viernes, 31 de agosto de 2018

Buscando el 2001


Buscando el 2001


“En la gente valerosa, la promesa de lucha despierta el coraje”. 
Adolfo Bioy Casares


Algo ha cambiado en la Argentina. La Justicia, de la mano de Claudio Bonadio y de los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rívolo, está avanzando sobre los grandes responsables de la corrupción; nunca hubo en nuestro país tantos grandes empresarios y funcionarios de primer nivel presos, compitiendo para contar lo antes posible sus miserias.

Sin la protección que les brindan en el H° Aguantadero sus eventuales consortes de causas, tanto Cristina Elisabet Fernández cuanto Carlos Menem ya estarían detrás de las rejas, y se verían acompañados por sus hijos, testaferros y cómplices. Claro que quienes todavía los cobijan no lo hacen por altruismo sino en defensa propia, porque faltan aún otros nombres importantes en la lista de quienes deberán dar explicaciones acerca del modo en que adquirieron sus bienes.

Pero se acercan las elecciones nacionales, y ese hecho seguramente producirá cambios en esa postura. Hoy el peronismo no tiene quien lo represente, pues todos están pendientes de Cristina, y todos los polítólogos nos dicen que es imposible que se “construya” un candidato en el escaso lapso que media hasta junio del año próximo, cuando deberán oficializarse las listas que competirán en las PASO. Por lo demás, quienes encabezan al sector no kirchnerista de la oposición saben que, de regresar la ex Presidente al poder, serían las primeras víctimas de su venganza. Entonces, ¿hasta cuándo sus colegas la protegerán con estos inconstitucionales fueros y dejarán de asumir el costo político que implica ese manto de impunidad? De todas maneras, esa posibilidad de retorno la veo como altísimamente improbable, porque se trata de una figura que concita un rechazo social del 70%, o sea, no sobreviviría a un ballotage.

Pero también saben que, si no ponen el hombro y acompañan al Gobierno en la pulseada, Cristina logrará revivir los sucesos de 2001, que tanta sangre costaron y que casi se llevaron puestas a todas las instituciones de la República. Porque cree que la única salida que existe para su complicadísima situación procesal y patrimonial consiste en desatar algún hecho que obligue a Mauricio Macri a dejar el poder.

Piensa que ese panorama, hoy inexorable, sólo podría modificarse si se produjera un cambio de inquilino en la Casa Rosada, y allí es donde los miembros del “club del helicóptero” empiezan a tallar. El propio Gobierno contribuyó, con su torpeza comunicacional y con su soberbia, a facilitar las acciones de quienes están desesperadamente interesados en destituir al Presidente para salvar su pellejo, porque sueñan con que, si cayera, las veletas encarnadas en muchos de los jueces de Comodoro Py rápidamente modificarían su orientación y los expedientes en los que se investigan estos hechos volverían a dormir y juntar polvo, como ha sucedido tantas veces.
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Sin temor a equivocarnos, todos podemos predecir que la necesidad de derrocar al Gobierno como único recurso para salvar a los ladrones y proteger al monumental negocio del narcotráfico hará que la conflictividad social, apalancada por dineros de gobernadores, intendentes, empresarios, sindicalistas y banqueros interesados en zafar de la cárcel, y de los carteles de la droga, ascenderá a picos gravísimos entre septiembre y diciembre.

 Para desatarla, bastará con lograr un muerto, que será cargado en la cuenta de la “represión policial”, algo “de manual”, diría la ex Presidente. Nada nuevo, pero siempre útil a la hora de generar inquietud en la ciudadanía y dar pasto a las fieras de la política más bastarda. 

También es cierto que el campo se les ha hecho orégano, porque la inflación sin frenos está arrastrando a la pobreza a crecientes proporciones de ciudadanos, con lo cual hay caldo de cultivo para esas acciones destituyentes; pero la violencia no forma parte de los métodos habituales de protesta, y por ello resulta necesario provocarla mediante los mismos procedimientos que se pusieron en marcha en diciembre de 2001.

Ahora nadie parece recordar los denodados esfuerzos que realizó el peronismo, y cuánta sangre derramó, acompañado sin duda por sectores radicales descontentos con Fernando de la Rúa, para entronizar finalmente a Eduardo Duhalde –el mismo caradura que acaba de resucitar pidiendo que se adelanten las elecciones- y su equipo económico. Todos los que simulan haber olvidado que, en un día, nuestra moneda fue devaluada 400% y que los depósitos en dólares fueron pesificados “asimétricamente”, amén de haber declarado el default más aplaudido y festejado de la historia, hoy se muestran horrorizados y tiemblan ante un golpe de mercado tan irracional que justifica buscarle razones ocultas.

Por supuesto, Cristina no reconoce –ni puede hacerlo- la causa eficiente de los problemas actuales, que un mail que circuló ese mismo día adjudicó a un saqueo familiar que, en el conjunto de “cajas” robadas, cifró en US$ 300 mil millones; en ese correo, se hicieron comparaciones muy útiles para comprender la magnitud de ese monto: equivale al doble de nuestra deuda externa y a diez veces el déficit fiscal; y con él se podrían construir 2.300 nosocomios como el nuevo Hospital de Clínicas. ¿Se entiende de cuánto estamos hablando?

La cacería del tesoro, incentivada sin duda por el 10% de recompensa ahora ofrecido, producirá un recupero de una parte de ese gigantesco dinero robado, aunque se encuentre en el extranjero. Cuando comience a aparecer, y se descubran las diferentes rutas que siguió en sus viajes turísticos seguramente rodarán nuevas cabezas por las escalinatas del emblemático edificio de Retiro, y la fortuna de la doña tal vez merme.

Hay que mirar el otro lado de la compleja realidad que oculta casi todo el periodismo local: nunca antes la Argentina tuvo el enorme respaldo internacional que concita hoy; casi por unanimidad y sin fisuras, están acompañando los denodados esfuerzos del Gobierno la Comunidad Europea, los Estados Unidos, China, Japón, Rusia y todos nuestros vecinos, con las obvias excepciones de Venezuela y Bolivia. El mismo FMI no hubiera puesto tanta carne al asador (ayer, oficialmente, informó que apoyaría irrestrictamente a nuestro país), si no se hubieran manifestado en igual sentido sus principales miembros.

La mala suerte que signó este año (la siniestra confluencia de sequía, suba de las tasas de interés en Norteamérica, crisis turca, inestabilidad política en Brasil, aumento del precio del petróleo, flojos precios de nuestras exportaciones y paralización de la obra pública por falta de crédito bancario a las empresas constructoras) sin duda cambiará el año próximo, con una gran cosecha, con record en exportación de carne, con la recuperación de la producción de gas y el regreso de los envíos a Chile. Y también, hay que reconocerlo, por el natural y renovado interés de los inversores ante los atractivos precios actuales de todos los activos locales.

Bs.As., 1 Sep 18

viernes, 24 de agosto de 2018





Cinismo al desnudo


“Los mejores carecen de toda convicción, mientras
 los peores están llenos de apasionada intensidad”. 
William Butler Yeats


Algunos lectores me han llamado la atención por decir H° Aguantadero para referirme al Congreso y a cada Cámara. Sin embargo, y más allá de merecer el nombre por la clara e impúdica protección que brinda a aquellos de sus miembros procesados o condenados, debo recordar que se lo llamaba “honorable” porque los legisladores, al principio, trabajaban por el honor, o sea, sin percibir salario alguno; no se cobraba por servir a la Patria.

La intervención de Cristina Elisabet Fernández en el debate previo a la votación que autorizó al Juez Claudio Bonadio a allanar sus diferentes domicilios justifica con creces la elección de la cita del epígrafe, aunque el poeta no haya podido imaginar que veríamos tan claro su significado.

Además de la ridiculez de los argumentos políticos a los que recurrió la hipócrita ex Presidente en su defensa, tales como una conspiración global encaminada a perseguir a los líderes ladri-progresistas de la región (Luiz Inácio Lula da Silva, Rafael Correa y ella misma), más me asombraron las garantías que consideró vulneradas en la causa penal que la afecta y que en un futuro, lamentablemente no breve, la llevará a prisión: inocencia, juez natural, irretroactividad de la ley, no ser juzgado dos veces por la misma causa y el resto de los preceptos del artículo 18 de la Constitución.

En uno de sus malabares dialécticos, la viuda de Kirchner se comparó con los terroristas de los 70’s, que “no se quebraban ni se arrepentían”, y llegó a decir que, si bien ahora no se desaparece gente (¡citó otra vez a los inventados 30.000, de los cuales 22.000 nadie reclama ni puede justificar cuarenta años después!), las tropas represivas actuales incluyen a la prensa, a la Justicia, a los poderes económicos concentrados y, cuándo no, a los Estados Unidos.

Porque tanto su marido muerto cuanto ella misma, se disfrazaron de revolucionarios (“la izquierda te da fueros”, respondió Néstor cuando se le preguntó porqué lo hacía) y ordenaron –el Senador Miguel Pichetto reconoció que fueron sancionadas por expresas indicaciones de la Casa Rosada- al Congreso que derogara las leyes de obediencia debida y punto final y comenzaron a perseguir, con enorme saña, a los militares que habían combatido la subversión en aquellos años, utilizándolos como eficaz cortina para dificultar la percepción de sus propios robos.    

A éstos, jovencísimos oficiales entonces y ahora ancianos, se les negaron todas esas garantías que Cristina ahora reclama en su protección: se violaron el principio de inocencia y de defensa en juicio, se cambiaron los jueces naturales, se negó a los defensores la posibilidad de contrainterrogar a los testigos, se les aplicaron prisiones preventivas que excedieron todo límite legal, se les denegó el beneficio de prisión domiciliaria, se los condenó sin pruebas y se ignoraron las que produjeron los abogados en su favor, se fotografió y filmó a los imputados para divulgar las imágenes a la prensa y humillarlos, se los arrastró a las audiencias hasta en camilla, y se desestimaron las incapacidades notorias que les impedía estar en juicio; en los muy escasos casos en que un tribunal desobedeció la política persecutoria que emanaba de la propia Corte Suprema, se escrachó públicamente a los jueces corajudos.

Pese a las promesas que formuló Mauricio Macri en campaña, en el sentido de terminar con el probado curro de los derechos humanos, su Secretario del área, Claudio Avruj, sigue impulsando estas mascaradas y, además, se niega a dar a publicidad las listas de quienes fueron indemnizados y el monto que cada uno de ellos recibió del Estado, una cifra que, en conjunto, supera los US$ 3.500 millones. ¡Otra caja, y no menor!

El otro tema trascendente de estos días, derivados de la misma causa que comenzó con los cuadernos de un chofer, es el impacto que tendrá sobre la maltrecha economía nacional, en función de las complicaciones que, para las principales empresas constructoras del país, traen aparejadas las confesiones de sus propietarios y altos ejecutivos. Muchos piensan que deben ser excluidas de todo el sistema de obra pública; creo que es un error y, si se adoptara esa posición, los inversores privados en acciones de esas compañías y los trabajadores de éstas, deberían pagar un injustificable castigo. Y la otra consecuencia sería que, dado el gran universo complicado en la causa, sólo podrían construir en el país compañías extranjeras, ahora más que reacias a jugar en la Argentina.

Sostengo que, quienes han confesado, y más aquéllos que, con cinismo, mintieron ante el Juez para continuar esperando el proceso en libertad, deben ir ya mismo presos, sean quienes fueran. Pero, a la vez, preservar a las empresas y permitirles, con todos los controles y veedurías del caso para impedir la cartelización y los sobreprecios, participar en las licitaciones y continuar, ajustando a la baja los precios, las obras en curso.   

El Gobierno, que tanto apostó a recuperación de la economía a través de la participación público-privada para mantener el ritmo de inversión en obra pública y ahora la encuentra en vilo, está actuando correctamente, ya que está buscando los mecanismos que permitan a los bancos financiar esos proyectos sin contaminarse con la plaga que afecta a sus clientes.

Recordará que en muchas de mis notas me pregunté si estábamos dispuestos a pagar el costo de la limpieza de nuestro sistema político y empresarial; Italia, en los 80’s, tuvo que soportar un larguísimo período de debilidad económica, y una situación similar está impactando, desde hace tres años, en el desarrollo brasileño. Pero todo se ha vuelto abstracta, porque el proceso purificador ya resulta imparable, a punto tal que los propios cuadernos han perdido toda importancia. La catarata de confesiones (pruebas) de ex funcionarios y empresarios está confirmando que la asociación ilícita que encabezaron los Kirchner desde los lejanos días de Santa Cruz, saqueó al país hasta dejarlo exánime y de rodillas.

En esa abyecta y humillante posición, la Argentina tuvo que recurrir al FMI en busca de ayuda, pero los causantes directos del estropicio, siempre cínicos, ahora se rasgan las vestiduras, olvidando las usurarias tasas que debimos pagar para que Hugo Chávez (dividió la ganancia con el matrimonio presidencial, en valijas voladoras) prestara el dinero que necesitó Néstor para cancelar la deuda con el Fondo. Y ahora deberemos soportar, además, la violencia que, no lo dudo, desatarán en las calles para intentar forzar la caída del Gobierno y zafar de la cárcel.

Como sociedad, estamos ante una oportunidad única de reconstruirnos desde los cimientos. Estará en nosotros mantener la mirada vigilante sobre los acontecimientos y vivos nuestros reclamos de transparencia y recuperación. Si la clase política sigue mostrándose cómplice de la corrupción, ajena a esas legítimas aspiraciones y dedicada sólo a proteger sus privilegios y prebendas, como hizo el Senado cuando convirtió en inservible el proyecto de ley de extinción de dominio que había llegado de Diputados, todo el sistema actual colapsará y volverá a oírse en la calle el grito “¡Que se vayan todos!”; cuando eso sucedió en otros países, las consecuencias siempre fueron funestas.

Bs.As., 25 Ago 18     

sábado, 18 de agosto de 2018

No la oculta, ¡la explica!





No la oculta, ¡la explica!


“Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
 distante y dolorosa como si hubieras muerto”.
  Pablo Neruda


Las confesiones de Carlos Wagner, Juan Chediak, Claudio Uberti y Ernesto Clarens han dejado en offside a todos los caraduras arrepentidos que, si bien reconocieron haber entregado fondos a los Kirchner, los atribuyeron a aportes para las campañas electorales y no, lisa y llanamente, a coimas. Ya hemos visto, esta semana, a varios que habían arribado a acuerdos que mitigarían sus penas, volver corriendo a Comodoro Py para corregir sus declaraciones pues, de comprobarse que habían mentido, aquéllas se agravarían mucho.

Y el agregado de los dichos de nuevos choferes y hasta pilotos de avión, que describen una enorme cantidad de bolsos con dinero, a las pruebas que ya obraban en manos de Claudio Bonadio y Carlos Stornelli, ratifica que resultará imposible detener el proceso, aunque haya muchos interesados en hacerlo.

Todos los empresarios presos o en libertad condicional coincidieron en atribuir esas coimas a la necesidad de proteger la fuente de trabajo y, en el caso de Paolo Rocca y Luis Betnaza, de Techint, hasta la seguridad personal de sus empleados que residían en Venezuela cuando su empresa Sidor fue confiscada por el chavismo. Ante tal unanimidad, me pregunto desde el absurdo: si en lugar de dólares les hubieran exigido asesinar, ¿hubieran actuado del mismo modo? Si la respuesta fuera negativa, implicaría que hay un límite moral insuperable, pero entonces, ¿cómo calificarían al despojo cometido sobre un país entero? Porque tengámoslo claro: todos esos sobornos no salieron de los bolsillos de estos falsos “capitanes de la industria”, que también lucraron más, sino que, transformados en enormes sobreprecios, se pagaron con impuestos y con la miseria de muchos.

Parte de la porquería cae de lleno sobre el propio edificio de Comodoro Py y la Justicia Federal Criminal y Correccional que allí se aloja, en especial sobre su menor jerarquía, los magistrados de Primera Instancia, que son los verdaderos dueños del “pasa o no pasa” de las denuncias relacionadas con la corrupción. La confesión del ex-juez Norberto Oyarbide, y los vínculos políticos y económicos que mantienen con el poder de turno sus colegas, antiguos y actuales, permiten que la sociedad se pregunte si debe someterse –con su buen nombre, su libertad y su patrimonio- a un Poder Judicial ya tan demostradamente venal.

Es cierto que sólo han transcurrido dieciocho días desde que estalló el escándalo y que ya hay un montón de imputados, detenidos o no, en la causa judicial, lo cual constituye un record absoluto, pero no está de más recordar algunos nombres que aún faltan en ella: ¿cuándo llegarán el Fiscal y el Juez a Máximo y Florencia Kirchner, Romina y Natalia Mercado, Sergio Berni, Axel Kiciloff, Exequiel Espinosa, Alberto Fernández, Sergio Massa, Anímal Fernández, Daniel Cameron, Mariano Recalde, Daniel Scioli, Gildo Insfran, Fernando Espinoza, José Alperovich, Juan Manzur, Milagro Salas, Hebe Bonafini, Estela Carlotto, Sergio Shoklender, Jorge Capitanich, Carlos Zannini, Oscar Parrilli, Eduardo de Pedro, Héctor Icazuriaga, Andrés Larroque, José Ottavis, los hijos de Lázaro Baéz, Hugo Moyano, Osvaldo Sanfelice, Enrique y Sebastián Ezkenazy? Todos ellos, y tantos otros cómplices del saqueo, deben dar muchas explicaciones al país.

La jefa de la asociación ilícita sigue callada frente a la Justicia, y sólo escribe definiéndose como una perseguida política, mientras el coro de fanáticos negadores de la realidad, aunque ésta se encuentre demostrada más allá de cualquier duda, utilizan un mismo argumento: toda la mugre que se destapa a cada hora es sólo un velo para ocultar la también innegablemente complicada situación económica. Sin embargo, la grosera magnitud del botín –no hay mayor en la historia del mundo, en términos tanto absolutos como relativos- es de tal tamaño que, como dice el título de esta nota, no oculta la crisis sino que la explica.

Para justificar esa penosa afirmación pensemos, por ejemplo, en el sistema previsional y en el monto de las jubilaciones, en los planes y subsidios, en las reservas del Banco Central, en el 30% de pobres, en escuelas y hospitales, en agua potable y cloacas, en tarifas de gas y de luz, en la deuda externa, en caminos y ferrocarriles, en la inflación, etc.. Si esos dineros robados o, al menos, gran parte de ellos volviera a las arcas públicas, otra sería la música con la cual estaría bailando el Gobierno y también sería otro el impacto de la crisis sobre los más desprotegidos.

Nuevamente, el peronismo multicolor y camaleónico, con la excepción de unos pocos senadores encabezados por Miguel Pichetto, un experto en cálculos, se negó a bajar al recinto el miércoles para discutir el simbólico allanamiento, con seguridad infructuoso dado el tiempo transcurrido, solicitado por el Juez de la causa sobre los domicilios de Cristina Elisabet Fernández, y la sesión se cayó. Esa posición anticipa qué sucederá cuando llegue al H° Aguantadero de tantos delincuentes el pedido de desafuero y detención de la ex Presidente, que será librado contemporáneamente a su nuevo e inminente procesamiento.

Pero la sociedad está también atenta al trámite del proyecto de ley de extinción de dominio, a punto tal que ya se está difundiendo, a través de las redes, la convocatoria a una marcha frente al Palacio Legislativo, convocada para el día martes 21, a las 19:00 hs., para manifestar su repudio ante la demora de más de dos años que el PJ y el FR, preocupados por los efectos que la norma tendría sobre el patrimonio de muchos de sus miembros, han logrado imponer, y apoyar el desafuero de la ex Presidente.

Y no es para menos, ya que es indispensable recuperar, como dije más arriba, al menos parte de lo robado, porque sólo así la Argentina podrá salir del marasmo económico y social en que el kirchnerismo la sumergió y que Cambiemos, con ingenuidad, omitió explicar claramente en su momento. Si esa devolución a las arcas del Estado no se produjera, quienes tienen que trabajar más de seis meses por año para pagar el cúmulo de gabelas que los agobia, producirán una revolución pacífica: dejarán de pagar sus impuestos; y no sería injustificado que lo hicieran, puesto que ven diariamente con qué impudicia estos delincuentes se apropiaron de ellos.

Para buscar la ubicación de esos fondos, no debería resultar difícil contar con la colaboración de la Justicia de Estados Unidos para investigar los cientos de sociedades que, durante la década más infame de la historia, se constituyeron en Nevada, y de la SEC para bucear en los documentos que presentaron las empresas argentinas que cotizan en las bolsas de los Estados Unidos, ya que éstas se cuidan muy bien de mentir en sus estados contables. Por ejemplo, y ya que está saltando la corrupción en la gestión de Mario das Neves, se podría averiguar cómo consiguió Pan American Energy/British Petroleum extender la concesión sobre Cerro Dragón.

Para terminar, felicito a la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por su oportuna decisión de recompensar a quien brinde datos que permitan localizar los bienes provenientes de la corrupción ya que, hasta el jueves por la noche, ya se habían presentado 500 personas dispuestas a cobrar.

Bs.As., 18 Ago 18

viernes, 10 de agosto de 2018

¿Se podrá?





¿Se podrá?


“Era la muerte, no la vida, que se reproducía” 
Marcelo Birmajer


Los argentinos deberíamos preguntarnos cuál fue la causa de que nos convirtiéramos en un país tan, pero tan distinto a todos nuestros vecinos. Los procesos políticos y económicos por los que ellos atravesaron fueron muy similares y casi contemporáneos con los nuestros y, sin embargo, salieron de ellos fortalecidos y pujantes. Basta con trasladarse a Chile, a Uruguay, a Perú, a Ecuador, a Colombia, a Brasil, a Paraguay, para comprobar la enorme diferencia que existe en el crecimiento de sus sociedades, con todos los beneficios que eso trae aparejado, con el suicidio colectivo que hemos cometido. Basta con recorrer las calles de Santiago, de Lima, de Bogotá, de San Pablo o de Asunción para comprobar a qué me refiero; y no hay que olvidar que muchas de ellas sufrieron catástrofes naturales verdaderamente descomunales.

Todos los latinoamericanos vivimos distintas formas de democracia, algunas más autoritarias que otras, regímenes militares, luchas antisubversivas, narcotráfico, algunas guerras focalizadas, renovados procesos democráticos, ondas privatizadoras de empresas del Estado, progresismos de izquierda, falsos o sinceros; sin embargo, el resultado final ha sido totalmente diferente.

En todos esos países ha habido hechos de corrupción, algunos siderales, como es el caso de Odebrecht, el llamado Lava-Jato, que ha llevado a la cárcel nada menos que a Luiz Inácio Lula da Silva y a decenas de muy importantes empresarios y políticos; los coletazos de ese escándalo costaron la Presidencia a Pedro Kuczynki en el Perú, y manchó las gestiones de Juan Manuel Santos, en Colombia, y de Danilo Medina, en República Dominicana, y está llegando a la Argentina de la mano del acuerdo que finalmente firmó la Procuración General, que permitirá a los fiscales hacerse con las confesiones de los arrepentidos brasileños. Hasta en Chile y Uruguay, considerados verdaderos templos de honestidad, se produjeron episodios de este tipo, aunque en una dimensión que aquí resultaría casi cómica: un hijo de Michelle Bachelet fue acusado de utilizar sus vinculaciones para obtener un préstamo, y el hijo del fundador de Tupamaros, Raúl Sendic, fue despedido como Vicepresidente por utilizar su tarjeta de crédito oficial para gastos privados.

Los ya famosos cuadernos de Oscar Centeno son un escándalo, pero lo interesante es ahora analizar todo el resto. En esos registros faltan áreas en las que la familia robó sin límite alguno. No figuran la importación de gas licuado, las coimas de Skanska, la participación de los Ezkenazi en YPF, las “compras” de trenes chatarra, los negocios con Hugo Chávez y las otras valijas de Guido Antonini Wilson, las transferencias de empresas a manos amigas, los millones pagados en consultorías (vgr., el “tren bala”), los subsidios al transporte público, el “dólar futuro”, las cuentas en las Seychelles, los Sueños Compartidos, la Tupac Amaru de Milagro Salas, la proliferación del juego, Fútbol para Todos, la efedrina, los medicamentos truchos y, sobre todo, la sociedad con los carteles de la droga, con la “Morsa” como mero gerente.

Todas las entregas de dinero que describió Centeno se transformaban en sobreprecios de la obra pública; o sea, en delitos de cohecho –coimas- que tienen previstas penas mucho mayores a los aportes ilegales de campaña, como pretenden ahora disfrazarlas los “arrepentidos”. La corrupción es un tango que se baila de a dos, y aquí hubo empresarios que pagaron, para obtener contratos, a los funcionarios que los firmaban y, por eso todos, todos, tienen que ir presos; al menos por ahora, no hay inocentes extorsionados sino delincuentes de guante blanco que, de un lado y otro del mostrador, arrasaron con el país.

Centeno fue sólo uno de los muchísimos conductores de autos y pilotos de aviones que servían a los funcionarios del gobierno de entonces y que, con seguridad, tenían también funciones como transportadores de caudales; ¿los interrogarán los jueces? ¿A cuántos y a cuáles de los miles de estudios jurídico-contable que prestan en el mundo los mismos servicios que Mossak-Fonseca habrán recurrido Cristina Elisabet Fernández y sus cómplices para llevarse sus fortunas al exterior, como hizo Daniel Muñoz con sus US$ 60 MM en propiedades en Estados Unidos?

Todos sabíamos, y Leonardo Fariña, Federico Elaskar, Oscar Centeno y las cajas de seguridad de Florencia Kirchner se ocuparon de confirmarlo, que a don Néstor le gustaba tanto el efectivo que se sentía en éxtasis con sólo contemplar una caja fuerte, y que sus preferidos eran los billetes de € 500; cuando murió, seguramente su viuda se encontró con montañas de pesadas bolsas con esos papeles, que nunca fueron localizados pese a los denodados esfuerzos perforadores del Fiscal Guillermo Marijuán.

En la medida en que siempre aclaré que era sólo un ejercicio de imaginación, puedo permitirme recordar dos notas que escribí en 2012: “La gata de Angola” (https://tinyurl.com/y7pdohwl) y “¿Son eternos los diamantes?” (https://tinyurl.com/y7tnll6x). ¿Habrá llevado el buque fletado por Guillermo Moreno, que transportó la cosechadora trucha, la vaca campeona y los pollos que aleteaban, también algunos contenedores con esos billetes, para canjearlos en África por piedras brillantes?

Las remezones del terremoto que provocaron los cuadernos continuarán tiempo porque, aún cuando haya demasiados interesados en que el tema no escale, el hecho de que “La Nación” los tuviera dos meses antes de presentarlos a la Justicia, garantiza que les resultará imposible enterrarlos.

Entonces, la pregunta que formuláramos muchos desde hace tiempo recobra actualidad: ¿estamos verdaderamente los argentinos dispuestos a pagar, por la limpieza de tanta inmundicia, el costo económico y social que significaron los procesos Mani Pulite y Lava Jato? Ese precio, traducido en un encarecimiento del “riesgo país”, en la pérdida de valor de las acciones de empresas y en la devaluación del peso, ya nos está siendo cobrado, y el mundo ha comenzado a dificultar el financiamiento público y privado.

Pero tampoco hay alternativa a esa limpieza, porque el mundo nos percibe como una sociedad esencialmente corrupta, y eso incrementa brutalmente todos nuestros costos. Si Lilita Carrió tuvo razón cuando dijo que, en esos trágicos doce años y medio, los Kirchner robaron el equivalente a un PBI, y es hartamente probable que así haya sido y aún más, porque no dejaron nicho estatal sin saquear, esos aproximadamente US$ 550 MMM resulta una cifra tan monstruosa que debemos compararla con la deuda externa, el 30% de pobres, la insoportable presión impositiva, la pérdida del autoabastecimiento energético, las escuelas y hospitales faltantes, la desnutrición infantil, la destruida infraestructura vial, portuaria y ferroviaria, nuestra indefensión militar, la insolvencia del sistema previsional, la falta de crecimiento económico, la inflación galopante, la escasez de divisas.

Es por eso que cuesta explicarnos por qué la jefa de tamaña asociación ilícita sigue en libertad, protegida por el H° Aguantadero, y manteniendo un 25% de aprobación entre quienes son, precisamente, los mayores perjudicados por su corrupción. La respuesta sólo podemos encontrarla en la buscada –y obtenida- destrucción de la educación pública, que aún hoy, cuando ya han pasado casi tres años desde que dejó el poder, continúa encarnada en Roberto Baradel, que cada día quita un ladrillo de los cimientos culturales de las futuras generaciones.

El jueves, en La Nación, Ricardo Esteves publicó una nota en la que sostuvo que estamos ante la oportunidad de optar por el camino que siguió Chile o el que eligió la dupla Chávez-Maduro en Venezuela; por supuesto, coincido con él. El lema de Cambiemos es “¡Sí, se puede!”; ¿se podrá?

Bs.As., 11 Ago 18