Espejos
que dan Vergüenza
"Este es un país rico, desde luego, dotado por la
naturaleza. Pero todo lo chupa el desagüe de la vanidad, la codicia y la
injusticia". Arturo Pérez-Reverte.
¡Qué
terrible imagen nos devolvieron los espejos esta semana! Desde los Estados
Unidos, Suiza, Chile y Brasil, el mundo nos impuso la obligación de mirarnos en
ellos, y hemos visto allí reflejado lo peor de nuestra ausente república.
Mientras
una tormenta sin precedentes estalló en el seno de la FIFA, arrastrando a la
cárcel a los primeros imputados -cuando éstos comiencen a declarar tengo la
seguridad que la crisis seguirá subiendo en la escala jerárquica de esa
organización, tan sospechada-, y mostró a Suiza despejando rápidamente el
camino para que la Justicia de los Estados Unidos actuara, y las
investigaciones por corrupción acosan a Bachelet y Rousseff, la Argentina continúa
chapaleando en el barro en que la ha sumido el infame y canallesco golpe de
estado que está realizando la Presidente contra el Poder Judicial.
Su actual
pretensión -al frustrarse el juicio político a Carlos Fayt- es que la Cámara de
Diputados investigue a todos los ministros de la Corte Suprema con una excusa
banal: Fayt habría firmado la reelección de Lorenzetti como Presidente del
cuerpo desde su casa; si se aplicara ese cartabón a los decretos de necesidad y
urgencia suscriptos por ambos Kirchner desde que se entronizaron en la Casa de
Gobierno, todos serían nulos, ya que la Constitución exige que sean emitidos en
reuniones de Gabinete, nunca celebradas.
Todos
los países nombrados, y muchos más, nos muestran cómo debe actuar -y actúa- la
Justicia cuando se trata de democracias serias. En todas ellas, sin excepción,
hay corrupción y funcionarios y empresarios ladrones, pero cuando son
descubiertos terminan presos, no importa quiénes sean ni qué funciones estén
desempeñando. Brasil ha mandado a prisión gobernadores, ministros, senadores,
diputados, jerarcas del PT y altos ejecutivos de las mayores empresas, y ha
llegado a destituir a un presidente de la República (Fernando Collor de Mello) por
quedarse con dineros públicos; la misma Dilma se encuentra hoy bajo sospecha
por su pasado al frente de Petrobras. Estados Unidos hizo lo mismo con un
presidente (Richard Nixon) por espiar a la oposición y, sobre todo, por mentir
cuando la investigación lo puso contra las cuerdas. Chile ha despedido nada
menos que a su Jefe de Gabinete y al hijo de la Presidente, que no consigue
recuperar el prestigio perdido.
La
imagen que proyectamos los argentinos sobre esos espejos no puede ser más vergonzosa.
Nuestra primera magistrada, la noble viuda, está involucrada en una causa penal
en la que se investiga, por cierto a paso lento, el lavado de dinero de la
corrupción en la obra pública a través de los hoteles que, inexplicablemente,
adquirió con su marido en los últimos años; tampoco su restante patrimonio familiar
puede ser justificado por quienes sólo han ejercido cargos públicos durante los
últimos veinticuatro años. La investigación sobre la diplomacia paralela con
Venezuela está siendo enterrada y sólo irá a juicio el Embajador Eduardo Sadús,
que la denunció.
Su
Vicepresidente, el inefable Guita-rrita, por su parte, se encuentra ya
doblemente procesado por corrupción y por ladrón de gallinas, cuando escamoteó
a su ex mujer la mitad de un auto viejo; claro que las causas más graves tienen
que ver con la forzada compra de Ciccone, con el enriquecimiento ilícito y con
el saqueo a Formosa, la provincia más pobre. Sin embargo, para vergüenza de la
Argentina entera, continúa en funciones y, a veces, asiste en representación
nuestra a cumbres en el exterior.
La
lista de funcionarios -actuales y antiguos- y testaferros varios involucrados
en causas penales ya se parece a la guía telefónica, a pesar de los ingentes
esfuerzos realizados por jueces federales venales y por fiscales comandados por
la Procuradora ¡Giles! Carbó para evitarles problemas. Recordemos,
simplemente, nombres como Julio de Vido, Ricardo Jaime, Juan Pablo Schiavi, Mario
das Neves, Claudio Uberti, Romina Mercado, José María Olasagasti, Cristóbal
López, Lázaro Báez, Ricardo (el jardinero) y Pablo Barreiro (el secretario de
la emperatriz) y tantos otros que han pasado a integrar el panteón de los
héroes millonarios de este gobierno, una verdadera asociación ilícita, que nos
hemos dado, por no querer ver su desaforada corrupción, por tres períodos
consecutivos.
Claro
que están acompañados por empresarios -para el tango se necesitan dos- más
interesados en lucrar que en competir y ofrecer mejor calidad y mejor precio a
sus clientes. Compañías de todo tipo y nacionalidad han bailado con esta música
en las últimas décadas: Siemens, Embraer, Skanska, PanAmerican Energy, Repsol,
Barrick, otras que han sido formadas para el latrocinio (ElectroIngeniería,
Indalo, Oil, las empresas del juego, etc.), varias pesqueras y muchísimas más,
sin que esas delictivas actividades les hayan significado aquí complicación
alguna, a pesar de haber confesado algunas de ellas, públicamente, haber pagado
coimas a funcionarios argentinos.
Ese
es, en concreto, otro de los espejos en que nos reflejamos. Las investigaciones
de la SEC sobre prácticas corruptas de empresas que cotizan en las bolsas
norteamericanas ha implicado para las mismas siderales multas y, en algunos
casos, altos ejecutivos terminaron en la cárcel, aún después de entregar a sus
cómplices, mientras que aquí la propia AFIP conspira con los imputados para
lavar sus pecados fiscales. Las denuncias del organismo recaudador contra los
tres argentinos involucrados en el escándalo de la FIFA trabará ahora la
deportación de éstos, para proteger la conexión local.
Mientras
tanto, el Gobierno -que intentará despegarse de la obvia vinculación entre su
Fútbol para Todos, con Anímal Fernández y el fallecido y coimero zar de
la AFA, Julio Grondona, a la cabeza- agradece que este monumental escándalo
desatado por la Procuradora General de los Estados Unidos tape, al menos por un
rato, todo lo que aquí se ha convertido algo cotidiano: la denuncia de Nisman y
su asesinato; el golpe de estado en marcha; la reforma de los códigos y la
colonización de la Justicia y de la Administración Nacional; o el sobreseimiento
de Kirchner, Báez y el Gobernador Peralta en la causa por sobreprecios en la
obra pública santacruceña que dictó una Juez prima del fallecido.
No
soy indulgente con nuestra sociedad, y por eso no creo que un día nos
despertaremos y, cubiertos de vergüenza, cambiaremos definitivamente la imagen
que nos devuelven los espejos del mundo. Para que eso pueda algún día suceder,
necesitaríamos tomar el toro por las astas ya mismo y trabajar a varias
generaciones vista, una actitud que transforma a un político en un verdadero
estadista; espero, sin optimismo, que alguno de los presidenciables se ponga el
sayo.
Bs.As., 31 May 15
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