Con besos … y trompadas
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 822)
“Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles
respirar”. Sun Tzu
Alberto Fernández, otra vez, ayer dijo una cosa
y lo contrario, todo en un breve mensaje en el que informó nada más que había
llegado a un “acuerdo” con el FMI. Nos instó a pensar en el futuro pero reiteró
la retórica habitual kirchnerista: “alguien creó el problema, y nosotros lo
resolvimos”; o sea, le pidió a la oposición que apruebe “algo” (no se sabe aún
qué es) y, a la vez, le adjudicó, falsamente por cierto, ser la generadora de
la deuda para la cual, aparentemente, habría conseguido alguna forma de
facilidades; un rato después, Juan Manzur, Jefe de Gabinete, y Martín Guzmán, directamente
responsabilizaron a Mauricio Macri por la tragedia.
Por supuesto, los tres omitieron decir que la
demorada negociación ha resultado muy costosa y que la cifra que debemos al Fondo
representa sólo el 12% de nuestras obligaciones soberanas, cuya mayor parte
está en pesos ajustados por el dólar y que se duplica cada año, e ignoraron la
detonada inflación que ha dejado a la Argentina sin moneda, la brecha cambiaria,
los enormes subsidios a la energía y los cepos varios. En resumen, sólo se dio
un pequeño paso para evitar caer a un precipicio que sigue allí, a escasos
centímetros de nuestros pies; aún falta mucho para llegar a cerrar un trato. Y
falta ver qué dice o escribe la dueña del circo al respecto, sobre todo para
enmascarar frente a los ciegos seguidores que constituyen su capital simbólico,
el inevitable ajuste que deberemos realizar.
El martes, el falsario que está a cargo de la
Presidencia por el raro esquema que inventó Cristina Kirchner para volver, incurrirá
en algunas imprudencias al viajar a Moscú y a Beijing. Con el ruido de fondo de
los tambores de guerra que suenan en Ucrania, reunirse a Vladimir Putin, quien
los bate con más fuerza, es inoportuno y, hacerlo antes de encontrarse con Xi
Jinping implica un agravio a los chinos, que siempre requieren exclusividad en
estas visitas. Qué hará en ambas capitales es una incógnita todavía, pero nadie
duda que incluirá pasar la gorra para ver si nos prestan algún dólar, rublo o
yuan; es posible que esa gestión se vea facilitada con el “acuerdo” anunciado ayer,
algo que Rusia y China, miembros del FMI, exigían antes de sentarse a charlar
pero, si abrieran la hucha, seguramente el costo en materia de soberanía que
deberemos afrontar será gravosísimo.
El mismo
1° de febrero, la emperatriz patagónica –Luis D’Elia, Hebe de Bonafini, José
María Ramos Padilla, el propio Alberto Fernández, etc., son meras comparsas- concretará
un nuevo acto sedicioso con la marcha a la que el Gobierno ha convocado ante el
Palacio de Tribunales para exigir la renuncia de la Corte Suprema. No tengo
ningún aprecio por sus integrantes, salvo por Carlos Rozenkrantz, y adherí a la
declaración que ayer publicó la Asociación de Abogados por la Justicia y la
Concordia, que integro; en la medida en que en ella se explicaron las razones, me
abstendré de repetirlas aquí y, por lo demás, las he dado muchas veces en estas
notas.
De todas maneras, asistiré a la contra-marcha
del 3 de febrero, a las 19:00, en el mismo lugar, para exigir el respeto a la
Constitución, ya que constituye una clara salvajada realizar una pueblada para
echar a los titulares de otro Poder del Estado; espero que la Policía de la
Ciudad, tan acostumbrada a recibir toneladas de cascotes, logre evitar que
confundan este edificio con el Palacio de Invierno o con el Cuartel de la
Moncada, porque el resto de las fuerzas de seguridad, a las órdenes hoy de Anímal Fernández, seguramente se
abstendrán de participar de la fiesta.
Debo confesar que la asociación de ideas que
contuvo el discurso de Cristina Fernández en Tegucigalpa, vinculando a las
políticas del FMI con el crecimiento del narcotráfico en el mundo, me llamó
poderosamente la atención porque pareció estar rasganso sus vestiduras. Tenemos
el penoso honor de haber superado a México en consumo de drogas, y ese negocio
es sin duda el mayor de nuestro país; conociendo la catadura moral y la voracidad
de los Kirchner, mis dudas sobre la presunta jefatura que ejercería el actual
Ministro de Seguridad sobre él se confirman y sólo le atribuyo el rango de
gerente; si queremos saber quiénes son los socios reales de los cárteles miremos
al Calafate, tal como los venezolanos miran a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello
y los demás jerarcas.
Por obra y gracias de ese nefasto y tan
poderoso comercio, y por la desesperación que producen la pobreza y la falta de
futuro, la sociedad argentina se está haciendo cada día más violenta, ya no
sólo en la tristísima Rosario, gobernada por los clanes mafiosos, sino en todos
los conurbanos del país. Los noticieros de radios y canales y las páginas de
los periódicos diariamente chorrean sangre y los delitos, que tienen cada vez
mayor ferocidad, seguirán escalando.
Con policías mal preparadas y peor pagadas, con
la férrea sujeción de los jueces a las políticas zaffaronianas, con la
inversión de la carga de la prueba en la represión del delito y con la persecución
permanente a los oficiales de la ley no hay solución posible y Honduras y
Guatemala, con sus maras salvajes, serán espejos en los cuales pronto nos
reflejaremos.
Lamento ser tan pesimista, pero es que la
realidad no da respiro en la Argentina. Mientras no demos una verdadera vuelta
de campana que nos devuelva a un camino que privilegie la inversión, el
trabajo, el mérito, la educación, el respeto a la ley y la igualdad ante ella,
y termine con la impunidad de los corruptos, continuaremos en esta senda que
sólo conduce a la inviabilidad como nación independiente. Por ahora, compremos
cascos porque, hasta diciembre de 2023, las piedras seguirán lloviendo.
Bs.As., 29 Ene 22