Espejos raros
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 904)
“Aquellos republicanos eran gente derrotada …, pero no vencida”.
Arturo Pérez-Reverte
Desde las PASO, las tan desprestigiadas empresas
encuestadoras están mostrando un harto previsible crecimiento en la intención de
voto de Javier Milei, y algunas llegan al extremo de pronosticar al candidato
anarco-libertario un éxito en primera vuelta. Eso impone preguntarnos a quién
se parece más, ¿a Mauricio Macri o a Cristina Fernández?
En la medida en que está fuera de discusión que expresa
el hartazgo y la bronca de una ciudadanía herida hasta lo más hondo y cuyo
tejido social ha sido completamente rasgado, la cuestión pasa por desentrañar
si el espectáculo que diariamente nos brinda ante cada micrófono que se le pone
delante es genuino o se trata sólo de una construcción voluntaria –luego
descartable- para captar el voto de los muchos descontentos con el presente,
aterrados por la falta de futuro.
En estos días, no sólo él mismo ha reducido en algo su
agresividad, sino que quienes lo rodean y ocuparían cargos relevantes en su
eventual administración, amén de contradecirse entre ellos en la explicación de
sus recetas, han comenzado a explicar que muchas de sus medidas, anunciadas
como inmediatas originalmente, en realidad se implementarán en “generaciones” sucesivas,
inclusive en otros períodos presidenciales y hasta en décadas por venir. Propuestas
como dolarizar de inmediato la economía, romper relaciones con China y salir
del Mercosur, dinamitar el Banco Central, terminar con los subsidios sociales,
echar a los empleados públicos innecesarios o liberar totalmente la portación
de armas, por ejemplo, ahora se relativizan o se postergan para un incierto
porvenir.
Pero hay rasgos de su personalidad que, si son verdaderos,
debieran producir graves urticarias en la piel de los republicanos, sobre todo porque
las matemáticas demuestran que no dispondrá de tantos legisladores propios como
para sancionar en soledad las leyes que necesite, salvo que negocie con la “casta”.
Tampoco sus reiteradas agresiones a periodistas y a quienes, desde la política,
cuestionan sus posturas más extremas, permiten esperar con cierta tranquilidad la
probabilidad de su investidura como primer mandatario. Con sólo recordar cómo
se comportaron los antiguos líderes, Cristina y Mauricio, cuando cada uno de
ellos ejerció el poder, la pregunta de a quién se parece más tiene suficiente
justificación.
Imaginemos, ¿qué haría Milei, si llegara a la
Presidencia, con la prensa libre?, ¿realmente pretende validar con democracia
directa –el cacareado referéndum- sus aspiraciones legislativas si éstas no
fueran sancionadas por el Congreso?, ¿cómo reaccionará cuando la Corte Suprema
ponga necesario freno a las medidas inconstitucionales que pretenda implementar?
Peor aún, considerando que con tan escasos legisladores propios estará siempre
a tiro de un juicio político, como sucedió con Pedro Castillo (Perú) y Dilma
Rousseff (Brasil), ¿qué estará dispuesto a hacer para conservar el poder?
Otro candidato, el Aceitoso
Sergio Massa, ya no sabe qué conejo mostrar, toda vez que los que su galera
contenía están todos muertos, asesinados por la altísima inflación, la enorme
emisión monetaria, la imparable deuda en pesos, la creciente pobreza y la
angustiante miseria, la rampante corrupción y el clarísimo descontento social
motivado por el monumental deterioro del poder adquisitivo de salarios e
ingresos informales. Esta semana fue el rimbombante anuncio de un arreglo con
el FMI que, contra la versión oficial, no permitirá grandes intervenciones en
el mercado cambiario. Todos esos factores convierten en altamente probable que el
peronismo, al que finge representar, resulte ausente en un casi inevitable
ballotage; precisamente por eso tanto la emperatriz de Calafate cuanto el pato
rengo a cargo de la Presidencia formal guarden tanto silencio, con el sueño de
no ser alcanzados por tamaña catástrofe electoral.
¿Por qué será que no me sorprende que, en un irreversible
ocaso, un gobierno que ha convertido a la ideología en su instrumento basal de su
política exterior pretenda, a pocos días de su partida, convertirnos en socios
nada menos que de Irán, el Estado terrorista que tantos argentinos mató, y de
quienes pretenden transformarse en opositores de Occidente en un mundo bipolar?
No rechazo “vincularnos” a los BRICS, como a todo y cualquier conglomerado de
países, pero sí a “asociarnos” a quienes se declaran enemigos, al menos
económicos y monetarios, de los Estados Unidos y, en el camino, violan y
asesinan a sus ciudadanos. Ahora, la Argentina tiene por delante un nuevo
problemón, como el que tuvo Macri con China en las represas de Santa Cruz: si
aceptara la invitación, compartiría la membrecía nada menos que con el país que
concretó en el nuestro los atentados terroristas de la Embajada de Israel y la
AMIA; por el contrario, si rechazara ingresar, sin duda ofendería a los socios
originales, en especial a Brasil, que realizó ingentes esfuerzos para lograrlo.
El claro y franco apoyo de Horacio Rodríguez Larreta a la
candidatura de Patricia Bullrich, y el inminente anuncio de un prestigioso
gabinete económico que encabezaría Carlos Melconian e integran Hernán Lacunza,
Luciano Laspina y otros notables permiten albergar esperanzas en que la
ciudadanía reaccione a tiempo, no entregue su suerte a alguien que presenta en
su personalidad tantos rasgos mesiánicos y compatibles con peligrosas patologías,
y la convierta en Presidente. Ella ha conseguido conservar las díscolas voluntades
del radicalismo, asegurando así la continuidad de Juntos por el Cambio en la
historia argentina. No es poco, en un país tan raro como el nuestro, que ha
enterrado a numerosos proyectos políticos virtuosos.
Bs.As., 26 Ago 23