viernes, 29 de julio de 2022

Lo que mata es la ambición

 


Lo que mata es la ambición

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 848)

 

“Todo el mundo tiene un plan, hasta que le dan un puñetazo en la boca”.

 Mike Tyson

 

Si hay alguien que comprueba la exactitud de la frase, ese es Sergio Aceitoso Massa, el camaleónico personaje que nació en la UCD de Alvaro Alsogaray, pasó a integrar el gobierno de Carlos Menem, siguió con Eduardo Duhalde, se alió con Felipe Solá y Francisco de Narváez para derrotar a Cristina Kirchner en su disputa contra Esteban Bullrich, se alió con Roberto Lavagna y Miguel Angel Pichetto para detener al kirchnerismo, juró ante las cámaras que barrería con los ñoquis de La Cámpora y metería presos a sus dirigentes y, finalmente se unió con éstos para ganar las elecciones de 2019 con el desfondado Frente para Todos y presidir la Cámara de Diputados.

 

También el mejor ejemplo de favorito de los grandes capitales es el entronizado “casi super” Ministro de Economía, que reúne el apoyo del no tan curioso entramado que integran José Luis Manzano y Daniel Vila, Enrique y Sebastián Eskenazy, Claudio Belocopitt, Mauricio Filiberti, Jorge Brito, Marcelo Midlin, José Luis Lengeri, Alejandro Bulgheroni, etc., algunos de ellos cómplices en el saqueo y todos sospechosamente enriquecidos por los Kirchner desde su origen en los lejanos tiempos de Santa Cruz.

 

Este cuarto gobierno de gangsters estaba rascando el fondo de la lata para encontrar a quien estuviera dispuesto a recibir esa brasa ardiendo en que el fracaso de los Fernández² han convertido a la economía, a punto tal que muchos cuentan que, cuando Martín Guzmán tiró su renuncia por Twitter, apagaron sus teléfonos para evitar exponerse al rechazar una súplica oficial para aceptar el cargo entonces vacante.

 

Y no era para menos, toda vez que cada vez es más notorio el desprecio y el manoseo al que la cúpula del FpT somete a sus funcionarios, convertidos en eunucos esclavos; ya lo experimentó Solá cuando se enteró, en viaje hacia una cumbre internacional, que había dejado de ser Canciller; lo mismo ocurrió con Silvina Batakis, a quien sacaron el banquito luego de decir en Washington que tenía todo el apoyo de Cristina y ni siquiera había tenido tiempo para contratar una asesora de vestuario, Daniel Scioli, que tuvo que volver a la Embajada en Brasília con el rabo entre las piernas después de ser un optimista y creyente Ministro de Industria por poquísimos días, y Eduardo Hecker, que estaba por presentar un nuevo producto del Banco Nación cuando su teléfono le avisó que lo habían eyectado de su Presidencia.

 

Y digo “casi super” refiriéndome al Aceitoso porque, a pesar de los off de record con los que se postuló sin tapujos como salvador de la patria, no obtuvo todos los resortes que había pedido –incluían la AFIP, el Banco Central, etc.- y, además, todas las grandes cajas del Estado y el área de energía quedaron en manos de La Cámpora y, por ende, de Cristina Fernández. Ésta, como toda mujer que se precie de tal, conserva en su memoria, donde nada prescribe, esa noche en que este ambicioso la convirtió en perdedora frente a un cuatro de copas político, como era en aquel entonces este gran señor al que la enfermedad ELA tanto ha golpeado.  

 

¿Qué hizo que buscara ser designado en circunstancias tan peligrosas para sus irrefrenables ansias de poder? Creo que lo hizo porque, desprestigiado como está por sus históricos y continuos cambios de posición y condenado a ser sólo otra pata floja en la tríada de gobierno, sabe que la probable derrota del FdT en las próximas elecciones, también lo arrastraría al baúl de los (malos) recuerdos. Por ello, optó ahora por arriesgarse a intentar torcer el rumbo de inevitable colisión –algo harto difícil dada la irreductible posición del Instituto Patria en materia de gasto público, emisión monetaria, acuerdo con el FMI, tarifas y subsidios- ya que, de tener éxito, sí podría imaginar algún futuro político.

 

Por otra parte, me parece que el ya sumamente decaído ánimo del MemePresidente debe haber sufrido una nueva declinación que lo acerca al colapso final. La lapicera que debiera acompañar al cargo la tiene ahora el Aceitoso y la tinta sigue conservándola Cristina Kirchner. Alberto Fernández no sólo ha sido humillado hasta convertirlo en un deprimido y emasculado pelele, la nada misma, sino que, además, ha debido entregar las cabezas de sus más fieles y escasos amigos; a esta altura, sólo conserva al inútil del Canciller Santiago Cafiero, quizás a Miguel Pesce en el Banco Central, y a Vilma Ibarra, la Secretaria Legal y Técnica que trata de evitar que cometa más y mayores delitos.

 

El punto neurálgico de esta trágica situación es que lo único que puede arreglar este monumental desbarajuste es la confianza pública, y Sergio Massa no es, precisamente, alguien que pueda concitarla; muy por el contrario, todas las encuestas lo ubican, como al resto de sus socios políticos, en el fondo de la tabla de posiciones.

 

Así, es probable que la primavera financiera que comenzó anteayer se mantenga por un tiempo impulsada por acciones proactivas de los empresarios y medios de prensa que apoyan a este reputado panqueque pero, lamentablemente, en breve volverá el invierno. Será percibido cuando comience el inevitable ajuste y Cristina Fernández de Kirchner, famoso escorpión, se vea obligada a definirse;  entonces, el plan de Massa recibirá su puñetazo.

 

Bs.As., 30 Jul 22

viernes, 22 de julio de 2022

Aterrada y enloquecida, ¿pero impotente?

 


Aterrada y enloquecida, ¿pero impotente?

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 847)

 

“En la lucha sólo es vencido quien desiste de luchar”.

 Mário Soares

 

Oscar Wilde escribió “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”. Yo rogaba para que las bombas que el populismo kirchnerista ha cebado en la economía nacional explotaran en sus propias manos; en 2015 logró traspasarlas a Mauricio Macri quien se negó a contárselo a la sociedad para eludir dar malas noticias y, al convertir a Cristina Fernández en el sparring electoral –una especulación bastarda, dije entonces-, determinó su derrota cuatro años más tarde y el regreso al poder de la banda de saqueadores. Pues bien; ya todo ha saltado por el aire y los responsables corren con teas encendidas en el campo reseco en que han convertido al país. Con certeza, las peores imágenes de una nueva hiperinflación se harán realidad a corto plazo, con las naturales consecuencias que, en materia de pobreza y miseria tanto conocemos.

 

La oposición debe abstenerse de participar de la debacle, en especial porque el Gobierno ni siquiera puede ofrecer un interlocutor unívoco para participar de la mesa de negociaciones que, aparentemente, está proponiendo, so pena de resultar corresponsable del infinito desastre que el alucinado kirchnerismo ha producido. Si alguien debiera estar sentado en esa mesa soñada por los derrotados es, sin duda, la propia Cristina Fernández, único factor de poder real en la devaluada tríada que encabeza el disparatado dispositivo político ideado por ella sólo para ganar en 2019.

 

Este ciclo, claramente terminado, del kirchnerismo tiene un correlato aún más grave en el ánimo de la emperatriz hotelera. No es para menos, ya que sólo la amenaza de divulgar algunos complicados secretos privados de Alberto Fernández ha impedido a éste huir de la residencia presidencial como rata por tirante y dejar la papa hirviendo en sus manicuradas manos; pero nada garantiza que la frágil salud de la marioneta presidencial no lo lleve a un retiro anticipado. Si así fuera, por su riesgosa situación penal ella se vería obligada a asumir formalmente la conducción de este tan escorado Titanic para evitar ser detenida de inmediato, ya que hasta las próximas elecciones carecería de fueros; aún si llegara a ser elegida como legisladora, la persiguirá la historia de Julio de Vido, a quien la Cámara de Diputados retiró ese manto protector y voló, sin escalas, a la cárcel.

 

Ese estado anímico la ha convertido en una demente enfurecida, capaz de todo, incluyendo dinamitar el país, para sortear tan trágica coyuntura; esa locura es la que está detrás de los incendiarios misiles que disparan ella, el MemePresidente y sus más salvajes lenguaraces contra la Corte Suprema y, por ende, contra las instituciones de la República y su Constitución. Lo peor para nuestro futuro es que también sabe que ninguna de sus absurdas iniciativas –el juicio político a los ministros del Tribunal o la ampliación de éste a veinticinco miembros, uno por provincia- superará el obstáculo de un Congreso en el cual ha perdido tanto poder; así, para intentar conseguir sus objetivos de impunidad y absolución por la historia, deberá recurrir a otros caminos, todos ellos non sanctos, y sabemos que carece de límites.

 

¿Cuáles podrían ser esas sendas? Sospecho que, revestida de oposición contra su propia creatura, motorizará grandes movilizaciones “populares”, auxiliada por algunos desalmados que tanto han lucrado con la pobreza. Con una monumental pérdida del poder adquisitivo de los salarios, con los aumentos anunciados de las tarifas de energía y transporte, la mesa estará servida para la manifestación violenta del descontento popular, como sucedió en Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Panamá y hasta en Sri Lanka.

 

Si hubiera logrado cooptar a las fuerzas armadas, como hicieron los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, tal vez podría intentar una revolución que le permitiera permanecer indefinidamente en el poder pero no ha sido así y ni siquiera su provocada pauperización ha doblegado el espíritu de sus integrantes. Entonces, ¿qué? Lamento mi pesimismo, pero los dichos de Juan Gabrois, uno de sus más fieles transmisores, esta misma semana –habló de saqueos y de sangre en las calles- permiten imaginar cuál será la ruta elegida: un conflicto social de grandes dimensiones, inspirado y fomentado por los países que militan el “socialismo del siglo XXI”, e infiltrado por violentos armados de todo origen.

 

Hace mucho tiempo que, desde esta modesta columna semanal, intento alertar acerca de las fuerzas de que dispone Cristina Fernández para instalar el caos, una situación que, si bien puede resultar en cualquier cosa, siempre le permitirá victimizarse para intentar un regreso triunfal, al estilo Evo Morales, o simplemente escapar, como hizo su amigo Rafael Correa, aunque no sea a Europa y sólo pueda hacerlo a algún “paraíso” poco agradable, como Rusia o Irán. El inventario de esas “tropas” insurreccionales ha engrosado: a los limados “soldaditos” de sus socios en el narcotráfico, a los barrabravas de Hinchadas Unidas, a los asesinos y violadores del “Vatayón Militante” liberados con la excusa Covid, ahora se han sumado los criminales brasileños del Primeiro Comando Capital, los terroristas peruanos de Sendero Luminoso y colombianos de las FARC, los “asesores” cubanos, venezolanos e iraníes y, por si todos fueran poco, hasta los pseudo-mapuches de Facundo Jones Huala. Cuando observamos lo sucedido en Chile, por ejemplo, vemos algunos encapuchados quemando iglesias y destruyendo estaciones de subterráneo; a partir de ello, ganó las elecciones la izquierda, que pretende reformar la Constitución y terminar con esa república.

 

Nos toca vivir la agonía de este proceso tan destructivo; esperemos que Dios se apiade de nosotros y nos lo haga breve.

 

Bs.As., 23 Jul 22

viernes, 15 de julio de 2022

Caretas Reciclables

 


Caretas Reciclables

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 846)

 

“Los príncipes deben ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearles

 odio, y ejecutar por sí mismos aquellas que les reportan el favor de los súbditos”.

Niccolò di Bernardo dei Machiavelli

 

El desastre terminal al que los Fernández²han llevado a la Argentina se agudiza al extremo porque el tablero de control se ha convertido en un caos absolutamente incomprensible. La mesa de comando tiene en su cabecera a la multi-procesada emperatriz patagónica, gran competidora, a quien acompañan su esclavo, el humillado Alberto Fernández, y su siempre oscilante socio, el odiado y aceitoso Sergio Massa, dos claros campeones mundiales en el concurso de intercambio de máscaras. El traslado de las magistrales actuaciones de los comensales a los ministros y a los secretarios que, al menos en teoría, dependen de aquéllos, y al control de las grandes cajas, celosamente custodiadas (y robadas) por La Cámpora, han transformado al Estado en un paquidermo carísimo, ineficiente, inservible, cómplice y víctima de las garrapatas que viven de succionar su sangre.

 

Ese irresuelto rompecabezas se complica aún más con las actitudes de los movimientos sociales, que ven amenazada su monumental recaudación por la decisión de Cristina Fernández de entregar la administración de los múltiples planes a gobernadores e intendentes adictos. El jueves, en Plaza de Mayo y frente al Congreso, se dio una situación hasta ahora impensable, ya que compartieron la protesta líderes trotskistas opositores y gerentes oficialistas de la miseria, éstos funcionarios del Ejecutivo, que se imaginan “albertistas”; y con el anuncio de un paro general para el 14 de agosto que formuló la CGT, que dice apoyar al Gobierno pero está muy preocupada porque la corren por izquierda, explica por qué no entendemos nada.

 

Porque, sin duda, debemos agregar al cuadro el descalabro de una economía que, a través de la descomunal inflación, está empobreciendo a la ya tan menguada clase media, y convirtiendo en miserables hambrientos a tantos compatriotas. En esa situación, mucho más grave y extendida que la que llevó a la crisis de 2001, resulta sorprendente la falta de una reacción explosiva por parte de una sociedad tan abusada y golpeada, a la cual se ríen en la cara los funcionarios, con sus irritantes privilegios, su dilapidación de recursos públicos, su rampante corrupción, sus negociados asesinos con las vacunas, sus fiestas en Olivos, la pavorosa destrucción del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, el creciente desabastecimiento, su supina ignorancia, su injustificable soberbia, su impunidad, su complicidad con el narcotráfico y la violenta inseguridad derivada de éste. La única razón para que todo no salte ya mismo por el aire es que quienes gobiernan hoy son los mismos que entonces organizaron los saqueos.

 

Cristina Fernández, exhibiendo una vez más su crudo cinismo, trata de despegarse de la total responsabilidad que innegablemente le cabe y, aunque “revolea” ministros, juega a ser oposición pero, claramente, sin admitir la renuncia de su delegado presidencial. La razón es clara: desesperada por su inminente catástrofe penal, buscará ser electa como legisladora por la Provincia de Buenos Aires para conservar la protección de los fueros; no intentará volver a la Presidencia porque, en este tan penoso contexto socioeconómico el riesgo de perder sería enorme, como lo demuestran las crisis que están estallando en todo el mundo, y la dejaría a la intemperie.

 

Los argentinos, desde ambos costados de la insalvable grieta que nos divide, observamos erradamente los sucesos de Chile, Perú, Ecuador y Colombia. Unos, mirando con esperanza el acceso al poder de una izquierda brava hasta en Brasil, con la cual identifican a Luiz Inácio Lula da Silva, imaginando un continente teñido de rojo; otros, aterrados ante la probabilidad de que el castro-chavismo extienda sus tentáculos más allá de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Pero, salvo en estos tres últimos, en los cuales sus tiranos están férreamente aliados a los militares, todos los países mencionados tienen instituciones fuertes capaces de controlar a sus presidentes y evitar alteraciones extremas.

 

Guillermo Lasso superó el golpe de Estado que intentó Rafael Correa, el fugado ex mandatario, aliado de los regímenes autoritarios de la región, para recuperar el poder en Ecuador. Gabriel Boric, Pedro Castillo, Gustavo Petro y Jair Bolsonaro no tienen el control de los parlamentos nacionales, ni lo tendrá Lula si triunfara en octubre; mucho menos, sobre los jueces. El chileno, acosado desde los extremos de su coalición, verá naufragar en septiembre el insólito proyecto de Constitución; su homólogo peruano, como sucedió con tantos de sus predecesores que terminaron en la cárcel o se suicidaron, se encuentra a tiro de la destitución por el Congreso; el Presidente electo colombiano, que recién asumirá el 7 de agosto, ha debido anunciar ya un Ministro de Economía pro-mercado; y su actual colega brasileño no podrá desconocer un eventual resultado electoral adverso, pese a sus amenazas en ese sentido.

 

Nuestras instituciones, bajo fuego durante dos décadas y, en muchos casos, colonizadas por el oficialismo, son débiles al extremo. Néstor y Cristina Kirchner, durante tres períodos, y ahora Alberto Fernández, destruyeron todos los organismos de control y, hasta las elecciones del año pasado, habían logrado transformar al Congreso en un mero circo de brazos enyesados y en un gran aguantadero de delincuentes, mientras combatían con saña a la prensa libre e intentaban saquear aún más al campo, pretendían “democratizar” a la Justicia para evitar comparecer luego ante ella y, dado el fracaso de la tentativa de cooptación, pauperizaban a las fuerzas armadas y a sus miembros, que perciben salarios dos tercios inferiores a los de las fuerzas de seguridad y recuerdan a sus miles de camaradas presos por defendernos del terrorismo, víctimas de una sociedad hipócrita, representada en los tribunales por verdaderos asesinos togados.   

 

Bs.As., 16 Jul 22


viernes, 8 de julio de 2022

Ahora ¿viene por todo?

 


Ahora sí, ¿viene por todo?

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 845)

 

“Es necesario tener miedo para tener esperanza”. Jorge Dezcallar

 

La semana pasada, antes del nuevo arcabuzazo de Cristina Fernández contra su propia creatura, preguntaba si quedaban opciones. Pues bien, sí las había, como demostró la tan oportuna renuncia de Martín Guzmán a su silla de Ministro de Economía (cuya responsabilidad eludió ella ayer, en Calafate, calificándola de irresponsabilidad política, después de haber exigido su cabeza durante meses) y su tardío reemplazo por la devaluada Silvina Batakis: la emperatriz hotelera tomó todo el poder y su penoso y emasculado mandatario, Alberto Fernández, quedó relegado a ser un simple mascarón de proa de este Titanic ya hundido en que la dupla ha convertido a la Argentina; en el camino, también deglutió las esperanzas del aceitoso Sergio Massa de convertirse en Jefe de Gabinete como plataforma de lanzamiento para sus tan ilusorias aspiraciones presidenciales.

 

El kirchnerismo que, como no es idiota, grita pero se aferra a las cajas más suculentas del Estado y presiona sin pausa para obligar a continuar en ese rumbo demencial a través de nuevas moratorias previsionales, de “salarios” universales, de la reconfiguración de los planes sociales para pasar su administración a gobernadores e intendentes adictos, la denuncia del acuerdo con el FMI, el aumento de las retenciones agropecuarias, etc., incrementando el desbocado gasto e imprimiendo a destajo billetes tan depreciados (el más grande equivale a menos de US$ 4) que sólo sirven como papel picado, como demostraron los hinchas de Corinthians en la final contra Boca Juniors.

 

Los mercados reaccionaron dramáticamente ante los carnavalescos gestos que sólo empeoran la imagen de nuestro país: el peso se devaluó 30% en sólo ocho días y esos bonos soberanos, con los cuales la Argentina se ha endeudado hasta el tuétano, se han hundido de modo tal que ya ni siquiera resultan apetecibles para los fondos de inversión más audaces, aunque redundan una tasa en dólares equivalente al 40% anual. Lo perverso es que se sigue engañando a los menos informados, convenciéndolos de que los precios suben culpa de los “formadores” (aunque actúan en todos los países de la región, sólo son perversos aquí), de los especuladores y de la prensa “concentrada”, y ocultando la realidad: es el peso el que reduce diariamente su valor por el gasto, la corrupción y la emisión enloquecida.

 

Ahora bien, ¿qué significa todo eso para nuestro futuro? Hacer populismo radical sin dinero resulta imposible, salvo que el Gobierno empobrezca tanto más a la sociedad que fuerce todos sus integrantes a mendigar al Estado su magro sustento. Los ejemplos “exitosos” sobran; lo hicieron Fidel y Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel en Cuba, Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega y Rosario Murillo, en Nicaragua. Basta contemplar esos países, cuyos ciudadanos se ven obligados a emigrar arriesgando su vida para huir del hambre y la asesina tiranía de sus jerarcas, todos involucrados en el narcotráfico, con el que han corrompido a las fuerzas armadas, sentándose sobre sus bayonetas.

 

En el párrafo final de la nota anterior dije que sólo una hecatombe social podría hacer que todos aceptáramos los monumentales cambios que se deben introducir para evitar que la Argentina desaparezca como nación independiente (reformas tributaria, fiscal, previsional, laboral, sindical, educacional, social, económica y, sobre todo, judicial) ya que no parece que estemos dispuestos a admitirlos por las buenas. Olvidé consignar, sin embargo, que el riesgo, a la vista de cuanto ha sucedido en Chile, Perú y Colombia, es que la taba caiga del lado equivocado y la izquierda termine destruyendo lo poco que queda en pie

 

Un amigo me planteó como posible que Cristina Fernández, que había escuchado a economistas racionales, asumiera la Presidencia –previo despido de su mandatario- y aplicara un programa que le evitara al país el enorme sufrimiento que implicará aguantar hasta el 10 de diciembre de 2023. Pese a sus recientes apelaciones a la oposición para discutir políticas bimonetarias, y a la vista de su permanente ataque a la Corte Suprema, lo descarté de plano ya que no tiene interés alguno en la suerte del país, en alfombrar el camino a su sucesor, que seguramente será de otro signo político, ni incinerar el mito anti-ajuste con el que ha construido su relato, tanto como no quiere en verdad construir un indispensable gasoducto que sólo aprovecharía, por los tiempos que demandará, a la oposición.

 

Los rumores arreciaron y aturdieron a la sociedad durante toda la semana, y mencionaron renuncias y hasta golpes de puño y carpetazos entrecruzados. Uno de ellos, concretamente, daba por cierto que Alberto Fernández, empujado hasta el borde del olvido por su jefa, dejaba el sillón presidencial. Sostengo, como vengo haciendo hace tiempo, que eso no sucederá porque, básicamente, Cristina Kirchner no tiene interés alguno en asumir en forma pública –ya lo es, en realidad- el comando de una situación que va hacia el desastre inevitable; tampoco en hacer una verónica y pasar la responsabilidad a Claudia Abdala de Zamora ni, menos aún, a Sergio Massa o a Horacio Rosatti, aunque sólo fuera por unos días, ya que además perdería la indemnidad de arresto que hoy la protege.

 

El panorama general, sumamente enturbiado por los inexplicables vuelos de aviones iraníes-venezolanos en la Argentina y en la región, se ha oscurecido aquí más aún. Cuando la PresidenteVice está más cerca que nunca de una condena con pena de cárcel incluida, se produjo un extraño episodio: desconocidos ingresaron a una oficina del Consejo de la Magistratura, violaron las selladas declaraciones juradas de los magistrados que están juzgándola y de los familiares de éstos y, en un claro gesto de intimidación, dejaron expuestas las constancias de la incursión. Un dejá vu respecto a lo sucedido con el Fiscal Alberto Nisman, asesinado dos días antes de presentar ante el Congreso las pruebas de la complicidad de Cristina Fernández con los terroristas iraníes que volaron la AMIA; incluso nos recordó el secuestro del hijo del Fiscal Eduardo Taiano cuando éste debía apelar, en 2005, el sobreseimiento que el Juez Julián Ercolini había dictado a Néstor Kirchner en una causa por enriquecimiento ilícito sin siquiera investigarlo.

 

Hoy mismo, a las 1600 horas, estaremos voceando nuestra indignación contra tanto atropello contra la República y sus instituciones, y tanta corrupción impune, en el Obelisco, la Plaza de Mayo y el resto de las plazas y lugares icónicos de todo el país pero, ante todo, lo haremos bajo el grito que nos unifica y nos hermana: ¡VIVA LA PATRIA!

jueves, 7 de julio de 2022

Entrevista sobre una eventual guerra entre China y Taiwan

 https://we.tl/t-1Ebq6XABAK

viernes, 1 de julio de 2022

¿Quedan opciones?

 


¿Quedan opciones?

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 844)

 

“Una creciente resistencia a las arcaicas prácticas de la gestión pública

 en manos de elites sin convicciones morales ni preparación profesional”.

 Juan Archibaldo Lanús

 

No quiero ser agorero, pero la realidad no ofrece alternativas. Esta semana, casi todos los analistas, los grandes empresarios, los sindicalistas, los dirigentes sociales y hasta muchos funcionarios de alto nivel coincidieron en poner en seria duda la probabilidad de que el MemePresidente complete, en tiempo y forma, su mandato. Y no es para menos, toda vez que la angustiante inflación continúa en una espiral ascendente –aquí se predijo que llegaría al 100% a fin de año- que, día a día, va arrojando a más gente al abismo de la miseria y que puede convertirse, en cualquier momento, en hiper; basta con pensar cuántos ciudadanos con trabajo formal, inclusive siendo empleados públicos, perciben un salario que no les permite superar el límite de pobreza, cuánto se ha incrementado la asistencia a los comedores populares y la creciente violencia social.

 

La inseguridad jurídica y las políticas que el Ministerio de Economía, presionado por el populismo de La Cámpora y el Instituto Patria en el Senado, está llevando adelante, es decir, aumentar un gasto público que ya resulta imposible de financiar con recursos genuinos ni con el indisponible crédito, hacen que el riesgo-país de la Argentina sea similar al de Rusia, en default, y pronto alcanzará al de Ucrania, destruida por Vladimir Putin.

 

Los inversores huyen despavoridos de los bonos de deuda soberana, aunque la mayoría de éstos esté atada a la inflación o al dólar, y el nivel de endeudamiento del Tesoro con los bancos privados preanuncia una corrida bancaria que, de concretarse, será mucho más grave que la de principios de siglo, que tanto dolor trajo. Y nada que hoy pueda hacer Alberto Fernández, incluyendo el despido del ineficaz Martín Guzmán y su reemplazo por el camaleónico y desprestigiado Sergio Massa, podría mejorar el escenario.

 

Tristemente, por unanimidad las encuestas dan cuenta de la mala imagen que tienen todos los dirigentes políticos, incluyendo a los libertarios, aunque sean los kirchneristas quienes están peor calificados. Y la falta de acuerdos en verdaderas políticas de Estado que está afectando a los partidos que integran Juntos por el Cambio no permite avizorar un mejor futuro, más allá de un eventual triunfo en las próximas elecciones.

 

El pavoroso cuadro lo integra la nueva batalla que Cristina Fernández está librando por el manejo de los planes sociales, con el objetivo de cederlo a los gobernadores e intendentes para evitar una mayor disgregación del Frente para Todos, y es rechazado por las organizaciones “albertistas” y trotskistas, que prometen llevar la resistencia a la calle; será la primera vez que el peronismo, que ha sido dueño y señor de ella durante muchas décadas, la pierda y eso transformará un escenario ya más que complicado. Esta misma tarde, ella hablará en Ensenada, uno de sus municipios más fieles, y seguramente disparará un nuevo misil para, “sinceramente”, tratar de eludir la enorme responsabilidad que le cabe en la génesis de este desastre.

 

La PresidenteVice, ya está convencida de la imposibilidad de ganar alguna elección nacional y su preocupación aumenta en consonancia porque ve más cercano el infierno penal al cual se ha hecho acreedora por la monstruosa corrupción con la cual la organización ilícita, que organizó su marido muerto y ahora encabeza ella misma, saqueó el país entero desde que ambos llegaron a la Casa Rosada.

 

Y es entonces cuando debemos hacernos terribles preguntas: desesperada ante la inminencia de una derrota y, con ella, un huracán de condenas para ella, sus hijos, sus cómplices y testaferros, ¿intentará perpetuarse en el poder por la fuerza, como muchos sospechan? Si quisiera hacerlo, el camino debería ser un conflicto social de envergadura e incierto final pero, ¿dispondrá la República de los anticuerpos necesarios para responder una agresión así?

 

Algunos de sus más dilectos amigos en la región (los hermanos Castro en Cuba, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua) lo lograron; entonces, ¿por qué no tratar de imitarlos, si además podría recibir el apoyo de Rusia e Irán? Colombia, Chile, Perú y Brasil son países en los cuales sus mandatarios están fuertemente condicionados por sus respectivos parlamentos, que pondrán límites a cualquier deriva autoritaria, pero la Argentina posee instituciones muchísimo más endebles. ¿Tienen algo que ver en este tablero los vuelos de raros aviones y la confirmada presencia de narcotraficantes colombianos, mexicanos, peruanos y brasileños en los conurbanos de todo el país, de terroristas islámicos, cubanos y venezolanos en la Triple Frontera y la Patagonia pseudo-mapuche, y de asesinos liberados y barrabravas criminales en todos los barrios?

 

Tengo la más absoluta certeza acerca de cuál será la interpretación que hará el kirchnerismo, convenciendo a sus fieles, de la conmoción social de enorme magnitud que ella misma provocaría procediendo de ese modo: se victimizará, echará la culpa a los Estados Unidos, a los empresarios, al campo y a la prensa libre, tal como hizo Evo Morales en Bolivia, habilitando así a su partido político (MAS) el retorno al poder. Para evitar esa posibilidad que, lo perciban o no, ha resultado tan gravosa para todos los argentinos, resulta indispensable sostener a Alberto Fernández, pagando el precio que sea necesario, hasta diciembre de 2023. Las bombas que Cristina Fernández ha cebado con tanto entusiasmo deben explotar esta vez en sus propias manos, para no permitir que, tal como hizo en 2015, las pase a su sucesor quien, estúpidamente, las recibió sin denunciar el contenido de la herencia y eligiéndola como sparring; así le fue a Mauricio Macri.   

 

De todas maneras, y en la medida en que la sociedad en su conjunto no parece estar demasiado dispuesta a asumir los costos que implicará corregir el rumbo de decadencia que la Argentina encaró con tanta dedicación hace ya siete décadas, vuelvo a la comparación de la semana pasada, cuando dije que todo me hace pensar en la España de 1935, en la que todo resultaba imposible. Cuatro años y un millón de muertos más tarde, esa misma nación fue capaz de comenzar a pagar esa factura con el pasado y parir un país moderno, totalmente integrado al mundo, que hoy se ha transformado en una Meca para tantos de nuestros jóvenes, muchos de ellos cultivados, que han comenzado a recorrer, en sentido inverso, la misma ruta que trajo hasta aquí a sus laboriosos antepasados desde una Europa devastada.  

 

Bs.As., 2 Jul 22