Fuga y tocata
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 861)
“La historia muestra que los levantamientos ciudadanos siempre fallan … salvo
que el régimen gobernante y sus fuerzas vivan un hundimiento de la voluntad”.
Max Hastings
La renovada
discusión acerca de las PASO que el cristicamporismo ha instalado con tanta
anticipación –están previstas para agosto del año próximo- es una prueba de la
resignación ante la dura derrota que descuentan los dirigentes del Frente de
Todos (gobernadores, intendentes, gerentes de la pobreza y sindicalistas K). Esa
percepción ha transformado al Gobierno en una verdadera centrífuga, algo que se
venía viendo desde la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía y a
los trabajosos esfuerzos que tuvo que realizar el MemePresidente para intentar su
reemplazo por alguien que le respondiera; finalmente, tuvo que aceptar a Sergio
Aceitoso Massa, ese aventurero siempre
disponible que luchó por encontrar una plataforma de lanzamiento de su propia
campaña presidencial desde que pasó a integrar la diminuta mesa del
oficialismo.
Y la otra prueba,
más contundente, es la forma en que se ha encarado, con la notoria complicidad de
los funcionarios del FMI, la renegociación de la deuda externa y la “reperfilación”
de la interna para que las bombas estallen durante el próximo período
presidencial: mientras que a la actual administración se le tolera una “contabilidad
creativa” que le permite grandes dibujos, en 2024 el organismo exigirá un
superávit del 2% del PBI. El monumental ajuste que deberá hacerse entonces, servirá
para justificar las renovadas toneladas de piedras que arrojarán quienes estarán
en el llano, incluyendo a todos aquéllos que lucran con este status quo regulado y corrupto y se
niegan a competir en una economía abierta y transparente.
A esta altura, ya
es evidente hasta para él mismo que el Aceitoso
no ha podido enderezar la tan escorada economía nacional. Tampoco podrá
hacerlo en el extenso año que falta para los comicios nacionales porque, desde
ahora mismo, Cristina Fernández, cuyo poder mengua a ojos vistas diariamente,
lo obligará a seguir gastando para intentar la reelección de Axel Kiciloff y sostener
su bastión electoral, la Provincia de Buenos Aires, para convertirlo en refugio
de la militancia kirchnerista durante la travesía por el desierto. Massa sabe
que ha perdido su arriesgada apuesta para convertirse en su candidato presidencial
–hoy no tiene ninguno competitivo- en 2023; ilusionado por su juventud, se
imagina serlo en 2027.
Con una inflación
que este año superará el 100%, esas necesidades personales de la emperatriz
hotelera podrían, sin duda, hacer chocar el inexorable iceberg antes del cambio
de mando, y no habrá entonces botes suficientes para salvar a todos los
integrantes del Frente, incluida ella misma. Cómo reaccionará la ciudadanía -tan
hambreada y pauperizada por la gestión del adefesio electoral que inventó Cristina
para ganar en 2019- en ese momento crucial aún es una incógnita, ya que la
situación es muchísimo peor que la que vivimos en 2001. ¿Estallará con
violencia, como sucedió en Santiago de Chile, en Lima, en Quito o en Bogotá? Aún
con el mini-ajuste que está ejecutando el Aceitoso,
una real sopa de sapos que el kirchnerismo se ve obligado a deglutir todos los
días, la situación social está elevando su temperatura. Si la explosión se
produce, ¿de qué herramientas dispondrá el Estado para recuperar la paz?
Por su parte, y sin
olvidar la positiva ponderación que me merece el trabajo conjunto que están
realizando las fundaciones que responden a cada uno de los partidos que
integran Juntos por el Cambio, los grandes figurones de la coalición siguen
dando que hablar por su temprana tocata por liderazgos que, en este contexto
socioeconómico, pueden también naufragar. Salvo excepciones puntuales y muy valiosas,
se muestran por completo alejados de las angustias y el hartazgo de la sociedad,
no explicitan propuestas esperanzadoras y, así, hacen al conglomerado fácil
presa de la antipolítica de derecha e izquierda; que ésta roya también al
Frente de Todos no quita que debiera obligar a esos “ombliguistas” de manual a
reflexionar acerca de los errores que cometen todos los días.
Todavía no me
explico por qué Juntos se comportó de la manera en que lo hizo cuando se votó
en Diputados el Presupuesto 2023, la “ley de leyes”, un mamarracho trasnochado de
aumento de impuestos, concesiones a los extorsionadores y falsas proyecciones
que hubiera cubierto de vergüenza a cualquier Parlamento normal; pero nos hemos
acostumbrado tanto a la idea de que nuestros representantes son un grupo de vivillos
y ladrones que sólo buscan cuidar la propia que no se produjo cuestionamiento
alguna en la sociedad.
Mañana, se hará el
segundo turno de las elecciones presidenciales en Brasil: un unívoco Jair
Bolsonaro y un cambiante Luiz Lula da Silva llegan a él en situación de empate
técnico. El actual Presidente ha logrado instalar con fuerza a su movimiento de
derecha, a punto tal que ha obtenido 99 escaños en la Cámara de Diputados -tiene
513 miembros- contra sólo 80 del candidato petista, y ha permitido que muchos
de sus partidarios accedieran a decisivas gobernaciones estaduales en un país
seriamente federal. Ese escenario implica que, cualquiera sea el resultado, no
habrá probabilidad alguna de una deriva autoritaria o de un marcado populismo; aún
una victoria de Lula desilusionará a los kirchneristas que soñaban no sólo con la
reivindicación del lawfare como excusa
política sino también con un claro
respaldo de éste al socialismo del siglo XXI, saqueador y violador de los derechos
humanos en todos los países de la región que lo sufren.
Bs.As., 29 Oct 22