Olor a calas
por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 870)
“Pero en ese país dispendioso y simulador también crecía un
forúnculo que alguna vez habría de explotar: la pobreza”.
Leonardo Padura
El martes, la reentrée de Cristina Fernández después
de su condena por corrupción marcó el más que evidente principio del fin de su
prolongado reinado sobre el peronismo más rastrero; me refiero, es obvio, a
aquél que, por falta de un liderazgo verdadero y consciente del poder que le
confería a ella su ascendiente sobre el Conurbano empobrecido, le perdonó
tantas humillaciones con tal de conservar sus quintas y kioscos.
Como estaba escrito después de
la espontánea y más que masiva concentración con la que fue celebrado en las
calles el triunfo de la “scaloneta”, lo peor para la ajada imagen de la
emperatriz hotelera fue el acto mismo ya que, en comparación, podría haberse
llevado a cabo en una cabina telefónica y, en lugar de ómnibus, transportado a
los fieles en una pequeña flota de Fiat 600. Sólo los muy, muy propios
estuvieron allí, siempre prendidos a sus polleras para intentar sobrevivir en
el desierto que los espera inexorable. Ella misma, postergando cualquier reacción
hasta marzo, certificó la imposibilidad de hacerlos sacar de las mochilas sus bastones
de mariscal y llevar a su imaginaria tropa a la victoria.
Sabiendo que quienes la
escuchaban no cuestionan sus dichos o ni siquiera saben de qué habla, mintió
descaradamente cuando estableció una línea de tiempo en la causa Vialidad para
relacionarla con su propio derrotero político, y acusó a la Justicia de haberla
demorado para que coincidiera con los calendarios electorales; el proceso se
extendió tanto en el tiempo por las innumerables trabas, apelaciones, nulidades
y chicanas, todas fracasadas, que interpusieron sus propios abogados. Insistir
con que su “renunciamiento” no era tal, puesto se trata en realidad de una
proscripción, tampoco fue una novedad, aunque sea rigurosamente falso.
Confieso que me equivoqué cuando
aseguré tantas veces que la reina del Calafate generaría violencia en la calle
para evitar que la tocaran los jueces, y cuando supuse que dispondría de
ingentes batallones de narco sicarios, barrabravas, criminales liberados y
patotas sindicales para defenderla. Por el contrario, la generalizada sensación
de inevitable derrota está haciendo que las ratas desesperanzadas huyan del
escorado buque: lo prueban los múltiples adelantos de las elecciones provinciales
respecto a las nacionales y, sobre todo, las renuncias de Victoria Donda al comando
del INADI, de Félix Crous (el caradura que desistió de su rol de querellante en
todas las causas contra la emperatriz hotelera) al de la Oficina Anticorrupción,
y de Betina Stein, al cargo de Directora del Banco Central, todos ellos
incondicionales de la PresidenteVice.
Por su parte, Sergio Massa
despidió, de muy mal modo, a Rodolfo Gabrielli como jefe de la Casa de la
Moneda; ¿habrá sido por no imprimir billetes a la velocidad necesaria como para
alimentar a los voraces pero efímeros conejos que el Aceitoso saca constantemente de la galera? El “éxito” del “plan
soja II” sólo adelantó los ingresos normales del año próximo para cumplir las
metas –dibujadas- con el FMI, pero obligó al Banco Central a comprar los
dólares de $ 280 y venderlos a $ 180 y así impulsa una emisión descontrolada,
ya que se suma al “plan platita 22” implementado para controlar la protesta
social, sobre todo en el Conurbano bonaerense, con la intención de conservar
allí el cargo de Axel Kiciloff y transformarlo en el bunker para la futura
resistencia.
Claro que la inflación, de ese
modo, no puede más que acelerarse: no es el dólar el que sube (menos de lo que
debiera, si lo ajustáramos); es el peso el que baja por el exceso de papelitos de
colores que inundan la economía. El Gobierno los absorbe con nuevas letras y
bonos que, a su vez, duplican anualmente la deuda soberana por los siderales intereses
que se ve obligado a pagar para atraer a los reticentes inversores.
La contrapartida siempre es la
pobreza, que alcanza al 50% de los argentinos, un pavoroso porcentaje que el resto
de esta sociedad tan, pero tan apática ya ha internalizado y con el cual parece
dispuesta a convivir. Ignora que no puede seguir bailando en este endeble escenario
pues el riesgo de que ese inaceptable e inmoral forúnculo reviente y se
transforme en un cataclismo social es cada vez más inminente.
El 2022 resultó, en muchísimos
aspectos, trágico. Las guerras nunca dejaron de existir, pero la cruel invasión
de Rusia a Ucrania, cuyo fin parece aún lejano, produjo un sismo en la economía
mundial por el aumento de precios de la energía y de los alimentos que
provocará mayores tragedias humanitarias. Y la epidemia de Covid, que volverá a
expandirse tan pronto los chinos (que han tenido recientemente 250 millones de
contagios) comiencen a llegar masivamente a otras geografías, augura que
también continuará nuestra angustia.
Pero, dado que somos amantes
de las matemáticas y, por ello, a celebrar el cambio de calendario que hoy
sucederá, sólo me resta desear el mejor 2023 posible para todos y nuestras
familias, pese a tener la certeza de que no será demasiado amable, menos aún
para los argentinos.
Colonia de
Sacramento, 31 Dic 22