viernes, 25 de marzo de 2022

Penosa emergencia democrática

 


Penosa emergencia democrática

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 830)

 

“Si la guardia roja de la corrección política aún no te ha tratado de fascista, tienes que empezar a dudar de tu libertad de pensamiento”. Roger Scruton

 

A cuarenta y seis años del comienzo del Proceso, la izquierda y La Cámpora realizaron sendos actos de recordación; invocaron como siempre, una parcial y tergiversada Memoria, una falseada Verdad y una inexistente y cooptada Justicia. Me parece repugnante que, habiendo transcurrido tantos años, la sociedad continúe sosteniendo su hipocresía y permita que se ejerza tanta inmunda venganza contra los militares que, convocada por toda ella, ganaron la guerra militar (aunque, obviamente, hayan perdido la batalla cultural). Francia y Alemania, que se mataron por millones durante la II Guerra Mundial, sólo siete años después firmaran el Pacto del Carbón y del Acero, cuna de la Comunidad Europea, mientras que aquí seguimos mirando por el espejo retrovisor y fogoneando mayores rivalidades.

  

Volviendo a la realidad, siempre más urgente, la semana ha dejado expuesta la crisis ¿terminal? que sufre el Frente para Todos, ese adefesio que inventó Cristina Fernández para unir al peronismo en 2019 y devolverlo al poder. Salvo su nueva alianza -el tan activo trotsko-kirchnerismo- todo el arco político coincide en el diagnóstico de los problemas que aquejan a la Argentina y la condenan a la permanente decadencia aunque, bien es cierto, no se pone de acuerdo en el tratamiento de esa complicadísima patología.

 

El cuadro contiene, como elemento principal, el sideral gasto público (sobre todo, el de la eternizada casta instalada en el Estado) compuesto por jubilaciones a gente que no ha realizado aportes, planes sociales que fomentan no trabajar, subsidios disparatados a la energía, poderes legislativos provinciales inútiles y costosísimos, despilfarro sin medida y rampante corrupción. A ello se agregan dolencias estructurales, principalmente cambio permanente de las reglas de juego, inseguridad jurídica e ineficiente Justicia, inexistencia de moneda nacional, leyes laborales arcaicas, sistema electoral perverso, arbitrario y expoliador esquema tributario, injustificables empresas estatales deficitarias, pobreza estructural, deficitaria infraestructura vial y ferroviaria, dependencia energética, perversa política inmigratoria, salud pública estúpida y en crisis, educación destruida hasta los cimientos, rampante narcotráfico, inseguridad ciudadana, barreras a la exportación y a la remesa de utilidades, y otros que usted mismo puede incorporar.

 

Las medidas que se deben adoptar de inmediato para corregir esa gigantesca panoplia de taras, impedimentos y trabas, esenciales para que argentinos y extranjeros volvamos a confiar en el país, pero que siempre perjudicarán el status quo en el que sobrevive un alto porcentaje de la sociedad y los políticos que medran con la necesidad de los más pobres, encontrarán naturales resistencias que las hacen muy difíciles de concretar. Ya hemos visto cómo fracasó el gradualismo, imaginado para no generar más daño en el lastimado tejido social, cuando se secaron las fuentes de financiamiento y los factores climáticos fueron adversos.

 

Piense, solamente, que hoy un 70% de la ciudadanía vive del producido del restante 30%, pero todos votan; entonces, ¿elegiría ese tan mayoritario sector a alguien que propusiera, por ejemplo, transformar todos los planes sociales en trabajo genuino o elevar sostenidamente la edad jubilatoria? Y sabemos cómo se comporta la casta política cuando proyectos de ley indispensables –boleta única de papel, ficha limpia, limitación en el número de asesores, etc.- amenazan sus injustificables privilegios. Ante una tentativa de shock para achicar el gasto, ¿cómo cree que reaccionarían los senadores y diputados nacionales, los gobernadores y sus legislaturas provinciales, los intendentes y sus concejos deliberantes?

 

Y qué decir de los eternos dirigentes sindicales que, con los recursos de las obras sociales que les concedió Juan Carlos Onganía, se han convertido en magnates a costa de sus menguantes afiliados: ¿los imagina aceptando mansamente los imprescindibles cambios en la legislación laboral y, si no el cierre o la privatización de Aerolíneas Argentinas, al menos la apertura total de los cielos a la competencia?, ¿o a los Moyano tolerando que, principalmente, el transporte de mercaderías se realice por tren? Los dueños de medios de comunicación que sólo sobreviven por la ingente pauta publicitaria oficial que se les asigna, ¿prestarán su conformidad al cierre de esa canilla gigantesca o saldrán, todos los días y a toda hora, a influir sobre la opinión pública para soliviantarla y desestabilizar al gobierno?

 

La semana pasada cerré mi columna dando una buena noticia: las fundaciones que responden a los cuatro partidos que integran Juntos por el Cambio (PRO, UCR, CC y el peronismo de Miguel Angel Pichetto) están trabajando en la preparación de un único plan de gobierno, que pretenden tener listo para presentar a la sociedad el año próximo. Sin embargo, han surgido ahora algunas nubes que oscurecen ese idílico horizonte: la crisis que amenaza con hacer estallar al Frente para Todos, según algunos trascendidos, podría derivar en una salida anticipada del poder de Alberto y Cristina Fernández y debería llamarse a una Asamblea Legislativa.

 

No me parece un escenario probable, toda vez que la PresidenteVice quedaría expuesta a la detención inmediata en algunas de las causas penales que la afectan; sólo podría evitarlo emigrando a algún paraíso socialista dispuesto a recibirla. Creo, más bien, que llegarán a 2023 aunque sea con muletas, y ella resolverá ese intríngulis obteniendo entonces una banca en el Senado; es cierto que implicaría asumir un riesgo: ante una derrota: ¿y si sus colegas le dieran vuelta la cara y la desaforaran?

 

Bs.As., 26 Mar 22

viernes, 18 de marzo de 2022

La muerte del viejo cisne

 


La muerte del viejo cisne

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 829)

 

“Habían dejado de practicar los ritos de la mentira

 que, con frecuencia, son asimismo los de la amistad”.

 Jean Lartéguy

 

El jueves asistimos a un fenómeno sumamente curioso si lo miramos a la luz de los últimos diecinueve años de la historia política nacional, a los cuales debiéramos sumar otros ocho de la provincial de Santa Cruz: Cristina Fernández dejó de ser el macho alfa del peronismo, aquél que tan inexplicable temor causaba entre las huestes de sus barones. En el Senado, como ya había sucedido en Diputados, sus fieles quedaron reducidos a un más que magro 30% de la bancada peronista, o sea, sólo un 9,50% del total.

 

Esta situación significa que, a partir de ahora, el gobierno de Alberto Fernández, ese raro artefacto electoral que ella diseñó, comparte desde 2019 y que ayer abandonó, comenzará a recibir feroces andanadas de fuego “amigo” desde las valiosas y cuantiosas trincheras que La Cámpora, a pesar de todo, conserva dentro del andamiaje del Estado, tales como ANSES, PAMI, Aerolíneas Argentinas, YPF, el área de energía, etc.; las hordas que aún siguen el inverosímil liderazgo de Máximo Kirchner pueden ser ignorantes, soberbios, corruptos y cuantos calificativos a usted se le ocurran, pero nos son idiotas y cuidan su caja.

 

Una vez más, el peronismo –como el radicalismo, en épocas de Fernando de la Rúa- juega a ser oficialismo y oposición. Aún en el primer gobierno del fundador de la marca registrada, algunos gremios que lo acompañaban acríticamente se rebelaron cuando el conductor, apretado por la crisis económica que su populismo había generado, tuvo que dar un fuerte volantazo, imponer la austeridad y abrir los brazos al capital extranjero que tanto pedía combatir desde las estrofas de la famosa marchita.

 

Más tarde, ya en los 70’s, los terroristas montoneros, calificados por el General Juan Perón como la “juventud maravillosa” que integraba sus “formaciones especiales” y fueron a recibirlo a su regreso desde España se enfrentaron a balazo limpio con los asesinos de la Triple A, que acompañaban esos mismos cánticos al líder. Cuando éste asumió la Presidencia, los locos subversivos se sintieron traicionados y le hicieron una advertencia matando a José Ignacio Rucci, a quien tanto quería; cuando fue desoída, asaltaron cuarteles e instalaciones de las fuerzas armadas, mientras sembraban de bombas y cadáveres todo el territorio nacional, siempre en nombre del Presidente y, luego, su viuda y sucesora ordenó aniquilarlos.

 

El comienzo de la guerra interna del Frente para Todos fue la primera epístola que Cristina Fernández hizo pública, se profundizó con la masiva renuncia -rápidamente retirada- de los camporistas del gabinete, y tuvo su culminación cuando Máximo Kirchner resignó el cargo de jefe de la bancada oficialista en Diputados, no a la protectora banca que le da fueros.

 

A la vista de todos, grupos enloquecidos que hubieran seguido a Néstor Kirchner sin dudar, volvieron a apedrear el Congreso cuando se discutía el arreglo con el FMI en la Cámara baja. ¿Es tan disparatado, entonces, pensar que  podemos estar a días de un nuevo combate en las calles entre el trotsko-kirchnerismo y el peronismo racional y, por ello, republicano?

 

Pero, en cambio, no tengo ninguna duda que la actitud de la ex-emperatriz, reflejada en las órdenes que impartió a sus batallones para que votaran en contra del flaco acuerdo con el FMI, aún a costa de infligir mayores daños a la por demás sufrida población, obedeció sólo a la necesidad de conservar su capital simbólico, afincado en el Conurbano bonaerense, que le permita convertirse en feroz y destituyente oposición a quien elijamos en 2023, si el Presidente logra sobrevivir hasta entonces a los misiles termobáricos que lloverán de ahora en más sobre el neonato “albertistismo” residente en la Casa Rosada.

 

Todo el léxico militar que he empleado esta nota deriva de la inoportuna y desconsiderada forma en que Alberto Fernández anunció esta semana que ayer comenzaría aquí “una nueva guerra”, ahora contra la inflación. Alguien hubiera debido recordarle que lleva más de dos años en ejercicio de su cargo, y que nuestros índices ya superan a los de Venezuela, paraíso del socialismo del siglo XXI. En la medida en que no se reduzca drásticamente el gasto público, comenzando por el que deriva de los obscenos privilegios de la clase política, se detenga la irracional emisión monetaria, se recupere la confianza y regresen las inversiones genuinas, no habrá un general que pueda siquiera obtener un transitorio éxito.

 

Por donde lo miremos (economía, seguridad, pobreza, educación, salud, defensa, justicia, etc.), el país está destruido hasta los cimientos por un populismo que, por haberlo transitado durante ocho décadas, tanto ha permeado en la sociedad y al cual tanto costará erradicar. Sin embargo, hay una luz al final del túnel: cuatro fundaciones, creadas en el seno de cada uno de los partidos que integran Juntos por el Cambio, están trabajando simultáneamente en la preparación de planes de gobierno y definición de políticas de Estado, que serán presentados a la ciudadanía para requerir su apoyo el año próximo.

 

Una vez más, estará en nuestras manos elegir entre un país inviable a muy corto plazo o una nación que pueda presentarse con dignidad ante el mundo, segura de su destino. Espero que, entonces, no nos inclinemos por comprar más túnel.

 

Bs.As., 19 Mar 22  

viernes, 11 de marzo de 2022

Llueve sopa …

 


Llueve sopa …

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 828)

 

“La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”.

Johann Paul Friedrich Richter

 

… y, tal como nos ha sucedido al menos en las últimas ocho décadas, no tenemos cucharas y sólo tenedores y cuchillos. La invasión de Vladimir Putin a Ucrania y las recíprocas sanciones económicas y financieras que Occidente está aplicando a Rusia para intentar frenar el genocidio que el trasnochado y criminal autócrata está produciendo, han mandado al espacio los precios del gas, del petróleo y de las materias primas en todo el mundo. Obviamente, eso hubiera debido ser una noticia extraordinaria para nuestro país, que tiene la capacidad de producir alimentos para quinientos millones de personas y posee el gigantesco yacimiento de Vaca Muerta que, día a día, expande sus fronteras subterráneas.

 

Los valores internacionales actuales más que justifican las inversiones necesarias para explorar y extraer los combustibles fósiles, pero nadie está demasiado dispuesto a apostar aquí su dinero por varias razones: la falta de seguridad jurídica, el permanente cambio en las reglas de juego, los cepos varios que impiden la remisión de utilidades y, sobre todo, el recuerdo de cómo actúa el kirchnerismo desde el mismo momento en que el patriarca pingüino llegó a la Casa Rosada. Igual efecto produce la expoliadora presión impositiva sobre la posibilidad de incrementar la superficie sembrada.

 

En 2003, Argentina no sólo era autosuficiente en materia energética sino que había construido gasoductos y líneas de alta tensión para exportar gas y electricidad a Chile, Brasil y Uruguay. Néstor Kirchner, por su incontrolable voracidad y su pasión por el saqueo, comenzó a mirar con interés a YPF y a pergeñar la forma de robar parte de ella; lo primero, fue congelar las tarifas en todos los tramos –producción, transporte y distribución- del negocio; se llegó al absurdo de reconocerle US$ 2,50 por millón de BTU del gas producido en Neuquén, y pagar US$ 7,50 por el obtenido en Bolivia por la misma dueña de la empresa argentina, Repsol.

 

Antonio Brufau, por entonces CEO internacional de la compañía, percibió lo que se venía y, preventivamente, transfirió a la matriz todos los activos externos de YPF y se sentó a esperar para ver cómo salir de la Argentina. No tardó mucho en recibir una insólita propuesta de los testaferros del mandamás patagónico, los Eskenazi, para “comprar” 15% (luego fue 25%) de la empresa argentina; como no tenían dinero, la propia Repsol les prestaría lo necesario y, por si fuera poco, les entregaría la administración de YPF pese a que, del negocio petrolero, lo único que sabían era cargar nafta en sus automóviles.

 

Como el catalán no es estúpido, aceptó todo pero puso algunas condiciones: el contrato debía ser refrendado por Néstor y Guillermo Moreno y la empresa distribuiría el 90% de las utilidades anuales; en esta industria ninguna compañía reparte más del 30/35% de las ganancias, porque el resto debe destinarse a explorar nuevos yacimientos. Las consecuencias fueron inmediatas: todos los actores locales dejaron de perforar, la Argentina perdió el autoabastecimiento y debió invertir el sentido de los gasoductos y de las líneas de alta tensión e importar gas natural licuado. Los españoles festejaron: de cada US$ 100 que YPF liquidaba a sus accionistas, les pertenecían US$ 75 y, en pago de la deuda, se llevaban los otros US$ 25; más tarde, llegó la ruinosa expropiación de las acciones que aún conservaba Repsol y el genial Axel Kiciloff, luego de jurar que le cobraría una fortuna por daños ambientales anteriores, acordó pagar por ellas US$ 10.000 millones.

 

Los Eskenazi pusieron sus acciones a nombre de sociedades españolas que, a su vez, pertenecían a una holding australiana; “no tengo pruebas pero no tengo duda”, diría Cristina Fernández, de que los verdaderos titulares siguen siendo los Kirchner. Como no querían dejar de robar, se “olvidaron” que los estatutos de YPF obligaban al Estado, accionista mayoritario, a ofertar por el resto. A esa altura, las acciones habían pasado a manos de un fondo de inversión, Burford, que demandó a la Argentina en las cortes norteamericanas por ese incumplimiento y, al día de hoy, tan mal nos va en ese juicio que deberemos pagar otros US$ 5.000 millones; estoy convencido que, atrás de ese “buitre”, también están ocultos los pingüinos.

 

Este año, el Gobierno se verá obligado a importar gas y gasoil para intentar satisfacer a la demanda nacional, pero deberá hacerlo en un escenario local (menor oferta hidroeléctrica por la sequía) e internacional (creciente demanda global por las restricciones aplicadas a Rusia) muchísimo más complicado; ya está abriendo el paraguas ante el FMI por el seguro incumplimiento, por el aumento de los subsidios, de los compromisos fiscales asumidos en el acuerdo que no logró que Diputados tratara el jueves, cuando la Cámara, angustiosamente, se limitó a aprobar el nuevo endeudamiento bajo una catarata de piedras trotsko-kirchneristas, algunas de las cuales dieron, casualmente, en el despacho de la emperatriz hotelera.

 

Cuando la lluvia de sopa concluya y la paz haya regresado, la preocupación del mundo ante la contaminación del medio ambiente y el calentamiento global volverá a ser prioritaria y el horizonte de uso de combustibles fósiles será acotado a dos o tres décadas. Si para entonces la Argentina no ha logrado reinsertarse en la comunidad internacional, ofreciendo a los inversores externos garantías jurídicas y confianza en el mantenimiento de las reglas de juego, lo que no hayamos conseguido extraer de Vaca Muerta y de la plataforma marina quedará para siempre allí abajo y, nuevamente, habremos perdido un tren que ya no volverá a pasar.

 

Bs.As., 12 Mar 22

viernes, 4 de marzo de 2022

Dígalo con mímica

 


Dígalo con mímica

por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 827)

 

“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para

 aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.

 Dante Alighieri

 

Hemos conseguido sumar a los problemas mundiales derivados de la invasión de Ucrania, los propios que vienen de la mano del monumental desquicio en que el kirchnerismo nos ha sumido, producto de su insana vocación por ser oficialismo y oposición a la vez, loteando los resortes del Estado entre las distintas tribus que pueblan el Frente para Todos.  Ahora, con el cierre de la negociación con el FMI, los costados más relevantes del pegoteo que permitió a Cristina Fernández ganar las elecciones de 2019 quedan más expuestas por el rechazo de La Cámpora a ese posible acuerdo, sobre todo por temas tales como los subsidios a la energía y el gasto público, tal como se verá en el Congreso cuando sea finalmente sea discutido.

 

Precisamente, lo poco que se sabe aún acerca de los términos de las exigencias del organismo ratifican una vez más, por si fuera necesario, que el MemePresidente es un mentiroso serial. Su discurso de apertura de sesiones ordinarias, el relato de un país en cual todos quisiéramos vivir, contuvo tantos mimos y concesiones a su jefa y tantas falacias que resultaría imposible enumerarlas en una nota tan breve como ésta; de todas maneras, resultó penosamente graciosa su apelación al Senador Cornejo mientras éste lo increpaba: “Alfredo, vos sabés que no miento”, cuando a todos, propios y ajenos, nos consta cuán devaluada está su palabra.

 

La emperatriz patagónica conservó su protagonismo con sus expresiones faciales y la mímica que desplegó durante la alocución de su mandado. Aún durante el minuto de silencio por las víctimas de la criminal invasión a Ucrania, saludaba a sus fieles y se retocaba sus extensiones capilares; el Meme, para no ser menos, guiñaba los ojos con la sonrisa que corresponde al porteño canchero y matón, tal como se siente.

 

El discurso presidencial nos dejó una sola certeza: seguiremos en decadencia, porque la inflación seguirá rampante, el gasto público no se reducirá y tampoco lo hará el presupuesto de la clase política, no se encararán las indispensables reformas laboral, previsional e impositiva y, en la medida en que no podremos acceder a los mercados de crédito, la maquinita del Banco Central continuará trabajando a destajo y se intentará revivir la Resolución 125 y se desatará una nueva guerra contra el campo.

 

En resumen, el kirchnerismo está cebando –ahora con la ayuda del FMI- una nueva bomba, peor que la que heredó Mauricio Macri en 2015, que estallará en las manos del próximo gobierno que, ya nadie duda, tendrá otro signo político. Prever que harán sus hordas destituyentes (llámense organizaciones sociales, organismos tuertos de derechos humanos, delincuentes de guante blanco, barrabravas adictas, marginales de todo tipo, sindicalistas corruptos y los siempre dispuestos trotskistas) cuando llegue la hora del ineludible ajuste -¿otro “rodrigazo”?- resulta fácil; basta recordar las 15 tons. de piedras que signaron la discusión de la indexación de las jubilaciones. La oposición debería autorizar al Gobierno a firmar un acuerdo con el FMI, pero dejar bajo la exclusiva responsabilidad del Ejecutivo sus términos; además, aprovechar la lección y realizar un verdadero y detallado inventario del estado del Estado el primer día de su gestión.

 

La sociedad, en su conjunto, está cada vez más triste y vive una angustia tan profunda que se manifiesta, todos los días, en la violencia ciudadana que azota las calles de todo el país. Percibe que los miembros de la clase política sólo piensan en sus propios intereses y en incrementar sus privilegios mientras la inflación carcome su poder adquisitivo, crecen la pobreza y la miseria, se destruye la educación entregada a los gremios kirchneristas, continúa la dilapidación de recursos públicos, y se consagra la impunidad de los corruptos, comenzando por la propia Cristina Fernández.

 

Luego de múltiples idas y vueltas absolutamente contradictorias, motivadas por la permanente vocación del Meme por quedar bien con Dios y con el diablo, finalmente la Argentina condenó en la ONU a Rusia por su injustificado ataque a Ucrania, ordenado exclusivamente Vladimir Putin -el tan querido amigo Cristina Fernández- pero lo hizo sin mencionarlo, pese a que el mundo está juzgando por crímenes de guerra y cercando con sanciones económicas, que el Gobierno no acompaña.

 

Mientras sus tropas masacran a la población civil y a la infraestructura, el impávido autócrata, un probado asesino que no recurre a la mímica, tiene a Rusia y a su ejército en un puño y, movido por su sueño de recrear el imperio zarista, está agrediendo al mundo entero. Cuánto hay de verdad en sus amenazas nucleares es algo que sólo los futuros historiadores podrán dilucidar, pero asustó su frase (“lo peor está por llegar”), recordada por el Presidente francés Emmanuel Macron, pero la preocupación global está justificada, porque muchos servicios de inteligencia han reportado que una grave enfermedad mental estaría afectándolo. 

 

Xi Jinping, pese a que está ofreciendo reemplazar a Europa en sus compras del petróleo y del gas rusos, y ofreciéndole utilizar un sistema financiero más precario para sustituir al Swift, del cual sus bancos han sido excluidos, parece haber puesto en pausa sus ambiciones sobre Taiwan, lo cual tranquilizó el escenario del Océano Pacífico y dispersó un poco las nubes que cubrían la base militar china en nuestro país; de todos modos, el tema seguirá siendo objeto de análisis en las hipótesis de conflicto global.

 

Bs.As., 5 Mar 22