Bastardos apropiadores
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 891)
“El castigo del mentiroso no consiste en lo más mínimo en
que nadie le crea sino en que él no puede creerle a nadie”.
George Bernard Shaw
Como muchos, la
mayoría abrigados en sus casas y algunos miles soportando una inclemente lluvia
para expresar su adoración a la diosa pagana y falsa que disertó el jueves, vi
y escuché desde aquí un discurso psicótico y repetitivo que no merecería siquiera
dedicarle demasiado tiempo útil. De todas maneras, la bastarda apropiación de
la fecha patria con que el penoso acto del kirchnerismo, sumando en el
escenario a grandes y emblemáticos personajes del terrorismo subversivo,
celebró los veinte años de inmundo saqueo al que sometió al país entero, puso fuertes
y denunciantes reflectores sobre el resto de los dirigentes políticos y
sociales, que no fueron capaces de celebrar, como hubiera correspondido, un
nuevo aniversario de la Revolución de Mayo y generar así una imagen distinta.
En resumen, su
“pueblo elegido” fue defraudado porque esperaba ver a su propio Moisés bajar
del monte Sinaí del Calafate con sus nuevas tablas de la ley kirchnerista en
las manos, renunciando a la auto-proscripción y convertida en candidata o, al
menos, enterarse de quiénes serían los favoritos (Eduardo Wado de Pedro, Sergio Massa, Axel Kiciloff, el hijísimo Máximo) para
heredarla, pero tuvieron que volver a sus míseros hogares desilusionados, tan golpeados
y empobrecidos por la inflación, con hambre, sin salud, sin seguridad, sin
cloacas ni agua potable como antes de ir a la plaza pero, además, empapados y sin
futuro.
Después de lo
que pasó anteayer, resulta absurdo negar la centralidad que conserva Cristina
Fernández en el universo político nacional pero, a la vez, destacar que la desesperación
que la embarga la llevó a descender aún más al barro con el lenguaje, al
calificar de “mamarracho” a la Corte y gritar que la prensa independiente sólo decía
“boludeces”. Y demostró, sobre todo, que los signos de interrogación de una
nota –“Triste, solitaria y ¿final?”- que escribí el 25 de febrero pasado, ya
resultan superfluos; las más que notorias ausencias de importantes gobernadores,
intendentes, sindicalistas, etc., así lo certifican. Pero también merece ser calificada
de patética, en especial cuando comenzó a llover copiosamente y simuló
comparecerse de la situación de los fieles cooptados por su absurda iglesia,
diciendo que le encantaban las tormentas, con sus privilegiados apóstoles protegidos
bajo techo mientras que ellos se encontraban a la intemperie.
Por lo demás,
si los fantásticos logros alcanzados entre 2003 y 2015 descriptos por ella hubieran
sido ciertos y no un gran camelo destinado a una clientela que, para hacerla
suya, debiera carecer de memoria, si los salarios y las jubilaciones hubieran
sido tan altas, si había tanto trabajo, si no existía la inflación ni la deuda,
hubieran sido ciertos, ¿por qué perdió su partido las elecciones presidenciales?
¿O en su mente enferma, esa derrota se debió sólo al error de designar tan
malos candidatos a la Casa Rosada como Daniel Scioli y Carlos Chino Zannini, y Anímal Fernández a la Provincia de Buenos Aires? En resumen, miente
descaradamente y, además, siempre elige mal a sus mariscales.
En este
sentido, ruego a Dios porque quien asuma en diciembre no repita los graves
errores de Mauricio Macri, que faltó el respeto a la sociedad ocultando las
neutrónicas bombas que había recibido y así condenó irrevocablemente al fracaso
a su gobierno, habilitando el regreso de la mafia saqueadora. Cuando quiso, muy
tardíamente por cierto, informar acerca de la realidad de la herencia maldita,
esa misma que hoy reivindica la eterna sacerdotisa de la corrupción, publicó “El
estado del Estado”, un mamotreto que nadie leyó y que, a esa altura, careció de
sentido.
A mi modo de
ver, el gran perjudicado por los dichos de la Vicepresidente es el Aceitoso Ministro de Economía, quien
para sobrevivir como candidato necesita indispensablemente de alguna ayuda
externa que sostenga su “plan llegar”. De todas maneras, tampoco es que le vaya
a resultar fácil acceder a la categoría de único ungido que pone como condición
esencial para presentarse: además de la indomable inflación que lo golpea en la
cara, La Cámpora lo detesta y Cristina, con toda razón, desconfía de él y
descree por completo de la posibilidad de convertirlo en un nuevo títere. Mañana
partirá hacia China con un invitado al menos raro, Máximo Kirchner, a intentar
que Beijing abra una vez más la dolorosa hucha con la que abastece de yuanes a
economías exhaustas, a las cuales impone condiciones tan duras y humillantes
que todos los acuerdos que firma son estrictamente secretos. Después de las
represas del río Santa Cruz –Kirchner y Cepernic-, el litio, una nueva central
nuclear, la administración de la Hidrovía y la base militar instalada en
Neuquén, ¿qué más pedirá ahora?
Al mismo
tiempo, y en medio de una más que complicada renegociación con el FMI, donde
Japón y Alemania no están en absoluto de acuerdo con la tolerante postura de
Joe Biden con respecto a nosotros, Massa debe haber recibido como un balde de
agua helada las belicosas posturas que enunció Cristina Fernández el jueves
contra el organismo, cuando prácticamente propuso caer en default y lograr
luego un drástico cambio en el cronograma de pagos de la deuda, vinculándolos con
las exportaciones argentinas. ¿Está tan rematadamente loca como para llevar al
país a una posición de no retorno y hacer explícita la tierra arrasada que quiere
entregar a quien resulte vencedor en noviembre? ¿Cree, por ventura, que luego
de empujar a la Argentina al abismo, llegarán a rescatarla China, Rusia, Brasil
o Irán?
Mientras esa
penosa comedia de enredos se desarrolla en el escenario visible para el
conjunto de la ciudadanía, entre bambalinas los problemas se agudizan y el
Banco Central, día tras día, se ve obligado a apretar la horca que el cepo
cambiario ha colocado en el cuello de la economía real. Los depósitos de
particulares, en dramático goteo, van abandonando los bancos y reduciendo,
consecuentemente, los encajes que éstos deben mantener en la entidad rectora,
que está indebidamente utilizando por el rango negativo en que se encuentran
las reservas. La inflación de mayo, que será anunciada el 14 de junio,
difícilmente se encuentre por debajo del dramático 10%, si es que no lo supera,
y los pasivos remunerados –Leliq’s y bonos de deuda- ya exigen, por los enormes
intereses que se ve obligado a ofrecer el Estado en sus licitaciones semanales,
una creciente emisión que, pese a que es reabsorbida precisamente con los mismos
instrumentos, no tiene otra posibilidad que espiralizarse, mientras la
actividad se sigue paralizando.
Todos los
economistas que trabajan en los planes económicos que anunciará la oposición
están, al día de hoy, literalmente aterrados, por las cifras publicadas porque
saben que, además, encontrarán bajo la alfombra muchísimos datos negativos que
ignoran y que comprometerán gravemente, con certeza, la recuperación del país. Y
no deben olvidar que, para que aparezcan las esenciales inversiones, sean de
argentinos o extranjeros, el principal factor será recobrar un imán
fundamental: la seguridad jurídica, tan claramente inexistente durante el
kirchnerismo. Tal vez, para colaborar en ese proceso, no estaría mal imitar lo
que hizo Lula da Silva en 2003, cuando su llegada al poder hizo entrar en
pánico a propios y extraños: constituyó un fideicomiso en garantía de los
contratos, con todas las acciones de empresas privadas que estaban en manos del
Estado, y lo sometió a la jurisdicción de tribunales extranjeros, con un éxito
inmediato.
Colonia de Sacramento, 27 May 23