes surgieron de la privatización de YPF.

Carlos Menem ofreció a los gobernadores de las provincias petroleras una fórmula que recalculaba las regalías que les correspondían, pero condicionó su aplicación a la aprobación de la ley que habilitaba la venta de la empresa; el famoso “pelo…” Oscar Parrilli fue el miembro informante de la ley, Kirchner llegó al extremo de enviar el avión sanitario para permitir a un legislador del norte llegar al Congreso para la sanción definitiva, y la norma fue aplaudida de pie, por “patriótica”, en el recinto. La Provincia de Santa Cruz recibió entonces más de US$ 600 MM, y acciones de la compañía privatizada, que había comprado Repsol.

Luego, don Néstor vendió esas acciones, con lo cual se hizo de otros US$ 500 MM y, todos sumados, se fueron a pasear por los bancos del mundo, en cuentas a nombre ¡personal! del Gobernador, y nunca regresaron. La Legislatura provincial, bajo su control, aprobó permanentemente sus sucesivas explicaciones, a pesar de los alaridos de los escasos opositores.

Y comenzó el segundo acto de la tragedia. Para entender por qué la califico así baste recordar que, cuando los pingüinos llegaron a la Casa Rosada, Argentina era exportadora neta de energía, y había construido varios gasoductos para exportar el fluido a Chile y a Uruguay, y líneas de alta tensión para enviar electricidad a nuestros vecinos orientales y a Brasil.

Don Néstor comenzó a apretar, vía un populista congelamiento de tarifas, a las empresas que generaban, extraían, destilaban, transportaban y distribuían energía en el país; se llegó al extremo de pagarle a Repsol, por el gas que obtenía en el sur argentino, un tercio del precio que se le reconocía por el mismo gas que producía en Bolivia.

Esa política produjo nefastos resultados: la producción de hidrocarburos cayó en picada y obligó al Gobierno a invertir el sentido de los flujos de los ductos para importar electricidad y gas licuado, otra fuente de “negocios” para los funcionarios, incluyendo las operaciones con Venezuela, “arregladas” con el socio Hugo Chávez. Y, en el caso, llevó a los españoles a mirar con buenos ojos la posibilidad de irse del país.

Alguien les acercó entonces una idea muy original: vender una importante proporción del capital social de YPF (15% + 10%) a una familia local, lo cual sería muy bien visto por Kirchner; por si no lo imagina, se trató de los mismos Eskenazi. Nada importaba que éstos, de la industria petrolera, lo único que sabían era cómo cargar combustible en sus automóviles. Pero, además, los banqueros carecían del dinero necesario para pagar las acciones que compraron así que, “naturalmente”, la propia Repsol les prestó los fondos necesarios y, por si fuera poco, les cedió la administración de la compañía.

Los españoles, encabezados por Antonio Brufau, no eran tontos. Exigieron que el préstamo otorgado fuera pagado por los Eskenazi distribuyendo como dividendos, como mínimo, el 95% de las utilidades de YPF, y que el contrato fuera firmado por don Néstor y por Guillermo Patotín Moreno. En la industria del petróleo, ninguna empresa distribuye más del 30/35%, porque el resto debe destinarse a exploración de nuevos yacimientos; o sea, YPF dejó de buscar y, nuevamente, cayó la producción. Y, por cada US$ 100 que repartió, Repsol se llevó los US$ 75 que le correspondían por sus propias acciones, y los otros US$ 25 como pago de la deuda familiar. ¡Todos de fiesta, salvo la Argentina!

Muerto su marido, Cristina Elisabet Fernández logró, sin esfuerzo, una ley, también aplaudida de pie y por idénticos principios, que le permitió expropiar las acciones que quedaban en manos españolas; cuando éstas protestaron (no sólo no se les pagaría sino que se les cobrarían daños ambientales), la noble viuda envió a Axel Kiciloff a negociar a Madrid y el Ministro, iniciando un hábito que luego ratificó con el Club de Paris, le tapó la cara a billetazos. ¡Le pagó US$ 10.000 MM!, y sus compatriotas, agradecidos, construyeron un monumento a Brufau.

Es decir que la compulsión de los Kirchner por robar no solamente implicó que Argentina perdiera el autoabastecimiento energético y requiriera importar ingentes cantidades de electricidad y gas, sino que esas operaciones significaron un drenaje monumental de divisas, lo cual llevó al default, al cepo cambiario y a la terrible inflación que hoy padecemos.

Las acciones que habían “comprado” los Eskenazi fueron puestas a nombre de dos compañías con nombres similares –Petersen algo- radicadas en España y que, a su vez, pertenecían a otra empresa, también llamada así, creada en Australia. No se sabe –y nadie se ha preocupado por averiguarlo- quiénes son los dueños reales de esta última pero, como soy malpensado, presumo que su apellido comienza con K.

Si acierto en mis sospechas, Cristina y sus hijos no perdieron su vocación por el saqueo, no les basta con los dineros acumulados en las Seychelles y en Angola, y hoy van por más, mucho más; si el Senado sancionara la demorada ley de extinción de dominio, y el H° Aguantadero permitiera el desafuero de la jefa y de Máximo, seguramente otro sería el cantar.      

Bs.As., 7 Jul 18