El termómetro Moreno
Nuestra distinguidísima pareja presidencial se ha refugiado durante el fin de semana en su “lugar en el mundo”, para decidir, en soledad, el futuro inmediato. Todo habitual, ya que la lejana localización, la escasa compañía y la mirada de corto plazo han sido la constante durante los últimos seis años.
Uno de los temas fundamentales que surgirán a la luz pública después de ese cónclave se refiere a la continuidad de Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio Interior, cargo desde el cual produjo tanto daño a la economía y al país todo.
Obviamente, el propio Moreno carece de importancia, pese a que ha concentrado sobre sí todas las críticas, aún aquéllas tímidas que surgen desde el mismo oficialismo.
Y carece de importancia porque no la tiene el martillo en manos de un carpintero o un fusil en manos de un soldado. Quienes sí la tienen son el artesano y el militar, o el mismo Kirchner, que ha usado y abusado de esta mera herramienta de su política.
Hoy, por el contrario, Moreno recuperará trascendencia, puesto que se convertirá en el termómetro que nos informará acerca del nivel que ha alcanzado la enfermedad en la mente de don Néstor.
Y será una labor importantísima la que cumplirá, tanto que conserve su rol cuanto que lo pierda.
Si Moreno fuera despedido, aún agradeciéndole “los importantes servicios prestados”, será posible otorgar alguna credibilidad al cambio de actitud del matrimonio, y a un aumento del peso específico, hasta hoy inexistente, de doña Cristina en el poder.
Resultará posible, entonces, imaginar una transición suave hasta el 10 de diciembre de 2011, con un Poder Ejecutivo civilizado, negociando con un Congreso opositor que marcará límites al poder omnímodo que ejerciera Kirchner hasta hoy.
Por el contrario, si Moreno conservara su puesto, el mensaje que recibirá la sociedad será la confirmación de que nada ha cambiado desde la derrota del Gobierno en el plebiscito del 28 de junio. Nótese que, para mantener la herramienta Moreno en sus manos, don Néstor no ha hesitado en perder cuatro ministros de Economía en rápida sucesión.
Si lo mantuviera, como ya todo el mundo sospecha, se confirmará que doña Cristina seguirá sin ejercer el poder real que su cargo constitucionalmente le asigna y que todo el escenario de diálogo –bien ‘sui generis’ por cierto- dibujado desde el atril tucumano el 9 de julio no es más que un tinglado destinado a maquillar el futuro inmediato y a otorgar a su marido el tiempo necesario para rearmar su propia supervivencia.
En ese caso, otros vientos soplarán en Argentina.
El nuevo Ministro de Economía, don Amado Boudou, se habrá transformado, desde el inicio mismo de su gestión, en otro funcionario intrascendente a quien nadie mirará como un referente del rumbo gubernamental, ya que habrá perdido ‘ab initio’ toda credibilidad y dejará de concitar esperanza alguna.
El campo, el interior y la oposición, aún desmembrada, marcarán la agenda desde aquí hasta el 24 de agosto –véase la excelente nota de Carlos Pagni, hoy en tapa de “La Nación”-, momento en el cual vencerá la vigencia de los superpoderes y, consecuentemente, los dramáticos problemas de caja del Gobierno golpearán la puerta de Olivos y de El Calafate.
Y será, precisamente, ése el momento en que se decidirá acerca de la tan mentada gobernabilidad del período final del kirchnerismo en la Argentina.
Pero que no nos confundan más: si esa gobernabilidad se perdiera, habrá sido por obra y gracia, y por acción y omisión, exclusiva de don Néstor. No será una responsabilidad de la oposición, ni de la prensa, ni de las organizaciones empresariales, sindicales o agropecuarias.
Quien habrá puesto la bomba definitiva al proyecto de poder que iniciara en 2003 será el mismo Kirchner, y nadie más. Quien habrá protagonizado el mayor y más rápido caso de dilapidación política será él, y sólo él. Y doña Cristina habrá confirmado, si es que esa confirmación se requería, que ella también, como Guillermo Moreno, era sólo una herramienta en manos de un artesano insano.
La responsabilidad histórica de los procesos que se desencadenen será solamente de esta personalidad tan complicada, tan digna de estudio, como para intentar –como tantos auguráramos hace mucho tiempo- incendiar el país antes de caer definitivamente derrotado.
Dudo que asumir esa responsabilidad le preocupe demasiado y, por eso, la sociedad debe exigir que el Congreso aclare y establezca, desde ya, que no se les permitirá un ‘exilio dorado’ en El Calafate o en Caracas, puesto que serán juzgados y, eventualmente, condenados en los Tribunales ordinarios.
Habrá que esperar algunas horas para ver cuál es el resultado de esta final entre la lógica y el empecinamiento, entre la cordura y la locura, entre el pasado y el futuro. Y hay que esperar contra toda esperanza.
¡Qué triste suerte la de Argentina!
Nuestra distinguidísima pareja presidencial se ha refugiado durante el fin de semana en su “lugar en el mundo”, para decidir, en soledad, el futuro inmediato. Todo habitual, ya que la lejana localización, la escasa compañía y la mirada de corto plazo han sido la constante durante los últimos seis años.
Uno de los temas fundamentales que surgirán a la luz pública después de ese cónclave se refiere a la continuidad de Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio Interior, cargo desde el cual produjo tanto daño a la economía y al país todo.
Obviamente, el propio Moreno carece de importancia, pese a que ha concentrado sobre sí todas las críticas, aún aquéllas tímidas que surgen desde el mismo oficialismo.
Y carece de importancia porque no la tiene el martillo en manos de un carpintero o un fusil en manos de un soldado. Quienes sí la tienen son el artesano y el militar, o el mismo Kirchner, que ha usado y abusado de esta mera herramienta de su política.
Hoy, por el contrario, Moreno recuperará trascendencia, puesto que se convertirá en el termómetro que nos informará acerca del nivel que ha alcanzado la enfermedad en la mente de don Néstor.
Y será una labor importantísima la que cumplirá, tanto que conserve su rol cuanto que lo pierda.
Si Moreno fuera despedido, aún agradeciéndole “los importantes servicios prestados”, será posible otorgar alguna credibilidad al cambio de actitud del matrimonio, y a un aumento del peso específico, hasta hoy inexistente, de doña Cristina en el poder.
Resultará posible, entonces, imaginar una transición suave hasta el 10 de diciembre de 2011, con un Poder Ejecutivo civilizado, negociando con un Congreso opositor que marcará límites al poder omnímodo que ejerciera Kirchner hasta hoy.
Por el contrario, si Moreno conservara su puesto, el mensaje que recibirá la sociedad será la confirmación de que nada ha cambiado desde la derrota del Gobierno en el plebiscito del 28 de junio. Nótese que, para mantener la herramienta Moreno en sus manos, don Néstor no ha hesitado en perder cuatro ministros de Economía en rápida sucesión.
Si lo mantuviera, como ya todo el mundo sospecha, se confirmará que doña Cristina seguirá sin ejercer el poder real que su cargo constitucionalmente le asigna y que todo el escenario de diálogo –bien ‘sui generis’ por cierto- dibujado desde el atril tucumano el 9 de julio no es más que un tinglado destinado a maquillar el futuro inmediato y a otorgar a su marido el tiempo necesario para rearmar su propia supervivencia.
En ese caso, otros vientos soplarán en Argentina.
El nuevo Ministro de Economía, don Amado Boudou, se habrá transformado, desde el inicio mismo de su gestión, en otro funcionario intrascendente a quien nadie mirará como un referente del rumbo gubernamental, ya que habrá perdido ‘ab initio’ toda credibilidad y dejará de concitar esperanza alguna.
El campo, el interior y la oposición, aún desmembrada, marcarán la agenda desde aquí hasta el 24 de agosto –véase la excelente nota de Carlos Pagni, hoy en tapa de “La Nación”-, momento en el cual vencerá la vigencia de los superpoderes y, consecuentemente, los dramáticos problemas de caja del Gobierno golpearán la puerta de Olivos y de El Calafate.
Y será, precisamente, ése el momento en que se decidirá acerca de la tan mentada gobernabilidad del período final del kirchnerismo en la Argentina.
Pero que no nos confundan más: si esa gobernabilidad se perdiera, habrá sido por obra y gracia, y por acción y omisión, exclusiva de don Néstor. No será una responsabilidad de la oposición, ni de la prensa, ni de las organizaciones empresariales, sindicales o agropecuarias.
Quien habrá puesto la bomba definitiva al proyecto de poder que iniciara en 2003 será el mismo Kirchner, y nadie más. Quien habrá protagonizado el mayor y más rápido caso de dilapidación política será él, y sólo él. Y doña Cristina habrá confirmado, si es que esa confirmación se requería, que ella también, como Guillermo Moreno, era sólo una herramienta en manos de un artesano insano.
La responsabilidad histórica de los procesos que se desencadenen será solamente de esta personalidad tan complicada, tan digna de estudio, como para intentar –como tantos auguráramos hace mucho tiempo- incendiar el país antes de caer definitivamente derrotado.
Dudo que asumir esa responsabilidad le preocupe demasiado y, por eso, la sociedad debe exigir que el Congreso aclare y establezca, desde ya, que no se les permitirá un ‘exilio dorado’ en El Calafate o en Caracas, puesto que serán juzgados y, eventualmente, condenados en los Tribunales ordinarios.
Habrá que esperar algunas horas para ver cuál es el resultado de esta final entre la lógica y el empecinamiento, entre la cordura y la locura, entre el pasado y el futuro. Y hay que esperar contra toda esperanza.
¡Qué triste suerte la de Argentina!
Bs.As., 13 Jul 09
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