lunes, 2 de agosto de 2010

Productividad, pero inteligente

Productividad, pero inteligente


“Nada me han enseñado los años
“siempre caigo en los mismos errores”
José Alfredo Jiménez


Anoche, viendo la excelente participación de Cristiano Ratazzi, Presidente de Fiat Argentina, en “Hora Clave”, el programa de Mariano Grondona, me puse a pensar acerca de qué ha hecho que la Argentina se haya convertido en el único país que se ha derrumbado desde una posición de privilegio en el concierto mundial a la insignificancia actual.

Obviamente, tiene mucho que ver un círculo en el cual vivimos eligiendo malos gobiernos a los cuales, una vez en el poder, los propios argentinos, en especial los industriales, acosamos con pedidos de protección y otorgamiento de prebendas. Lo hemos hecho tantas veces que, a esta altura, debiéramos haber aprendido que es sólo pan para hoy, y hambre para mañana.

Cuando, hace más de cuatro años, en algún foro local, pero con marco internacional, acusé a los grandes consumidores de energía de haber desfinanciado a los productores aceptando, sin límites temporales, el congelamiento de las tarifas –petróleo, gas y electricidad- para obtener mayor rentabilidad en sus industrias, fueron muchas las voces que se alzaron para pedirme mesura. Sin embargo, el resultado está a la vista.

Quienes estuvieron presentes recordarán que propuse una mesa de diálogo entre ambos extremos –productores y consumidores- para encontrar un equilibrio tarifario eficiente, más allá del disparate decidido –y mantenido hasta hoy- por el Gobierno, pero fue inútil: los beneficiados por esa demencial política prefirieron continuar gozando de precios absurdos, aún a costa de un negro futuro, que se ha convertido en presente.

Una publicación del Estudio Ruiz y Asociados, “Perspectivas Microeconómicas” (
http://tinyurl.com/26l7uog), entrevistó a un grupo de personas, en el cual me encontraba, para preguntarle cómo veía entonces, junio de 2006, la Argentina en diferentes campos, y cómo suponía que estaría en junio de 2010. Me tocó responder sobre energía; con sólo usar el link que aquí menciono se puede ratificar cuanto digo.

No soy más inteligente, más informado o más preparado que nadie. Es más, ni siquiera tengo formación en economía. Pero era una verdad tan de sentido común que me pareció irrefutable, y el devenir de los tiempos lo ha confirmado.

Lo mismo sucedió cuando el actual tirano de Olivos –entonces, Presidente de la República- prohibió las exportaciones de carne, en mayo de 2006. Escribí, en ese momento, una nota a la que titulé “Lo inexplicable …” (
http://tinyurl.com/2dycqum). En ella, sin saber nada de campo, me preguntaba si don Néstor no percibía que, con esa medida, los precios los precios podrían deprimirse en un primer momento pero que, con certeza, subirían muchísimo más tarde; hoy, la carne en Argentina se paga más cara que en Uruguay, Paraguay o Brasil, y todos esos países se han quedado con los mercados internacionales que tanto nos había costado ganar.

Anoche, Ratazzi dio una enorme lección de sentido común y mostró un gran optimismo respecto a la evolución de la Argentina en los próximos tiempos, es decir, cuando termine el ciclo K.

Gran parte de su intervención estuvo destinada a sus colegas industriales, a los cuales veladamente acusó de prebendarios y falsos proteccionistas.


La Argentina es un país que, por sus dimensiones demográficas y porque un tercio de su población vive en la pobreza o en la indigencia, carece de un fuerte mercado interno. Sin embargo, los fabricantes nacionales han sostenido –y obtenido de casi todos los gobiernos- la necesidad de implantar barreras arancelarias y para-arancelarias que eviten la competencia con el exterior; ello ha redundado, por su aplicación durante desmesurados períodos, en una industria que –salvo contadas excepciones- produjo bienes caros y malos. Esta aseveración, que hoy puede aparecer como falsa o maliciosa, se confirmará a poco que hurguemos en nuestra memoria.


Utilicé una vez, para ejemplificar la situación, el caso de la industria del calzado (
http://tinyurl.com/yc3625q), pero es aplicable a casi todo el abanico del universo productivo argentino, salvo al caso del campo y la industria metalmecánica y, hoy, a la del automóvil y al tecnológico.


La Argentina debe hacer un fuerte esfuerzo productivista, para alcanzar con ello a los países que, desarrollándose y generando riqueza, y con una eficiente y justa distribución de ella, han conseguido mejorar en mucho la situación de sus ciudadanos más rezagados. Los ejemplos de Brasil y de Chile, de Perú y de Uruguay, de Colombia, ratifican muy claramente esta afirmación.


El apoyo crediticio -¡qué pena que hayan desaparecido las AFJP’s como actores a largo plazo en el mercado financiero!- debe estar dirigido a la reconversión de nuestras industrias, de modo tal de permitirles competir, con grandes ventajas comparativas, en los grandes mercados globales de excelencia, de calidad y de altos precios.


Debemos hacer que no les importe a los fabricantes argentinos que entren productos baratos –en el ejemplo, los zapatos y las zapatillas- ya que estarán enviando al resto del mundo productos mejores y muchísimo más caros. Eso permitiría que los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad pudieran acceder a esos bienes que, por falta de una economía de escala, la industria argentina no puede ofrecer a esos precios.


Siempre usando el mismo ejemplo, China y Brasil venden zapatos muy, pero muy baratos, porque se manejan con producciones de miles de millones de pares. Si permitiéramos que ingresaran sin restricciones de ningún tipo, todos los argentinos podrían calzarse por cuarenta pesos.


El argumento consistente en que aplicar una política de ese tipo dejaría sin trabajo a cincuenta mil trabajadores de la industria del calzado argentino es falso, ya que estamos hablando de reconversión. Y, con esa palabra, me refiero a producir, con mejor tecnología y diseño (tenemos ambos), la misma cantidad actual de zapatos, pero para venderlos en el mercado de excelencia, que hoy paga hasta dos mil pesos un par, como sucede con los italianos o los ingleses. Nunca vi a los fabricantes de esos países quejarse por el ingreso de competidores chinos o brasileños, ya que éstos aspiran a un mercado distinto, masivo y barato.


Ese ejemplo debe replicarse en el resto de los sectores industriales. Tenemos profesionales y técnicos, todavía, de alta preparación, capaces de asimilar el cambio de mentalidad que esta reconversión implica; pero hace falta previsibilidad.


Sólo un loco invierte, realmente, en un país que no respeta los contratos, que carece de estadísticas confiables y de Justicia independiente y seria, y en el que se depende de los “favores” oficiales para poder prosperar. La actual escasez de gas y, sobre todo, la inflación que estamos padeciendo son algunos de los precios que la Argentina deberá pagar por las estupideces cometidas.


Como dijo Einstein, sólo un imbécil puede pretender resultados diferentes haciendo las mismas cosas.


Es hora de que lo aprendamos; si no, el tren de la historia nos seguirá dejando en el andén.

Bs.As., 2 Ago 10

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